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PROYECTO DE CLAUSULA DE CONCIENCIA

DEL FORO DE PERIODISMO ARGENTINO (FOPEA)

ARTÍCULO 1°: Objeto

La cláusula de conciencia es un derecho de los periodistas, cuyo ejercicio le permite


proteger su independencia e integridad moral, deontológica y profesional frente a
hechos producidos por el empleador periodístico que lo afecten gravemente. La
finalidad es preservar el derecho de todos los ciudadanos a recibir una información
adecuada y veraz, atento a lo normado en cláusulas constitucionales

ARTÍCULO 2º: Definición

A los efectos de la presente Ley se consideran periodistas a aquellos comprendidos en el


Artículo 2º de la Ley Nº 12.908 (Estatuto del Periodista Profesional) y sus
modificatorias. Y se toma como parámetros para garantizar el derecho de los
ciudadanos a dicha información veraz lo expuesto tanto por la Constitución Nacional de
la República Argentina como los Tratados Internacionales que fueron incorporados a su
normativa.

ARTÍCULO 3°: Causales

Las causales por las que un periodista puede argumentar la aplicación de la Cláusula de
Conciencia son:

A) Cambio notable de la línea editorial o deontológica del medio en el que trabaja que
afecte directa y gravemente la libertad de conciencia del periodista.

B) Objeciones de conciencia por cuestiones éticas y de principios en el contenido o el


enfoque en los artículos y notas periodísticas que le asignen.

C) Afectación moral por la alteración de una nota propia que vaya a difundirse con su
autoría. Las modificaciones realizadas en los procesos de edición, los cambios de
sentido del artículo o la sustitución de firma son situaciones abarcadas por esta
disposición. El periodista puede exigir que se le retire su nombre en el caso de que el
sentido del artículo haya sido modificado notablemente o que se hayan omitido aquellos
elementos que daban el sentido original de la nota, en forma deliberada. El ejercicio de
este derecho reconoce la potestad del editor de modificar una nota, según su criterio y
buena fe y siempre que ello no implique que incurra en las causales antes mencionadas.
En este supuesto, no deberá incluirse la firma del autor original. También el periodista
puede invocar este derecho cuando esté en riesgo su integridad física, moral o laboral.

D) Presión para que se le atribuya una nota que no es propia.

E) Modificación de la situación laboral del periodista, imponiéndole tareas que no hacen


a su función como tal y que menoscaben en forma significativa su dignidad como
trabajador. Entre ellas, por ejemplo, está la acción de obligar al periodista a publicar
“información” que en realidad es publicidad encubierta, o salir a vender publicidad de
forma explícita o solapada.

F) Violación del secreto de fuente. Ante el pedido de sus jefes y siempre que se
garantice por los superiores la preservación del pacto de confidencialidad solicitado
oportunamente, un periodista debe informarles cuáles son las fuentes consultadas para
una nota. El secreto de fuente debe ser respetado por el periodista y por los editores del
medio; en caso de estar amenazado, el periodista puede apelar a esta cláusula para evitar
que se violente ese acuerdo.

ARTÍCULO 4: Aplicación

A) El periodista que vea agraviada su conciencia por alguna de las causales citadas
puede exigir individualmente ante las autoridades de la empresa una instancia de
mediación para hacer valer su objeción. De ninguna manera por ese reclamo el
periodista puede recibir algún tipo de represalia por parte de sus empleadores, ya sea
salarial o en cuanto a las tareas que venía realizando previamente. Cualquier medida
coercitiva de ese tipo puede ser entendida por el periodista como una injuria laboral
grave, recibiendo la compensación indemnizatoria establecida por el Estatuto del
Periodista. En caso de que exista una comisión gremial interna en dicha empresa, el
periodista puede canalizar esa demanda a través de sus representantes sindicales.

B) De fracasar la instancia mediadora entre el periodista y la empresa o que el


trabajador de prensa sea víctima de una sanción por su reclamo, el periodista puede
presentar ante la Justicia su reclamo, a tenor de lo dispuesto por el art. 66 de la Ley de
Contrato de Trabajo, reformado por Ley 26.088, que debe ser respondido por las
autoridades judiciales pertinentes de acuerdo a los plazos y la celeridad que establece
esta figura (*)

C) En el caso de una situación insalvable para el periodista, teniendo en cuenta el


agravio del que fuera víctima o el cambio visible de la línea editorial del medio, tiene
derecho a reclamar la indemnización que establece el Estatuto del Periodista para casos
de despido sin causa.

D) Como resarcimiento moral hacia el periodista y como parte de su compromiso


informativo con la ciudadanía, la empresa periodística que fuera condenada debe
publicar o difundir en espacio destacado la parte resolutiva de la sentencia. De no
cumplir con esta resolución, el juez podrá imponer una sanción pecuniaria diaria
(astreintes) que será donada a una entidad de bien público determinada por el
damnificado)

E) Cláusula colectiva: En el caso de que la afectación por el cambio de la línea editorial


o por el contenido de determinados artículos violente gravemente la conciencia de la
mayoría de los periodistas, los mismos podrán exigir la difusión en el mismo medio de
su posición crítica sobre la cuestión, siempre que haya una voluntad en tal sentido de al
menos la mitad más uno de los periodistas. La reglamentación de esta norma debe
establecer la forma de ejercer esta potestad.

F) Ninguna persona que sea citada como testigo en las demandas judiciales generadas
por presuntas violaciones a la Cláusula de Conciencia y que trabaje en las empresas en
cuestión será pasible de sanciones o castigos de ningún tipo por parte de los
empleadores y gozará de la una protección indemnizatoria similar a la que establece el
Estatuto del Periodista para los despidos sin causa de los representantes sindicales
internos. Esta protección especial durará hasta un año después de que el juicio haya
concluido y tenga sentencia definitiva, con autoridad de cosa juzgada.

G) En ningún caso la aplicación de la Cláusula de Conciencia podrá ser utilizada más


allá de lo prescripto en normas superiores que defienden la libertad de prensa, ni afectar
contenidos editoriales definidos por cada empresa (pública o privada) en ejercicio de
sus derechos o alterar composición accionaria alguna.

(*) ARTICULO 66 de la Ley de Contrato de Trabajo: “ El empleador está facultado


para introducir todos aquellos cambios relativos a la forma y modalidades de la
prestación del trabajo, en tanto esos cambios no importen un ejercicio irrazonable de esa
facultad, ni alteren modalidades esenciales del contrato, ni causen perjuicio material ni
moral al trabajador. Cuando el empleador disponga medidas vedadas por este artículo,
al trabajador le asistirá la posibilidad de optar por considerarse despedido sin causa o
accionar persiguiendo el restablecimiento de las condiciones alteradas. En este último
supuesto la acción se substanciará por el procedimiento sumarísimo, no pudiéndose
innovar en las condiciones y modalidades de trabajo, salvo que éstas sean generales para
el establecimiento o sección, hasta que recaiga sentencia definitiva”.

CONTEXTO:

La necesidad de que en la Argentina exista una Cláusula de Conciencia para los


periodistas es una deuda pendiente del país. La importancia de las tareas del trabajador
de prensa frente a la sociedad, que necesita y demanda información confiable para la
toma de sus propias decisiones, vuelve fundamental la existencia de una figura de este
tipo ya que cumple la doble función de resguardar el derecho –profesional y ciudadano-
del propio periodista y de toda la sociedad que debe conocer cómo se le informa. Por
todo ello, el trabajo del periodista termina constituyendo uno de los elementos centrales
en la construcción de ciudadanía en los sistemas democráticos.

Además, el periodista como ciudadano tiene los mismos derechos a la libertad de


expresión, información, opinión, culto o creencias que cualquier otro habitante del país.
Aunque esto parezca una obviedad, es necesario subrayarlo porque resulta paradójico
que -siendo todos estos aspectos parte central de su trabajo- en una gran cantidad de
ocasiones los periodistas no pueden hacer uso de esos derechos en las empresas públicas
y/o privadas donde desempeñan sus funciones.

En ese plano debe entenderse que los medios estatales no deben ser considerados como
usinas de propaganda gubernamental. Y los medios privados no pueden ser entendidos
sólo desde la lógica de los intereses económicos, corporativos o de cualquier índole. En
ambos casos se debe priorizar el derecho del público a tener una información veraz y
completa de los hechos que suceden. Y el derecho del periodista a cumplir con ese
mandato social que la ciudadanía ha depositado en su trabajo.
También, como se citará más adelante, resulta imposible pensar en que el único resorte
aplicable para la Cláusula de Conciencia sea la posibilidad del periodista de
considerarse despedido sin causa. En un país donde el índice de desempleo entre los
trabajadores de prensa es muy alto y donde las condiciones de flexibilización laboral en
el sector constituyen un agravante a esa situación, una normativa que sólo establezca esa
variable extrema se vuelve una encrucijada para el periodista que quiera hacer valer su
derecho a la protección de su conciencia.

Por ello, esta iniciativa plantea instancias intermedias en aquellos casos donde las
situaciones puedan ser salvables. De esa manera, el periodista no perdería su fuente
laboral y la sociedad podría conservar su derecho a mantenerse informado de manera
más fehaciente.

Para la elaboración de esta propuesta se tuvieron en cuenta no sólo los marcos legales
que existen en el país en materia laboral y de libertad de expresión, sino también lo
aportado por los Tratados Internacionales incorporados a la Constitución Nacional, el
aporte de especialistas en la materia, bibliografía específica, proyecto de normativas de
legisladores nacionales, antecedentes internacionales y otras documentaciones y aportes
propios de FOPEA a partir de su experiencia en sus ocho años de existencia y de la
información suministrada sobre situaciones de atropello a la libertad de conciencia de
los periodistas en toda la Argentina.

Con todo ello se analizó cuáles deberían ser las causales por las que un periodista podría
exigir el cumplimiento de la Cláusula de Conciencia frente a algún tipo de presunto
atropello por parte de sus empleadores, sean estos estatales o privados. El cambio
sustancial en la línea editorial del medio, ya sea en materia deontológica o ideológica,
objeciones de conciencia por cuestiones éticas en el contenido o el enfoque en los
artículos y notas periodísticas que le asignen; el violentamiento de los derechos morales
sobre las obras ya sea en los procesos de edición, en los cambios de sentido del artículo
o en la sustitución de firma y la atribución de un escrito que no es propio, son los puntos
comunes que existen en legislaciones de diferentes lugares del mundo. A todos ellos,
esta iniciativa quiere agregar como causal de aplicación de la Cláusula de Conciencia la
modificación de la situación laboral del periodista, atribuyéndole tareas que no hacen a
su función como tal, como por ejemplo la venta de avisos publicitarios o la publicación
de publicidad encubierta. Todos estos hechos deslegitiman la función del trabajador de
prensa e hipotecan su credibilidad, principal eslabón de su vínculo con la sociedad.

Sería fundamental, además, que los medios de comunicación tengan un Código de Ética
autogestionado y con participación de los periodistas en su redacción, y que estas
normativas sean de conocimiento de todo el público, para que éste pueda ejercer un
control “fiscalizador” sobre su cumplimiento. La figura del “ombudsman” o “defensor
de la audiencia” en el interior de los medios, pueden ser un instrumento importante para
vehiculizar esas demandas o para corregir conductas que se aparten de esos postulados
deontológicos. Las experiencias en la materia en la Argentina son muy escasas y
constituirían un gran avance en la relación de los medios con la ciudadanía, en su
responsabilidad social y en el compromiso informativo de la búsqueda de la verdad.

FUNDAMENTOS:
La Cláusula de Conciencia viene a resguardar no sólo los derechos individuales del
periodista en torno a cuestiones éticas o ideológicas frente a determinadas exigencias de
su empleador. También busca proteger el derecho de todos los ciudadanos a recibir una
información “veraz y adecuada”, tal como sostiene la Constitución de la Nación
Argentina cuando habla de determinados derechos de los ciudadanos.

Para ello es necesario entender el rol social que cumplen los medios de comunicación y
los periodistas en la construcción de ciudadanía.

En ese sentido, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) ha avanzado en varios


aspectos que se relacionan con ello. Tanto en su Código de Ética (sancionado en
diciembre de 2006), como en diferentes documentos estructurales de la organización, se
subraya la responsabilidad del periodista y de los medios frente a toda la ciudadanía y
los valores que deben preservarse dado el rol central que éstos cumplen en el sistema
democrático.

En el Artículo 25 del Código de Ética de FOPEA se establece: “El periodista sirve al


interés público, nunca a objetivos sectoriales ni personales, y se debe considerar a la
información como un bien social. El ejercicio de la profesión de un servidor público no
habilita la obtención de beneficios personales. Ello no contradice el hecho de que, como
trabajador, el periodista tiene derecho a una compensación equivalente a su utilidad a la
sociedad, que le permita ejercer su profesión en las mejores condiciones”.

Y en el Artículo 30 se hace una referencia particular a los principios abarcados por la


Cláusula de Conciencia: 30. Ningún periodista puede ser obligado a firmar un trabajo
profesional que contradiga sus valores y creencias. De la misma manera, los periodistas
no pueden aducir que fueron obligados a violar normas éticas”.

En tanto, en el documento de Parámetros Mínimos de Calidad Periodística se establece,


entre uno de los puntos, el criterio de la “Trasparencia”: “El público tiene derecho a
conocer los criterios periodísticos sobre los motivos por los que se publica o no una
determinada noticia. El derecho de los pueblos a estar informados debe ser atendido de
modo prioritario, por encima de intereses económicos, políticos, empresariales,
profesionales o sectoriales de cualquier grupo o persona”.

Además se sostiene, entre las responsabilidades ante la sociedad, “periodistas y medios


deben comprometerse con valores claves de la democracia como la libertad de
expresión, la defensa de las libertades individuales y los derechos humanos, el
pluralismo y la no discriminación”. Entre aquellas cuestiones que son responsabilidad
exclusiva de los medios: “Las empresas periodísticas deben sobreponer el interés
público al propio, entendiendo a la información no como una mercancía sino como un
bien social. Y actuar en consecuencia”. Además, agrega: “Es fundamental que los
ciudadanos conozcan la verdadera propiedad de los medios y que las empresas
periodísticas transparenten lo máximo posible quienes son sus accionistas”.

Pero también existen marcos referenciales teóricos que abordan ese vínculo entre la
función del periodista y la demanda de acceso a la información por parte de la
sociedad. El especialista Carlos Soria (en su texto “Más allá del capitalismo
informativo” - Lección Inaugural del Curso 1987-1988 de la Facultad de Ciencias de la
Información de la Universidad de Navarra) cita a J. L. Martínez Albertos, ("Formación
del periodista" en 'Boletín Informativo Fundación Juan March'): “la comunicación
social, dadas sus características, requiere procesos y fases de más o menos complejidad
—desde poner en forma los mensajes hasta producir los medios informativos o
comunicar la información-, que escapan generalmente a las posibilidades reales del
público. Lo normal será, por eso, que el público carezca de tiempo, organización,
medios materiales, o capacidad adecuada para ejercitar dos de las tres facultades que
integran el derecho a la información: la facultad de investigar y la facultad de difundir
información. La plenitud, por tanto, del derecho a la información del público sólo se
alcanza por mediación de las organizaciones informativas y de los profesionales de la
información. Y así esta idea de mediación, de intermediación natural, permite hablar de
una delegación tácita del ejercicio de las facultades de investigar y difundir, y abre la
vía para la adecuada construcción del deber profesional de informar”.

Soria también cita a Benito Jaén ("El secreto profesional de los periodistas", en 'Boletín
Informativo Fundación Juan March') y dice: Los profesionales de la información "son
los delegados del público para la delicada misión de administrar el poder de informar"
(59). Martínez Albertos califica al informador profesional como "administrador y
gerente" del derecho humano a la información”.

Soria también se basa en José María Desantes (Exposición "El público y la


información") quien sostuvo que “los informadores profesionales y las empresas
informativas obran en nombre del público en virtud de un a modo de mandato social,
general y tácito”. Se trata –advierte Desantes- de una delegación en sentido social, no en
sentido estrictamente jurídico.

El informador en cuanto profesional —y lo mismo cabe decir de las empresas


informativas— "no tiene un derecho originario, sino derivativo, a investigar y difundir
información. Su derecho deriva del de todos los que forman parte —él incluido— de la
comunidad".

Soria concluye: “La información es, así, un acto de justicia por un doble título. Al
investigar y difundir información, se da a cada uno lo suyo. Pero, además, es un acto de
justicia porque al investigar y difundir información se está cumpliendo el mandato
general y tácito de la comunidad. De esta forma, y a partir de esta doble raíz, la
actuación informativa profesional —no hay que olvidar que todo derecho origina un
deber, y todo mandato aceptado también— se hace paradigmática por referencia a un
deber: el deber profesional de informar. Es verdad que el público —titular del derecho a
la información- puede y debe participar como hombre y como ciudadano en la actividad
informativa. Pero otra cosa bien distinta es ejercitar las facultades de investigar y
difundir información a título de experto, de modo habitual, con un determinado nivel de
idoneidad y competencia. Con otras palabras: cosa bien distinta es actuar en el campo
informativo como hombre o como ciudadano, que hacerlo cumpliendo libremente el
deber de informar”.

Por su parte, el catedrático de derecho constitucional español Marc Carrillo, sostiene


que “la cláusula no es únicamente el derecho a una indemnización; es esencialmente, el
derecho a ejercer el periodismo en unas condiciones que ayuden a garantizar la
objetividad y el pluralismo informativo. La cláusula de conciencia tiene por objeto
salvaguardar la libertad ideológica, el derecho de opinión y la ética profesional del
periodista. Se trata de una nueva forma de concebir la libertad de expresión y, al mismo
tiempo, es un elemento constitutivo del derecho a la información, en la medida en que
se configura una garantía para su ejercicio efectivo. El protagonismo que otorga a la
persona del periodista puede operar, sin duda, como un factor positivo para la integridad
de la información difundida ya que, objetivamente, limita los posibles abusos y las
arbitrariedades que la empresa editora o la propia dirección del medio tengan la
tentación de cometer, con el fin de intervenir, o incluso impedir el ejercicio de la
libertad informativa”.

Según el especialista Mariano Román “el periodista debe lograr un equilibrio entre la
necesaria libertad e independencia en el ejercicio de su profesión, y las limitaciones que
surgen como consecuencia de ser un empleado de una empresa informativa. Así, cobra
vital importancia la necesidad de contar con una herramienta fundamental como la
cláusula de conciencia. La finalidad de este instrumento no sólo es la de resguardar la
independencia del periodista ante algún cambio en la línea editorial del medio que lo
emplea, sino que también se erige como garantía de una opinión pública libre”.

Román enumera entre las causales para apelar a la cláusula de conciencia la posibilidad
de que “la línea editorial o la orientación ideológica del medio haya cambiado
notoriamente, de forma tal que el periodista se considere afectado negativamente en su
ideología o en su dignidad profesional”. Como también cuando se vean afectados los
derechos morales de los periodistas sobre sus obras: “Esto significa que puede ser
invocada cuando una nota haya sido modificada por editores y jefes --suprimiéndoles
pasajes o cambiando la idea central-- pudiendo el profesional negarse a que figure su
nombre como autor. También, cuando un superior decida suprimir la firma como forma
de castigo o presión, siempre y cuando ésta figurara de manera habitual. Asimismo, en
virtud de esta cláusula, el periodista no estará obligado a realizar o firmar artículos que
vayan contra su propia conciencia o violen normas éticas de la profesión”.

El especialista también sostiene que: “En nuestro país no hay un cuerpo legal que
contenga ni regule el ejercicio de esta herramienta jurídica, ni tampoco está enumerada
de manera taxativa en el Estatuto del Periodista Profesional. La jurisprudencia en la
materia es escasa y es la doctrina la que marca el camino para la interpretación de los
casos que se plantean en el fuero laboral. Ésta entiende que el artículo 39°[ii] del
Estatuto define específicamente las causales de despido sin obligación de indemnizar y,
como la cláusula de conciencia no se enmarca entre esas causas, su invocación para
rescindir el vinculo laboral resultaría en una indemnización para el periodista”.

“La práctica y el perfeccionamiento de esta herramienta no sólo beneficiarán al


periodista profesional -- teniendo en cuenta la asimétrica relación que existe entre el
trabajador de prensa y la empresa de comunicación-- sino que también robustecerá uno
de los pilares fundamentales de un derecho humano como es el derecho a la
información”, asegura Román.

Por su parte, el especialista Miguel Rodríguez Villafañe sostiene que “la llamada
‘Cláusula de Conciencia’ tiene su justificación en la particularidad de la función del
periodista profesional y la necesidad de evitar condicionamientos que violenten la tarea,
en razón y con motivo de la relación de dependencia laboral. Busca tutelar la dignidad,
la calidad profesional, la ideología y las convicciones éticas o creencias de los
informadores”.
Además, ratifica esta postura en el rol social que cumplen los periodistas frente a la
ciudadanía y el contrato de lectura basado en la credibilidad que se establece entre
ambos. Dice Rodríguez Villafañe: “Un cambio de concepción o de propuesta
profesional implica una interferencia en la conexión existente entre el informador y el
informado. Ello puede afectar gravemente el concepto que sobre la tarea del periodista
tiene su público lector, oyente o televidente. Además, se suma la violencia moral que
puede sufrir el o la periodista, ante órdenes que no comparte, y que siente que ello
compromete negativamente también su prestigio y conducta personal”.

Y continúa: “A su vez, con la Cláusula de Conciencia’, se intenta garantizar también la


calidad de información, asegurando un equilibrio entre la búsqueda de la rentabilidad de
los medios de difusión y la seriedad de la información que se brinda, ya que esta se
asocia, necesariamente, a la responsabilidad profesional del periodista que trabajó en la
confección de lo que se hace saber. Permite asegurar a las personas y a la sociedad que,
en la relación laboral, la subordinación patrón-empleado, no opere como un modo de
presión, que pueda desnaturalizar la tarea periodística y su responsabilidad ante la
veracidad y calidad de lo informado”.

“La cláusula de conciencia pretende hacer respetar los derechos profesionales esenciales
en la relación de trabajo, ya que el periodista no es un “mercenario de la pluma”, explica
Rodríguez Villafañe. Y agrega: “La institución aparece al ejercer el trabajador de prensa
una verdadera objeción de conciencia, ante el poder de dirección del dueño o de quien
tiene la superioridad de mando, en el medio de difusión en el que recibe un salario por
su tarea. De esta forma, ante un pedido o un cambio de la patronal, que violente, como
se ha expresado, la postura esencial del accionar de la persona de prensa, de no
revertirse lo cuestionado por el periodista, la cláusula permite transformar la situación
en un autodespido remunerado. Esta opción refuerza la independencia del informador,
le permite defender su dignidad y ayuda a la calidad informativa”.

Según Rodríguez Villafañe: “El periodista debe tener la libertad para no escribir una
nota, o no participar en la investigación o producción de un tema, o no firmarla o
hacerlo con seudónimo, en la medida que fundamente sus motivos. Hoy, con el avance
del periodismo en todos los planos, incluido el tecnológico, pasó de ser una cláusula
‘ideológica’ como en sus orígenes, a una cláusula ‘deontológica’. El objetivo, en
cualquier caso, debe ser proteger al periodista”.

Por su parte, en el proyecto sobre Cláusula de Conciencia presentado por la senadora


Norma Morandini, la legisladora sostiene: “Tanto el profesional de la información como
las empresas de comunicación actúan como agentes sociales. La calidad del debate
público depende de la responsabilidad con la que ejerzan la profesión de informar. Esta
doble instancia, la del profesional como agente social y la de la empresa de
comunicación como entidad protegida constitucionalmente, condicionan la existencia
misma del sistema democrático”.

Y continúa Morandini: “En salvaguarda de la razón fundamental del proceso de la


comunicación, que es garantizar a la ciudadanía una información veraz y responsable, la
cláusula de conciencia, como una medida de acción positiva, pretende garantizar una
mayor protección al profesional de la información, ya que de su integridad profesional e
independencia depende la calidad de la información que transmite a la sociedad. Por la
influencia que tiene sobre la sociedad como formador de una opinión pública libre el
vínculo del periodista con la empresa que lo contrata no debe reducirse a la relación
laboral. Tanto la cláusula de conciencia como el secreto profesional son derechos
específicos del acto de informar y presuponen, insistimos, una garantía del Estado
democrático”.

La senadora aclara: “Si bien la cláusula de conciencia se presenta como una garantía
individual, no significa que se quiera dar a los profesionales de la información una
mayor o reforzada libertad de expresión”. Y plantea que lo que busca su proyecto de ley
es que se reconozca que: “En la medida en que los profesionales de la información son
el factor fundamental en la producción de información, surge la necesidad de otorgarles
una protección básica. Hay en su trabajo un elemento personal, humano, intelectual, que
el derecho no puede dejar de lado. De modo que la cláusula de conciencia no es sólo un
derecho subjetivo, sino una garantía a la confianza y credibilidad de los medios de
comunicación, en tanto condición fundamental para su prestigio como informadores.
Medios independientes expresan y sirven a la construcción de una opinión pública
vigorosa. La protección de la independencia del profesional de la información
salvaguarda también a la sociedad destinataria de esa información”.

En los fundamentos de ese texto también se cita al especialista Damián Loreti quien
sostiene que “la cláusula de conciencia es la vía legal, según Carlos Soria, por el cual el
periodista puede abandonar en forma voluntaria la empresa, percibiendo igual
indemnización que si hubiera sido despedido injustamente. Esta fórmula legal puede
invocarse en el caso de un cambio notable en el carácter u orientación de la publicación
o programa, si este cambio genera para el periodista una situación susceptible de afectar
su honor, reputación o intereses morales”.

Por su parte, en su proyecto de ley de protección de la Cláusula de Conciencia el


diputado Héctor Recalde agrega a las causales ya mencionadas para apelar a ella:
“Cuando la empresa les traslade a otro medio del mismo grupo que por su género o
línea suponga una ruptura patente con la orientación profesional del periodista o del
medio en el que prestaba servicios”. Y fundamenta sobre la labor del periodista: “Su
trabajo está presidido por un indudable componente intelectual, que ni los poderes
públicos ni las empresas de comunicación pueden olvidar y cuya honestidad es
menester preservar. La información no puede ser objeto de consideraciones
mercantilistas, ni el profesional de la información puede ser concebido como un
mercader para quien no existe un particular mandato ético de búsqueda de la verdad,
defensa de los valores democráticos y el pluralismo, siempre desde la visión del
periodista, quien se debe sinceridad -en primer lugar- a sí mismo”.

Y agrega Recalde: “Debe considerarse un derecho fundamental de los periodistas en el


ejercicio de su profesión la existencia de una cláusula de conciencia como elemento
sustantivo destinado a garantizar la indemnidad intelectual, de principios y de
pluralismo”.

El diputado cita a Llamazares Calzadilla quien señala: "Desde su surgimiento hasta


nuestros días, la empresa informativa ha sufrido una enorme evolución que nos lleva
desde la idea de empresa informativa con la finalidad meramente de lucro, en que la
información es concebida como una pura mercancía, hasta la atribución a dicha empresa
de una función pública, la de informar y cooperar a la formación de la opinión pública.
Ya no funciona en razón de criterios puramente económicos, sino que cumple una
función social en la que cobran especial trascendencia elementos de carácter ideológico,
dado que contribuye a la formación de una opinión pública libre y plural. Así, la
empresa informativa pasa a formar parte del grupo de empresas que la doctrina califica
como empresas ideológicas o de tendencia, en las que la actividad empresarial viene
regida de manera muy acentuada, por criterio de carácter ideológico".

“En tanto y en cuanto el periodista reconozca al público como titular del derecho a la
información, y a la información como un producido intelectual con función social, la
cláusula de conciencia resulta imprescindible para garantizar la independencia de
criterio del profesional en el seguimiento, obtención y tratamiento de la información”,
sostiene el texto de Recalde.

La propuesta de una Cláusula de Conciencia, por lo tanto, debe ser comprendida desde
una óptica que abarque tanto el derecho laboral y personal del periodista como la
defensa de la libertad de expresión, teniendo como sustento el mandato social del
trabajador de prensa en la materia.

La Argentina perdió su oportunidad de contar con esta figura tan trascendental en las
democracias modernas cuando se reunió la Asamblea Constituyente de 1994. Sin
embargo, hay diferentes figuras que constituyen un complejo engranaje donde esa
normativa tiene sustento. Desde Pactos Internacionales que tienen rango constitucional
hasta la propia Carta Magna, pasando por el Estatuto del Periodista Profesional. A los
derechos colectivos ya mencionados también se suman los propios del periodista, tanto
en materia profesional como los que atañen a su condición de ciudadano.

En ese rompecabezas de derechos se incorporan desde aquellos que son estrictamente de


particular interés para el desarrollo profesional del trabajador de prensa –donde también
tienen cabida los derechos a la libertad de expresión y de opinión del periodista- hasta
aquellos que garantizan a toda la ciudadanía el acceso a una información “veraz y
adecuada”, a través de los medios y, en particular, de los periodistas sobre quienes
deposita la confianza necesaria para esos fines. O sea, ese mandato social tácito al que
se hizo referencia.

Con respecto a nuestro ordenamiento jurídico, la ausencia de mención alguna sobre la


Cláusula de Conciencia en la Constitución Nacional es una deuda de la reforma de
1994, que no la incluyó cuando garantizó en su artículo 43° el secreto de las fuentes de
información periodísticas.

Sin embargo, como ya se dijo, en su Artículo 14, la Constitución de la Nación


Argentina establece que “Todos los habitantes de la Nación gozan del derecho de
publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. Ese derecho, obviamente, es
extensible a los periodistas como habitantes de la Nación.

Es más, en temas bien específicos como los derechos de consumidores y usuarios de


bienes y servicios se protege específicamente ese derecho de todos los ciudadanos. En el
Artículo 42 de la Constitución Nacional se dice que “los consumidores y usuarios de
bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su
salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz”.
Por su parte, varios Tratados Internacionales, incorporados a la Constitución, dan marco
a este reclamo. Por ejemplo, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre (aprobada en la IX Conferencia Internacional Americana, en Bogotá,
Colombia, 1948) establece en su Artículo IV “Toda persona tiene derecho a la libertad
de investigación, de opinión y de expresión y difusión del pensamiento por cualquier
medio”. Como es obvio, este derecho también alcanza a los periodistas.

En tanto, la Declaración Universal de Derechos Humanos (Adoptada y proclamada por


la Resolución 217 A (III) de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de
diciembre de 1948) sostiene en su Preámbulo “Considerando que la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de
los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana;
considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han
originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha
proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo
en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de
palabra y de la libertad de creencias”.

La “libertad de palabra y de creencias” cobra particular sentido en la configuración de la


Cláusula de Conciencia y en los derechos de los periodistas a ejercerlas, tanto como
ciudadanos como también como profesionales de la comunicación.

En su Artículo 18, la misma Declaración manifiesta: “Toda persona tiene derecho a la


libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su
creencia, individual y colectivamente. Tanto en público como en privado, por la
enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Y en el Artículo 19 argumenta: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y


de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de
fronteras, por cualquier medio de expresión”.

El Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos tiene un alcance para


todos los individuos y en el caso de los periodistas cobra una significación mayúscula
dado que la esencia de su trabajo se fundamenta en esos principios.

Por otro lado, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos (suscripta en San
José, Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969 y aprobada por la República Argentina
mediante la ley 23.054) también hace hincapié en estos derechos colectivos.

Así, en su Artículo 12 (que habla de Libertad de conciencia y de religión), señala en su


punto 1: “Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este
derecho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de
religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus
creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado”.

En el segundo punto señala: “Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que puedan
menoscabar la libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión
o de creencias”.
Y, en el tercero: “La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está
sujeta únicamente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias para
proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicas o los derechos o libertades
de los demás”.

En el Artículo 13 (sobre Libertad de pensamiento y de expresión) avanza en su punto 1:


“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho
comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole,
sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística o por cualquier otro procedimiento de su elección”.

En el punto 2 manifiesta: “El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no


puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben
estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar el respeto a los
derechos o a la reputación de los demás, o la protección de la seguridad nacional, el
orden público o la salud o la moral públicas”.

Y en el tercer inciso explica: “No se puede restringir el derecho de expresión por vías o
medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para
periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión
de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación
y la circulación de ideas y opiniones”.

Además en su Artículo 14, (que habla sobre el Derecho de rectificación o respuesta),


señala en su punto 1: “Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes
emitidas en su perjuicio a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que
se dirijan al público en general, tiene derecho a efectuar por el mismo órgano de
difusión su rectificación o respuesta en las condiciones que establezca la ley”. En el
segundo inciso subraya: “En ningún caso la rectificación o la respuesta eximirán de las
otras responsabilidades legales en que se hubiese incurrido”. Y en el tercero; “Para la
efectiva protección de la honra y la reputación, toda publicación o empresa periodística,
cinematográfica, de radio o televisión tendrá una persona responsable que no esté
protegida por inmunidades ni disponga de fuero especial”.

En tanto, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (suscripto en la


ciudad de Nueva York, Estados Unidos de América, el 19 de diciembre de 1966),
sostiene en su Artículo 18: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento,
de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la
religión o las creencias de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o
sus creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante
el culto, la celebración en los ritos, las prácticas y la enseñanza. 2. Nadie será objeto de
medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de tener o de adoptar la religión
o las creencias de su elección. 3. La libertad de manifestar la propia religión o las
propias creencias estará sujeta únicamente a las limitaciones prescritas por la ley que
sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos, o los
derechos y libertades fundamentales de los demás”.

Y en el Artículo 19, “Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones”. Además
expresa “Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende
la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística,
o por cualquier otro procedimiento de su elección. El ejercicio del derecho previsto en
el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y responsabilidades especiales. Por
consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones que deberán, sin embargo, estar
expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a) asegurar el respeto a los
derechos o a la reputación de los demás; b) la protección de la seguridad nacional, el
orden público o la salud o la moral públicas”.

Como se ve, tanto en materia de la Constitución Nacional de la República Argentina,


como de los Tratados Internacionales que fueron incorporados, hay un andamiaje legal
que protege a todos los ciudadanos –incluyendo a los propios periodistas- en materia de
libertad de expresión, creencias y conciencia (en el sentido más amplio del término).

En cuanto a las vías habituales para que el periodista pueda hacer sus derechos,
generalmente plasmadas en la Justicia laboral, se plantea en esta iniciativa la posibilidad
de recurrir –en caso de que fracasen las instancias de mediación ya citadas- la
posibilidad de recurrir a la acción de amparo, con los plazos establecidos para esta
figura. Como con esta propuesta de ley se defienden derechos fundamentales del
periodista como individuo y profesional y también de todos los ciudadanos se toma
como referencia lo que reza el Artículo 43 de la Constitución de la Nación Argentina:
“Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no
exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades
públicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos
por esta Constitución, un tratado o una ley”.

En sintonía con esta propuesta, en el proyecto sobre Cláusula de Conciencia presentado


por la senadora Norma Morandini, la legisladora sostiene “En términos estrictamente
jurídicos, nuestra legislación concibe a la libertad de expresión como una libertad de
carácter público. Juan Bautista Alberdi ya la consideraba una “garantía tutelar de todas
las garantías y libertades tanto económicas como políticas”. El artículo 14 de nuestra
Carta Magna hoy no sólo protege la libertad de ideas sino que auspicia el debate público
libre, sobre bases veraces y adecuadas. Un nuevo alcance al que nuestra Corte Suprema
fue receptiva en la causa “Campillay” (Campillay, Julio C. c/ La Razón y otros), donde
se afirma que aquella garantía constitucional debe leerse con el alcance del Art. 13 del
Pacto de San José de Costa Rica, ocho años antes de inclusión en el artículo 75 inciso
22 de nuestra Constitución Nacional. Interpretado por la Corte Interamericana de
Derecho Humanos, el artículo 13 incluye las dos dimensiones -individual y colectiva-
de la libertad de expresión. Y así lo entendió el constituyente de 1994, que reforzó la
libertad de expresión como valor individual y como valor social, dotándola de mayores
garantías. En ese sentido, el artículo 43 de la Carta Magna reformada, al regular el
hábeas data, incluyó expresamente la protección al secreto profesional al establecer que
“no podrá afectarse el secreto de las fuentes de información”. El artículo 42 exige que la
información brindada a los usuarios y consumidores sea veraz y adecuada y el artículo
75 inciso19 obliga al Congreso a proteger el espacio audiovisual y cultural, defendiendo
los valores democráticos y el desarrollo humano”.

ANTECEDENTES:
- Los primeros estatutos profesionales del siglo XX como los de Austria (13 de enero
de 1910), de Hungría (28 de marzo de 1914), el Convenio Colectivo de la República de
Weimar de 1926, como así también al contrato colectivo de los periodistas checos de
1927, dan marco al origen de esta figura (Recalde).

- Hay disposiciones de los tribunales de Italia durante los años veinte que abordaron
tangencialmente el tema. Incluso fueron la fuente de inspiración para Francia: allí se
incluyó esta institución en su Código de Trabajo, en 1935. “Esta legislación ha sido la
base para una serie de normativas al respecto, en diversos países y fue incorporada
constitucionalmente por España en su constitución de 1978, en el artículo 20.1.d”,
explica el especialista Miguel Rodríguez Villafañe. - En Francia, la cláusula de
conciencia está incluída en el Estatuto del Periodista, que es de 1935 (y en 1972 lo
extendió a los periodistas free lance que colaboran en un medio). Allí se contempla
también lo que ellos llaman una “cláusula de cesión”, que implica que cuando hay una
venta total o parcial de acciones, se abre un período de 6 meses para que los
trabajadores puedan dejar el medio con una indemnización de despido sin causa, en
desacuerdo con ese traspaso accionario. Si el medio rechaza la apelación a la cláusula
de conciencia, se recurre a una Comisión Arbitral.

- En 1997, se sancionó en España la Ley Orgánica de la Cláusula de Conciencia, dando


forma a algo que ya estaba mencionado en la Constitución de 1978. El primer caso llegó
a la Justicia en 1992. Además, hay estatutos de redacción internos –por acuerdos entre
empresas y periodistas- que establecen cómo debe actuarse en caso de generarse un
conflicto en la materia. Se habla de “una instancia interna para su planteo para luego
--siempre y cuando no haya acuerdo-- habilitar la vía judicial”, según explica el
especialista Mariano Román. También hay una instancia no sólo individual sino
también colectiva en casos donde se incurra a lo que se entendería como una afrenta
general frente a un grupo importante de ese medio. En la mayor parte de los casos eso
puede ocurrir cuando se produce un viraje claramente demostrable en la ideología o en
los parámetros éticos de esa empresa. Algo que según Román genere claramente “una
lesión a las convicciones o independencia del periodista”. En todos los casos, fracasadas
todas las instancias de negociación, se recurre a la figura de la rescisión unilateral del
contrato de trabajo y la percepción de una indemnización similar a la de un despido sin
causa.

- Incluso existen constituciones latinoamericanas, que fueron posteriores a la española,


que incorporaron la cláusula de conciencia. Tal es el caso de las constituciones como las
de Paraguay, Bolivia y Ecuador, pero aún no fueron reglamentadas. En Ecuador, en
particular, se está discutiendo una ley sobre “objeción de conciencia” en general, con un
apartado especial referido a los periodistas.

- Hay códigos deontológicos de la profesión periodística que incluyen la regulación de


la cláusula de conciencia. La mayoría de estos códigos corresponden, según Vicente J.
Navarro Marchante y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges, a la Federación Internacional de
Periodistas (FIP), a la UNESCO, al Consejo de Europa, al Colegio de Periodistas de
Cataluña y a la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE).
(Morandini)

- En tanto, en Argentina, se puede tomar como referencia el Estatuto Del Periodista


Profesional (Ley 12.908) que señala en su Artículo 5: “La libertad de prensa y la
libertad de pensamiento son derechos inalienables, y no podrá negarse el carnet
profesional, o ser retirado, o cancelado, como consecuencia de las opiniones expresadas
por el periodista”. También subraya, en su Artículo 29: “La circunstancia de que el
periodista sea afiliado a un sindicato o asociación gremial o a un partido político no
podrá ser motivo para que el empleador impida su ingreso, como tampoco causal de
despido”. Y en el 38: “La estabilidad del periodista profesional, cualquiera sea su
denominación y jerarquía, es base esencial de esta Ley"

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