Movimiento de

Educación Popular Integral y

BANDIDOS Y POSADAS EN EL
Promoción Social

CAMINO: 3) Por la izquierda, la

pereza y la codicia

Introducción. Continuamos con los asaltos del camino. Esta vez es la codicia o deseo incontrolado.
Seguimos con el artículo de Javier Melloni, “Bandidos y posadas en el camino”, complementado con oraciones
personales y comunitarias de Patxi Loidi. Ojalá nos sirva en nuestro caminar.
La pereza no es sólo la sutil inercia de antes, sino el
descaro de la negligencia, el impudor de la apatía.
Abandonada la vigilancia, nuestros propios animales
se desatan. No hay camino alguno. Sólo selva, jungla
espesa, como espesos son los deseos que nos dominan.
Dante, en el mediodía de su vida, fue asaltado por tres
bestias:
1. el lince, símbolo de la lujuria,
2. el lobo, símbolo de la codicia
3. el león, símbolo de la soberbia.
En esta guía, tocaremos la cuestión de la avidez y
codicia. No se trata de hacer consideraciones morales,
sino de reconocer humilde y lúcidamente que el no
dominio de nuestras pasiones nos destruye, nos
encierra en nosotros mismos, nos cierra el delicado
camino que lleva a la interioridad, como también es
obstáculo en el camino que lleva al encuentro de los
demás. La alternativa no consiste simplemente en
reprimir los deseos que vienen de lo profundo de
nosotros mismos, allí donde el cuerpo y nuestro
psiquismo se confunden, sino en conocer las leyes de la
materia que habitamos y que nos constituye, para
amarla sin ser poseídos por ella. Porque el cuerpo que
somos también necesita ser evangelizado, es decir,
liberado de las pasiones de posesión y de depredación
que lo atraviesan.
Javier Melloni desarrollamos según nuestra propia línea no
La Codicia
La codicia se encuentra en todas partes de la
Biblia: David codicia a la mujer de uno de sus
generales y le tiende una trampa para matarlo
(2Samuel 11,12). Los discípulos de Jesús tampoco
están libres de la rivalidad (9,33-34)
La raíz de la rivalidad se halla en la codicia. La
consecuencia de la codicia es la violencia,
conduce a la muerte, a la destrucción de uno
mismo y del otro (Dt. 5,21).
La raíz hebrea de la palabra “codicia” es
“encanto”: no estés encantado por lo que
pertenece al otro, por lo que es el otro y tú no
eres. No estés encantado por las cualidades del
otro, por su camino, su tarea. Sé tú mismo, sigue
tu propio camino.
Detrás de la codicia hallamos el miedo a perder, a
no ser amados ni reconocidos, a no valer nada, a
perder nuestro lugar, pero también el deseo de
acaparar. No queremos que nada se nos escape,
queremos ser amados, apreciados y valorados
como lo es el otro.
La codicia conducirá a la violencia hacia el otro, a
partir del rencor ante lo que tiene, lo que es y el
deseo de obtenerlo.
Pero también conduce a la alienación de uno
mismo, desviado hacia el otro; despreciándonos
entramos en un proceso de comparación muy
destructivo.
La envidia es mortífera para el otro y para
nosotros mismos. Incita a matar al otro para
tomar lo que tiene, lo que es. Hay muchas
maneras de matar al otro por codicia:
desvalorizándolo, despreciándolo; buscando
destruirlo en su creatividad, desestabilizándolo
con argumentos mentirosos; negándolo, dándole
pruebas de indiferencia total, valorizándolo en
exceso…
Pero es también autodestrucción, pues si no nos
daremos frutos.
¿Qué nos dice la Palabra?
La Palabra de Dios nos llama a vivir como únicos,
diferentes de otros y en relación justa con él,
respetando su diferencia, dejándole lo que le
pertenece y es.
Sólo será posible salir de la rivalidad
encontrando nuestro lugar en Dios y en la
historia. El amor se nos da enteramente a cada
uno, nadie se ve privado de él. El amor es
gratuito, no depende de los éxitos ni de los
méritos. Lo único que necesitamos es
disponernos a recibirlo. Cada uno es amado,
atendido y llamado por lo que es (Mt 6,26),

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fortalecido y conocido por su nombre, en sus
necesidades y su historia.
Si nos dejamos amar así, como únicos, no
tendremos necesidad de codiciar lo que tiene o es
el otro. Habremos encontrado el tesoro, la perla
preciosa.
Camino de conversión
“Vivir en la codicia, es suponer que el otro ha
confiscado nuestra parte del ser”. Antes que nada
se trata de hallar el camino del ser en sí. Dios nos
da a cada uno el ser, nadie puede quitárnoslo.
Restablecer el trato con el ser, es un camino
personal; nadie puede hacerlo en nuestro lugar.
No es codiciando la parte de ser o de tener del
otro como vamos a encontrar el ser en nosotros.
Arriesgarse en el ser es el fundamento de la
libertad, la salida de la esclavitud; ya no somos
esclavos de la mirada del otro, del trabajo, del
éxito…
Para convertirnos en nosotros mismos, tenemos
que reconocer y aceptar lo que somos, con
nuestros límites y valores.
Cuando somos envidiosos, murmuramos
(Números 11,1) como los hebreos después de su
salida de Egipto. Lloran añorando lo que habían
dejado en Egipto cuando eran esclavos. Dicen,
UNICO – IRREPETIBLE
Antífona: Antes que te formara en el seno materno, te conocía y te amaba Yo soy único e irrepetible para Dios, no
soy un número para Él.
Estoy en tu presencia yo solo, sólo a mí me tienes
ante tus ojos.
Las veinticuatro horas del día estás pensando en
mí, cada mujer y cada hombre son únicos para ti.
Cada minuto me envías rayos de luz y de fuerza;
tu actividad dentro de mí es incesante.
No hay otro para ti ante tus ojos;
Sólo yo, día y noche.
Me veías crecer y me comentabas: mi hijo se está
haciendo mayor.
Me ves con Jesús y dices: los dos se están
haciendo amigos.
Me miras cuando voy a la acción y piensas: cada
día más comprometido y más hermano de los
pobres.
“Sólo vemos maná” (Num 11,5-6), y pasan de
lado ante la maravilla que están a punto de vivir.
Vivir cada día en un estado interior de gratitud,
de una manera sencilla, como un ejercicio
cotidiano; dar gracias por la creación, por la vida,
por las múltiples manifestaciones de Dios en la
vida, por lo que hay de bueno en mí, en el otro,
en los otros, alrededor de nosotros.
Acostumbrarse a tener esa mirada, en lugar de
fijarse siempre en la falta, es un cambio total y
verdadero del corazón.
Es verdad que no es fácil estar agradecido
cuando vivimos situaciones duras y difíciles. La
aceptación total y profunda requiere tiempo. Pero
puede ser un lugar donde brotará la vida.
Tomemos tiempo para descubrir nuestra
cualidad esencial, nuestra especificidad, para
acogerla y aceptarla. Recibámosla de manos de
Dios con gratitud, docilidad y con valor, en vez
de rechazarla deseando otra cosa.
Desarrollémosla, hagámosle dar fruto. No se
parecerá a la cualidad del otro.
La verdadera humildad, nuestra única tarea,
consistirá en conocer y llenar nuestra medida, en
no situarnos más allá ni más acá. Entonces la
gracia se nos dará en plenitud y seremos felices
dentro de nuestros límites
Cuando me desvío, te inquietas, pero respetas mi
libertad;
Cuando hago el mal, sufres y aguardas mi
regreso.
Cuando vuelvo me recibes y me llenas de
abrazos,
Y preparas una fiesta para mí.
A solas te recuerdo y te hablo
Y en comunidad te canto alabanzas,
Porqué Tú eres mi Padre y mi Madre
Y yo soy único e irrepetible para ti
(Gloria….)