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DETERMINACIÓN PSICOLÓGICA Y CULTURAL

AL CONFLICTO INTERGÉNERO

Revoluciones, guerras, modernidad y muchos otros episodios de la historia de la


humanidad hacen de la actualidad un tiempo muy disímil a lo que fueron nuestros
inicios, sin embargo, existe un hecho, que a pesar de la cantidad de años, ha
evolucionado escasamente, éste hace referencia al rígido muro que separa los roles que
desempeñan ambos géneros. Presentándose en un comienzo un hombre cazador y una
mujer vinculada la protección de los niños, y 250 mil años después, en la modernidad,
un hombre que va en busca del sustento económico y una mujer que la sociedad intenta
limitar solo a la vida doméstica y el cuidado de sus hijos.

Este (des)encuentro del que hace referencia Cubillos y Montañez, entre lo


masculino y lo femenino es prácticamente imposible de erradicar si no se modifica
desde la base la concepción cultural que se tiene de la femeneidad y la masculinidad, ya
que es ésta la que conforma el cómo el niño configurará su propia identidad de género.
Este proceso se origina a muy temprana edad, dándose desde antes que el niño sea capaz
de reconocer las diferencias anatómicas de los sexos, de lo que se infiere que el sujeto
aún se encuentra en un narcisismo secundario propio de la etapa anal, en el cual la carga
libidinal se encuentra vertida en el propio niño. Lo relevante de este proceso narcisista
es que se torna estructurante de la subjetividad que acompaña el proceso de adquisición
del sentido de identidad, lo cual resulta determinante para ambos sexos. Principalmente
en el caso de la mujer, donde se relaciona con conflictos a los que enfrenta en la etapa
fálica, donde siente envidia del pene del padre y angustia producto de que su madre la
hizo incompleta y por consiguiente imperfecta. Estos sentimientos generarán en la niña
posiblemente una sensación de dependencia, sumisión posterior al sexo opuesto y un
Súper Yo que reafirmará su condición de inferioridad, respecto al hombre. Por lo cual
no sería casual que la concepción de los niños respecto al género sea mucho más
estereotipada que la de las niñas, llegando a desvalorizarlas con mayor frecuencia que
viceversa. (Berk, 1998)

Cabe mencionar que no tan solo el sujeto se encontrará determinado producto de


las vivencias de la sexualidad infantil, sino que además por cómo la sociedad lo acoge,
donde según el sexo que tenga será moldeado distintamente. Enfrentando la mujer una
etiqueta de sensible y afectuosa; y el hombre la de asertivo e independiente. Siendo
estas premisas sólo supuestos basados en la inclinación que podría darse según el sexo,
pero descuidando el factor clave del cual dependerán las características del sujeto, los
cuales son todo aquello que conforme el ambiente donde se desenvuelve (familia
nuclear, institución educacional, amistades, etc.) y los estereotipos que este contexto
contenga. (Fernández, 1998)

Es por ello que vale la pena reformular los estereotipos propios de la cultura;
entendiendo estos como representaciones del mundo respecto a conocimientos
indirectos que hemos extraído de otras fuentes que no son ni nuestra experiencia, ni la
reflexión personal, los cuales sirven para orientarnos dentro del mundo social,
seleccionando lo que nuestra cultura ya ha definido para nosotros. (Fernández, 1998).
Con esta reformulación se podrá fomentar una apertura de las posibilidades tanto para
mujeres como hombres, abandonando primeramente aquellos estereotipos que dan
origen a una estratificación de roles en la sociedad, en segundo lugar rompiendo con la
estricta acomodación a la que se ven sometidos ambos sexos con respecto a las
expectativas impuestas y en último lugar eliminando los prejuicios que generalmente
acompañan a estos estereotipos. De este modo se lograría un replanteamiento y
flexibilidad de roles tanto en el contexto familiar como laboral.

Siguiendo en la línea psíquica cabe apuntar como determinadas palabras en el


preconciente estarán vinculadas a afectos relacionados con una concepción de
superioridad respecto al otro género, lo cual movilizará a una diferenciación llevada a
tal punto que generaría un narcisismo extremo, el cual olvida la interdependencia de
ambos sexos. Esta individuación se observa claramente en la competencia laboral, en la
lucha de poderes respecto a crianza de los hijos (dichas ansias de poder podrían
relacionarse con una fijación en la etapa anal, período en que justamente se esta
conformando la identidad de género), e inclusive se infiere que posiblemente en la vida
sexual se podrían presentar determinados conflictos.

En conclusión se observa que esta diferenciación rígida se origina no sólo desde


un punto de vista cultural, sino que también psíquicamente, lo cual dificulta doblemente
la generación de cambios profundos. Para que ello ocurriese se sugiere: la eliminación
del sexo como un criterio para dicotomizar la conducta humana, ampliando el espectro
de posibilidades, aceptando de este modo un amplio rango de conductas y rasgos para
ambos sexos; una revalorización principalmente de la mujer (entendiéndose a partir de
lo anteriormente expuesto como la más perjudicada) por ejemplo en el ámbito laboral,
logrando así una mayor incorporación de ésta en puestos profesionales, sumándole a
ello debidas redes de apoyo, logrando así su bienestar psicológico y un desempeño
eficaz; el movilizar la libido desde el yo hacia nuevos objetos de amor, para de este
modo superar el egocentrismo y al narcisismo; y finalmente un cambio de actitud
respecto a las concepciones de género, lo cual repercutiría en un cambio social
considerable. Tomando en cuenta que pese a que la biología, la psiquis y la cultura han
marcado la diferencia entre ambos sexos, la historia a demostrado con pequeños grandes
hitos que se puede llegar a cierta igualdad por ejemplo el derecho de la mujer a sufragio,
su incorporación al mundo laboral y el creciente espacio que esta ocupando el hombre
en la crianza de sus hijos.
Referencias bibliográficas:

• Berk, L. (1998). Desarrollo del niño y del adolescente. España: Ed. Prentice
Hall.
• Cubillos, S., Montañez, M. (2006): “La fractura de la fraternidad:
Narcisismo femenino y masculino: género y (des)encuentro”
Recuperado el Viernes 7 de noviembre del 2008 desde:
http://www.gacetadepsiquiatriauniversitaria.cl/ediciones/vol2n2junio2006.pdf
• Fernández, J. (1998). Nuevas perspectivas en el desarrollo del sexo y el
género. España: Ed. Pirámide.

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