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Piel

La piel cubre la superficie del


cuerpo, formando una barrera
protectora contra la acción de
agentes químicos, microbianos o
físicos (como la luz) sobre tejidos
más profundos.

La piel es un órgano formado por


dos capas de tejidos: una
epidermis, superficial, y una
dermis, profunda. La epidermis es
un tejido epitelial
pluriestratificado de células originadas en el estrato basal o
germinativo, denominado también Capa de Malpighi, formada por
células vivas que se reproducen continuamente por mitosis,
desplazando las células más jóvenes a las viejas, que mueren y se
cargan de una proteína llamada queratina, y acaban
desprendiéndose. También contiene los melanocitos o células
pigmentarias que contienen melanina.

La capa interna es la dermis, un tejido conjuntivo muy


vascularizado (con muchos vasos sanguíneos) y contiene varios
tipos de receptores sensoriales, como los del sentido del tacto,
temperatura y dolor. Se continúa con las membranas mucosas de
los distintos canales (por ejemplo, el tubo digestivo) en los
distintos orificios corporales.Está constituida por una red de
colágeno y de fibras elásticas, capilares sanguíneos, nervios,
lóbulos grasos y la base de los folículos pilosos y de las glándulas
sudoríparas. La interfase entre dermis y epidermis es muy
irregular y consiste en una sucesión de papilas, o proyecciones
similares a dedos, que son más pequeñas en las zonas en que la piel
es fina, y más largas en la piel de las palmas de las manos y de las
plantas de los pies. En estas zonas, las papilas están asociadas a
elevaciones de la epidermis que producen ondulaciones utilizadas
para la identificación de las huellas dactilares. Cada papila
contiene o bien un lazo capilar de vasos sanguíneos o una
terminación nerviosa especializada. Los lazos vasculares aportan
nutrientes a la epidermis y superan en número a las papilas
neurales, en una proporción aproximada de cuatro a uno.

• Ver dibujo explicativo de los sentidos que residen en la piel


• Ver otro dibujo diferente de la piel
• Otro dibujo más, con los nombres de los receptores sensoriales
• Las yemas de los dedos y las uñas

La piel realiza una función importante en el mantenimiento de la


temperatura corporal gracias a la acción de las glándulas
sudoríparas y de los capilares sanguíneos. En la regulación de la
temperatura corporal participan los numerosos capilares
sanguíneos contenidos en cada centímetro cuadrado de piel.

Cuando se eleva la temperatura corporal se pierde energía


calórica, o calor, porque se produce la dilatación vascular y se
incrementa el flujo de sangre hacia la superficie cutánea. Cuando
la temperatura es baja, los capilares sanguíneos se contraen para
reducir el flujo de sangre y la consiguiente pérdida de calor a
través de la piel. Cada centímetro cuadrado de piel también
contiene cientos de glándulas sudoríparas que están controladas
por un centro de regulación del calor situado en el cerebro (ver
Sistema Nervioso). Estas glándulas segregan humedad que se
evapora, enfría la superficie corporal y contribuye a mantener una
temperatura corporal normal. En este caso, la piel actúa como un
órgano secretor. La piel es elástica y, excepto en algunas zonas
como las palmas de la manos, las plantas de los pies y los oídos,
está unida de forma débil a los tejidos subyacentes. El color de la
piel varía según la cantidad de un pigmento, llamado melanina, que
se deposita en las células cutáneas, la cual está determinada por
la herencia y por la exposición a la luz solar. El color también varía
en algunas enfermedades a causa de diferencias en la
pigmentación, como ocurre en la enfermedad de Addison, o porque
la sangre transporta sustancias pigmentadas que se depositan en
la piel (ictericia). En determinadas regiones del cuerpo las capas
más externas de la piel se modifican para formar el pelo y las
uñas. El grosor de la piel varía entre 0,5 mm en los párpados y 4
mm o más en las palmas de las manos y las plantas de los pies.
Las glándulas sudoríparas están distribuidas por todo el cuerpo.
Son numerosas en las palmas de las manos y en las plantas de los
pies, pero bastante escasas en la piel de la espalda. Cada glándula
consiste en una serie de túbulos enrollados situados en el tejido
subcutáneo, y un conducto que se extiende a través de la dermis y
forma una espiral enrollada en la epidermis. Las glándulas
sebáceas tienen forma de saco y segregan el sebo que lubrica y
ablanda la piel. Se abren en los folículos pilosos a muy poca
distancia por debajo de la epidermis.

Enfermedades cutáneas

La piel es proclive a padecer enfermedades originadas tanto por


causas internas como externas. La inflamación de la piel o
dermatitis puede producirse como consecuencia de la exposición a
sustancias industriales irritantes, físicas o químicas, por el
contacto con venenos de origen vegetal, o por quemaduras
producidas por una exposición excesiva a los rayos ultravioleta del
sol. La infección de la piel por estreptococos piógenos da lugar al
impétigo y las erisipelas, y las infecciones cutáneas pueden
extenderse por todo el cuerpo (sífilis, viruela, tuberculosis);
enfermedades sistémicas generales pueden dar lugar a síntomas
cutáneos, como en la escarlatina, la varicela y el sarampión.
Proteínas extrañas a las que el cuerpo es sensible pueden afectar
a la piel produciendo urticaria, o verdugones, tanto si llegan a la
piel por el torrente sanguíneo como si son aplicadas directamente
en la piel. Con frecuencia, los pacientes son estudiados mediante
la colocación de una pequeña cantidad de proteína en un pequeño
arañazo realizado en la piel; si se produce sensibilidad a la
proteína aparece un verdugón. En un principio se creyó que el
eccema era la enfermedad cutánea más frecuente, pero en la
actualidad se considera como un síntoma de una gran variedad de
patologías, incluyendo irritaciones locales externas, alteraciones
sanguíneas y alergias. Otras afecciones cutáneas incluyen
tumores, quistes sebáceos (lobanillos), úlceras y pigmentaciones
congénitas o producidas por alteraciones en las secreciones
internas (véase Sistema endocrino) y melanomas (véase Cáncer).
Para información sobre quemaduras véase Primeros auxilios. Para
saber algo sobre las congelaciones pulsa aquí.
Injertos de piel

A veces, las lesiones producidas por quemaduras, por


intervenciones quirúrgicas o por algunas enfermedades (úlceras
grandes) dan lugar a la destrucción de zonas extensas de piel. La
regeneración de la piel sobre estas zonas desnudas se produce de
forma natural por proliferación de las células situadas en los
márgenes de la lesión, donde la piel es sana, y de los apéndices
cutáneos subyacentes. Sin embargo, la formación del tejido de la
cicatriz evita el crecimiento de piel sobre la zona desnuda y puede
incapacitar la parte afectada por la formación de contracturas o
adhesiones. Para facilitar que la zona dañada se cubra por
completo se realizan injertos de piel. Se cortan secciones de piel
que tengan su grosor total o parcial, dependiendo de las
indicaciones, de otras zonas del cuerpo (sitio donante) y se aplican
en la superficie descubierta (sitio receptor) con objeto de que se
adhieran con rapidez. Si el injerto tiene éxito se nutre en un
primer momento con suero que rezuma del tejido dañado, y
después por proliferación de capilares en el injerto, capilares que
proceden del tejido sobre el cual se han colocado. Al final, el
injerto se une con la piel que lo rodea para cubrir todo el área.

En general, los injertos permanentes sólo se pueden realizar con


piel del cuerpo del mismo individuo que va a recibirlos
(autoinjertos), o de un gemelo idéntico. Con la excepción de los
injertos procedentes de gemelos idénticos, los injertos se caen
transcurridas unas tres semanas.

También se han desarrollado injertos de piel artificial para que


sirvan de protección temporal durante la cicatrización. Están
constituidos por una capa dérmica de fibras proteicas de origen
animal y por una capa epidérmica de plástico de silicio. La piel
también puede ser clonada, aunque la piel resultante carece de
flexibilidad y no puede crecer.

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