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decreto 94 de 1989
En síntesis, alega el actor que el accidente referido le dejó como secuela una
incapacidad absoluta y permanente no sólo para el ejercicio de su actividad
profesional sino para el desempeño de cualquiera otra de carácter laboral y
remunerativa, razón por la cual la incapacidad fijada por la administración no está
conforme con la que efectivamente le corresponde
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
I. ANTECEDENTES
1. Las pretensiones
2. Fundamentos de hecho.
Los hechos relatados en la demanda son los siguientes: “El señor Javier Rojas
Rivero prestaba servicio militar obligatorio como soldado del Ejército Nacional,
adscrito al batallón Escuela de Artillería de Santafé de Bogotá...El 7 de diciembre
de 1993, fue herido en su pierna derecha con arma de fuego de dotación oficial
por el también soldado Efraín Quiroga Peña, cuando iban a cambuchar (sic),
después de cumplir labores de patrullaje...El lesionado fue atendido de urgencias
el mismo día del accidente, pero debido a la gravedad del caso se le trasladó al
Hospital Militar Central de Santafé de Bogotá en donde se le atendió, se le trató y
se le practicaron varias intervenciones quirúrgicas relacionadas con los injertos
necesarios para su reconstrucción....El hecho dañoso le produjo a la víctima
como secuela irreparable una deformidad física de por vida”.
3. La oposición de la demandada
4. La sentencia recurrida.
Con respecto al daño, consideró que estaba acreditado que la lesión que sufrió el
demandante le ocasionó “perjuicios físicos, consistentes en disminución de la
capacidad laboral y morales al soldado Javier Rojas Rivero”. A título de
indemnización por perjuicios materiales le reconoció la suma de $6.331.239, los
cuales liquidó tomando como renta el salario mínimo mensual vigente para el año
1994, suma que actualizó a la fecha de la sentencia, por la vida probable de la
víctima, reducida a un 11.5% que fue la pérdida de la capacidad laboral; negó la
pretensión de la indemnización por perjuicios fisiológicos, “por cuanto no se
demostró que la lesión en la parte superior de la pierna derecha resultante del
hecho administrativo, hubiese disminuido el goce de vivir del demandante o se
hayan presentado problemas que le perjudiquen su vida de relación”; por
perjuicios morales le reconoció el equivalente a 100 gramos de oro. No obstante,
negó las pretensiones de los demás demandantes, por cuanto no se “trajo prueba
alguna para acreditar la existencia de este daño, porque aquí no cabe la
presunción que viene admitiendo la jurisprudencia nacional”.
Uno de los Magistrados que integraron la Sala salvó su voto, por considerar que
se debió reconocer el perjuicio fisiológico reclamado por el señor Javier Rojas
Rivero, “por la disminución del goce de vivir, en cuanto se suprimen algunas
actividades vitales. Es verdad reconocida unánimemente que Javier Rojas Rivero
sufrió una deformidad física en su miembro inferior derecho...En tales
condiciones..., el demandante quedó imposibilitado para cumplir algunas de las
funciones fisiológicas vitales, tales como caminar. No es necesario en estos casos
exigir prueba distinta de la lesión y reclamar, como lo hace la mayoría, prueba
del impedimento del goce vital, porque es verdad de hombre que las piernas
sirven para desarrollar actividades físicas no sólo de carácter vital sino
placenteras y que su deformidad impide acceder a ellas”.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
En relación con las lesiones padecidas por el señor Javier Rojas Rivero, sólo
obran en el proceso, con suficiente mérito probatorio, las copias de la historia
clínica remitidas por el director del Hospital Militar Central, a instancia del a quo
(fls. 11-15 C-2), porque los documentos aportados por la parte demandante,
titulados “acta de junta médica laboral Nr. 450 registrada en la dirección de
sanidad del Ejército” y “Dr. ERNESTO TORRES ACUÑA Médico cirujano”
(fls. 6-9 C-2), obran en copia simple y por lo tanto, al no haber sido autenticadas
en la forma prevista en el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil carecen
de valor probatorio. Las copias de la historia clínica mencionada, recopilan las
siguientes piezas:
-Resumen de la historia clínica del paciente, en la cual consta que sufrió una
lesión por arma de fuego el 7 de diciembre de 1993, que fue intervenido
quirúrgicamente al día siguiente y que permaneció hospitalizado por quince días,
esto es, hasta el día 23 siguiente. Textualmente se afirma:
Estos documentos dan certeza de que el señor Javier Rojas sufrió herida por arma
de fuego el 7 de diciembre de 1993, por lo cual fue intervenido quirúrgicamente
al día siguiente y de que permaneció hospitalizado durante quince días, al cabo
de los cuales se le dio de alta por ortopedia por no presentar ningún síntoma
desfavorable, y haber logrado una integración plena del injerto y caminar sin
soporte ni yeso.
De estas pruebas no hay lugar a inferir que la lesión haya generado secuelas
físicas para el paciente, que por ejemplo, le afectaran la marcha, o que hubiera
padecido un dolor moral diferente al que normalmente pueda sufrir cualquier
persona que sufra una lesión física que lo incapacite por quince días y cuya
recuperación haya sido satisfactoria. Por lo tanto, se confirmará la sentencia
impugnada en cuanto reconoció una indemnización por el daño moral
equivalente a 100 gramos de oro, pero se tasará la condena en salarios mínimos,
de acuerdo con el criterio adoptado por la Corporación Sentencia del 6 de
septiembre de 2001, expedientes Nos. 13.232 y 15.646.
En el caso concreto, no se acreditó que la lesión sufrida por el señor Javier Rojas
Rivero hubiera afectado sus condiciones de existencia, pues no se trajo prueba
alguna en tal sentido, ni tampoco puede inferirse ese hecho de la naturaleza
misma de la lesión, dado que, según la historia clínica, su recuperación fue
satisfactoria y no se demostró que la misma le hubiera causado secuelas
orgánicas que afectaran las condiciones personales, familiares o sociales en que
se desenvolvía exteriormente antes de sufrirla. Por lo tanto, se confirmará
también por este aspecto la sentencia impugnada.
2.3. Con respecto a la indemnización por los perjuicios morales derivados de las
lesiones corporales padecidas por un pariente cercano, ha dicho la Sala que debe
distinguirse si las lesiones padecidas por la víctima fueron graves o leves. En el
primer supuesto basta la prueba de la existencia de la lesión y el parentesco para
que los perjudicados indirectos tengan derecho a la indemnización, porque la
jurisprudencia infiere de estos dos hechos el dolor moral. En el segundo
supuesto, es necesario acreditar, además, que la lesión sufrida por el damnificado
les produjo dolor moral Ver, entre otras, sentencia del 28 de octubre de 1999,
exp: 12.384 y del 14 de septiembre de 2000, exp: 12.166.
En el caso sub examine, los demandantes María de la Paz Rivero Naranjo, Luz
Ángela Martínez Rivero, Alba Luz Martínez Rivero, Luis Fernando Martínez
Rivero acreditaron ser, respectivamente, la madre y los hermanos de Javier Rojas
Rivero, parentesco del que dan cuenta las actas de los registros civiles de su
nacimiento, en todas las cuales consta que son hijos de la señora María de la Paz
Rivero Naranjo, quien suscribió tales actas de registro (fls. 19-22 C-2).
Demostrado ese hecho se infiere el padecimiento moral que les produce la lesión
corporal padecida por su pariente, padecimiento cuya intensidad está
directamente vinculada a la gravedad de la lesión.
Se advierte que la señora Cindy Janeth Martínez Rivero y el señor Pedro Rojas
Rivero no acreditaron la calidad de hermanos de la víctima que adujeron en la
demanda. La primera no aportó ninguna prueba documental en tal sentido y en el
certificado del registro civil de nacimiento que aportó el segundo no consta el
nombre de sus padres, ni demostraron a través de otros medios de prueba haber
sido damnificados con las lesiones padecidas por el señor Javier Rojas Rivero.
Vp = Vh índice final
índice inicial
Donde:
Vp: Valor presente de la prestación
Vp = 6.331.239 156.24
92.43
Vp. = $10.702.075
F A L L A:
Presidenta de la Sala