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UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO 2 ª U N I D A D . LA NORMATIVIDAD DEL DERECHO.

I nt ro du cció n al e stu d io d e l d e re ch o. Cla se N° 6

Objetivo: Relacionar a las normas con los usos del lenguaje y, en especial, con el uso directivo.
Contenidos: ¿Qué es una norma? Diferencias entre normas y otros enunciados.
1.- Los usos del lenguaje. 2. El uso directivo

Capítulo II El Concepto de norma (Nino, C. S. Introducción al análisis del derecho, p. 63 – 67.)

Es casi una obviedad decir que las normas jurídicas son una especie de la clase general de las
normas y que las normas son un caso del uso prescriptivo del lenguaje. Si bien esto es verdad sólo
hasta cierto punto, nos puede servir como hilo conductor para la caracterización de las normas
jurídicas. Empezaremos por referirnos al lenguaje prescriptivo, después a las normas y concluiremos
con las normas jurídicas.

1. El lenguaje prescriptivo: Se usa muy frecuentemente para transmitir información acerca del mundo;
pero no es ésta, obviamente, su única función.
Genaro Carrió (en Notas sobre derecho y lenguaje) señala algunas de las cosas que se hacen con
las palabras, advirtiendo que esta lista no es de ninguna manera exhaustiva: ordenar, amenazar,
advertir, suplicar, pedir, instruir, exigir, preguntar, saludar, sugerir, elogiar, bromear, recomendar,
responsabilizar, jurar, hacer una oferta, prometer, maldecir, predecir, autorizar, etcétera.
Se ha tratado de hacer una tosca clasificación de los usos del lenguaje, que, con más o menos
variaciones, sigue, según casi todos los escritores, estos lineamientos:

1) Uso informativo. Se da cuando se utiliza el lenguaje para describir ciertos estados de cosas. De las
oraciones que tienen esta función se dice que expresan una proposición; sólo de ellas tiene sentido
predicar verdad o falsedad.
2) Uso expresivo. Consiste en emplear el lenguaje para expresar emociones o provocarlas en el
interlocutor.
3) Uso interrogativo. Aquí la oración tiene como función requerir información del interlocutor (en cierta
forma se lo puede subsumir dentro del uso directivo).
•4) Uso operativo. Se caracteriza por el hecho de que pronunciar ciertas palabras en determinadas
condiciones implica realizar la acción a que esas palabras se refieren. Así, decir, en ciertas
condiciones, "juro decir la verdad", "prometo pagar", o "bautizo a este niño con el nombre de Juan",
consiste precisamente en realizar las acciones de jurar, prometer y bautizar.
5) Uso prescriptivo o directivo. Se da cuando mediante el lenguaje el que habla se propone dirigir el
comportamiento de otro, o sea inducirlo a que adopte un determinado curso de acción.
La simplificación que supone esta clasificación se muestra si tenemos en cuenta que bajo el rótulo de
"uso directivo" se encubren acciones lingüísticas tan variadas como las de suplicar, rogar, sugerir,
recomendar, aconsejar, solicitar, pedir, reclamar, indicar, ordenar, mandar, imponer, etcétera.
Sería una investigación sumamente interesante determinar de qué circunstancias depende que una
oración directiva, por ejemplo, "no haga eso", tenga uno de los diferentes grados de fuerza que se
acaba de mencionar. Nosotros, nos contentamos con señalar los rasgos comunes que presentan los
distintos casos de uso directivo del lenguaje.

En primer lugar, las directivas se distinguen por estar formuladas con la intención de influir en el
comportamiento de otro. Obviamente, no perjudica su carácter de tal el hecho de que logren o no
aquel propósito. Si lo logran será por una serie de factores, como puede ser el ascendiente que tenga
el que la emitió sobre el destinatario (que no necesariamente debe ser de superioridad, como es
obvio en el caso de la súplica), que el destinatario pueda cumplir con el comportamiento indicado, que
acepte la directiva o esté estimulado por una amenaza o premio que el emisor agregue a la directiva,
etcétera.

APUNTES VANESSA VARELA SALFATE. PROFESOR: RODRIGO COLOMA.


Derecho 1° año sección 2.
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Pero aun si la directiva resulta ineficaz seguirá siendo una directiva, siempre, claro está, que el
emisor haya tenido intención real de influir en la conducta del destinatario (lo que no ocurriría, por
ejemplo, si se la formula en una función teatral, o si el emisor sabe que el destinatario no la puede
cumplir, o si la formula sabiendo que nadie la percibe, etcétera).
Por otro lado, las oraciones directivas se caracterizan porque de ellas no tiene sentido predicar que
son verdaderas o falsas. De una prescripción se puede predicar que es justa o injusta, conveniente o
inconveniente, oportuna o inoportuna, racional o arbitraria, eficaz o ineficaz, pero no que es verdadera
o falsa, pues estos últimos atributos implican una relación entre una aserción sobre un estado de
cosas y la realidad, y las directivas no están destinadas a dar información respecto de la realidad.
El que una expresión lingüística sea o no una directiva es, en buena medida, independiente de que la
oración, desde el punto de vista gramatical, esté en el modo imperativo. El usar el verbo de la oración
en modo imperativo es un buen recurso para expresar la intención de dirigir el comportamiento del
destinatario, pero de ningún modo es una condición necesaria ni suficiente para que una oración
exprese una directiva. Puede formularse una directiva mediante una oración en indicativo (por
ejemplo "le conviene estudiar") o una proposición asertiva mediante una oración en modo imperativo
(por ejemplo, "Para encender el televisor, presione el botón de la izquierda").
También se suele indicar que la oración expresa una directiva usando determinadas palabras que se
llaman deónticas, como: "obligatorio", "permitido", "prohibido"; o modales, como: "necesario",
"posible", "imposible"; pero aquí tampoco el uso de estas palabras es condición necesaria o suficiente
para que la oración exprese una directiva (obsérvese si no los casos en que se describe una
directiva).
Otras veces, se indica el carácter de directiva de una oración mediante una expresión operativa que
hace referencia al acto lingüístico que se realiza formulando tal oración, por ejemplo: "Le ordeno que
me entregue eso"; "le suplico que no me pegue"; "le pido que me envíe el expediente". Esta
formulación generalmente se usa cuando no hay otros factores (por ejemplo, gestos) que puedan
orientar sobre la fuerza de la oración (como en el caso de un mensaje escrito).
De todos los tipos de directivas, los que están relacionados con las normas son los que tienen mayor
fuerza; es decir, órdenes, los mandatos, las imposiciones. A estas directivas muchas veces se las
llama "prescripciones", naturalmente con un sentido más estricto del que es equivalente a "directiva".

Las prescripciones u órdenes se caracterizan por una superioridad del sujeto emisor respecto del
destinatario. Esa superioridad puede ser física (por tener posibilidad de infligir daño al destinatario) o
moral, en un sentido amplio.
Un ejemplo de orden basada en la superioridad física es la del asaltante con relación a su víctima.
Un caso de orden basada en la superioridad moral, es el de un predicador religioso respecto de los
feligreses.
Casos en que a veces se da superioridad física, otras moral y frecuentemente ambas, son el del
padre respecto a los hijos o el del legislador en relación a los súbditos.
Cuando una directiva es una prescripción, en sentido estricto, el emisor no supedita el cumplimiento
de la directiva a la voluntad del destinatario, como en el caso del consejo, la súplica o el pedido. Si el
destinatario explica su desobediencia a una prescripción diciendo "no quise hacerlo" o "tengo una
opinión distinta", ésta no será vista por el emisor como una explicación admisible, sino como un
desafío a su autoridad.
Se ha dicho que a las directivas que son órdenes o mandatos generalmente se las llama
"prescripciones". Sin embargo, la palabra "prescripción" tiene una denotación más amplia, ya que
también se refiere a especies de enunciados que no son órdenes: los permisos o autorizaciones.

Los permisos son muy difíciles de caracterizar. Incluso se puede dudar de que sean directivas, pues
no están destinados estrictamente a influir en la conducta de los demás. Algunos filósofos los
consideran como derogatorios de órdenes, otros como una promesa que hace el emisor de no
interferir en la conducta del destinatario o de no ordenar determinado comportamiento, etcétera.
Parece evidente que un permiso no necesita derogar una orden preexistente. (Sin embargo, como
han sugerido Alchourrón y Bulygin, ciertas normas permisivas —como las que establecen garantías
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constitucionales— pueden ser interpretadas como si derogaran por anticipado posibles prohibiciones
futuras.) De cualquier modo, los permisos tienen cierta relación con las órdenes.

Para que se diga que alguien dio permiso para realizar cierta conducta tiene que tener capacidad
para ordenar su opuesta, para prohibir la conducta en cuestión. Cuando alguien permite algo es
porque ese algo está prohibido o hay una expectativa de que se lo prohíba.

Las prescripciones son las directivas que están relacionadas con las normas. Sin embargo, no de
toda prescripción se dice que es una norma; en especial no se dice tal cosa en el caso de las
prescripciones que se basan sólo sobre la superioridad física. Tampoco toda norma es una
prescripción.

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