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Repensar los procesos institucionales para la


formación de profesionales
JUEVES 23 DE DICIEMBRE DE 2010 15:00

De la clausura profesional de Weber a la crisis de


confianza en el conocimiento profesional de
Schön
Arturo Ballesteros Leiner* y María Tornel Abellán**

Resumen: En este artículo abordaremos a dos autores que han aportado


conocimiento sustantivo al estudio de las profesiones desde diferentes
perspectivas, el sociólogo alemán Max Weber y el filósofo Donald A. Schön. Las
dos tesis que confrontamos, sobre “la clausura profesional” de origen weberiano
y “la crisis de confianza en el conocimiento profesional” desarrollada por Schön,
nos permiten delinear una serie de problemáticas que obligan a repensar los
procesos que se dan en las instituciones encargadas de la formación de los
profesionales. Abordamos inicialmente un esbozo sobre la sociología de las
profesiones y las perspectivas teóricas que se han asumido; posteriormente
exponemos sucintamente los principales planteamientos weberianos sobre la
noción de profesión y en específico el análisis de la clausura social; finalmente,
trabajamos el planteamiento de Donald A. Schön sobre la crisis de confianza
en el conocimiento profesional.

Palabras clave: Clausura profesional, crisis de confianza, conocimiento


profesional, formación e instituciones.

Max Weber y Donald A. Schön

La sociología de las profesiones

Podemos decir que actualmente la mayoría de la investigación en sociología de


las profesiones (SP), está relacionada con ocupaciones específicas
consideradas como profesiones en virtud de su desarrollo histórico, su clase
dirigente, su diferenciación y su entorno organizacional, el control sobre la
producción y distribución del conocimiento fundamental de la profesión, el
control sobre el tipo de competencias valorados en la práctica profesional, los
procesos institucionales para la formación, entre otros aspectos. Esta rama de
la sociología se ha, de hecho, cultivado más en el mundo angloamericano, en
parte debido a la existencia en estas sociedades de una distinción más
pronunciada entre ocupaciones y profesiones. Por ejemplo, las diferencias entre
los gobiernos y los sistemas educativos de los países de la Europa continental y
los angloamericanos han traído consigo a su vez diferencias en los sistemas y
organizaciones profesionales, lo que repercute en la forma de aplicar la SP a
estudios concretos; aunque sin duda abre la necesidad de fomentar más los
estudios comparativos de las profesiones en diferentes países.

La SP ha reconocido que la profesión es una institución social que es posible


estudiarla en diferentes niveles de análisis. A nivel macro, investigando las
relaciones que tiene con los gobiernos de los estados, los mercados y las
transformaciones sociales. A nivel medio u organizacional mediante la
investigación de relaciones entre y dentro de las organizaciones, los procesos
de formación y reclutamiento, la gestión, la cooperación, el control y la
contabilidad de resultados de las mismas. Y por último, a nivel micro, se
investigan sobre todo las relaciones entre profesionales y sus usuarios en sus
ámbitos de actuación.

Ahora bien, en algunos trabajos comprehensivos sobre la propia SP, como el


de Dubar y Tripier (1998), han hecho un esfuerzo en sistematizar la diversidad
de los estudios de esta subdisciplina de la sociología. Encontrando que es
posible distinguirlos a partir de modelos y teorías, organizadas desde tres
posturas: a) la política, b) la ética-cultural, y c) la económica. Con esto, es
posible precisar lo que dichos autores denominan como el triple objeto de la SP:
1) la organización social de las actividades de trabajo, 2) la significación
subjetiva de tales actividades, y 3) los modos de estructuración de los mercados
de trabajo.

Los modelos profesionales son concebidos como sistemas de creencias y en


tanto tales son fuertemente influidos por una concepción religiosa del mundo.
De esta forma tenemos básicamente tres: el católico de los cuerpos
profesionales (cada quien tiene su lugar, provisto o no de un status, en el marco
de una jerarquía), el de la reforma protestante o colegial (individualista y
dependiente del llamado de Dios para lograr la salvación mediante su
profesión) y el liberal (radicaliza las coaliciones corporativas y el individualismo
protestante).

Con respecto a las teorías destacadas, nos encontramos con el funcionalismo


que privilegia el papel de la organización social a partir de tres proposiciones
estructurantes de esta teoría: a) el reconocimiento de que el desarrollo, la
restauración y la organización de las profesiones son el centro del desarrollo de
las sociedades modernas, b) de que las profesiones aseguran una función
esencial: la cohesión social y moral del sistema social, y c) el que las
profesiones representan una alternativa a la dominación del mundo de los
negocios, del capitalismo concurrente y a la lucha de clases.

Contrariamente a la posición funcionalista, la SP ha sido trabajada desde el


interaccionismo, valorando a las profesiones a partir de la materia y el empleo
como formas de realización del sujeto. De esta manera, cualquier actividad
profesional se estudia como un proceso biográfico identitario.
Esquemáticamente se resume esta perspectiva teórica en cuatro puntos: a) los
grupos profesionales son el proceso de interacción que conducen a los
miembros de una misma actividad de trabajo a auto-organizarse, a defender su
autonomía y su territorio y a protegerse de la competencia, b) la vida profesional
es un proceso biográfico que construye las identidades a lo largo de la vida, c)
los procesos biográficos y los mecanismos de interacción son en una relación
de interdependencia, la dinámica de un grupo profesional que depende de las
trayectorias de sus miembros en interacción entre ellos y su entorno, y d) los
grupos profesionales buscan el reconocimiento de sus pares, a partir de
discursos compartidos y protecciones legales.

En la actualidad, nos encontramos con el rescate de dos posiciones teóricas


clásicas, el marxismo y en especial la perspectiva weberiana. Las que
consideran como parte importante del análisis a los mecanismos económicos
del control de mercado y ponen en cuestión las justificaciones morales o las
motivaciones vocacionales de los profesionales. De tal forma que tienden a
considerar a las profesiones como actores colectivos del mundo económico que
han conseguido cerrar su mercado de trabajo y establecer un monopolio de
control de sus propias actividades de trabajo (clausura profesional).1

Los conceptos comunes que sobresalen en estas interpretaciones son: la


monopolización económica, la clausura social y la legitimidad política.
Conceptos con marcada referencia weberiana y que orientan la definición de
profesión como actividades que han podido monopolizar un segmento del
mercado de trabajo, así como obtener el reconocimiento de su competencia
jurídica y legitimando sus privilegios sociales. Los mercados cerrados de trabajo
a partir de estrategias profesionales han seguido, al menos dos vías históricas
diferenciadas: 1) la que se apoya principalmente en la iniciativa del Estado que
crea “credenciales o títulos escolares” y que sirven para regular el acceso al
status social de los grupos profesionales en situación de monopolio (tema
desarrollado ampliamente por Randall Collins (1979) en su texto “La sociedad
credencialista”). 2) La segunda vía que reposa de inicio sobre la acción
colectiva de las elites sociales, haciendo reconocer una disciplina, dotándose de
dispositivos cognitivos y prácticos y obteniendo poderes públicos que les
permite monopolizar el mercado para una profesión.

A la primer vía se le ha considerado por los estudiosos del tema como la


verificación del esquema weberiano de la burocratización. La segunda
constituye sin duda una alternativa a la dominación burocrática, la del
profesionalismo, definido como forma de control específico de las profesiones
fundadas en: la competencia interprofesional basada en la práctica, y b) en la
forma de legitimidad axiológica definida por valores éticos. Esta vía histórica
para relacionar el saber y el poder en el contexto profesional, también ha sido
vista como modalidad ideológica del capitalismo burocrático moderno, teniendo
su eficacia en la creencia meritocrática y la superioridad de las elites
universitarias en la competencia liberal. O bien, como la consecuencia de un
movimiento social contingente y reestructurante de las creencias y prácticas
profesionales legítimas y eficaces.

En síntesis, la primera vía burocrática resulta parcialmente de una re-lectura de


Weber sobre los modelos de cuerpos de Estado o de los gremios nobiliarios y la
segunda, proviene de una interpretación weberiana de los modelos del
gremio/profesión-vocación o del servicio activo.

A partir de lo comentado, podemos decir que es posible plantear la


correspondencia al menos indirecta entre los modelos sociales de las
profesiones y las teorías sociológicas que las interpretan. Pero en este marco
resalta el hecho de que las tesis, conceptos y posiciones de Weber se
mantienen en la actualidad como plataforma de las teorizaciones del “hecho
profesional” o “práctica profesional”, tendiendo a refigurar conceptualmente las
relaciones entre el mercado, el Estado y las profesiones. Centrando así en sus
análisis, la dimensión de los saberes profesionales, las prácticas y la
experiencia, la legitimidad simbólica, el poder, el monopolio económico y el
conflicto social.

En general las investigaciones centradas en el enfoque neo-weberiano se han


dedicado a analizar los grupos profesionales a partir del concepto de clausura
social, derivado del trabajo de Weber (1977) en su texto de “Economía y
Sociedad”. Sin duda, la aproximación que sugiere el referente teorético de
Weber en esa obra nos permite un examen empírico de la naturaleza y papel de
las profesiones y ayuda a trascender algunas limitaciones teóricas que los
interaccionistas tienen en el nivel de las macro-estructuras y los procesos
históricos que sostienen a la profesionalización.

En ese aspecto es reconocida la aportación de Weber respecto de la precisión


que hace sobre la racionalización general de la vida social y que propicia
organizaciones cada vez más influyentes que adoptan la legitimidad legal-
racional como principio dominante de funcionamiento. La manera como las
esferas económicas, políticas y sociales se interrelacionan, favorece la difusión
de un mismo modelo de racionalidad y de organización y en el que finalmente
termina imponiéndose la figura de los “especialistas” o del experto profesional
que ha sido reconocido en su competencia por las credenciales obtenidas a
través de las instituciones legitimadas para ello.

Sin embargo, ya desde aquí debemos anotar que la re-lectura de Weber por
parte de los sociólogos neo-weberianos de la SP, se concentró casi
exclusivamente en una obra que el propio Weber no alcanzó a publicar:
Economía y Sociedad. Por lo que debemos formular preguntas tales como si
sólo en ese texto se concentra la atención de Weber sobre la temática de las
profesiones. O bien, el planteamiento de la clausura profesional es el único
ángulo desde el cual el sociólogo alemán abordó el asunto. ¿Cómo es que la
profesionalización se constituyó en un proceso esencial del proceso de
modernización? ¿Cómo explicar que las profesiones son un elemento clave
para entender el paso de una socialización comunitaria a una societaria
fundada en criterios racionales de competencia y especialización?
Evidentemente para abordar estas fuertes interrogantes tendríamos que
remitirnos a la acuciosa investigación histórica que desarrolló Weber en
diferentes campos y en particular en el de la sociología de las religiones.

Un gran ausente en este sentido, en los trabajos de autores neo-weberianos en


el campo de la sociología de las profesiones, es la referencia a la importante
obra de la “Ética protestante y el espíritu del capitalismo” y en especial la
edición de 1920 la que es ampliamente conocida en el medio sociológico. Es
probable que una fuerte razón para evadir este texto sea la señalada por el Dr.
Francisco Gil Villegas (2003) en su reciente edición crítica de esa obra. Tal
texto –nos dice– ha generado un debate que dura ya cien años y que parte de
un equívoco, el de considerar que el protestantismo adquiere un carácter
genético del capitalismo. Tal polémica ha sido fértil sólo en el sentido de
producir una enorme cantidad de ensayos y libros; pero ha sido muy poco fértil
en el sentido de promover con mayor impulso la interesante veta de
investigación que significa el plantear el tipo de eficiencia que tienen unas ideas
sobre otras ideas. ¿En qué sentido las variaciones del concepto de profesión
que confluyeron en la idea de profesión del protestantismo ascético fueron parte
de un amplio proceso de racionalización de la vida intramundana?

La noción de profesión (beruf) en la sociología de Max Weber

Las líneas básicas de reflexión sobre las cuales engarzamos la problemática


que lleva a conceptuar la noción de profesión en la perspectiva de Weber, son:
el reconocimiento de dos dimensiones de análisis: la natural fáctica y la social
axiológica, la de los hechos y los valores. Lo que sin duda es un marco para el
estudio de las profesiones en las dimensiones material y axiológica;
aproximación que documenta ampliamente Weber en su estudio filológico de la
noción de profesión y que posteriormente es tratada por algunos sociólogos de
las profesiones, en particular los que han seguido aunque fuese críticamente a
este autor, como es el caso de la sociología norteamericana, en específico
Parsons y Collins.

Transitando por las diferentes acepciones de profesión que trabaja Max Weber,
podemos identificar básicamente las siguientes: la luterana, que se bifurca en
la que prevalece el sentido religioso y en la que resalta el sentido profano; la
calvinista que orienta la dimensión ética racional de la profesión; lo que permite
entender, que la conducción racional de la vida sobre la base de la idea de
profesión es un elemento constitutivo del moderno espíritu capitalista y en
general de la cultura moderna. De esta forma Weber, nos conduce por el
camino sinuoso que va de la ascesis de los oscuros monasterios a la ascesis
de la vida profesional y su correspondiente moral intramundana. El resultado: la
construcción de un poderoso cosmos económico moderno que cubrió con un
manto de acero, tejido con los hilos de la colosal producción de bienes
materiales, a los principios fundadores de la ascesis protestante. Otro ejemplo
abordado en esta sección, es la aparición de la figura del experto profesional,
que se presenta en el marco de las interrelaciones crecientes entre las esferas
económicas, políticas y sociales y que sin duda favorecen la amplia difusión del
modelo de organización racional. La figura del “experto” es ejemplificada desde
Weber en su minucioso análisis del caso chino de los “literatos”. Este caso, en
el que aparece la figura de “los mandarines” como estrato superior del grupo de
los literatos, es estudiado comparativamente respecto de su similar occidental
(burocracia profesional), distinguiendo las dimensiones mágicas de las virtudes
de las dimensiones racionales de las competencias. De este ejemplo, pasamos
en la obra weberiana a la exposición que se hace de la ciencia y la política
como profesión y en las que se incluyen tanto a la dimensión material como la
axiológica. La ciencia así, es vista como una profesión especializada que hace
aportaciones técnicas y resuelve problemas de la vida, construye métodos e
intenta esclarecer la problemática de la lógica interna de la relación medios y
fines. Para el caso de los políticos como funcionarios especializados y
estudiados particularmente desde una dimensión ética de la profesión, distingue
tres cualidades decisivas para orientar su actuar: la pasión, el sentido de la
responsabilidad y el sentido de la distancia.

Una vez recorrido el curso de las expresiones, que desde nuestro punto de vista
son sobresalientes, de nuestro autor sobre la noción de profesión y el papel que
ha desempeñado en la conformación de la peculiaridad de la sociedad
moderna, es necesario hacer un alto de orden teórico que permita sistematizar
a la profesión como un constructo conceptual. Para ello, es preciso consultar su
teoría de las categorías sociológicas conocida como “Economía y Sociedad”
(1977), en la que el tema de las profesiones varía según el momento en que la
obra es trabajada por Weber y sus herederos, de ahí que tengamos que en el
plan original el tema se correlacione con el derecho, después con la actividad
económica y finalmente se inicie con la milicia. En la edición consultada, la
abstracción racional que hace Weber de la noción de profesión es organizada a
partir de tres rubros de análisis: definición, división y articulación. En este punto
se observa como el autor aplica los principios de la construcción racional de
conceptos-tipo, elementos teóricos que permiten entender el complejo nivel
discursivo que caracteriza a su teoría de los conceptos y las categorías.

Schön y la crisis de confianza en el conocimiento profesional

Por otra parte, el punto de partida de las preocupaciones y teorizaciones de


Schön (1992, 1998) se pone de manifiesto a partir del “albor profesional” que,
en los años 50 y 60 (los editores de Dédalus introducían su volumen especial
dedicado a las profesiones con la siguiente frase: “las profesiones triunfan en
todos los espacios y ámbitos de la vida”), se vivía en las sociedades avanzadas,
en Europa y en Norteamérica: si las sociedades se están volviendo
dependientes de los profesionales en los campos de la industria, la salud, el
gobierno, la educación, lo militar,… convocados para dar respuesta a la
demanda, aparentemente ilimitada, de servicios profesionales que se producen
en todos los órdenes de la vida laboral, ¿por qué son los mismos profesionales
los que, casi de modo general, manifiestan una desazón continua respecto al
ser y el hacer de sus respectivas profesiones? Schön está haciendo referencia
al famoso “Coloquio MIT”,2 de 1972, en donde se llevó a cabo una reunión a la
que acudieron más de cinco mil expertos de las más diversas profesiones
convocados por la temática que daba lugar al evento: la formación en las
profesiones.

Si bien Schön da cuenta de que en aquel acontecimiento las diferencias y los


desacuerdos hicieron del mismo una verdadera “babel de voces” (Schön, 1990:
189), por otra parte señala que, al menos, en algún punto coincidían: el
sentimiento común sobre la propia insatisfacción acerca de sus respectivas
tareas, de la utilización de sus conocimientos, funciones y metas, que los que
participaron en el evento sentían.

Se cuestionaban si los profesionales podrían autorregularse de


manera eficiente. Se preguntaban si los profesionales eran
instrumentos del bienestar individual y de reforma social o si
estaban principalmente interesados en la preservación de su
propio estatus y privilegio, atrapados en los mismos problemas
que se podría haber esperado que resolvieran. Se permitieron
expresar dudas sobre la relevancia y el poder correctivo del
conocimiento técnico profesional (Schön, 1992: 190).

Paradójicamente, frente a la sociología de triunfo profesional dominante por


aquellos años, Schön tematizó esta fenoménica autocrítica con la expresión
“crisis de confianza en el conocimiento profesional”. ¿Cómo explicar tan
dramático cambio en una sola década? El análisis crítico de Schön coincide,
temporalmente, en gran medida, con la llamada “ola revisionista” de las
profesiones (3ª etapa de la historia de las profesiones), en sus últimos
“coletazos”, pero a diferencia de los teóricos de las profesiones de base
funcionalista, marxista y weberiana, el autor de “El profesional reflexivo” (1998)
se propone dos grandes objetivos:

1º. Frente a quienes enfatizan sus análisis, las más de las veces dependientes
de sus esquemas de partida, tratando de poner de manifiesto que las
profesiones tienden más al logro de prestigio y poder que hacia la solución de
problemas sociales, Schön busca estudiar las profesiones detenidamente, no
sólo desde una perspectiva histórica y analítica sino también y, sobre todo,
empírica. Le interesa más tratar de responder a qué se debía la falta de
confianza de los profesionales para que, en un mundo en continua
transformación social, reconocieran su incapacidad para abordar los múltiples
problemas creados en torno al mundo de las profesiones. Es en la práctica
profesional donde se ponen de manifiesto las complejas relaciones entre
formación y empleo. El autorreproche de los profesionales de no estar a la
altura de sus propias normas y el reconocimiento de las limitaciones para
adaptarse a una realidad cambiante (superadora de los estrechos marcos de la
propia profesión), motivaba y dirigía los intereses investigadores de Schön muy
por encima de la denuncia taxativa, impoluta, alejada de toda “vulgar
fecundación empírica”, que esgrimieron en los años 70 los autores
neomarxistas.

2º. El estudio de los problemas que por aquellos años explicitaban los
profesionales condujo a Schön a centrar sus exploraciones en el tema de la
práctica profesional: es en ella donde se materializan la complejidad y la
incertidumbre de una división social del trabajo a la que los profesionales
encuentran difícil adaptarse; es en ella donde se ponen en juego la estabilidad
de objetivos, funciones y conocimientos a través de los cuales, al origen de las
profesiones, los profesionales solían ejercer, de manera confiada, sus destrezas
y habilidades; es en la práctica profesional donde se puede recrear la defendida
adecuación de las teorías y las técnicas congruentes (o no) con ella, tal y como
pretenden los expertos de las diferentes profesiones, para enfrentarse a la
abrumadora problemática de la complejidad surgente en los empleos; y es, por
último, en la práctica profesional donde se ponen de manifiesto las no siempre
clarificadoras relaciones entre formación y empleo.

En realidad, a través de la práctica profesional, se ponen en juego toda una


serie de dimensiones que propician un nuevo replanteamiento de los procesos
de profesionalización: qué tipo de formación se les ha dado a estos
profesionales, qué aprendían en relación con sus prácticas posteriores, cómo
recreaban estos conocimientos en sus empleos posteriores, qué percepciones
mantenían de sí mismos como profesionales en un mercado tendente a la
competitividad y a la exclusión. La formación va muy unida a la preparación de
profesionales y, por ende, forma parte relevante de los procesos de
profesionalización. La “crisis de confianza en el conocimiento profesional” se
tradujo también y se extendió a “la crisis de confianza en la preparación de los
profesionales” (Schön, 1992: 21).

Así, en gran medida, Schön entiende que debe abordar dos tareas necesarias y
complementarias entre sí.

En primer lugar, desvelar qué tipo de epistemología está fundamentando la


concepción de la práctica profesional mantenida por los profesionales a los que
entrevista y cuyas actividades se dedica a analizar.

En segundo lugar, proponer una alternativa a la concepción imperante ya que


refleja gran parte de los retos a los que se enfrentan cotidianamente los
profesionales y tratar, así, de ofrecerles modelos y metodologías con los que
superar sus aporías, sus complejidades y contradicciones.

Los resultados de sus trabajos le condujeron a las siguientes formulaciones


fundamentales, para la teoría de las profesiones y para los proyectos
investigadores, orientados al estudio de la Educación Social. Los trabajos de
Schön han tenido gran impacto en la reconceptualización epistemológica de la
práctica profesional. Las tesis de Schön han supuesto:

a) Toda una reorganización de la forma cómo pensamos la práctica profesional


y, cómo apuntamos, por tanto, la relación entre la teoría y la práctica.
b) Una apertura a otros modos de formularla, de tal manera que las dos
concepciones epistemológicas predominantes (la racionalidad técnica y la
reflexión-en-la-acción) han orientado dos de las formas claves de aproximarse a
la práctica educativa.
c) Dos maneras de concebir la práctica educativa que están fuertemente
entrelazadas con la formación de los profesionales de la educación y de la
imagen que tenemos de ellos.

La teoría de las profesiones, aunque ha tenido en cuenta la obra de Schön no


ha sabido, a nuestro juicio, integrarla en los supuestos logrados a lo largo del
tiempo, ya que algunos de los teóricos de la etapa crítica restaron valor
sustantivo a la Universidad como productora de conocimiento profesional
transmitido a través de la investigación y la formación, y acabaron negándole (o
quizás sea más adecuado decir “reduciendo sus roles”) su papel, de actor
fundamental, en los procesos de profesionalización de las profesiones.

Estas reflexiones nos dan la oportunidad de aclarar alguna cuestión


terminológica.

Cuando Schön utiliza la expresión Professional Education o Education for the


Professions está haciendo referencia a la formación de profesionales/educación
profesional. Esta traducción no debe asociarse a nuestra Formación Profesional
que, como es sabido, forma parte reglada de los sistemas educativos. La
expresión inglesa Formations of Professions es utilizada pensando en el
proceso de conformación o constitución de las profesiones, en donde, por
supuesto, la formación, en sentido pedagógico, cumple un insoslayable papel.

La racionalidad tecnocrática de la práctica profesional

Al llevar a cabo su primera gran tarea, encuentra Schön que es la epistemología


positivista y tecnocrática la que predomina en gran parte de lo que se escribe
sobre las profesiones. La racionalidad tecnocrática está inscrita no sólo en las
instituciones educativas sino también en las investigadoras, también en las
Asociaciones y Colegios Profesionales, en los estatales y, cómo no, también en
los empresariales. Es la misma racionalidad que concibe la práctica profesional
como “una aplicación de conocimiento basado en la investigación a la solución
de los problemas de elección instrumental” (Schön, 1998: 31). Schön encuentra
en obras relevantes del momento este espíritu que anida en la dinámica
profesional.

De acuerdo con el modelo de racionalidad técnica –la perspectiva


de conocimiento profesional que más ha configurado
poderosamente nuestro pensamiento acerca de las profesiones y
las relaciones institucionales de investigación, educación y
práctica- la actividad profesional consiste en la resolución de
problemas instrumentales que se han hecho rigurosos por la
aplicación de la teoría científica y la técnica. Aunque todas las
ocupaciones están interesadas, desde este punto de vista, en el
ajuste instrumental de los medios respecto a los fines, solamente
las profesiones practican rigurosamente la resolución técnica de
los problemas basándose en un conocimiento científico
especializado.
El modelo de racionalidad técnica ha ejercido una influencia tan
grande en la escritura erudita acerca de las profesiones como en
las exposiciones críticas sobre el papel que ejercen en la
sociedad en su conjunto (Schön, 1998: 31).

Un ejemplo paradigmático de esta manera de pensar se encuentra en la obra


de Edgar Schein.

En Professional Education Schein (1990) encuentra una división tripartita del


“conocimiento profesional” en sus exploraciones, hallando en él:

• Un componente científico. La ciencia básica, como disciplina


subyacente, es el marco sobre el que descansa la práctica y desde la
cual ésta se desarrolla.
• Un componente técnico. Ciencia aplicada o “ingeniería” de la que se
derivan muchos de los procedimientos de diagnóstico así como también
las soluciones de sus problemas.
• Un componente actitudinal y de habilidad. Que se refiere a la actuación
real de los servicios al cliente, utilizando el conocimiento básico y
aplicado subyacente (Schein, 1990: 44).

La aplicación de la ciencia básica produce ciencia aplicada. La ciencia aplicada


depara técnicas de diagnóstico y de solución de problemas, que son aplicadas
a su vez al suministro de servicios. Este es el esquema de “derivación y
dependencia” de la epistemología positivista (Schön, 1992: 34). Si se sigue el
análisis de Schein, en el orden jerárquico de la epistemología, la ciencia básica
es la más alta en rigor metodológico y relevancia. Ella es el soporte de la
práctica, conceptualizada como aplicación de tales conocimientos,
constituyendo el componente técnico de cada profesión. De ahí que la identidad
profesional tenga mucho que ver con el cuerpo de conocimientos científicos y la
dimensión técnica (“la tecnicidad”) objetiva que permite aplicar estos
conocimientos. Uno y otra definen el perfil específico de una profesión. En esta
perspectiva la formación de los profesionales suele sujetarse a una jerarquía de
conocimientos tal y como se verticalizan, a través de los currícula, en los
centros de formación:

• Las ciencias básicas


• Las ciencias aplicadas
• Las habilidades técnicas de la práctica cotidiana (Schön, 1992: 22).

Las profesiones más importantes, las “profesiones mayores o principales”


(Glazer, 1979), son las que, como la medicina, la ingeniería o el derecho,
consideran que la práctica profesional debe dedicarse “a la solución de los
problemas instrumentales mediante la selección de los medios técnicos más
idóneos para determinados propósitos”, ya que el conocimiento con el que
trabajan es fundamentalmente científico. Este modelo de práctica profesional es
imitado por las llamadas, a mi juicio incorrectamente, “profesiones menores”
(Glazer, 1979). Dos hechos explican esta situación.

1. El ansia de algunos centros de formación, y de los profesionales que


forma (urbanistas, documentalistas, educadores, asistentes sociales…),
por alcanzar el rigor del conocimiento científico les conduce a adoptar los
supuestos teóricos propios de áreas y cuerpos de conocimiento que son
ajenos a las Ciencias Sociales.
2. El intento de los profesionales de tales “profesiones menores” o
“secundarias”, por lograr el “estatus” de las “profesiones mayores” o
“principales”, les lleva a presentarse como “prácticos rigurosos de un
conocimiento profesional científico”, asumiendo de inicio que el
conocimiento que la investigación académica les proporcionó a través de
las disciplinas, les ha preparado para responder “a las demandas de la
práctica de la vida real”.

Estos hechos, fruto de la creencia de los profesionales en lo que debía o debe


ser la práctica profesional, comenzaron a cuestionarse desde entonces. Las
consecuencias de estas creencias son más que problemáticas.

La manifestación más habitual del ‘juego de las profesiones’ es


como sigue: el creciente poder de la racionalidad técnica, allí
donde resulta creciente, disminuye la disposición de los centros
de preparación de profesionales a formar a los estudiantes para el
arte de la práctica y aumenta su disposición a prepararlos como
técnicos. Y la percepción de limitación de la autonomía
profesional, hace sentir a los prácticos menos libres para ejercer
sus capacidades de reflexión en la acción (Schön, 1992: 275).

En los centros de preparación de las profesiones “menores” y “mayores” (en las


que se diferencian cada vez menos unas de otras debido a esta tendencia
tecnocrática) existe y se manifiesta un “alto grado de ambigüedad e
inestabilidad en aquello que se considera como conocimiento profesional: las
disciplinas se introducen para aumentar el prestigio del centro; cada profesor
tiende a defender su propia disciplina como base fundamental para el
conocimiento profesional; los formadores se encuentran moviéndose entre el
polo del rigor (el de la aparente objetividad, el del llamado conocimiento
científico) y el de la pertinencia o relevancia (el del conocimiento cargado de
valores y actitudes hacia los problemas prácticos que se pretenden resolver), en
sus intentos de formar a los profesionales evidenciándose claros desacuerdos
entre ellos en la dirección a seguir sobre la formación a dar; los conflictos
inherentes a la cultura universitaria impiden con frecuencia que se alcancen
acuerdos acerca de los rasgos de las profesiones y competencias que deben
alcanzar los profesionales para que los currículum o planes de estudio se
orienten hacia esa meta y no a otras más secundarias (Schön, 1998: 285),
porque bajo este escenario se están enfatizando situaciones que propician el
predominio de la racionalidad tecnocrática. Un predominio que, a juicio de
Schön, auspicia una concepción de la práctica profesional que se entiende
sobre todo como “aplicación” (concepto que incluye una noción del
conocimiento como una jerarquía en la que los “principios generales” ocupan el
nivel más alto y la “concreta solución del problema” el más bajo) y, por lo tanto,
como una actividad instrumental en la que el conocimiento científico, objetivo,
generalizable y estandarizado, es suficiente para la resolución de problemas
prácticos y concretos (normalmente tipificados como técnicos) (Schön, 1992:
193).

La epistemología tecnocrática ha propiciado que: al concebir la práctica


profesional como una actividad esencialmente técnica, en la que se aplica
conocimiento científico (el prototipo del conocimiento según Glazer, 1979: 348)
obtenido a través de investigaciones en los “laboratorios”, se separe la
investigación de la práctica concreta y situacional en la que actúan los
profesionales, para poder estudiar el tipo de actividades que despliegan en sus
empleos, qué tipo de conocimiento utilizan, cómo lo hacen, de qué modo
resuelven sus incertidumbres y dudas (Schön, 1998: 36).

La práctica profesional concebida a la manera tecnocrática (ciencia básica,


aplicada y servicios técnicos) es de difícil aplicación en actividades relacionadas
con profesiones como el Trabajo Social, la Biología, la Psicología, la Educación.

Pero la mayoría de las profesiones, entre ellas las “profesiones secundarias”,


operan en contextos inestables, en busca de finalidades complejas y
ambiguas, en las que es muy difícil desarrollar una base de conocimiento
científico, ya que éste depende de fines fijos e inequívocos. Se entiende que en
algunas profesiones clásicas, cuya búsqueda de conocimiento se orienta por
objetivos fijos (por ejemplo, la salud en la profesión médica, o el éxito en la
aplicación de la ley en Derecho), la práctica profesional sea un reflejo de ese
esquema jerarquizado en donde la ciencia básica, construida a través de la
investigación básica, produce ciencia aplicada que depara técnicas de
diagnóstico y solución de problemas. Pero este esquema es difícil de aplicar en
actividades profesionales, en profesiones como la enseñanza, el Trabajo Social,
la Teología, la Sociología, la Psicología…, donde las finalidades son
interpretables y los contextos y prácticas inestables. En estas profesiones, la
conciencia de la incertidumbre, la complejidad, la variedad de intereses en
juego, el carácter dinámico y único (no estadístico ni universalizable) de los
problemas, el conflicto de valores a la hora de identificar los problemas como a
la de buscar su solución, la interconexión de unos problemas que llevan a otros,
la indeterminación de las situaciones, la diversidad de perspectivas que entran
en colisión…, crean zonas de una complejidad e incertidumbre tal que son
difíciles de abordar por los profesionales con una concepción estandarizada de
la práctica. Estas complejidades y dificultades se resisten a las técnicas
tecnocráticas tan propias de la pericia tradicional.

La investigación orientada a la teoría y no a la práctica, siguiendo los supuestos


de la racionalidad tecnocrática, se ha ido distanciando de la práctica
profesional. Y el conocimiento científico, sistemático y diseñado mediante este
tipo de investigación no resuelve o elimina, toda vez que se aplica a través de
tareas bien definidas, la incertidumbre y la complejidad. Los profesionales se
mueven en retos y dilemas que no consiguen superar del todo.

En la variada topografía de la práctica profesional hay un elevado


y sólido terreno donde los profesionales pueden hacer uso
efectivo de la teoría y la técnica basadas en la investigación, y
hay un terreno bajo y pantanoso donde las situaciones son
confusos “revoltijos” sin posible solución técnica. La dificultad es
que los problemas del terreno elevado, por muy grande que sea
su interés técnico, carecen, relativamente a menudo, de
importancia para los clientes o para la sociedad en su conjunto,
mientras que en el pantano están los problemas de mayor interés
humano. ¿Permanecerá el profesional en el terreno elevado y
sólido, donde puede practicar rigurosamente, como él entiende el
rigor, pero donde está obligado a tratar con problemas de
relativamente poca importancia social? ¿O descenderá al
pantano, donde puede abordar los más importantes y desafiantes
problemas si quiere abandonar el rigor técnico? (1998: 49-50).

En la mayoría de los casos los prácticos, los profesionales, ante retos y


complejidades de esta natura, suelen forzar la situación reduciendo o
simplificando los problemas, que connotan un alto nivel de respuestas morales
y axiológicas, a dimensiones técnicas y, por tanto, adoptando los supuestos de
una epistemología positivista. Otros peligros, como manipular o malinterpretar
tales situaciones, acechan a los profesionales cuando se obsesionan por
mantener la confianza en sus modelos y en sus técnicas estándares. Para
Schön este peligro tiene consecuencias cuando el profesional lleva a cabo este
tipo de tareas y de acciones motivado por su necesidad de “conservar su
sensación de experto a expensas de su cliente”; y, en consecuencia,
reduciendo la situación práctica y el problema que aborda “para que encaje con
el conocimiento profesional”, algunos profesionales muestran “su hambre por el
rigor técnico” y su “devoción por una imagen de competencia profesional” ante
el temor de “entrar en un mundo en el que sienten que no saben lo que están
haciendo” (1998: 50-52).

Las intervenciones suelen fracasar porque las situaciones a las que se


enfrentan no son estáticas, sino más bien dinámicas, inestables, complejas y
confusas, distintas a aquella otra que se formuló y se planificó para “ser
resuelta”. Ni en los contextos en los que actúan los profesionales del Trabajo
Social, la Educación o la Psiquiatría, por poner algunos ejemplos de
profesiones, son tan estables como para que se pueda a priori utilizar, sin más,
técnicas estándares consideradas propias del profesional. Las profesiones
menores, y aquellas otras que se enfrentan a problemas complejos, mal
definidos (en el mundo de la justicia, la dirección empresarial, la construcción de
viviendas...), generalmente fracasan a la hora de producir resultados con una
concepción de la práctica tan estrecha y tan reducida a los márgenes propios
de aquellos que eligen soluciones técnicas que podrían valer para “terrenos
elevados” y acaban aplicándolas a “terrenos bajos y pantanosos”.

Conclusiones

El artículo se ha enmarcado en el complejo problemático de las profesiones y


desde el cual se ubican interrogantes como: ¿por qué estudiar a las profesiones
desde diferentes puntos de vista teóricos?, ¿qué papel ha jugado la sociología
en la formación y el estudio de otras profesiones?, ¿cuáles son los referentes
teóricos que fundan éste objeto de estudio? y ¿de qué manera es posible
establecer en el conjunto del sistema social el papel de los grupos
profesionales, su relación con la movilidad social y sus vínculos con el sistema
educativo?. Para acceder a este amplio panorama al que nos enfrentan tales
preguntas, se requiere de una orientación específica de las disciplinas y del
objeto de estudio, así como una clara demarcación de un ámbito teórico-
fundacional, para lo que se podría identificar de entrada como una subdisciplina
de la sociología : la sociología de las profesiones. Hemos abordado el tema
desde dos autores fundamentales en esta discusión: Max Weber y Donald A.
Schön, confrontando dos planteamientos centrales, la clausura profesional y la
crisis de confianza en el conocimiento profesional.

Weber centra a su objeto de estudio en el proceso de racionalización de la


sociedad moderna occidental, pero al hacerlo sitúa el papel de los conceptos-
tipo sólo en una dimensión heurística y en un afán comprensivo recupera el
proceso humano, ya que incorpora frente a la razón a secas, el sentido de las
acciones humanas orientadas por valores; abriendo así, a la racionalidad en sus
dimensiones sustantivas y axiológicas. De esta forma, a la razón se le estudia
desde una perspectiva sociológica en el contexto de la sociedad moderna, en la
que Weber ha focalizado a un concepto de fuerte caracterización racional: la
profesión.

Las aportaciones de Weber al estudio sociológico de las profesiones en la


actualidad, se refieren sobretodo a la precisión que hace sobre la
racionalización general de la vida social y que propicia organizaciones cada vez
más influyentes, que adoptan la legitimidad legal-racional como principio
dominante de funcionamiento. La manera como las esferas económicas,
políticas y sociales se interrelacionan, favorece la difusión de un mismo modelo
de racionalidad y de organización y en el que finalmente termina imponiéndose
la figura de los “especialistas” o del experto profesional que ha sido reconocido
en su competencia por las credenciales obtenidas a través de las instituciones
legitimadas para ello.

Ahora bien, respecto al análisis de los conceptos clave en Weber sobre


comunidad y sociedad (Economía y Sociedad: 1977: 33ss), se establece, para
el primer caso, la relevancia de los sentimientos subjetivos para las relaciones
sociales; y para el segundo, las relaciones sociales inspiradas en una
compensación de intereses por motivos racionales. Ambas formas de
relaciones sociales (la comunitaria y la societaria), se pueden presentar bajo la
modalidad “abierta” o “cerrada”. Dicho carácter puede estar condicionado
tradicional, afectiva o bien, racionalmente con arreglo a valores o fines. En el
caso del cierre o clausura de tipo racional, el mejor ejemplo lo constituyen para
Weber las comunidades de profesionales, en el nivel del monopolio de sus
mercados de trabajo y el dominio del “saber profesional”, ámbitos que generan
una estricta regulación, con la finalidad de mantener la clausura. Este punto
podemos decir que constituye la principal fuente que nutre los análisis neo-
weberianos de la sociología de las profesiones actualmente.

Por otra parte, en el estudio de Weber sobre el Estado racional correspondiente


al capitalismo moderno, se destaca como soporte fundamental, a la burocracia
profesional y al derecho racional. El análisis de estas dos figuras le permitió
reconocer las diferencias del desarrollo que explican en algún sentido el
proceso de racionalidad creciente, a partir de: a) la diversidad de las relaciones
políticas de poder, b) las relaciones de poder entre las autoridades teocráticas y
profanas, y c) la diversidad de estructura, codeterminada en gran medida por
constelaciones de motivos políticos. De aquí que para el análisis de la profesión
en Weber se deba destacar a la dimensión política, al control y al monopolio de
los dominios profesionales, así como sus vínculos con el poder del Estado.

Se puede decir también que el análisis de la concepción de profesión que


Weber hace, elaborando una compleja genealogía del concepto (2003), le
resulta pertinente utilizar precisamente la palabra “profesión” (“beruf”),
entendida en su doble acepción: la dimensión material que se refiere a su
connotación de actividad laboral especializada y a la connotación que considera
códigos morales y que por tanto refiere a la dimensión ética del ejercicio y
deber profesionales.

De lo expuesto, se puede resumir con Weber lo siguiente: 1) un elemento


constitutivo del moderno espíritu capitalista y en general de la cultura moderna
es la conducción racional de la vida sobre la base de la idea de profesión y
cuyo origen se sitúa en el espíritu de la ascesis cristiana, 2) el traslado de la
ascesis de las celdas monacales a la vida profesional y su consecuente dominio
de la moral intramundana, contribuyó a “la construcción de ese poderoso
cosmos del orden económico moderno”, y 3) el cuidado de los “bienes
exteriores” se concebía por la ascesis protestante como un “liviano manto” del
cual era fácil desprenderse, sin embargo el destino convirtió a ese manto ligero
en una “férrea envoltura”, en una “jaula de hierro”. Los bienes exteriores
alcanzaron un poder creciente e irresistible para los hombres, un poder que no
ha tenido semejante en la historia.

Y con todo ello, sólo podemos decir que el capitalismo proclama su victoria,
resuelve las aporías, rompe viejos apotegmas y crea otros, sabiendo que su
funcionamiento se apoya en un mecanismo automático que aparentemente ya
no requiere sostén ético, ni tampoco “la rosada mentalidad de la optimista
sucesora del puritanismo, “la Ilustración”. Ante esto, dice Weber: “un fantasma
de pasadas ideas religiosas ronda nuestras vidas: la del deber profesional”. En
este punto, vemos que los planteamientos que nos presenta Schön sobre la
crisis de confianza en el conocimiento profesional, abren una serie de
reflexiones nuevas en torno a lo expuesto por Weber sobre la clausura
profesional.

A este respecto merece nuestro interés señalar las conclusiones que se


deducen de la obra de Schön en coherencia con las tesis que hemos ido
desarrollando.

La racionalidad técnica, como epistemología de la práctica, no es muy


adecuada para abordar los problemas sociales, ni los problemas educativos ni
aquellos que tienen que ver con la formación de los profesionales de la
educación.

Dado que toda práctica educativa es singular, cambiante, compleja incluso


cuando parece rutinaria, incierta, conflictual debido al flujo de valores diversos
que entran en juego, problemática cuando se trata de definir los objetivos a
lograr y los medios más adecuados para conseguirlos..., es imposible de ser
conceptualizada como objetiva, ni susceptible de operar en ella a través de
técnicas, formuladas a priori, estándares. Es decir, los problemas de la práctica
educativa no pueden reducirse a meros problemas instrumentales ya que están
cargados de valores debido a que se produce y se recrea en contextos donde
intervienen diversas variables no predecibles, juicios no previstos, intereses no
declarados, hechos fragmentarios... todo esto, ni está implícito en la teoría ni
se deriva de ella. Es por lo que la racionalidad técnica es “una racionalidad
limitada” (Usher, 1991).

La racionalidad técnica, al teorizar sobre la práctica, olvida que el carácter


específico es insoslayable del problema moral e interpretativo que comporta
toda actuación profesional orientada a la resolución de situaciones educativas:
problemas humanos al fin y al cabo.

Las actividades profesionales de los educadores en situaciones cotidianas y


reales –donde no se pueden separar los fines de los medios ya que los fines
son los valores que constituyen e identifican a los medios como propiamente
educativos- no deben ser consideradas como acciones de índole exclusiva y
prioritariamente técnica, aunque en muchos casos haya sido así. La práctica
educativa tendría que abordarse como una actividad humana, reflexiva, en la
que caben, cuando sean precisas, algunas tareas concretas de carácter técnico
y, en la que también, es plausible aplicar teorías derivadas de esta racionalidad
cuando los contextos y sus protagonistas, con sus intereses y finalidades, lo
consideren oportuno (Pérez Gómez, 1988: 34 y ss.). Pero ello no significa ni
legitima que la racionalidad técnica, y la concepción de la práctica a que da
lugar, sea la que predomine en las profesiones educativas.

Este haz de ideas y de cuestiones, que estudió con detalle Schön, ha


repercutido en muchos frentes que tienen que ver con la investigación
educativa, la formación de profesionales que laboran siguiendo, en gran
medida, el “espíritu” de sus profesiones respectivas y, en particular, la de los
profesionales de la educación. Aunque éstos no hayan sido objeto de la
atención del investigador de Massachussets.

La epistemología elaborada y propuesta por Schön, conduce a una serie de


reconsideraciones profundas, cuestionamientos de supuestos y principios que
creíamos establecidos, en suma, a un cambio profundo de la práctica
profesional, de la formación a dar a los profesionales y del modo en que
podría contribuirse a su desarrollo y profesionalización en la práctica: esta es la
alternativa denominada “epistemología de la reflexión-en-la-acción”. Aunque la
educación no ha formado parte de las profesiones por las que, en particular, se
interesó Schön e, incluso, aunque algunos de los supuestos propuestos en su
epistemología han sido objeto de profunda revisión, sería pertinente abordar
con carácter sistemático, en otras futuras posibles publicaciones, las propuestas
de Schön no sólo por la importancia que tienen en la construcción de una teoría
de las profesiones, en general, sino también por el número y la emergencia de
ideas que plantea de cara a diseñar y elaborar el proceso de profesionalización
de cualquier profesión.

Notas

1
Señala Schôn (1998) que aunque somos enteramente dependientes de los
profesionales, hoy existen signos claros de una creciente crisis de confianza
sobre su actuar. Tal es el caso de los médicos y los abogados y su excesiva
autonomía que ha promovido un creciente beneficio económico, adicionalmente
a sonados fracasos en sus actividades. Ante esto –prosigue Schôn– se ha
postulado la necesidad de una regulación externa a las profesiones mismas.
“Pero el cuestionamiento de los derechos y libertades de los profesionales –su
licencia para determinar a quién le será permitida la práctica, su mandato para
un control social, su autonomía- ha quedado enraizado en el más profundo
cuestionamiento de la pretensión de esos profesionales de estar en posesión de
un conocimiento extraordinario en los temas de importancia humana.” (p.16).
2
Siglas por su nombre en inglés del Instituto Tecnológico de Massachussets.

Bibliografía

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Weber, Max., 1977, Economía y Sociedad: esbozo de sociología comprensiva,
México, FCE, 3a. reimpresión, 2 volúmenes.

* Doctor en Sociología, Universidad Pedagógica Nacional, México.

** Doctora en Pedagogía, Universidad de Murcia, España.

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