El amor, constituye un refugio contra el miedo a la soledad
La soledad es una experiencia interior, nace en el silencio del vientre
materno, se presenta en la niñez y en la adolescencia durante los momentos de fantasías y el soñar despierto. Es necesaria en la vida adulta para realizar introspección de nuestro pasado, presente y futuro y, al final de nuestra existencia es la última morada.
El correr de los años nos acorta el tiempo y la distancia, nos obliga a
permanecer solos temporalmente, hacer un balance de lo hecho y por hacer, administrar los recursos que una vida entera nos ha permitido adquirir. Una mirada superficial a esta etapa de la vida podría sumergirnos en la soledad irremediable y absoluta; sin embargo, si analizamos con mayor profundidad este momento, nos daremos cuenta que es el supremo encuentro con uno mismo, y si contabilizamos nuestras fuerzas, podemos mirar atrás para encontrar en el propio ejemplo la razón de seguir.
Podemos estar solos físicamente durante mucho tiempo y, sin embargo,
estar relacionado con ideas, valores y creencias, o por lo menos normas sociales que nos proporcionan una razón o una sensación de comunión y pertenencia. Por otra parte, podemos vivir entre la gente, poseer todas las riquezas materiales, y no obstante, dejarnos vencer por un sentimiento de aislamiento total. Estar solo y sentirse solo son sensaciones diferentes, en la primera la soledad es física, tolerable y agradable a veces cuando nos sentimos conectados afectivamente con los demás, la segunda es soledad psíquica, intolerable siempre, porque tenemos miedo.
"...La soledad tiene mucho de separación y muerte, es temida por
quienes no la conocen ni la frecuentan. La mayoría la evaden con dinero, trabajo, negocios, viajes, fiestas, enfermedades y con drogas, pero hay momentos en que la soledad, como la muerte se impone, aunque se tema, llegará el momento de enfrentarse a ella..." (Manuel Barroso)
Si queremos entender como se desarrolla el miedo a la soledad en la
edad adulta, es necesario ver como se inicia en la niñez. El rechazo materno a su embarazo crea un ambiente intrauterino potencialmente hostil, generando en el feto una sensación de soledad y temor a nacer. Durante los años de infancia, un hogar en conflicto, incrementa en el niño ese sentimiento de inseguridad y aislamiento. La carencia afectiva en el grupo familiar, el maltrato, la indiferencia, las promesas incumplidas, la negación de Dios y el desapego a los valores morales y sociales, la excesiva protección y la estimulación de la motivación de poder antes que el logro y la afiliación, son factores que cultivan a lo que el hombre más le teme: la soledad