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COSMOVISIONES CIENTÍFICAS
Albert Einstein
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1. Cosmovisión y cosmovisión científica
2. Geocentrismo
3. Heliocentrismo
3.1. Copérnico
3.2. Kepler
3.3. Galileo Galilei
3.4. Newton
4.1. Einstein
4.2. Heisenberg
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1. Cosmovisión y cosmovisión científica.
¿Qué es el universo? ¿Tuvo principio y tendrá fin? ¿Dónde están las fronteras del Universo y qué hay
más allá de ellas? Estas preguntas, que se ramifican interminablemente, aparentemente se escapan de todo
conocimiento y son inaccesibles a la razón; y, sin embargo, los hombres trataron de responderlas desde
que empezaron a razonar: así lo atestiguan los mitos y leyendas sobre el origen del mundo que todos los
pueblos primitivos elaboraron. Desde el concepto de la Tierra, creada para morada del hombre, a la visión
moderna del Universo, escenario de fenómenos de magnitudes inconcebibles, la cosmología tuvo que
recorrer un largo y accidentado camino, para adquirir, finalmente, el carácter de ciencia. La cosmología
moderna, estudio de las propiedades físicas del Universo, nació de la revolución científica del siglo XX.
Cosmología de la antigüedad
Para los babilonios, el mundo era una especie de bolsa llena de aire, cuyo piso era la Tierra y el techo
la bóveda celeste. Arriba y abajo se encontraban las aguas primordiales, que a veces se filtraban,
produciendo la lluvia y los ríos. La influencia del mito babilónico se puede apreciar en la cosmogonía
egipcia. Para los egipcios, Atum, el dios Sol, engendró a Chu y Tefnut, el aire y la humedad, y éstos
engendraron a Nut y Geb, el cielo y la Tierra, quienes a su vez engendraron los demás dioses del panteón
egipcio. En el principio, el cielo y la Tierra estaban unidos, pero Chu, el aire, los separó, formando así el
mundo habitable.
Cosmología de Grecia
Entre los filósofos griegos ya hemos visto que surgieron soluciones más verdaderas e imaginativas
que la adoptada por el astrónomo alejandrino Claudio Ptolomeo de una concepción geocéntrica del
cosmos y sistematizada en la cosmología aristotélica, con respecto a la estructura y ordenamiento del
universo. Bastaría sólo recordar lo que hemos descrito sobre los trabajos de Aristarco de Samos
El modelo geocéntrico, identificado, sin gran justificación, con quien le dio su nombre y prestigiado
por Aristóteles, plegó por muchos siglos las alas del conocimiento. Esta circunstancia mueve a reflexión:
¿Por qué las teorías propugnadas por muchos hombres ilustres, fundamentalmente griegos, más lógicas,
más simples, más de acuerdo con la tradición filosófica y científica del pasado, fueron dejadas de lado
para dar paso a un modelo complejo, absurdo, lleno de dificultades e inconsistencias, que exigía
complicadísimas argucias para explicar el aparente desorden de estos vagabundos del espacio, desorden
que era más fácil hacer desaparecer si, en lugar de ser la Tierra el centro de las trayectorias, éste se
trasladaba al Sol? Era el inapropiado punto de observación del hombre y las diferentes velocidades de los
planetas lo que producía el desorden que, a pesar de sus complicadísimas teorías de los epiciclos,
Ptolomeo y Aristóteles nunca pudieron explicar.
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2. Geocentrismo:
Desde la antigüedad se tenía una imagen del sistema solar y en general del Universo conocido que se
denominó geocentrismo, ya que se pensaba que la Tierra era el centro de todo. Los antiguos griegos
pensaban que la Tierra era el centro del Universo, estaba inmóvil, y que el Sol y el resto de los astros se
movían a su alrededor. ¿En qué creen que se basaban para pensar así, además de en sus observaciones
astronómicas? Para explicar la vigencia del modelo geocéntrico durante más de 20 siglos, es preciso
referirse, en primer lugar, a su compatibilidad, que ya hemos señalado, con el sentido común. Pero es
preciso tener presente también que dicho sistema encajaba perfectamente con la tradición, la filosofía, la
religión y, en general, todos los ámbitos culturales de la Europa influida por las culturas griega, latina y
arábiga. La Iglesia Católica, por ejemplo, favorecía el sistema aristotélico-ptolemaico pues su visión se
acomodaba muy bien a la idea cristiana de seres humanos: únicas criaturas creadas a la imagen de Dios,
que constituyen su obra central. Pero esta visión estratificada del universo, que diviniza el cielo como
lugar de perfección, estaba ya vigente en la Grecia clásica y daba soporte a la propia jerarquización
social, es decir, el sometimiento de los "inferiores" (esclavos, mujeres, simples campesinos…) a los
"superiores" (hombres libres, clero, nobleza…).
El modelo geocéntrico tuvo vigencia durante casi veinte siglos, desde Aristóteles hasta el siglo XVI,
donde empezó a desmoronarse debido a la imposibilidad de resolver algunos problemas en el marco de
dicho modelo. Al análisis de estos problemas y surgimiento del nuevo modelo dedicaremos el siguiente
apartado.
Modelo Aristotélico
Si bien la unidad y la unicidad tienen su fundamento real en la unidad de todo movimiento y del
primer motor, sin embargo el concepto aristotélico del mundo es macadamente dualista. Pues en verdad el
mundo de Aristóteles se divide en dos dominios, uno celeste y otro terrestre; esto quiere decir que por
encima y por debajo de la luna, no sólo hay diferencias espaciales, sino que también en su más íntima
esencia y desde su más profundo fundamento son diferentes. Por cierto que este mundo aristotélico tiene
sus límites en el orbe celeste, pero desde un punto de vista temporal ese eterno, lo mismo que la materia y
la forma, que el movimiento y el primer motor. En el imperio supralunar existe un orbe eterno y una
plena justicia, como muestra el movimiento constante y la estructura invariable de la bóveda celeste
(conjunto de esferas de cristal movido por ignotos dispositivos, en el que millones de perforaciones
permiten el paso de la luz desde el más allá; el gran Aristóteles enseñó que las estrellas y los planetas se
movían circularmente con velocidad uniforme en esferas perfectas centradas en la Tierra, gracias a la obra
divina de un dios; todo era limitado en el espacio). Aquí en el mundo sublunar domina el cambio, el
devenir y el perecer. Esta es una cosmología dualística, que ya tuvo sus representantes entre los viejos
pitagóricos, en Empédocles, y principalmente en Platón, que fue aceptada por Aristóteles con pleno
convencimiento, teniendo presente las trayectorias eternamente iguales del ciclo estrellado.
• El mundo sub-lunar: es el escenario de la generación y la corrupción. Son cuatro los elementos que
figuran en la composición de todas las cosas, distintos de los de Empédocles. Tienen una materia
común, y sus diferencias dependen de la combinación de cuatro pares de cualidades: cálido-seco
(fuego), cálido-húmedo (aire), frío-húmedo (agua) y frío-seco (tierra). Estos elementos pueden
engendrarse mutuamente, por lo que no son eternos. El movimiento típico de las cosas en el mundo
sublunar es el rectilíneo, no el circular, y siempre hacia arriba o hacia abajo. Ese movimiento no se
debe a ninguna fuerza o atracción (no admite la idea de «acción a distancia»); se trata de un
movimiento o tendencia «natural», es decir, debido a la naturaleza (physis) de los elementos. Así, el
fuego y el aire son ligeros, se mueven por su propia "naturaleza" hacia su lugar natural: el cielo. La
tierra y el agua se mueven hacia abajo porque son pesados, tienden hacia el centro de la tierra (su lugar
natural).
Modelo Ptolemaico
Claudio Ptolomeo quien, alrededor del año 150 d.C., escribió una monumental obra con
características de una enciclopedia de astronomía. Su nombre original «La Colección Matemática»
cambió luego a «El Gran Astrónomo», para distinguirla dentro de un conjunto de otros textos editados
por otros autores, La base del sistema ptolomeico del mundo no difiere mucho de la cosmología adoptada
por Hiparco: La Tierra centro absoluto del universo, esférico y finito; minimización de nuestro globo,
considerado en relación con el cosmos; rotación diurna de la Tierra del conjunto del cielo de Este a Oeste,
y trayectoria de los astros resultante de combinaciones de movimientos uniformes y circulares. En
general, los principios cosmológicos de Ptolomeo son iguales a los esbozados por Hiparco, con la
salvedad de que creó una doctrina completa sobre los planetas, cuestión que Hiparco, prácticamente, no
esbozó. Para desarrollar su modelo, Ptolomeo usó tres construcciones básicas: la excéntrica, la epicíclica,
y una ecuatorial.
Sobre la base de las tres construcciones descritas, Ptolomeo logró diseñar un modelo cosmológico
que, de acuerdo a su época, podía explicar, de alguna manera, el movimiento de los cuerpos celestes
dentro de las normas de exactitud observacional que se consideraban entonces. En él, el Sol y los planetas
se mueven en un pequeño círculo llamado epiciclo,cuyo centro gira alrededor de la Tierra sobre un
círculo llamado deferente; el centro de éste, sin embargo, no coincide con el de la Tierra. Los siete
planetas, entre los que se incluían también la Tierra y la Luna, se desplazaban sobre siete esferas
alrededor de la Tierra, la cual se encontraba en el centro (por ello, la denominación de sistema
geocéntrico). Desde adentro hacia afuera se sucedían la Luna, Mercurio. Venus, el Sol, Marte, Júpiter y
Saturno. Los planetas interiores –Mercurio y Venus- empleaban un lapso igual al que hoy llamamos su
revolución sinódica para realizar una vez el giro de su epiciclo, cuyo centro tardaba un año para recorrer
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el deferente; por el contrario, los planetas exteriores –Marte, Júpiter, Saturno- se movían sobre sus
epiciclos en un año, mientras el centro del epiciclo describía el deferente en un tiempo igual a la
revolución sideral del planeta. Estos períodos estaban elegidos de tal manera que explicaran por qué los
planetas inferiores acompañan siempre al Sol, sin poder apartarse de éste más allá de una distancia
angular determinada, en tanto que los planetas superiores pueden recorrer todo el cielo.
En la Teoría que elaboró Ptolomeo sobre la base de sus tres construcciones, los epiciclos dan cuenta
de las posiciones estacionarias y retrogradaciones de los planetas: éstos se mueven en general de Oeste a
Este sobre el firmamento; sin embargo, para poder calzar con las predicciones, de tiempo en tiempo, se
detienen para recorrer una breve distancia en sentido inverso antes de volver a tomar su dirección normal.
Sin bien con ello Ptolomeo era capaz de explicar el movimiento de los cuerpos celestes, por lo menos, en
función de lo que se podía captar en las observaciones que se podían realizar en la época, sí se salía de la
compleja concepción de los movimientos perfectamente circulares de los planetas. Ptolomeo infringió los
conceptos cosmológicos y las reglas físicas legados por Aristóteles. La excentricidad y los epiciclos
significaban que los movimientos planetarios no se generaban exactamente centrados sobre la Tierra, el
centro del cosmos. Pero ello, entonces, tan sólo fue considerado como un suave ajuste que pocos
objetaron. No ocurrió lo mismo con la estructura ecuatorial, la cual se desagregaba del movimiento
circular perfecto, y esta violación fue considerada por los griegos como un irritante enigma transgresor.
No fue gustosamente asimilado el desplazamiento orbital de la Tierra en torno del Sol, desplazamiento
que se suponía implícito al movimiento real de cada planeta y que engendra en la órbita aparente de éste,
la apariencia de las estaciones y retrogradaciones. Ahora bien, en tanto que el planeta se desplazaba sobre
una parte de su epiciclo, su velocidad se agregaba a la de su centro, en tanto que ésta se restaba cuando el
planeta recorría otra parte de su trayectoria. Bastaba, pues, asignar velocidades convenientes al astro
sobre su epiciclo, para reproducir las anomalías que se evidenciaban en las observaciones.
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3. Heliocentrismo:
El hecho principal que llevó a cuestionarlo fue la sistemática discrepancia entre los datos
proporcionados por observaciones astronómicas cada vez más precisas y las predicciones de dicho
sistema para el movimiento de los planetas. La idea de que todo astro debía girar con movimiento
circular uniforme en torno a la Tierra, o en torno a puntos que giraran en torno a la misma, no permitía
realizar predicciones aceptables, pese a que en la época de Copérnico se había llegado a suponer la
existencia de hasta 70 movimientos circulares simultáneos para explicar la trayectoria de Marte. La
complejidad creciente del modelo para explicar la trayectoria errática de los planetas llevaron a Copérnico
a buscar alguna otra posible explicación. Resulta interesante señalar que Copérnico recurrió a la historia
para ver si alguien había imaginado otras posibles explicaciones del movimiento de los astros. Así lo
reconoce en De Revolutionibus y se refiere a que autores griegos como Nicetas o Aristarco habían ya
imaginado que el Sol podía ser el centro del Universo y que todos los demás astros, incluida la Tierra,
giraban en torno al mismo.
Pero el principal argumento en contra del modelo heliocéntrico fue de tipo ideológico, al considerar
que dicho modelo contradecía a la Biblia, a la que las autoridades religiosas consideraban expresión de la
verdad revelada e incuestionable en todos los ámbitos (Sánchez Ron, 1999). Fue este dogmatismo
religioso el que generó la mayor oposición a las nuevas ideas, perseguidas por el recientemente aparecido
protestantismo, por la Inquisición, que incluyó De Revolutionibus en el Index Librorum Prohibitorum,
como “falso y, además, opuesto a las sagradas escrituras” y por algunas comunidades judias, que
prohibieron la enseñanza de la teoría heliocéntrica. Y ello pese a que Copérnico hizo notables esfuerzos
para convencer de que el nuevo modelo todavía era más acorde con la grandeza de la obra divina y
mantuvo la creencia en la mayoría de las tesis del modelo geocéntrico, como la idea de la perfección de
los movimientos circulares de los astros, etc. Tuvo lugar así una dramática confrontación entre quienes
defendían la libertad de pensamiento e investigación y quienes negaban dichas libertades en nombre de
dogmas religiosos. Una confrontación que marcó el nacimiento de la ciencia moderna y en cuyo análisis
merece la pena detenerse mismamente.
Copérnico
Kepler
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La excentricidad es el grado de aplastamiento de la elipse. Una excentricidad igual a cero representa
un círculo perfecto. Cuanto más grande la excentricidad, mayor el aplastamiento de la elipse. Órbitas con
excentricidades iguales a uno se denominan parabólicas, y mayores a uno hiperbólicas. La excentricidad
de la elipse puede calcularse de la siguiente manera:
e = F1F2 / AB
Donde e es la excentricidad, F1F2 es a distancia entre los focos y AB es el eje mayor de la elipse. Si
la distancia entre los focos F1F2 es cero, como en el caso del círculo, la excentricidad da como resultado
cero. Las órbitas de los planetas son elípticas, presentando una pequeña excentricidad. En el caso de la
Tierra el valor de la excentricidad es de 0.017, el planeta de mayor excentricidad es Plutón con 0.248, y le
sigue de cerca Mercurio con 0.206.
En el gráfico superior: el tiempo que le toma al planeta recorrer del punto A al punto B de su órbita
es igual al tiempo que le toma para ir del punto C al D, por tanto, las áreas marcadas OAB y OCD son
iguales. Para que esto suceda, el planeta debe desplazarse más rápidamente en las cercanías del Sol (en el
foco de la elipse, punto O del gráfico)
Donde T1 y T2 son los períodos orbitales y d1 y d2 las distancias a las cuales orbitan del cuerpo
central. La fórmula es válida mientras las masas de los objetos sean despreciables en comparación con la
del cuerpo central al cual orbitan. Para dos cuerpos con masas m1 y m2 y una masa central M puede
usarse la siguiente fórmula:
Esta ley fue publicada en 1614 en la más importante obra de Kepler, "Harmonici Mundi",
solucionando el problema de la determinación de las distancias de los planetas al Sol. Posteriormente
Newton explicaría, con su ley de gravitación universal, las causas de esta relación entre el período y la
distancia.
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Galileo Galilei:
Una gran contribución al nuevo modelo heliocéntrico fueron las observaciones astronómicas de
Galileo (1564-1642). El telescopio, que él mismo construyó, mejorando el inventado con otros fines por
los fabricantes de lentes holandeses (denominado “tubo ampliador”), le permitió a Galileo descubrir,
entre otras cosas, la existencia de manchas en la superficie del Sol, cráteres y montañas en la Luna y la
existencia de satélites en torno a Júpiter.
De las observaciones realizadas por Galileo con ayuda del telescopio, las correspondientes a las
irregularidades (relieves) de la Luna o a las manchas solares (que le permitieron además demostrar que el
Sol giraba alrededor de su eje en veintisiete días) venían a cuestionar la supuesta perfección atribuida a
los objetos celestes y con ello la idea de una drástica separación entre el Cielo y la Tierra. Estableció, por
tanto, la mutabilidad en el cielo que negaban los aristotélicos y ptolemaicos. En cuanto a los satélites de
Júpiter, junto con el giro del Sol, echaban por tierra la tesis básica del Sistema Geocéntrico de que todos
los objetos celestes debían girar en torno a la Tierra. También observó que Venus presentaba fases
análogas a las lunares, lo que le permitió afirmar que los planetas brillaban por la luz reflejada del Sol.
Como consecuencia de todo ello pensó que había llegado el momento de defender el nuevo modelo
públicamente y con ese fin fue publicando sus hallazgos en opúsculos que denominó “Sidereus Nuncius”
(El mensajero sideral), cuya aparición generaba apasionados debates.
En efecto, fue la existencia del telescopio (un artefacto tecnológico) lo que hizo posible
observaciones fundamentales en apoyo del modelo heliocéntrico. Y esto es algo que encontramos a
menudo en el desarrollo de la ciencia y sobre lo que conviene insistir siempre que haya ocasión. Por eso
es necesario clarificar, atendiendo al desarrollo histórico de ambas, que la actividad técnica ha precedido
en milenios a la ciencia, que la tecnología no es, pues, un subproducto de la ciencia, un simple proceso de
aplicación del conocimiento científico para la elaboración de artefactos. Y no se trata tan solo de señalar
el impulso que éste u otros desarrollos tecnológicos pueden dar a la ciencia, como es el caso que nos
ocupa del telescopio de Galileo.
Cabe destacar que los trabajos que realizó, mientras permaneció confinado, acerca del movimiento de
los objetos terrestres, fueron igualmente subversivos para la imagen del universo defendida celosamente
por la Inquisición. En efecto, como sabemos, sus estudios condujeron a cuestionar la idea de que hacía
falta una fuerza para mantener un cuerpo terrestre en movimiento y a mostrar que la fuerza era sólo
necesaria para modificar un movimiento. Las supuestas diferencias entre los movimientos celestes y
terrestres comenzaban, así, a cuestionarse. Pero Galileo se equivocó al pensar que hechos tan
contundentes harían aceptar el sistema heliocéntrico. Por ello, al margen de sus notables contribuciones a
la comprensión del comportamiento de la materia, celeste o terrestre, su vida y obra han quedado como
paradigmas del enfrentamiento entre dogmatismo y libertad de investigación.
Newton:
Después de Copérnico y Galileo, fueron muchos los que abordaron el estudio del movimiento de los
cuerpos celestes. Científicos ingleses, entre otros, como Hooke, Wren, Halley y, muy en particular,
Newton (que nació el año 1642, precisamente el mismo año que murió Galileo) enfocaron los problemas
de forma diferente: utilizando el nuevo concepto de fuerza y los principios de la dinámica, analizaron la
última gran diferencia supuestamente existente entre los movimientos terrestres y celestes.
La gran intuición de Newton, facilitada por los pasos dados por sus predecesores, fue atreverse a
pensar que la misma fuerza que hace caer un objeto que soltamos, o que hace describir una parábola a un
proyectil, es la que hace girar la Luna alrededor de la Tierra, o a los planetas alrededor del Sol; atreverse a
pensar, en suma, en la existencia de una fuerza universal, por la que todos los objetos, terrestres o
celestes, se atraerían entre sí.
Resulta interesante la lectura del texto de Newton (citado por Mason, 1985, p.103) que expresa la
conexión que estableció la idea de la Gravitación Universal entre los movimientos de objetos en la Tierra
y el movimiento de objetos celestes, como la Luna: “El que los planetas puedan ser retenidos en sus
órbitas es algo que podemos comprender fácilmente si consideramos los movimientos de los proyectiles.
En efecto, una piedra arrojada, se ve forzada por su propio peso a abandonar la trayectoria rectilínea
(...) viéndose obligada a describir una línea curva en el aire y, merced a ese camino torcido, se ve
finalmente llevada al suelo. Y cuanto mayor sea la velocidad con la que se proyecta, más lejos va antes
de caer a tierra. Podemos suponer, por tanto, que la velocidad se incrementa de tal modo que describa
un arco de (muchas) millas antes de llegar al suelo, hasta que, finalmente, excediendo de los límites de la
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Tierra, pasará totalmente sin tocarla”. Ése podría ser el caso de la Luna girando alrededor de la Tierra, o
el de los planetas alrededor del Sol, debido, en todos los casos, a la atracción gravitatoria. Como vemos,
con esta analogía entre el movimiento de un proyectil y el de la Luna o el de un planeta, Newton
estableció, por primera vez, la relación entre el movimiento de los cuerpos terrestres y celestes, superando
una de las más grandes barreras del avance del conocimiento científico en la historia de la ciencia.
Pero cabría preguntarnos: ¿Y que se sabe de la mecanización del universo?, por ello, nos trasladamos
primeramente al término de mecanización clásica, y así posteriormente a la mecanización newtoniana.
La Mecánica Clásica se construye como necesidad lógica de conectar las interacciones provocadoras
del movimiento de las distribuciones materiales con la cinemática de las mismas (con las componentes de
velocidad, con las componentes de aceleración, con las coordenadas). Es la Mecánica Clásica una
mecánica donde la partícula material mínima no está cuantizada, es decir, es infinitesimal. Una partícula
ocupa un punto-instante del espacio-tiempo. En función de las interacciones, de su naturaleza y de su
intensidad, será posible, pues, describir la evolución espacio-temporal de cada partícula de la distribución
material. Las ecuaciones diferenciales que expresan matemáticamente esta evolución se llaman
ecuaciones del movimiento:
1. Ley de la Inercia:
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4. Relatividad y Universo cuántico.
Albert Einstein:
Consecuencias:
1. El reposo o el movimiento uniforme de un sistema son indetectables desde el propio sistema de
referencia.
3. En todo sistema de referencia en movimiento los cuerpos se contraen en la dirección del movimiento.
4. En todo cuerpo en movimiento la masa aumenta. Además se observa que si superamos la velocidad
de la luz las longitudes de los cuerpos, el tiempo transcurrido y la masa de los cuerpos tendrían
valores imaginarios. También vemos que al aumentar la masa del cuerpo aumenta la energía
necesaria para acelerarlo siendo infinita para v=c.
5. Todo ello nos lleva a darnos cuenta de que no se puede superar la velocidad de la luz.
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Heisenberg:
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julio de 1939, Heisenberg viajó a los Estados Unidos, en donde se le trató de persuadir para que se
quedase allí. Heisenberg, no obstante, decidió regresar en Alemania. El 1 de septiembre empezó la guerra.
Heisenberg se había casado con Elisabeth Schumacher en 1937. La había conocido por su afición a la
música, ya que fueron presentados en un concierto que se efectuaba en la casa de un amigo común.
Heisenberg era un excelente pianista. En ese entonces, Elizabeth tenía solamente 22 años y Werner treinta
y cinco. Se casaron tres meses después de su primer encuentro, el 29 de abril de 1937. Fue justo en la
época en que los nazis bloquearon la posibilidad de Heisenberg de sustituir a Sommerfeld en la
universidad de München.
Durante la segunda guerra mundial Heisenberg dirigió el fracasado proyecto alemán de las armas
nucleares. En él, trabajó con Otto Hahn, uno de los descubridores de la fisión nuclear, en la construcción
de un reactor nuclear, pero no pudo desarrollar un programa eficaz para armas nucleares. No se tiene
claro si lo último se debió a una carencia de recursos o de deseo de poner ese tipo de armas en manos de
los nazis.
Después de la guerra lo internaron junto a otros destacados físicos del proyecto nuclear alemán en
Gran Bretaña, recluyéndolos en un recinto conocido como Farm Hall, un edificio en la ciudad británica de
Godmanchester, cerca de Cambridge, estrechamente vigilados y espiados por los servicios de inteligencia
militar aliados. Sus conversaciones fueron grabadas y puntualmente comunicadas al general Groves,
director del proyecto Manhattan. Fue durante esta reclusión que Heisenberg se enteró de la explosión de
las primeras bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Exonerado de culpas, volvió a Alemania en
1946 y fue designado director del Instituto Max Planck de Física y Astrofísica en Göttingen. Cuando el
instituto se trasladó a München, en 1958, Heisenberg continuó siendo su director. Desempeñó ese cargo
hasta su dimisión en 1970.
Heisenberg recibió, además del premio Nobel de física, muchísimos honores por sus notables
contribuciones a la ciencia. Fue designado Fellow of the Royal Society of London, y miembro de las
academias de Göttingen, de Baviera, de Sajonia, de Prussia, de Suecia, de Rumania, de Noruega, de
España, de los Países Bajos, de Roma, de Naturforscher Leopoldina, de Lincei, y de la American
Academy of Sciences. También fue galardonado con el premio Nicolás Copérnico.
Esta forma es la que se utiliza en mecánica cuántica para explorar las consecuencias de la formación de
partícula virtual|partículas virtuales, utilizadas para estudiar los estados intermedios de una interacción.
Esta forma del principio de incertidumbre es también la utilizada para estudiar el concepto de energía del
vacío.
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BIBLIOGRAFÍA:
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• Furió, C.; Vilches, A. Las actitudes del alumnado hacia las ciencias y las relaciones Ciencia,
Tecnología y Sociedad. HORSORI
• Holton G.; Brush S. Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas. REVERTÉ
• Holton G.; Roller D. Fundamentos de la Física Moderna. REVERTÉ
• Mayor Zaragoza F. Un mundo nuevo. UNESCO
• Mason, S.F. Historia de las ciencias, 5º Vol. ALIANZA
• Sagan C. Cosmos. PLANETA
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