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Universitat de València Garikoitz

Gómez
Hª d’Amèrica Llatina gagoal@alumni.uv.es
Cuarto análisis de DSV
“Machuca”
Año: 2004 País: Chile/España Director: Andrés Wood Guión: Roberto
Brodsky, Andrés Wood y Mamoun Hassan Duración: 120’ Música: José Miguel
Miranda y José Miguel Tobar
Producción: Gerardo Herrero, Andrés Wood y Mamoun Hassan
Fotografía: Miguel J. Littín

Machuca es una película de Andrés Wood, director chileno autor de largometrajes


como Historias de fútbol (1997), El desquite (1999) o La fiebre del loco (2001). La
película fue estrenada 31 años después del golpe de Estado del General Pinochet,
durante la presidencia de Ricardo Lagos, tercer gobierno de la Concertación chilena.
El film explora la extrema polarización de la sociedad chilena durante 1973, último
año de la Unidad Popular de Allende. En ella dos niños, uno de clase acomodada y
otro de origen popular, coinciden en una escuela elitista como consecuencia de un
programa de mixto de integración social. El director ha explicitado su voluntad de
no hacer apología por ninguno de los dos bandos, pretendiendo hacer de la película
una aproximación a la historia dirigida a “los jóvenes” y “desde la emoción” 1. La
película resultó ser un éxito de taquilla pese a que, en palabras del director “parecía
que a la gente no le interesaba recordar esos años” 2. Con esta película Wood,
nacido en 1965, se sitúa como uno de los primeros cineastas chilenos que han
abordado desde una perspectiva autobiográfica –él mismo tuvo una experiencia
similar- uno de los periodos más convulsos de la historia de su país. Como ha
reconocido el autor en varias entrevistas, el cine chileno está muy por detrás de
otros como, por ejemplo, el argentino en cuanto a dispositivos canalizadores de esa
reflexión hacia el pasado.

Los dos protagonistas son Gonzalo Infante y Pedro Machuca. El primero forma parte
de la burguesía chilena y asiste a una escuela altamente elitista en lengua inglesa
dirigida por un cura rojo (el padre McEnroe). El director de la escuela admite a un
grupo de niños de un origen más humilde de una barriada cercana. Pedro Machuca
forma parte de estos últimos. La igualdad entre los jóvenes alumnos se impone
desde arriba en con un cariz autoritario. Los dos muchachos se convertirán en
grandes amigos, dibujando así un retablo dicotómico y en ocasiones esquemático
de la anteriormente mencionada polarización de la sociedad chilena. Ambos son
tratados con desdén dentro del colegio, uno por su condición desfavorable o
allegado, el es víctima de su timidez. Pese a esta perspectiva dual, es importante
destacar que, pese al título, Pedro Machuca funciona como un dispositivo “de
reflejo”, es decir, no se establece una relación igualitaria entre ambos personajes
sino que el peso de la acción recae en el punto de vista de Gonzalo Infante, el joven
burgués. Este aspecto, que tiene que ver con la dimensión autobiográfica de la
narración, tiene una importante consecuencia: la complejidad psicológica de los
personajes y, en última instancia, el resultado final del díptico narrativo está
controlado por la hegemonía de uno de los dos polos del relato. Esta relación queda
sellada de forma simbólica cuando Gonzalo ayuda a su compañero en el examen de
1
La Nación, 7 de mayo de 2004.
2
http://www.imaginacionatrapada.com.ar/Cine/entandreswood.htm (Consultado el
14/05/2011)
inglés entregándole una hoja con el mínimo de respuestas necesarias para aprobar
mientras él recibe la nota más alta. La amistad y el compañerismo tiene límites
marcados por una estructura socioeconómica superior, especialmente en periodos
convulsos como este.

El entorno familiar de los dos alumnos es un buen ejemplo de este “efecto reflejo”.
Mientras que la madre de Gonzalo engaña a su marido con un hombre mucho
mayor (ese “viejo asqueroso”) que aparece claramente delineado como opositor a
la UP (igual, por cierto, que el inmaduro novio de la hermana), la madre de Machuca
es una mujer sacrificada que mantiene a solas –su marido es alcóholico- a sus dos
hijos, uno de ellos recién nacido, en un barrio depauperado (población callampa). El
padre de Gonzalo mantiene una cierta simpatía por las medidas de Allende al
tiempo que se aprovecha de su holgada posición económica para arramblar en el
mercado negro: “el socialismo es bueno para Chile pero no para nosotros”, llega a
decir. La línea que une a Machuca con Gonzalo se convierte en un triángulo con la
aparición de la vecina del primero, Silvana, con quien comparten las primeras
experiencias amorosas y un trabajo curioso: venden banderas y otros símbolos en
manifestaciones. Es aquí cuando la película refleja el arraigo del contexto en el que
está producida. Los niños venden sus productos a manifestantes pro- o
antigubernamentales, sin demasiados escrúpulos. La ideología del interés privado
prima ante el compromiso, débilmente insinuado a través de la actitud de Silvana.

El ritmo narrativo muestra una escalada en la crispación que va de la mano del


tormentoso periodo que siguió a las elecciones legislativas de marzo 1973 en las
que la oposición organizada en la CODE consiguió una mayoría (53%) que no fue
suficiente para derrocar a Allende. Esta inestabilidad aparece en el film en forma de
escalada de violencia entre los propios alumnos, en los manifestantes y, finalmente,
en la asamblea de padres y madres que tiene lugar en el colegio dirigido por el
aperturista McEnroe. Entre los padres y madres de los antiguos alumnos –la
burguesía- no hay consenso, pero predominan aquellos desengañados por el
experimento que pretenden volver a la situación anterior, ya que no es posible,
según dice la madre de Gonzalo, mezclar “peras con manzanas”. La única de las
madres de los nuevos estudiantes que se expresa les interroga: “¿Cuándo se van a
atrever a hacer algo diferente…? Este es, sin duda, uno de los interrogantes más
interesantes que arroja la película. La pira de los animales de la granja simboliza el
fracaso del socialismo institucional, el dictado de una sentencia irrevocable que
condena a los personajes a la incomprensión. La ideologización de la sociedad
supone, al parecer, la imposibilidad de una normalización de las relaciones sociales.

Dos aviones vuelan hacia el centro de Santiago de Chile, dibujando una media
sonrisa en la cara de un Gonzalo que no es consciente de lo que ocurre. Al siguiente
día “la inspiración patriótica” que inspiraba a Pinochet cobra significado real y
afecta a la vida cuotidiana del protagonista. Varios de sus compañeros son
expulsados, víctimas de la represión de los militares. Las protestas de McEnroe son
inútiles pero sirven para que Gonzalo comprenda que “algo” no funciona como
debería. Esta idea queda subrayada cuando McEnroe entra en la misa oficiada por
el nuevo sacerdote, anunciando la marcha de Dios en la institución. El apoyo
respetuoso en forma de despedida de Machuca al mentor que le había brindado la
oportunidad de recibir una educación de calidad supondrá su expulsión. El
desenlace, sin embargo, es mucho más dramático. Andrés Wood concluye con una
rotundidad tremendamente dura. Gonzalo visita el barrio de su amigo Machuca
después de clase y se encuentra con la represión salvaje de los militares. Es un
observador pasivo del salvajismo que, como apunta el informe Retting de 1990,
marcaría la dictadura de Pinochet. El carpetazo final, pero también la condena a la
pasividad de la “zona gris” de la sociedad, es la escena en la que, tras observar el
asesinato de Silvana, se deshace de un soldado exclamando “yo soy del otro lado
del río, mírame, yo no soy de aquí”.

El círculo se cierra. El muro en el que aparece inicialmente “no a la guerra civil”,


ese en el que durante la escalada de violencia aparece tachado el primer “no”,
queda ahora con todas sus letras emborronadas como símbolo del silencio impuesto
por la dictadura. Machuca cobra especial relevancia si se le comprende desde esta
perspectiva, como un intento de excavación arqueológica de la memoria realizada
desde un periodo en el que la democracia chilena estaba ya asentada gracias a una
desatada economía de mercado en la que la ideología lastra todavía los estigmas
propios de la calma que viene después de la tormenta. La memoria individual sale
al encuentro de la memoria colectiva desde un criticismo pretendidamente inocente
que oscila entre la narración eufemística y la potencia simbólica de contiene la
historia de la infancia.

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