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1. TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA
MENSAJES FACILITADORES
El componente básico de la relación psicólogo-paciente es el interés que el psicólogo
muestra hacia su paciente. El elemento más importante de la entrevista psicológica, es que
el psicólogo a permita al paciente relatar su historia de forma ininterrumpida. adoptando
una actitud de escucha atenta y sin formular demasiadas preguntas que puedan interrumpir
el curso de la entrevista. A lo largo de ésta el paciente experimenta resistencias a causa de
la propia realidad de la entrevista, así como por las cuestiones de transferencia.
A menudo los terapeutas en formación creen, erróneamente, que sentarse con una actitud
neutra y silenciosa emula el trato psicoanalítico y es la manera óptima de entrevistar a un
enfermo psiquiátrico. Por el contrario, lo que realmente se necesita, es aprender un
repertorio de técnicas de entrevista que facilitarán tanto como sea posible la comunicación
(tabla 6-3). A continuación se describen algunas de estas técnicas:
1. Preguntas abiertas.
Una pregunta abierta refleja un tema que el terapeuta está interesado en explorar, aunque
deja que sea el paciente quien elija las áreas consideradas relevantes e importantes. He aquí
algunos ejemplos de preguntas abiertas formuladas por el terapeuta:
Terapeuta: ¿Podría hablarme de su depresión?
Paciente: He tenido varias crisis de llanto.
Terapeuta: ¿Podría describirlas?
Paciente: Ocurren en determinados períodos del mes.
Terapeuta: ¿Puede decirme algo más?
Paciente: Me ocurren desde que era adolescente.
Terapeuta: Parecen haberle aquejado durante mucho tiempo; cuénteme algo más
sobre ellas.
El terapeuta intenta que el paciente relate con sus propias palabras, en la medida de lo
posible, los aspectos más significativos de su depresión. Más adelante puede volver a
completar detalles específicos si no lo ha hecho espontáneamente el paciente. En este
ejemplo, el psiquiatra estaría interesado en conocer más detalles sobre los síntomas del
paciente, como el momento del mes en que aparecen las crisis y qué precipitó su aparición
en la adolescencia.
2. Reflexiones.
A menudo el terapeuta quiere que el paciente se fije en los acompañantes afectivos de sus
verbalizaciones. Para ello puede parafrasear lo que ha dicho el paciente y subrayar los
sentimientos que acompañan a un acontecimiento referido. Repitiendo con otras palabras
las verbalizaciones del paciente, éste tiene la oportunidad de rectificar las cogniciones
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erróneas que pueda tener el psiquiatra sobre su estado. Esta técnica se conoce como
reflexiones. He aquí algunos ejemplos de respuestas reflectivas:
Paciente: Me preocupa mi trabajo. Antes solía ser capaz de mantenerme a la altura
de mis compañeros. Pero en los últimos tres meses, ellos parecen haberse adaptado
al nuevo ordenador y yo no.
Terapeuta: Está preocupado por estar a la altura de las nuevas exigencias y por
conservar su empleo.
Paciente: Así es. Usted sabe que a los 58 años uno no puede concentrarse en esos
nuevos manuales de la misma manera en que lo hacen los jóvenes, y durante los
últimos tres meses he notado retortijones en el estómago y sudoración en las manos.
Terapeuta: ¿Se ha sentido ansioso desde que ocurrieron estos cambios en su
trabajo?
Paciente: ¡Por supuesto! No soy el mismo. Tengo palpitaciones, me tiembla todo el
cuerpo y a veces tartamudeo.
Terapeuta: ¿Le gustaría que le ayudara a tratar su ansiedad?
Paciente: Claro que sí.
3. Facilitación.
El Terapeuta emplea el lenguaje corporal e indicios verbales mínimos para fomentar y
asegurarse de que el paciente continúa una línea determinada de pensamiento, con las
mínimas interrupciones posibles en el flujo de las verbalizaciones del paciente. Entre estos
indicios se incluyen atributos frecuentemente asignados a los Terapeutas, tales como mover
la cabeza o hacer comentarios del tipo: «ya, ya».
Otros ejemplos de facilitación incluyen levantar las cejas, aguzar los oídos, inclinar la
cabeza y verbalizaciones del tipo: «ya veo», «continúe», «¿qué más?», «¿algo más?» y
«prosiga». La facilitación indica al paciente que el Terapeuta está interesado en ese tema en
particular y que está atento a lo que dice. En cambio insistir en un mismo tipo de
facilitación, convierte la actitud del terapeuta en una parodia y acaba siendo
contraproducente.
4. Refuerzo positivo.
Los temas que el terapeuta trata con el paciente suelen ser aspectos sobre los que éste no
está acostumbrado a hablar y que le resultan difíciles de explicar. Cuando el paciente ha
luchado con un tema en concreto y más tarde se ve capaz de comunicarlo claramente al
psiquiatra, éste indica su aprobación mediante el uso de refuerzos positivos.
Un ejemplo de ello sería el siguiente:
Terapeuta: ¿Cómo se siente cuando es incapaz de tener una erección?
Paciente (ruborizándose): Ya sabe, simplemente no se pone dura.
Terapeuta: ¿Siente algo más?
Paciente (larga pausa): ¿Cómo me siento?
Terapeuta: Sí.
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De este modo, el terapeuta anima al paciente a describir temas y sentimientos delicados sin
degradarle por su respuesta inicial. El refuerzo positivo le anima a verbalizar los estados
emocionales a medida que él y el terapeuta tratan otras áreas de su vida.
5. Silencio.
El uso juicioso del silencio en la entrevista es un componente importante del repertorio de
técnicas de la entrevista. Los silencios permiten que el paciente se distancie de lo que ha
estado diciendo y pueden ayudarle a ordenar sus pensamientos, o permitirle entender mejor
el significado psicológico y el contexto de lo que ha sucedido en la entrevista.
6. Interpretación.
El terapeuta colabora con el paciente para que éste sea capaz de entender sus propias
motivaciones y el significado de sus pensamientos, sentimientos y acciones. Examina
pautas repetidas de conducta y extrae inferencias de ellas, las cuales se denominan
interpretaciones. Existen varias técnicas para ayudar al paciente. El terapeuta puede
conducirle hacia la autointerpretación tomando algunos datos que el paciente supone no
relacionados para ayudarle a identificar determinadas pautas. El paciente puede conectar
estos acontecimientos y sentimientos aparentemente no relacionados y hacer inferencias por
sí mismo. Otro modo de interpretación es si el terapeuta, al mismo tiempo, presenta las
pautas de conducta y hace inferencias para el paciente como hipótesis provisionales que
éste puede aceptar o rechazar. Algunos ejemplos de interpretaciones son los siguientes:
Paciente: Según lo que le he explicado, parece que cada vez que me enfrento a
nuevas situaciones desarrollo síntomas que reflejan mis ansiedades.
Terapeuta: Sí, eso es lo que he observado.
Terapeuta: Me acaba de contar lo mal que se siente cuando no puede complacer a
su madre. ¿Qué obtiene con eso?
Paciente: Sí, cada vez que intento hacer algo para agradar a alguien que quiero que
me trate con cariño, y esa persona no responde como me gustaría, me siento
frustrado y me enfado.
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Terapeuta: Parece que cuando no puede obtener lo que quiere con las mujeres
recurre a la seducción y se involucra en actividades que más tarde lamenta. ¿Cómo
ve esta forma de proceder?
Paciente (pausa larga): Nunca me había dado cuenta de eso, pero parece coherente.
Las interpretaciones permiten que los pacientes avancen en la comprensión de sus propias
conductas y les ayudan a ser más conscientes de sus pautas de comportamiento, de modo
que tienen la oportunidad de elegir una conducta o reaccionar de manera diferente si en el
futuro surgen situaciones similares. Los terapeutas neófitos, en su deseo de complacer a los
pacientes y demostrar que les comprenden, a menudo hacen excesivas interpretaciones de
la conducta y le infunden ánimos de una manera inadecuada e innecesaria. El momento
apropiado para el uso de la interpretación se aprende con la supervisión adecuada.
7. Lista de preguntas.
El terapeuta propone una serie de respuestas cuando el paciente es incapaz de describir o
cuantificar el grado de especificidad de aquello que el psiquiatra cree importante en
situaciones concretas, como en los ejemplos siguientes:
Paciente: Esto me hace sentir vértigo.
Terapeuta: ¿Puede explicarme lo que siente? [pregunta abierta]
Paciente: Ya sabe... No me gusta la sensación de vértigo.
Terapeuta: ¿Se siente como si estuviera mareado? ¿O como si le diera vueltas la
cabeza? ¿O le parece como si fuera la habitación la que diera vueltas?
Paciente: Es más como si estuviera mareado... como si fuera a desmayarme.
Paciente: Me produce dolor de estómago.
Terapeuta: ¿Qué es lo que parece provocarlo? [pregunta abierta]
Paciente: Simplemente aparece en cualquier momento.
Terapeuta: ¿Le duele cuando tiene el estómago vacío, después de las comidas, o
cuando se siente ansioso?
Paciente (pausa): Creo que aparece cuando me siento tenso.
El Terapeuta utiliza una serie de preguntas de comprobación cuando las preguntas abiertas
no proporcionan la información necesaria y precisa datos más específicos. Este tipo de
técnica facilitadora suele ser de mucha ayuda para dilucidar problemas médicos.
8. Redirección de la entrevista.
Cuando intuye que la entrevista no progresa porque el paciente insiste en un único tema, el
terapeuta afirma que es necesario pasar a otras áreas de exploración. El terapeuta se
muestra firme con el paciente respecto al hecho de tener suficiente información sobre aquel
tema y de entender las preocupaciones y los sentimientos del paciente acerca de esa
cuestión concreta.
Paciente (por cuarta vez): Estas voces... ¿sabe lo que me están haciendo?
Terapeuta: Sí, entiendo lo terroríficas que son, pero ahora debemos hablar de otras
cosas, ya volveremos a hablar de las voces en otro momento. ¿Qué le parece?
Al insistir en la necesidad de pasar a otro tema, el terapeuta evita que aumente su propio
resentimiento y que sus propias frustraciones recaigan sobre el paciente.
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9. Transiciones.
Una vez el terapeuta considera que tiene información suficiente sobre una parte concreta de
la historia de un paciente, le indica su satisfacción por la comprensión de esta parte de la
entrevista y le invita a pasar a otro tema. Esta técnica se conoce como transiciones. A
continuación se ofrece un ejemplo:
Terapeuta: Comprendo qué es lo que le trae aquí. Ahora me gustaría que me
hablara de usted.
Una vez el terapeuta cree conocer al paciente como persona, la siguiente transición sería:
Terapeuta: Me hago una idea de cómo es usted como persona; dígame ahora cómo
se lleva con la gente.
10. Autorrevelaciones.
En ocasiones el terapeuta considera que revelar ciertos pensamientos, sentimientos o
acciones de sí mismo puede ser beneficioso para el paciente. Estas revelaciones pueden
hacerse en respuesta a una pregunta del paciente, o darse en situaciones en que el terapeuta
cree que el compartir sus propias experiencias va a beneficiar al paciente:
Paciente: No estoy seguro de si sería mejor que mis problemas los tratara un
abogado o un terapeuta. ¿Qué tipo de formación tiene?
Terapeuta: Me gradué en la Northwestern Medical School, donde cumplí cuatro
años de formación como residente, psicólogo, etc; y tengo un certificado del
American Board of Psychiatry and Neurology.
O bien: Tuve problemas similares cuando me enfrenté a lo que mi médico debía
revelar sobre mi historial al agente de seguros. Esto es lo que hice...
Las peticiones de los pacientes para que el terapeuta se revele a sí mismo deben tratarse
considerando a cada paciente en concreto. En el primer ejemplo, si el paciente hubiera
mostrado resistencia al tratamiento la respuesta del terapeuta habría sido muy diferente: «se
pregunta si soy capaz de ayudarle con sus problemas». Estas resistencias a menudo las
manifiesta el paciente con preguntas como: «¿qué edad tiene?» Los terapeutas en formación
deben advertir que el metamensaje del paciente es: «¿tiene experiencia suficiente para
tratarme?». Necesitan aprender a reflejar las preocupaciones que subyacen a la pregunta de
éste; en tal caso, la confidencia de indicar que tiene 28 años no va a resultar útil, sino
contraproducente.
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MENSAJES OBSTRUCTIVOS
Los mensajes obstructivos tienden a interferir en el curso ininterrumpido de las
verbalizaciones del paciente y se interponen al establecimiento de una relación de confianza
entre el terapeuta (psiquiatra, psicólogo, etc) y el paciente (tabla 6-4). Estas
comunicaciones constituyen técnicas de entrevista que deberían evitarse. Algunas se
aprendieron en la facultad de medicina y los terapeutas en formación tienen que evitar su
uso.
El uso excesivo de preguntas directas hace que el paciente responda sólo a lo que enumera
el terapeuta. Presupone que éste conoce por sí solo los temas, prioridades e información
relevante. Así el paciente se convierte en un receptor pasivo de las preguntas del terapeuta y
ello no le permite llegar a una situación de igualdad como interlocutor.
El terapeuta avasalla al paciente con una serie de preguntas referidas a signos y síntomas
característicos de la hipomanía sin darle la oportunidad de responder a cada una de ellas.
Este tipo de preguntas consecutivas sugieren que el terapeuta no está realmente interesado
en las respuestas a cada una de las preguntas.
Recursos tópicos anticipados. En vez de responder a los indicios que da el paciente sobre
ciertos acontecimientos importantes, el terapeuta pasa de un tema a otro y parece insensible
ante lo que es importante para el paciente, como en el ejemplo siguiente:
Paciente (tembloroso): Estoy temblando por dentro.
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En lugar de investigar la etiología del problema y obtener detalles de lo que puede estar
ocurriendo en la vida del paciente, el terapeuta avanza una serie de soluciones que pueden
ser totalmente inadecuadas. Este tipo de consejo prematuro provoca que el paciente
reaccione con resentimiento y pone en peligro su relación con el psiquiatra ó terapeuta
(Balint, 1972).
Falsas afirmaciones. Cuando el terapeuta le asegura al paciente que algo va ocurrir o no, o
bien cuando tiene insuficiente información para llegar a esa conclusión o la situación
clínica sugiere que podría ocurrir justo lo contrario, está infundiendo falsos ánimos al
paciente. Ejemplos de ello son los siguientes:
Paciente: Tengo problemas de memoria.
Terapeuta Es bastante común en personas de su edad, estoy seguro de que
mejorará.
Paciente: Me han hospitalizado cuatro veces en los últimos dos años debido a mi
esquizofrenia. ¿Va a solucionarse alguna vez?
Terapeuta: Muchas personas se recuperan de la esquizofrenia. No tiene por qué
preocuparse.
En el primer caso, el terapeuta no tiene ninguna base para saber si la memoria del paciente
va a mejorar y le contesta lo que el paciente desea oír para sentirse mejor. En el segundo
ejemplo, el terapeuta indica lo que el paciente sabe que es improbable que ocurra, y la
admonición de que no se preocupe acentúa, en lugar de aliviar, las preocupaciones del
paciente. Este tipo de respuestas sirven para minar la confianza del paciente en el terapeuta.
Actuar sin dar explicaciones. Cuando el terapeuta hace algo para un paciente sin revisar
los motivos y sin obtener su consentimiento, supone erróneamente que el paciente acepta su
autoridad sin cuestionarla y que es un receptor pasivo de sus servicios. Un ejemplo sería:
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Afirmaciones del tipo «Ud. está mal». Otra forma de mofarse de un paciente es criticarle,
aun creyendo erróneamente que está haciendo una interpretación. Un ejemplo de crítica
negativa sería:
Paciente: Usted no parece saber lo que me pasa.
Terapeuta: Sigue intentando cargar el peso de sus problemas en mí; tiene una
personalidad pasivo-dependiente, y así es como se comporta en todas sus relaciones.
En este caso el terapeuta utiliza un término diagnóstico para etiquetar al paciente y éste
puede pensar que ser pasivo-dependiente es perjudicial. El terapeuta coloca al paciente en
una postura defensiva al mismo tiempo que cree erróneamente que está interpretando su
conducta. En este ejemplo el terapeuta también está fomentando que el
paciente haga «juegos de palabras» que a menudo conducen a la competición.
Atrapar al paciente con sus propias palabras. El terapeuta puede centrarse en las
contradicciones del discurso del paciente hasta el punto de hacerle caer en su propia
trampa. Un ejemplo sería el de un paciente que indica que le agrada mucho un profesor, de
quien explica que no le trata con justicia en clase. El terapeuta le hace caer en la trampa
diciendo:
Terapeuta: ¿Y cómo se siente con este profesor que le trata injustamente?
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El error más frecuente del terapeuta con poca experiencia es intentar convencer al paciente
de que sus creencias falsas no tienen sentido. Este enfoque es contraproducente. En lugar de
ello, el terapeuta debe adoptar una actitud neutra: ni estar de acuerdo con la creencia
delirante ni poner abiertamente en duda su veracidad. Sólo cuando el paciente manifieste
dudas sobre el delirio, debe el psiquiatra animarle en dicho sentido. De todas formas, el
paciente no suele considerar que sus delirios sean un problema clínico. Por ello, es
preferible que el terapeuta se centre en otros signos y síntomas para los que el paciente sí
desea ayuda. A medida que mejora su estado clínico global, el paciente suele dejar de
hablar de sus creencias delirantes. No es necesario que el terapeuta le interrogue sobre ellas,
aunque pueda sentir curiosidad sobre la firmeza con que las retiene.
El ritmo de la propia entrevista suele ser lento, el paciente responde a las preguntas con
pausas prolongadas y respuestas breves. Muy a menudo el repertorio de expresiones
faciales está embotado y otras veces el paciente puede llorar o bien resistirse a las lágrimas.
Debido a que el paciente suele presentar múltiples manifestaciones físicas que forman parte
de la depresión, el terapeuta, junto con el psiquiatra deben explorar los problemas de sueño,
apetito, hábitos intestinales, funcionamiento sexual y síndromes dolorosos, entre otros,
observando la naturaleza de estas alteraciones y el modo en que interfieren en la actividad
general del paciente. El terapeuta le ayudará a comprender que tales cambios físicos forman
parte de la depresión. Dado que no suele asociar las dolencias físicas con este trastorno, al
saberlo el paciente se sentirá aliviado.
Al explorar las causas de una depresión el terapeuta pregunta sobre pérdidas y separaciones
significativas en la vida del paciente. La muerte o separación de un ser querido a menudo
lleva a la depresión. Después de una pérdida significativa la aparición del síndrome
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El terapeuta en formación suele ser reacio a hacer preguntas sobre el suicidio a un paciente
deprimido, por miedo a ofenderle o a imbuirle una idea que quizá no haya tenido. Por el
contrario, las preguntas acerca del suicidio constituyen un alivio para el paciente. Es
esencial que el terapeuta averigüe la clase de pensamientos que ha tenido el paciente sobre
el suicidio, si alguna vez ha actuado impulsado por tales pensamientos, qué planes alberga
actualmente y qué le ha impedido llevarlos a cabo.
La cuestión del suicidio se introduce mediante preguntas del tipo «¿le han ido alguna vez
tan mal las cosas como para pensar en poner fin a su vida?». Si el paciente responde
afirmativamente, el terapeuta continúa con «hábleme de ello». Al preguntar sobre la
conducta suicida del pasado, pregunta «¿ha hecho alguna vez algo para provocarse daño
físico?». De nuevo el terapeuta pretende obtener detalles.
Si todas las respuestas hacen referencia al pasado, el terapeuta pregunta acerca del presente:
«¿ha pensado últimamente en poner fin a su vida?». Aquí el interés no sólo se centra en los
pensamientos y acciones, sino también en la capacidad del paciente para controlar estos
impulsos. Para evaluar tal capacidad, el terapeuta pregunta «¿qué es lo que le ha impedido
llevar a cabo sus planes?». Al indagar sobre el tema del suicidio, el terapeuta llega a un
juicio clínico sobre el peligro inminente de suicidio por parte del paciente. También
aprende lo que significa el suicidio para un paciente en concreto.
Es importante que el psicólogo clínico hable con el médico sobre lo que se le ha dicho al
paciente con respecto a la consulta y que averigüe qué cuestiones clínicas pretende que se
traten. Antes de visitar al paciente, se debe revisar su historia médica, su medicación y los
tratamientos y resultados de cualquier prueba que se le haya practicado. Después de
presentarse e identificarse como psicólogo, revisa con el paciente la problemática que le
llevo a buscar asistencia.
Posteriormente tratarán juntos las razones por las que el médico pidió una consulta
psicológica. El psicólogo deja claro su interés por las dolencias físicas del paciente, así
como por cualquier problema emocional concomitante y mantendrá el seguimiento del
paciente para clarificar cualquier malentendido sobre su papel como consultor.
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Al revisar con el paciente su historia médica, el terapeuta busca indicios sobre cualquier
estrés psicológico que pueda acompañar a los síntomas físicos. Observa los signos
vegetativos de malestar durante la entrevista y pregunta cuáles son los sentimientos del
paciente con respecto a estas cuestiones. A medida que progresa la entrevista, el terapeuta
revisa las circunstancias específicas por las que pasaba el paciente cuando aparecieron los
primeros síntomas, cualquier acontecimiento significativo anterior y el tipo de sentimientos
que el paciente albergó al iniciarse la enfermedad.
Reconoce que las quejas subjetivas son reales y que sus preguntas sobre los concomitantes
emocionales son necesarias para entenderle mejor. Al final de la consulta el psicólogo
reserva un tiempo para responder a las preguntas específicas que pueda tener el paciente y
esclarecer cualquier malentendido. También resume sus hallazgos clínicos y comparte
cualquier recomendación específica, incluyendo nuevas visitas para explorar aspectos que
no hayan sido aclarados en la visita inicial. Suelen ser necesarias varias visitas antes de que
el paciente esté dispuesto a aceptar la importancia de las reacciones emocionales y su
influencia en las dolencias físicas.
Por ejemplo, es posible que un individuo con disminución auditiva necesite sentarse cerca
del terapeuta, que deberá hablar en un tono claro y alto para que el anciano pueda
entenderle. Disminuciones de la agudeza visual como las cataratas o la degeneración
macular pueden impedir que el paciente vea con claridad a quienes le están entrevistando.
A diferencia de los pacientes más jóvenes, con los cuales el único contacto físico debería
ser darse la mano, puede que los ancianos necesiten que el terapeuta les ayude a entrar y
salir de la sala y, a menudo es conveniente darles un golpecito en el hombro o tocarles la
mano para tranquilizarles.
Los ancianos que sufren limitaciones cardíacas o respiratorias requieren una atención
especial para evitar que se angustien demasiado durante la entrevista. En casos de que el
entrevistador sea psiquiatra, deberá revisar la medicación prescrita y la que el paciente toma
por su cuenta para considerar cualquier interacción farmacológica, así como ser consciente
de las influencias que ésta puede ejercer en el estado psicopatológico y la conducta del
anciano.
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El psicólogo debe hablar primero con el paciente que es capaz de comunicarse verbalmente
sobre si conviene o no suprimir las medidas de contención. Si el paciente muestra cualquier
conducta hostil o beligerante cuando se le libera, se solicitará que permanezca atado hasta
que esté más calmado. La entrevista suele realizarse en presencia de personal de seguridad,
puesto que el uniforme suele disuadir al paciente de llevar sus impulsos a la acción. El
psicólogo, le insistirá sobre la necesidad de las medidas de contención, tanto por la propia
seguridad del paciente como para la de las personas cercanas.
El psicólogo nunca se enfrentará al paciente violento. Dejará que éste advierta que al
psicólogo le asusta su conducta y buscará ayuda para llevar al paciente potencialmente
violento a un lugar seguro. En las unidades de pacientes ingresados se utiliza
temporalmente una habitación de aislamiento para los pacientes violentos, hasta que se
considera que su conducta ya no es peligrosa para sí mismos ni para los demás.
Los familiares también pueden servir como aliados valiosos en el proceso de tratamiento,
como aprendiendo a reconocer los signos de descompensación y buscar ayuda para prevenir
una descompensación mayor. Pueden participar en los planes de tratamiento y ayudar en su
cumplimiento, como por ejemplo, en la toma de la medicación, y trabajar con el paciente y
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3. RELACIÓN PSIQUIATRA-PACIENTE
a).- Transferencia
La transferencia es un proceso en virtud del cual el paciente proyecta de forma inconsciente
sus emociones, pensamientos y deseos relativos a personas significativas de su vida anterior
hacia personas de su vida actual y, en el contexto de la relación terapeuta-paciente, hacia el
psicoterapeuta. El paciente reacciona ante el psicoterapeuta como si éste formara parte de
su pasado. Aunque las pautas de reacción pueden haber sido apropiadas en una situación
vital anterior, no es así cuando se aplican de forma no apropiada a figuras actuales, incluido
el médico.
b).- Contratransferencia
La contratransferencia es un proceso en virtud del cual el psicoterapeuta proyecta
inconscientemente las emociones, pensamientos y deseos de su pasado en la personalidad
del paciente o en las cuestiones que plantea, expresando de esta forma conflictos no
resueltos y/o satisfaciendo sus propias necesidades personales. Estas reacciones son
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Uno de los valores del psicoanálisis personal, es que aumenta la capacidad del psiquiatra y
del psicoterapeuta para percibir sus conductas motivadas inconscientemente, de forma que
pueda utilizar mejor sus reacciones de contratransferencia para comprender a sus pacientes.
Durante el período de formación, tanto el residente, como el psicoterapeuta en formación,
deben recibir la ayuda de los supervisores en el examen de sus reacciones de
contratransferencia, de modo que éstas no interfieran con el tratamiento pero les ayuden a
comprender mejor a sus pacientes.
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relación terapeuta -paciente para explotar sexualmente a los pacientes ni obtener ventajas
económicas preguntando al paciente instruido en finanzas e inversiones; tampoco deben
victimizarlos explotando su papel como curadores (American Psychiatric Association,
1995).
d).-Resistencia
La resistencia es un constructo teórico que refleja cualquier actitud o conducta que se opone
a los objetivos terapéuticos del tratamiento. Para la realización de la psicoterapia dinámica
resulta crucial comprender las resistencias. Freud describió varios tipos de resistencia,
incluyendo la consciente, la del Yo, la del Ello y la del Superyó.
La resistencia consciente del paciente, surge por varias razones, como la falta de confianza
en el psicoterapeuta, la vergüenza que le produce al revelar ciertos acontecimientos,
aspectos de sí mismo o sentimientos que experimenta, o el miedo al desagrado o al rechazo
del psiquiatra. El silencio es uno de los tipos de resistencia que utiliza el paciente, ante el
cual el psicoterapeuta debe reconocer las dificultades experimentadas por éste y animarle a
verbalizar las cuestiones difíciles de expresar. Esto debería hacerse con tacto y sensibilidad.
Un tercer tipo de resistencia del Yo, es la resistencia por beneficio secundario. Los
síntomas de un paciente generarán respuestas de atención por parte de las figuras
significativas y satisfarán sus necesidades de dependencia. Las manifestaciones de este
fenómeno son frecuentes en las salas de hospitalización. Por ejemplo, el paciente que ha
estado ingresado durante 7 días a causa de una hemorragia cerebral secundaria a un
aneurisma cerebral muestra una mejoría gradual durante su curación y se queja cada vez
menos de dolor de cabeza hasta el día 6. Sin embargo, vuelve a quejarse a la enfermera en
las 24 horas previas a su propuesta de alta hospitalaria. En este ejemplo vemos que además
de satisfacer las necesidades de dependencia, los síntomas sirven también como
instrumentos para llamar la atención. Los pacientes se resisten inconscientemente a
abandonar sus síntomas. Los cuidadores del paciente deben entender estas resistencias.
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