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TEORIA DE LA CULPABILIDAD
a) Concepción psicológica
Concibe la culpabilidad como un vínculo de orden subjetivo entre el
autor y el acto ejecutado que consiste en la posición anímica con que actúa
el autor del delito. Este vínculo psicológico puede asumir la forma de dolo o
de culpa, las que son consideradas "especies" de culpabilidad.
Esta concepción ha sido completamente abandonada, dado que
resulta una noción inservible en la práctica. Se le critica, entre otras
cuestiones:
a. Es imposible de medir o su medición se reduce a límites
insuficientes pues sólo distingue entre dolo y culpa. Si se decide que el
autor obró con dolo, por ejemplo, no hay espacio para magnitudes,
existe o no. Sin embargo, es evidente que un mismo delito doloso
puede ser más o menos reprochable.
b. Los inimputables generalmente actúan con dolo o
imprudencia, pueden conocer y querer, o prever el resultado, pero
existe acuerdo en que no son culpables.
c. No explica los casos de culpa inconsciente, en que el
individuo ni siquiera se representó la posibilidad de lesionar el bien
jurídico (a diferencia de la culpa consciente, en que se representa esa
posibilidad pero la rechaza). En estos casos no existe ningún vínculo
psicológico.
b) Concepción normativa
La culpabilidad es considerada como juicio de valor referido a las
circunstancias personales o subjetivas en que actuó el individuo. Este juicio
toma como base ciertos parámetros que pueden variar de un sistema
doctrinal a otro.
Existe una teoría normativa compleja de la culpabilidad, asociada
con un sistema causalista, que al fenómeno psicológico añade la
imputabilidad como presupuesto y un elemento normativo referido a la
normalidad de las circunstancias concomitantes. Entonces el juicio de
culpabilidad se funda en tres antecedentes: a) la imputabilidad (aptitud
general para captar la ilicitud de los actos), b) la
presencia de dolo (o de culpa, en su caso), y
c) la exigibilidad de una conducta diversa.
En este esquema el dolo es concebido como dolo malo, porque
implica conocer los elementos objetivos que integran el tipo y la
antijuridicidad de la conducta.
Por otra parte, una teoría normativa pura de la culpabilidad, en
consonancia con un sistema finalista, excluye el vínculo psicológico del
concepto de culpabilidad. La acción es final o no es acción; por lo tanto, el
dolo (y la culpa) forman parte de la tipicidad, son necesarios para
determinar si ha existido una conducta típica. Así entendido, el dolo tiene un
carácter neutro, es decir, se refiere sólo a que el sujeto conoce lo que hace,
pero no abarca el conocimiento de que eso está prohibido. El dolo y la culpa
son elementos fácticos sobre los cuales se pronuncia, también, el juicio de
reproche. Son parte del objeto valorado, no del juicio de valoración. Por ello
se consideran en un sentido absolutamente neutral, como conceptos libres
de valor. El juicio de culpabilidad, en tanto, depende de los siguientes tres
antecedentes: a) la imputabilidad,
b) el conocimiento concreto acerca de la
ilicitud del acto ejecutado, y c) la exigibilidad.
Este último es el esquema que hemos adoptado en estos apuntes.
II. LA IMPUTABILIDAD
1. Concepto
La imputabilidad consiste en la capacidad para conocer lo injusto del
actuar y determinarse conforme a ese conocimiento. Es capacidad de
culpabilidad.
Si la libertad es el fundamento de la reprochabilidad, se requiere un
sujeto con capacidad para comprender el significado de lo que hace y para
autodeterminarse. Pero esta capacidad apunta sólo a la aptitud de la
persona para captar, en general, la significación jurídica de sus actos, sin
importar si el sujeto está o no capacitado para darse cuenta de la moralidad
de sus acciones o para comprender las connotaciones que ellas puedan
tener en otros ámbitos (por ejemplo, económico o social). La imputabilidad
se refiere exclusivamente al sentido de aprobación o reprobación que los
actos tienen para el Derecho.
Esta capacidad importa la normalidad —lucidez— y el suficiente
desarrollo —madurez— de las facultades intelectuales y volitivas. Sólo si
estas facultades están alteradas o no han alcanzado un determinado nivel
de desarrollo estaremos ante una situación eximente que excluye la
imputabilidad y, por ende, el delito.
2. Regulación legal
Nuestro Código penal parte de la base de que todo ser humano, por el
hecho de ser tal —es decir, un individuo dotado de raciocinio y libertad—,
está capacitado para conocer el sentido jurídico de sus actos y para
determinarse conforme a ese conocimiento; en otras palabras, presupone
su imputabilidad.
En realidad, en él no se hace ninguna alusión expresa a la
imputabilidad. Pero se entiende un requisito implícito en su preceptiva,
básicamente, porque en el artículo 10 contempla tres eximentes (la minoría
de edad, la locura o demencia y el trastorno mental transitorio), que tienen
en común la idea de que, al ejecutar la conducta típica, el individuo no
posee aptitud para captar la sentido jurídico de sus actos ni para
autodeterminarse en su actuar. Es posible concluir, entonces, que la
responsabilidad penal sólo puede surgir cuando el individuo posee dicha
aptitud. Y dicha capacidad sólo se excluye en esas situaciones de excepción
expresamente reguladas, en que aquella aptitud puede encontrarse ausente
o disminuida.
Entonces, tal como sucede con la antijuridicidad, cuyo estudio se
reduce al examen de las causales de justificación, el estudio de la
imputabilidad queda también reducido a las causales de
inimputabilidad: minoría de edad, locura o demencia y trastorno mental
transitorio.
3. Formas de determinación legal de la inimputabilidad
La inimputabilidad se puede determinar legalmente de conformidad
con tres fórmulas distintas:
a. Fórmulas psicológicas: deciden en atención a la
situación psíquica del sujeto, quien será inimputable si efectivamente
carece de capacidad para comprender lo injusto y dejarse determinar
por ello. Constituyen fórmulas elásticas pero inciertas.
b. Fórmulas psiquiátricas o biológicas: la declaración
de inimputabilidad depende de la existencia de determinadas
patologías, estados de alteración o inmadurez, enumerados
taxativamente. Permiten un juicio exacto pero esencialmente limitado.
c. Fórmulas mixtas: combinan ambos aspectos.
Describen los estados patológicos que originan inimputabilidad, pero
obligan al juez a comprobar si efectivamente existía o no la
incapacidad para comprender el injusto y adecuar la conducta a dicha
comprensión.
4. Minoría de edad
El artículo 10 Nº 2 del Código penal dispone que están exentos de
responsabilidad criminal los menores de dieciocho años. La
responsabilidad de los menores de dieciocho años y mayores de catorce se
regulará por lo dispuesto en la ley de responsabilidad penal juvenil.
Esta nueva normativa es la Ley Nº 20.084 que establece un sistema
de responsabilidad de los adolescentes por infracciones a la ley penal.
Anteriormente, el mayor de dieciséis pero menor de dieciocho años también
estaba exento de responsabilidad siempre que hubiere actuado "sin
discernimiento". De lo contrario, era considerado imputable y debía
responder penalmente. Es decir, en su caso se establecía una presunción
simplemente legal respecto de su inimputabilidad, pero si se comprobaba
que tenía la capacidad para conocer lo injusto de su actuar y de
determinarse conforme a ello, debía responder penalmente.
La nueva normativa sobre responsabilidad de los adolescentes, en
tanto, parte de la idea de que entre los jóvenes existe una imputabilidad
atenuada, unida al reconocimiento de la inconveniencia de aplicar
sanciones penales a personas de corta edad. Lo anterior se conjuga con la
necesidad de establecer una reacción adecuada frente a una realidad
criminal que parece extenderse en ciertos sectores de la juventud, reacción
que ha de tener un carácter tutelar y educativo antes que meramente
sancionador, sin desconocer el respeto por la dignidad y valor de los
menores.
Los márgenes de edad que utiliza nuestro Código y la nueva ley sobre
responsabilidad de los adolescentes obedecen a una decisión arbitraria —
hay legislaciones que utilizan otros límites de edad—, y demasiado rígida —
hay quienes preconizan sistemas más flexibles—, pese a lo cual la doctrina
chilena en general se muestra conforme con ellos por estimar que se
ajustan o aproximan a la realidad y que se justifican por necesidades de
seguridad jurídica.
4. Locura o demencia
La aptitud para captar la licitud de los actos puede verse alterada por
la concurrencia de factores patológicos o de factores exógenos que afectan
la lucidez necesaria para discernir entre lo lícito y lo ilícito. A los primeros se
refiere el artículo 10 Nº 1, cuando dispone que está exento de
responsabilidad criminal "el loco o demente a no ser que haya obrado en un
intervalo lúcido".
La coloquialidad e imprecisión de las expresiones utilizadas en
nuestro Código no constituyen, en este caso, un defecto que haya que
lamentar. En realidad, la fórmula amplia del legislador permite incluir en ella
cualquier tipo de alienación, ya sea por déficit o trastorno profundo de la
conciencia. Sería imposible, en cambio, lograr una enumeración completa
de las afecciones concretas que la ciencia médica reconoce como trastornos
patológicos de la mente. Lo esencial aquí es que exime de responsabilidad
penal a todo el que haya obrado bajo la influencia de cualquier enajenación
mental susceptible de impedir en el sujeto la libre o consciente
determinación de sus acciones. En este sentido, la imputabilidad o
inimputabilidad de un sujeto no depende tanto del hecho de padecer una
anomalía síquica, sino de la intensidad de esta última. Porque muchas
anomalías presentan fases en las cuales la persona queda privada de razón
y otras, en las cuales el sujeto no pierde la aptitud para discernir entre lo
lícito y lo ilícito.
La doctrina y la jurisprudencia se inclinan, en este sentido, por una
fórmula mixta para determinar la inimputabilidad por locura o demencia. Es
decir, además de existir una enfermedad psíquica que permanece en el
tiempo, es necesario establecer la efectiva perturbación de la conciencia y
voluntad, producida por la intensidad en la alteración de las facultades
mentales. Abona esta conclusión el hecho de que el mismo artículo 10 Nº 1
hace referencia a los conceptos de "lucidez" y de "privación total de razón";
y que el Código procesal penal, al establecer las medidas de seguridad
aplicables a estas personas (arts. 455 y ss.) se refiere, en general, al
"enajenado mental".
El término locura alude fundamentalmente a todas aquellas
enfermedades mentales que provoquen en el individuo una privación de sus
facultades intelectivas o volitivas. Entre ellas se distinguen las psicosis
orgánicas o exógenas que son verdaderas enfermedades debidas a
alteraciones evolutivas del cerebro (como la parálisis progresiva, ciertas
formas de epilepsia, la demencia senil, etc.) y las psicosis endógenas (la
esquizofrenia, la paranoia, la psicosis maniaco-depresiva o enfermedad
bipolar, etc.).
Por demencia se entiende todas aquellas situaciones en las que el
individuo sufre una paralización del desarrollo intelectual a consecuencia de
una malformación patológica. Son los casos más graves de insuficiencia
mental (oligofrenia o frenastenia).
Otras anomalías psíquicas sin base orgánica, en que no está ausente
la lucidez, generalmente no son consideradas causas de inimputabilidad. Es
lo que sucede con las psicopatías (alteraciones de la personalidad) y las
neurosis (situaciones de conflicto del sujeto consigo mismo o con el mundo
que lo rodea: ansias, angustias, fobias, etc.). Sin embargo, en esos casos
puede existir una disminución de la culpabilidad sobre la base de una
inimputabilidad disminuida; así, nuestra jurisprudencia suele considerar que
se configura una circunstancia atenuante. Con todo, en situaciones
excepcionales estas afecciones pueden desembocar en casos de trastorno
mental transitorio, y dar lugar a esta última eximente; no a la de locura o
demencia, pues faltaría la permanencia propia del estado patológico de
perturbación mental.
En definitiva, por locura o demencia se entiende un estado patológico
de carácter perdurable —no necesariamente permanente— que provoca en
el autor una privación total de razón. En todos estos casos, queda entregado
al juicio de los especialistas (psiquiatras o psicólogos) determinar la
existencia y los efectos de la perturbación mental. Pero, en último término,
es necesario un juicio valorativo del tribunal para decidir sobre la capacidad
del sujeto para comprender el injusto del hecho y autodeterminarse
conforme a esa comprensión. Si no tienen la intensidad necesaria para
eximir de responsabilidad penal, esas afecciones puede que operen como
causales de atenuación la misma (dentro del género de las circunstancias
atenuantes, art. 11 Nº 1), porque dan lugar a una situación de imputabilidad
disminuida.
El artículo 10 Nº 1 admite la posibilidad de que el loco o demente sea
imputable si ha actuado en un intervalo lúcido. Esta es una antigua
noción, abandonada por la psiquiatría actual porque se considera que la
remisión temporal de los síntomas de la enajenación mental no impide que
la enfermedad permanezca. La enfermedad mental es un estado patológico
continuo, aunque presente fases de aparente normalidad. Otra cosa es si ha
habido una recuperación verdadera de la salud mental, pero el distingo
entre este caso y el anterior es muy difícil.
Al loco o demente que ha realizado un hecho típico y antijurídico se le
puede aplicar una medida de seguridad, siempre que existieren
antecedentes que permiten presumir que atentará contra sí mismo o contra
otras personas (art. 455 Código procesal penal).
IV. LA EXIGIBILIDAD
1. Concepto
El requisito de la exigibilidad consiste en la posibilidad, en el caso
concreto, de reclamar al sujeto que obre conforme a las exigencias
del Ordenamiento jurídico, es decir, de exigirle que obre en una forma
distinta que aquella por la que el sujeto se decidió, porque tenía la
posibilidad (moral) de hacerlo.
El Derecho penal parte de la base de que los seres humanos están
dotados de libertad, y que se desenvuelven en circunstancias normales, en
que cuentan con la posibilidad de conducirse en la forma prescrita en la ley
penal. Los casos en que no se da la exigibilidad de una conducta diversa
son, en consecuencia, excepcionales.
En estos casos no se mide si realmente existió o no la capacidad del
individuo para autocontrolarse, algo que en realidad es imposible de medir,
sino que se reconoce que existe una cierta fragilidad —media— del ser
humano y que debido a las circunstancias peculiares que rodean su
conducta, el Ordenamiento lo disculpa. En este sentido, se trata de estimar
si existió la posibilidad objetiva de exigir una conducta conforme a derecho
en el caso concreto, de acuerdo al criterio del hombre medio. Pero al mismo
tiempo es necesario atender a las características personales del sujeto
(sexo, edad, grado de instrucción, experiencia, fortaleza física, etc.) que
también son parte de la situación que enfrenta.
Ante situaciones especialmente anómalas, en que la voluntad del
individuo se ha formado bajo una especial presión o motivación, el Derecho
se hace cargo y reconoce la posibilidad de atenuar la exigibilidad, a través
de circunstancias atenuantes que se basan en una conducta es menos
reprobable (por ejemplo, las contenidas en el art. 11 n os 3, 4 y 5); o bien, de
excluir la exigibilidad, porque se entiende que en la situación no era posible
reclamar un especial esfuerzo para autodeterminarse conforme a derecho.
En concreto, las causas de inexigibilidad de otra conducta que consagra el
Ordenamiento jurídico chileno son la fuerza moral irresistible, el miedo
insuperable, el encubrimiento de parientes, y la obediencia debida.
3. Miedo insuperable
Consiste en el temor que experimenta una persona de verse expuesto
a un mal, grave e inminente, no tolerable desde la perspectiva de una
persona común. Implica una conmoción o alteración anímica, provocada por
un estímulo que puede obedecer tanto a causas naturales como a la acción
de una persona.
El miedo admite diversas graduaciones, que van desde situaciones de
pánico o terror al simple temor. En sus niveles más altos puede, incluso,
anular la voluntad y ocasionar una privación temporal de razón, caso en el
que la culpabilidad se excluye por ausencia de imputabilidad. En los más
bajos no es suficiente para hacer inexigible otra conducta, pues la eximente
exige que el miedo sea insuperable, esto es, que se produzca una
conmoción de tal intensidad que haga imposible para un hombre normal el
control de sus actos, considerando sus circunstancias personales. Por eso,
esta causal presenta caracteres más restringidos respecto de personas que
deben asumir el riesgo como parte de su actividad diaria (por ejemplo,
bomberos, policías, etc.).
4. Encubrimiento de parientes
Encubridor es aquel sujeto que interviene con posterioridad a la
ejecución de un delito, con el objeto de favorecer la impunidad de su autor o
de aprovecharse, por sí mismo, de los efectos de la conducta delictiva.
En relación con esta posibilidad de intervención en el delito, el
legislador ha estipulado una especial causa de inexigibilidad (art. 17 inciso
final). Se basa en la idea de que a nadie se le puede exigir que se abstenga
de encubrir a personas con las que se encuentra ligado afectivamente
(aunque la causal se configura de modo sumamente formal). Por eso, exime
de responsabilidad a quien incurre en un acto de encubrimiento con el
propósito de favorecer la impunidad de su cónyuge o de determinados
parientes. No se aplica, en cambio, la eximente si la motivación con que
actúa el encubridor es el ánimo de lucro.
El nuevo art. 269 bis extiende el efecto de esta causal a la
participación en el delito de obstrucción a la justicia, y otro tanto hace el art.
295 bis en relación con el delito de omisión de denuncia de las actividades
de una asociación ilícita.
5. Obediencia debida
Esta eximente se refiere a los casos en que se ejecuta una conducta
típica y antijurídica en cumplimiento de una orden impartida por un superior
jerárquico a quien uno tiene el deber jurídico de obedecer.
No es que la conducta esté directamente impuesta al hechor por el
Ordenamiento jurídico (en cuyo caso se daría la hipótesis de cumplimiento
de un deber que opera como causa de justificación), ni podría estarlo, pues
se trata de una orden ilícita. Lo que debe estar establecido en las normas
jurídicas es la obligación de obedecer.
La obediencia que impone el Ordenamiento jurídico puede de dos
clases:
a. Obediencia relativa: el subordinado está obligado a
cumplir sólo las órdenes lícitas; o
b. Obediencia absoluta: el subordinado está obligado a
cumplir todas las órdenes que se le impartan. Pero en este modelo se
subdistingue entre la obediencia ciega, en que el inferior jerárquico
debe obedecer la orden en forma inmediata y sin dilaciones, y la
obediencia reflexiva, según la cual debe representar a su superior la
ilicitud de la orden y se encuentra obligado a ejecutarla sólo si éste le
insiste.
En estos casos, como el hecho ejecutado es antijurídico, la persona
que imparte la orden tendrá que responder penalmente. La causal de
inculpabilidad que ahora estudiamos, cuando se cumplen sus requisitos,
sólo beneficia a quien ejecuta la orden impartida por el superior.
El artículo 10 del Código penal no contempla la obediencia debida
entre las eximentes. Sin embargo, su efecto exculpante surge por aplicación
de diversos preceptos que imponen a los subordinados la obligación de
obedecer a sus superiores.
Claramente está consagrada esta causa de exculpación en el ámbito
militar, de conformidad con los arts. 214, 334 y 335 del Código de Justicia
Militar. En estas normas se establece un modelo de obediencia absoluta
restrictiva, y expresamente se estipula que si se ha cometido un delito al
ejecutar una orden del servicio el único responsable será el superior que
hubiere impartido la orden, incluso si ésta tendía notoriamente a la
perpetración de un delito, siempre que el inferior hubiere representado la
ilegalidad. Se discute, en tanto, si en los ámbitos administrativo y judicial —
de conformidad con los arts. 55 f) y 56 de la Ley Nº 18.834, Estatuto
Administrativo y art. 226 CP— los deberes de obediencia alcanzan a
exculpar cuando se trate de cumplir una orden manifiestamente delictiva,
pues las órdenes notoriamente ilegales importan abusos de poder de la
autoridad pública.
Ejercicios
1
Párrafo extractado de RODRÍGUEZ COLLAO, Luis, Apuntes de Derecho penal, 2005,
pp. 90-91 y BUSTOS RAMÍREZ/CABALLERO, ”De los delitos y de las circunstancias que
eximen de responsabilidad criminal, la atenuan o la agravan”, en POLITOFF
LIFSCHITZ/ORTIZ QUIROGA (dir.), Texto y comentario del Código penal chileno, Tomo I,
Edit. Jurídica de Chile, 2003, pp. 53-59.
precisamente el adjetivo "voluntaria", la presunción de voluntariedad
no podría ser, sino una presunción de dolo.