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EL PAITITI
IMAGINARIO, REALIDAD Y UTOPÍA ANDINA
1. Prólogo
2. Explorando los senderos de la utopía
3.El Inkarri
4.Diversidad de aproximaciones
5. Todos los senderos conducen al Paititi
6.Palabras finales
PROLOGO
Niebla, selva, pantanos y meandros. Aislamiento y lejanía;
amenazas impensadas nacidas desde el seno de alguna tribu con
escaso o nulo contacto con la “civilización”. Víboras, insectos y
precipicios sin par que caen desde y hacia matorrales de exuberante
follaje, escondiendo miles de secretos inconfesables que el entorno,
salvajemente natural, se niega a revelar.
Colonos detenidos en el tiempo. Economías de subsistencia
alejadas del consumo. Avanzada humana que pretende generar
seguridad levantando casas de barro y paja; chozas a las que llaman
comunidades y que más parecen lunares de raquítico
antropocentrismo que refugios seguros para el citadino que se
arriesga a horadar aquel vasto océano vegetal, conocido alguna vez
con el nombre de “Infierno Verde”.
Distancias. Dilatación geográfica. Espesura, sombras; humedad y
falta de perspectiva. La fuerza del machete es la que abre senderos,
desbastando muros de ramas y árboles centenarios. Y, a cada paso,
la incertidumbre y el replanteo de estar haciendo lo correcto.
Al mismo tiempo, adrenalina y el potencial descubrimiento de algo
que nadie ha visto en siglos.
“Un poco más adelante. Un kilómetro más, un metro... Allí puede
que se encuentre”.
2
1
Suescum, Javier M., Paititi, el Perfume de los Pueblos, Editorial San Pablo, Madrid, 2000, pág. 110.
4
Santos Atahualpa o Túpac Amaru II, que son dos de los rebeldes más
famosos de la historiografía.
Pero el Paititi sigue tentando al futuro con el corazón y ya no tanto
con las armas. Su sola mención insufla valor, fuerza, orgullo y un
espíritu de resistencia que se encarna en el idioma —el runasimi,
quechua—, en los rituales y cultos residuales, en el arte y sus temas,
en los rumores y leyendas populares que todavía recorren valles
altiplánicos, cumbres y selvas tropicales del Antisuyu.
“El Inca volverá. Nunca se ha ido. Permanece en el Paititi”.
EL INKARRI
“Todos se esfuerzan por remediar la vida de todos (...).
La sociedad es un infierno de salvadores”.
E.M. Cioran, Adiós a la
Filosofía,
Ed. Alianza, Bs As, 1994, pág.
9.
sus huesos. La tierra, entre tanto, quedó inactiva. Luego para poblar
la tierra crea a Inkarrí y Qollari, un hombre y una mujer llenos de
sabiduría.
“Ordenó al primero que levantara un pueblo en el lugar en que
cayera enhiesta la barra de oro que a tal efecto le entregó. Inkarrí la
arrojó una vez y cayó mal. La segunda vez fue a caer oblicua entre
las montañas altísimas. Y aquí se puso a trabajar para levantar la
ciudad. Wiracocha, indignado porque no había observado su
prescripción de que la barra estuviera vertical, decidió hacerle notar
su error y, para ello, permitió que los ñaupa, que odiaban a Inkarrí,
cobraran nueva vida. Los ñaupa decidieron exterminarle y le lanzaron
enormes rocas por las pendientes en dirección en que trabajaba.
Inkarrí huyó asustado y no se detuvo en su huída hasta llegar al lago
Titicaca. Aquí, la tranquilidad del sitio le hizo meditar en los
acontecimientos. Y fue cuando recordó que la barra no había caído
vertical. Decidió regresar y llegando a Raya, montañas que separan
la región del altiplano de la región de Cusco, arrojó nuevamente la
barra. Esta vez fue a clavarse perpendicular en un valle fértil. Allí
levantó Cusco y se asentó. A sus hijos les envió a poblar diferentes
regiones.
“Muchos años después Inkarrí decidió retirarse de Cusco,
pasando por Qero, y se internó en una ciudad llamada Paititi. Allí
continúa viviendo, en compañía de los descendientes de los muchos
hombres y mujeres que se llevó consigo. Su paso por Qero ha
quedado perennizado por sus huellas que se ven en una roca, y por
Las marcas que dejaron sus posaderas y sus testículos cuando se
sentó en otra piedra a descansar.
“Inkarrí dijo, al marchar, que volvería para empezar el nuevo
tiempo... que se pondría a la cabeza de su pueblo y lo conduciría
hacia Paititi (...)” 4.
Creación, orden, cosmos. Más tarde, conquista española y caos.
El universo se subvierte pero renace la esperanza de un nuevo
nacimiento, de un nuevo orden, de una segunda creación. El círculo
se cierra y el esquema cíclico, mítico, se materializa denunciando una
esquema milenario, antiguo5.
Y el Paititi sigue estando en el centro de la escena.
4
Suescum, Javier M., op.cit. pp. 38-39. NOTA: Otra versión —quizás más antigua— dice que, en Puquio (Ayacucho)
Inkarrí fue, tras la conquista española, martirizado por los europeos. Le cortaron la cabeza y la enterraron en Cusco. Pero
su cabeza estaba viva y su cuerpo ha vuelto a empezar a crecer a partir de ella. Cuando el Inkarrí esté completo, el Inca
volverá”.
5
Véase: Eliade, Mircea, El Mito del Eterno Retorno, Editorial Alianza, edición de 1979.
7
DIVERSIDAD DE APROXIMACIONES
“(...) Jamás el espíritu dubitativo fue pernicioso”.
E.M. Cioran, Adiós a la Filosofía,
Ed. Alianza, Bs As, 1994, pág. 8
6
Ertl, Hans, Paititi. Tras las huellas de los Incas, Timun Mas, Barcelona, 1998, Pág. 9.
8
7
“Aquel Plomo” que abundaba en la selva, según el cronista español y que fuera denunciado por los incas retirados en el
oriente para que el Inca del Cuzco no les arrebatar un territorio que, en verdad, era abundante no en plomo, sino en oro.
8
Kirchner, Gottfried, La Quimera de El Dorado. La Búsqueda del Mítico Tesoro de los Incas, Editorial Tikal, 1996, pág.
53.
9
Bayle, Constantino, El Dorado Fantasma, Editorial Razón y Fe, Madrid, 1930, pág. 297.
10
Polentini Wester, Juan Carlos, El Paí Titi ¡Padre Otorongo!, Editorial salesiana, Perú, 1999, pág. 28.
11
Gandía, Enrique de, Historia crítica de los Mitos y Leyendas de la Conquista Americana, centro Difusor del Libro,
Buenos Aires, 1946, pág.228.
12
Heredia, Daniel, Paititi; su posible existencia y su probable ubicación, Separata de la “Revista del Museo e Instituto
Arqueológico”, Nº 13/14, Cuzco, 1951.
9
13
Véase una de las obras mejor documentadas al respecto: Levillier, Roberto, El Dorado, el Paititi y las Amazonas,
Editorial Emecé, 1975.
14
Polentini Wester, Juan Carlos, El Paí Titi ¡Padre Otorongo!, Editorial salesiana, Perú, 1999.
11
PALABRAS FINALES
“Concebir un pensamiento, un solo y único pensamiento,
pero que hiciese pedazos el universo”.
E.M. Cioran, Adiós a la Filosofía , pág. 133
sido profunda. Desde la primera década del siglo XX, todos hemos
soñado con toparnos con un segundo Machu Picchu —sería hipócrita
no admitirlo—, lo que condujo muchísimas veces al sensacionalismo
periodístico —hoy vía Internet— que anuncia cada tanto, con
“bombos y platillos”, el descubrimiento de una “ciudad perdida” o del
tan mentado El Dorado. De hecho, basta con hacer un seguimiento
por los diarios de los últimos veinte años para advertir cuántos
“hallazgos maravillosos” murieron en la tinta seca de los periódicos
que los anunciaban.
Cuando estas cosas ocurren, entre las muchas que se me vienen
a la cabeza, dos sobresalen por encima del resto. La primera, es la
evidente falta de honestidad y afán de gloria que demuestran muchos
de los actuales exploradores; que son los mismos que critican
retrospectivamente a los conquistadores españoles por haber
actualizado —hace 400 años— idénticos propósitos a los de ellos.
La segunda cuestión tiene que ver con un refrán racionalista del
siglo XVIII que dice así:
Por:
Fernando Jorge Soto Roland
Profesor en Historia
Director de la Expedición Vilcabamba 1998
sotopaikikin@hotmail.com