El Señor entregó a su propio Hijo a la muerte en cruz a causa del
ardiente amor por la creación...No porque no hubiera podido rescatarla de otro modo, sino porque ha querido manifestar así su amor desbordante, como una enseñanza para nosotros. Por la muerte de su Hijo único nos ha reconciliado consigo. Sí, si hubiera tenido algo más precioso, nos lo habría entregado para que volviéramos enteramente a él.
A causa de su gran amor hacia nosotros, no quiso violentar
nuestra libertad, aunque hubiera podido hacerlo. Antes bien prefirió que nosotros nos acercáramos a él por amor.
A causa de su amor por nosotros y por la obediencia a su Padre,
Cristo aceptó gozosamente los insultos y la aflicción... De la misma manera, cuando los santos llegan a su plenitud, desbordando de amor por los demás y por la compasión hacia todos los hombres, se parecen a Dios.
San Isaac de Siria (hacia 600) monje a Ninive y Mossoul, actual Irak Discursos, serie 2ª, 38,5; 39,3
“...hace salir el sol sobre buenos y malos...” (Mt 5,45)
No hay cambios ni intenciones anteriores y posteriores en el
Creador. No hay odio ni resentimiento en su naturaleza, ni sitio más grande o más pequeño en su amor, ni antes ni después en su conocimiento. Sabiendo que la creación comenzó a existir como consecuencia de la bondad y del amor del Creador, sabemos también que este primero motivo no disminuye ni cambianada en el Creador, a la vista del curso desordenado que tomó su creación.
Sería odioso y blasfema pretender que el odio y el resentimiento
puedan existir en Dios... ni contra los mismos demonios... o imaginarse alguna debilidad o pasión en Dios (¿).... Al contrario, Dios actúa siempre para con nosotros por caminos que sabe que son positivos para nosotros, tanto si fueran causa de sufrimiento como de alivio, de alegría o de tristeza, insignificantes o gloriosos. Todo está orientado hacia los mismos bienes eternos.
San Isaac de Siria (hacia 600) monje de Nínive, actual Irak
Capítulo sobre el conocimiento, IV, 77-78
“La Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo
ilumina a todo hombre.” (Jn 1,9)
El hombre enardecido por la llama de la verdad, aun no ha conocido
la verdad en su esencia. Cuando la haya aprendido realmente ya no se enardecerá a causa de ella. El don de Dios y el conocimiento que confiere el don no son nunca motivo para turbarse o para levantar la voz, porque el lugar donde habita el Espíritu con amor y humildad es un lugar donde reina la paz... Si el ardor de celo hubiera sido necesario para enderezar los caminos del hombre ¿por qué Dios se habría revestido de un cuerpo y habría utilizado la dulzura y la humildad para convertir al mundo a su Padre. ¿Y por qué habría abierto sus brazos en la cruz por los pecadores, librando su cuerpo santísimo al sufrimiento a favor del mundo? Yo afirmo que Dios lo hizo por una sola razón: dar a conocer al mundo su amor, para que nuestra capacidad de amar, aumentada por esta constatación, se haga cautiva del amor de Dios. Así, el extraordinario poder del reino de los cielos que consiste en el amor, ha encontrado una ocasión de expresarse en la muerte de su Hijo...para que el mundo se dé cuenta del amor de Dios por su creación. Si este gesto admirable hubiese tenido por fin únicamente el perdón de nuestros pecados, habría bastado otro medio para realizarlo. ¿Quién lo habría rechazado si se hubiese realizado por medio de una muerte corriente? Pero Dios no quiso una muerte cualquiera para que tú comprendieras que hay aquí un misterio...
¿Por qué hacían falta los insultos y salivazos?... ¡Oh sabiduría
vivificante! Te has dado cuenta ahora y has comprendido cuál era la razón de la venida del Nuestro Señor y de todo lo que le siguió, antes que él mismo nos lo explicara por su propia boca. En efecto, está escrito que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único.” (Jn 3,16)