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Inventando la empresa social

Cómo luchar contra la envidia del mediocre

Preparado por: Adrián G. Cottín Belloso


Facilitador Internacional
PCO´s International
@pcottin @aprendido
E-mail: adrian.cottin@pcos-international.com
www.adriancottin.com
“Donde hay una empresa de éxito,
alguien tomó alguna vez una decisión valiente.”
-- Peter Drucker
El empresario venezolano de hoy vive una pesadilla al querer realizar su función, pues
en el plano ideológico el gobierno lo percibe como el “malo” de la partida, el
explotador, aprovechador, ladrón, bandido, rapaz, perverso, rufián, estafador, usurero,
acaparador, que sigan los sinónimos (calificaciones obtenidas de los discursos del
presidente y sus ministros, limitado por el espacio de este artículo).
¿Cómo hacer empresa cuando lo que parece que vale la pena hoy es hacer negocios?
Olvidarse de arriesgar capital en este país, cambiar los dineros a divisa extranjera, hacer
tratos rápidos para comprar y vender, conectarse con personajes con poder que permitan
negocios de compra-venta, si es posible pagados por adelantado, y no arriesgarse a
pasar por la pesadilla que significa intentar cumplir con todas las regulaciones que le
impone el sistema de gobierno para poder operar un negocio honesto, que no podrás
cumplir jamás, pues cuando te ponen el ojo no hay quien te salve. No hay quien salga
incólume de una revisión de todos los organismos; de alguna manera la empresa será
sancionada cuando le han puesto la mirada o hay algún interés particular de un
funcionario.
Existen algunas definiciones de lo que es una empresa social, la mayoría tiene que ver
con que el beneficio va a dar a manos de quienes trabajan en la empresa, y además
busca satisfacer las necesidades de la sociedad en la cual se desenvuelve. Algunos creen
que este es el modelo al cual se quiere dirigir el gobierno actual de nuestro país. Nada
más lejos de la verdad.
Para este gobierno la empresa privada está condenada a perecer en el futuro, en el cual
sobrevivirán las empresas del gobierno, similares a las que existen en manos del
gobierno cubano. Sólo mantienen el sistema actual empresarial en su tránsito hacia el
modelo que desean imponer, pues un cambio brusco perciben que tendría el rechazo
contundente de la población, de los militares que todavía no están firmes con el
“proceso”, y de los intereses internacionales que se verían afectados por una
nacionalización brusca a lo “Cuba”.
Muchas empresas venezolanas han creado valor social acoplado al valor económico,
poniendo su rentabilidad al servicio de intereses superiores a los de sus accionistas. Por
lo general esas empresas son percibas como útiles por el país, amadas por sus
trabajadores y sus familias, admiradas por sus clientes, envidiadas por los ineptos que
no son capaces de establecer una empresa así, y la única manera de poseerla es hacer
uso del poder político o sindical, para “sacar” del medio al emprendedor que inició y

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desarrolló la empresa, para luego destruirla por su incapacidad para administrar lo que
ya estaba construido.
La agresión a empresas privadas proviene por lo general de mediocres que han visto con
envidia por años la prosperidad que le es ajena al vago, maleante, ignorante, holgazán,
perezoso, zángano, haragán, y aprovecha el resquicio que le da esta época perniciosa
donde gobiernan los ineptos, por irresponsabilidad de las clases preparadas del país, y
viene a por el botín que siempre ansiaron poseer, pero por el cual no estaban dispuestos
a trabajar.
La cobardía, el miedo, la frustración, el resentimiento es directamente proporcional a la
violencia y agresividad de la intervención en las empresas que han sido factor vital para
la prosperidad del país.
¿Qué le queda al empresario que todavía quiere creer en Venezuela? ¿Qué puede hacer
con toda esta adversidad?
Lo único que le resta es seguir adelante, educar a la gente, para que sepa distinguir el
bien del mal, y responsabilizarse en la conducción de la política nacional.

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