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La Palabra, 31 de diciembre de 1915

Moral de la organización obrera


Las ideas madres que constituyeron el block de causas y efectos en la filosofía
especulativa, no encontraban en la serie de sus conclusiones una cuestión
fundamental que explicara no ya el origen sino el motivo que produce los grandes
desequilibrios sociales.

La religión, la ilustración, el prejuicio, el estado político, todo lo que de alguna


manera influencia en la vida y en la sociedad, fue de mil formas llevado a la
discusión y en algunos casos, fue origen de grandes movimientos revolucionarios.
Sin embargo, con relación a los tiempos, la sociología no comprobó ningún
principio que llevara a la humanidad por el camino de la armonía social: no
bastando la relativa evolución política para demostrar que entre siglos y siglos el
progreso social fecundó nuevos procedimientos que evitaran el contraste de la
burguesía con la clase asalariada.

El progreso en la vida es de índole mecánica. Los inventos trajeron métodos


distintos de vivir, reformaron el concepto de la especulación económica, pero no
modificaron el concepto de humanidad, que en definitiva es el interesante.

Sólo cuando algunos pensadores, desechando la hojarasca de la metafísica,


sintetizando el enciclopedismo, ahondando el positivismo y barriendo al montón
la petulante economía política, se irguieron proclamando el trabajo como factor
absoluto del progreso y el consumo como derecho inalienable del individuo, se
constató que las cuestiones sociales se originaban porque existía una moralidad
económica incompatible con la universalidad del bienestar humano.

Entonces nació el concepto de las fuerzas obreras. Su método de acción,


independiente del curso político, fue necesariamente el método [falta una línea],
desde que el estado –función de intereses – establece que la propiedad es
inviolable, lo que hace suponer que el régimen económico actual, debe
perpetuarse a despecho de la ciencia.

Mientras los reformadores del sistema se concretaron a la propaganda intelectual,


no se hizo notar mayormente la reacción conservadora; es que la sociedad no obra
por reflexión sino por necesidad. La sociedad obrera poniendo en juego los
resortes de la solidaridad para engrandecer sus movimientos, plantea de hecho
una revolución en la vida social. La concepción ideológica de sus movimientos,
finca en el derecho al consumo sin límites, el desideratum del hombre, asegurando
que todo funcionamiento moral o material, arranca su justificación del hecho de
buscar más armonía económica, destruir el privilegio, porque es antinatural y vive
amparado por la fuerza.

Claro está que estas doctrinas encuentran seria oposición el ambiente actual; sin
embargo, la burguesía, no pudiendo contrarrestar las fuerzas obreras organizadas,
ha inventado el modo de asimilar al medio el concepto de civilización nueva que el
obrerismo representa. En la controversia política de nuestros días, el magno problema lo
constituye el mejoramiento del asalariado, sólo que, mientras los políticos discurren, la ciencia
avanza gigantescamente, desalojando al brazo y el obrero comprende que no está en el
parlamento la salvación de su causa.

Profundo fue el error de suponer al movimiento del proletariado como una cuestión de despecho
o de impotencia social. No comprendió la clase burguesa que el organismo tiene sus
transformaciones super-orgánicas, adaptables a las nuevas formas de producción. Véase el
siguiente fenómeno:

[Falta una línea] industria, que son las fuentes vivas de producción, o en épocas de crisis
económica, la organización obrera es débil: diríase que no tiene razón de existencia. La miseria
acompaña de inmediato al hecho de que la clase trabajadora ambula sus pobres días grises con
gran contento de los vampiros del trabajo, que aprovechan la ocasión para obtener por un jornal
irrisorio los mejores brazos que se le ofrecen. Las ventajas morales y materiales que con fuerza
de lucha consiguió el obrero dejan de ser. Pero esto no se opera sin grave perjuicio para la
sociedad y la especie. Bien lo dijo quien siguió de cerca el proceso social: cuando el trabajo
escasea, cuando el trabajador se ve obligado a perder todas las mejoras las cárceles son
pequeñas para contener el número de delincuentes, los niños llenan los hospitales, y en todas
partes se ven huellas que denuncian el paso de la caravana de hambrientos, mendigando pan y
trabajo!

En la sociedad de resistencia el carácter se templa. La personalidad se siente apoyada por


intereses comunes de ahí que las huelgas decretadas por el organismo gremial sean más
inteligentes y más activas, puesto que, sabe el huelguista agremiado que él es un factor de
importancia que contribuye a sumar fuerzas para que el mundo vaya hacia una civilización
distinta, oponiendo a la razón de los intereses creados, la razón del bienestar social; su lucha es
el espectáculo más atrayente de la historia por cuanto proclama libertad amplia como ideal
humano, al trabajo como necesidad física, a la igualdad económica como el triunfo de la
inteligencia sobre el privilegio.

¡Oh!, si la sociedad obrera hubiese arraigado sus principios en el mundo, hoy no presenciaríamos
el bochorno europeo! He ahí dos morales distintas que pueden tratar los grandes economistas
políticos. ¡La organización obrera es combatida por disolvente! ¿Y la guerra?...

En el fondo, el motivo que la burguesía encuentra más digno de ser combatido, es el carácter de
clase que necesariamente debe adoptar el obrero. La burguesía quiere ser caritativa y se resiste a
la justicia que envuelve el concepto de la transformación social.

Hay razón para suponer que la historia nueva marchará empujada por la acción de los obreros
organizados. Las mejoras obtenidas se deben al esfuerzo de la solidaridad y no hay motivo para
desecharla, [no se lee] razonando por sobre todo [no se lee] individual, colocándonos en la
cumbre de la aspiración humana, debemos reconocer que el mundo está enfermo de bajo
sensualismo monetario, cosa muy distinta de los [no se lee] de la naturaleza; hay que
transformar el actual sistema económico para salvar a los hombre de la degeneración física y
moral.

Salvador Caputto

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