Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
34
CONTEMPLACION PARA ALCANZAR AMOR
REFLEXIONES PREVIAS
Esta contemplación recoge como en síntesis todas las formas en que se nos ha
comunicado progresivamente el Amor durante el tiempo de Ejercicios: como Amor
gratuito, creador, en el Principio y Fundamento; como Amor-misericordia que rehabilita
(justifica) al pecador, en la primera Semana; como Amor encarnado, solidario, durante la
segunda Semana, en la que contemplamos a Jesús, hecho hermano nuestro, sacramento del
amor-misericordia del Padre; como Amor llevado hasta el extremo, en la tercera Semana; y
finalmente como Amor consolador, en la para,klhsij - consuelo, ánimo, exhortación-, de
la cuarta Semana. Así se despliega para nosotros el amor descrito por Pablo en la carta a
los Romanos; el Amor que coopera en todas las cosas para el bien de los que ha llamado
siguiendo su propósito; Amor creador, que nos eligió primero y nos llamó, destinándonos
desde entonces a reproducir los rasgos de su Hijo, para formar un pueblo de hermanos;
Amor redentor, que nos justificó cuando éramos todavía pecadores; Amor vivificante, que
nos comunica su gloria (cf Ro 8, 28-30). «Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos
cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y nos vamos
transformando en su imagen misma, con resplandor creciente por la acción del Señor, que
es el Espíritu»1.
«Alcanzar amor». Es decir, abrirnos al amor que nos abraza. «Dios ha llenado
con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado» (Ro 5,
5).
Se trata también de ofrecerle toda nuestra libertad, para que corra en la misma
dirección de su Amor, coincidiendo en todas las cosas con el actuar de Dios, con su
voluntad creadora. En otras palabras, lo que pretendemos es capacitarnos y disponernos
para estar unidos con Dios en la acción, atentos a que nuestra libertad corra en sintonía,
al unísono con la libertad de Dios; para no “distraernos” moviéndonos en dirección
contraria, hacia algún proyecto propio, discorde y opuesto al proyecto que Dios realiza en
la historia.
«Pedir lo que quiero: conocimiento interno de tanto bien recibido, para que
yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad»
(EE 233).
Lograr una profunda experiencia de que el Amor nos abruma incesantemente con
la comunicación de sus bienes: se nos da y quiere dársenos él mismo en cuanto puede.
Sintiéndonos «alcanzados» por este amor, pidamos también gracia para despertar en
nosotros un sentimiento de gratitud y reciprocidad que se exprese en el don total.
TEXTO IGNACIANO
Recordemos ante todo las notas: 1) «El amor se debe poner más en las obras que
en las palabras» (EE 230). Dios manifiesta su amor con obras. El Padre nos ha entregado a
Jesucristo; éste ha entregado su vida por nosotros; el Espíritu derramado en los corazones
nos comunica sus dones. «Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al
mundo para que tengamos vida por él» (1 Jn 4, 9). 2) El amor consiste en comunicación y
reciprocidad, intercambio de dones entre quienes se aman (EE 231). Nuestro amor debe
responder de la misma forma, dando y comunicando lo que tenemos.
Podríamos añadir una tercera nota que colorea las dos anteriores: el amor es
misericordia, cercanía de Dios que «se conmueve en sus entrañas» y actúa en favor del
hombre, especialmente del pobre, del enfermo, del oprimido, del marginado, del pecador.
Como misericordia se manifestó el amor de Dios en la vida y en las palabras de Jesús. El
fue el sacramento de la misericordia del Padre y así lo reconocieron los primeros
discípulos cuando dijeron que Dios es amor. El Papa Juan Pablo II dice que el amor de
Dios, en nuestra historia, se manifiesta y se actúa como misericordia:
«Precisamente porque existe el pecado en el mundo al que «Dios amó tanto…que le dio su
Hijo unigénito» (Jn 3, 16), Dios, que “es amor”, no puede revelarse de otro modo si no es
como misericordia»2.
Los cuatro puntos se desarrollan como una progresiva penetración, cada vez más
profunda, en la realidad, para descubrir allí la presencia actuante del Amor-misericordia.
Dios está presente como Amor que da y se da a Sí mismo, que habita en su creación y en
2
Dives in misericordia, V, 7, 8; VII, 13.
la historia, que trabaja sin cesar y se transparenta en todo lo creado.
Cada uno de los puntos podría constituir una contemplación aparte, con la misma
composición viendo el lugar, la petición y el coloquio, que es el «Tomad, Señor…». Puede
contemplarse también el amor de Dios en las tres Personas de la Trinidad, viendo las
personas, oyendo lo que hablan, mirando lo que hacen.
¿Qué quiere decir «en cuanto puede»? ¿En la medida en que el Trascendente puede
darse a su creatura? Quizás. Pero también parece muy ignaciana esta interpretación: en
cuanto nosotros le permitimos actuar y nos abrimos a sus dones. Porque estaba Ignacio
persuadido de ser él mismo «todo impedimento» a la acción divina:
«Yo para mí me persuado, que antes y después soy todo impedimento; y de esto siento
mayor contentamiento y gozo espiritual en el Señor nuestro, por no poder atribuir a mí
cosa alguna cosa que buena parezca; sintiendo una cosa... que hay pocos en esta vida, y
más hecho, que ninguno, que en todo pueda determinar o juzgar, cuánto impide de su
parte, y cuánto desayuda a lo que el Señor nuestro quiere en su ánima obrar»3.
Dios habita en la creación y actúa en la historia. «En Dios vivimos, nos movemos
y existimos» (Hch 17, 28). Es un Dios cercano, que hace camino con su pueblo. «El que
me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir
con él» (Jn 14, 23). «Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu
que nos ha dado» (Ro 5,5). «Ustedes ya no viven según esas inclinaciones [de la
naturaleza débil], sino según el Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios vive en ustedes»
(Ro 8, 9-11).
«En la cumbre de esta escalada de gratitud en la fe, como también en el mismo corazón de
esta creciente familiaridad con Dios que nos permite encontrarle en todo, se nos ofrece el
último grado -talvez de naturaleza mística-, en la unión con Dios a través de todo.
Cualquier creatura se transforma en el lugar o la cita para un encuentro más inmediato con
Dios, en trampolín que nos eleva hasta vincularnos con el mismo ser de Dios, única fuente
de donde brotan todos esos seres que expresan e irradian, a su modo, el Ser infinito
comunicado, vertido, en la creación... Nada podrá ya interferirse realmente entre Dios y su
criatura, ya que ocurrirá precisamente lo contrario: todo se transformará, a su manera, en
lugar de encuentro y comunión. Es la misma experiencia que hace exclamar a Pablo:
¿Quién podrá separamos del amor de Cristo?4
4
CUSSON, GILLES, SJ., Los Ejercicios Espirituales en la vida corriente, Sal Terrae, 1976, pp. 230-231.
En cada punto podemos ofrecer de modo específico nuestra vida para ser: don,
presencia, trabajo y transparencia de Dios para nuestros hermanos, especialmente para
los predilectos de Jesús, los más pequeños y desheredados. Esto será posible porque Jesús
nos ha compartido su Espíritu y nos ha capacitado para actuar con el amor y lealtad
propios del mismo Dios, para vivir y proceder como él vivió.
La contemplación pretende hacer de nosotros personas movidas por «el Amor que
desciende de arriba» y que inundándonos nos impulsa hacia afuera, a servir en todo a
nuestros hermanos. Este amor nos mantendrá unidos a la divina Bondad y entre nosotros,
dando cohesión al cuerpo de la Compañía y haciéndola eficaz instrumento para el mayor
servicio divino:
«El vínculo principal de entrambas partes, para la unión de los miembros entre sí y con la
cabeza, es el amor de Dios nuestro Señor6. Porque, estando el Superior y los inferiores
muy unidos con la su divina y suma Bondad, se unirán muy fácilmente entre sí mismos,
por el mismo amor que de ella descenderá y se extenderá a todos próximos, y en especial,
al cuerpo de la Compañía»7.
5
ELIZONDO, MIGUEL, S.J. en Ejercicios-Constituciones. Congreso Ignaciano, Loyola., 1974. Ediciones
Mensajero. pp. 313-314.
6
En la traducción latina, del P. Polanco, se lee: «amor est Dei ac Domini nostri Iesu Christi».
7
Const., 671.