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UBP – LICENCIATURA EN TURISMO

PC-II PATRIMONIO CULTURAL II

Texto extraído de GONZÁLEZ VIAÑA, María del Carmen. Turismo y Ciudad: Nuevas tendencias. 1ª
ed. Buenos Aires. Ed. Turísticas, 2006.

CAPÍTULO 1: CAMBIOS DE FUNCIONES URBANAS Y TRANSFORMACIONES FÍSICAS

Las ciudades cumplen determinadas funciones, algunas de las cuales son perennes y otras
provisorias y variables. Estas funciones manifiestan necesidades, deseos, esperanzas,
cosmovisiones de sus propios habitantes (o de algunos grupos de ellos) y de los del país al que
pertenece (incluso al mundo, se puede decir en la globalizada actualidad).

Para cumplir con las mismas y cubrir esas necesidades, la ciudad se prepara de un modo que
queda marcado en su infraestructura física: La asignación de los espacios, la inversión en ciertas
estructuras en lugar de en otras, etc. Todo ello manifiesta tales necesidades e intereses.

Los flujos y reflujos de prioridades sociales, culturales, políticas y económicas llevan a modificar
las funciones de la ciudad –que en general cambian de modo parcial- en ciertos aspectos limitados.
Por ello, las nuevas conviven con las antiguas y esto se observa en su aspecto físico. Además se le
debe agregar la presencia de la infraestructura abandonada que era adecuada a aquellas funciones
todavía necesarias o una necesidad existente).

DE LA CIUDAD INDUSTRIAL A LA CIUDAD QUE SE MIRA A SÍ MISMA

Si hubo un cambio notable en las funciones de la ciudad occidental, este tal vez sea el que llevó
a transformar la ciudad industrial en la ciudad actual que, como Narciso, está enamorada de su
propia belleza.

La ciudad industrial, prototipo de la ciudad del siglo XIX y gran parte del XX, era gris, opaca y
opresiva –indiferente a su propia imagen externa- puesto que su interés estaba centrado en el
control de sus funciones internas. O sea, en aquellas que estaban de acuerdo con un desarrollo
capitalista de tipo industrial manufacturero. Esa ciudad tenía por función la de ser el ámbito para que
una multitud de obreros llegaran rápidamente de sus casuchas a la fábrica, sobrevivieran con lo
mínimo y no se quejaran demasiado. Y en caso de hacerlo que pudieran ser eficazmente reprimidos
por las fuerzas policiales, que se moverían por las nuevas y grandes avenidas construidas sobre los
restos de la destrucción forzada de las antiguas callejuelas.

Esa destrucción realizada, a sangre y fuego, por las corrientes de pensamiento urbanístico
funcionales al poder político de entonces y manifestación de un anterior cambio de funciones de la
ciudad, permitió el reemplazo de las callejuelas angostas y sinuosas –tan eficaces para esconder a
los protagonistas de las movilizaciones sociales y fácilmente obstruibles mediante barricadas
sencillas- por las nuevas avenidas anchas, rectas, transparentes y difícilmente bloqueables. El caso
paradigmático es el del París de la segunda mitad del siglo XIX, que bajo el Emperador Napoleón III
encarga al arquitecto Haufmann la construcción de las grandes avenidas que hoy son visitadas por
su carácter monumental como la de los Campos Elíseos o la de la Öpera. En el Barrio Latino, la
avenida de Saint Michele que resulta ridícula en su recto y ancho discurrir entre miríadas de
pequeños pasajes y pasadizos, resultó muy eficaz para combatir los levantamientos de mayo de
1968 en los alrededores de la Sorbona. Después de eso, como los estudiantes movilizados
utilizaron sus adoquines para arrojar a la policía, la avenida fue pavimentada.

La realización del Ensanche en Barcelona, entre fines del siglo XIX y principios del XX, tuvo la
misma inspiración que las transformaciones de París. De ella tomó no solo la idea sino también la
estética: Es fácil perderse en el laberinto del Barrio Gótico, así como fácil ingresar con una poderosa
fuerza armada por la Avenida Diagonal hasta el mismo corazón de la ciudad.

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Esta ciudad industrial –dormitorio de obreros- no podía preocuparse por cuestiones que tuvieran
relación con la salud de esos obreros o con la del resto de la población. Ninguna preocupación por
el medio ambiente existía en esos tugurios insalubres cubiertos de hollín. Las fábricas necesitaban
que los obreros trabajaran muchas horas y que luego solo tuvieran el tiempo necesario para ir a
dormir. Por lo tanto, estos no tenían tiempo libre. Más aún, en ese esquema de pensamiento no se
admitía que el obrero tuviera que tener tiempo libre.

En suma, ciudades degradadas, sucias, insalubres y muy bien preparadas para controlas
protestas sociales.

A pesar de todo esto ciertas ciudades, (Por ejemplo: Praga, Roma, Buenos Aires, Londres y
Venecia) siguieron enamorando a sus visitantes. Pero ellas no estaban interesadas en esto sino que
era un efecto no buscado. Tampoco estaban interesadas en ser agradables a sus propios vecinos.
Pero desde hace varias décadas –en particular después de la Segunda Guerra Mundial- se da una
conjunción de fenómenos económicos y de tendencias culturales que confluyen para que las
ciudades renacieran como el Ave Fénix.

Por un lado, más allá de las diferencias en la distribución del ingreso entre países y al interior de
cada país, la sociedad mundial se ha hecho más opulenta. La productividad mundial se ha
multiplicado varias veces en estas décadas y en gran medida, la economía actual se basa en el
consumo más que en la producción. En consecuencia, las ciudades comienzan a pensarse como
lugares de consumo más que como lugares de producción.

Paralelamente, las clases dominantes no pudieron aislarse de las consecuencias de la


insalubridad en las ciudades y debieron tomar cartas en el asunto –posiblemente más por su
autoprotección que por solidaridad-. En la República Argentina, se creó el organismo de Obras
Sanitarias de la Nación después que la última epidemia de fiebre amarilla (a fines del siglo XIX en
Buenos Aires) no respetó apellidos ni patrimonios. El resultado fue una mejora en la infraestructura
social de las ciudades, tanto en su faz preventiva mediante la creación de sistemas de provisión de
agua y alimentos seguros (mercados de abasto), de disposición de excretas (cloacas) y residuos

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domiciliarios e industriales, cuanto en la faz del tratamiento y la rehabilitación mediante la creación
de servicios médicos, hospitales, etc.

Los abusos cometidos sobre el medio ambiente mundial, en nombre de la producción,


terminaron desencadenando una reacción de defensa del patrimonio biológico. Esta es cada vez
más poderosa en sus métodos, así como progresivamente más influyente políticamente, ya sea a
través de los partidos verdes de Europa occidental como a través de sus reivindicaciones incluidas
en las plataformas políticas de los partidos tradicionales.

Las mismas empresas, explotadoras de recursos naturales, muestran una preocupación cada
vez mayor por el tema aunque se está bien lejos de lograr un nivel razonable de explotación, como
parecen mostrar a diario las cuestiones pesqueras o los hundimientos de grandes barcos petroleros
con el consiguiente derrame masivo de hidrocarburos.

La preocupación por el medio ambiente influyó favorablemente en las ciudades, las que
comenzaron a operar mejoras disponiendo aumentos en sus superficies verdes –ventiladas y
soleadas- que son ahora ocupadas por personas que disponen de mejores condiciones laborales y
sociales (algo de tiempo libre y dinero) y que viven en una sociedad que comienza a valorar el
consumo por el consumo mismo.

El resultado es una ciudad que se mira al espejo, se interesa en su imagen y no sólo se


preocupa de agradas a sus propios habitantes sino a los que Amándola denomina : Los
turistas, los hombres de negocios y todas aquellas personas que hacen uso de estas nuevas
ciudades.

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La actual es una ciudad que define, conscientemente, la imagen que pretende transmitir y se
dispone con todas sus energías a realizar las transformaciones necesarias para lograrlo. Con esa
intención explícita, la ciudad tomó el camino de su desarrollo a través de la 3
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principios que ligan lo bello y lo funcional.

Por eso, las principales transformaciones urbanísticas, ocurridas en relación al turismo y al


tiempo libre, son la recuperación de edificios antiguos de importancia arquitectónica que han pasado
a ser museos o galerías de arte y de barrios enteros reconvertidos en zonas de restaurantes y pubs
(muchos de estos temáticos).

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Como manifestación de estas profundas transformaciones urbanas (reflejo de transformaciones
sociales, culturales y económicas) las cadenas internacionales del entretenimiento instalaron salas
de cines inundadas de ruido en los despojos reconvertidos de las fábricas inutilizadas, en los
mismos espacios que antes ocupaban las máquinas ahora en silencio. Los jóvenes que ingresan –
con enormes envases de palomitas y bebidas gaseosas- tal vez no saben que allí mismo sus
abuelos construyeron la manufactura del país (donde antes se fabricaban objetos duraderos y
reales, ahora se ofrecen espectáculos efímeros de simulación y esparcimiento).
Así mismo, los viejos galpones de ferrocarril, los hangares y los puertos han sido reciclados en
centros de compras y diversión, donde animadas y despiertas tiendas y restaurantes sustituyen a
las mercancías que –en otros tiempos- esperaban en los depósitos para ser embarcadas mientras
dormían su sueño de bodega en alta mar.

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