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M. Celeste G.

Box | IIL (UNLP)

Breve Esbozo de las Razones de Venezuela para ingresar al Mercosur.

Ante todo, debemos pensar esta cuestión como de larga data (al menos, mucho más larga
que la coyuntura1 de su pedido formal de ingreso en mayo de 2006). Por cuestiones de espacio, no
nos remontaremos a los primeros ánimos de acercamiento entre Brasil y Venezuela durante los ‘90s
(cuando Fernando Henrique Cardoso invitó a Rafael Caldera para las exploraciones necesarias de un
acuerdo de libre comercio futuro con Mercosur, siendo el primer Poder Ejecutivo venezolano en
viajar oficialmente al Brasil -país en el que se veía la bisagra entre la CAN y el Mercosur-). Así, creemos
que alcanzará con comenzar con una de las primeras declaraciones de Chávez, en 1999, cuando
aseguró su intención de incorporarse al Mercosur, lo que repetiría en varias reuniones con sus
integrantes2. Esto continuó con múltiples referencias en su programa dominical, y con el hincapié de
sus funcionarios en el ‘objetivo estratégico’ que implicaba para la política exterior venezolana su
unión al Mercado Común del Sur.

La cuestión estratégica, arrojada en esta intensión, tiene como telón de fondo la intensión
venezolana del ideario bolivariano de la integración latinoamericana política, económica -y a su juicio-

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Si bien la consigna nos inquiere por el ingreso de Venezuela al mercado sureño, en la coyuntura que acompaña esta cuestión
encontramos un hecho tan importante que no es imposible dejarlo de lado (más aún, cuando puede ayudarnos a completar el
panorama de su ingreso al Mercosur). Nos referimos, por supuesto, a la salida de Venezuela de la CAN (anunciada el 16/IV/’06
mientras la solicitud formal de ingreso al Mercosur se produce el 11/V/’06). Dado el detonante, la firma de Colombia y Perú de
sendos TLC con EEUU sin consultar a Venezuela (que inundarían de productos norteamericanos a la CAN –a través de Perú y
Colombia-, hecho desfavorable a aquella, por su escaso desarrollo industrial), no debemos dejar de lado la negativa de Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú para la creación del AEC con un margen de diferencia a acordar en 2004 [SG/635], como el voto
contrario de aquéllos al plan de creación del fondo comunitario andino (y no creemos que esté demás recordar que desde
que Venezuela asume la presidencia pro-témpore en 2000, Chávez había hecho hincapié en replantear la concepción de
unión política a través de la moneda común junto al reforzamiento social, científico y tecnológico para evitar las futuras
desigualdades latinoamericanas). Con lo dicho no pretendemos establecer una lógica de causa-efecto de ningún tipo:
simplemente recuperamos una situación nada menor en la política regional, y que tiene por protagonista a uno de los
actores que nos interesa en esta consigna.

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Además, vemos necesario destacar una idea que no dudamos está siempre presente –dado que es una concepción regional
que determina una perspectiva-: la concepción de construcción anfictiónica bolivariana. Si bien no reducimos el ingreso al
Mercosur a esta cuestión, sin duda es erróneo dejarla completamente de lado (aún cuando muchos puedan conformarse con
que ella sólo inerva y se acaba en lo que hoy conocemos como el ALBA –algo cierto, pero incompleto-). La concepción del
presidente Chávez de la realidad política, geopolítica y geoestratégica de la región es de esta filiación, y por tanto, estará
presente en más de una situación, en mayor o en menor medida.
M. Celeste G. Box | IIL (UNLP)

también militar (recordemos el ‘Pacto Militar´ -una suerte de ‘OTAN latinoamericana’-, ante
amenazas externas). Y se le debe sumar la concepción del presidente venezolano acerca de que la
integración excede los acuerdos económicos o las preferencias arancelarias -y, de hecho, esos
mecanismos hasta se diluían en la arquitectura de entonces, sin que se pudiese advertir una línea
maestra en la integración latinoamericana-, lo que deviene en la necesidad de una integración
primadamente política, como red de contención y freno a las imposiciones externas)3. En este
sentido, Chávez apuntó a una Venezuela miembro del Mercosur, reemplazando así, la esperanza que
antes le depositaba a la CAN. Sería ahora en el mercado sureño donde se concretaría la
recomposición del tablero geoestratégico sudamericano –de marcada oposición a los EEUU-,
oficiando de contrapeso frente a un ALCA que ya venía combatiendo (exitosamente desde la Cumbre
de Mar del Plata en 2005), y un TLCAN que tampoco haría, a sus ojos, bonanza por Venezuela y
América Latina toda. Este cambio a un mercado con Brasil y Argentina, dos economías fuertes y
competitivas –pero no complementarias-, fortalecería el [su] nuevo bloque con el aporte de petróleo
(y la experiencia en procesamiento y obtención).

No obstante lo anterior, el ingreso al Mercosur no pareció ser, para Venezuela, un mero


cambio de ZLC (al menos, no un cambio automático o inmediato). Si bien al irse de la CAN y dejar el
G3, apura su ingreso al Mercosur -donde se encontrará con dos países de mayor desarrollo interno-;
mientras tanto –fuera de la CAN y mientras esté fuera del Mercosur-, Venezuela perdió un gran
espacio para el libre comercio. Sin olvidar que perdió algunas ventajas de la misma CAN (como las
provenientes de los programas para el desarrollo de la industria regional, los planes de
aceleramiento del desarrollo agropecuario y agroindustrial, y los planes para el desarrollo científico-
tecnológico y turístico). Además, perdió las ventajas del ACE 59 de 2004 (beneficio que recuperará

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A la hora de evaluar el interés venezolano en la integración regional, no debemos olvidar un detalle nada menor: ello no es
una mera convicción valorativa o incluso político-estratégica en lo absoluto. Es, ni más ni menos, que un mandato
constitucional. La Carta Magna de 1999, en su preámbulo -el espacio más simbólico por antonomasia-, declara como objetivo
fundamental la integración latinoamericana (promover, favorecer y consolidarla). De este modo, avanzar cada vez más a una
integración más y más amplia, hace al cumplimiento de los valores que animan a la nación, y que, desde ya, exhortan a su
política exterior a actuar en tal sentido. Y a esto debemos agregar que –aún cuando a primera vista pueda parecer puristas- la
Constitución venezolana se refiere al horizonte venezolano, en su artículo N°1, como el de unidad regional (lo que implica
explícitamente la posibilidad venezolana de ser parte en estructuras supranacionales).
M. Celeste G. Box | IIL (UNLP)

cuando ingrese plenamente al Mercosur)4. A esto debemos agregar que si hoy mismo Venezuela
ingresase como miembro pleno en ejercicio al Mercosur, no gozaría automáticamente de sus
ventajas –el acervo comunitario y el AEC lo iría incorporando en un máximo de cuatro años-, y
tampoco gozaría de algo que en la CAN estaba mucho más adelantado que en el mercado sureño:
una mucho mayor capacidad de control institucional y un aceitado mecanismo de solución de
controversias. Por supuesto, que a todo lo anterior, también se suman los problemas que el Mercado
Común del Sur tiene de por sí: fuertes asimetrías entre miembros, carencias serias infraestructurales,
temas de origen, fuerte recelo entre Argentina y Brasil, entre otros. Sumando ahora, los que
Venezuela traiga a él: entre el que contamos, por ejemplo, una concepción bien diferente acerca de
la integración regional (de lo que creemos que la respuesta anterior acerca de las negociaciones
CAN-MERCOSUR dio cuenta también), la constante competencia entre Argentina y Brasil, como la
alteración de la dinámica de bloque que puede impactar en los socios pequeños, la inclusión de un
tercero país grande. Lo que queremos expresar con esta cuestión no es necesariamente un balance
negativo –o incluso lo suficientemente costoso para casi cancelar el beneficio- de la decisión
venezolana, sino que simplemente, estos cambios tan grandes en el decurso de una nación (es decir,
no sólo el ingreso al Mercosur, sino éste combinado con la salida de la CAN), necesariamente
acarreará costos que esa nación no podrá evitar afrontar.

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Aunque vale comentar que a la hora de pedir el ingreso y retirarse de la CAN, Venezuela deja de aprovechar un beneficio
extraordinario (triangulación), por sus acuerdos con Colombia, donde, luego de la firma del TLC con EEUU ingresarían
mercaderías con arancel =0, y con ese monto podrían importarse a Venezuela.

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