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ANIMADVERSIÓN

Siento animadversión hacia todo aquello que nos condiciona,


Que arremete contra la paz interior de los humanos
Y que nos adentra en débiles momentos emocionales,
Que nos inducen al sometimiento transmental
Y que -en realidad- nos convierte en algo inútil,
Irremediablemente inútil.

Siento auténtica animadversión hacia lo absurdo,


Hacia la extrema incoherencia malinterpretada,
Hacia el alma de los desalmados,
Hacia todo lo que siendo irreal…
Verdaderamente existe entre nosotros.

Siento animadversión ante la nada,


Ante las miradas inertes que desmerecen la vida,
Ante el subconsciente parafonístico
Que atenta contra los sueños de los soñadores,
Contra las ilusiones de nuestros semejantes.

Siento animadversión hacia los sentimientos reminiscentes,


Carentes de raciocinio supraintelectual
Que se lamentan cada mañana
De lo que no hicieron el día de ayer
Y de lo que no harán el día de mañana.

Siento animadversión hacia el pensamiento falseado


De los que temen a la realidad palpable
Y cometen errores ineludibles
Ante la barbarie y la osadía de los inconscientes,
De los patológicamente ignorantes.

Siento animadversión ante el desequilibrio falaz


De los que rehúyen caminar en dirección contraria,
Y se afligen ante la simple cotidianidad
Que nos regala una sonrisa psicoespiritual
Repleta de pasión visiblemente confraternal.

Siento animadversión hacia lo indivisible


Que no interactúa con el medio parafísico,
Que adolece de recursos analógicos
Y reproduce sensaciones embriagadas por la absurdez,
Por la total y más profunda absurdez.

Siento animadversión hacia el olvido


Que no es conmemorado a cada instante
Y que tiñe de gris petróleo
Un momento de euforia colectiva
Y que -de alguna manera- nos empequeñece
Y nos minimiza más de lo debido
Ante lo desmesuradamente estúpido,
Haciendo caso omiso a las normas consuetudinarias,
A los derechos no codificados omnipresentes y panterrenales.

Avanzan los tiempos, cambian las mentalidades primigenias


Pero -por desgracia- sigue primando el determinismo idiosincrático…
Por lo que debemos ser libres, completamente libres
Para poder sentirnos fuertes e inalterables
Ante la ridícula e irrisoria atrocidad
De las mentes suprapensantes
Que venden nuestros minutos de felicidad
A cambio de momentos de cierta lucidez,
De poderes extrasensoriales
Absolutamente malvados,
Irremediablemente malévolos
Ante los ojos de los que desconocen
Que el conocimiento lo es todo.

Pero ya no importa demasiado,


Pensemos -solo por un instante-
En que la animadversión no existe,
Y que solamente en ocasiones
Envuelve el ambiente
De pánico y temor metahistérico
A pesar de que la verdadera indulgencia
De los corazones frágiles
No sea capaz de volar en libertad
Y gritar a los cuatro vientos…
Sin miedo a las represalias.

ALEJANDRO C. MORENO y MARRERO


Gáldar, a 12 de Octubre de 2008

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