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Siglo XVII

3. Barroco: Sor Juana Inés de la Cruz.

México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú,
respectivamente, se convirtieron en los centros de toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas, una
espléndida réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad. Los criollos superaron a
menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del estilo barroco predominante en Europa. Esta aceptación
quedó de manifiesto, en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del dramaturgo español Pedro
Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de Góngora, así como en la producción literaria local.

La mezcla de sátira y realidad que dominaba la literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y
allí aparecieron, entre otras obras, la colección satírica Diente del Parnaso (un conjunto de unas 265
composiciones, publicada por primera vez en 1873), del poeta peruano Juan del Valle Caviedes (que
también escribió obras teatrales), y la novela Infortunios de Alonso Ramírez (1690), del humanista y
poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.

Sor Juana Inés (1651-1695)


El más destacado de los poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de la
Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso —por ejemplo, el auto
sacramental El Divino Narciso (1688)— como profano. Escribió asimismo poemas en defensa de las
mujeres y obras autobiográficas en prosa acerca de sus variados intereses.

Hija ilegítima, en parte autodidacta, pero recibió buena educación (aprendió latín en unas 20 lecciones).
Sabía de todo. Buscando un ambiente para el estudio, ingresó en las carmelitas, pero parece ser que no
lo soportó bien, así que salió. Pasó por la corte en el virreinato de México. Luego se hizo monja otra
vez. Consideró antes vivir sola, pero eso no era considerado “decente”. Su vida es fascinante, tanto
como sus escritos…

Su época más fecunda comienza en 1680 con la concepción del Neptuno Alegórico, arco triunfal en
honor de los marqueses de la Laguna y condes de Paredes, barroca y magnífica obra que le abrió las
puertas de palacio y la convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas.

Escribió mucho (ver la lista en el manual de Cátedra): poesía, prosa, teatro, autos…

El Sueño (o Primero Sueño) es un extraordinario poema en forma de silva de 975 versos en el que
rivaliza con el Góngora de las Soledades. Influencia del Somnium Scipionis, de Cicerón, es decir,
enraizado en un pensamiento medieval neoplatónico muy antiguo y de larga tradición. El sueño es
hermano de la muerte, enseña a morir… somnium imago mortis. Del Sueño ella misma dijo: “No me
acuerdo de haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman El Sueño”. En Sor Juana Inés de la
Cruz o Las trampas de la fe (1982), Octavio Paz traza las principales diferencias entre los dos poetas:
“La poetisa mexicana se propone describir una realidad que, por definición, no es visible. Su tema es la
experiencia de un mundo que está más allá de los sentidos”. Y José Gaos, filósofo español exiliado en
México, advierte: “El poema de Sor Juana es un astro de oscuros fulgores absolutamente señero en el
firmamento de su edad”.

La Respuesta a Sor Filotea (1691): contestación a una carta del obispo de Puebla, una brillante defensa
de su derecho (¿como mujer, como religiosa?) a expresarse con libertad.
Parece que hubo una persecución y que se hundió en el silencio (otros dicen que el silencio se debe a
una “conversión”). Parece ser que la persecución existió y que pudo haber hasta un juicio secreto.

Luis Íñigo Madrigal (coordinador): Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I: Época colonial.
Madrid: Cátedra, 2002 (4a edición). ISBN 84 376 0334 X. 437pp.

Georgina Sabat de Rivers. “Sor Juana Inés de la Cruz”. 275-293.

Influencias culteranas. Poesía intelectual. En su poesía prevalece la lógica. Temas: ausencia, celos (uno
de los temas preferidos); tema de los “encontrados amores” en el soneto “Feliciano me adora, y le
aborrezco”; en “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba”, una nueva realización de la retórica del llanto.
Los villancicos se cantaban: ‘Eran cantados en los maitines que tenían lugar para celebrar fiestas
religiosas’ p285.

¿Porqué escribe una monja estas cosas (celos, amores, lágrimas), se preguntarán? Tal vez por la
tradición literaria, los temas, la conciencia de la pertenencia de una serie de tópicos que se resuelven
por imitatio.

Ahora bien (¡ojo!), hay que recordar a este respecto lo que dice Quintiliano: “Ante omnia igitur
imitatio per se ipsa non sufficit, vel quia pigri est ingenii contentum esse iis quae sint ab aliis inventa”
(Fabii Quintiliani Institutio Oratoria, X, 2, 4), lo que en cristiano quiere decir: “Así pues, ante todo, la
imitación por sí misma no basta, porque es propio de inteligencias torpes contentarse con lo que otros
crearon”.

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