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GUÍA No.

34
CONTEMPLACION PARA ALCANZAR AMOR

REFLEXIONES PREVIAS

La cuarta Semana termina propiamente con la contemplación de la Ascensión. El


texto de los Ejercicios, al anunciar la distribución de estos en cuatro partes o semanas,
dice: «…la cuarta [semana] la resurrección y ascensión, poniendo tres modos de orar»
(EE 4). Con el misterio de la Ascensión se cierra también la serie de los «misterios de la
vida de Cristo nuestro Señor» (EE. 312).

En la Guía anterior propusimos dedicar una semana a la contemplación de Jesús


resucitado, presente por su Espíritu. En adelante, después de los Ejercicios, la atmósfera
de la cuarta Semana deberá colmar, como un “medio divino”, todas las intenciones,
acciones y operaciones de cada día. Caminaremos en seguimiento de Jesús con la
presencia y la compañía de su Espíritu, que actúa permanentemente como maestro de la
verdad, como memoria viviente de Jesús e irradiación de su presencia, como fuerza de
testimonio y como intérprete de lo que vaya sucediendo (cf la promesa del Espíritu hecha
por Jesús a sus discípulos durante la Cena: Jn 14, 16, 26; 15, 26; 16, 7-8; 16, 13).

«Cristo, el Santo, los ha consagrado a ustedes con el Espíritu, y todos ustedes


tienen conocimiento»…Ustedes tienen el Espíritu Santo con el que Jesucristo los ha
consagrado, y no necesitan que nadie les enseñe, porque el Espíritu que él les ha dado los
instruye acerca de todas las cosas, y sus enseñanzas son verdad y no mentira. Permanezcan
unidos a Cristo, conforme a lo que el Espíritu les ha enseñado. Ahora, hijitos, permanezcan
unidos a Cristo, para que tengamos confianza cuando él aparezca y no sintamos vergüenza
delante de él cuando venga» (1 Jn 2, 20 y 27-28).

Este camino lo hacemos en la comunidad de la Iglesia, y con todos los hombres,


guiados por el Espíritu que lleva adelante la nueva creación. Pero vivir “en cuarta Semana”
no significa olvidar nuestra condición de pecadores, llamados a seguir a Jesús en medio de
un mundo que no puede percibir ni reconocer al Espíritu (cfr Jn 14, 17). Tampoco
podemos desestimar el misterio de la cruz. «Dondequiera que vamos, llevamos siempre en
nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se muestre en nosotros. Pues
nosotros, mientras vivimos, nos vemos expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que
también su vida se muestre en nuestro cuerpo mortal» (2 Co 4, 10-11). Seguimos a un
Jesús pobre y humilde, bajo el estandarte de la cruz; caminamos con el crucificado, el que
vive. «Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Yo tengo las llaves del reino de la
muerte» (Ap 1, 18).
La contemplación para alcanzar amor nos servirá después de la experiencia de
Ejercicios como un puente para pasar del tiempo de retiro a la vida de cada día; o mejor,
como medio de acoplamiento que nos habituará a una nueva manera de estar en el mundo
sin pertenecer a él.

No es esta contemplación un simple modo adicional de hacer oración propuesto


por San Ignacio, fuera de las cuatro Semanas y análogo a los tres modos de orar que se
indican a continuación de ella en el texto (EE 238-260). Precisamente, en la Anotación
cuarta, que explica el contenido de cada Semana, se mencionan para la cuarta los misterios
de resurrección y ascensión y los tres modos de orar, pero no aparece la contemplación
para alcanzar amor. Además, los tres modos de orar son más bien formas sencillas de
hablar con Dios, para enseñar preferentemente a los ejercitantes de primera Semana,
aunque válidas en todo tiempo. La contemplación para alcanzar amor, por el contrario,
presupone la experiencia de oración y contemplación lograda en el largo trayecto de los
Ejercicios y es una espléndida síntesis de todo el itinerario.

Tomemos, pues, la contemplación como un medio de prolongar la vivencia de los


Ejercicios en la vida de cada día, buscando y hallando a Dios en todas las cosas. Esta
contemplación, decía el padre Gilles Chuzón en algún lugar, es el contexto de la oración
del jesuita, abierto al Espíritu, indiferente, disponible, que busca amar a Dios en todas las
cosas y a todas en él.

El Principio y Fundamento es una consideración centrada en el hombre, creatura


de Dios, invitado a ordenar su vida según el proyecto divino y a disponerse con entera
indiferencia para desear y elegir lo que más conduce para el servicio y alabanza de Dios y
ayuda de las almas. La contemplación para alcanzar amor, en cambio, es una
contemplación centrada en Dios Amor, que se comunica al hombre «abrazándolo…y
disponiéndolo por la vía que mejor podrá servirle adelante» (cf EE 15). Aquí el ejercitante
es inducido por la gracia a reconocer y acoger el Amor que lo inunda incesantemente y a
que, “alcanzado” por tanto afecto y ternura, se disponga a devolver «un amor que
responde a su amor» (Jn 1, 16).

Esta contemplación recoge como en síntesis todas las formas en que se nos ha
comunicado progresivamente el Amor durante el tiempo de Ejercicios: como Amor
gratuito, creador, en el Principio y Fundamento; como Amor-misericordia que rehabilita
(justifica) al pecador, en la primera Semana; como Amor encarnado, solidario, durante la
segunda Semana, en la que contemplamos a Jesús, hecho hermano nuestro, sacramento del
amor-misericordia del Padre; como Amor llevado hasta el extremo, en la tercera Semana; y
finalmente como Amor consolador, en la para,klhsij - consuelo, ánimo, exhortación-, de
la cuarta Semana. Así se despliega para nosotros el amor descrito por Pablo en la carta a
los Romanos; el Amor que coopera en todas las cosas para el bien de los que ha llamado
siguiendo su propósito; Amor creador, que nos eligió primero y nos llamó, destinándonos
desde entonces a reproducir los rasgos de su Hijo, para formar un pueblo de hermanos;
Amor redentor, que nos justificó cuando éramos todavía pecadores; Amor vivificante, que
nos comunica su gloria (cf Ro 8, 28-30). «Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos
cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y nos vamos
transformando en su imagen misma, con resplandor creciente por la acción del Señor, que
es el Espíritu»1.

FIN QUE SE PRETENDE

«Alcanzar amor». Es decir, abrirnos al amor que nos abraza. «Dios ha llenado
con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado» (Ro 5,
5).

San Ignacio en la Anotación 15 da una descripción implícita de lo que son los


Ejercicios, mirados desde la perspectiva de la acción de Dios. Son una experiencia en la
que «el mismo Criador y Señor se comunica a la su ánima devota, abrazándola en su amor
y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante». Buscamos
"reconocer" y recibir este Amor que se nos da y se nos quiere dar en cuanto puede (cf EE
234). Amor que es una onda que atraviesa la creación entera, un “medio divino” que la
llena, un río vivificante que sanea todo, haciendo brotar la nueva creación.

Se trata también de ofrecerle toda nuestra libertad, para que corra en la misma
dirección de su Amor, coincidiendo en todas las cosas con el actuar de Dios, con su
voluntad creadora. En otras palabras, lo que pretendemos es capacitarnos y disponernos
para estar unidos con Dios en la acción, atentos a que nuestra libertad corra en sintonía,
al unísono con la libertad de Dios; para no “distraernos” moviéndonos en dirección
contraria, hacia algún proyecto propio, discorde y opuesto al proyecto que Dios realiza en
la historia.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

«Pedir lo que quiero: conocimiento interno de tanto bien recibido, para que
yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad»
(EE 233).

Lograr una profunda experiencia de que el Amor nos abruma incesantemente con
la comunicación de sus bienes: se nos da y quiere dársenos él mismo en cuanto puede.
Sintiéndonos «alcanzados» por este amor, pidamos también gracia para despertar en
nosotros un sentimiento de gratitud y reciprocidad que se exprese en el don total.

Durante los Ejercicios hemos contemplado y conocido internamente el rostro de


Jesús, la gloria de Dios – plenitud de amor y de lealtad-, de la que él es sacramento; este
amor que desciende de arriba ha inundado nuestros corazones, y en ellos se ha hecho la
luz. Esto es lo que significa ser alcanzados por el amor.
1
2 Co 3, 18.
Tal fue el deseo que Jesús expresó en su oración al Padre: «les he dado a conocer
quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para
que yo mismo esté en ellos (Jn 17, 26). El mismo amor con que el Padre ama a Jesús, nos
es regalado; no lo adquirimos por esfuerzo propio sino como don gratuito. Jesús quiere
que el fruto de su muerte, que es su Espíritu, se nos comunique, para que identificados con
él nos hagamos capaces de entregar la propia vida por nuestros hermanos.

TEXTO IGNACIANO

Recordemos ante todo las notas: 1) «El amor se debe poner más en las obras que
en las palabras» (EE 230). Dios manifiesta su amor con obras. El Padre nos ha entregado a
Jesucristo; éste ha entregado su vida por nosotros; el Espíritu derramado en los corazones
nos comunica sus dones. «Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al
mundo para que tengamos vida por él» (1 Jn 4, 9). 2) El amor consiste en comunicación y
reciprocidad, intercambio de dones entre quienes se aman (EE 231). Nuestro amor debe
responder de la misma forma, dando y comunicando lo que tenemos.

Podríamos añadir una tercera nota que colorea las dos anteriores: el amor es
misericordia, cercanía de Dios que «se conmueve en sus entrañas» y actúa en favor del
hombre, especialmente del pobre, del enfermo, del oprimido, del marginado, del pecador.
Como misericordia se manifestó el amor de Dios en la vida y en las palabras de Jesús. El
fue el sacramento de la misericordia del Padre y así lo reconocieron los primeros
discípulos cuando dijeron que Dios es amor. El Papa Juan Pablo II dice que el amor de
Dios, en nuestra historia, se manifiesta y se actúa como misericordia:

«Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión


indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su
revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al
hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle “perecer en la
gehenna”»;

«En el cumplimiento escatológico, la misericordia se revelará como amor, mientras que en


la temporalidad, en la historia del hombre -que es a la vez historia de pecado y de muerte-
el amor debe revelarse ante todo como misericordia y actuarse en cuanto tal»;

«Precisamente porque existe el pecado en el mundo al que «Dios amó tanto…que le dio su
Hijo unigénito» (Jn 3, 16), Dios, que “es amor”, no puede revelarse de otro modo si no es
como misericordia»2.

Los cuatro puntos se desarrollan como una progresiva penetración, cada vez más
profunda, en la realidad, para descubrir allí la presencia actuante del Amor-misericordia.
Dios está presente como Amor que da y se da a Sí mismo, que habita en su creación y en
2
Dives in misericordia, V, 7, 8; VII, 13.
la historia, que trabaja sin cesar y se transparenta en todo lo creado.

Cada uno de los puntos podría constituir una contemplación aparte, con la misma
composición viendo el lugar, la petición y el coloquio, que es el «Tomad, Señor…». Puede
contemplarse también el amor de Dios en las tres Personas de la Trinidad, viendo las
personas, oyendo lo que hablan, mirando lo que hacen.

•Primer punto: todo es don de Dios: «memorial de los dones recibidos»

«Traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones


particulares». Contemplación sobre mi vida para “reconocer” cómo ha acontecido Dios en
ella y cómo sigue aconteciendo. San Ignacio propone hacer este memorial «ponderando
con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo
que tiene, y consequenter el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su
ordenación divina» (EE 234).

¿Qué quiere decir «en cuanto puede»? ¿En la medida en que el Trascendente puede
darse a su creatura? Quizás. Pero también parece muy ignaciana esta interpretación: en
cuanto nosotros le permitimos actuar y nos abrimos a sus dones. Porque estaba Ignacio
persuadido de ser él mismo «todo impedimento» a la acción divina:

«Yo para mí me persuado, que antes y después soy todo impedimento; y de esto siento
mayor contentamiento y gozo espiritual en el Señor nuestro, por no poder atribuir a mí
cosa alguna cosa que buena parezca; sintiendo una cosa... que hay pocos en esta vida, y
más hecho, que ninguno, que en todo pueda determinar o juzgar, cuánto impide de su
parte, y cuánto desayuda a lo que el Señor nuestro quiere en su ánima obrar»3.

Reflectir en mí mismo para despertar un corazón agradecido: ¿Cómo pagaré al


Señor todo el bien que me ha hecho? (cf Sal 116). Ofreciéndole y dándole todas mis cosas
y a mí mismo con ellas. Y vuelve Ignacio a insistir en el afecto: «como quien ofrece
afectándose mucho».

OTRAS FUENTES DE ORACION

Dt 7, 7ss.: el Señor se enamoró de ustedes y los eligió


8, 7-18: advertencias de no olvidarse del Señor
Salmos 105 a 108: la maravillosa historia de Israel
Salmos 8, 19, 104, 111, 145, 148: alabanza al Creador
Lc 1, 47-55: Magnificat
Ro 8, 31-39: ¿el que entregó a su Hijo no nos dará todo con El?
Jn 3, 1-12: nos llamamos hijos y lo somos
1 Jn.3, 16 y 4-9, 16: hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él
3
Carta a Francisco de Borja, fines de 1545. Obras completas, BAC, 5ª edición, p. 780.
•Segundo punto: Dios habita en todos sus dones

Dios habita en la creación y actúa en la historia. «En Dios vivimos, nos movemos
y existimos» (Hch 17, 28). Es un Dios cercano, que hace camino con su pueblo. «El que
me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir
con él» (Jn 14, 23). «Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu
que nos ha dado» (Ro 5,5). «Ustedes ya no viven según esas inclinaciones [de la
naturaleza débil], sino según el Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios vive en ustedes»
(Ro 8, 9-11).

OTRAS FUENTES DE ORACION

Dt 4, 7-8 y 32-40: el Señor es un Dios cercano


1 Cr 17, 1ss.: desde que liberó a Israel ha ido de tienda en tienda con su pueblo
Sal 139: Tú me escrutas y me conoces;
Sal 121: no duerme ni reposa el guardián de Israel
Mt 25, 31-46: presencia e identificación de Jesús con sus hermanos más pequeños
Jn 14, 15-24: presencia de la Trinidad en la comunidad de los discípulos
Hch 17, 22ss.: no está lejos: en él vivimos, nos movemos y existimos
Ro 8, 1ss.: tenemos vida por el Espíritu que habita en nosotros

•Tercer punto: Dios trabaja por mí

«Se habet ad modum laborantis» (se comporta como un trabajador). Dios se


manifiesta como trabajador y servidor sufriente del hombre.

- El Padre, origen y protagonista de la historia de salvación, con su proyecto de


vida y su incesante y silenciosa providencia (cf Ro 8, 28); «mi Padre siempre ha trabajado
y yo también trabajo» (Jn 5, 17);

- El Hijo, a lo largo de toda su vida terrena: «a cabo de tantos trabajos, de hambre,


de sed y de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz, y todo esto por mí»
(EE 116). Lleno del poder del Espíritu Santo pasó por el mundo haciendo el bien y
liberando a los que estaban bajo el poder del maligno (cf Hch 10, 38);

- El Espíritu, acción vivificante de Jesús resucitado, que lleva adelante en el


mundo el proyecto del Padre y reproduce en nosotros los rasgos de Jesús para formar la
inmensa familia de hermanos (Ro 8, 28-30; 2 Co 3, 18 y 4, 6).

OTRAS FUENTES DE ORACION


Sal 65: Dios, ingeniero y gobernante del universo, agricultor de su viña
Mt 6, 25ss. y Lc 12, 22ss.: no anden angustiados por la vida; el Padre cuida de ustedes
Jn 5, 17ss.: el Padre sigue trabajando, el Hijo mira lo que hace el Padre y también lo hace
Jn 14, 16-17 y 26; 15, 26; 16, 7-15: acción del Espíritu consolador
Ro 8, 28-39: Dios coopera en todo: elige, destina, llama, justifica, glorifica
1 Co 3, 5ss.: Yo planté, Apolo regó, Dios hizo crecer: somos labranza suya y
construcción suya

•Cuarto punto: todos los bienes descienden de arriba

Mirar toda la creación como sacramento que trasparenta a Dios. La vida y la


creación entera son lugares de encuentro con Dios.

«En la cumbre de esta escalada de gratitud en la fe, como también en el mismo corazón de
esta creciente familiaridad con Dios que nos permite encontrarle en todo, se nos ofrece el
último grado -talvez de naturaleza mística-, en la unión con Dios a través de todo.
Cualquier creatura se transforma en el lugar o la cita para un encuentro más inmediato con
Dios, en trampolín que nos eleva hasta vincularnos con el mismo ser de Dios, única fuente
de donde brotan todos esos seres que expresan e irradian, a su modo, el Ser infinito
comunicado, vertido, en la creación... Nada podrá ya interferirse realmente entre Dios y su
criatura, ya que ocurrirá precisamente lo contrario: todo se transformará, a su manera, en
lugar de encuentro y comunión. Es la misma experiencia que hace exclamar a Pablo:
¿Quién podrá separamos del amor de Cristo?4

OTRAS FUENTES DE ORACION

Sab 13, 1-9: fascinados por la hermosura del universo


Ro 1, 19ss.: lo invisible de Dios resulta visible a quien reflexiona sobre sus obras
Col l, 15; Hebr 1,3; Jn l, 14; Jn l, 1-4: Jesús, resplandor de la gloria del Padre
Stg l, 16-18: todo lo bueno y perfecto que se nos da viene de arriba
2Co 3, 2-3: ustedes son carta viva escrita por Cristo

Reflectir en mí mismo después de cada punto o contemplación y considerar la


manera de responder con un amor agradecido. Es la lógica ignaciana de comunicación
reciprocidad, de la que habla la segunda nota previa a la contemplación y que aparece ya
en la primera Semana con la pregunta: ¿qué debo hacer por Cristo? Nuestra respuesta ha
de ser más con obras que con palabras. «Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente
de palabra, sino que se demuestre con hechos» (1 Jn 3, 18). Respuesta de amor y servicio,
“haciéndonos prójimos” de todo el que reclama nuestra solidaridad, porque «si Dios nos
ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4, 11).

4
CUSSON, GILLES, SJ., Los Ejercicios Espirituales en la vida corriente, Sal Terrae, 1976, pp. 230-231.
En cada punto podemos ofrecer de modo específico nuestra vida para ser: don,
presencia, trabajo y transparencia de Dios para nuestros hermanos, especialmente para
los predilectos de Jesús, los más pequeños y desheredados. Esto será posible porque Jesús
nos ha compartido su Espíritu y nos ha capacitado para actuar con el amor y lealtad
propios del mismo Dios, para vivir y proceder como él vivió.

«La Compañía sigue a Jesucristo, hace en el mundo el trabajo de Jesucristo,


obrando como El, por El y con El para una gloria de Dios siempre mayor; y va al mundo
“a la manera de los apóstoles'”... amor y servicio en todo... Hay una palabra en las
Constituciones y en toda la correspondencia ignaciana que determina bien esta oración
ignaciana: el instrumento unido a Dios. El jesuita es alguien que ha sido llamado a
colaborar con Dios: con una colaboración necesaria en la providencia actual, pero
subordinada en el sentido de “instrumento” vivo en el amor, de este Dios presente y
operante en el mundo... El compañero, según San Ignacio, es un instrumento de Dios... y
no se puede ser un instrumento de Dios más que en la medida en que se es un “pobre”
auténtico, despegado de toda ambición, de toda pretensión: despojado de toda pasión
personal, disponible totalmente»5.

La contemplación pretende hacer de nosotros personas movidas por «el Amor que
desciende de arriba» y que inundándonos nos impulsa hacia afuera, a servir en todo a
nuestros hermanos. Este amor nos mantendrá unidos a la divina Bondad y entre nosotros,
dando cohesión al cuerpo de la Compañía y haciéndola eficaz instrumento para el mayor
servicio divino:

«El vínculo principal de entrambas partes, para la unión de los miembros entre sí y con la
cabeza, es el amor de Dios nuestro Señor6. Porque, estando el Superior y los inferiores
muy unidos con la su divina y suma Bondad, se unirán muy fácilmente entre sí mismos,
por el mismo amor que de ella descenderá y se extenderá a todos próximos, y en especial,
al cuerpo de la Compañía»7.

Ver Anexo No. 16: Contemplación para alcanzar amor.

5
ELIZONDO, MIGUEL, S.J. en Ejercicios-Constituciones. Congreso Ignaciano, Loyola., 1974. Ediciones
Mensajero. pp. 313-314.
6
En la traducción latina, del P. Polanco, se lee: «amor est Dei ac Domini nostri Iesu Christi».
7
Const., 671.

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