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LA FORMACIÓN ESPIRITUAL EN EL POSNOVICIADO

I- ALGUNOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA FORMACION ESPIRITUAL

La experiencia espiritual es el principio integrador, unificador, estructurante del


proceso de formación en la Compañía. Los ejercicios espirituales son el lugar
privilegiado donde se fragua esta experiencia. En el Noviciado se coloca el fundamento a
partir del mes de Ejercicios. Nosotros hemos presentado algunos aspectos de las etapas
sucesivas de la formación, con la intención de buscar una continuidad y crecimiento
coherente con esa primera experiencia.

Esta experiencia espiritual, que es procesual y dinámica es entendida como una


peregrinación interior cuyo contenido es la vida personal concreta, situada en un
contexto. Es la experiencia del seguimiento concreta de Cristo, que va configurando al
jesuita como compañero de Jesús.

Ha de ser asumida y vivida en dos dimensiones. Por un lado, la dimensión


personal implica que el formando es el protagonista de su propio proceso, de modo que si
el jesuita no asume y no se hace responsable de una respuesta activa no habrá crecimiento
y se perderá la experiencia. Por otro lado, la dimensión comunitaria de una experiencia
que es vivida en una comunidad de formación animada por un superior. Esta
corresponsabilidad de unos con otros en la fidelidad a la gracia de la vocación, nos invita
a hacernos amigos en el Señor, como Ignacio y sus compañeros en París, a dejarnos
conducir y ayudar por los encargados de la formación y a integrarnos progresivamente en
el Cuerpo de la Compañía.

Esta experiencia así entendida es la que proponemos como principio estructurante


del proceso de formación. Al constituir la espina dorsal nos suministra la clave de un
proceso cuya figuración no es lineal sino concéntrica. Se trata de una única experiencia
continua, y no fragmentada, puesto que las etapas del proceso espiritual no coinciden
necesariamente con las etapas cronológicas de la formación. Por lo tanto hay elementos
de esta experiencia a los cuales se podrá volver en las diversas etapas de la formación,
pero retomados en diverso nivel de profundidad según la nueva situación del formando.

El proceso debe ahondar y profundizar el conocimiento de Cristo y el


conocimiento de sí mismo, como doble proceso a través del cual se realiza una progresiva
incorporación al cuerpo de la Compañía e identificación con el modo nuestro de proceder.

-La experiencia espiritual lleva a un conocimiento interno de Cristo, que es la


referencia de confrontación constante con la vida. Se profundizará
progresivamente la vida de fe, el seguimiento de Jesús, la familiaridad con Dios.

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-La experiencia espiritual facilitará un proceso de integración personal y una
profundización en el conocimiento propio. Solo así se podrá ser una persona que
se conoce y acepta a sí misma con su historia, sus cualidades y límites personales.
Implica formación en la afectividad, la sexualidad, el manejo de las emociones.
-La experiencia espiritual implica que el formando vaya siendo impregnado de
nuestro modo de proceder, incorporándose al cuerpo y a la vida de la Compañía.
Adquirir un modo que lo haga ser contemplativo en la acción, y en concreto en
una acción que busca la promoción de la fe y de la justicia, junto con la
inculturación y el dialogo interreligioso.

El criterio fundamental de todo el proceso esta dado por la capacidad de integrar


progresivamente los distintos aspectos de la vida del jesuita: vida espiritual, estudios,
apostolado y vida comunitaria. Una integración que se verifica en la conformación de una
personalidad religiosa que vive su pobreza, castidad y obediencia como don de sí a los
demás. La formación en esta experiencia espiritual encuentra su cauce natural y su
orientación propia en la consolidación de servidores de la misión de Cristo dentro de la
Iglesia.

En el Noviciado se ponen las bases de la vida en el espíritu, y ese fundamento


normalmente es bueno. Pero en los largos años de formación que siguen, perece que esta
dimensión queda un poco descuidada, reducida al acompañamiento espiritual y al
seguimiento del superior. Y no contamos siempre con subsidios que nos ayuden para este
acompañamiento.

II. ALGUNAS ORIENTACIONES Y MEDIACIONES PRÁCTICAS

Teniendo en cuenta el objetivo y los principios fundamentales de la formación


espiritual del jesuita, se proponen a continuación algunas orientaciones y mediaciones
que conducen al objetivo mencionado. Considerando la profundización en la vida de fe y
conocimiento de Cristo, la integración progresiva en el cuerpo de la Compañía y su modo
de proceder, y el creciente conocimiento de si mismo, las siguientes orientaciones buscan
complementar las mediaciones que tradicionalmente la Compañía ha recomendado.

1.Dado que el responsable de la vida espiritual es el propio sujeto, los EE anuales


deberían desembocar naturalmente en la formulación de un proyecto personal para el
ano. Mediante el, cada jesuita en formación, atendiendo a su situación personal buscará la
integración de las dimensión apostólica, espiritual, comunitaria e intelectual. Este
proyecto tendría que ser confrontado y acompañado por el superior y el director
espiritual.

2.Es necesario privilegiar distintas instancias para el cuidado y crecimiento de la vida


espiritual que se inscriban en un contexto comunitario y lo fortalezcan. Estas instancias

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pueden ser muy variadas y van desde la misa comunitaria diaria y las reuniones
comunitarias semanales -en algunas de las cuales es bueno se comparta explícitamente la
vida espiritual- hasta un retiro mensual comunitario y el triduo de renovación de votos.
La formulación de un proyecto comunitario y la revisión de vida (corrección fraterna
comunitaria o solicitud fraterna de dos en dos) son de mucha utilidad.

3.Dado que durante los años de formación serán los estudios la tarea principal que se les
encomienda, se deben buscar todos los medios que favorezcan el cumplimiento de esta
misión con plena dedicación, con una alta motivación y sin que se enfríe el espíritu. La
integración del trabajo-estudio y la vida espiritual permitirá que en el futuro la acción no
absorba de un modo que impida seguir siendo contemplativos. Un adecuado ritmo de
vida, una conveniente carga académica, un ambiente de estudio que no se vea desbordado
por otras demandas, el poder contar con un tutor activo y capaz de ir ayudando en los
problemas que se presenten son medios fundamentales para favorecer la integración de
las distintas dimensiones de nuestra vida consagrada.

4.Las mediaciones antes señaladas, unidas tanto a las instancias que tradicionalmente la
Compañía ha ofrecido y ofrece para el cuidado y crecimiento de la vida espiritual como a
otras que se aplican en las distintas provincias, deberían propiciar en los jesuitas algunas
actitudes básicas de nuestro modo de proceder, entre las que destacamos las siguientes:

a)Encontrar a Dios en todas las cosas y a todas en el, especialmente en aquellas


que la Compañía le pone por misión.
b)Un permanente discernimiento de la voluntad de Dios. Contemplativos en la
acción.
c)La oración personal y compartida en torno a la Palabra de Dios.
d)El aprecio por todas las formas comunitarias de oración.
e)Buscar la cercanía y amistad con los mas pobres
f)Desarrollar la sensibilidad litúrgica y la centralidad de la eucaristía.
g) Transparencia y confianza con superiores y compañeros.

III.DESAFIOS Y PROPUESTAS PARA CADA ETAPA DE LA FORMACION

A-El Juniorado

1- El Juniorado: etapa de transición


El Juniorado es una etapa en la que el joven jesuita, escolar o hermano, ha de vivirla
en continuidad con el proceso que vivió en el noviciado. Esto supone una profundización
en la experiencia espiritual, un fortalecimiento en su sentido de pertenencia al cuerpo de
la Compañía, un cultivo de los aspectoS en los se ha "aprovechado" y un esfuerzo en
trabajar las propias limitaciones (afecciones desordenadas) que le frenan en su auténtico
crecimiento.

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Es indispensable que se pueda establecer un nexo entre el Maestro de Novicios y el
Superior, los formadores y los acompañantes del Juniorado para poder tener continuidad en
el acompañamiento del proceso de cada uno de los juniores.

El cambio de las estructuras de la casa del Noviciado a la casa del Juniorado ha de darse
como un proceso gradual, el mismo que salvaguarde un ritmo de vida que armonice las
prácticas de los alimentadores de la vida en el Espíritu (oración y eucaristía), vida
comunitaria, horarios de estudio, los períodos de apostolado y el tiempo del descanso.

Sin embargo el Juniorado es a la vez un período de cambios y de transición. Hay una


nueva estructura y dinámica en la vida comunitaria, una nueva orientación en el ritmo y la
intensidad de los estudios, nuevas expectativas en la oración y la búsqueda de un nuevo
método acorde a las nuevas circunstancias.

2- La necesidad de recrear un nuevo tipo de oración


El modo de ser "contemplativo" en la acción he de tener un nuevo matiz. No se puede
mantener el estilo del Noviciado. El junior suele estar tentado por el tedio y la sequedad.
Gozo y consuelo no son moneda corriente, el nuevo ritmo le quita la calma y el tiempo. Pasa
de la abulia de la mañana a la "aceleración" de la tarde. Entra en contacto con algunos
sentimientos conflictivos que le producen miedo.

Las nuevas situaciones de la vida han de proporcionar al junior aspectos novedosos que
le permitan entrar en un nuevo diálogo con Dios. Habrá de aprender a ser "tocado por Dios"
en tópicos heridos o no integrados hasta ahora. La oración necesita ser el lugar donde no
cabe la censura, donde no quede ningún tema al margen de la acción del Espíritu.

El junior ha de ser capaz de hallar a Dios en su nuevo ritmo de vida. El Evangelio ha de


tener una nueva lectura. De una manera analógica la presencia de Dios podrá ser descubierta
en su propia vida interior, en el contacto cordial con los pobres y en la sintonía con el mundo
de la marginalidad, en los estudios, y en la comprensión de los valores humanísticos.

Los nuevos lugares de encuentro han de ser tematizados en la oración. Favorecerá


mucho al junior el integrarlo todo en un tipo de oración donde el examen ignaciano tenga un
nuevo impulso, ya que este puede suministrar los datos fundamentales de lo que es relevante
en la vida del junior, como para ser constituido en tema de integración.

3- Ante la emergencia de un nuevo planteamiento afectivo-sexual


La nueva situación de cambios, de ajustes y de reajustes profundos, lleva al joven jesuita
a experimentar dificultades de integración con el nuevo ambiente, con los nuevos
formadores o con el nuevo acompañante espiritual, con el nuevo grupo humano con el que
le toca vivir, o en algunos casos, con posibilidades de reencuentro o cercanía con un mundo
anterior (amistades, vida social, familia). Por esta situación emergen emociones y
sentimientos inadecuados y conflictivos.

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En las entrevistas con el Superior o con el acompañante ha de crearse un clima de
confianza tal que permita de parte del junior la expresión con naturalidad de todo su mundo
afectivo, de lo que le inquieta, de lo que se siente carente.

Los formadores han de ayudar, proporcionando pistas y orientaciones, a que los juniores
hagan una nueva lectura de su historia personal e integren las nuevas experiencias a su
proceso de crecimiento. Los formadores han de saber, por otro lado, mostrarse cercanos y
cálidos ante las primeras crisis de los juniores. A la vez, deben saber plantear explícitamente
el alcance definitivo que tienen los votos de los juniores ante las primeras señales de
desánimo. También este apoyo se ha de orientar a que el junior sepa enfrentar las
dificultades y las cosas duras que conlleva todo proceso humano y a saber que el gozo y la
plenitud no son un fruto de alcance inmediato.

4- La necesidad de mantener en alto la motivación


El Juniorado es un tiempo de iniciación a una larga etapa de la vida del jesuita, la de los
estudios. Sin entusiasmo no se puede realizar esta actividad que por estos años verifica la
vocación. El junior, al introducirse en esta etapa, necesita que se le acompañe para que su
proceso académico sea una experiencia gratificante y gozosa, que cultive el sentido del
pasmo y la sorpresa y que sea un verdadero lugar de encuentro con el Señor. Pero al mismo
tiempo, se supone que esta etapa de Juniorado ha de reforzar el sentido de responsabilidad,
de renuncia y sacrificio inherente a la libertad que la vida humana y el seguimiento de
Cristo exigen.

Es importante que en el Juniorado todos participen en la elaboración de un Proyecto


Comunitario. En él han de estar claros los márgenes mínimos en el uso y administración del
tiempo según prioridades. Sobre todo se ha tener como irrenunciables aquellos tiempos que
se destinen al descanso y a la oración. Los formadores deben hallar el método pedagógico
que permita la identificación con la Compañía y "el modo nuestro de proceder". Esto
permitirá que las normas y costumbres de la casa sean internalizadas y se las tenga como
puntos de referencia.

A partir del Proyecto Comunitario y en sintonía con él cada uno podrá elaborar, con
ayuda de sus formadores, un proyecto personal donde el mejor tiempo de la jornada sea el
destinado al encuentro con el Señor. El acompañamiento de los formadores en este punto ha
de orientarse a que el junior aprenda a tener dominio de sí mismo y sepa administrar su
propio tiempo.

B-La Filosofía

5- Motivación personal
Muchos jesuitas hacen los estudios de filosofía como una etapa que hay que
atravesar para llegar a la ordenación, de esa forma la motivación para estudiar la filosofía es
extrínseca y, por lo tanto, condenada a ser poco eficaz. Es importante hacer todo lo posible
para que nuestros estudiantes descubran la importancia de los estudios filosóficos para su

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vida sacerdotal. Habiendo descubierto el motivo intrínseco de los estudios filosóficos para
su vida, no decaerá el protagonismo siempre necesario sobre su propia formación y es de
esperar una mayor profundidad en todas las dimensiones de su vida. Se recomienda
implementar un seminario al comienzo de la filosofía en el que se pueda descubrir la
importancia de los estudios filosóficos teniendo en cuenta el origen de la filosofía, las
preguntas que busca responder, etc.

6- Sentido crítico
La adquisición de un creciente sentido crítico lleva a sospechar de todas las verdades
de la vida, entre ellas la de la vida espiritual. Aprovechar este sentido crítico y con el aporte
de otras ideas filosóficas, denunciar los antivalores propuestos por la modernidad,
neoliberalismo, etc. reinantes en la actualidad.

7- Racionalización
El acento sobre la actividad racional, propia de los estudios filosóficos, lleva con
frecuencia a una cierta racionalización de la vida, propiciando cierta atrofia de la dimensión
afectiva y de la actitud de gratuidad. Esto tiene consecuencias, tanto en la relación con Dios
(oración) como en la relación con los demás (vida comunitaria y apostólica). Este eclipse de
la afectividad profunda puede provocar, por contrapartida, explosiones afectivas (crisis
sentimentales).

¿Qué hacer?:
-atención en la dirección espiritual para introducir al estudiante en un tipo de oración más
afectiva, fomentando la relación personal con Cristo en su amor hacia todos, especialmente
con los más pobres.
-promover el desarrollo de una verdadera amistad entre los estudiantes ("amigos en el
Señor") y gestos de gratuidad.
-promover experiencias de contacto con realidades humanas extremas, capaces de despertar
sentimientos de solidaridad, compasión, presencia gratuita (trabajos con marginales, niños
de la calle, sidosos, etc.).
-superar el concepto estrecho de la razón objetivante abriéndola al misterio de la existencia
y ayudando a descubrir otras formas de manifestación de la razón (inteligencia emocional,
inteligencias múltiples, etc.)

8- Competencia en los estudios


La inserción en el medio universitario y el contacto con los estudios posibilitan la
aparición de actitudes, talentos, capacidades personales, etc. que pueden conducir al
individualismo y la competencia. Es importante fomentar los estudios en grupo,
seminarios, etc. que tengan como objetivo la socialización del conocimiento y la
solidaridad con aquellos que tienen más dificultades con los estudios.

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C- El Magisterio

9- Se profundiza el sentimiento de soledad


Muchos se sienten solos y aislados por la ausencia de compañeros y coetáneos.
Muchas veces no hay jesuitas en las obras con capacidad de acompañar espiritualmente
a los maestrillos.
Los maestrillos han de ser destinados a comunidades en donde se pueda asegurar el
acompañamiento espiritual y una vida comunitaria decente. También es importante
fomentar las reuniones con su compañeros de la misma etapa para compartir sus
experiencias y recrear los vínculos afectivos con los "amigos en el Señor".

10- Disminuyen los apoyos objetivos para la vida espiritual


La nueva comunidad apostólica suele aportar bastante menos como alimento a la
vida espiritual que lo que hacía la comunidad de formación. Es necesario adquirir mayor
autonomía y reciedumbre espiritual.

Importa que el superior ayude a cada maestrillo a planificar su vida de tal manera
que haya tiempo suficiente para la oración, la lectura espiritual y pueda concurrir a las
actividades espirituales que se desarrollan en la provincia, diócesis o región.

11- Tentación de activismo


Sensación de verse consumidos por lo urgente, ahogados por las tareas y
responsabilidades impuestas por la institución o asumidas por iniciativa personal.

¿Qué hacer?
-que los superiores definan bien las responsabilidades y tareas de cada maestrillo,
acompañándolo en su ejecución mediante un diálogo permanente, de suerte que puedan
moderar sus trabajos.
-que el mismo maestrillo ejercite el hábito del discernimiento en la determinación de las
prioridades, según criterios apostólicos auténticos organizando su vida de acuerdo a este
discernimiento, con autodisciplina.

12- Decepción con la compañía real


La experiencia de la realidad de las casas y obras de la Compañía, con sus límites,
puede llevar al maestrillo a caer en críticas despiadadas y obsesivas respecto del estilo
de vida personal y comunitaria, o a acomodarse a tales situaciones.

¿Qué hacer?
-hacer ver que los miembros de la Compañía, como él experimenta en sí mismo, jamás
vivirán perfectamente el proyecto de vida evangélica propuesto en nuestro Instituto.
Pero esto no excluye que cada uno busque vivirlo cada vez mejor, según la gracia que le
es concedida.

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-la contemplación de la Encarnación nos recuerda que ante las debilidades humanas,
Dios se muestra compasivo, caritativo y paciente.

13- La tentación de protagonismo


En el magisterio se pone a prueba la capacidad de adaptación en algo que ya está
hecho y que no ha comenzado con el maestrillo. Se debe luchar contra el individualismo
sometiéndose a un horario, asumiendo responsabilidades institucionales y participando
de estructuras objetivas que no dependen del sujeto. Es importante ayudar al maestrillo a
tener presente que la etapa en que se encuentra es "escuela de realidad" y una buena
oportunidad para vivir lo que experimentan la amplia mayoría de las personas que
acuden a sus trabajos y deben hacer su propio aporte asumiendo las posibilidades reales
que la institución ofrece.

14- La tentación de poder


En muchos casos los maestrillos asumen responsabilidades y cargos en los que tienen
personas a su cargo y poder de decisión sobre muchas cosas que en las casas de
formación no poseían. La creencia de sentirse “alguien” a través del poder es una
tentación muy fuerte y debe ser tematizada con el superior y con el acompañante
espiritual. En las evaluaciones que se han de hacer a lo largo del magisterio es importante
revisar estas actitudes y fomentar el respeto y el servicio hacia las personas que trabajan
con el maestrillo.

15- La tentación de los medios


Muchos maestrillos se encuentran con que de buenas a primeras pueden disponer de
muchos medios (vehículos, dinero, televisión por cable y otras comodidades que muchas
veces ofrecen algunas de nuestras comunidades y obras) y los usan sin discernimiento
creyendo que son concomitantes al destino que han recibido. También en esta situación es
importante objetivar y tematizar este asunto de forma que nada de esto se de por obvio o
implícito al destino recibido. Antes al contrario, como hace referencia a una de las
dimensiones más importantes de nuestra vida, importa que el superior invite
explícitamente al maestrillo a ejercer el discernimiento sobre los medios necesarios para
la misión encomendada.

16- Un par de recomendaciones generales


Se recomienda a todos los Provinciales que nombren algún encargado o acompañante
de maestrillos que les visite y tenga la facultad de reunirlos una o dos veces al año para
que puedan a compartir sus experiencias, descansar y rezar juntos. Así mismo, se
recomienda otorgar los ministerios de lector y acólito al fin de la filosofía o al comienzo
del magisterio. La reflexión y la oración sobre el sentido de esos ministerios puede
ayudar a orientar el magisterio desde dos actitudes fundamentales: el servicio a la
comunidad y la escucha y proclamación de la Palabra del Señor.

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D- La Teología

17- La reinserción comunitaria


El regreso a una casa de formación después de la experiencia de magisterio, durante
la cual ha gozado de una gran autonomía, acceso a los recursos y medios mucho mayor y
más libertad, puede ser un momento crítico. Quizás también la experiencia de magisterio
ha sido difícil e incluso traumática para el escolar y llevará un tiempo sanar las heridas.

En todo caso podrá vivir este momento como una experiencia difícil:
-de “despojo”, de dejar a aquellos a quienes se ha amado y por quienes se ha sentido
amado en el Magisterio;
-de abandono, en muchos casos, de un estilo de vida en que ha habido mayor
independencia y disponibilidad de recursos (vehículos, dinero, etc.) que los que suele
haber en casas de formación;
-de reencuentro con una mayor soledad, dado que disminuyen las actividades con gente y
se abren largos espacios de silencio para ocupar con los estudios.

En este contexto el desafío mayor será lograr una actitud de apertura hacia la
comunidad, en busca no sólo de una adaptación exterior -"sobrevivir" a la etapa-, sino
tratando de lograr un diálogo profundo y maduro con sus compañeros. Este diálogo
permitirá llegar a una verdadero discernimiento apostólico, sobre todo en la preparación
para el sacerdocio, y en la búsqueda de la propia especialización. El fin de este diálogo es
profundizar la integración del teólogo en el cuerpo de la Compañía, desde la dimensión
sacerdotal que les es propia.

Será necesario, entonces, cuidar de un modo especial la calidad de la vida


comunitaria, y poner todos los medios que favorezcan este intercambio profundo.
Renunciar a esta condición significaría resignarnos ante las tendencias de individualismo,
y la tentación muy fuerte en esta etapa de dejar que cada uno “haga su vida” sin
preocuparse de los demás. Parece que las comunidades pequeñas ayudan a vivir mejor
esta etapa, a mejor integrarla espiritualmente.

18- El desafío de los estudios


Una dificultad especial de esta etapa es la integración de los estudios teológicos en la
propia vida espiritual, que puede abarcar diversos aspectos:
-A veces estos estudios provocan una crisis de fe, que puede derivar en un espíritu de
escepticismo y crítica desencantada. O si no, se corre el peligro de caer en una cierta
esquizofrenia, en la cual los estudios van por un camino, y la vida interior por otro, sin
ningún contacto ni influencia mutua.
-Una dificultad proviene de la consideración de los estudios sólo desde lo académico,
con la consiguiente pérdida de la dimensión más explícitamente sacerdotal.
-Otras veces se vive la teología sólo como un requisito que hay que superar para llegar a
la ordenación y completar la formación, con la consiguiente pérdida de interés y de
motivación.

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El desafío para la formación está en ayudar a esta integración, retomando la
motivación apostólica de los estudios, tanto desde la experiencia ya vivida en el
magisterio, como desde la proyección al apostolado de la provincia, y los desafíos que se
presentan ante la Iglesia y la Compañía. Hay que ayudar al escolar a tomar conciencia de
que todo cristiano –y con mayor razón quien está llamado a ser colaborador de la misión
de Cristo– está llamado a “dar razón de nuestra esperanza” frente a los desafíos que el
mundo y la fe plantean. Hay que vencer, pues, las resistencias a la reflexión y ayudar a
generar un hábito reflexivo.

Por otra parte, es importante que la reflexión sobre el misterio de la fe no se realice


sólo intelectualmente, sino que afecte todas las dimensiones de la vida; que la teología
vaya constituyendo en lugar privilegiado para interpretar desde la fe las vivencias tenidas,
de modo que se conviertan en auténticas experiencias de Dios. En este sentido se debe
incorporar la formación de aspectos más específicamente sacerdotales, como la
preparación litúrgica y celebrativa.

A medida que el escolar va entrando en la Teología, existe el peligro de que la oración


se reduzca a un momento más de estudio. La vida espiritual se hace pesada si uno no
distingue tiempos de oración y tiempos de estudios. Hay que favorecer un intercambio
más afectivo en la eucaristía y también en las reuniones de comunidad. Es importante que
la vida espiritual no se convierta en el “pariente pobre”. Se puede ofrecer en esta etapa
algunas experiencias o cursos que ayuden a mantener activa esta dimensión de la vida del
jesuita.

19- La nueva orientación del apostolado


Sin duda se dará una disminución en la actividad apostólica con respecto al
magisterio, y es necesario que no se descuiden los tiempos necesarios para el estudio.
También se puede caer en una rutina o empobrecimiento si se regresa sin más a
experiencias ya practicadas en años anteriores.

Frente a esto, la actitud que parece más importante para esta etapa, es la creatividad;
para ello es preciso que el teólogo asuma actividades y responsabilidades que lo desafíen.
Lo ideal es que el apostolado sea un lugar de enriquecimiento e interpelación en relación
con los estudios, fuente de motivación profunda y horizonte hacia el cuál se dirige la vida
apostólica cada vez más cercana. Acompañar Ejercicios Espirituales personalizados o
ayudar en Ejercicios a grupos, en especial de jóvenes, es una verdadera fuente de
motivación.

En este momento corresponde atender de un modo especial a la integración afectiva y


efectiva en las actividades pastorales de la Iglesia local, como ámbito privilegiado donde
se consolida el ”sensus ecclesiae” ignaciano. También será necesario practicar el trabajo
en equipo, con otros jesuitas y con laicos.

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En este proceso de integración, se trata de resolver la tensión que implica descubrir
los dones, talentos e intereses, de cara a una posible especialización o área de trabajo
apostólico, con la necesaria disponibilidad y obediencia al cuerpo de la Compañía, a las
necesidades de la provincia, y a los desafíos del mundo.

20- Hacia una madurez espiritual


Es condición indispensable para comenzar la teología, asegurar la disposición
personal para el sacerdocio. Se trata de una etapa en la que se ha de intentar una
decantación de la identidad personal y jesuita; luego de años que han buscado afirmar la
propia identidad, que ha sido sometido a probaciones y diversas experiencias, parece un
tiempo adecuado para una mayor desapropiación y gratuidad. Una aceptación más gozosa
de la propia fragilidad y debilidad; mayor confianza y confirmación en la gracia del
Señor.

El mes Arrupe, que se realiza ya regularmente en nuestras provincias, es un momento


privilegiado en este proceso de maduración, de cara ya a la ordenación sacerdotal. Parece
importante que cada escolar se plantee en profundidad si está dispuesto a realizar esta
experiencia, y que los superiores destinen a cada uno sólo si se comprueba dicha
disposición. Específico de este mes es la reconfirmación de la vocación en vistas al
sacerdocio, profundizando en dos dimensiones fundamentales ante la decisión de pedir
las órdenes: la libertad de la persona que pide ser ordenada, y su disposición firme a
asumir un compromiso definitivo. Es importante entonces que no quede como algo
aislado, sino se lo continúe en un proceso de acompañamiento personal y comunitario.

Se espera del jesuita en este momento una relación con Dios más personal, que evite
cada vez más el deseo de autoafirmación y autorrealización, en aras de una mayor
gratuidad en su vida y servicio apostólico. Del mismo modo buscará desarrollar y
profundizar las actitudes más específicamente sacerdotales, como son la acogida, el
servicio, la pertenencia gozosa a la Iglesia. Es bueno hacerse consciente de la dimensión
de despojo que forma parte de la vida del sacerdote: él ya no se pertenece, está
consagrado al servicio del Pueblo de Dios, y por eso no puede ejercer su capricho en la
tarea pastoral, ponerse en actitud de superioridad, o buscar en el ministerio un lugar
privilegiado para ejercer el poder sobre los demás o buscar el propio prestigio.

E- Sacerdotes Jóvenes

21- La ordenación y comienzo del sacerdocio


En el proceso de peregrinación interior de la vida en el Espíritu, el sacerdote joven
experimenta su ordenación como la culminación de un largo proceso de formación
personal y de fe. Es el momento de poner en práctica lo mucho aprendido y vivido.
Momento fuerte y privilegiado de inserción en el Cuerpo Apostólico de la Compañía y
de asumir mayores responsabilidades y desafíos en la misión de la misma.

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Suele vivir un primer año de plenitud y realización personal y sacerdotal: que se puede
experimentar en la celebración de la Eucaristía y otros sacramentos, en el acceso más
profundo en su relación con las personas, la gratificación de saberse y sentirse
solicitado a múltiples y variados desafíos apostólicos, de poder aportar su creatividad e
iniciativa personales, etc.

22- Inserción en el Cuerpo Apostólico de la Compañía


Frente al peligro de proyectarse como un "super-apóstol", individualista y autónomo,
que quiere resolverlo todo, hacerlo todo y abarcarlo todo, es importante que se haga
consciente que forma parte de un proyecto y una comunidad apostólica al que se integra
y del que participa. Debe cultivar una espiritualidad de servicio sencillo, humilde,
reconociendo su debilidad y limitación. Que se haga capaz de asumir los fracasos y
contradicciones.

23- El sacerdote joven y las estructuras de apoyo


Puede experimentar el peligro de sentirse seguro y prescindir de estructuras e
instancias que protejan su vida espiritual y religiosa como las que tenía en las casas de
formación.

Ahora, es él quien debe en forma más libre y discernida asegurarse esas instancias
como es el tener un ritmo de vida que integre los diversos aspectos comunitarios,
espirituales, apostólicos, descanso y gratuidad. Sigue necesitando de la Dirección
Espiritual, la apertura de conciencia, la amistad y confrontación con sus compañeros,
etc.

24- Confirmación y especificación de la misión


Es muy importante el diálogo abierto y frecuente con el Superior Religioso y el
Director de Obra para confrontar y especificar su misión. Corre el peligro de recargarse
de trabajo y asumir tareas como auto destino, más allá de lo que se le ha pedido y
encargado. En este aspecto es muy importante que ejercite y viva el discernimiento y la
"discreta caridad". (Caridad discernida no significa mediocridad). Debe aprender a
decir que no. Es muy importante que el Superior sepa darle espacio y confianza, pero
que no renuncie a un seguimiento cercano y paternal, y si es necesario que intervenga
firmemente. Es el momento de experimentar el sentido profundo de la obediencia
apostólica.

25- La inserción y participación real en la vida comunitaria


La sobrevaloración de lo apostólico y el peligro de buscar compensaciones afectivas
fuera de la comunidad, puede hacerlo prescindir o minusvalorar la vida comunitaria. La
comunidad debe ser valorada y dedicarle tiempo e interés. Debe ser un lugar donde
encuentre amistad, diálogo, discernimiento y ser su centro afectivo como amigos en el
Señor. A veces se sacrifica o se prescinde de la comunidad por darle una prioridad
absoluta a la misión. No debe olvidar que él es sacerdote, pero también es religioso
jesuita.

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26- La eclesialidad del sacerdocio
El sacerdocio no le pertenece sino que debe tener un sentido de pertenencia y de
servicio al Pueblo de Dios, a las necesidades de la gente, sentir con la Iglesia en su
misión. Debe sentirse parte y colaborar con el personal consagrado y con los laicos.
Saber dirigir si es necesario, pero también saber ocupar un lugar menos protagónico, de
acompañamiento, asesoría y de segundo plano cuando corresponda. Lo que importa no
es su éxito y protagonismo personal sino la extensión del Reino y la gloria de Dios, no
la propia.

27- La amistad y colaboración con la mujer


La mujer tiene un rol importante en la labor apostólica de la Iglesia y está integrada y
participa en la mayoría de nuestras obras. Ella aporta con su originalidad y su manera de
ver, sentir, y trabajar propia de su ser mujer. Igualmente puede enriquecer al jesuita con
su amistad, pero el sacerdote joven debe actuar sin ambigüedad ni ingenuidad. En este
plano es muy importante la apertura y transparencia total y oportuna con el P. Espiritual
y el Superior. En general los jesuitas suelen ser muy ingenuos, se creen invulnerables y
que pueden manejar solos todas las situaciones que se les presenten.

28- Realismo frente a los demás jesuitas y las obras


Al recibir su nuevo destino, seguramente llegará con muchas expectativas y proyectos
de innovación, creatividad y fuerza apostólicas. Sin embargo, puede experimentar el
choque con una realidad tanto estructural como de las personas que se le aparezcan
como difíciles de cambiar. Eso puede ser fuente de frustración, desilusión, soledad,
rebeldía. Debe estar dispuesto a vivir la abnegación y la espiritualidad de la cruz. De
parte del Provincial se recomienda que cuando se discierna el destino del sacerdote
joven no se mire solo las necesidades objetivas y las urgencias de la Provincia, sino
también las características y el bien del sujeto. Ojalá que el primer destino sea
gratificante tanto apostólica como comunitariamente.

29- Los neo-sacerdotes que continúan largos estudios


Aunque se recomienda que los sacerdotes recién ordenados tengan una experiencia
sacerdotal de algunos años, algunos por diversas razones deben continuar
inmediatamente estudios relativamente largos. Esta situación puede ser un riesgo para
que se enfríe el fervor primero y tenga grandes limitaciones en el ejercicio y servicio
pastoral y sacerdotal. Para éstos, es importante que vean sus especializaciones
vinculadas a su misión como jesuita y a su futuro campo apostólico. Ojalá que en ciertos
períodos durante sus estudios tengan algunos momentos fuertes de apostolado. También
preocuparse de las vacaciones, que suelen ser largas en USA y Europa si están allá
estudiando.

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IV. MEDIOS E INSTRUMENTOS ESPECÍFICOS PARA EL CUIDADO DE LA VIDA EN EL
ESPÍRITU DESPUÉS DEL NOVICIADO.

1. Listado general.
Los medios que la Compañía tradicionalmente ha propuesto para el cuidado de la
vida en el Espíritu con distinta intensidad y frecuencia según las etapas de la
formación son los siguientes:

•Oración diaria.
•Examen diario.
•Eucaristía diaria.
•Práctica periódica del sacramento de la reconciliación.
•Lectura espiritual; más supervisada al principio, más comentada luego.
•Discernimiento: personal compartido, comunitario, apostólico.
•Acompañamiento espiritual regular.
•Cuenta de conciencia. Tanto con el superior como con el provincial.
•Ejercicios Espirituales. Anuales y personalizados.
•Autoevaluaciones anuales. Podría ayudar mucho tener una guía bastante detallada.
La autoevaluación debería de ser retroalimentada por el superior y el provincial. Esta
podría proporcionar el tema de un diálogo anual.
•Proyecto personal anual. Surge de la autoevaluación y sirve de base para ella. El
crecimiento espiritual es una de sus dimensiones.
•Proyecto comunitario anual.
•Trabajo/re-creación. Es fundamental encontrar un ritmo personal adecuado.
•Renovación bi-anual de votos.
•Retiros mensuales o bi-mensuales de un día. Posibilitan autoevaluaciones parciales
así como suministro de “insumos” espirituales a lo largo del año.
•Cursos y talleres sobre temas espirituales.

2. Cuadro por etapas:

Procesos de formación espiritual en el postnoviciado

Generales Cuatro grandes áreas: espiritual, comunitaria, apostólica e


intelectual; y tres principios fundamentales de: integración,
crecimiento y progresión .
Juniorado La confirmación de la experiencia espiritual supone que el junior irá
creciendo en su vida espiritual desde la fidelidad en el ambiente de
una mayor libertad que supone el Juniorado
Discernimien Precisamente por ese mayor protagonismo de la libertad, el
to crecimiento espiritual de los jóvenes, además de la responsabilidad

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con la que se cumplen las exigencias de la vida diaria, podría estar
centrado en esta etapa en el discernimiento, que habiéndose
iniciado en el Noviciado, tocaría ahora a los jóvenes afianzarlo y
profundizarlo, ejercitándolo cotidianamente, confrontándolo
periódicamente con sus acompañantes y fijando también ritmos
periódicos para compartirlo comunitariamente o en subgrupos, al
tiempo que poniendo en discernimiento el proyecto de vida
comunitario y el proyecto apostólico, de la etapa conforme a las
inquietudes personales, al entorno del Juniorado, la realidad del país
y las prioridades apostólicas de la Provincia.
La práctica del examen y del discernimiento, como medios de
apropiación creciente del carisma.
Dada la importancia de poner en común el discernimiento, habrá
instancias de puesta en común del discernimiento personal, del
discernimiento apostólico y de discernimiento comunitario.
La reunión comunitaria será semanal o cada 15 días. Tendrá un
sentido más de conducción y discernimiento común del proyecto
comunitario en todas sus dimensiones
Como cauce de conexión y de integración entre lo que se vive a
diario y la vida espiritual aprendida en el noviciado será fundamental
la práctica del examen diario como ejercicio de discernimiento y
forma de hacer oración lo cotidiano de la vida.
Acompañami Dirección espiritual cada 15 días durante el primer semestre y luego
ento mensual. Cada director espiritual se encargará además de aconsejar
espiritual y garantizar la lectura espiritual de su dirigido. Deberá preguntar
explícitamente por el modo y forma de orar, en particular en los
primeros meses. La dirección espiritual no deberá reducirse tampoco
a un recorrido por las 4 columnas o dimensiones de nuestra vida. Se
tratará fundamentalmente de ver si la relación personal con Dios va
guiando la vida de la persona como elemento integrador de toda
ella. En este sentido se velará por la práctica constante del examen
de conciencia y por las mociones que éste nos permite detectar y
discernir. Ayudará el dar una cierta continuidad a la práctica de
escribir las mociones principales, que fue aprendida en el Noviciado.
Se invitará también a transparentar el momento afectivo que se vive,
dándose las ayudas necesarias para una correcta maduración en la
vida celibataria. Se motivará también a una vida sacramental fuerte,
en particular en lo que corresponde a la participación eucarística y a
la celebración del perdón.
Asegurar un horario de levantada común que permita el tiempo de
oración antes de la eucaristía y asegure una participación más viva
en la eucaristía diaria .
Se debe establecer una hora en la noche para entrar en silencio
mayor que facilite el tiempo de examen y la oración vespertina.
Prácticas La puesta en común del discernimiento personal, los Ejercicios
Espirituales y la participación activa en la vida sacramental son
medios para convalidar y retroalimentar la vida espiritual. De igual
manera, se buscarán instancias de comunicación y reflexión de las
experiencias apostólicas y académicas que remiten a la experiencia
espiritual y dan sentido a tales instancias.
Ejercicios Cada escolar deberá participar como acompañante de alguna tanda
de Ejercicios para jóvenes al menos una vez cada semestre.

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Celebracione Se tendrán celebraciones penitenciales periódicamente, en particular
s en los tiempos litúrgicos fuertes (Adviento, Cuaresma...)
penitenciales
Tertulias Una vez por mes se invitará a algún jesuita a compartir su
ignacianas experiencia de vida y trabajo en lo que llamamos la Tertulia
Ignaciana. La idea es tener un acercamiento a nuestro carisma y
modo de proceder desde la experiencia acumulada de los “mayores”.
Se aprovechará también para esto el paso de otros jesuitas de la
Compañía Universal.
Actividades Se propiciará que en la Primera Etapa se realicen actividades que
especiales refuercen la vida espiritual, tales como talleres especiales sobre el
carisma, programa de teología acompañante, celebraciones de
adviento o de cuaresma, colaboraciones en eventos eclesiales, etc.
Se favorecerá la realización de y/o la participación en talleres y
cursos de profundización en la práctica de la oración personal, del
discernimiento, de la lectura sapiencial de la Biblia, del conocimiento
y pedagogía de los Ejercicios y del modo de darlos y acompañarlos.
Filosofado Con el fin de favorecer el desarrollo de la vida espiritual, el ritmo de
vida del Filosofado asegurará los tiempos apropiados para la oración
personal, el examen y Eucaristía diarios así como la lectura
espiritual. También fomentará la celebración cristiana del perdón y la
reconciliación. Periódicamente tendrán lugar los retiros y Ejercicios
Espirituales anuales (con la renovación de los votos), como
momentos especiales de revisión y proyecto del crecimiento
personal y comunitario. La dirección espiritual, por último, dentro de
un clima de progresiva libertad, ayudará al estudiante a cotejarse
con una instancia fuera de su propio criterio.
Discernimien Por todo ello, dentro del crecimiento espiritual a fomentar en esta
to etapa, parece pertinente prestar particular atención a la fuerte
dimensión intelectual propia de nuestra espiritualidad,
aprovechándola e integrándola especialmente en lo que hace al
examen y al discernimiento, descubriendo cómo lo intelectual y
objetivo y lo espiritual y afectivo se implican y complementan
Ejercicios Para avanzar en profundidad en su crecimiento apostólico, el
estudiante jesuita en filosofía se familiarizará en esta etapa con el
manejo y práctica de los Ejercicios Espirituales dirigidos y
asesorados a otras personas, lo que le permitirá adquirir familiaridad
con uno de los instrumentos apostólicos más propios de la
Compañía.
Lo que en el Noviciado fue sobre todo experiencia fundamente, ahora
debe profundizarse en dos direcciones. La primera se centraría en el
estudio estructural y dinámico de los Ejercicios, y en el
descubrimiento de su antropología y de su teología. El fruto podría
ser la construcción de esquemas para Ejercicios. La segunda
dirección llevaría a los jóvenes en esta etapa a comenzar a dar
Ejercicios o retiros ignacianos en sus apostolados de manera
supervisada.
Autoe- Desde la instancia espiritual, al inicio del último año el Escolar
valuación apuntará su oración, discernimiento y acompañamiento hacia la
recuperación del significado global que ha tenido para él esta etapa
y a discernir el horizonte de cara a la etapa del Magisterio. Esta será
la base de su autoevaluación que servirá para un diálogo con el

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superior. Su superior le hará una retroalimentación escrita para dar
continuidad a su proceso formativo. Será tarea del Superior y el
Asistente para la Formación valorar los procesos pretendidos en
diálogo con el Escolar.
Ritmo Para la Vida Espiritual se insistiría en la importancia de mantener el
ritmo de acostadas y de levantada. Se motivará fuertemente a
asegurar el tiempo de oración personal (45 min.-1 hora) quedando a
discernimiento personal lo que concierne a modos, tiempos y
lugares. Habrá un retiro bimensual en común quedando a cada quién
el asegurar algún espacio en el mes para una toma de distancia
suficientemente pausada del ritmo académico-comunitario-
apostólico. La dirección espiritual será normalmente quincenal o
mensual aunque en discernimiento con el director podrá
establecerse otro ritmo según los requerimientos de personas y
situaciones.
Magisterio Indispensable será que se trate de una comunidad en la que exista
un modo adecuado de explicitación comunitaria de la fe mediante la
eucaristía diaria, los retiros periódicos y los Ejercicios espirituales
anuales.
Habrá de asegurar, además, durante este tiempo, la oración personal
diaria y el necesario acompañamiento espiritual de algún jesuita
formado con quien irá evaluando su propio proceso interior y su
compromiso.
Oración Dentro del campo de la formación espiritual es la etapa de
magisterio un momento para acompañar al maestrillo en la
consolidación de su oración personal tratando de que no se ceda a la
tentación de dejarla por el peso del trabajo. Sin embargo, este
período, más que otros en la formación, debe centrarse en la
búsqueda de orar en medio de las exigencias de la misión apostólica,
acercándose, a través de su propio camino, al ideal de los jesuitas de
ser contemplativos en la acción y encontrar a Dios en todas las
cosas. Algunos indicadores de la apropiación personal de este ideal
serían la fidelidad del maestrillo a un tiempo diario de oración y a la
Eucaristía diaria, un modo de descansar propio de un consagrado,
servicialidad en la vida comunitaria y una austeridad en sus gastos.
Puede ser conveniente hacer Ejercicios Espirituales una vez durante
el magisterio junto con sus compañeros de etapa.
Desde el inicio la vida espiritual experimenta tiempos fuertes y
tiempos secos. Sin ella percibe que las cosas pierden sabor y
fundamento. Muy pronto, a la entrada del magisterio, el joven jesuita
tiene que redefinir su fidelidad a la oración, la eucaristía, al
discernimiento, al examen cotidiano, etc., desde una libertad ahora
más adulta. Ahora no tiene una estructura de la casa de formación
que le apoye. En todos los sentidos el salto al magisterio implica
para el joven jesuita la oportunidad de asumir su identidad y misión
religiosa desde una libertad mayor y un sentido crecido de
obediencia.
Acompañami El Escolar deberá contar con un acompañante espiritual, autorizado
ento por el Superior y, de preferencia, dentro de la región a la que
Discernimien pertenece la comunidad. También debe favorecerse la puesta en
to común del discernimiento, ya se trate de jesuitas de la propia
comunidad o de fuera de ella, pero cercanos.

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Ritmo de Estar convencido de que la misión confiada y la entrega de la propia
trabajo y persona al trabajo reclaman un celo y un dinamismo que rebasan la
descanso jornada de ocho horas. Sin embargo debe evitarse también un
activismo que deteriore la salud y equilibrio del jesuita, al igual que
la búsqueda de otros trabajos fuera de la misión encomendada.
Comunidad La comunidad ha de poder ofrecer al maestrillo el apoyo necesario
para una vida jesuítica integral, donde todos, incluido el maestrillo,
colaboren a construir una atmósfera comunitaria que ayude a asumir
éxitos y fracasos y que favorezca momentos espirituales
compartidos.
Desde el ámbito comunitario y espiritual, el Magisterio es una
oportunidad para conocer a los Escolares: su espíritu religioso,
potencial apostólico y capacidad de adaptación..
Es muy importante el encuentro y la comunicación de los maestrillos
con los jesuitas con quienes trabajan (comunidad, sector, plataforma,
etc.). De igual manera, es bueno mantener el encuentro anual entre
maestrillos que, sin suplir la vinculación a la comunidad concreta,
ayudará a no descontextualizarse y sí, en cambio, a distinguir los
diversos planos de la realidad en que el Escolar se mueve. Estas
reuniones estarán acompañadas por el Asistente de la Formación.
Prácticas Por ello es necesario definir, explicitar y fomentar los medios que
aseguren la fidelidad en la práctica de la oración, la vivencia de la
Eucaristía, la valoración del examen y la práctica de la reconciliación.
El papel del acompañante espiritual será muy importante en esto;
por tanto, es necesario asegurar la regularidad en el
acompañamiento espiritual.
El Superior, por sí mismo o por medio de otros, deberá asegurar que
el estudiante tenga el tiempo necesario para la vida espiritual.
Comunicació Independientemente del tipo concreto de trabajo que le sea
n explícita de asignado, el estudiante ha de aprovechar la oportunidad para
la fe actividades en donde explícitamente comunique la fe, tales como la
organización de retiros, celebración de liturgias, reflexiones sobre el
misterio de la salvación y la lectura teologal de la vida.
Teología Una vida espiritual sólida conformada por los rasgos jesuíticos y
sacerdotales ya propuestos por la Compañía desde el Noviciado y
que se han ido profundizando a lo largo de la Formación. En este
sentido serán imprescindibles la oración asidua y constante y el
examen diario que sigan haciendo avanzar la familiaridad con Dios.
La participación diaria y creativa en la Eucaristía será ya desde
ahora centro de su vida sacerdotal.
Los retiros y demás momentos especiales de oración-reflexión
servirán como preparación para la ordenación y como revisión
sosegada de los criterios que sirvieron para que los estudiantes
fueran aceptados para la etapa de Teología. Antes de la ordenación
habrá un “tiempo fuerte” para prepararse a la misma. Conforme a
las normas de la Compañía, consistirá en un mes de oración,
reflexión y diálogo en torno a temas relacionados con el sacerdocio
en la Compañía.
Acompañami En la secuencia que hemos seguido respecto de la profundización en
ento nuestra espiritualidad, esta etapa podría ser el momento de
introducir más sistemáticamente en el acompañamiento de
personas. Primero, se darían los fundamentos del acompañamiento

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psicoespiritual, y algunos instrumentos básicos para acompañar a las
personas. En segundo lugar, también sería el momento de empezar
más serio el acompañamiento de personas en la vida espiritual, con
algún tipo de contraste con compañeros más experimentados en ese
arte.
Dar Práctica concreta de dar Ejercicios y de comunicar la espiritualidad
Ejercicios ignaciana, enriquecidas por la iluminación teológica.
Proyecto “La comunidad ha de contar con un proyecto con objetivos, metas y
comunitario medios claros y realistas” de manera que haya en ella una dinámica
que impulse a vivir con profundidad las expresiones cotidianas de
nuestro estilo de vida: medios materiales para la realización de las
actividades del Escolar, medios espirituales como tiempos claros
para oración, Eucaristía, retiros, reuniones comunitarias, relación con
los vecinos y contextualización adecuada en la vida de la Iglesia, de
la Compañía y del horizonte de las otras familias religiosas.
Comunicació El Escolar dará la cuenta de conciencia al rector o asistente de
n formación y al Provincial en el último año, de cara a la petición de
órdenes y destino apostólico. En todo caso se pretende que el
Escolar ejercite la comunicación, tanto formal como informal, con el
resto de la comunidad; al compartir y reflexionar la vida por medio
del discernimiento comunitario e intercomunitario, la cuenta de
conciencia al Superior local, el descanso y la recreación en común, se
evitará un posible individualismo y soledad destructiva.
Acompañami El Escolar contará con el apoyo de un acompañante que conozca sus
ento procesos, lo anime en la vida en el Espíritu y lo asesore en su
discernimiento.
Mes Arrupe Situado al final del segundo año de esta etapa, el Mes Arrupe
consiste en ofrecer un tiempo especial para una “mayor
profundización del compromiso de cada uno con su vocación, de
forma que pueda tomar una decisión definitiva sobre su respuesta a
la llamada a la ordenación, con la mayor claridad y libertad
posibles”.
Sacerdotes La Provincia debe proponer un programa de acompañamiento a los
jóvenes neosacerdotes como un apoyo espiritual y pedagógico para que la
Tercera Probación, en lugar de ser un obstáculo en la misión, se
constituya en un momento privilegiado de recuento de la
personalidad del jesuita en el Señor como paso previo y necesario a
la incorporación plena a la Compañía de Jesús .

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