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w w w . m e d i a c i o n e s .

n e t

Panorama bibliográfico de la
investigación latinoamericana
en Comunicación

Jesús Martín-Barbero

(en: Telos N° 19, Madrid, 1989, pp. 140-146)

« Cuando en 1980 tracé un mapa de la investigación


latinoamericana en Comunicación, los linderos que
demarcaban el campo conservaban bastante nitidez. Casi
diez años después las fronteras, las vecindades y las
topografías de ese campo no son las mismas, ni están tan
claras. La idea de información –asociada a la innovación
tecnológica– gana legitimidad teórica y operatividad,
mientras la de comunicación estalla o se desplaza y aloja
en campos aledaños. (…) Y puesto que este texto no
tiene otra pretensión que la de situar y reseñar, nombrar
juntos, libros y artículos en los que se plasma el
desarrollo de la investigación en los últimos años, hemos
optado por agruparlos en secciones que nombran
temáticas claramente reconocibles, pero dibujando
dentro de ellas los trazos del estallido y el itinerario de
los desplazamientos. »
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Cuando en 1980 tracé un mapa de la investigación latinoa-


mericana en Comunicación1 los linderos que demarcaban el
campo conservaban bastante nitidez. Casi diez años des-
pués las fronteras, las vecindades y las topografías de ese
campo no son las mismas, ni están tan claras. La idea de
información –asociada a la innovación tecnológica– gana
legitimidad teórica y operatividad, mientras la de comuni-
cación estalla o se desplaza y aloja en campos aledaños.

La brecha entre las seguridades que ofrecen el optimismo


tecnológico y el escepticismo político de un lado, y las inse-
guridades que vienen, del otro, es sin embargo cubierta por
la continuidad que establece la inercia académica de los
títulos: libros y artículos siguen, con pocas excepciones,
nombrándose con denominaciones fieles a demarcaciones
cuyas referencias se hallan en las disciplinas o los medios.
La “procesión”, esto es, los cambios y las desterritorializa-
ciones, van por dentro. Y puesto que este texto no tiene otra
pretensión que la de situar y reseñar, nombrar juntos, libros
y artículos en los que se plasma el desarrollo de la investiga-
ción en los últimos años, hemos optado por agruparlos en
secciones que nombran temáticas claramente reconocibles,
pero dibujando dentro de ellas los trazos del estallido y el
itinerario de los desplazamientos. No está de más advertir al
lector sobre las dificultades que para la conformación de
este panorama bibliográfico constituye la precaria distribu-
ción de libros y revistas en América Latina, agravada estos
1
“Retos a la investigación de comunicación en América Latina”, Revis-
ta Comunicación y Cultura No. 9, México, 1980.

Panorama bibliográfico de la investigación…


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últimos años por la crisis económica que, al aumentar los


requisitos aduaneros y cambiarios, entorpece aún más la
circulación de libros entre los países.

Políticas, tecnologías y democracia

Quizá debamos comenzar preguntándonos de qué modo


las investigaciones sobre políticas de comunicación recogen
los cambios producidos estos últimos años en el escenario
político latinoamericano, y no sólo en los regímenes de
gobierno, sino también en las ideas que vertebran las con-
cepciones de lo político. La envergadura de los nuevos
desafíos planteados a los investigadores en este terreno ha
sido delineada por Diego Portales (1985) al desplazar el
centro de la reflexión de las competencias y deberes del
Estado a lo que él denomina “la capacidad nacional de
comunicar”: la potencialidad de creación y emisión de
mensajes de un pueblo, que traducida industrialmente en
producción y circulación de bienes culturales permita la
expresión de la diversidad en la comunidad nacional. Tal
capacidad no es abordable desde el enfoque libre-empre-
sarial, que define la democracia comunicativa en términos
de libertad de expresión, ni desde un enfoque político-
comunicacional en el que el problema de la propiedad y la
gestión de los aparatos y del acceso a la emisión de los men-
sajes deja por fuera el problema de la representativa social y
no sólo política de los propietarios y gestores, además de
ocultar bajo el techo de lo jurídico el problema crucial de las
mediaciones técnico-productivas. Un enfoque económico-
cultural permitirá un análisis articulado de empresas, circui-
tos y discursos, de la estructura industrial con sus mercados,
de las estrategias de los empresarios y las actividades de los pro-
ductores y creadores.

Dos presupuestos contiene la propuesta anterior: la reubi-


cación de las políticas de comunicación en el terreno de las

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industrias, y su articulación con el espacio de las políticas


culturales. Sobre la necesidad y la validez del primer des-
plazamiento trabaja R. Roncagliolo (1986 y 1988), quien
devela cómo uno de los efectos claves de las nuevas tecno-
logías es precisamente la borradura de las fronteras entre los
medios, merced a su integración en complejos industriales: del
cine, la televisión, el video y el cable en la industria audio-
visual; y de la radio y el disco en la industria del sonido y de
diarios, revistas y libros en la industria editorial, a las que
hay que sumar la industria publicitaria (IPAL, 1987). La
transnacionalización comporta un modelo económico que
no es enfrentable con políticas sectoriales. Lo que implica ese
replanteamiento es tematizado por Fátima Fernández
(1987) a través de un análisis histórico de los modelos de
televisión implantados en América Latina y sus respectivos
modos de enganche en el proceso de transnacionalización.
Y una espléndida demostración de lo que la nueva perspec-
tiva de políticas posibilita en el caso de la televisión, la
ofrece el colectivo de CENECA en el libro compilado por J.
P. Lira (1988). Si en el citado texto del IPAL se presenta una
metodología para el estudio comparado de las políticas de
televisión, en el de CENECA se encontrará un modo de aná-
lisis para el diseño de políticas que articulen las experiencias
que deja la historia con las condiciones que plantea el sis-
tema productivo, las expectativas y demandas que vienen
de la sociedad y los desafíos que significan los géneros y
discursos televisivos.

Pensar las políticas desde la perspectiva de las industrias


está exigiendo incluir en el análisis dos nuevos “temas” –lo
que N. Casullo (1985) llama el “hecho laboral”, y lo que H.
Muraro (1988) denomina “estilo legislativo”–, pues el paso
del autoritarismo a la democracia pasa, en forma decisiva,
por la transformación de la prácticas productivas de comu-
nicación. Éstas no se hallan reguladas únicamente por los
controles a la propiedad o las declaraciones de derechos,

Panorama bibliográfico de la investigación…


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sino por las ideologías corporativas materializadas en los


códigos y hábitos profesionales, en las estructuras jerarqui-
zadas de decisión y las diferenciaciones de status, en la
organización de las rutinas productivas y las técnicas de
trabajo. A su vez, las posibilidades de la democracia en la
comunicación se juegan también en ese “estilo legislativo”
–que impregna por igual las leyes elaboradas por gobiernos
civiles y las de decretos militares– que consiste en someter a
reglamentación los contenidos de los medios más que sus
aspectos industriales, esto es, la necesidad de establecer
cupos mínimos de producción nacional o de subsidiar la
producción regional o local. Y cuando esa legislación su-
pera el ámbito de las cuestiones morales, lo hace para caer
en una disyuntiva abstracta entre privatización o estatiza-
ción que deja fuera el análisis del funcionamiento efectivo
de las empresas y de las formas en que los intereses privados
penetran las instituciones públicas de comunicación.

Lo que en la redefinición de las políticas nacionales se


halla en juego tiene que ver tanto con las transformaciones
sufridas en la comunicación, como con los cambios en el
pensamiento y los proyectos políticos. Es lo que esboza F.
Fernández (1986 y 1987) al conducir la reflexión sobre
nuevas tecnologías hacia un examen de lo que en la organi-
zación de la vida pública –en la cultura política y no sólo en
las instituciones del Estado– obstaculiza la democracia
potenciando determinados efectos de la tecnología. Resulta
fundamental entonces, como plantea Marques de Melo
(1986 y 1987), orientar la reflexión sobre las políticas o el
derecho a la información hacia el análisis de los mecanis-
mos de intervención crítica y participación de la sociedad
civil, sin los cuales cualquier regulación estatal puede ago-
tarse en la letra de los decretos. Es ahí que converge la
relevancia investigativa que ha cobrado la actividad de los
públicos –su capacidad de lectura crítica de los mensajes–
con la decisiva importancia política que adquiere la inter-

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vención de las organizaciones sociales de base a la hora de


hacer efectivas las políticas que defienden los derechos de la
comunidad en el ámbito de la comunicación. La otra di-
mensión de esa incorporación de la sociedad civil a la lucha
por la democratización de la comunicación pasa, según
Marques de Melo (1988), por su sensibilización a la causa
de la integración latinoamericana. En ella no se trata tanto de
respaldar acciones puntuales de los gobiernos como de
estimular el interés por la producción cultural latinoameri-
cana a través de la cual puede irse fortaleciendo una
identidad y una búsqueda de integración en otros planos.
Para Alejandro Alfonso (1984) uno de los retos primordia-
les que plantean las nuevas tecnologías es precisamente esa
exigencia, o mejor, la posibilidad de convertir su desafío en
motivo de integración latinoamericana, ya que sin ella las
políticas nacionales no podrán enfrentar la fuerza y la com-
plejidad de la transnacionalización. Gabriel Rodríguez
(1985) profundiza ese planteamiento al colocar como objeto
de estudio de las nuevas tecnologías de información el “es-
pacio latinoamericano de implantación”, por fuera del cual
los gobiernos se ven abocados a jugar un papel de meros
espectadores “por incapaces de decidir el tamaño y el rol de
esas tecnologías en el desarrollo de estos países.

Un estudio de casos que corrobora lo anterior ha sido rea-


lizado por J. Esteinou (1985 y 1988) a propósito del sistema
mexicano de satélites; un estudio que ofrece uno de los
modelos más completos de análisis. Partiendo de una re-
flexión sobre el incremento de la dependencia económica y
política respecto de los Estados Unidos que acarrea la pues-
ta en funcionamiento y el mantenimiento del sistema More-
los, al rebasar los recursos de la industria electrónica y espa-
cial mexicana, Esteinou analiza la incidencia del sistema de
satélites sobre el modelo de crecimiento de un país cuya eco-
nomía se halla basada aún en la mano de obra y no es una
estructura productiva que responda a tecnologías intensivas

Panorama bibliográfico de la investigación…


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de microelectrónica. Pero el desfase no está sólo en la eco-


nomía, pues considerar que la integración nacional vendrá
de la interconexión electrónica significa desconocer o al
menos subvalorar las razones sociales y culturales –pues no
son sólo geográficas– de la segregación regional y la divi-
sión del país. Una consecuencia bien decisiva en el plano
cultural, es la conversión de la televisión en el principal
aparato de hegemonía de la sociedad mexicana, que con-
centra y restringe como nunca antes las representaciones
que de su país tendrán los ciudadanos.

Uno de los avances más notorios en la investigación lati-


noamericana sobre las nuevas tecnologías, es la importancia
que ha adquirido la evaluación social de implantación y sus
usos. Una buena muestra de esto son los trabajos de H.
Schmucler (1988, 1987 y 1985) en los que las preguntas de
fondo –¿para qué máquinas que piensen a más velocidad
que los seres humanos?, ¿qué implica la borradura de las
coordenadas espacio-temporales constitutivas de las cultu-
ras?, ¿por qué el apocalipsis resulta insoportable para una
razón en la que se diluye el propio cuerpo?– no conducen a
generalizaciones puramente especulativas, sino que guían y
enriquecen el análisis particularizado, la evaluación social y
cultural de la incidencia de la informatización en la educa-
ción o en la prensa. El estudio no se queda así en la
constatación de los efectos ya observables sobre la progra-
mación de la enseñanza o los modos de aprendizaje, sino
que los conecta con interrogantes acerca de los cambios en
el sentido de la educación y en las imágenes de la vida
humana y de las relaciones sociales que la “nueva” educa-
ción propone. Igualmente aborda el fenómeno de informa-
tización a propósito de la prensa, donde ella introduce cam-
bios no sólo en la producción gráfica –escritura, compo-
sición e impresión– o la transmisión, sino en la “cultura del
oficio” y en las formas sociales de acceso a la información.
Esos interrogantes abren la investigación de las nuevas

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tecnologías a otra gran vertiente, la del análisis de la inicia-


tiva social y el uso de las tecnologías en los movimientos
sociales. Dicho análisis libera sus posibilidades de apropia-
ción de la perspectiva marginalista de lo alternativo y las
reubica en el espacio de la experimentación social, esto es, de
los modos en que las organizaciones sociales imaginan y
proyectan las tecnologías sobre el movimiento de amplia-
ción de la democracia: posibilidades de descentralización y
participación en las decisiones, y legitimación de experien-
cias innovadoras de planificación y organización (J. Sutz
1987, G. Uribe B. 1987, L. F. Santoro 1986, A. Gumucio
Dragon 1988, O. Getino 1987, y J. K. Van Tilbug 1986).
Asumiendo esta perspectiva desde Brasil –el país con el
grado de desarrollo industrial más alto en el sector de tele-
comunicación e informática– Ana María Fadul (1986) se
interroga acerca de las posibilidades de unas “políticas
nacionales alternativas”, capaces de articular, desde dentro
y no sólo en sus efectos, la cuestión tecnológica a la cues-
tión y la dinámica cultural. Pues si cada día es más
engañoso pensar políticamente el campo de la comunica-
ción en forma parcelada, lo es aun más pensar la reno-
vación democrática separando las políticas de comunica-
ción del diseño integral de políticas culturales. Propuesta
que nos remite al segundo presupuesto de que hablamos en
el inicio de esta sección y que será tematizado en la siguien-
te.

Industrias culturales y transnacionalización

En el editorial del No. 12 de la revista Comunicación y cul-


tura H. Schmucler enuncia el proyecto de deconstruir la
relación que da nombre a la revista: pasar de la cópula que
afirma la lejanía, a la barra –comunicación/cultura– que
afirma la distinción en la tensa fusión de lo que ya no puede
ser tratado por separado. Construcción de un espacio teóri-
co nuevo para una nueva manera de entender las prácticas

Panorama bibliográfico de la investigación…


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sociales; pues no se trata de redefinir “la comunicación”


ajustándola a los últimos hallazgos teóricos producidos en
su campo, sino de desplazar las fronteras que rigen las disci-
plinas, las jerarquías de los saberes, las racionalidades
políticas y las evidencias tecnológicas.

En una dirección cercana a ese proyecto Jorge González


(1986 y 1987) propone, como concepto nuclear de sus inves-
tigaciones sobre religiosidad popular, medios de comunica-
ción o ferias urbanas, el de frentes culturales: espacios en los
que las clases, los grupos, las regiones “se tocan” –com-
parten significantes– y luchan, desde significados diferentes,
por hegemonizar el sentido vivido o dado a las prácticas.
Sean medios de comunicación, devociones populares o
fiestas urbanas, lo que los especifica en cuanto objeto de
estudio es el entrecruce, el haz de instituciones y agentes
que involucran, las redes ideológicas, las legitimidades e
identidades que ahí se moldean y reconstruyen. Mabel
Piccini (1987) va a llevar aún más lejos ese proyecto de de-
construcción afirmando que lo que ha encerrado y enrareci-
do el campo de la comunicación no ha sido solamente su
dependencia de modelos instrumentales, sino su remisión
en cadena a las totalidades. Para romper esos obstáculos
propone “disminuir el peso de la gravedad causal” y conce-
bir los medios como espacios de condensación e intersec-
ción de redes culturales múltiples, como industrias culturales
conformadas por dispositivos complejos que no son de
orden meramente tecnológico, mercantil o político, y en las
que –contra la totalización frankfurtiana– pesan menos las
filiaciones que las alianzas, esto es, las redes de circulación,
de distribución, de complicidades, opresiones y servidum-
bres.

En ese trabajo de reconstitución teórica se inserta la re-


flexión de J. Martín-Barbero (1987 y 1989): puesta en
historia de algunos “conceptos básicos” y esfuerzo por

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tematizar las mediaciones que articulan los procesos de


comunicación a las dinámicas culturales y los movimientos
sociales. Deconstrucción de los conceptos de pueblo, de
masa y de cultura para de-velar no sólo los entrecruzamien-
tos y cambios en las redes de sentido, sino también el
movimiento de las posiciones, sus clandestinas y paradóji-
cas oposiciones y convivencias; lo superado de viejas
concepciones y lo que aún sobrevive tenazmente de ellas en
las posiciones más avanzadas. Lo tematizado desde las
mediaciones serán especialmente las tramas de modernidad
y discontinuidades culturales, de movimientos sociales y
estructuras del sensorium que gravitan sobre los procesos de
constitución de los discursos y los géneros masivos en Amé-
rica Latina; las identidades y las diferencias no reducibles al
atraso ni al negocio; los destiempos entre productos y mo-
dos de apropiación y disfrute, entre tecnologías y usos; y el
lugar ocupado por los medios de comunicación en la for-
mación de las culturas nacionales.

Sobre la investigación y la reflexión teórica renovadora


producidas desde el campo de la comunicación van a con-
verger en los últimos años en forma explícita una serie de
trabajos provenientes del campo del análisis cultural. En él
los que han logrado un significativo peso teórico y una
mayor influencia serán los de N. García Canclini, J. Joa-
quín Brunner y Óscar Landi. Con Las culturas populares en el
capitalismo, premio Casa de las Américas 1981, García Can-
clini había trazado el cuadro básico a partir del cual las
relaciones entre culturas populares e industrias culturales
podían ser pensadas sin la permanente adherencia de idea-
lismo hipostaciador de la diferencia como exterioridad o
resistencia en sí, y al mismo tiempo sin los reduccionismos
economicistas de derecha e izquierda que hacen de las iden-
tidades étnicas meros rezagos o apéndices atípicos del
desarrollo capitalista. En sus últimos textos García Canclini
(1985, 1987 y 1988) va a tematizar aquello que hace la es-

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pecificidad de los procesos de transnacionalización en la


cultura, y a repensar las políticas culturales desde los nue-
vos retos. Al mismo tiempo que aumenta la concentración
económica, la transnacionalización conlleva una profunda
readecuación de la hegemonía cultural: la sustitución del
Estado por la empresa privada en cuanto agente constructor
de hegemonía, la conversión de la empresa privada en la
única y verdadera defensora de la libertad de creación, y el
enlace de las culturas nacionales con la universal, que sería
la transnacional. La respuesta de las políticas culturales a
este nuevo escenario exige un análisis radical de los para-
digmas políticos que dan forma y contenido a la acción
cultural en nuestros países y una apertura a fondo del con-
cepto de cultura, tanto en la línea de romper las exclusiones
que han mantenido fuera del ámbito de esas políticas la
producción cultural de los sectores populares o las indus-
trias culturales de los medios masivos, como en esa otra
línea que conecta la cultura con la vida cotidiana, con los
procesos de apropiación y recepción, con la experimenta-
ción, el juego y el placer.

En la tarea de repensar las relaciones entre política y cul-


tura los estudios de J. Joaquín Brunner (1985a, 1985b,
1988) constituyen otro de los aportes más decisivos. En
ellos son desenmascarados los diferentes modos y niveles en
que opera la concepción instrumental de la cultura, aquella
que contienen como sustrato la mayoría de las políticas que
no pueden tomar en serio la cultura más que en cuanto
institución y aparato de poder. De otro lado, Brunner lleva
a cabo una crítica radical a las formas de sacralización de la
política como instancia totalizadora, devoradora de la reali-
dad de lo social, esclareciendo cómo en tiempos de crisis los
movimientos más vivos de resistencia al aplastamiento de la
memoria histórica de un pueblo, y los reductos más inso-
bornables en la lucha por la democracia, aparecen situados
“fuera” de los espacios tradicionalmente considerados polí-

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ticos y más cercanos a los peyorativos tenidos por espacios


de la cultura. La reflexión de Brunner encara también, co-
mo pocas, la problemática relación de las culturas en
América Latina con la modernidad –pensada no en términos
“ilustrados” sino en la especificidad de sus modos de opera-
ción en América Latina, esto es, como descentramiento de
las fuentes, fragmentación de los mercados y especializa-
ción de los aparatos de producción cultural– y la relación de
la identidad cultural con una heterogeneidad que no es mera
diversidad, sino el modo excéntrico, esquizoide, de partici-
pación –de inclusión y exclusión– de nuestras culturas en el
mercado internacional.

Procediendo por formación del campo de los estudios po-


líticos, la reflexión de O. Landi (1985a, 1985b, 1987) ha
introducido en el análisis de las relaciones entre política,
cultura y comunicación la cuestión de los sujetos, la trama de
interpelaciones en que se constituyen los actores sociales. La
crítica de la concepción sustancialista –que impide pensar lo
que hay de producción en la política y de especificidad en
las batallas que se libran en el terreno de lo simbólico– hace
posible conectar la cuestión de las políticas culturales con
las transformaciones de la cultura política, pues de lo que se
trata en aquellas no es de la mera administración de unas
instituciones o la distribución de unos bienes, sino de “la
producción de un sentido del orden en la sociedad y de los
principios del reconocimiento mutuo”. Si ello es así no
puede escindirse lo que pasa en la cultura de lo que pasa en
la comunicación y, por tanto, en la industria de los medios
masivos, pues esa industria no es sólo asunto de mercados y
consumos sino espacio decisivo en la redefinición de las
funciones del Estado y la construcción de la democracia.

En el replanteamiento de las concepciones de cultura y


los modelos de políticas la cuestión de los medios de comu-
nicación aparece cada día con mayor peso, obligando a

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redefinir el sentido mismo de la acción del Estado en ese


campo. Tal replanteamiento pasa, según S. Miceli (1984,
1985, 1987), por una revisión de los límites de la concep-
ción patrimonialista del Estado y su alejamiento de las áreas
candentes de la producción cultural, que a muchos niveles
empatan con la industria de los medios. La incorporación
de esa cuestión a la investigación histórica, a la construc-
ción de una historia social de la modernidad, es cada día
más explícita; muestra de ello son el estudio de B. Suberca-
seaux (1988) sobre el Chile fin de siglo, de Beatriz Sarlo
(1988) sobre el Buenos Aires de los años veinte a treinta, y
de Renato Ortiz (1988) sobre las transformaciones de la
identidad nacional en Brasil.

Permeando y complejizando todo ese esfuerzo de revi-


sión de las relaciones comunicación/cultura emerge la
problemática de lo popular internacional (R. Ortiz, 1988) a la
vez desafío teórico y político, pero también veta de entrada
a la comprensión de contradicciones peculiares del mundo
latinoamericano, de los avatares de su modernidad y sus
anacronías. Contra ese dualismo metafísico, y hasta episte-
mológico, que divorcia la modernidad de la tradición, R.
Ortiz da forma a una atrevida articulación lingüística
–moderna tradición– que imbrica inextricablemente la una en
la otra. Con ello, Ortiz nos está diciendo que nuestras tradi-
ciones atraviesan y espesan los relatos de la modernidad –y
ésta nos habla aquí menos de sus orígenes que de los nues-
tros–, que nuestras tradiciones no son el relato del pasado
sino un ingrediente constitutivo de lo moderno, y viceversa:
que no hace falta salir de lo moderno para encontrar nues-
tros pasados. Y junto con las pistas que tematiza desde el
título, ese libro abre una fecunda y polémica mirada sobre
la industria cultural desde la existencia de un internacional
popular que, de un lado, remite a la muy peculiar experien-
cia brasileña de la modernidad nacional en la que las
contradicciones entre cultura artística y cultura popular de

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masa no se manifiestan en forma antagónica –pues, como


afirma textualmente Renato: “en Brasil, contrariamente a
los países centrales, la dramaturgia de palco se asocia a una
tecnología de masa: la televisión (...) posibilitando el tránsi-
to entre esferas regidas por lógicas diferentes”–; pero, de
otro lado, estamos ante la apertura del nuevo escenario
conceptual que exigen la expansión e intensificación de los
procesos de transnacionalización cultural.

Dos textos colectivos dan buena cuenta de los nudos que


presenta en estos años ese debate, ambos compilación de
trabajos presentados a seminarios, convocados uno por
CLACSO (1987) en Buenos Aires, con presencia mayoritaria
de investigadores del Cono Sur, y el otro por IPAL (N. Gar-
cía Canclini y R. Roncagliolo eds., 1988) en Bogotá con
mayoría de investigadores de la región andina y Centro
América. Son colectivos también el libro coordinado por
Regina Festa y C. E. Lins da Silva (1986) en el que se mues-
tran la vitalidad y riqueza que tienen en Brasil actualmente
tanto el estudio como la práctica de la comunicación popu-
lar en su asunción por los movimientos sociales; y el libro
coordinado por L. Peirano (1985) sobre la pluralidad de
experiencias y el impulso tomado en Perú por el “encuen-
tro” entre educación y comunicación popular. De los rela-
tos/análisis de experiencias de comunicación popular hay
dos que ofrecen un interés bien particular: el estudio de
Ricardo Sol (1985) sobre comunicación alternativa en El
Salvador –en especial por lo referente al fenómeno comuni-
cacional que fue y puso en marcha Monseñor Romero, y las
estrategias de las organizaciones populares–; y el análisis de
Rosa María Alfaro (1987) acerca de los modos de conquista
de la ciudad por las mujeres de los sectores populares de
Lima, un relato que pone a flote la carga de cultura que
expresan los modos de comunicación popular cuando son
abordados como constitutivos del vivir cotidiano.

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Medios, públicos y usos

¿Qué particulares repercusiones está teniendo el nuevo


escenario latinoamericano y la elaboración teórica sobre
políticas, industrias y culturas populares en el análisis de los
medios? Quizá la más notable de todas sea el interés que la
radio ha cobrado para los investigadores. Marginada casi
por completo de la investigación crítica de los años setenta,
la radio es ahora revalorizada justamente a partir del reco-
nocimiento de su popularidad y su capacidad mediadora
entre tradiciones y modernidad. Pionero en la apertura de
esa veta de análisis es el estudio de G. Munizaga y Paulina
Gutiérrez (1987) sobre la capacidad de mediar lo popular
que plasma la radio tanto técnica como discursivamente, y
la importancia que ella adquiere a la hora de llenar el vacío
que dejan los aparatos tradicionales en la construcción
cotidiana del sentido. Pionera y decisiva también es la doble
investigación de Rosa María Alfaro (1985 y 1987): su mapa
de las modalidades de presencia de lo popular en la radio
limeña, y su estudio sobre producción y consumo radial en
los ocho departamentos andinos de la provinciana peruana.
En ambos trabajos se hacen explícitas las nuevas líneas que
orientan el análisis, la indagación de las relaciones entre
géneros radiales y matrices culturales, y entre formas de
interpelación a los sujetos sociales y sus modos de apropia-
ción.

Haciendo avanzar la primera línea –géneros radiales y


narrativas populares– abierta en buena medida por los tra-
bajos de A. Ford, L. B. Rivera y E. Romano (1985), están
los trabajos de Ana María Fadul (1984 y 1985) acerca de las
“historias de crímenes” en las emisoras brasileñas en cuanto
relatos de experiencia –que, a diferencia del discurso de la
noticia, incorporan explícitamente “el lado corporal del arte
de narrar”– y sobre las difíciles relaciones entre radio y

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literatura. También la investigación de Alejandro Ulloa


(1988) estudia el papel de la radio a la vez como mediadora
en la comercialización y la transnacionalización de la músi-
ca popular, y en su transformación en clave de identidad
para los sectores populares, hasta llegar a constituirse –es el
caso de la “salsa” en la ciudad de Cali– en ingrediente fun-
damental del aporte popular a la creación de una nueva
cultura urbana. La segunda línea –modos de interpelación y
apropiación– ha sido especialmente desarrollada por María
Cristina Mata (1988) en una investigación que estudia en
profundidad la cotidianidad construida en la radio desde la
continuidad discursiva de las voces que “leen” el acontecer
diario, la temporalidad social de la jornada, los dispositivos
de interpelación local y las lógicas de la demanda barrial.

En lo que atañe al análisis de la prensa disponemos de un


lúcido y amplio balance de las etapas recorridas por ese
análisis en Chile –coordinado por F. Reyes Matta, C. Ruiz
y G. Sunkel (1986)–: se trata de un conjunto de textos que
estudian y sitúan las rupturas y continuidades entre un
análisis que buscaba reconstruir la presencia en la prensa de
sistemas ideológicos de carácter global, y un análisis que,
reformulando el concepto de representación para poder pen-
sar el proceso de constitución de las identidades sociales y
políticas, articula la indagación de las especificidades de la
economía con la de las propiedades discursivas y comunica-
tivas del medio. Por su parte, Guillermo Sunkel (1985) ha
realizado una de las investigaciones más polémicas y
renovadoras sobre la prensa; en ella, a la vez que rastrea las
marcas del racionalismo iluminista en la prensa de izquier-
da –su heroica idea de la política y su estrecha represen-
tación de lo popular– des-cubre en la prensa popular de
masas normalmente llamada “amarilla” o sensacionalista,
las marcas de otra matriz cultural –simbólico-dramática–
cuyas raíces “periodísticas” se hallan en las “liras popula-
res” de comienzos de siglo y que, a través de profundas

Panorama bibliográfico de la investigación…


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transformaciones, sigue aún hoy constituyendo un disposi-


tivo fundamental de reconocimiento en esa prensa por parte
de los sectores populares.

Un balance de la evolución de las relaciones entre prensa


y Estado en Brasil, del que es editor Ciro Marcondes Filho
(1986) muestra al trasluz las líneas de renovación de una
lectura que, aunque tematiza “viejos” objetos de estudio,
incorpora una revisión de los conceptos de mercancía y
legitimación, y un acercamiento histórico a las relaciones
entre prensa y regímenes políticos: liberalismo, populismo,
neoconservatismo autoritario. En Brasil también, A. Fausto
Neto (1988) abre el estudio de la prensa –en este caso de las
revistas semanales y a propósito de la enfermedad y muerte
de Tancredo Neves– a una lectura que imbrica el análisis de
los dispositivos de construcción de la noticia con el de las
ideologías profesionales del periodismo y los diferentes
tipos de discursos sociales que interactúan con el periodísti-
co.

Aunque no se trata del discurso de prensa propiamente,


creo sin embargo adecuado reseñar aquí dos investigaciones
que en alguna manera tienen relación con él. La de Beatriz
Sarlo (1985) en la que estudia narraciones de circulación
periódica en la Argentina de los años veinte –espacio de
ósmosis entre literatura y periodismo– y ofrece pistas claves
para el análisis de los hábitos y modos de lectura en los
sectores populares. Y la de Gilberto Jiménez (1987) sobre el
discurso de los “informes de gobierno” en México: un estu-
dio de los géneros y operaciones argumentativas del dis-
curso político y de los modos de proyección en él de la
cultura política nacional.

En el estudio de la televisión convergen, como en ningún


otro medio una multiplicidad de líneas de investigación.
Digo convergen pues no se trata solamente del interés que ese

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medio presenta para la economía, la semiología o la psico-


logía, ni para los educadores o los políticos, sino de la
configuración de un cuadro nuevo de preguntas que además
de rebasar los linderos de cada disciplina está reformulando
la comprensión misma de la “acción” de los medios. Una
presentación bien precisa de ese nuevo cuadro de preguntas
puede encontrarse en Valerio Fuenzalida (1987). Aparecen
así como lugares desde los que la televisión es investigada
estos cuatro: la industria, los géneros populares, los hábitos
y usos de recepción cotidiana, y la educación para una
recepción crítica.

En lo que concierne a la industria televisiva varios de los


textos ya reseñados focalizan ese aspecto, en especial los de
D. Portales, R. Roncagliolo, F. Fernández, J. Esteinou,
Marques de Melo, y R. Ortiz. A ellos habría que añadir el
de Gabriel Molina (1987), que introduce una perspectiva
novedosa: los modos de incidencia de los intereses corpora-
tivos en la organización de la producción y la programación
televisiva de los noticieros. Se trata de uno de los primeros
análisis en América Latina del entramado de estrategias
económicas y rituales organizativos y discursivos que hay
en la industria de televisión.

El estudio de los géneros populares en televisión aparece


explícitamente ligado a la necesidad de investigar las me-
diaciones entre matrices culturales y formatos comerciales.
Es lo que indagan L. Peirano y A. Sánchez de León (1984)
en los programas cómicos de la televisión peruana: la pre-
sencia de un realismo grotesco que deja ver el mosaico racial
del país en un discurso al mismo tiempo revelador y defor-
mante, expresión caricaturesca de la rabia y el fracaso, de la
rebeldía y la represión convertidas en risa. J. C. Altamirano
Celis (1987) estudia el show televisivo o género de varieda-
des a través de uno de los programas más “populares” de la
televisión chilena, para investigar especialmente las formas

Panorama bibliográfico de la investigación…


19

en que es representada e interpelada la subjetividad popular,


y los modos como el género televisivo media entre el servi-
cio público y los requerimientos comerciales, y entre
ideología y placer. Pero el género que más interés suscita
estos últimos años es sin duda la telenovela, quizás porque
en ningún otro se hace tan “visible” la trama de moderni-
dad y anacronías que hacen el tejido cultural de Latino-
américa. De ahí el interés que se le presta a ese género aun
desde fuera, como lo demuestran los estudios de C. Lasagni
y G. Richeri (1986) y de A. y M. Mattelart (1987). En Brasil
dos investigaciones recientes abordan en profundidad la
telenovela: la de R. Ortiz, J. M. Ortiz y S. Borelli, que re-
construye la historia del género como proceso de produc-
ción industrial y como hecho cultural; y la de M. Wilton de
Sousa (1986) que ofrece el más completo análisis hecho
hasta ahora de la cotidianidad urbana de los inmigrantes
–padres e hijos– en São Paulo, vista desde los usos de la
telenovela.

A los anteriores habría que añadir el estudio de Marques


de Melo (1987) sobre la capacidad de exportación de la
industria brasileña de telenovelas. Un intento por articular
el análisis de la estructura y dinámica de la producción al de
los usos sociales y las narrativas del género está siendo
realizado actualmente por varios equipos de investigadores
en México, Perú y Colombia, investigación de la cual hay
ya varios informes publicados: los artículos recogidos en el
número 4-5 de Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
(1988) y en los números 17 y 18 de la revista Dia-logos de la
comunicación (1987).

De los estudios sobre recepción de televisión el trabajo de


V. Fuenzalida (1988) presenta una reflexión básica de lo
que ésta implica de desplazamiento teórico y metodológico.
Muestras de la fecundidad de la nueva perspectiva en el
análisis de programas o temáticas particulares, son las in-

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vestigaciones de C. E. Lins de Silva (1985) sobre la recep-


ción del noticiero nacional de TV Globo entre trabajadores,
y la de H. Martínez y P. Anzola sobre los diferentes modos
de percepción de la violencia en televisión. Finalmente, tres
textos importantes sobre educación para la comunicación:
el coordinado por M. Krohling, que recoge las ponencias
del ciclo de Intercom (1986); el coordinado por V. Fuenzali-
da (1986), dedicado especialmente al análisis de experien-
cias de educación para la recepción activa de la televisión y
al balance teórico y metodológico de lo logrado hasta ahora
en esa área; y el texto que recoge la larga experiencia peda-
gógica en ese terreno de Daniel Prieto (1986).

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