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Núm.

520 3 de junio de 2011

DAÑOS COLATERALES:
INFANCIA EN PELIGRO

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CONDICIÓN DE RIESGO 4
¿INFANCIA ES DESTINO ? 11
LECTURA POLÍTICA 13
ÍNDICES 15
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de los fenómenos y las instituciones del poder, de los actores y los procesos políticos en
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Daños colaterales:
infancia en peligro

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Primera edición 2011.

CARTA DE POLÍTICA MEXICANA. Marca registrada, año XXI, vol. XXI, núm. 520, 3 de junio de 2011, publicación
catorcenal, editada, publicada e impresa por GRUPO CONSULTOR INTERDISCIPLINARIO, S.C. CPM en internet:
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S i el presente está salpicado de rojo, el porvenir se pinta de negro. El
daño está hecho, aunque siempre puede empeorar; incluso si hoy
se detuviera la sangría que abraza todo el país, si como por decreto
cesara la violencia, las consecuencias de más de cuatro años de
muertes y narcoejecuciones, de combate a la delincuencia, están a la
vista y nublan el futuro del país. Son los niños que la violencia dejó
huérfanos y que amenaza con adoptar.

De entre cuerpos sin vida y escombros del Estado de derecho, de


entre el traqueteo de los cuernos de chivo y la polvareda mediática que
levanta el combate al narcotráfico, se dejan ver siluetas ya nada
fantasmales de cientos de menores cuya infancia ha sido segada por la
violencia criminal o incluso por la violencia legítima (cuantificados como
“daño colateral”).

No son pocos y cada vez son más los menores —algunos


demasiado— que se ven involucrados en hechos criminales, ya sea
como víctimas o victimarios. Sin datos oficiales en la materia que lo
corrobore o no, informes y notas recientes alertan sobre los múltiples
impactos de la escalda de violencia en el país sobre los menores de
edad. Asediados desde distintos frentes, niños y jóvenes se han vuelto
blanco recurrente de hechos violentos: un estudio de la Cámara de
Diputados calcula en más de cuatro mil los decesos de infantes y
adolescentes entre diciembre de 2006 y octubre de 2010.

Quienes se salvan de las balas, en ocasiones no se salvan de las


organizaciones delictivas que en los últimos cuatro años habrían
reclutado a alrededor de 30 mil menores de edad (niños y niñas) para
muy diversas actividades ilegales. Más de un 10 por ciento de ellos han
sido detenidos en operativos federales contra la delincuencia.

Algunos escapan a las balas, otros a las cada vez más amplias redes
criminales, otros eluden a las autoridades… pero hay quienes no logran
evadir la orfandad: ya sea producto de narcoejecuciones o derivado del
enfrentamiento con autoridades o por simple “circunstancia” —estar en
el lugar y en el momento equivocados—, pero se estima que el combate

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

a la delincuencia organizada ha dejado entre 40 mil y 50 mil huérfanos


—tan sólo en Ciudad Juárez, de acuerdo con organizaciones civiles, la
cifra rebasa los 10 mil.

Una situación alarmante, de emergencia, que además de padecer la


proverbial indiferencia gubernamental, no ha propiciado un debate
público y, mucho menos, acciones o políticas concretas a favor de este
grupo social altamente vulnerable; por el contrario, en no pocos casos
ha recibido un tratamiento insensible e incluso ofensivo por parte de los
medios de comunicación, que con harta frecuencia tienden a
estigmatizar y criminalizar a niños y adolescentes involucrados en
hechos de violencia (“niños sicarios”).

Infancia en peligro, el futuro del país en riesgo, asediado por múltiples


amenazas y dejado a su suerte. Crónica de una tragedia en curso, relato
de una crisis —otra más— en ciernes.

CONDICIÓN DE RIESGO
Conviene empezar por una imagen dura, por una de esas estampas
—tan denostadas— que no ayudan en absoluto a recomponer la
maltrecha fachada del país pero que no engañan, que sencillamente
retratan: como ánimas en pena, descalzos y ligeros de ropa en plena
madrugada, sin rumbo ni destino, en ese limbo que son las calles de
Nuevo Laredo, Tamaulipas, caminaban tres grupos variopintos de
menores, que en total sumaban 17 niñas y ocho pequeños; uno de ellos
llevaba en brazos a una bebé de pocas semanas de nacida.

Imagen apocalíptica, como pocas, si las hay. Daño colateral de carne


y hueso en errancia hacia ninguna parte. Más tarde se supo, por las
declaraciones de algunos de ellos, que “a sus padres se los llevaron
hombres con pistolas". 1 En su mayoría, luego de ser asistidos por
Desarrollo Integral para la Familia ( DIF) estatal, los menores fueron
entregados a sus familiares. Terminó allí la anécdota macabra pero no el
drama para esos y otros cientos, miles de niños que padecen los
estragos de la violencia en todo el país.

Un drama que, para empezar, es un enigma: a más de cuatro años del


despliegue de operaciones federales contra la delincuencia organizada,
el gobierno federal no dispone siquiera de información precisa sobre el
número de víctimas menores de 18 años relacionadas con la violencia

1. VÉASE “Rescatan a 25 niños abandonados en Tamaulipas”, El Universal (on line), 2 de


febrero, 2011, <http://www.eluniversal.com.mx/notas/741840.html, 1° de junio, 2011>.

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DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

criminal. Mucho menos del número de huérfanos o alguna aproximación


sobre los menores reclutados por organizaciones delictivas.

Siempre como reacción tardía, hace unos meses la titular del Sistema
Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, Cecilia Landerreche
Gómez Morín, anunció la creación de una “base de datos para conocer
la cantidad de menores que se han quedado sin hogar debido al
combate a la delincuencia organizada”. 2 De modo que, al igual que otras
materias en donde parece elemental disponer de información oficial para
emprender cualquier diagnóstico —ya no se diga tomar decisiones y
emprender acciones—, en ésta todos son datos parciales, estimaciones,
cálculos, cifras no confirmadas, tampoco desmentidas…

Pero es lo que hay… y lo que deja ver es un cuadro sombrío,


hiperrealista, trágico. Con todas las limitaciones para documentar y
acceder a la información, sin duda el estudio más amplio y sistemático
del que se dispone es Infancia y conflicto armado en México, un “informe
alternativo” presentado por la Red por los Derechos de la Infancia en
México (Redim) en el Comité de los Derechos del Niño de la
Organización de las Naciones Unidas.

Blanco fácil, las amenazas y daños contra niños y adolescentes han


aumentado significativamente, desde distintos flancos, en los últimos
cuatro años:

Mortalidad al alza

Si bien en una proporción menor al promedio nacional, la población


menor a 18 años ha sentido los estragos de la escalada de violencia:
“desde diciembre de 2006 a octubre de 2010, 994 niños y niñas han
perdido la vida en la lucha contra la delincuencia organizada”. 3 Un
aumento considerable a la luz de los 503 decesos de menores
registrados entre el 2000 y el 2006.

De entre esa población en minoría de edad, es el grupo de 15 a 17


años el que ha registrado los mayores incrementos: “De 2007 a 2008, en
un sólo año, la tasa de homicidios de Baja California subió de un 8.33
hasta 24.3 por cada 100 mil personas de este rango de edad
(incremento de 291.7%) y en Chihuahua, donde pasó del 12.6 hasta el

2. VÉASE Edgar Ávila Pérez, “DIF elabora padrón de huérfanos del narco”, El Universal, 23
de marzo, 2011, <http://www.eluniversal.com.mx/notas/753986.html, 1° de junio, 2011>.
3. Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), Infancia y conflicto armado en
México. Informe alternativo sobre el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los
derechos del niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados, México,
Redim, 2001, p. 27.

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

45.95, con un incremento del 364%. Aún más impresionante es el


aumento de esta tasa en el estado de Sinaloa, donde pasó de 3.13
hasta 17.01, produciéndose así un incremento del 543%”. 4

En términos territoriales, son cuatro estados del norte del país donde
se registraron, durante el 2008, las tasas de homicidios más elevadas:
Chihuahua 45.9 por cada 100 mil habitantes, Baja California 24.3,
Sinaloa 17.01 y Durango con 14.39. Le siguen entidades del centro: el
Distrito Federal con una tasa de 11.48, Nayarit y Morelos con 10.2. En
contraste, Hidalgo y Baja California Sur fueron las entidades con las
tasas más reducidas: 0.3 y 0, respectivamente.

Este registro incluye también a hijos de los miembros de los distintos


cuerpos policiacos. “En la numeralia de la muerte infantil —escribe
Marcela Turati, autora de Fuego cruzado. Las víctimas atrapadas en la
guerra del narco— están los hijos de los policías, que seguramente
soñaban que de grandes usarían el mismo uniforme y tripularían una
patrulla. Pero no los dejaron ser nadie. Padre e hijos se fueron a la
tumba, como en el caso de Valeria Jazmín y Samantha Julissa, de 12 y
5 años, hijos de un jefe policial de Tijuana. Otros fueron forzados a
compartir la fosa familiar: como los niños de 4, 7, 9 y 16 años
exterminados con saña como desquite porque su hermano mayor —un
miembro de la Marina— participó en la captura de un narcotraficante.
Adultos y niños fueron asesinados como perros, como si su linaje
estuviera maldito.” 5

La orfandad se extiende

Efecto no deseado pero creciente de la ofensiva gubernamental contra


la delincuencia organizada, es que buena parte de los 35 mil muertos
que ha dejado esta lucha tenían familia, muchos de ellos hijos. “Además
de la violencia directa, que resulta en la muerte o la lesión de niños y
niñas en todo el país, la infancia mexicana está también afectada por el
fallecimiento de uno o ambos de sus padres en la guerra del gobierno
contra los cárteles de la droga. Estimaciones de ONG hablan de unos 30
mil huérfanos, aunque se desconozca el número exacto, ni su paradero,
ya que ningún órgano de gobierno está contabilizando o atendiendo los
casos.”6 Tan sólo para Ciudad Juárez, Chihuahua, Gustavo de la Rosa,
visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, calcula en 12

4. Ibídem, p. 30.
5. Marcela Turati, “Víctimas „colaterales‟”, Proceso, núm. 1785, 16 de enero, 2011, p. 8.
6. Ibídem, p. 30.

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DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

mil el número de menores de edad que habría perdido a uno de sus


padres del 2007 a la fecha.7

Un problema grave, dramático frente al cual la respuesta institucional


parece minúscula: además del padrón de huérfanos y de un programa
para flexibilizar los trámites para la adopción de estos menores, ambos a
cargo del DIF nacional, para el caso de Ciudad Juárez el gobierno estatal
creó un limitado Fondo de Atención a niños y niñas hijos de víctimas de
la lucha contra el crimen (Fanvi), al que tendrán acceso apenas unos
dos 1 500 huérfanos.8

Carne de cañón o de presidio

Uno de los filones acaso más preocupantes y sórdidos de la escalada de


violencia criminal y sus impactos para los menores de edad es,
precisamente, la instrumentalización, el reclutamiento de niños y
adolescentes, cada vez a edad más temprana, en actividades criminales.
En el Informe citado se advierte: “No existen estadísticas oficiales sobre
el número y el tipo de delitos cometidos por los niños y las niñas
involucrados en el crimen organizado. Tampoco existen cifras oficiales
sobre el número de niños implicados de varias formas con la
delincuencia organizada. Cifras de la academia hablan de unos 30 000
niños y niñas que cooperan con los grupos criminales de varias formas y
están involucrados en la comisión de unos 22 tipos de delitos (desde
tráfico de droga, hasta secuestro de personas, desde trata de seres
humanos hasta extorsiones, contrabando, piratería, corrupción, etc.).” 9

Carne de cañón, mano de obra barata y completamente flexible


—como lo aconseja cierto canon empresarial— para las organizaciones
criminales que han convertido ese segmento social en su principal
fuente de reclutamiento; las razones son obvias: 1) les salen baratos:
por unos cuantos miles de pesos pueden ser empleados como
“monitores” o, incluso, como asesinos; 2) en caso de ser detenidos,
recibirán —en teoría— un trato “benévolo”, como corresponde a su
minoría de edad, y 3) saldrán pronto de los centros de detención, pero si
mueren son desechables, es decir, fácilmente reemplazables.

“Ventajas competitivas” de este segmento del “mercado laboral” para


la delincuencia que ha llevado a bajar la edad de reclutamiento:

7. VÉASE AFP, “12 mil huérfanos por la inseguridad en Juárez, dice el ombudsman estatal”,
La Jornada, 14 de abril, 2011, p. 4.
8. VÉASE Marcela Turati, “Aquí todo es orfandad”, Proceso, núm. 1799, 24 de abril, 2011,
p. 21.
9. Redim, Infancia y conflicto armado…, op. cit., p. 36.

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

[…] ya a partir de los 9-10 años, los niños y las niñas se involucran en
delitos, sobre todo en la trata de personas. Los niños más pequeños son
utilizados como vigías o informadores, o se les utiliza para abordar los
trenes, monitoreando la cantidad de migrantes que llegan cada día. A
partir de los 12 años, se les utiliza para cuidar las casas de seguridad y
controlar que nadie se escape. Lo más grandes, a partir de los 16 años,
trabajan en ejercicios más violentos, como los secuestros, los asesinatos,
y todos portan armas.

En lo que se refiere al narcotráfico, los niños están involucrados en toda la


línea de la industria. Lo más pequeños trabajan como vigilantes, lo más
grandes se ocupan del traslado de la droga y a partir de los 16 años
empiezan a ser contratados como sicarios. Las niñas están involucradas
sobre todo en el empaquetamiento de la droga.10

Y si no de cañón, entonces carne de presidio. El Informe ofrece distintas


cifras sobre detenciones de menores en operativos federales contra la
delincuencia organizada. La Secretaría de Defensa (Sedena) informa no
tener registro alguno de detenciones de menores de edad antes del
2007, pero justo a partir de ese año y hasta el 2010 la cifra no ha dejado
de incrementarse: fueron seis los detenidos en el 2007, 44 en el 2008,
140 en el 2009 y 42 en sólo cuatro meses del 2010. La Secretaría de
Marina (Semar), por su parte, detalla 26 detenciones en el mismo
periodo: tres en el 2007, cuatro en el 2008, 10 en el 2009 y nueve en el
primer cuatrimestre del 2010. Finalmente, los datos ofrecidos por la
Policía Federal elevan considerablemente la cifra: del 2008 a mayo del
2010 contabiliza la detención de 363 menores de edad, casi la mitad de
ellos en Chihuahua (148). 11

Si estos 621 casos, reconocidos según datos oficiales, parecen una


cifra elevada y preocupante, cuando se contrastada con información
periodística la situación adquiere un tono de gravedad. Un conteo
realizado por el diario Reforma registra un número de 3 664 niños
y niñas detenidos por autoridades federales entre diciembre del 2006 y
abril del 2010.12

Cualquiera que sea la cifra —imprecisión que confirma la necesidad


de mayor rigor y transparencia en el manejo de la información—, advierte
sobre la creciente y temprana incorporación de niños y adolescentes en las
redes de la delincuencia organizada.

10. Ibídem, p. 37.


11. Ídem, pp. 38 y 39.
12. Ídem.

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DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

Criminalización de la infancia

De la mano de lo anterior va la tendencia, igualmente progresiva, a


criminalizar a niños y adolescentes involucrados en estas actividades:
en una entrevista reciente, el teniente coronel retirado Julián Leyzaola
Pérez, secretario de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, sostiene que
el problema de ese municipio “es que los homicidas son chamacos de
16, 17, 18 años, son aprendices de asesinos, que no saben discriminar,
no saben discernir entre lo que es un objetivo y el resto de la gente.
Estos chamacos irresponsables, si el sujeto al que van a ejecutar va con
otros tres, mataron a los cuatro. Ése es el problema de Ciudad Juárez,
por eso tenemos tantos homicidios.” 13

Una perspectiva contraria, por completo, a la de diversos especialistas


para quienes esa condición de minoría de edad debiera hacer la
diferencia en el tratamiento: “Es preciso subrayar que la infancia y la
adolescencia que se une a grupos criminales no debe de ser
considerada sólo como infractores de la ley penal, sino también
entender que estos niños y niñas son víctimas de explotación económica
por parte del crimen organizado desde una edad muy temprana.” 14

Domina, pues, una mirada conservadora, que estigmatiza a estos


niños, que tiende al ajusticiamiento mediático, que no atina respuestas
que no pasen por el endurecimiento de las penas o por la reducción de
la edad penal, pero que no se hace cargo, en lo absoluto, de las raíces
estructurales del problema. Luke Dowdney —sociólogo especialista en
violencia armada organizada, delincuencia e infancia, fundador de la
organización Fight for Peace— ha identificado, a partir de un estudio
empírico realizado en nueve países, una serie de factores que en mayor
o menor medida inciden en la afiliación de menores de edad en grupos
armados:

a) Pobreza. “Todos los grupos armados investigados ofrecen


remuneración financiera a sus miembros, ya sea como salarios
fijos, oportunidades de venta de drogas sobre la base de
comisiones o como infraestructuras necesarias para cometer
robos armados y otros crímenes. La pobreza fue citada
frecuentemente por los encuestados como una razón para
ingresar a los grupos armados.”

13. Pedro Sánchez Briones, “Son 'chamacos' nuevos sicarios”, Reforma, 3 de junio, 2011,
p. 6.
14. Redim, Infancia y conflicto armado…, op. cit., pp. 36 y 37.

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

b) Acceso a bienes de consumo. “Entre los adolescentes pobres,


obtener suficiente dinero para comprar bienes de consumo es un
fuerte incentivo para ingresar a grupos armados y los
encuestados lo han señalado a menudo como una importante
razón de ingreso. […] Para muchos de los niños que crecen en
comunidades pobres, vale la pena arriesgar la vida por tener
capacidad de poseer un par de zapatillas Nike, vestidos de marca
y una cadena de oro.”

c) Falta de opciones. “Los encuestados de todos los países


mencionaron la falta de alternativas al ingreso a un grupo armado,
como una razón de su implicación. La ilusión de riqueza que los
grupos ofrecen a los niños de entornos pobres se refuerza por el
hecho de que la mayoría de los niños y jóvenes entrevistados
tenían pocas opciones para ganarse la vida. A pesar de que la
mayoría de los entrevistados obtienen apenas un sueldo de
subsistencia de los grupos armados, muchos consideran eso
como mejor que la otra alternativa: el desempleo o un „puesto de
trabajo sin perspectivas‟.”

d) Familias sustitutas. Un entorno familiar disfuncional, violento o


con señaladas ausencias, en determinados contextos —de
marginación, predominantemente—, ofrece condiciones para que
niños y adolescentes sean adoptados por “familias sustitutas”:
pandillas de barrio o redes de reclutamiento de organizaciones
delictivas más grandes.

e) Identidad. Un factor que pesa, sobre todo entre los más jóvenes,
para ingresar en grupos armados: “La ostentación pública de la
identidad por los miembros de grupos armado, a través de la
vestimenta, la música o la proclamación de la etnicidad o de la
obediencia clánica, puede animar sentimientos de „pertenencia‟
entre los niños y jóvenes que crecen en ambientes donde los
grupos armados tienen una fuerte presencia.”

f) Protección. “Ingresar a un grupo armado a cambio de protección,


ya se verdadera o percibida, fue una razón común dada por los
entrevistados cuando se les preguntó porqué ingresaron. Los
niños y jóvenes pueden ser asociados a un grupo armado sólo
por el hecho de crecer en un área donde ese grupo está activo.”

g) Venganza. Un factor, señala por último Dowdney, que fue citado


“como una razón para ingresar a un grupo armado por los

10
DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

entrevistados de casi todos los países considerados en este


estudio”. 15

Con todo, prácticamente, a la contra. Porque además de los factores de


riesgo que asedian a niños y jóvenes, de la monumental indiferencia del
gobierno federal a la que se suma la incapacidad de los estatales,
de campañas mediáticas que azuzan el recelo hacia esta población
afectada de diferentes modos por la violencia, juega en su contra el
retraso de un nuevo sistema federal de justicia penal para adolescentes,
establecido desde diciembre de 2005 cuando se aprobó la reforma al
Artículo 18 de la Constitución, y que hasta hoy sigue pendiente.

¿INFANCIA ES DESTINO?
Esperemos, por el bien de esos niños y adolescentes alcanzados por la
violencia y por el propio bien de la sociedad, que el conocido aserto del
psicólogo mexicano Santiago Ramírez no se cumpla, que infancia no
sea destino.

Pero destino o no, por lo pronto la situación de extrema vulnerabilidad


de miles de niños en el país —señaladamente en cuatro o cinco
entidades del norte— frente a la violencia armada es una llamada de
alerta para las distintas autoridades y la sociedad toda y que, al propio
tiempo, le abre otra línea de acción y vulnerabilidad a la estrategia
gubernamental de combate a la delincuencia organizada.

Si resulta cuestionable que la administración que encabeza el


presidente Felipe Calderón no tuviera la previsión sobre este tipo de
“daño colateral” que generaría el combate a la delincuencia, es lamentable,
inadmisible que hoy, con el problema encima, con colectivos cada vez
más nutridos de huérfanos, con más bajas mortales de menores de
edad, con evidencia de un reclutamiento sistemático y temprano de
niños y adolescentes en redes criminales, el gobierno federal pase
prácticamente de largo de este drama y problema mayor de seguridad
para el país; y que no responda sino con medidas ni siquiera paliativas,
como no puede serlo, por ejemplo, simplificar el proceso de adopción.

El país está hipotecando su futuro. El gobierno federal no gana la


batalla contra la delincuencia cuando ya está engendrando —sin querer
queriendo— una nueva amenaza.

15. Luke Dowdney, Ni guerra ni paz. Comparaciones internacionales de niños y jóvenes en


violencia armada organizada, Río de Janeiro, Viva Río/COAV/ISER/IANSA, 2005, pp. 73-77.

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

Porque, además del drama actual de esos cientos de niños que


padecen la violencia armada organizada, como víctimas o victimarios
pero siempre como piezas desechables, y lo que todo ello deja ver en
cuanto a un tejido social cada vez más lastimado y frágil, es evidente
que estamos abonando el terreno para la expansión y fortalecimiento de
la delincuencia organizada.

La experiencia internacional muestra que ciertos fenómenos de muy


variada naturaleza ofrecen condiciones propicias para el crecimiento de
grupos y organizaciones criminales.

Conflictos internos, desplazamientos masivos, guerras civiles,


accidentes meteorológicos, grandes tragedias humanas pueden
contribuir de forma insospechada al aumento del crimen. El caso
paradigmático es el de la Mara Salvatrucha, una de las pandillas más
sanguinarias y extendidas en la región, alimentada lo mismo por los
huérfanos de la guerra civil salvadoreña que por el paso del Huracán
Mitch en Honduras, a donde llegaron varios maras para reclutar —de
entre los precarios albergues y refugios para los damnificados— a
cientos de jóvenes huérfanos o extraviados… 16

La complejidad de un fenómeno como este evidencia las enormes


limitaciones de un enfoque exclusivamente punitivo, que reduce el
asunto a un tema de seguridad pública, que no va más allá de promover
el endurecimiento de las penas, la reducción de derechos de los
presuntos responsables…

Si la delincuencia, en general, reclama un enfoque integral en su


tratamiento, la respuesta al caso particular de los menores involucrados
en procesos de violencia armada organizada demanda considerar el
fracaso de un modelo de crecimiento que no genera empleo, que
precariza la condición laboral, que acentúa la concentración de la
riqueza; considerar la debilidad creciente de un Estado que ha perdido
terreno —por decir territorio nacional— frente a la delincuencia
organizada; un Estado cuya respuesta institucional es tarda, floja e
inconsistente; considerar el fracaso de un régimen político que por
acción u omisión ha sido cómplice, que ha tolerado por su indolencia o
inoperancia, o ambas, la expansión de la delincuencia organizada y el
escalamiento de la violencia.

Pero también, considerar el fracaso de una sociedad que mira con


ojos de espanto o lástima la tragedia que atrapa a miles de niños y

16. VÉASE Marco Lara Klahr, Hoy te toca la muerte. El imperio de los Maras visto desde
adentro, México, Planeta, 2006.

12
DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

adolescentes; que sólo mira, pero no convoca solidaridad ni articula


respuestas concretas para encarar este drama; que ni siquiera tiene
claro con qué ojos ver a estos menores.

El círculo de violencia que hoy estrangula a la infancia mexicana


señala a todos. De allí que la respuesta reclame el concurso de todos
los grupos y sectores de la sociedad.

LECTURA POLÍTICA
Muertos, heridos, huérfanos de padres, huérfanos de hijos, deudos,
deudas, dudas… secuelas de una batalla que, por terrible que parezca,
aún no se muestra toda ni a todas sus víctimas.

Ser menor de edad se está convirtiendo en un peligro en algunas


zonas del país. Como bestia cebada, la delincuencia organizada ya
probó y no parece dispuesta a renunciar a las ventajas comparativas
que le ofrece una mano de obra barata, fácilmente desechable y por la
que nadie parece preocuparse.

El daño está hecho pero puede crecer y agudizarse. Por ello, es urgente
que las autoridades federales, estatales y municipales desarrollen e
instrumenten programas sociales que atiendan este grave problema en
plena expansión. Es imperativo que, ante la sordera y negligencia de los
políticos profesionales, las organizaciones sociales, civiles, culturales y
religiosas desplieguen acciones para contener y revertir el clima de
indiferencia y resignación ante la barbarie.

Elena Azaola, psicóloga y antropóloga social, sostiene: “La


reconciliación que el país requiere comienza por que los adultos
podamos hacernos cargo de la pérdida que los niños han sufrido, ya sea
que sus padres hayan muerto por error, porque formaban parte de un
grupo delictivo o porque eran soldados o policías. Los niños no tienen la
culpa y la pérdida de sus padres les pesa y duele de la misma manera a
todos. La reconciliación no podrá darse mientras los adultos no nos
hagamos cargo del dolor de cada uno de los niños, hijos del policía o del
delincuente: los niños no tienen la culpa.” 17

No estaría nada mal que el gobierno federal empezara a dar señales


de sensibilidad y capacidad para rectificar en su estrategia de combate a

17. Elena Azaola, “Los niños no tienen la culpa”, proceso.com, 4 de marzo, 2010,
<http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/88854, 1º de junio, 2011>.

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

la delincuencia organizada precisamente en ese flanco tan vulnerable,


hasta ahora, que es el de la infancia.

Toda noción de victoria gubernamental, por vaga que sea, que no se


haga cargo del fenómeno expansivo de la violencia entre niños y
adolescentes no será sino otro mito de los tantos que campean en el
combate a la delincuencia organizada; no será si no propaganda,
publicidad que no resiste la menor prueba de la realidad.

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DAÑOS COLATERALES: INFANCIA EN PELIGRO

ÍNDICES
Onomástico De instituciones y organizaciones

Azaola Garrido, Elena, 13 Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua,


Calderón Hinojosa, Felipe de Jesús, 11 6
Dowdney, Luke, 9, 10 Comité de los Derechos del Niño de la Organización de
Landerrache Gómez Morín, Cecilia, 5 las Naciones Unidas, 5
Leyzaola Pérez, Julián, 9 Desarrollo Integral para la Familia de Tamaulipas ( DIF-
Ramírez Ruiz Sandoval, Santiago, 11 Tamaulipas), 4
Rosa Hickerson, Gustavo de la, 6 Figth for Peace, 9
Saldaña Benítez, Samantha Julissa, 6 Mara Salvatrucha, 12
Saldaña Benítez, Valeria Jazmín, 6 Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim),
Turati Muñoz, Marcela, 6 5
Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), 8
Secretaría de Marina (Semar), 6, 8
Secretaría de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, 9
Sistema Nacional para el Desarrollo Integral para la
Familia (DIF), 5, 7

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CARTA DE POLÍTICA MEXICANA NÚM. 520

Carta de
Política Mexicana
Suscripción a la
Núm. 520 3 de junio de 2011
Carta de
DAÑOSCOLATERALES:
INFANCIAENPELIGRO Política Mexicana

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