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Entre los crímenes de los que se acusa a los militares están las muertes de seis religiosos
y tres cooperantes españoles en los campos de refugiados en los que trabajaban. De los
testimonios aportados por los 22 testigos, se deduce que para asesinar a personas de
raza blanca era necesaria una orden de la cúpula militar.
El auto se desliza luego hacia los terrenos del puro y burdo panfletarismo al cargar
frontalmente contra la ONU, a quien se responsabilidad "en alto grado" de las matanzas,
pues su agencia para los refugiados, ACNUR, "puso en marcha un programa de
repatriación forzosa a partir de 1996 en los campos de refugiados de Congo, donde había
más de un millón de ruandeses. El programa provocó una matanza aún mayor cuando
regresaban a Ruanda. Además, a los refugiados que no querían regresar, ACNUR les
amenazaba con regresar al día siguiente con los soldados, por lo que muchos eligieron el
suicidio". Nadie, jamás, tuvo noticia de lo que se relata en ése párrafo, que contradice
abiertamente cuanta información se ofreció en su momento y figura en las hemerotecas.
El auto del juez Andreu se produce, dice El País, "después de que el Foro Internacional
para la Verdad y la Justicia en el África de los Grandes Lagos interpusiera una querella
en la Audiencia Nacional en 2005 contra los dirigentes de Ruanda por el asesinato de
nueve españoles".
La verdad es que al auto no hay por donde cogerlo. De entrada, resulta como mínimo
sorprendente que se procese a hombres pertenecientes precisamente a la etnia
masacrada en las brutales matanzas de los años noventa en Ruanda, los tutsis. En efecto,
el Gobierno actual de Ruanda está formado por tutsis (etnia minoritaria en el país) y hutus
moderados (es decir, aquella parte de la etnia mayoritaria que no se implicó en las
matanzas). Las matanzas de Ruanda fueron como es sabido y probado, incitadas y
convocadas por la Iglesia católica local, de etnia hutu y lengua francesa, y conectada
desde siempre con los intereses políticos, económicos y militares franceses en la región.
Desde la radio católica de la capital ruandesa, Radio de Las Mil Colinas, se llamó a los
hutus a masacrar a los tutsis (existen grabaciones estremecedoras de esos programas
radiofónicos), y en esa tarea macabra de asesinar hombres, mujeres y niños indefensos
participaron activamente y no sólo como inductores clérigos católicos y miembros de la
jerarquía eclesiástica ruandesa, incluído algún obispo procesado años después.
Los tutsis supervivientes (de lengua inglesa y protestantes) huyeron al Congo, donde se
organizaron militarmente con apoyo de EEUU, retornaron a Ruanda y derribaron a tiros
al gobierno hutu genocida. Es decir, los refugiados en el Congo eran los perseguidos por
un gobierno genocida y por tanto, cuando éste cayó y la guerrilla tutsi tomó el poder,
regresaron a su país. Es absurdo sostener pues que "fueron masacrados al retornar", ¿por
qué iban a masacrarles los suyos?. Ni la ONU ni ningún organismo internacional ni ONG
independiente alguna ha acusado a los tutsis de vengarse mediante otro genocidio, al
contrario: siempre se le ha reconocido internacionalmente al actual Gobierno sus
esfuerzos en pro de la reconciliación entre comunidades, y su interés en paliar los
efectos brutales del genocidio ruandés.
Más tarde las fuerzas ruandesas del Gobierno de Paul Kagame ocuparon el este del Congo
y contribuyeron a derribar a Mobutu (otro peón de los franceses), substituyéndolo por
Kabila (peón de los norteamericanos). En suma, lo que se está librando en esta parte del
mundo desde los años sesenta es una guerra geoestratégica feroz por causa del choque
entre dos imperialismos, el francés y el norteamericano, por el control de los recursos
naturales de Africa. Las piezas del dominó van cayendo a favor de EEUU en la dirección
Este a Oeste, y los regímenes títeres de Francia van quedando constreñidos a la franja
atlántica del continente. En esa estrategia, la Iglesia católica y francófona pugna
duramente desde hace décadas con los misioneros protestantes anglosajones, y presta
apoyo logístico y legitimación ideológica a los regímenes afines. Hace algunos años, sin
ir más lejos, un fiscal italiano implicó al entonces arzobispo de Barcelona, Ricard Maria
Carles, en una trama que obtenía miles de millones de dólares en la región de los
Grandes Lagos controlando toda clase de tráficos de esos que en Occidente se
consideran ilegales; Carles llegó a estar reclamado por la justicia italiana, no pudiendo
viajar a Italia hasta que se consiguió enterrar el asunto y archivar la investigación , tras
haber apartado al fiscal husmeador del caso y haberle arruinado la carrera profesional.
De triunfar esta estrategia y sentirse los criminales impunes, no sería nada extraño que
intentaran repetir su estremecedora contribución a la Historia Universal de la Infamia.
Genocidio de Ruanda:
Los renglones torcidos de Dios
http://aventuraenlatierra.blogspot.com/2010/07/genocidio-de-ruanda-los-renglones.html
Pero los medios de comunicación españoles, espoleados por algunos partidos políticos,
ciertas ONG's y la Iglesia católica "nacional", de momento no niegan el genocidio
ruandés: se limitan a cambiar el papel de los actores, atribuyendo el de asesinos a las
víctimas y el de corderos inocentes a sus matadores. Una obra maestra de la indecencia
en unos, y un prodigio de ignorancia en otros. Porque enorme ignorancia y no otra cosa
es la que el diputado de IU Gaspar Llamazares ha exhibido tronando porque el
presidente español fuera a recibir a su homólogo ruandés, atribuyendo a Kagame la
condición de monstruo sanguinario y comparándolo con reputados asesinos africanos,
como es el caso de Teodoro Obiang, el dictador que oprime y explota Guinea Ecuatorial.
El gobierno del Frente Patriótico Ruandés (FPR) que encabeza Paul Kagame lanzó
entonces una política de reconcialiación nacional incorporando a hutus moderados a su
Gobierno, al tiempo que impedía represalias contra la mayoría hutu (gran parte de cuyos
integrantes tienen las manos manchadas de sangre inocente), e iniciaba una depuración
de responsabilidades entre los elementos hutus más significados durante el genocidio,
que sin embargo no ha producido una sola condena a muerte en 16 años. La gran
mayoría de presos fueron liberados en pocos años, permaneciendo encarcelados sólo
aquellos cuya locura criminal daría envidia a los SS de Mauthausen más deshumanizados.
Ocurre que entre estas fieras inspiradoras y ejecutoras de la bestial matanza hay un
número importante de curas y algunos obispos católicos, aunque los que más
responsabilidad tuvieron huyeron a tiempo y viven ahora tranquilamente bajo protección
del Estado vaticano. Esta es la realidad de Ruanda.
Y en fin, no hay que olvidar que detrás de la intensa campaña mediática ante la que
Zapatero se ha bajado los pantalones están peones de brega de la Iglesia católica tan
significados como el argentino Pérez Esquivel o el español Mayor Zaragoza, que pilotan
una llamada Comisión de la Verdad para Ruanda cuya misión principal es intoxicar, con
éxito evidente por cierto, a la "opinión publicada" europea en cuanto tiene que ver con
este asunto. Una vez más Zapatero ha mostrado ser extremadamente sensible a las
presiones recibidas vía mediática, lo cual no por conocido deja de ser una mala noticia y
una muestra de la poca categoría de este gobernante. Pero mucho peor que eso es el
lavado de cerebro al que se está sometiendo a la opinión pública española, por el
procedimiento de tergiversar una historia tan reciente que precisamente por razón de su
proximidad a nuestros días está perfectamente documentada en las hemerotecas.
Dios escribe con renglones torcidos, dicen. Al parecer los hay que interpretan este viejo
dicho de un modo distinto al tradicional, como si los crímenes cuya comisión fue de su
responsabilidad por haberlos alentado o realizado materialmente pudieran llegar a
convertirse en bazas a favor suyo por el procedimiento de ser vueltos contra las víctimas
que los sufrieron, en una transferencia de responsabilidades que es cualquier cosa
menos inocente o casual. Pero como digo, para lograrlo plenamente antes tendrán que
quemar las hemerotecas de la época y lo que es más difícil, asesinar a todos los
supervivientes del genocido ruandés.