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ARNOLDO KRAUS

Principio del doble efecto


El título completo de este artículo debería ser: "El principio del doble efecto.
Algunas reflexiones relacionadas con el ejercicio médico". El principio del doble
efecto es una acción que tiene dos efectos, uno bueno y otro malo. Esta doctrina
fue acuñada por Santo Tomás y elaborada posteriormente por los teólogos
salmanticenses del siglo XVI. En medicina, como en cualquier profesión u oficio,
toda acción debe sopesarse con sumo cuidado, ya que siempre existe la posibilidad
de dañar. Primum non nocere -primero no dañar-, aconsejaba desde hace 24 siglos
Hipócrates. Imbuidos en la magia de la biotecnológica, en la medicalización de la
vida y en la despiadada comercialización de la medicina, esa idea debería ser hoy la
oración que rija día a día todas las conductas de los médicos.

Muchos apartados en medicina deberían enseñarse "al revés". Por ejemplo, los
doctores tendrían primero que aprender los efectos adversos de los fármacos antes
que sus bonanza, deberían conocer los riesgos derivados de una interpretación
inadecuada de una resonancia magnética y deberían sopesar la utilidad de los
diversos exámenes que se duplican por doquier antes de solicitarlos y, por
supuesto, antes de medicar. En suma: actuar a sabiendas que toda buena acción
puede conllevar resultados negativos (primero no dañar).

El principio del doble efecto reúne cuatro condiciones:

La acción debe ser buena o, al menos, no mala; para algunos no mala es


equiparable con indiferente o permitida.

La acción no busca producir malos resultados ni mal alguno.

El buen resultado no es consecuencia del mal. Es decir, no se usa un mal como


medio para obtener algún resultado (para muchos éste es el punto de mayor
importancia).

El resultado final es que lo bueno debe ser proporcionado. Es decir, las metas
positivas deben ser mayores que los males acumulados como consecuencia de los
actos.

El principio del doble efecto -también conocido como el principio del voluntario
indirecto- pone de manifiesto que la inmensa mayoría de los actos conllevan
incontables ambigüedades y problemas. Lo anterior implica que entre una decisión
y otra debe elegirse la que más se apegue a la "mejor ética", o la que produzca el
mayor beneficio, y el menor daño, en caso de que no exista la posibilidad de no
afectar.

Dos ejemplos médicos ilustran bien algunas de las diatribas contenidas en el


principio del doble efecto. ƑQué debe hacerse cuando se presupone que separar a
siameses conllevará "casi seguro" la muerte de uno y "casi seguro" la supervivencia
del otro, a sabiendas de que sin separarlos ambos podrían vivir "muchos años",
aunque en condiciones inadecuadas? Si se siguen las indicaciones de los cirujanos
nada puede objetarse en relación a los tres primeros puntos, pero, Ƒcómo
responder al cuarto? Si el siamés que se salvó quedase con muchas deficiencias,
haber inducido la muerte del otro parecería incorrecto, ya que las metas positivas
no fueron mayores que las negativas.
Segundo ejemplo. En India es frecuente que los hindúes vendan órganos a
extranjeros. El dinero obtenido de la venta puede ser suficiente para mantener a
una familia por años -o al menos para impedir que mueran de hambre. Vender un
riñón no suele modificar la vida del donante, pero al "donar" la córnea se pierde la
visión del ojo. ƑQué debe decirse de la acción del comprador, de los cirujanos
implicados e incluso de la decisión del donante? ƑEs lícito? ƑSe viola "demasiado" la
ética? Si se aplica el principio del doble efecto la acción puede leerse desde dos
puntos de vista: es buena para el receptor -tendrá visión- y satisfactoria para el
donador -alimentará a su familia-; sin embargo, es también mala para el segundo,
pues perderá su visión; el resultado positivo para el receptor, desde el punto de
vista médico, es consecuencia de un mal resultado médico para el donante, pero,
desde el punto de vista humano, es peor enfermar o morir por desnutrición que
perder un ojo. Finalmente, los frutos son óptimos para el receptor y los bienes
obtenidos por el segundo deben balancearse: el valor de un ojo contra la urgencia
del alimento.

El principio del doble efecto, aplicado a los ejemplos anteriores y a incontables


situaciones médicas, ilustra bien la necesidad de equilibrar las decisiones médicas,
aun cuando éstas sean aparentemente muy sencillas. Elegir entre hacer o no hacer,
o entre tomar un camino u otro ("toda elección implica una pérdida", sostenía
Schoppenhauer) sugiere que la mejor ética es la que más beneficios produce a
todos los implicados.

Para lograr ese propósito, amén de contar con un mínimo de conocimientos, se


requiere ser leal al enfermo -no venderse a las compañías farmacéuticas-, ser ético
-tratar al paciente como a uno mismo- y siempre tener en mente los dos filos del
principio del doble efecto.

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