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IMPERIO DE PAPEL
Una antología documental de la historia novohispana

Felipe Castro Gutiérrez

Colección Lecturas Históricas de México

Los textos imprescindibles de la historia nacional

Coordinador: Enrique Florescano

EDITORIAL CAL Y ARENA


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INDICE

Introducción
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EL GOBIERNO

Bula papal de donación de las islas y tierra firme del Mar Océano al reino de
Castilla, 1493.
Cédulas, capítulos de ordenanzas que tratan acerca de la jurisdicción del Consejo de
las Indias y la orden que se ha de tener en la expedición de los negocios de gobernación,
justicia, gracia y merced, 1571.
Cédula en que manda cómo y donde han de hacer los que pasaren a las Indias sus
informaciones ante la Casa de Contratación de Sevilla, y lo que han de probar, 1552.
Instrucción dada al virrey marqués de Montesclaros por el presidente del Consejo de
Indias, 1603.
Informe de don Juan de Palafox, obispo de la Puebla, al conde de Salvatierra, virrey
de esta Nueva España, 1642.
Real cédula para que en las Indias haya audiencias y cancillerías reales, 1528.
Real cédula para que los oidores no tengan casas propias ni granjerías, ni traten ni
contraten por sí ni por interpósitas personas, ni se sirvan de los indios, 1549.
Real cédula que manda que no se puedan casar en las Indias ningún virrey,
presidente, oidor y alcalde del crimen, ni fiscal de las audiencias de las Indias, 1575.
Instrucción a los alcaldes y corregidores de Nueva España, 1571.
Real cédula para que se proceda con todo rigor contra los gobernadores,
corregidores y alcaldes mayores que tratan y contratan, 1716
Real cédula aceptando la compra y venta de oficios públicos, 1606.
Cédula del emperador Carlos V concediendo el título de marqués del Valle de
Oaxaca a Hernán Cortés, 1529.
Real cédula a Hernán Cortés haciéndole merced de 22 pueblos y 23.000 indios
vasallos, en razón de los servicios prestados, 1529.
Ordenanzas de población de Felipe II, 1573
Instrucciones para la reducción de pueblos de indios del virrey conde de Monterrey,
1598.
Título de fundación de la villa de Salamanca, 1602.
Ordenanzas de gobierno de la nobilísima ciudad de México (introducción), 1728.
Instrucciones del visitador de la Nueva España, licenciado Tello de Sandoval, 1543.
Orden que para tomar residencia debe seguir la Real Audiencia, 1528.
Real cédula a la Real Audiencia ordenando sean hechos pueblos de indios y se elijan
autoridades, 1549.
Informe del virrey Bucareli sobre la jurisdicción del Juzgado de la Acordada, 1775
Real cédula sobre la fundación de la Armada de Barlovento, 1635.
Visita e información sobre los tributos pagados por Tlalmanalco, 1564.

LA IGLESIA
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Cédula general dada en declaración del patronazgo real, 1564.


Bula Sublimis deus del papa Paulo III sobre la naturaleza de los indios, 1537.
Nombramiento del obispo de México como protector de indios y límite de sus
facultades, 1530.
Testimonio de los principales de Texcoco sobre el culto idolátrico, 1539.
Carta de Diego Rodríguez Bibanco, defensor de los indios de Yucatán, sobre que los
franciscanos haciéndose inquisidores cometen agravios contra los indios, 1563.
Nombramiento de inquisidor apostólico contra la herética pravedad al doctor Pedro
de Moya de Contreras para las provincias de Nueva España, 1570.
Auto de la Audiencia Real manteniendo la prohibición a los religiosos de San
Francisco, Santo Domingo y San Agustín, de azotar, trasquilar y prender indios; y, en
cambio, ratificando sus privilegios respecto de las informaciones matrimoniales, 1573.
Informe del doctor Luis de Anguis sobre las diferencias y poca conformidad de
prelados y religiosos.
Consulta del Consejo de Indias sobre que los indios y los mestizos puedan ascender
a la dignidad del sacerdocio y las demás eclesiásticas, 1696.
Nombramiento y funciones de un cura párroco en Nueva Galicia, 1560.
Constituciones de la cofradía de nuestra señora del Tránsito, San Juan Bautista de
Xichú, 1742.
Memorial y estado actual de las misiones de la Pimería Alta y Baja, 1772.
Memorial ajustado de los autos de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe, 1665.

LA ECONOMIA

Real cédula ampliando a 600 varas a la redonda los términos del pueblo de indios y
a 1100 varas los límites de fijación de las estancias, 1687
Real cédula a la Audiencia de México admitiendo las reclamaciones de los
labradores y corrigiendo las medidas entre pueblos de indios y estancias, 1695.
Mandamiento del virrey conde de Monterrey prohibiendo los repartimientos de
indios para los ingenios de azúcar, aunque permitiendo que se empleasen en ellos a indios
alquilados, 1599.
Parecer del asesor general del virreinato, Diego Antonio Cornide, sobre la venta de
reos a los obrajes, 1767.
Ordenanzas del gremio de algodoneros, 1809
Ordenanzas para el gobierno de las minas de Pachuca y Real del Monte, 1766
Real cédula para que las elecciones de priores y cónsules del Consulado de
Comerciantes se realicen según lo propuesto por su Tribunal, 1728.
Bando del virrey marqués de Croix sobre organización de la feria de Xalapa, 1769.
De la navegación y comercio de las Islas Filipinas, China, Nueva España, y Perú,
1635, 1636.

EL TRABAJO, LA SOCIEDAD Y LA VIDA COTIDIANA

Las Leyes Nuevas, 1542.


Real cédula prohibiendo los servicios personales como parte de la tasación dada al
encomendero, 1549.
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Nueva orden sobre la paga y tratamiento de los indios de repartimiento de esta


Nueva España, 1599.
Real cédula prohibiendo el repartimiento de trabajadores indios, 1632.
Bando sobre el trabajo de los peones de las haciendas, 1784.
Capítulos que por instrucción y delegación de la ciudad de México fueron expuestos
ante su majestad por los procuradores Loaiza y Cherinos, 1542.
Informe del padre ministro de San Pablo sobre los inconvenientes de vivir los indios
en el centro de la ciudad, 1692.
Ordenanzas de esclavos del virrey Antonio de Mendoza, 1548.
Testamento de Ana Hernández, negra libre, 1593.
Real cédula por la que se prohíbe el juego de gallos, 1688.
Bando contra las bebidas prohibidas, 1740.
Causa criminal y pesquisa sobre la sublevación y tumulto ejecutado por varios
indios rebeldes del pueblo y cabecera de Papantla, 1767.
Carta de un vecino de la ciudad de Guanajuato sobre la escasez de maíz y demás
semillas en la ciudad y de sus minas, 1785.
Los gobernadores y oficiales de república de Pomacuaran y otros pueblos de
Michoacán sobre la gravísima falta de semillas y epidemia de peste que padecen, 1786.

LOS CAMBIOS DEL SIGLO XVIII

Mandamiento reservado al virrey para que proceda de acuerdo con el arzobispo a


separar de los curatos o doctrinas a los regulares, 1749.
Prospecto de la nueva forma de gobierno político y económico del Hospicio de
Pobres de esta capital (fragmento), 1806.
Bando contra los vagos, 1806.
Bando que declara el fuero y preeminencias que deben gozar las milicias, 1766.
Bando para la expulsión de los jesuitas, 1767
Dictamen del virrey Bucareli sobre el proyecto de establecer intendencias en la
Nueva España, 1774.
Nombramiento de gobernador y capitán general de las Provincias Internas en favor
del caballero don Teodoro de Croix, e instrucciones de gobierno, 1776.
Instrucción del virrey Bernardo de Gálvez al comandante general Jacobo Ugarte y
Loyola, para el gobierno y defensa de las Provincias Internas, 1786.
Relación del intendente de Nueva Galicia Jacobo Ugarte y Loyola, sobre
providencias tomadas respecto de los bienes de comunidad y fundo legal de los pueblos de
indios, 1792.
Real cédula para que en los reinos de las Indias se destierren los diferentes idiomas
de que se usa y sólo se hable el castellano, 1770.
Real cédula sobre bienes de obras pías en América y Filipinas, 1804.

Glosario
Obras de referencia
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Introducción

Los límites de la autoridad imperial

Cuando en el siglo XVI se pensaba en Europa en un "Imperio", no se trataba del

agonizante Sacro, Romano y Germánico, sino aquel dirigido por los reyes de España y que

se extendía desde Flandes pasando por las Indias hasta llegar a las remotas Filipinas. Aun

en sus peores momentos no existió nada comparable en Occidente. Es cierto que en el siglo

XVII el Imperio pasó por una grave crisis: agotamiento demográfico, ruina de la economía,

quiebra fiscal y pérdida de los Países Bajos y en Portugal. Sin embargo, el progresivo

derrumbe de la política imperial europea contrasta con la estabilidad de la administración

colonial. Esta aparentemente pesada maquinaria gubernamental logró mantener la

integridad esencial de sus dominios indianos, cumplir con sus propósitos evangelizadores,

proteger a los indígenas de los peores abusos, contener los ímpetus autonomistas de los

colonos y proporcionar cierto orden a este gigantesco y heterogéneo conjunto de reinos,

sociedades y culturas.

Estos logros son aun más paradójicos cuando se consideran los elementos que

atentaban en su contra. En efecto, hablar de un “Estado español” en las Indias solamente

puede aceptarse como una imagen literaria. El reino era posesión personal del rey; no

existía una distinción entre el gobierno y el gobernante, o entre la hacienda pública y los

bienes privados del linaje real. Este concepto patrimonial y personal del poder repercutía en

la imposibilidad de establecer una burocracia profesional, centralizada, ordenada por

criterios de eficiencia. Importaba más el favor del monarca que los méritos y habilidades; el

cargo fácilmente se convertía en una forma de recompensa, en una “merced”. La falta de un


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plan y la ausencia de una idea de división de poderes provocaba la superposición de

jurisdicciones y la confusión entre facultades gubernativas, judiciales y legislativas.

Por las mismas razones, el sistema fiscal era una acumulación de disposiciones

casuísticas, existía una considerable corrupción y era, en conjunto, bastante ineficiente.

Como los gastos más urgentes eran siempre los metropolitanos, los funcionarios virreinales

estaban mal pagados e incluso, con el tiempo, muchos alcaldes mayores dejaron de recibir

salario. Esto obligaba a los representantes del rey a obtener el sustento de sus mismos

cargos. Además de los eventuales ingresos derivados del legítimo ejercicio de sus funciones

(actas judiciales, multas, etcétera) no había mayor objeción a que utilizaran el puesto para

su propio provecho. Así, los oidores buscaban provechoso vínculos conyugales con las

familias de la oligarquía local, los alcaldes mayores actuaban como comerciantes que

aprovechaban su poder para imponer contratos mercantiles abusivos a los indios y todos los

funcionarios traficaban más o menos abiertamente con la concesión de licencias, permisos

y mercedes. Se llegó a estimar los “aprovechamientos” de los diferentes cargos y

jurisdicciones, esto es, las cantidades que ilegalmente podían obtenerse de su posesión.

Agréguese a esto que muchas funciones fiscales y judiciales se delegaban a

corporaciones locales (como el Consulado de Comerciantes de México) y numerosos

cargos públicos se remataban al mejor postor, pasaban a ser propiedad personal del

beneficiario y podían heredarse generación tras generación. La Iglesia, desde luego, gozaba

de abundantes privilegios y contaba con su fuero y sus tribunales particulares; en las

regiones apartadas y especialmente la frontera norte del virreinato, los misioneros eran los

verdaderos representantes de la autoridad imperial.

Un aspecto esencial del Estado –el monopolio de la violencia legal, la posibilidad de

imponer sus determinaciones por la fuerza- no existía para efectos prácticos. Si dejamos de
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lado la decorativa guardia de alabarderos de los virreyes, las únicas guarniciones

permanentes en la Nueva España estaban en los puertos y en las fronteras “de tierra

adentro”. En las provincias, los alcaldes mayores y corregidores pagaban de su bolsillo a

algunos "ministros de vara" para auxiliarlos en la prisión de delincuentes. Los gobernantes

del virreinato llegaron incluso al extremo de privatizar las cárceles mediante la práctica de

“vender” los reos condenados a trabajos forzados a los propietarios de obrajes textiles o

plantaciones.

Puede decirse que el Estado no se había separado de la sociedad como una esfera

autónoma y excluyente de ejercicio de la legislación, la justicia y la gobernación. La

distinción entre gobernantes y gobernados no era tan clara y nítida como hoy día la

asumimos. El espacio de las instituciones se extendía, mezclaba y confundía con el de

consulados de comerciantes, gremios de artesanos, personalidades locales e incluso

caciques y principales indios. Todos, en mayor o menor medida, eran parte de un sistema

político con límites imprecisos y difusos Por eso, a pesar el despotismo nominal de la

monarquía, la vida política cotidiana incluía una amplia dosis de consultas, negociaciones,

discretas presiones y compromisos sobreentendidos que eran la clave de la estabilidad

política.

Este sistema permitía asimilar cierto grado de cambios, acomodar las fuerzas en

conflicto, disolver las tensiones, mantener la imagen del monarca como fuente de autoridad

lejana, poderosa y justiciera y mantener la paz del reino con un mínimo de recursos. Los

virreyes y otros altos funcionarios designados por el monarca para gobernar la Nueva

España tenían necesariamente que utilizar el prestigio anexo a su cargo y su facultad de

conceder mercedes y honores para edificar una cuidadosa red de lealtades, amistades y

clientelas personales. El éxito de estos funcionarios dependía de su habilidad para moverse


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en la trama de este complejo tejido político. Debían promover los intereses metropolitanos,

pero al mismo tiempo no traspasar los límites implícitos que mantenían la obediencia y el

respeto dados a los representantes del rey.

Buena muestra de este delicado equilibrio se encuentra en la política económica de

la Corona. Una constante general se advierte en esta legislación: la economía no constituye

en esta época un área separada y autónoma del conocimiento. Por el contrario, la actividad

productiva está siempre a medio camino entre la idea del "bien común", de que la economía

debe servir a la "república" y constituir el fundamento de un orden cristiano, y las presiones

de los grupos de poder, las necesidades concretas inmediatas y las urgencias fiscales de la

Corona. Esta contradicción aparece bien en las vacilaciones respecto a la extensión de las

"tierras por razón de pueblo" (que concordaba con el proteccionismo oficial hacia los

pueblos de indios pero perjudicaba a poderosos hacendados), la hostilidad contra los

ingenios azucareros (que producían una mercancía que atendía más al gusto que a la

necesidad) o los jaloneos respecto a la prohibición del juego de gallos (que fomentaba las

"malas costumbres") y al comercio del pulque (que provocaba embriaguez y “ofensas a

ambas majestades) pero que eranfiscalmente rentables.

Los desafíos que afrontaban los gobernantes indianos eran sin duda delicados y

complejos; pero no lo eran menos los que atendía la jerarquía eclesiástica. En ocasiones se

contempla la iglesia colonial como una vasta, coherente, y monopólica estructura, que

impuso sus creencias y su autoridad de manera incontestable. La realidad era, desde luego,

mucho más variada e inestable. Para empezar, la Iglesia tuvo que crear y aceptar una

estructura sui generis, dirigida para efectos prácticos por los miembros de las órdenes

regulares, encargados de llevar a cabo la evangelización de millones de “gentiles”. Esta

irregularidad fue motivo de interminables problemas y conflictos que no se resolvieron


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plenamente sino hasta fines del siglo XVIII. La misma estrecha vinculación entre Imperio e

Iglesia que en los siglos iniciales fue esencial para la legitimación de la conquista y la

conversión de los sometidos, pasó por momentos de fricción y derivó a la larga en una

situación de fricciones y golpes de mano que muchos consideraron que ponía en cuestión la

existencia misma de los “justos títulos” de España sobre Indias. Incluso, hablar de “la

Iglesia” es una simplificación que oculta una institución dividida (y en ocasiones

fracturada) en varias corporaciones, reglas, proyectos evangélicos, condiciones sociales,

influencia y poder económico.

Buena prueba de esta heterogeneidad fueron los experimentos, fracasos y soluciones

a medias que aquejaron a una cristiandad indiana que se había soñado perfecta, libre de la

corrupción, los compromisos dudosos y los vicios del Viejo Mundo. Los documentos que

aquí se incluyen ilustran estas pugnas entre corporaciones y personalidades eclesiásticas –

que, más allá de las cuestiones puramente personales, encarnaban distintos proyectos de

cristiandad- y ponen una atención particular al espinoso y nunca bien resuelto problema de

cómo resolver los casos de herejía y apostasía entre los nuevos conversos. Por otro lado,

atienden asimismo a los éxitos más duraderos de la Iglesia: la creación de asociaciones de

largo arraigo, como las cofradías y, desde luego, la aparición y fomento del culto

guadalupano. Que estas instituciones y creencias no evolucionaran exactamente en el

sentido que sus fundadores y promotores esperaban y que en ocasiones acabaran por

amenazar el mismo orden colonial es, en cierto sentido, testimonio del éxito paradójico de

la Iglesia indiana.

La conjunción de los planes, éxitos y fracasos de la Iglesia y el Estado español, la

migración de un número considerable de colonos europeos y la relación contradictoria,

variada e imprevisible que establecieron con los grupos indígenas y los esclavos traídos del
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continente africano dio lugar a la formación de una sociedad extremadamente compleja.

Esta antología procura dar razón del programa político de los colonos, de su temor a los

indios y negros, de los problemas que conllevaba introducir un orden y un concierto en una

sociedad heterogénea, unida por pasiones comunes y a la vez dividida por tensiones que a

veces derivaban en episodios de violencia; pero, también, la obra busca proporcionar una

imagen del mestizaje y de la aparición y paulatina consolidación de solidaridades y valores

compartidos.

Esta compilación cierra con varios documentos pertenecientes al periodo de las

"reformas borbónicas" de las últimas décadas del siglo XVIII. Estas innovaciones

gubernamentales procuraron modificar radicalmente las relación entre la metrópoli y sus

dominios indianos. En particular, la intención fue desplazar a la Iglesia como pilar y

fundamento de la autoridad, hacer más eficiente la recaudación fiscal, crear una burocracia

profesional obediente y confiable, combatir la influencia de las corporaciones y oligarquías

locales, poner un firme control sobre los pueblos de indios y la plebe urbana, e instaurar

fuerzas militares que respaldaran con las armas estas innovaciones y reprimieran cualquier

intento de protesta. A la larga, estas disposiciones consiguieron un éxito solamente relativo

debido tanto a las dudas y ambigüedades de los gobernantes como a la capacidad de la

sociedad novohispana para limitar, cooptar y reinterpretar en su propio beneficio muchas de

las disposiciones e instituciones llegadas desde la metrópoli.

Un Imperio de papel

Tanto en su vertiente tradicional como en la que sobrevino con las reformas

borbónicas, el sistema imperial giraba en torno a la figura real. Esta concentración de

facultades legislativas, gubernativas y judiciales creaba inevitablemente un sistema

burocrático que se asemejaba a una pirámide. Los litigios, las leyes y ordenanzas, las
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decisiones judiciales, las normas sobre el comercio, la minería, los derechos de los

ayuntamientos, las peticiones, propuestas, solicitudes de honores y mercedes,

nombramientos de funcionarios, creación de obispados, erección de pueblos y

misiones...todo lo que era de cierta importancia derivaba hacia el monarca.

Desde luego, los reyes no se ocupaban personalmente de todos estos asuntos;

gobernaban con ayuda de consejos, tribunales y funcionarios a los que delegaban parte de

su autoridad y que con sus sentencias y disposiciones iban poco a poco generando una

jurisprudencia aplicable. Aun así, estas corporaciones y personalidades debían

constantemente consultar, dar opiniones, informar o excusarse ante la autoridad central.

Siempre era posible que el rey los llamara a cuentas, o se hiciera presente a través de los

temidos y detestados “jueces visitadores” que podían averiguar, encausar, encarcelar y

embargar bienes a los funcionarios incumplidos o que mostraban demasiada iniciativa en el

desempeño de su cargo. Así, la primera preocupación de todo colonizador, conquistador o

funcionario era poner sus actos y sus derechos por escrito. Las ciudades, las haciendas, la

posesión de bienes, los privilegios, no existían hasta que se registraban en un documento y

éste era entregado a la autoridad competente

Todo esto motivaba un constante ir y venir de papeles, ordenanzas, cédulas, cartas,

relaciones, pareceres, consultas y mandamientos de toda índole. El concepto de

"despotismo burocrático" colonial, inicialmente surgido de la polémica marxista sobre el

modo de producción, tiene aquí una aplicación inesperada. No es seguro que los españoles

inventaran la burocracia moderna; pero no hay duda de que la llevaron a un grado de

centralidad, complejidad y organización hasta entonces desconocidos. Si el rey era la

cabeza de la res publica, la documentación era su sistema nervioso. Los dominios españoles

eran, literalmente, un Imperio de papel.


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Es comprensible, entonces, la añeja y prolongada fascinación de los historiadores

por compilaciones de leyes, cedularios y ordenanzas como un medio privilegiado para

obtener una imagen del pasado colonial. Estos documentos tienen la indudable ventaja de

presentar una imagen amplia y detallada de la legislación sobre cada aspecto de la vida

indiana; dado que eran documentos frecuentemente de carácter confidencial, permiten

acceder a los entretelones de los conflictos y polémicas de la época; y al seguir su

evolución al través del tiempo, puede contemplarse una sociedad colonial que fue

construida con dudas, utopías, errores y rectificaciones. A diferencia de las “crónicas” e

“historias” escritas para el público en general, que tienen una intención y un mensaje más o

menos explícito, las ordenanzas, cédulas e informes presentan de una manera más cruda e

inmediata las preferencias, afinidades y odios de los protagonistas.

Parece claro que no es posible dejar sin más de lado las preocupaciones morales de

los gobernantes como si fuesen vacías declaraciones de principios. Estas inquietudes

generaban leyes, instituciones y tradiciones duraderas; de aquí se derivaron, por ejemplo, el

reconocimiento legal de los pueblos de indios (con el derecho al uso exclusivo de sus

tierras y aguas, aceptación de sus “usos y costumbres”, y gobierno local autónomo), el

concepto del gobernante como padre protector de los humildes y buena parte de la

legislación mexicana contemporánea sobre la propiedad nacional de los recursos naturales.

En muchos casos estas disposiciones objetivamente perjudicaron a la oligarquía colonial y

resultaron contrarias a la buena marcha de la economía, como sucedió a raíz de la

liberación de esclavos indios y las limitaciones impuestas a las encomiendas.

Sin embargo, esta documentación tampoco puede leerse y aceptarse sin precaución.

De creer al pie de la letra las disposiciones legales, el Imperio habría estado gobernado por

piadosas intenciones, rectas voluntades e impecables moralidades personales; los aspectos


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más negativos (la virtual esclavización y casi extinción de la población indígena en las

Antillas Mayores, por ejemplo) habrían sido incidentes provocados por la fatalidad o bien

por la falibilidad humana. Esta versión formal y legalista de la historia provocó

inevitablemente su contraparte: las ideas de justicia, la protección a los indios, la

preocupación por el bien común fueron simples justificaciones ("ideologías" en el sentido

marxista clásico) destinadas a encubrir el saqueo colonial o la violencia de la imposición

religiosa. La polémica sobre la "verdadera naturaleza" del dominio español ha sido larga,

apasionada y cada tanto es reavivada por nuevas conmemoraciones o acontecimientos tales

como la rebelión neozapatista de Chiapas.

Esta añeja y circular polémica vino a tomar un nuevo giro con el apogeo, a

mediados del pasado siglo vigésimo, de la historia social y económica. La nueva manera de

ver las cosas trajo consigo un interés por el estudio de los grupos subordinados que hasta

entonces habían estado en el trasfondo de la investigación histórica, por la aproximación

cercana y minuciosa a las regiones, pueblos e instituciones, y un nuevo énfasis por las

realidades “profundas” de la economía y la demografía. Una consecuencia del cambio de

perspectiva fue cierto menosprecio hacia las grandes compilaciones legales en favor de los

documentos de archivos parroquiales, notariales y provinciales, una mayor atención por las

cartas e informes de funcionarios menores, y una relectura de los documentos en búsqueda

de datos no explícitos, de indicios que podrían remitir hacia las ideas y las normas no

escritas que permiten comprender el amplio espacio existente entre el ideal previsto por las

leyes y la realidad cotidiana de la sociedad.

La tendencia reciente en la producción historiográfica ha procurado conciliar estas

explicaciones antagónicas. En conjunto, la política imperial no puede reducirse sin más a

un determinismo simplista. Por el contrario, parece resultar de la compleja y no siempre


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previsible interacción entre los imperativos jurídicos, las urgencias y necesidades de la

Corona y la influencia de grupos de poder (los comerciantes, los ayuntamientos...) tanto

metropolitanos como coloniales. Asimismo, las quejas y la resistencia de los trabajadores

de los obrajes, los esclavos de las plantaciones y los comuneros indígenas también

incidieron en el desarrollo de la sociedad colonial, así fuese de una manera lateral y muchas

veces con terribles costos colectivos.

Acerca de esta edición

Esta antología procura, en cierto modo, realizar una síntesis de la experiencia

historiográfica relativa a los documentos. Incluye las leyes y disposiciones generales que,

aunque no siempre se siguieran al pie de la letra constituían el marco de referencia para los

actores sociales; pero, asimismo, reproduce informes y opiniones reservadas de

funcionarios y personalidades que nos entregan una visión crítica de las realidades sociales

y políticas. Asimismo, la selección contempla documentos provenientes de archivos

parroquiales y notariales, que nos da una textura cotidiana de la historia “menor” y de la

manera en que vivía y moría la gente sencilla del pasado colonial.

Por otro lado, esta compilación ha intentado reunir materiales que puedan resultar al

mismo tiempo útiles para profesores y alumnos que necesitan materiales de referencia sobre

el conjunto de la sociedad y la vida institucional novohispana, y que al mismo tiempo

resulte atractiva para el lector que se acerca a estas páginas por el simple deseo y placer de

acercarse al pasado colonial.

Cada documento viene precedido de una breve introducción que ubica y explica su

contexto, y de breves referencias bibliográficas pensadas para el caso de que el lector

requiera lecturas adicionales sobre el tema. Dado que esta compilación se orienta hacia un

público amplio, se optó por modernizar la ortografía y, en algunos pocos casos, modificar la
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puntuación para hacer más comprensible el texto. En ciertos documentos demasiado

extensos para reproducirlos aquí íntegramente, se indica con puntos suspensivos donde se

suprimió parte del original.

El lector hallará notas aclaratorias en algunas alusiones en los documentos que pueden

presentar alguna duda, así como para algunos giros verbales y arcaísmos.

El autor quiere agradecer la entusiasta colaboración de Gerardo Lara Cisneros en la

labor de selección y ubicación de diversos documentos, y de Lilia Cervantes, quien con su

acostumbrada eficiencia capturó varios de los textos de esta obra.

Felipe Castro Gutiérrez


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EL GOBIERNO

Bula papal de donación de las islas y tierra firme del Mar Océano al reino de Castilla.1

La bula papal de 1493 constituye un documento fundamental para la comprensión


del dominio español en América, la importancia concedida a la evangelización, la
influencia de la Iglesia indiana y la condición jurídica del indio. Apoyándose en la teoría de
la jurisdicción universal del papa como vicario de Jesucristo, la bula traza los límites entre
el Imperio español y el portugués y prohíbe la intrusión de cualquier otro príncipe cristiano.
Además describe a los “indios” como un grupo de una naturaleza afín a las virtudes
evangélicas y que poseen una intuición de la existencia del verdadero Dios, por lo cual se
confía a los Reyes Católicos su evangelización y conversión a la verdadera fe. Esta
definición fue hábilmente utilizada por los escritores “indigenistas” como Las Casas,
quienes argumentaron que la bula papal excluía el despojo de los señoríos y bienes de los
indígenas, así como la existencia de instituciones que, como la encomienda y la esclavitud,
se orientaban a exigir coercitivamente trabajo y tributo a los nativos.
La Corona española recurrió a la bula papal para legitimar sus pretensiones al
dominio exclusivo de las Indias, pero mantuvo una ambigua reserva frente a las
limitaciones que implícitamente señalaba el documento. La fórmula oficial llegó con el
tiempo a sostener que los dominios ultramarinos pertenecían al rey “por donación papal y
otros justos títulos”.

Alejandro, obispo, siervo de los siervos de Dios. A los ilustres carísimo en Cristo,

hijo rey Fernando, y muy amada en Cristo, hija Isabel, reina de Castilla, de León, de

Aragón, de Sicilia y de Granada, salud y bendición apostólica. Lo que más, entre todas las

obras, agrada a la divina majestad y nuestro corazón desea es que la fe católica y religión

cristiana sea exaltada mayormente en nuestros tiempos, y que en toda parte sea ampliada y

dilatada, y se procure la salvación de las almas, y las bárbaras naciones sean deprimidas y

reducidas a esa misma fe. Por lo cual, como quiera que a esta sacra silla de San Pedro, a

que por favor de la divina clemencia, aunque indignos, hayamos sido llamados, conociendo

de vos que sois reyes y príncipes católicos verdaderos, cuales sabemos que siempre lo

habéis sido, y vuestros preclaros hechos de que ya casi todo el mundo tiene entera noticia lo

manifiestan, y que no solamente lo deseáis, más que con todo conato, esfuerzo, fervor y

1
. Fuente: Agustín de Solórzano y Pereyra, Política indiana, México, Secretaría de Programación y
Presupuesto, 1979, p. 43-45.
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diligencia, no perdonando a trabajos, gastos ni peligros, y derramando vuestra propia

sangre lo hacéis, y que habéis dedicado desde atrás a ello todo vuestro ánimo y todas

vuestras fuerzas como lo testifica la recuperación del reino de Granada que ahora con tanta

gloria del divino nombre hicisteis, librándole de la tiranía sarracena. Dignamente somos

movidos, no sin causa, y debemos favorablemente y de nuestra voluntad, concederos

aquello mediante lo cual cada día con más ferviente ánimo, a honra del mismo Dios y

ampliación del imperio cristiano, podáis proseguir este santo y loable propósito de que

nuestro inmortal Dios se agrada. Entendimos que desde atrás habíais propuesto en vuestro

ánimo buscar y descubrir algunas islas y tierras firmes remotas e incógnitas, de otros hasta

ahora no halladas, para reducir los moradores y naturales de ellas al servicio de nuestro

redentor y que profesen la fe católica, y que por haber estado muy ocupados en la

recuperación del dicho reino de Granada no pudisteis hasta ahora llevar a deseado fin este

vuestro santo y loable propósito; y que finalmente, habiendo por voluntad de Dios cobrado

el dicho reino, queriendo poner en ejecución vuestro deseo, proveísteis al dilecto hijo

Cristóbal Colón, hombre apto y muy conveniente a tan gran negocio y digno de ser tenido

en mucho, con navíos y gente para semejantes cosas bien apercibidos no sin grandísimos

trabajos, costas y peligros, para que por la mar buscase con diligencia las tales tierras

firmes e islas remotas e incógnitas adonde hasta ahora no se había navegado, las cuales,

después de mucho trabajo, con el favor divino, habiendo puesto toda diligencia, navegando

por el Mar Océano, hallaron ciertas islas remotísimas y también tierras firmes que hasta

ahora no habían sido por otros halladas, en las cuales habitan muchas gentes que viven en

paz y andan, según se afirma, desnudas y que no comen carne, y a lo que los dichos

vuestros mensajeros pueden colegir, estas mismas gentes que viven en las susodichas islas

y tierras firmes creen que hay un Dios creador en los cielos y que parecen asaz aptos para
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recibir la fe católica y ser enseñados en buenas costumbres, y se tiene esperanza que si

fuesen doctrinados se introduciría con facilidad en las dichas tierras e islas el nombre del

salvador, señor nuestro Jesucristo; y que el dicho Cristóbal Colón hizo edificar en una de

las principales de las dichas islas una torre fuerte, y en guarda de ellas puso ciertos

cristianos de los que con él habían ido para que desde allí buscasen otras islas y tierras

firmes remotas e incógnitas, y que en las dichas islas y tierras ya descubiertas se halla oro y

cosas aromáticas y otras muchas de gran precio, diversas en género y calidad. Por lo cual,

teniendo atención a todo lo susodicho con diligencia, principalmente a la exaltación y

dilatación de la fe católica, como conviene a reyes y príncipes católicos y a imitación de los

reyes vuestros antecesores de clara memoria, propusisteis con el favor de la divina

clemencia, sujetar las dichas islas y tierras firmes y los habitadores y naturales de ellas,

reducirlos a la fe católica.

Así que Nos, alabando mucho en el señor este vuestro santo y loable propósito, y

deseando que sea llevado a debida ejecución y que el mismo nombre de nuestro salvador se

plante en aquellas partes, os amonestamos mucho en el señor y por el sagrado bautismo que

recibisteis, mediante el cual estáis obligados a los mandamientos apostólicos, y por las

entrañas de misericordia de nuestro señor Jesucristo, atentamente os requerimos que cuando

intentáredes emprender y proseguir del todo semejante empresa queráis y debáis con ánimo

pronto y celo de verdadera fe inducir los pueblos que viven en tales islas y tierras a que

reciban la religión cristiana y que en ningún tiempo os espanten los peligros y trabajos,

teniendo esperanza y confianza firme que el omnipotente Dios favorecerá felizmente

vuestras empresas. Y para que siéndoos concedida la liberalidad de la gracia apostólica, con

más libertad y atrevimiento toméis el cargo de tan importante negocio, motu propio2 y no a

2
. De propia voluntad.
19

instancia de petición vuestra ni de otro que por vos nos la haya pedido, más de nuestra mera

libertad y de cierta ciencia y de plenitud del poderío apostólico, todas las islas y tierras

firmes halladas y que se hallaren descubiertas y que se descubrieren hacia el occidente y

mediodía, fabricando y componiendo una línea del polo Artico, que es el septentrión, al

polo Antártico, que es el mediodía, ora se hayan hallado islas y tierras ora se hayan de

hallar hacia la India o hacia otra cualquier parte, la cual línea diste de cada una de las islas

que vulgarmente dicen de Azores y Cabo Verde, 100 leguas hacia el occidente y mediodía;

así que todas las tierras firmes e islas halladas y que se hallaren descubiertas y que se

descubrieren desde la dicha línea hacia el occidente y mediodía, que por otro rey o príncipe

cristiano no fuesen actualmente poseídas hasta el día del nacimiento de nuestro señor

Jesucristo próximo pasado del cual comienza el año presente de 1493, cuando fueren por

vuestros mensajeros y capitanes halladas algunas de las dichas islas, por la autoridad del

omnipotente Dios, a Nos en San Pedro concedida, y del vicariato de Jesucristo que

ejercemos en las tierras, con todos los señoríos de ellas, ciudades, fuerzas, lugares, villas,

derechos, jurisdicciones y todas sus pertenencias, por el tenor de las presentes las damos,

concedemos y asignamos perpetuamente a vos y a los reyes de Castilla y de León vuestros

herederos y sucesores. Y hacemos, constituimos y diputamos a vos y a los dichos vuestros

herederos y sucesores, señores de ellas con libre, lleno y absoluto poder, autoridad y

jurisdicción, con declaración que por esta nuestra donación, concesión y asignación, no se

entienda ni se pueda entender que se quite ni haya de quitar el derecho adquirido a ningún

príncipe cristiano que actualmente hubiera poseído las dichas islas y tierras firmes hasta el

susodicho día de natividad de nuestro señor Jesucristo. Y allende de esto, os mandamos en

virtud de santa obediencia, que así como también lo prometéis, y no dudamos por vuestra

grandísima devoción y magnanimidad real que <no> le dejaréis de hacer, procuraréis enviar
20

a dichas tierras firmes e islas, hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y

expertos, para que instruyan a los susodichos naturales y moradores en la fe católica y les

enseñen buenas costumbres, poniendo en ello toda la diligencia que convenga. Y del todo

inhibimos a cualesquier personas de cualquier dignidad, aunque sea real o imperial, estado,

grado, orden o condición, so pena de excomunión latae sententiae3, en la cual por el mismo

caso incurran si lo contrario hicieren, que no presuman ir, por haber mercaderías o por otra

cualquier causa, sin especial licencia vuestra y de los dichos vuestros herederos y

sucesores, a las islas y tierras firmes halladas y que se hallaren descubiertas y que se

descubrieren hacia el occidente y mediodía, fabricando y componiendo una línea desde el

polo Artico, ora las tierras firmes o islas sean halladas y que se hayan de hallar, hacia la

India o hacia cualquier otra parte, la cual línea diste de cualquiera de las islas que

vulgarmente llaman de las Azores y Cabo Verde como queda dicho, no obstante

constituciones y ordenanzas apostólicas y otras cualesquiera que en contrario sean,

confiando en el señor, de quien proceden todos los bienes, imperios y señoríos, que

encaminando vuestras obras pías, si proseguís este santo y loable propósito, conseguirán

vuestros trabajos y empresas en breve tiempo, con felicidad y gloria de todo el pueblo

cristiano, prosperísima salida. Y porque sería dificultoso llevar las presentes letras a cada

lugar donde fuere necesario llevarse, con los mismos motu y ciencia, mandamos que a sus

trasuntos4, firmados de mano de notario público para ello requerido y corroborados con

sello de alguna persona constituida en dignidad eclesiástica o de algún cabildo eclesiástico,

se les dé la misma fe, en juicio y fuera de él y en otra cualquier parte, que se daría a las

3
. Excomunión amplia, habitualmente mencionada como excomunión mayor; es una censura
eclesiástica que excluye al afectado de la comunión con los creyentes, inhabilita para recibir
sacramentos y para ejercer el ministerio. Se produce por el mismo hecho de cometer el acto
censurado, sin necesidad de declaratoria expresa.
4
. Copia o transcripción de un documento.
21

presentes si fuesen exhibidas y mostradas. Así que a ningún hombre sea lícito quebrantar o

con atrevimiento temerario ir contra esta nuestra carta de encomienda, amonestación,

requerimiento, donación, concesión, asignación, constitución, diputación, decreto,

mandado, inhibición y voluntad, y si alguno presumiere intentarlo, sepa que incurrirá en la

indignación del omnipotente Dios y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo. Dada

en Roma, en San Pedro, a cuatro de mayo del año de la encarnación del señor de 1493, en

el año primero de nuestro pontificado.

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, La filosofía política en la conquista de América, México, Fondo de Cultura


Económica, 1947, 163 p.
Clarence H. Haring, El Imperio español en América, México, Alianza, 1990, 490 p.
________________________________________________________

Cédulas, capítulos de ordenanzas que tratan acerca de la jurisdicción del Consejo de


las Indias y la orden que se ha de tener en la expedición de los negocios de
gobernación, justicia, gracia y merced (1571)5

La conquista y colonización de las “Islas y Tierra Firme del Mar Océano”


sorprendió a la Corona de Castilla sin una estructura institucional capaz de gobernar y
administrar los nuevos, lejanos y desconocidos territorios. Desde principios del siglo XVI
fue creciendo lentamente un conjunto de funcionarios que integraron lo que se denominó
informalmente “Consejo de Indias”, dependiente del Consejo de Castilla. Fue sólo en 1524
que el Consejo se convirtió en una instancia separada, con un presidente (generalmente un
eclesiástico), y varios consejeros que por lo común eran otros eclesiásticos, juristas y en
ocasiones funcionarios con experiencia colonial. La institución fue creando reglas y
adoptando decisiones a medida que se iban presentando situaciones particulares, y no fue
sino hasta 1542 cuando en la parte inicial de las Leyes Nuevas se establecieron ordenanzas
para su gobierno interno.
El Consejo tenía jurisdicción sobre todos los asuntos legales, militares,
administrativos y fiscales de Indias; como organismo consultor, proponía decisiones al rey,
quien usualmente seguía su dictamen. Era instancia de última apelación en las decisiones de
las audiencias (en casos trascendentes) y vigilaba las prerrogativas que el real patronato
daba al rey sobre la Iglesia indiana. La única excepción a estas amplias facultades eran las
causas inquisitoriales, que dependían del Supremo Tribunal de la Inquisición.

. Fuente: Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones
5

Cultura Hispánica, 1945, vol. I. p.1, 4.


22

La actuación del Consejo ha sido criticada en el sentido de que era lento,


burocrático, rara vez tomaba iniciativas de reformas, y en ocasiones resultaba evidente su
desconocimiento de la realidad indiana. Sin embargo, logró mantener la integridad
fundamental y el funcionamiento del Imperio durante casi dos siglos, hasta que en el XVIII,
en el contexto de las reformas borbónicas, fue paulatinamente relegado a un papel
secundario por el nombramiento de ministros de Marina e Indias, . Por otro lado, puede
decirse que indirectamente su rutina y lentitud burocrática favorecieron la tendencia hacia
una cierta autonomía de las oligarquías coloniales y la configuración de redes locales de
autoridad e influencia.

Cap. 1 De las ordenanzas del Consejo Real de las Indias, hechas en 24 de

septiembre de 1571 años, que trata de los ministros y oficiales6 que ha de haber en él.

Primeramente, considerando los grandes beneficios y mercedes que de la

benignidad soberana habemos recibido, y de cada día recibimos con el acrecentamiento y

ampliación de los reinos y señoríos de las nuestras Indias; y entendiendo bien la obligación

y cargo que con ellos se nos impone, procuramos de nuestra parte, después del favor divino,

poner medios convenientes para que tan grandes reinos y señoríos sean regidos y

gobernados como conviene. Y porque en las cosas del servicio de Dios nuestro señor, y

bien de aquellos estados se provea con mayor acuerdo, deliberación y consejo.

Establecemos y ordenamos que siempre en nuestra corte residan acerca de Nos en el

nuestro Consejo de las Indias un presidente de él y los consejeros letrados que la ocurrencia

y necesidad de los negocios demandaren que por ahora se han hecho, y un fiscal, que todos

sean personas aprobadas en costumbres y limpieza de linaje, temerosos de Dios, y

escogidos en letras y prudencia; un secretario que refrende y dos escribanos de cámara,

expertos y diligentes en sus oficios, y de la fidelidad que se requiere; el uno que entienda y

se ocupe en las cosas de gobernación, y otro ante quien pasen las de justicia; dos relatores,

un abogado y un procurador de pobres; un solicitador fiscal, y los porteros necesarios; dos

6
. Los funcionarios del rey.
23

contadores de cuentas hábiles y suficientes; un receptor de penas de cámara; un registrador

y un canciller y un alguacil y un cosmógrafo cronista. Los cuales todos sean de la habilidad

y suficiencia que se requiere; y antes de ser admitidos a sus oficios, hagan juramento según

de derecho lo deben hacer, de quien bien y fielmente los usarán y guardarán las ordenanzas

del Consejo, y el secreto de él.

......

Cap. XXIII. De las dichas ordenanzas, que trata de los casos y cosas que más

particularmente se ha de conocer y tratar en el Consejo.

Tenemos ordenado que los del Consejo de Indias se abstengan cuanto se pudiere en

cosas de justicia entre partes, a fin que para las de gobierno haya más tiempo y lugar. Por lo

cual mandamos que solamente conozca el dicho Consejo de las visitas que se toman a los

virreyes, presidente y oidores y oficiales de nuestras audiencias y hacienda, y a los

gobernadores proveídos con títulos nuestros. Y asimismo de los pleitos de segunda

suplicación que por comisión nuestra les fueren cometidos, conforme a lo que por Nos está

mandado; y de los pleitos y demandas puestas sobre repartimientos de indios de que, según

lo que por Nos proveído, no pueden ni deben conocer las audiencias. Item, conozcan de

todas las causas criminales que vinieren al Consejo en grado de apelación, de los oficiales

de la Casa de Contratación que reside en Sevilla; y de los <litigios> civiles que fueren de la

cantidad que está ordenado; y de los otros, de que conforme a las leyes de este libro

pudieren y debieren conocer; y no advoque a sí los pleitos y negocios de que deben conocer

las nuestras audiencias y cancillerías reales de la Indias, conforme a las ordenanzas de ellas;

salvo si se ofreciere algún negocio grave y de calidad, que les parezca que se debe advocar

al Consejo, porque en tal caso permitimos que lo puedan hacer por cédula nuestra.

Bibliografía recomendada:
24

Gildes Bernard, Le Secretariat d`Etat et le Conseil espagnol des Indes (1700-1808),


Genėve, Droz, 1972, viii-296 p.
Clarence H. Haring, El Imperio español en América, México, Alianza, 1990, 490 p.

________________________________________________________

Cédula en que manda cómo y donde han de hacer los que pasaren a las Indias sus
informaciones ante la Casa de Contratación de Sevilla, y lo que han de probar, 1552.7

La Casa de Contratación, fundada en 1503 en Sevilla y posteriormente trasladada al


vecino puerto de Cádiz, tenía la facultad de dirigir, regular y cobrar impuestos sobre todas
las mercancías (incluyendo metales preciosos) que circulaban entre España e Indias; de
manera particular, se encargaba de que la flota que una vez al año cruzaba el océano
partiera en tiempo y a cargo de naves y pilotos adecuados. La Casa vigilaba asimismo que
todos los pasajeros que se embarcaban con destino a ultramar fuesen debidamente
registrados y cumplieran con las disposiciones legales que excluían a quienes fuesen
“sospechosos en la fe” y restringían el viaje de los casados que no fuesen acompañados de
sus esposas.
A pesar de estas reglas, fuese por ineficiencia de los funcionarios o por la existencia
de influencias y corrupción, pasaron a Indias muchas personas que en teoría tenían
prohibido emigrar. El caso más notorio fue de los judíos conversos portugueses, que desde
fines del siglo XVI fueron perseguidos con saña por la Inquisición novohispana.

El príncipe. Oficiales del emperador rey mi señor que residís en la ciudad de Sevilla

en la Casa de Contratación de las Indias. A Nos se ha hecho relación que muchos de los

pasajeros y personas que conforme a lo que por Nos está mandado, y a las licencias que de

Nos llevan, pueden pasar a las Indias, al tiempo que van a esa Casa a dar las informaciones

de si son casados o no, o de lo demás que son obligados de darla, presentan testigos falsos

para probar lo que ellos quieren cerca de esto, de donde viene que muchos que son casados

dan información que son libres y se hacen otros fraudes de que Dios nuestro señor y Nos

somos muy deservidos. Y queriendo proveer en ello, visto por los del Consejo de las Indias

de su majestad, fue acordado que debía mandar dar esta mi cédula para vos, y yo túvelo por

. Fuente: Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones
7

Cultura Hispánica, 1945, vol. I, p. 397.


25

bien; porque vos mando que de aquí adelante no dejéis ni consintáis pasar a ninguna parte

de las Indias a ningún pasajero ni a otra persona de aquellas que pudieren pasar conforme a

lo que por Nos está proveído y mandado, o que llevaren cédula de licencia nuestra, sin que

lleven y presenten ante vosotros informaciones hechas en sus tierras y naturalezas, así como

las habían de dar en esa Casa, por donde conste si son casados o solteros, y las señas y edad

que tienen, y que no son de los nuevamente convertidos a nuestra santa fe católica de moro

o de judío, ni hijo suyo ni reconciliados, ni hijos ni nietos de personas que públicamente

hubieren traído sambenito, ni nietos de quemados o condenados por herejes por el delito de

la herética pravedad, por línea masculina ni femenina, y con aprobación de la justicia 8 de la

ciudad, villa o lugar donde la tal información se hiciere, en que se declare como la persona

que así da la tal información es libre o casado, y con las tales informaciones y aprobación

de la justicia y con las otras diligencias que en esta Casa hubieren de hacer, dejaréis pasar a

aquellos que conforme a lo que por Nos está mandado puedan pasar a aquellas partes o a

los que llevaren expresas licencias nuestras, y no de otra manera. Y porque lo suso dicho

venga a noticia de todos, y ninguno de ellos pueda pretender ignorancia, haréis pregonar

esta nuestra cédula en las gradas de esa ciudad, por pregonero y ante escribano público.

Hecha en Madrid, a 5 días del mes de abril de 1552 años. Yo el príncipe.

Bibliografía recomendada:

Lutgardo García Fuentes, El comercio español con América, 1650-1700, Sevilla, Escuela
de Estudios Hispanoamericanos, 1980, xxvi-574 p.
Clarence H. Haring, Comercio y navegación entre España y las Indias en la época de los
Habsburgos, México, Fondo de Cultura Económica, 1939, xxvi- 460 p.
________________________________________________________

8
. El funcionario que representa la justicia del rey en determinado lugar.
26

Instrucción dada al virrey marqués de Montesclaros por el presidente del Consejo de


Indias, 14 de enero de 1603.9

Desde el arribo de Antonio de Mendoza en 1535, el virreinato estuvo gobernado por


virreyes. La adopción de esta institución vino de la necesidad de contar en estos lejanos
dominios con un gobernante procedente de la alta nobleza metropolitana, con experiencia
militar y que pudiera actuar como el “otro yo” del rey, convocando en torno a su persona la
lealtad y devoción que inspiraba la figura real. Los virreyes tenían facultades superiores en
materia administrativa, hacendaria y de gobierno. Como capitanes generales contaban con
supremas facultades militares en defensa de las fronteras contra los grupos indígenas del
norte y contra los piratas que amenazaban las costas, así como para evitar y castigar
tumultos y rebeliones. El virrey nombraba y supervisaba a los gobernadores, alcaldes
mayores, corregidores y demás funcionarios locales; se apoyaba en los ayuntamientos y
pueblos de indios para cuestiones de orden público y administración local; se ocupaba, en
fin, de atender reclamos y resolver conflictos que podían llegar a alterar la paz y el orden.
Presidía la Real Audiencia, podían sesionar con ella en materias graves en lo que se
denominaba el “real acuerdo” y tenían facultades judiciales particulares en asuntos de
indios. Respecto a la Iglesia, actuaban como vicepatronos y por ende contaban con una
autoridad decisiva en todos los asuntos que no fueran propiamente de fe, como provisión de
cargos eclesiásticos, creación y división de curatos, diezmos y otras contribuciones
religiosas.
Así puede comprenderse el prestigio otorgado a la figura virreinal, las expectativas
y agitación que generaba la designación de un nuevo virrey, la práctica de las ciudades de
México y Puebla de realizar suntuosas y aparatosas ceremonias de bienvenidas. El siguiente
documento muestra, precisamente, la importancia concedida a la preservación del prestigio
y dignidad de la imagen del virrey como poseedor de un paternalismo autoritario, a la vez
temido y reverenciado por los súbditos.

Capítulo 1o. Del gobierno de su persona.

El virrey don Martín Enríquez fue uno de los mayores gobernadores que ha tenido

el mundo, el cual decía que el virrey de la Nueva España no había de alzar los ojos sin

orden porque la gente de aquella tierra es algo maliciosa y no muy corriente, briosos, largos

en hablar, y tras esto son nobles y fáciles de regir y guiar.

Ante todas cosas el virrey ha de ser y mostrar que lo es muy amigo del culto divino

y en materia de religión hacer gran demostración y ha de confesar y comulgar a menudo y

rezadas sus devociones se ha de recoger media hora de noche y haciendo examen de su

. Fuente: Ernesto de la Torre Villar, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos,


9

México, Porrúa, 1991, vol.1, p. 296-299.


27

conciencia con su poco de oración pedir a nuestro señor le dé gracia que acierte a gobernar

para su santo servicio.

Ha de tener gran composición, modestia y gravedad en su persona y en todos sus

actos y en esto ha de andar siempre con cuidado hasta que se habitúe.

El vestido honesto, la capa siempre más larga que corta, y los vestidos de camino de

colores graves y autorizados, sombreros sin plumas, y así en esto como en todo lo demás ha

de parecer siempre más viejo que mozo.

El andar muy despacio siempre y con mucho orden, sosegado y autorizado.

En la iglesia y calles no mirar jamás ahincadamente a una parte hacia la gente,

aunque al descuido y de capa10 procure verlo y notarlo todo, y que cuando viniere a mirar

<a> alguno sea de manera que le respete.

Palabras pocas, graves, dulces y con término blando. Cuando se enojare, sin

descomposición, y que con una sola palabra o un mirar baste para castigo.

Oír a todos con mucha paciencia y consolarlos y nadie oiga de su boca mala palabra

ni vaya desconsolado y cuando haya de desengañar o despedir algún pretendiente sea por

tercera persona que por vía de consejo u otro camino, le desengañe.

No hable a nadie sino fuese vestido como cuando ha de salir fuera.

Todos los días ha de dar audiencia ordinaria a las once y esto ha de ser infalible si

no lo estorba alguna muy forzosa causa, arrimado a un bufete debajo del dosel. A pocos ha

de dar silla, sólo aquellos que llamare de merced, como son oidores, inquisidores, hábitos11,

etcétera.

10
. Discretamente, ocultamente.
11
. Miembros de las órdenes militares españolas, como la de Santiago.
28

Que los oidores y alcaldes de corte le teman de manera que con sólo mirarlos los

corrija y tiemblen de él, porque es gente muy libertada y tras esto los honre y trate de

manera que le amen y teman.

Todas las veces que fuere a holgarse a Chapultepec, que es una recreación de los

virreyes media legua de la ciudad, ha de ir mi señora la marquesa, porque así conviene

como se dirá de palabra. Por ninguna vía ni camino se le ha de entender ningún género de

materia de mujeres porque es el mayor fundamento en aquella tierra para que no se le

pierda el respeto en presencia ni en ausencia.

En materia de juegos, sólo por recreación.

No salir de casa sino a muy urgente ocasión, con mucho orden y algunas fiestas

señaladas, hacer su paseo por la ciudad. Cuando hay carrera en la plaza del Volador que

llaman, salir algunas veces a las ventanas o jacal para que los caballeros conozcan que les

hace merced. Alabarles muy al descuido los caballos, y de buenos jinetes porque en este

género es México la mejor tierra del mundo.

Jamás ha de salir en ningún género de fiestas, antes todas las que se hicieren sea en

orden de alegrar la ciudad y servicio del virrey.

No ha de ser compadre, padrino, convidado ni albacea de ningún género de persona,

de cualquier estado y condición que sea. Los favores de palabra que hiciere sea con tanto

orden que al que se le diere, lo estime y los demás lo celebren y den el parabién.

Los memoriales que le dieren cuando fuere a las audiencias a presidir los lleve en la

mano y en asentándose, los ponga sobre la mesa y los lea todos luego. Y lo mismo ha de

hacer en los acuerdos para que si hay cosa a que se haya de acudir luego, se ponga en obra

sin estorbo.
29

Los memoriales que le dieren en sus audiencias ordinarias y de camino los ha de

llevar todos en la mano hasta llegar a su retrete12, advirtiendo que los papeles que le dieren

en su mano jamás delante de nadie los dé al secretario, antes los meta en su pecho o

faltriquera.

Por sí, ni por interpuestas personas para siempre jamás los virreyes han de recibir

ningún género de cosa de precio de ninguna suerte que sea, y en este género se ha de sacar

con todos, de manera que cobren nombre y fama de limpias, porque esto es de tanta

importancia que es toda la llave y libertad del buen gobierno. Y no los engañe el diablo con

decir no se sabrá, que es imposible dejarse de saber en aquella tierra, so pena que ha de

gobernar mal el virrey y no ha de hacer el deber.

Para las audiencias y visitas extraordinarias se ha de señalar desde las tres de la

tarde hasta las diez de la noche. A cualquiera que trajere negocio de prisa o de importancia,

casos sucedidos, avisos, cartas y otras cosas semejantes que suelen pedir breve remedio o

despacho, se le dé puerta, avisando los porteros y pajes como se dirá en su lugar.

Cuando fuere pasando por entre el acompañamiento y pretendientes que siempre

están en dos hileras prolongadas desde los corredores hasta la sala grande, no ha de quitar

la gorra a ninguno, aunque me dicen que el conde de Monterrey la quita a todos, lo cual no

ha hecho ningún virrey, más de volverse antes que se entre en su retrete y quitar la gorra a

todos juntos, y así lo hacía don Martín Enríquez.

Cuando estuviere dando audiencia a ninguno de los que llegare quite la gorra, y el

que le pareciere que lo merece le diga “cubríos” y lo que falta de gorra se ha de suplir de

palabras pocas y dulces.

. Aposento pequeño y privado de un funcionario.


12
30

A los residenciados hasta que se vean sus residencias y visitas ha de mostrar

sequedad. Y cuando no haya más que lleguen a hablarle, después de haber aguardado un

breve rato, quítese la gorra y éntrese en su retrete con grandísima gravedad y rostro

apacible, amoroso y aspecto blando, como que da a entender que va gustoso de haberlos

oído.

A los ruegos, billetes, cartas, favores, responder a todos bien, sin jamás prendarse de

nadie, respondiendo: “yo tendré cuidado, se hará todo lo posible” y otras cosas a este tono.

Tener cuidado en las provisiones que hiciere que sean preferidos los hijos, nietos y

descendientes de los conquistadores, descubridores y primeros pobladores que fueren

capaces, mostrando siempre que este género de gente son favorecidos del virrey, dada uno

en su tanto y conforme su calidad.

La virreina ha de ser afable con las mujeres principales de la ciudad, hermanándolas

y tratándolas con todo el buen término que pudiere, mostrándoles mucha amistad a cada

una conforme su calidad, de tal manera que todas salgan contentas y diciendo bien. No ha

de recibir nada de nadie ni encargarse de cosa que no fuera muy justificada. No ha de

visitar a nadie, y con todo género de hombres ha de ser sumamente grave.

Han de tener una regla general los virreyes, que ningún género de cosa que les digan

los altere, ni se crean de ligero y que procuren conocer el trato y condiciones, así de los de

dentro de casa como los de fuera, creyendo a cada uno lo que se les puede creer y

encargarle lo que se le puede encargar.

Con esto se ha dicho algo de lo que toca a la persona de donde se podrá inferir lo

demás, como fuere sucediendo, advirtiendo el virrey que se le torna a encargar que ha de

ser con todo género de mujeres que lo merezcan muy bien criado y a ninguna mire

ahincadamente ni se entienda que la crianza se extiende a más que cumplimiento de buen


31

término, y no se les olvide esto, pues en todo han de poner los ojos los virreyes, en que se

han de morir y que se ha de acabar aquello, y que sólo ha de durar el bien o mal que

hicieren.

Bibliografía recomendada:

Ignacio Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España, 1535-1746,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1955-63, 4 v.
___________, El virreinato, 2a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México -
Fondo de Cultura Económica, 1983, 4 v.

Informe de don Juan de Palafox, obispo de la Puebla, al conde de Salvatierra, virrey


de esta Nueva España, 1642.13

El obispo de Puebla Juan de Palafox y Mendoza es una de las personalidades que


dominan una época. Es buen ejemplo de los funcionarios a la vez puritanos y reformistas,
convencidos de que era su misión personal reformar la sociedad y el gobierno. Su
influencia en la corte fue tan grande que después de arribar a la Nueva España como obispo
de Puebla fue propuesto para el arzobispado de México, encargado de realizar una visita
general y comisionado para destituir y suceder al virrey duque de Escalona. Se destacó por
su voluntad de combatir los “pecados públicos”, promover al clero secular y por
consecuencia a los criollos, y dedicarse empeñosamente a reducir los privilegios de las
órdenes regulares, lo cual le llevó a un sonado y escandaloso conflicto con los jesuitas. El
“Informe....” a su sucesor, el virrey conde de Salvatierra, es notable porque en lugar de
limitarse a una serie de recomendaciones específicas aborda una serie de principios
generales de gobierno y se acerca en este sentido al género literario de los “Espejos de
príncipes”, en boga por entonces entre la nobleza europea.
El “Informe...” hace repetidas referencias al motín del 15 de enero de 1624, cuando
la plebe de México tomó por asalto el palacio virreinal y forzó la deposición del virrey
Gelve, un reformista que había cometido el error de enemistarse sucesivamente con el
arzobispo, la audiencia y el ayuntamiento.

Cuando las órdenes y cédulas reales no me obligaran a que diera razón a vuestra

excelencia del estado de estas provincias y de las materias que pertenecen a él, me

introdujera en este cuidado el celo y amor que vuestra excelencia trae y manifiesta del

mayor servicio de su majestad; el cual ayudado de su mucha capacidad, comprensión,

. Fuente: Ernesto de la Torre Villar, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos,


13

México, Porrúa, 1991, vol.1, p. 412-17.


32

experiencia y obligaciones de su sangre, casa y persona, le guiará fácilmente a los aciertos

que hoy necesita la Corona real, y que debemos todos esperar de la fineza y prudencia con

que vuestra excelencia ha obrado en los puestos que con tan clara opinión ha servido en

España; y así reducido a breves términos lo que se me ofrece representar a vuestra

excelencia en tan dilatadas materias, es lo que se sigue:

De lo que toca al estado y guerra dentro de estos reinos

El cargo del virrey de estos reinos no tiene príncipes confinantes, como el de

Nápoles, Milán, Sicilia y gobierno de Flandes, donde es necesaria muy despierta y

advertida atención para los puntos del Estado; y así todo él se reduce a conservar estas

provincias en paz y en justicia, mirar con amor la hacienda del rey, amparar a los indios, dar

bueno y breve despacho a las flotas y armadas, defender las costas del mar de invasión de

enemigos, excusar dentro de estos reinos discordias públicas o tumultos y finalmente,

encaminar todas las materias al mayor servicio de Dios y de su majestad.

Y porque con la guerra se conserva la paz, trataré primero de la guerra. Esta puede

considerarse interior, esto es, la que se despierta con disensiones, tumultos e inquietudes

que pueden suceder dentro de estas provincias por algún accidente inopinado; o exterior, de

armadas de enemigos que infestan estas costas, como sería guerra de chichimecos, Nuevo

México, Sinaloa y algunos indios confinantes que se hallan por conquistar.

Los españoles en estas provincias son no sólo fieles, sino finos al servicio de su

majestad y con blandura y buen gobierno acudirán con prontitud y alegría a lo que se les

mande en su real nombre; y los indios son gente tan miserable, que no pueden dar más

cuidado a vuestra excelencia que el que debe tener de su amparo, porque de su sudor y

sobre sus espaldas se fabrican todos los excesos de los alcaldes mayores, doctrineros14,

. Los religiosos de órdenes regulares que se desempeñaban como párrocos en pueblos de indios.
14
33

caciques15 y gobernadores, y cuanto puede imaginar y sutilizar la codicia para vestirse de la

desnudez y la miseria de estos desdichados.

Los negros, mulatos, mestizos y otros, que por la mezcla de la sangre tienen

diferentes nombres, son muchos; y éstos y los indios y algunos españoles perdidos y

facinerosos son los que forman pueblo en estas provincias; con lo cual, quedando en pie la

fidelidad de los blancos y nobles, corre riesgo entre tanta diversidad de colores, naciones y

condiciones, todas ellas con poca luz de razón y ninguna vergüenza, de donde resultó el

tumulto de 15 de enero con el señor marqués de Gelves, y otros riesgos que después han

padecido y que es necesario que atienda el que gobierna estas provincias.

Para prevenir este punto y que dentro del cuerpo de este reino no se vayan criando

humores gruesos y corrompidos a que después no se pueda ocurrir con tiempo y sin mucho

gasto y peligro, se me ofrece advertir lo siguiente:

Lo primero: honrar la nobleza con agrado, siempre decente a la dignidad, de suerte

que ni en las sobradas demostraciones la hagan de menor reverencia, ni la mucha mesura le

quite el amor, y cuando bien se haya de exceder en algo, sea hacia la parte que mira al

agrado.

Lo segundo: mantener al pueblo de México en bastante abundancia de bastimentos,

señaladamente trigo, maíz y agua; porque como quiera que el más ejecutivo y sensible

dolor para él es la falta de alimentos, con grande facilidad se destemplan con esta ocasión,

como se ve cada día en el pueblo de Nápoles, Palermo y otras partes, donde han llegado a

quitar la vida a los ministros y puesto en cuidado al gobierno.

15
. Indígenas reconocidos por la Corona como descendientes de los principales señores de la época
prehispánica, y por tanto poseedores de privilegios de honra, exención de servicios personales y de
tributos.
34

Lo tercero: excusar en lo posible competencias con cualesquiera cabezas a quien

pueda tener amor o reverencia el pueblo, como sería al arzobispo de esta metrópoli o

cuerpo de la Audiencia, porque no tenga su facilidad en que tomar satisfacción de las quejas

ordinarias que tienen contra los que gobernamos; advirtiendo que aunque los virreyes

tienen más mano en los eclesiásticos que en otras provincias, por derecho del real

patronato, los eclesiásticos la tienen más que en otras con el pueblo por ser naturalmente

piadoso, y aunque en los indios toca algo en supersticioso, y como compuesto de indios,

negros, mulatos y mestizos, fácil a cualquiera credulidad ligera.

Lo cuarto: que pues es máxima asentada en los cuerdos que para cosas grandes es

necesario no despreciar las pequeñas, se procure con tal destreza prevenir y moderar todo

aquello que mirase a puntos de ceremonias, competencias y otras cosas de este género, que

se reconozca pesan menos que la paz y seguridad de estos reinos, que es en lo que consiste

la suma de las cosas.

Lo quinto: que el virrey ayude a los prelados eclesiásticos y regulares que fueren

más virtuosos a la reformación prudente de los súbditos, favoreciendo ya con el agrado, ya

con el premio, a los que se señalaren más en virtud y letras; porque como quiera, que en

estando reformadas las costumbres de los súbditos se halla segura en ellos la lealtad, hace

un virrey con esto más lleno el número de los buenos y se pone freno a los malos, que son

los que ordinariamente fomentan discordias y disensiones.

Los sexto: honrar a las religiones con pía devoción, asistiendo a sus festividades y

socorriéndolas en cuanto buenamente se pudiere, como a tan útiles instrumentos de la fe;

pero siempre con tal prudencia y atención, que vayan poco a poco reduciéndose a su

profesión y estado y a los santos claustros de sus conventos, donde allí son útiles, como

fuera de ellos y fuera de su profesión embarazosos; a que ayuda mucho estar libres de las
35

doctrinas como son la Merced, los descalzos carmelitas, franciscanos y padres de la

Compañía. Para esto es sumamente importante ir lenta y suavemente y con blandura y leve

mano, ejecutando las cédulas de su majestad en materia de las doctrinas, porque éstas con

sus rentas y derechos inmoderados han desterrado de muy perfectas y venerables religiones

aquella santa y sencilla pobreza con que tanto se edificaban los seglares y se reformaban los

regulares, e introduciendo contra forma universal de la iglesia en estas provincias,

religiosos ricos y clérigos pobres, causando en unos la riqueza y relajación, y en los otros la

pobreza y ruina; y poniendo en la altura a los regulares que han resistido muchos años

obedecer a su majestad y al Concilio, hasta que con la forma que se eligió este año de 40, se

ha abierto un camino fácil, llano y suave para la disposición de estas materias, que respecto

del tocar en la conciencia de su majestad reducir comunidades tan grandes a la obediencia,

es de mucha ponderación.

Lo séptimo: en las competencias que se ofrecieren con la Audiencia, ajustarse a las

cédulas y órdenes de su majestad, sujetando a ellas el propio dictamen e inclinación; pues

es justo que sean superiores las leyes y cédulas del rey nuestro señor al más superior

ministro, y siendo así que el declarar las competencias entre el gobierno y la Audiencia toca

a los virreyes por cédula particular; pero cuando se viere que han de resultar inconvenientes

graves, es lo mejor suspender la resolución; y aunque sea dejándose vencer por entonces,

dar cuenta a España para lo de adelante, y ejecutar lo que más conduzca a la paz y sosiego

de estos reinos, por ser la paciencia gran maestra de gobernar y asegurar los estados, y lo

mismo entiendo con la Audiencia en lo que se pudiere ofrecer.

Lo octavo: con el visitador y cualquier otro que tuviere comisiones subdelegadas de

su majestad, conviene tener buena y estrecha correspondencia, pues son entrambos

ministros de un mismo rey y buscan un mismo fin, que es su servicio, confiriendo de


36

conformidad todo aquello que pueda mirar a éste; y por otra parte, conservando al rey la

jurisdicción ordinaria en toda reputación, encaminándole y ayudándole en la delegada a lo

justo, pues ha de ser un virrey padre de todas las jurisdicciones y a todos ha de ayudar por

representar la persona de su majestad, de quien se derivan todas. Y en habiendo alguna

duda sobre a quién toca alguna materia, tratar de ella sin desconfianza y con toda violencia

y buen deseo, remitiéndola de conformidad a ministros desinteresados y cuerdos, para que

vistos unos y otros papeles y órdenes de su majestad, digan a quién pertenece la causa.

Lo noveno: procurar en ocurrencias graves y que puedan despertar desasosiegos en

estos reinos, gobernarse con parecer del real acuerdo, y, si fuere necesario, con el de otros

ministros o varones doctos y experimentados, dejándoles libre el sentir y el decir; y en

duda, inclinándose a lo que más se acercare a la quietud, paz y sosiego de los vasallos, que

por no haber tenido esta atención en estas provincias y dado sobrado lugar a algunas

personas de menos recta intención, han sucedido grandes daños y conocidos riesgos de la

causa pública.

Lo décimo: aunque algunos señores virreyes han conservado dos o tres compañías

de guarnición después del suceso de 15 de enero para que halle el vulgo ese freno en

cualquier accidente; todas están suprimidas con orden de su majestad por la costa

considerable que causaban a su Real Hacienda y juzgarse que no eran muy necesarias, y

aplicando lo que en ellas se gastaba a la armada de Barlovento; y como quiera que no es

bien que esté expuesta la dignidad y la persona a ligereza de un pueblo tan mal compuesto,

será conveniente montar los treinta caballos de que está hecho acuerdo general de hacienda

en mi tiempo; pues un capitán y ellos pueden sustentarse de algunas reformaciones de


37

plazas16 no necesarias, las cuales viviendo dentro de palacio servirán de castigar los

ladrones y bandoleros que son muchos dentro y fuera de la ciudad, asegurar la plata de su

majestad cuando viene de las minas y va a la Vera Cruz; acompañar la persona del virrey y

dar más decoro a la dignidad y fuerza a la justicia.

Lo undécimo: tener atención con los portugueses de estas provincias, no dándoles

puestos militares, ni jurisdicción, ni consintiéndoles armas de fuego; pues no sólo han dado

cuidado desde el levantamiento de Portugal y traiciones de aquella Corona, sino que aun

antes tenían prevenido las cédulas reales un punto tan importante y que no conviene

descuidar. Y así es sumamente necesario para el comercio y para la seguridad tener las

costas de entrambos mares limpias de este género de gentes y apartarlos de las minas;

porque son tan sutiles en adelantar el caudal, como en sustentar sus correspondencias con

Holanda y Lisboa, que es el centro único a donde tiran sus líneas, aborreciendo a nuestra fe

la mayor parte ellos, como hebreos, y a nosotros, como portugueses.

Lo duodécimo: el juntar sin ruido en la armería de palacio, mosquetes, picas y otras

armas y municiones, por lo menos para poderse armar quinientos hombres, procurando

disponer esto de cosas extraordinarias y que no toquen a la hacienda del rey, cuando aunque

fuera de ella se hallará bien gastado en cosas tan necesarias y más no habiendo armería

alguna en este reino.

Lo decimotercio: conviene mucho no usar de muchos remedios a un mismo tiempo,

aunque sea en cosas muy necesarias y útiles al servicio de su majestad o causa pública,

señaladamente en imposiciones de tributos; porque como quiera que materias de este

género y otras de reformación, todas son odiosas, es necesario que se vayan sucediendo

16
. En asuntos militares, la “reformación” de plazas es su supresión; también se aplica a los
militares retirados o milicianos que habían cumplido su periodo de servicio, a los que se llamaba
“reformados”.
38

unas a otras y que se dé lugar a que respiren el sentimiento y la queja, porque no obren,

saliendo juntos, contrarios y opuestos efectos al intento; teniendo por el mayor tributo la

conservación de la paz y el amor de los vasallos, el cual suele dar con suavidad lo que niega

la obligación, sin aquellos medios que hacen oposición a las voluntades humanas; que es

conveniente conservar y beneficiar en los vasallos para que fructifiquen en el servicio de su

rey con duración y perpetuidad; y esta atención debe preferirse a todas, pero con ella, justo

es que sirvan los reinos a su rey al paso que lo va dictando y solicitando la necesidad y

diferencia de los tiempos......

Bibliografía recomendada:
Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial. 1610-1670,
México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 310 p.
________________________________________________________

Real cédula para que en las Indias haya audiencias y cancillerías reales.17

Las audiencias tuvieron inicialmente en Nueva España funciones gubernativas,


hasta la llegada del primer virrey. Antonio de Mendoza. Aun después estas instituciones
gozaron de prerrogativas más amplias que sus equivalentes castellanas.
En sus aspectos propiamente judiciales, las audiencias actuaban como tribunal de
primera instancia en la ciudad donde tenían asiento y sus alrededores; recibían apelaciones
de las sentencias de todos los magistrados menores, como los alcaldes mayores, y de los
tribunales de las jurisdicciones privativas y particulares, como las de comerciantes, militar
y eclesiástica. El tribunal podía, incluso, mediante el llamado “recurso de fuerza” ordenar el
levantamiento de excomuniones.
Bajo la autoridad de los oidores caían los juicios de residencia de los funcionarios
(excepto el del virrey) y el envío de visitadores para inspeccionar, corregir y juzgar
irregularidades administrativas o judiciales en algunos tribunales o regiones. Sus sentencias
eran finales, y sólo en ciertos casos graves podían apelarse ante el Consejo de Indias. En su
faceta de "cancillerías", las audiencias podían emitir documentos en nombre del rey y
autenticados con su real sello.
Las audiencias fueron inicialmente integradas por “oidores”, juristas laicos o
eclesiásticos de particular experiencia y probidad; con el tiempo, sin embargo, el cargo
llegó a obtenerse por influencias y, en el siglo XVII, por simple compra.

17
. Fuente: Alonso de Zorita, Leyes y ordenanzas reales de las Indias del Mar Océano, estudio
crítico Beatriz Bernal, México, Porrúa, 1985, f. 141.
39

Deseando el bien y pro común de los nuestros reinos y provincias de las nuestras

Indias, islas y tierra firme del mar Océano, porque nuestros súbditos y naturales que

pidiesen justicia alcanzasen, y celando el servicio de Dios nuestro señor, bien y provecho y

alivio de nuestros súbditos y naturales y la paz y sosiego de los pueblos de las dichas

nuestras Indias, según somos obligados a Dios y a ellos a cumplir con el oficial que de Dios

tenemos en la tierra, habemos acordado de mandar que en las dichas nuestras Indias haya

audiencia y cancillerías reales; por ende ordenamos y mandamos que en la gran ciudad de

Tenochtitlan México, de la Nueva España, haya y resida una audiencia de cuatro oidores

cuanto nuestra voluntad fuere, y por el bien y ennoblecimiento de la dicha Nueva España y

provincias de ella, habemos acordado que haya un virrey, el cual presida en la dicha nuestra

audiencia.

El emperador y doña Juana, su madre, en Madrid, a 20 de abril de 1528 años.

Real cédula para que los oidores no tengan casas propias ni granjerías, ni traten ni
contraten por sí ni por interpósitas personas, ni se sirvan de los indios18

La importancia judicial y gubernativa de las audiencias y el conocimiento de que los


funcionarios indianos tendían casi inevitablemente a establecer vínculos de parentesco,
amistad o conveniencia con personalidades locales provocó la preocupación de la Corona,
siempre temerosa de perder el control del gobierno indiano. Por estas razones se aprobaron
varias disposiciones que procuraban evitar que los oidores y otros altos funcionarios
tuvieran intereses propios o contrajeran matrimonio en el territorio de su jurisdicción y, por
estas vías, cayeran bajo la influencia de las oligarquías locales; a la larga, fue un propósito
fallido. Sobre todo, la prohibición del matrimonio de los oidores fue prácticamente letra
muerta, dado que bastaba solicitar una licencia especial que raras veces era denegada.

El rey. Nuestros oidores de la Audiencia y Cancillería Real de la Nueva España.

Porque por experiencia han parecido los daños e inconvenientes que se han seguido de que

. Fuente: Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones
18

Cultura Hispánica, 1945, vol. I, p. 345.


40

los que gobiernan en esas partes entiendan en granjerías19 y descubrimientos, y en otros

aprovechamientos, queriendo proveer en ello como convenga al servicio de Dios nuestro

señor y nuestro y al bien de nuestros súbditos y porque vosotros y los que de aquí adelante

gobernaren en esa tierra tengáis y tengan más libertad para entender en lo que convenga al

buen gobierno de ella. Visto por los de nuestro Consejo de las Indias, y que teniendo esta

consideración se vos mandaron señalar competentes salarios, fue acordado que debía

mandar dar esta mi cédula para vos, y yo túvelo por bien. Porque vos mando que ahora ni

de aquí adelante ninguno de vosotros entendáis en armadas ni descubrimientos, ni tengáis

granjerías de ninguna suerte de ganados mayores ni menores, ni estancias20 ni labranzas, ni

minas, tengáis tratos de mercaderías ni otras negociaciones ni tratos por vosotros ni en

compañía ni por interpósitas personas, directa ni indirectamente, ni os sirváis de los indios,

de agua, ni yerba, ni leña, ni otros aprovechamientos ni servicios directa o indirectamente,

so pena de la de nuestra merced y de perdimiento de vuestros oficios. Y los que de vosotros

al presente tuviéredes ganados u otras granjerías, os deshagáis de ellos dentro de medio año

primero siguiente que os damos de término para ello. Lo cual cumplid so la dicha pena y

más de mil castellanos para nuestra Cámara, y mandamos al nuestro presidente de esa dicha

audiencia que haga luego notificar esta nuestra cédula a vos los dichos oidores por ante un

escribano de Cámara de esa audiencia. Y así notificada se nos envíe testimonio de cómo la

dicha cédula se notificó. Hecha en la villa de Valladolid a 29 días del mes de abril de 1549

años. Maximiliano. La reina.

19
. Cualquier actividad lucrativa, especialmente relacionada con la agricultura.
20
. La estancia de ganado es una unidad para la medición de superficie de pastos, que inicialmente
excluía su utilización agrícola; la de ganado mayor equivalía a 1750 há., y la de ganado menor a
780 há.
41

Real cédula que manda que no se puedan casar en las Indias ningún virrey,
presidente, oidor y alcalde del crimen, ni fiscal de las audiencias de las Indias21

El rey. Por cuanto por visitas y residencias y algunas otras relaciones que se han

enviado y por experiencia se han visto algunos inconvenientes que se han seguido y siguen

de casarse los nuestros virreyes, presidentes y oidores, y alcaldes del crimen y fiscales de

las nuestras audiencias de las islas, Indias y Tierra Firme del Mar Océano, y sus hijos en

ellas; y que conviene a la buena administración de la nuestra justicia y lo demás tocante a

sus oficios que estén libres de parientes y deudos de aquellas partes, para entereza de los

negocios de que conocieren, y no haya ocasión ni necesidad de usar las partes de

recusaciones y otros medios para que <se> hayan de abstener del conocimiento de ellas,

sino que con la rectitud que conviene, se despachen. Y habiendo visto y platicado sobre ello

por los del nuestro Consejo de las Indias, para evitar inconvenientes y que nuestros súbditos

y vasallos alcancen justicia y no tengan ocasión de se agraviar en cuanto a esto, fue

acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula por la cual prohibimos y

expresamente defendemos22 que ahora y de aquí en adelante, entretanto que por nosotros

otra cosa se mande en contrario, sin nuestra licencia particular, como en estos reinos se

hace, no se puedan casar ni casen en las dichas nuestras Indias los dichos nuestros virreyes,

presidentes y oidores, alcaldes del crimen ni fiscales de nuestras audiencias de ellas en su

distrito, y lo mismo sus hijas e hijas, durante el tiempo que ellos nos sirvieren en los dichos

cargos, so pena que por el mismo caso sus plazas queden vacas y desde luego las

declaramos por tales para las proveer en otras personas en quien fuere nuestra voluntad; y

21
. Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones Cultura
Hispánica, 1945, vol. I, p. 351.
22
. Además de su sentido moderno, vale también en esta época por “prohibir”. Nótese la doble
negación, común en este y otros documentos coloniales.
42

para que esto tenga cumplido efecto, mandamos que esta nuestra cédula se lea en todas y en

cada una de las dichas audiencias en el acuerdo, concurriendo a él el presidente y oidores,

alcaldes y fiscal, y nuestro escribano de cámara de gobernación, para que de fe de ello.

Hecha en Madrid a 10 de febrero de 1575 años. Yo el rey.

Bibliografía recomendada:

Mark. A. Burkholder, y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona


española y las audiencias en América, 1687-1808, México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, 478 p.
John H. Parry, La audiencia de Nueva Galicia en el siglo XVI. Estudios sobre el gobierno
colonial español, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1993, 330 p.
________________________________________________________

Instrucción a los alcaldes y corregidores de Nueva España.23

Los corregidores y alcaldes mayores fueron los representantes provinciales de la


autoridad real. Reunían en su persona facultades hacendarias, judiciales, gubernativas;
estaban a cargo del orden público, de supervisar a los encomenderos y ayuntamientos, y
tenían la obligación particular de proteger a los indígenas.
Inicialmente los “corregimientos” fueron utilizados para recompensar a los
conquistadores y primeros colonos, y durante un tiempo se planeó utilizarlos para
compensar a los descendientes de encomenderos por la confiscación de sus beneficios.
Como consecuencia, los corregidores consideraban sus cargos como una concesión
temporal para obtener ganancias y realizar negocios particulares, sobre todo en perjuicio de
los indios. El comportamiento de estos funcionarios fue uno de los principales motivos de
queja de los indígenas en el siglo XVI, y es evidente que los virreyes los veían con
desconfianza. Posteriormente la Corona procuró –sobre todo con la difusión de las alcaldías
mayores- introducir criterios de selección basados en la formación educativa, la experiencia
previa e integrar un grupo de funcionarios profesionales; sin embargo este objetivo nunca
pudo cumplirse, dada la crónica escasez de fondos y la difusión de la práctica de la venta de
cargos.
El siguiente documento es un “formato” que se entregaba a corregidores y alcaldes
mayores cuando llegaban a ocupar sus cargos, particularmente interesante porque enumera
muchos de los abusos que cometían cotidianamente estos funcionarios.

23
. Fuente: Mariano Cuevas (ed.), Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México,
2a.ed., México, Porrúa, 1975, p.246-249.
43

Lo que vos, fulano, que vais proveído por alcalde mayor o corregidor a tal parte,

habéis de hacer en el susodicho cargo es lo siguiente:

I. Primeramente, al tiempo que se os entregare la provisión del dicho oficio, haréis

juramento ante el secretario de la Gobernación de esta Nueva España, que lo usaréis bien y

fielmente, como sois obligado, y en cuanto os fuere posible guardaréis lo contenido en esta

instrucción, y que para entender lo que por ella se os manda la leeréis y recorreréis por lo

menos una vez cada mes. El cual dicho secretario sea obligado a asentar el dicho juramento

a las espaldas de la dicha provisión. Y por que podría ser que al tiempo que sois proveídos

en el dicho oficio no estuviésedes en esta ciudad, en tal caso haréis claro juramento ante

escribano real o nombrado que de ello de fe, y sin preceder esto y que conste a los jueces

oficiales de la Real Hacienda mandando no os paguen el salario que con el dicho cargo se

os señala.

II. Item, tendréis especial cuidado de que los indios de vuestra jurisdicción sean

industriados y enseñados en las cosas de nuestra santa fe católica, y doctrina cristiana y se

les administre los sacramentos y sean bien tratados. Y si en esto hubiere alguna falta me

avisaréis para que lo mande remediar.

III. Item, veréis las tasaciones de los pueblos de vuestra jurisdicción y tendréis

especial cuidado que se guarden y cumplan y que no se pida ni lleve a los indios por vía de

derrama, ni en otra manera, ninguna cosa más de lo que por las dichas tasaciones son

obligados a dar, castigando con rigor a los que hicieren lo contrario.

IV. Item, en llegado a la parte de donde váis proveído, no admitiréis demanda de un

consejo a otro sobre términos ni sobre sucesión, sino los semejantes casos los remitiréis a

esta Real Audiencia, porque en ella está proveído que las tales demandas y pedimentos se

den en acuerdo. Y sobre los demás casos graves en las causas que ocurrieren ante vos, no
44

admitiréis más probanza entre indios ni con ellos de cinco testigos de cada parte y vos

tomaréis otros cinco de oficio, y con estos determinaréis la causa guardando cerca de ello el

auto promovido en esta dicha Real Audiencia en 12 de julio del año pasado de 1569 años,

que con esta se os entrega. Y en las demás causas que no sean arduas ni de calidad las

determinaréis breve y sumariamente sin figura de juicio.

V. Item, porque soy informado que los jueces compelen a los indios a que vendan

los bastimentos a menos precio de lo que es razón y comúnmente valen, a causa de que se

los den a ellos a precios muy bajos, en que son agraviados, dentro de cincuenta días

después de que llegáredes a vuestra jurisdicción, os informaréis y averiguaréis a qué precios

estén los bastimentos entre los naturales y se venden a los pasajeros, y me enviaréis

relación de ello, para que vista, provea en el caso lo que convenga.

VI. Item, por que soy informado que los jueces, para tener oprimidos a los indios y

que no se atrevan a pedir justicia de los agravios que les hacen les toman cuenta muy a

menudo de los bienes de sus comunidades y sobras de tributos y sus escribanos y

intérpretes les llevan salarios y costas en excesivo grado, solamente tomaréis la dicha

cuenta una vez dentro de dos meses después que llegáredes al dicho cargo, y no la tomaréis

más sin mi expresa licencia. Y tendréis mucho cuidado que los dichos oficiales no les

lleven salarios ni derechos demasiados, y en la dicha cuenta que tomáredes no pasaréis en

cuenta lo de que no se mostrare carta de pago o recaudo bastante.

VII. Item, porque soy informado que de traer ganados los jueces en sus

jurisdicciones reciben muchos daños y agravios los indios y no osan pedirlos, no traeréis

ganados en todos los términos de vuestra jurisdicción, guardando sobre esto lo que por

leyes está mandado.


45

VIII. Item, porque soy informado que algunos jueces quitan algunos alcaldes y

alguaciles y otros ministros, no andando a su voluntad, y ponen otros en su lugar y les dan

varas de justicia no lo pudiendo hacer, no os entremeteréis en quitar vara a ninguna persona

que la tenga con mandamiento mío, sin conocimiento ni justificación de causa, y en tal

caso, ni de otra manera, no nombraréis otro en su lugar sino lo remitiréis a mí con relación

de causa, para que provea lo que convenga.

IX. Item, no pediréis ni tomaréis de ninguna persona dádiva ni presente alguno

aunque diga que lo da de su voluntad y que no tiene pleitos ante vos, aunque sean cosas de

comida y en poca cantidad, sin lo pagar por lo que realmente entre los dichos indios vale.

X. Item, no os entremeteréis a tomar dinero ni otra cosa alguna de la caja de las

comunidades de vuestra jurisdicción, prestado ni de otra manera, guardando cerca de esto

lo que se os manda por la provisión que del dicho cargo se os ha dado.

XI. Item, no llevaréis ninguna parte de los derechos ni salarios que hubieren de

haber y llevar los escribanos y intérpretes ni otros oficiales vuestros, por los inconvenientes

que de llevar los jueces parte de ellos se suele seguir; ni consentiréis que vuestros oficiales

lo lleven ni haréis con ellos concierto alguno sobre lo susodicho.

XII. Item, porque los jueces acostumbran en los casos de ordenanzas, especialmente

en las penas de ordenanzas de agostadero24, llevar las penas que se aplican antes que los

indios sean pagados de los daños que han recibido, guardaréis lo dispuesto por las dichas

ordenanzas, so las penas en ellas contenidas, por las cuales está mandado que no se lleven

semejantes penas hasta estar pagados los daños.

24
. Zonas de pastos o dehesas donde se conducía el ganado en verano o, en México, en la estación
de secas.
46

XIII. Item, porque de comprar los jueces estancias y tierras en sus jurisdicciones se

ha visto por experiencia venir daños y inconvenientes a los indios, no compraréis en vuestra

jurisdicción estancias y tierras ni otros bienes, ni trataréis ni contrataréis con los naturales

de la vuestra jurisdicción en ningún género de contratación ni mercadería, so las penas en

derecho establecidas.

XIV. Item, tendréis especial cuidado de que al tiempo que se eligen los

gobernadores, alcaldes y alguaciles y otros oficiales de república, se elijan de ellos personas

buenos cristianos y de buena conciencia y que no sean borrachos ni revoltosos ni hombres

de mal vivir, sino personas cuales convengan para el servicio de Dios y de su majestad y

bien de los tales pueblos.

XV. Item, tendréis especial cuidado de guardar lo que se os manda por la provisión

del dicho oficio cerca de que los indios no anden vagamundos, y siembren y beneficien sus

sementeras, al menos hasta cincuenta brazas en cuadra cada uno, pues se convierte en su

utilidad y provecho y redunda bien de ello a toda la república25.

XVI. Item, proveeréis y daréis orden que se aderecen los caminos y reparen las

puentes de vuestra jurisdicción, procurando que se haga con la menor vejación que sea

posible de los indios y que a la obra de ello acudan todos los que fueren obligados, sin que

sean agraviados más los unos que los otros.

XVII. Item, tendréis especial cuidado de que los indios no traigan armas ni anden a

caballo con silla y freno sin mi expresa licencia. Y a los que hicieren lo contrario les

tomaréis las tales armas y caballos y lo venderéis en pública almoneda, aplicando la mitad

25
. La res publica o “cosa pública”, eso es, el gobierno, familias principales y común de un lugar
poblado y reconocido como tal por la Corona. Se aplicaba tanto a las ciudades y villas de españoles
como a los pueblos de indios. Por extensión, el conjunto de los súbditos.
47

para la cámara de su majestad, y la otra mitad para vos, como juez que lo ejecuta, y

denunciador, por iguales partes.

XVIII. Item, tendréis especial cuidado de que no se haga pulque en vuestra

jurisdicción ni se venda ni contrate la raíz con que se hace, guardando la ordenanza que

cerca de esto está hecha. Y asimismo castigaréis las borracheras y pecados públicos,

especialmente los perjurios, porque se entiende con facilidad exceden con esto los indios, y

sobre ningún caso fuera de lo que es permitido por ordenanza no condenaréis a los indios

en penas pecuniarias.

XIX. Item, tendréis especial cuidado de que se guarde en vuestra jurisdicción lo por

su majestad mandado cerca de que no se carguen indios por tamemes 26 con mercaderías, y

que no los den los principales27, castigando a los que los dieren y a los que los llevaren

cargados, con todo rigor.

XX. Item, en los casos que en esta instrucción no van expresados veréis lo mandado

por la dicha provisión real que se os da, del dicho oficio y capítulos de corregidores, y lo

guardaréis y cumpliréis como en ellos se contiene y en todo haréis lo que sois obligado al

servicio de Dios y de su majestad y bien de los naturales de vuestra jurisdicción, como de

vuestra persona se confía.

Hecha en México a . . . . días del mes de . . . . de 1571 años.

Bibliografía recomendada:

26
. Los tamemes o indios cargadores eran el principal sistema de transporte mesoamericano. Los
españoles retomaron el sistema para su beneficio, pero llevando a los cargadores con excesivos
pesos y a largas distancias, lejos de sus pueblos. La Corona trató de prohibir la práctica, aunque
tuvo que tolerarla en muchos casos donde no había otra opción de transporte. Los tamemes fueron
desapareciendo paulatinamente al difundirse la arriería.
27
. Indígenas reconocidos por la corona como descendientes de los señores de la época prehispánica,
o bien ascendidos a tal categoría por sus servicios a la Iglesia o al rey. Había principales que eran
asimismo caciques, y otros de segundo rango.
48

Woodrow Borah (coord.), El gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad


Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1985, 252 p.
Ethelia Ruiz Medrano, Gobierno y sociedad en Nueva España. Segunda Audiencia y
Antonio de Mendoza, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1991, 412 p.
______________________________________________________

Real cédula para que se proceda con todo rigor contra los gobernadores, corregidores
y alcaldes mayores que tratan y contratan.28

La venta de oficios públicos, la difusión del concepto patrimonialista del cargo


público, la crónica ausencia de fondos de la Corona, la insuficiencia o definitiva
desaparición de los salarios de los funcionarios derivaron en el desarrollo del repartimiento
de mercancías. Este consistía en que los funcionarios locales utilizaran su autoridad para
crear un verdadero monopolio mercantil sobre los pueblos de indios, obligándoles a
comprarles mercancías y, donde los indígenas producían artículos de valor comercial como
la grana cochinilla, forzarlos a venderles sus cosechas en precios que no eran los del
mercado. La práctica existió desde fechas tempranas, pero su generalización ocurrió en el
siglo XVII.
En la sociedad novohispana los asuntos económicos y políticos caían dentro del
ámbito de lo moral, por lo cual no es raro ver a los obispos intervenir en asuntos que no
eran propiamente religiosos. En este caso, el obispo de Puebla tomó pie para su
intervención del hecho de que los funcionarios cometían un delito de perjurio al jurar, sobre
los santos sacramentos, no realizar repartimientos de mercancías. El problema de fondo era
que los funcionarios locales no tenían otro medio de subsistencia; la práctica, por otro lado,
respondía a una lógica económica que obligaba a los indígenas a entrar en relaciones de
mercado, impidiendo su tendencia al aislamiento y el autoconsumo. La reiteración del
mandamiento es, en sí misma, prueba de la inevitabilidad de su incumplimiento.

El rey. Mi virrey, gobernador y capitán general de las provincias de Nueva España y

presidente de mi Audiencia Real de México. En vista de lo que en carta de 20 de abril de

1686 escribió el obispo de la Puebla de los Angeles don Manuel Fernández de Santa Cruz,

en que dio cuenta de los graves perjuicios que se experimentaban con motivo de los

juramentos que hacían los alcaldes mayores, gobernadores y corregidores de no tratar ni

contratar, y que no obstante lo ejecutaban, tuve por bien mandaros y a mis audiencias de

ese reino por despachos del año de 1687 que respecto de las repetidas noticias que se tenían

28
. Fuente: Richard Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispano América. 1493-1810, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1962,
vol.3, tomo 2, p. 123-124.
49

de los excesos que cometían los alcaldes mayores y gobernadores en el punto del trato y

contrato en que demás del delito que hacían por sus personas, se seguían graves perjuicios

al común, procuraseis velar y celar así vos como las referidas audiencias en averiguar y

castigar esta culpa rigurosamente conforme las penas impuestas por las leyes, dándome

cuenta de quedar con este cuidado y de la enmienda que se pusiese; y considerando que no

obstante lo mandado en el citado despacho, se continúa con mayor desahogo y exceso

semejante abuso, por noticias que se han tenido en mi Consejo de las Indias y que no

conviene al servicio de Dios y mío tolerarlo, he tenido por bien repetiros (como por la

presente lo hago) el mayor encargo en materia de esta gravedad, previniéndoos que a todos

los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores dispongáis se les hagan causas de

perjuros, si en contravención del juramento trataren y contrataren, procediendo contra ellos

y castigándolos con todo el rigor de las leyes; y del recibo de este despacho y de lo que en

su virtud ejecutaréis, me daréis noticia. Madrid, 10 de febrero de 1716.

Bibliografía recomendada:

Brian R. Hamnett, Política y comercio en el sur de México. 1750-1821, México, Instituto


Mexicano de Comercio Exterior, 1976, 198 p.
Héctor Díaz-Polanco (coord.), El fuego de la inobediencia. Autonomía y rebelión india en
el Obispado de Oaxaca. México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, 1992, 216 p.
Rodolfo Pastor, "El repartimiento de mercancías y los alcaldes mayores novohispanos: un
sistema de explotación, de sus orígenes a la crisis de 1810", en W. Borah (coord.),
El gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad Nacional
Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1985, p. 201-236.
________________________________________________________

Real cédula aceptando la compra y venta de oficios públicos.29

29
. Fuente: Fabián de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de Real Hacienda, México,
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1978, vol. 3, p.64-67.
50

En las primeras décadas del gobierno colonial la Corona concedió a algunas


personas como merced vitalicia los puestos de regidor de los ayuntamientos y otros cargos
y oficios públicos, ya fuese por sus méritos o por influencias. Los beneficiarios
prontamente tendieron a considerar estos puestos como propiedad privada, y comenzaron a
heredarlos o incluso enajenarlos para obtener provecho. Aunque inicialmente se trató de
evitar esta práctica, los apuros financieros llevaron al rey a permitirla siempre y cuando los
usufructuarios cumplieran con ciertos requisitos y “sirvieran” a la Real Hacienda con un
“donativo”.
En 1606, finalmente, se aceptó la enajenación de los cargos sin límite alguno,
extendiéndose aun más la lista de oficios “enajenables”. Para este fin se estableció un ramo
fiscal, el de “oficios vendibles y renunciables”. A la larga, incluso los puestos de gobierno
provincial (los corregidores y alcaldes mayores) e incluso los de oidores de la Real
Audiencia llegaron a estar a la venta. La generalización de esta práctica provocó
inevitablemente la difusión del concepto patrimonial de la posesión del cargo público, la
creación y extensión de diversos procedimientos para obtener provechos ilegales de parte
de los funcionarios y, en términos más generales, que la aplicación concreta de las leyes
reales pasara por personas que podían tener escaso interés en que se cumplieran. La
oligarquía criolla, en particular, logró por esta vía acceder a puestos judiciales y de
gobierno que en principio le vedaba la política restrictiva de la Corona, que prefería cubrir
los puestos importantes con personas procedentes de otros reinos.

El rey. Por cuanto el rey nuestro señor que haya gloria por cédula suya fecha a 3 de

noviembre del año pasado de 1581 dio licencia para que los primeros compradores de los

oficios de pluma30 de las Indias occidentales que son vendibles los pudiesen renunciar una

vez sirviéndome con el tercio del valor de ellos según más largo en la dicha cédula a que

me refiero se contiene. Y habiendo considerado que sería de mucha utilidad y beneficio

para los que tuvieren o tienen los dichos oficios y para la conservación, población y

aumento de aquella tierra y también para el acrecentamiento de Real Hacienda que los

dichos oficios de pluma se fuesen renunciando siempre como las escribanías y otros oficios

de estos reinos, mandé a mis audiencias reales de las Indias me informasen con su parecer

acerca de ella. Y habiéndolo hecho y visto en mi Consejo Real de las Indias y

consultádome, he tenido por bien por las dichas causas y por hacer merced a mis vasallos

30
. El servicio del rey se dividía en oficios “de pluma” (los puestos burocráticos en general), “de
toga” (que requerían conocimientos jurídicos) y “de espada”, esto es, los que tenían funciones
militares.
51

de las dichas Indias de dar licencia y facultad como por la presente la doy y concedo para

que los dichos oficios de pluma que se han acostumbrado renunciar y renuncien ahora y de

aquí adelante para siempre jamás todas las veces que quisieren los poseedores de ellos,

pagando en mis cajas reales el tercio del valor que tuvieren al tiempo de la renunciación,

con que en reconocimiento de esta facultad que les doy y el beneficio, estimación y el

mayor valor que mediante ella reciben los dichos oficios, las persona que los poseyesen y

tuviesen en segunda vida, habiéndose renunciado en ellos me hayan de servir y sirvan y

paguen en mis cajas reales al tiempo que los renunciaren la primera vez, con la mitad del

valor de los oficios en lugar del tercio que ahora pagan, y de allí adelante cada vez que se

renunciaren y pasaren de una cabeza en otra, con la tercia parte del verdadero valor que

tuviesen los oficios al tiempo que se renunciaren, comprendiéndose en ellos y contándose

por precio y valor suyo los registros, papeles y todo lo demás que les perteneciese, y los

que tuviesen los dichos oficios en primera vida y puedan renunciar una vez en virtud de la

dicha cédula de 13 de noviembre de 581, paguen conforme a ella el tercio en la primera

renunciación, y en la segunda que comenzaren a gozar de esta licencia y facultad, la mitad

del valor que tuvieren los oficiales <sic, por oficios> con sus papeles y registros al tiempo

que comenzaren a gozar de la renunciación, y de allí adelante la tercera parte como los

primeros. Y porque asimismo hay otros oficios en las dichas mis Indias occidentales, como

son alguacilazgos mayores de mis audiencias reales y de las ciudades de ellas,

veinticuatrías, regimientos, alferazgos mayores, fieles ejecutores, procuraciones y otros

oficios de esta calidad; y en las casas de moneda de las dichas Indias hay también oficio de

tesorero, balanzario, ensayador, tallador, guardas y otros oficios, y no se han permitido que

los puedan renunciar, ni pasar de unas cabezas en otras, sino que con la muerte de los

poseedores de los dichos oficios han vacado por las causas y condiciones suso referidas; he
52

tenido y tengo por bien que los poseedores de los dichos oficios tengan la misma facultad

de renunciarlos y por la presente se la doy y concedo a los que al presente tienen, tuvieren y

poseyeren en adelante dichos oficios para que los puedan renunciar y renuncien de aquí

adelante perpetuamente todas las veces que quisieren, con que en la primera renunciación

me hayan de servir y sirvan con la mitad del verdadero valor de sus oficios, y de allí

adelante todas las veces que se renunciaren y pasaren de una cabeza en otra, con la tercera

parte del verdadero valor que tuvieren al tiempo de la renunciación como los demás de

pluma; y con condición que los unos y los otros oficios de cualquiera calidad que sean,

hayan de vivir y vivan veinte días después de la fecha de las renunciaciones que hicieren de

ellos, y que dentro de sesenta días contados desde el mismo día, se hayan de presentar y

presenten las dichas renunciaciones ante el virrey o audiencia más cercana del lugar donde

de hicieren las dichas renunciaciones o ante el gobernador o justicia principal de aquel

distrito, para que las dichas audiencias, gobernadores o justicias ante quien se presentaren

las dichas renunciaciones, no siendo de las que tienen facultad mía para dar títulos para

servir los dichos oficios en el ínterin que los confirmen, envíen luego los dichos recaudos a

mis virreyes, presidentes de las audiencias pretoriales31, para que habiéndolos visto provean

lo que convenga; más porque podía acaecer que algunos que tuviesen los dichos oficios

viniendo a estos reinos o yendo de ellos a las Indias, los renunciasen en la mar, y porque los

sucesores de ellos no pudiesen presentar las renunciaciones dentro del dicho término, en tal

caso es mi voluntad y mando que las renunciaciones que se hicieren en la mar las presenten

viniendo a estos reinos en el dicho mi Consejo Real de las Indias o yendo a ellas ante el

gobernador o justicia principal del puerto en que se desembarcaren dentro de treinta días

31
. Las audiencias pretoriales eran las encabezadas por un presidente-gobernador, como era el caso
de la de Guadalajara, desde 1563.
53

contados desde el día que acabado el viaje, hubieren desembarcado en adelante, que es el

plazo y término que señalo en el caso susodicho en lugar de los sesenta días para el efecto

del uso referido, so pena que los que no vivieren enteramente los dichos veinte días después

de la fecha de las renunciaciones o no las presentaren en lo sesenta o treinta que está dicho

o declarado por cualquiera de estos casos, pierdan los tales oficios y hayan de quedar y

queden vacos y se pueda disponer y disponga de ellos para beneficio de mi hacienda, como

de oficios vacos, sin que haya obligación de volver ni dar, ni se vuelva, ni dé el precio de

ellos ni parte alguna de él a los que así perdieren los oficios por cualquiera de las dichas

causas; con que asimismo las personas en quien se renunciaren todos los dichos oficios y

cualquiera de ellos hayan y presenten título y confirmación de ellos dentro de cuatro años

que corran y se cuenten desde el día de la fecha de las renunciaciones de los dichos oficios

en adelante, so pena que el que no lo hiciere pierda el oficio para no usarle más, y se

disponga de él por mi cuenta como de oficio vaco, con que de lo procedido de él se vuelvan

y restituyan las dos tercias partes del precio en que se vendiere, y la otra tercia parte se

ponga en mi caja real para mí; de manera que la pena de no llevar y presentar la

confirmación dentro de los dichos cuatro años sea perdimiento de la tercia parte del valor

del oficio para mí y privación del uso de él. Y mando a mis virreyes, presidente y oidores

de mis audiencias reales y gobernadores de las dichas Indias occidentales e islas de ellas

que guarden, cumplan y hagan guardar, cumplir y ejecutar todo lo contenido en esta mi

cédula, precisa y puntualmente según y como en ella se declara, sin dispensación, remisión

ni interpretación alguna, y que en su conformidad y cumplimiento a las personas en quien

se renunciaren los dichos oficios, siendo hábiles y suficientes y de las calidades y

satisfacción que se requiere para servirlos; y constándoles que han metido en mis cajas

reales el dinero que conforme a lo susodicho me hubiere pertenecido y debieren pagar por
54

razón de las dichas renunciaciones, les den y despachen los recaudos necesarios para

usarlos y ejercerlos, y los hagan admitir al uso y ejercicio de ellos con la dicha condición y

obligación de llevar confirmación mía dentro de cuatro años. Y asimismo les mando que

para que no haya fraudes ni engaños en las ventas y renunciaciones de los dichos oficios,

sino mucha justificación, puntualidad y verdad, antes de pagárselos ni dar los recaudos para

servirlos, hagan las averiguaciones y diligencias necesarias para entender y saber el

verdadero valor de los que renunciaren para que se cobre justamente la cantidad con que

me deben servir los renunciantes conforme lo susodicho, y que en ninguna manera admitan

ni pasen las renunciaciones que se hicieren de los dichos oficios sino a quien hubiere

cumplido enteramente las dichas condiciones. Y para que esta se pueda ver y entender

mejor en el dicho mi Consejo Real de las Indias, al tiempo que acudieren las partes por las

confirmaciones, mando que se traigan y presenten en él testimonios auténticos de las dichas

renunciaciones y de sus presentaciones, y de haber enterado en mis cajas reales de lo que en

virtud de ellas se debe meter en ellas, y de las demás diligencias que se hubieren hecho para

que conste todo. Hecha en Madrid a 14 de diciembre de 1606 años. Yo el rey.

Bibliografía recomendada:

Mark. A. Burkholder, y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona


española y las audiencias en América, 1687-1808, México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, 478 p.
John H. Parry, The Sale of Public Offices in the Spanish Indies under the Hapsburgs,
Berkeley, University of California, 1953, 330 p.
Francisco Tomás y Valiente, La venta de oficios públicos en Indias (1492-1606), Madrid,
Instituto de Estudios Administrativos, 1972, 180 p.
________________________________________________________
55

Cédula del emperador Carlos V concediendo el título de marqués del Valle de Oaxaca
a Hernán Cortés32

En 1529 Carlos V concedió a Hernán Cortés la confirmación del título de marqués


del Valle de Oaxaca, que incluía 22 pueblos de indios y 23 000 vasallos en encomienda. El
marquesado fue en cierto modo un anacronismo en momentos en que la Corona procuraba
afanosamente evitar la formación de grupos con privilegios hereditarios en España y en
Indias, y en que existía una política de debilitar o eliminar las jurisdicciones particulares.
De hecho, los años posteriores estuvieron marcados por la constante búsqueda
gubernamental de limitar los derechos concedidos a Cortés y, en lo posible, recuperar
prerrogativas reales dentro del marquesado. Un caso típico fue la bula concedida por el
papa Clemente VII a Hernán Cortés, por el cual le otorgaba el derecho del patronazgo
dentro del marquesado, que fue declarada inválida por no contar con el “pase regio”; otros
puntos conflictivos fueron la adjudicación de tierras y aguas baldías, la fundación de villas
españolas (exentas de la jurisdicción del marqués) y la vigilancia del orden público.
El marquesado tenía una gran extensión, pero aparte del valle de Cuernavaca y el
valle de Oaxaca, no constituía una unidad territorial continua. Dentro de esta jurisdicción se
hallaban ingenios azucareros, minas, obrajes, estancias de labor y labores agrícolas
propiedad del marqués.
El marquesado sufrió a lo largo de su historia confiscaciones por diferentes motivos.
Del punto de vista político, el problema se resolvió al extinguirse la descendencia
masculina directa del conquistador, y pasar en el siglo XVIII el marquesado a las manos de
una familia noble siciliana que dejó sus intereses novohispanos a un gobernador.

Don Carlos, por la divina clemencia emperador semper augusto33, rey de Alemania;

doña Juana, su madre, y el mismo don Carlos, por la gracia de Dios reyes de Castilla

etcétera. Por cuanto Nos por una nuestra carta firmada de mí, el rey, habemos hecho merced

a vos, don Hernando Cortés, nuestro gobernador y capitán general de la Nueva España, de

23.000 vasallos en la Nueva España, que vos descubristeis y poblasteis, señaladamente en

ciertos pueblos del valle de Oaxaca que es en la dicha Nueva España y en otras partes de

ella, como más largo en la provisión que de ello vos mandamos dar según en ella se

contiene; por ende, acatando los muchos y señalados servicios que habéis hecho a los

Católicos Reyes nuestros señores padres y abuelos, que hayan santa gloria, y a Nos,

32
. Fuente: José Luis Martínez, Documentos cortesianos. 1528-1532, vol. 3, México, Universidad
Nacional Autónoma de México – Fondo de Cultura Económica, 1991, p. vol. 3, 53, 54.
33
. Por siempre augusto.
56

especialmente en el descubrimiento y población de la dicha Nueva España de que Dios

nuestro señor ha sido tan servido, y la Corona real de estos nuestros reinos acrecentada, y lo

que esperamos y tenemos por cierto que nos haréis de aquí en adelante, continuando

vuestra fidelidad y lealtad; y teniendo respeto a vuestra persona y a los dichos vuestros

servicios, y por os más honrar y sublimar, y porque de vos y de vuestros servicios quede

perpetua memoria, y porque vos y vuestros sucesores seáis más honrados y sublimados,

tenemos por bien, y es nuestra merced y voluntad, que ahora y de aquí adelante vos podáis

llamar, firmar e intitular, y vos llamedes e intituledes marqués del Valle, que ahora se

llamaba Oaxaca, como en la dicha merced va nombrado; y por la presente vos hacemos y

intitulamos marqués del dicho Valle llamado Oaxaca, y por esta nuestra carta mandamos al

ilustrísimo príncipe don Felipe, nuestro muy caro y muy amado hijo y nieto, y a todos los

infantes, duques, marqueses, perlados, condes, ricos hombres, maestres de las órdenes,

priores, comendadores, y subcomendadores, alcaides de los castillos y casas fuertes y

llanas, y a los del nuestro consejo, presidentes y oidores de las nuestras audiencias y

cancillerías de estos reinos y de la dicha Nueva España, alcaldes, alguaciles de la nuestra

casa y corte y cancillerías, y a todos los concejos, corregidores, asistentes, gobernadores y

otras cualesquier justicias y personas de cualquier estados, preeminencia, condición o

dignidad que sean, nuestros vasallos, súbditos y naturales que sean de estos nuestros reinos

y de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, así a los que ahora son como a los que

serán de aquí adelante, y a cada uno y cualquier de ellos, que vos hayan y tengan y llamen

marqués del dicho Valle de Oaxaca, y vos guarden y hagan guardar todas las honras,

gracias, mercedes, franquezas y libertades, preeminencias, ceremonias y otras cosas que por

razón de ser marqués debéis haber y gozar y vos deben ser guardadas, de todo bien y

cumplidamente, en guisa que vos no mengüe ende cosa alguna; y los unos ni los otros no
57

hagades ni hagan ende al por alguna manera, so pena de la nuestra merced y de 10.000

maravedises34 para la nuestra cámara, a cada uno y cualquier de ellos por quien fincare de

lo así hacer y cumplir. Dada en la ciudad de Barcelona, a 6 días del mes de julio años del

nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1529 años. Yo, el rey.

Real cédula a Hernán Cortés haciéndole merced de 22 pueblos y 23.000 indios


vasallos, en razón de los servicios prestados.35
Barcelona, 26 de julio de 1529

Don Carlos por la divina clemencia emperador semper augusto rey de Alemania.

Doña Juana, su madre, y el mismo don Carlos, etcétera. Por cuanto vos don Fernando

Cortés, nuestro gobernador y capitán general de la Nueva España, por nos servir el año

pasado de 1518, con nuestra licencia, fuisteis a la isla Fernandina, llamada Cuba, con una

armada a descubrir la Nueva España de que teníais noticia. Y con la gracia de nuestro señor

y con buena industria de vuestra persona descubristeis la dicha Nueva España en que se

incluyen muchas provincias y tierras, y las pacificasteis y pusisteis todo debajo de nuestro

señorío y Corona real. Y así están ahora, lo cual somos ciertos que han sido con muchos y

grandes trabajos y peligros de vuestra persona, y nos habemos tenido de vos por muy bien

servidos en ello.

Y acatando los grandes provechos que de vuestros servicios han redundado, así para

el servicio de nuestro señor y aumento de nuestra santa fe católica que en las dichas tierras

que están sin conocimiento ni fe, se ha plantado con el acrecentamiento de ello, ha

redundado a nuestra Corona real de estos reinos, y los trabajos que en ellas habéis pasado, y

34
. En Nueva España, moneda “de cuenta” equivalente a la trigésima cuarta parte de un real, que era
utilizada par calcular multas o pensiones en las monedas “corrientes”, como el peso y los reales.
35
. Fuente: José Luis Martínez, Documentos cortesianos. 1528-1532, vol. 3, México, Universidad
Nacional Autónoma de México – Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 125-130.
58

la fidelidad y obediencia con que siempre nos habéis servido, como bueno y fiel servidor y

vasallo nuestro, según somos ciertos y certificados.

Y porque a los reyes es justa y loable cosa hacer mercedes y honrar a aquellos que

bien y lealmente les sirven, porque todos se esfuercen a hacer lo mismo. Y porque es razón

que de lo susodicho quede perpetua memoria y porque los dichos vuestros servicios sean

satisfechos y otros tomen ejemplo de nos servir bien y fielmente. Y acatando que a los

reyes y príncipes es propia cosa honrar y sublimar y hacer gracias y mercedes a sus

súbditos y naturales, especialmente a aquellos que bien y fielmente les sirven y aman su

servicio.

Por la presente os hacemos merced, gracia y donación pura, perfecta y no revocable,

que es otra entre vivos para ahora y para siempre jamás, de las villas y pueblos de

Cuinapan, Atlacavoye, Matlacingo, Toluca, Calimaya, Cuernavaca, Huastepec, Acapistla,

Yautepeque, Tepistlán, Oaxaca, Cuyulapa, Etlantequila, Vacoa, Tehuantepec, Jalapa,

Utlatepec, Atroyestán, Equetasta, Tuixtlatepeca, Izcalpan, que son en la dicha Nueva

España hasta en número de 23.000 vasallos, y jurisdicción civil y criminal, alta y baja,

mero mixto imperio, y rentas y oficios, y pechos y derechos, y montes y prados y pastos y

aguas corrientes, estantes y manantes. Y con todas las cosas que Nos tuviéremos y

lleváramos, y debamos gozar y llevar en las tierras que para la nuestra Corona real se

señalaren en la dicha Nueva España.

Y con todo lo otro al señorío de las dichas villas y pueblos, de suso declarados,

perteneciente en cualquier manera, y para que todo ello sea vuestro y de vuestros herederos

y sucesores, y de aquel o aquellos que de vos o de ellos o hubieren título o causa y razón. Y

para que lo podáis vender, dar o donar y trocar y cambiar, y enajenar y hacer de ello y en
59

ello todo lo que quisiereis y por bien tuviereis, como de cosa vuestra propia, libre y quieta y

desembargada, habida por justo y derecho título.

Reteniendo, como retenemos, en Nos y para Nos, y para los reyes que después

reinaren en estos reinos, la soberanía de nuestra justicia real. Y que las apelaciones que de

vos o de vuestro alcalde mayor que en las dichas villas y pueblos hubiere, vaya ante Nos y

ante los de nuestro Consejo Real y oidores de las nuestras audiencias y cancillerías. Y que

Nos hagamos y mandemos hacer justicia en ellas cada vez que nos fuere pedido, y viéremos

que cumpla a nuestro servicio de la mandar hacer.

Y que no podáis vos, ni vuestros herederos y sucesores, hacer ni edificar de nuevo

fortalezas algunas en los dichos pueblos y sus tierras y términos sin nuestra licencia y

especial mandado.

Y tenemos así mismo para Nos y para los reyes que después de Nos vinieren los

mineros y encerramientos de oro y plata, y de otros cualesquier metales y las salinas que

hubiere en las dichas tierras.

Y que hagáis la guerra por cada y cuando os lo mandáremos o enviáremos a mandar.

Bibliografía recomendada:

Ward Barret, La hacienda azucarera de los marqueses del Valle, México, Siglo XXI, 1977,
286 p.
Bernardo García Martínez, El Marquesado del Valle. Tres siglos de régimen señorial en
Nueva España, México, El Colegio de México, 1969, 175 p.
José Luis Martínez, Hernán Cortés, 3ª. reimp. de la 1ª. ed., México, Universidad Nacional
Autónoma de México – Fondo de Cultura Económica, 1997, 1012 p.
Michael Riley, Fernando Cortés and the Marquesado in Morelos, 1522-1547. A Case Study
in the Socioeconomic Development of Sixteenth century Mexico, Albuquerque,
University of New Mexico, 1973, 168 p.
________________________________________________________

Ordenanzas de población de Felipe II, 157336

36
. Fuente: Boletín del Archivo General de la Nación, tomo 6, mayo-junio 1935, no.3, p.321-360.
60

Las Ordenanzas de 1573 constituyen el documento fundamental del urbanismo


novohispano. En ellas confluyen los experimentos previos de formación planeada de
ciudades (como Puebla) según un modelo renacentista que acentuaba la racionalidad y
funcionalidad en la distribución del espacio; las conclusiones del largo debate sobre los
“justos títulos”, que se manifiesta en la proscripción oficial del término “conquista” del
vocabulario legal, sustituido por el de “pacificaciones”; y la preocupación gubernamental
por “dar asiento” a conquistadores y colonos, ofreciéndoles solares, huertas, tierras,
exención de impuestos y su reconocimiento como hidalgos. El documento insiste en la
primacía simbólica del poder real, al disponer que los edificios públicos se hallen en la
plaza principal mientras la iglesia debería edificarse en lugar aparte, aunque desde luego
con la debida dignidad arquitectónica. En términos generales, el documento forma parte de
una política imperial para establecer un orden reglamentado y vigilado por la Corona en
tierras que hasta entonces habían sido gobernadas de manera casuística y sin un propósito
general; recoge, asimismo las experiencias anteriores, al establecer que los
“descubrimientos” deberían ser empresas privadas bajo licencia oficial.
Las poblaciones de españoles que se edificarían en el norte novohispano (con
excepción de los reales de minas) y los pueblos de indios que se establecerían con las
congregaciones de fines del siglo claramente siguen las disposiciones de las Ordenanzas.

Don Felipe, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos

Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de

Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los

Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias, Islas y Tierra

Firme de la Mar Océano, conde de Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, duque de

Atenas y de Neopatria, conde de Ruisellón y de Cerdeña, marqués de Loristán y de

Goziano, archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Bravante y de Milán, conde de

Flandes y de Tirol, etcétera.

A los virreyes, presidentes de audiencias y gobernadores de las nuestras Indias del

Mar Océano, y a todas las otras personas a quien lo infrascrito toca y atañe y puede tocar y

en cualquiera manera, sabed: que para que los descubrimientos y nuevas poblaciones y

pacificaciones de las tierras y provincias que en las Indias están por descubrir, poblar y

pacificar se hagan con más facilidad y como conviene al servicio de Dios nuestro señor y

bien de los naturales, entre otras cosas hemos mandado hacer las ordenanzas siguientes:
61

1. Ninguna persona de cualquier estado y condición que sea haga por su propia

autoridad nuevo descubrimiento por mar ni por tierra, ni entrada, nueva población ni

ranchería en lo que estuviere descubierto o se descubriere, sin licencia o provisión nuestra o

de quien tuviere nuestro poder para la dar, so pena de muerte y de perdimiento de todos sus

bienes para nuestra cámara; y mandamos a los nuestros virreyes, audiencias y gobernadores

y otras justicias de las Indias, que no den licencia para hacer nuevos descubrimientos sin

enviárnoslo primero a consultar, y tener para ello licencia nuestra; pero permitimos que en

lo que estuviere ya descubierto puedan dar licencia para hacer las poblaciones que

convengan, guardando la orden que en el hacerlas se manda guardar por las leyes de

febrero, con que la población que se hiciere en lo descubierto, luego nos envíen relación.

2.Los que tienen la gobernación de las Indias, así en lo espiritual como en lo

temporal, se informen con mucha diligencia si dentro de su distrito, en las tierras y

provincias que confinaren con él, hay alguna cosa por descubrir y pacificar, y de las

substancias y calidades de ellas, y de las gentes y naciones que las habitan, sin enviar a

ellas gente de guerra ni otras que puedan causar escándalo, informándose por los mejores

medios que pudieren; y asimismo se informen de las personas que serán convenientes para

hacer los dichos descubrimientos y con las personas que les parecieren más convenientes,

tomen asiento y capitulación, ofreciéndoles los honores y aprovechamientos que justamente

y sin injuria de los naturales se les pudieren ofrecer y sin ejecutar lo de lo que hubieren

capitulado, y de lo que averiguaren y de la relación que tuvieren, la den al virrey y a las

audiencias y envíen al Consejo, y habiéndose visto en él y dado licencia para ello, puedan

hacer el descubrimiento de ellas, guardando la orden siguiente:

Habiéndose de hacer descubrimiento por tierra en los confines de la provincia,

pacífica y sujeta a nuestra obediencia, en lugar conveniente, se pueble el lugar de


62

españoles, si hubiere disposición para ello y si no, sea de indios vasallos, de manera que

sean seguros.

Desde el pueblo que estuviere poblado en los confines, por vía de comercio y

rescate37, entren indios vasallos y lenguas38 a descubrir la tierra, y religiosos y españoles,

con rescates y dádivas y con paz procuren de saber y entender el sujeto, sustancia y

calidades de la tierra, y las naciones de las gentes que la habitan, y los señores que la

gobiernan, y hagan discreción de todo lo que se pudiere saber y entender, y vayan enviando

siempre relación al gobernador para que la envíe al Consejo.

Miren mucho por los lugares y puertos donde se pudiere hacer poblaciones de

españoles, sin perjuicio de los indios......

Aunque según el celo y deseo que tenemos de que todo lo que está por descubrir de

las Indias, se descubriese para que se publicase el santo evangelio y los naturales viniesen

al conocimiento de nuestra santa fe católica, teníamos en poco todo lo que se pudiese gastar

de nuestra hacienda para tan santo efecto; pero atento a que la experiencia ha mostrado en

muchos descubrimientos y navegaciones que sean por nuestra cuenta, se hacen con mucha

costa y con mucho menos cuidado y diligencia de los que la van a hacer, procurando más

de se aprovechar de la hacienda real que de que se consiga el efecto a que van, mandamos

que ningún descubrimiento, navegación y población se haga a costa de nuestra hacienda, ni

los que gobiernan puedan gastar en esto cosa alguna de ello, aunque tengan nuestros

poderes instrucciones para hacer descubrimientos y navegaciones, si no tuvieren poder

especial para lo hacer a nuestra costa.

37
. El “rescate” era lo que se obtenía por medio de comercio con los indígenas, aunque en ocasiones
estas transacciones se diferenciaban poco del saqueo.
38
. En referencia a una persona: traductor.
63

Habiendo frailes y religiosos de las órdenes, que se permitan pasar a las Indias, que

con el deseo de se emplear en el servicio de nuestro señor quisieren ir a descubrir tierras y

publicar en ellos el santo evangelio, antes a ellos que en otros se encargue el

descubrimiento y se les de licencia para ello, y sean favorecidos y proveídos de todo lo

necesario para tan santa y buena obra, a nuestra costa......

Los descubrimientos no se den con título y nombre de conquistas, pues habiéndose

de hacer con tanta paz y caridad como deseamos, no queremos que el nombre dé ocasión ni

color para que se pueda hacer fuerza ni agravio a los indios......

Al que se obligare de poblar un pueblo de españoles dentro del término que le fuere

puesto en su asiento, que por lo menos tenga treinta vecinos, y que cada uno de ellos tenga

una casa, diez vacas de vientre, cuatro bueyes o dos bueyes y dos novillos y una yegua de

vientre, cinco puercas de vientre y seis gallinas, veinte ovejas de vientre, de Castilla; y que

tendrá clérigo que administre los sacramentos y proveer la iglesia de ornamentos y cosas

necesarias al servicio del culto divino, y diere fianzas que lo cumplirá dentro del dicho

tiempo; si no lo cumpliere, que pierda lo que hubiere edificado, labrado y granjeado y que

sea para Nos, y más que incurra en pena de mil pesos de oro39. Se le den cuatro leguas40 de

término y territorio en cuadra o prolongado según la calidad de la tierra acaeciere a ser, de

manera que en cualquiera forma que se deslinden vengan a ser cuatro leguas en cuadro, con

que por lo menos disten los límites del dicho territorio cinco leguas de cualquiera ciudad,

villa o lugar de españoles que antes estuviere poblado, y con que sea en parte donde no pare

39
. Moneda de uso corriente; el común equivalía a ocho reales. El peso de oro “de minas” era
moneda “de cuenta” que tenía mayor valor.
40
. Medida de longitud de extensión variable, que en Nueva España equivalía aproximadamente a
4.200 m.
64

perjuicio a cualesquier pueblos de indios que antes estuvieren poblados, ni de ninguna

persona particular.

El dicho término y territorio se reparta en esta forma:

Sáquese primero lo que fuere menester para los solares del pueblo y ejido

competente y dehesa en que pueda pastar abundantemente el ganado que está dicho que han

de tener los vecinos, y más otro tanto para los propios41 del lugar.

El resto del dicho territorio y término se haga cuatro partes, la una de ella que

escogiere para el que está obligado a hacer el dicho pueblo, y las otras tres se repartan en

treinta suertes para los treinta pobladores del dicho lugar.

Territorio y término para nueva población no se pueda conceder ni tomar en puerto

de mar ni en parte que en algún tiempo pueda redundar en perjuicio de nuestra Corona Real

y de la república, y porque los tales queremos que queden reservados para nos.

Declaramos que se entienda por vecino el hijo o hija o hijos del nuevo poblador o

sus parientes, dentro o fuera del cuarto grado, teniendo su casa y familias distintas y

apartadas, y siendo casados y teniendo cada uno casa de por sí.

Si, por caso fortuito los pobladores no hubieren acabado de cumplir la dicha

población en el término contenido en el asiento, no hayan perdido ni pierdan lo que

hubieren gastado ni edificado, ni incurran la pena. El que gobernare la tierra lo pueda

prorrogar según el caso se ofreciere.

Los pastos del dicho término sean comunes, alzados los frutos, excepto la dehesa

boyal y concejil.

. Fondos pertenecientes en común a un ayuntamiento o cabildo; podían consistir en tierras


41

previstas para este fin al momento de la fundación, o bien diferentes ingresos por concepto de rentas
e impuestos.
65

El que se obligare a hacer la dicha población, tenga la jurisdicción civil y criminal

en primera instancia por los días de su vida o de su hijo o heredero, y pueda poner alcaldes

ordinarios, regidores, y los otros oficiales del consejo de los vecinos del dicho pueblo, y en

grado de apelación vayan las causas ante el alcalde mayor o audiencia en cuyo distrito

cayere la dicha población.

Al que hubiere cumplido con su asiento y hecho la tal población conforme a lo que

estuviere obligado, le damos licencia y facultad para hacer mayorazgo o mayorazgos de lo

que hubiere edificado y de la parte que del término se le concede y en ello hubiere plantado

y edificado.

Item les concedemos las minas de oro y plata y otros mineros y salinas y pesquerías

de perlas que hubiere en el dicho término territorio, con tanto que del oro, plata, perlas y

todo lo demás que sacaren de los dichos metales y mineros, el tal poblador y los moradores

del dicho pueblo o otra cualquiera persona, den y paguen para nos y para nuestros sucesores

el quinto42 de lo que sacaren, horro43 de toda costa.

Item, concedemos a los dichos pobladores y a los vecinos de la población, que de

todo lo que llevaran para sus casas y mantenimientos en el primero viaje, no nos paguen

derechos de almojarifazgo44 ni otros algunos que nos pertenezcan.

A los que se obligaren a hacer la dicha población y la hubieren poblado y cumplido

con su asiento, por honrar sus personas y de sus descendientes, y que de ellos como

42
. El quinto era un impuesto que se cobraba sobre la producción minera; por concesión real, en la
Nueva España se recaudaba solamente un décimo. La contribución íntegra se mantuvo para los
metales preciosos “de rescate”, que se obtenían por concepto de botín de guerra o comercio con los
indígenas.
43
. Libre.
44
. En Nueva España, impuesto que se pagaba en los puertos a la entrada y salida de mercancías.
66

primeros pobladores quede memoria loable, los hacemos hijosdalgo45 de solar conocido, a

ellos y a sus descendientes legítimos, para que en el pueblo que poblaren y en otra

cualesquier parte de las Indias, sean hijosdalgo y personas nobles de linaje y solar

conocido, y por tales sean habidos y tenidos y gocen de todas las honras y preeminencias y

puedan hacer todas las cosas que todos los hombres hijosdalgo y caballeros de estos reinos

de Castilla, según fuero46, leyes y costumbres de España, pueden y deben hacer y gozar.

Habiendo quien quiera obligarse a hacer nueva población en la forma y manera

dicha, de más vecinos de treinta o de menos, conque no sean menos de doce, se les conceda

el término y territorio al respecto, y con las mismas condiciones.

No habiendo personas que hagan asiento y obligación para hacer nueva población,

si hubiere copia de hombres casados que se quieran concertar a hacer nueva población a

donde les fuere señalado, conque no sean menos de diez casados, lo puedan hacer y se les

dé término y territorio al respecto de lo que está dicho, y ellos puedan elegir entre sí

alcaldes ordinarios y oficiales de consejo anuales.

Habiéndose tomado asiento para nueva población por vía de colonia,

adelantamiento, alcaidía mayor, corregimiento, villa o lugar, el consejo y los que

gobernaren las Indias no se contenten con haber tomado y hecho el dicho asiento, sino que

siempre los vayan gobernando y ordenando como los pongan en ejecución y tomándoles

cuenta de lo que fueren haciendo.

Habiendo hecho el gobernador asiento de nueva población, con ciudad,

adelantamiento, alcalde mayor o corregidor de nueva población, la ciudad o persona con

45
. Personas que pertenecen a un linaje reconocido como noble, exentas por lo mismo de ciertas
contribuciones cobradas generalmente a todos los súbditos.
46
. Conjunto de leyes y privilegios aplicables a un grupo en particular, sea de oficio (como el
eclesiástico y militar) o de nación (como los vascos).
67

quien se tomare el dicho asiento tomará asimismo asiento con cada uno de los particulares

que se hubieren registrado o vinieren a registrar para la nueva población; en el cual asiento

la persona a cuyo cargo estuviere la dicha población se obligare de dar a la persona que con

él quisiere poblar el pueblo, de su mando, solares para edificar casas y tierras de pastos y

labor, en tanta cantidad de peonías y caballerías en cuanto cada uno de los pobladores se

quisiere obligar a edificar, con que no excedan ni se den a cada uno más de cinco peonías, y

tres caballerías a los que se dieren caballerías.

Es una peonía, solar de cincuenta pies en ancho y cien en largo, cien fanegas47 de

tierra de labor de trigo o cebada, diez <de> maíces, dos huebras48 de tierra para huerta y

ocho para plantas de otros árboles; dése cada tierra de pasto para diez puercas de vientre,

veinte vacas y cinco yeguas, cinco ovejas y veinte cabras.

Una caballería de solar para casa de cien pies de ancho y doscientos de largo, y de

todo lo demás como cinco peonías, que serán quinientas fanegas de labor para pan de trigo

o cebada, cincuenta de maíz, diez huebras de tierra para huerta, cuarenta para plantas de

otros árboles; dése cada tierra de pasto para cincuenta puercas de vientre y cien vacas,

veinte yeguas, quinientas ovejas, cien cabras.

Las caballerías, así en los solares como en las tierras de pasto y labor, se den

deslindadas y apeadas en término cerrado, y las peonías, los solares y tierras de labor y

plantas, se den deslindadas y divididas, y el pasto se les dé en común.

Los que aceptaren asiento de recibir las caballerías y peonías se obliguen de tener

edificados, poblada la casa y hechas y repartidas las hojas de las tierras de labor, y haberlas

47
. Unidad de capacidad equivalente a 55.5 litros; por extensión, unidad agraria donde podía
recogerse esta cantidad de cereales. La fanega de sembradura de trigo o maíz variaba entre 3.5 y 5.3
há., con variedades regionales.
48
. Medida de tierra equivalente a la extensión que labraba una yunta de bueyes en un día.
68

labrado y haberlas puesto de plantas y poblado de ganados, las de pasto, dentro de tanto

tiempo, repartido por sus plazos y declarando lo que en cada uno de los plazos ha de estar

hecho con pena de que pierda el repartimiento de solares y tierras, y más cierta cantidad de

maravedíes de pena para la república, y ha de hacer obligación en forma pública con fianza

llana y abonada.

Los que hubieren hecho asiento y se hubieren obligado de edificar, labrar y pastar

caballerías puedan hacer y hagan asiento con labradores que les ayuden a edificar y labrar y

pastar, conforme a como se concertaron, obligándose los unos a los otros para que con más

facilidad se haga la población y se labre y paste la tierra.

El gobernador que concediere la nueva población y la justicia del pueblo que de

nuevo se poblare, de oficio o a pedimento de parte, hagan cumplir los asientos de todos los

que estuvieren obligados para las nuevas poblaciones con mucha diligencia y cuidado, y los

regidores y procurador del consejo hagan instancias contra los pobladores que a sus plazos

que están obligados no hubieren cumplido, y se compelan con todos remedios para que

cumplan, y a los que se ausentaren se proceda contra ellos y se prendan y traigan a las

poblaciones para que cumplan su asiento y población, y si estuviere en jurisdicción ajena,

se den requisitorias, y todas las justicias las cumplan, so pena de la nuestra merced.

Habiéndose hecho el descubrimiento, elegídose la provincia, comarca y tierra que se

hubiere de poblar, y los sitios de los lugares adonde se han de hacer las nuevas poblaciones,

y tomándose el asiento sobre ello, los que lo fueren a cumplir los ejecuten en la forma

siguiente: Llegando al lugar en donde se ha de hacer la población, el cual mandamos que

sea de los que estuvieren vacantes y que por disposición nuestra se puedan tomar sin

perjuicio de los indios y naturales o con su libre consentimiento, se haga la planta del lugar

repartiéndola por sus plazas, calles y solares, a cordel y regla, comenzando desde la plaza
69

mayor y desde allí sacando las calles a las puertas y caminos principales y dejando tanto

compás abierto que aunque la población vaya en grande acrecentamiento se pueda siempre

proseguir en la misma forma; y habiendo disposición en el sitio y lugar que se escogiere

para poblar, se haga la planta en la forma siguiente:

Habiendo hecho la elección del sitio adonde se ha de hacer la población que como

está dicho, ha de ser en lugares levantados, adonde haya sanidad, fortaleza y fertilidad de

tierras de labor y pasto, leña y madera y materiales, aguas dulces, gente natural, comodidad

de acarretos, entrada y salida, que esté descubierto el viento norte; siendo en costa téngase

consideración al buen puerto, y que no tenga el mar a mediodía ni al poniente; si fuera

posible no tenga cerca de sí lagunas ni pantanos en que se críen animales venenosos y

corrupción de aires y aguas.

La plaza mayor donde se ha de comenzar la población, siendo en costa de mar, se

debe hacer al desembarcadero del puerto; en siendo en lugar mediterráneo, en medio de la

población; la plaza sea en cuadro, prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y

media de su ancho, porque de esta forma es mejor para las fiestas de a caballo y cualesquier

otras que se hayan de hacer.

La grandeza de la plaza sea proporcionada a la cantidad de los vecinos, teniendo

consideración a que en las poblaciones de indios, como son nuevas, se va con intento de

que han de ir en aumento, y así se hará la elección de la plaza, teniendo respecto a lo que la

población puede crecer, no sea menos que doscientos pies de ancho y trescientos de largo,

ni mayor que de ochocientos pies de largo y quinientos y treinta y dos de ancho la mediana,

y de buena proporción es de seiscientos pies de largo y cuatrocientos de ancho.

De la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada costado de la

plaza y dos calles por cada esquina de la plaza y dos calles por cada esquina de la plaza; las
70

cuatro esquinas de la plaza miren a los cuatro vientos49 principales, porque de esta manera,

saliendo las calles de la plaza, no estarán expuestas a los cuatro vientos principales, que

sería de mucho inconveniente.

Toda la plaza a la redonda y las cuatro calles principales que de ella salen, tengan

portales, porque son de mucha comodidad para los tratantes que allí suelen concurrir; las

ocho calles que salen de la plaza por las cuatro esquinas, salgan libres a la plaza, sin

encontrarse con los portales, retrayéndolos de manera que hagan hacer a derecha con la

calle y plaza.

Las calles en lugares fríos, sean anchas, y en los calientes sean angostas, pero para

defensa donde hay caballos son mejores anchas.

Las calles se prosigan desde la plaza mayor, de manera que aunque la población

venga en mucho crecimiento, no venga a dar en algún inconveniente que sea a cambio de

afear lo que se hubiere reedificado o perjudique su defensa y comodidad.

A trechos de la población se vayan formando plazas menores en buena proporción, a

donde se han de edificar los templos de la iglesia mayor, parroquias y monasterios, de

manera que todo se reparta en buena proporción para la doctrina.

Para el templo de la iglesia mayor, parroquia o monasterio se señalen solares, los

primeros después de las calles y plazas, y sean en isla entera, de manera que ningún otro

edificio se les arrime, si no fuere el perteneciente a su comodidad y ornato.

Para el templo de la iglesia mayor, siendo la población en costa, se edifique en parte

que en saliendo de la mar se vea, y su fábrica que en parte sea como defensa del mismo

puerto.

. Rumbos o puntos cardinales.


49
71

Señálese luego sitio y solar para la casa real, casa de concejo y cabildo, aduana y

atarazana, junto al mismo templo y puesto de manera que en tiempo de necesidad, se

puedan favorecer las unas a las otras; el hospital para pobres y enfermos de enfermedad que

sea contagiosa, se ponga junto al templo y por claustro de él para los enfermos de

enfermedad contagiosa, se ponga el hospital en parte que ningún viento dañoso, pasando

por él, vaya a herir en la demás población, y si se edificare en lugar levantado sea mejor.

El sitio y solares para carnicerías pescaderías, tenerías y otras oficinas que de sí

causan inmundicias, se den en parte que con facilidad se puedan conservar sin ellas.

Las poblaciones que se hicieren fuera de puerto de mar, en lugares mediterráneos, si

pudieren ser en ribera de río navegable, será de mucha comodidad, y procúrese que la

ribera que dé a la parte del cierzo, y que a la parte de río y mar coja de la población, se

pongan todos los edificios que causan inmundicias.

El templo en lugares mediterráneos no se ponga en la plaza, sino distante de ella y

en parte que esté separado de edificio que a él se llegue, que no sea tocante a él, y que de

todas partes sea visto porque se pueda ornar mejor y tenga más autoridad, y hase de

procurar que sea algo levantado del suelo de manera que se haya de entrar en él por gradas,

y cerca de él entre la plaza mayor y se edifiquen las casas reales del concejo y cabildo,

aduana, no de manera que den embarazo al templo sino que lo autoricen; el hospital de los

pobres que no fueren de enfermedad contagiosa se edifique por del templo y por claustro de

él, y el de enfermedad contagiosa a la parte del cierzo, con comodidad suya, de manera que

goce del mediodía.

La misma planta se guarde en cualquier lugar mediterráneo en que no haya ribera,

conque se mire mucho que haya las demás comodidades que se requieren.
72

En la plaza no se den solares para particulares, dense para fábrica de la iglesia y

casas reales y propios de la ciudad, y edifíquense tiendas y casas para tratantes, y sea lo

primero que se edifique, para lo cual contribuyan todos los pobladores, y se imponga algún

moderado derecho sobre las mercaderías, para que se edifiquen.

Los demás solares se repartan por suerte a los pobladores, continuándolos a los que

corresponden a la plaza mayor y los que restaren queden para nos para hacer merced de

ellos a los demás que fueren a poblar o lo que la nuestra merced fuere, y para que se acierte

mejor, llévese siempre hecha la planta de la población que se hubiere de hacer.

Habiendo hecho la planta de la población y repartimiento de solares, cada uno de los

pobladores en el suyo asienten su toldo si lo tuviere, para lo cual los capitanes les

persuadan que los lleven, y los que no los tuvieren, hagan su rancho de materiales que con

facilidad puedan haber, adonde se puedan recoger, y todos con la mayor presteza que

pudieren hagan alguna empalizada o trinchera en cerco de la población, de manera que no

puedan hacer daño de ellos indios y naturales.

Señálese <en> la población, ejido en tan competente cantidad que aunque la

población vaya en mucho crecimiento siempre quede bastante espacio donde la gente se

pueda salir a recrear y salir los ganados sin que hagan daño.

Confinando con los ejidos, señálense dehesas para los bueyes de labor y para los

caballos y para los ganados de carnicería y para el número ordinario de caballos y para los

ganados de carnicería y para el número ordinario de ganados que los pobladores, por

ordenanzas, han de tener, y en alguna buena cantidad para que se acojan para propios del

consejo; y los restantes se señale en tierras de labor, de que se hagan suertes en la cantidad

que se ofreciere de manera que sean tantas como los solares que puede haber en la

población; y si hubiere tierras de regadío, se haga de ellas suerte y se partan en la misma


73

proporción de los primeros pobladores y por sus suertes, y los demás queden para Nos, para

que hagamos merced a los que después fueren a poblar.

En las tierras de labor que repartan, luego inmediatamente siembren los pobladores

todas las semillas que llevaren y pudieren haber, para lo cual conviene que vayan muy

proveídos; y en la dehesa señaladamente todo el ganado que llevaren y pudieren juntar, para

que luego se comience a criar y multiplicar.

Habiendo sembrado los pobladores y acomodado el ganado en tanta cantidad y con

tan buena diligencia de que esperen haber abundancia de comida, comiencen con mucho

cuidado y valor a fundar sus casas y edificarlas de buenos cimientos y paredes, para lo cual

vayan apercibidos de tapiales o tablas para los hacer, e todas las otras herramientas para

edificar con brevedad y poca costa.

Dispongan los solares y edificios que en ellos se hicieren de manera que en la

habitación de ellos se pueda gozar de los aires de mediodía y del norte, por ser los mejores;

dispónganse los edificios de las casas de toda la población generalmente de manera que

sirvan de defensa y fuerza contra los que quisieren estorbar o infestar la población, y cada

casa en particular la labren de manera que en ella puedan tener sus caballos y bestias de

servicio, con patios y corrales, y con la más anchura que fuere posible por la salud y

limpieza.

Procuren en cuanto fuere posible que los edificios sean de una forma por el ornato

de la población.

Tengan cuidado de andar viendo cómo esto se cumple los fieles ejecutores y alarifes

y las personas que para esto diputare el gobernador, y que se den prisa y la labor y edificio

para que se acabe con brevedad la población.


74

Si los naturales se quisieren poner en defensa50 de la población, se les dé a entender

cómo se quiere poblar y no para hacerles ningún mal ni tomarles sus haciendas sino por

tomar amistad con ellos y enseñarlos a vivir políticamente, y mostrarles a conocer a Dios y

enseñarles su ley, por la cual se salvarán, dándoselo a entender por medio de los religiosos

y clérigos y personas que para ello diputare el gobernador y por buenas lenguas, y

procurando por todos los buenos medios posibles que la población se haga con su paz y

consentimiento; y si todavía no lo quisieren consentir habiéndoles requerido por los dichos

medios diversas veces, los pobladores hagan su población sin tomar de lo que fuere

particular de los indios y sin hacerles más daño del que fuere menester para la defensa de

los pueblos y para que la población no se estorbe.

Entretanto que la nueva población se acaba, los pobladores en cuanto fuere posible,

procuren evitar la comunicación y trato con los indios, de no ir a sus pueblos ni divertirse 51

ni derramarse por la tierra, ni que los indios entren en el circuito de la población hasta la

tener hecha y puesta en defensa y las cosas de manera que cuando los indios las vean les

cause admiración, y entiendan que los españoles pueblan allí de asiento y no de paso y los

teman para no osar ofender y los respeten para desear su amistad. En comenzándose a hacer

la población, el gobernador reparta a alguna persona que se ocupe en sembrar y cultivar la

tierra de pan y legumbres de que luego se puedan socorrer para sus mantenimientos y que

los ganados que metieren se apacienten en parte donde estén seguros y no hagan daño en

heredad ni cosa de los indios, para que asimismo, de los susodichos ganados y sus crías, se

pueda servir, socorrer y sustentar la población......

50
. O sea, “en oposición”.
51
. Esto es, “dispersarse”.
75

Porque os mandamos que veáis las dichas ordenanzas según que de suso van

incorporadas, y las guardéis y cumpláis, y hagáis guardar y cumplir según y como en ellas

se contiene y contra el tenor y forma de ellas no vayáis ni paséis, ni consintáis ir ni pasar, so

pena de la nuestra merced. Hecha en el bosque de Segovia, a 13 de julio de 1573 años. Yo

el rey.

Bibliografía recomendada:

Francisco de Solano (coord.), Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, Consejo


Superior de Investigaciones Científicas, 1971, 882 p.
Louisa Schell Hoberman and Susan Migden Socolow (eds.), Cities and Society in Colonial
Latin America, Albuquerque : University of New México, 1986, 350 p.
________________________________________________________

Instrucciones para la reducción de pueblos de indios del virrey conde de Monterrey.52

Los españoles encontraron a su llegada al futuro territorio novohispano una


población dispersa en innumerables y reducidos asentamientos, donde los verdaderos
centros urbanos eran relativamente escasos. Esta situación dificultaba el control de la
población, la recaudación de tributos, de los servicios personales y de la evangelización de
los vencidos. Por otro lado, los españoles estaban convencidos de la superioridad de la vida
urbana "en orden y policía" y desconfiaban de la preferencia de los indios por vivir en
lugares apartados y de difícil acceso. Por estas razones procuraron “reducir” los poblados
indígenas a pueblos mayores, situados en lugares despejados y de fácil acceso y
comunicación. Una primera fase estuvo a cargo de los misioneros de una manera muy
amplia y entusiasta, pero sin un plan general; hacia fines de siglo fue la Corona la que
decidió realizar una reubicación total y sistemática de los pueblos de indios, creando
nuevos asentamientos que siguieran las normas de las “Ordenanzas de población” de 1573.
Las disposiciones emitidas por los virreyes para este fin muestran que existió la intención
de no causar demasiados perjuicios a los indígenas y concederles suficientes tierras, aguas y
montes. Pese a esto, los afectados se resistieron al cambio y las autoridades tuvieron que
recurrir a la coerción; las tierras abandonadas fueron casi invariablemente usurpadas por los
propietarios españoles. Las congregaciones modificaron radicalmente la organización
social, las formas de autoridad y de uso del suelo en la sociedad indígena y contribuyeron
decisivamente a destruir muchos de los rasgos culturales mesoamericanos que habían
sobrevivido a la conquista.

. Fuente: María Teresa Jarquín Ortega, Congregaciones de pueblos en el Estado de México,


52

Zinacantepec, El Colegio Mexiquense, 1994, p.17-21.


76

Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, etcétera.. Por cuanto para lo

tocante a la reducción de los naturales de esta Nueva España a menos y mayores

poblaciones para su policía, buen gobierno, salud y conservación y enseñamiento de las

cosas de nuestra santa fe católica, como su majestad lo tiene mandado, tengo nombrados

veintisiete comisarios para que por provincias, según Francisco Domínguez, cosmógrafo de

su majestad, las tiene repartidas y señaladas, las vayan a visitar y demarcar, y dándoles

comisiones e instrucciones, así para lo que a esto toca como para otras diligencias y cosas

que se les encomiendan enderezadas a la utilidad y alivio de las repúblicas de los dichos

naturales; y por estar tan adelante el tiempo para que antes de comenzar sus sementeras del

año que viene puedan estar congregados en las partes que de nuevo se les han de señalar,

me ha parecido que para que mejor se ocupen tan solamente los dichos comisarios en lo que

tocare a la dicha reducción, descargarles de las otras cosas que en las dichas instrucciones

públicas se les encomiendan en algunos capítulos de ellas y así mando que sólo guarden y

cumplan los del tenor siguiente:

Primeramente llevarán entendido que el intento y resolución del rey nuestro señor

que es reducir los indios de este reino a pueblos formados donde puedan ser enseñados y

conservados con aumento en la fe y doctrina cristiana y en policía y buen gobierno,

teniendo a la mano la corrección y amparo necesario así para las cosas espirituales como

para las temporales, y cuanto mayores fueren los pueblos, dándoles a los indios solares

anchurosos a su modo, se tendrá por mejor y más conveniente, y por lo menos se desea

hallar disposición para que ninguna población bajase de quinientos tributarios muy pocos

más o menos, que es el número de gente que por el estilo de la gobernación se presupone

bastante para ocuparse y asistir con ella un ministro de doctrina.


77

Demarcarán la tierra de todo el distrito de cada una de las cabeceras que llevan a su

cargo y verán personalmente cuanto sea posible la tierra, disposición y sitio de ellas, y la

población que hoy tiene de pueblos y caseríos y sujetos, temples, aguas, tierras para cultivar

y fertilidad de ellas, montes y pastos de toda la dicha demarcación. Harán pintura clara y

cierta con bastante demostración de todo, declarando en ella las distancias y la parte donde

cae cada cosa.

Y de todo lo que así vieren y demarcaren, elegirán en cada cabecera el sitio o sitios

que les pareciere más conveniente para hacer la nueva población y congregación, en que ha

de haber todas las cosas necesarias y convenientes según la gente de la cabecera y sus

sujetos, conformándose siempre con los temples de los naturales de suerte que los que

habitan y son nacidos en tierras frías no pasen a las calientes y por el contrario; y que los

tales sitios sean de los de mejor comarca para sus granjerías, así para la fertilidad de la

tierra como para las cosas que se traen de acarreto o se navegan por ríos, lagunas o

acequias, apuntándolo todo en la dicha pintura con sus sitios y calidades.

Verán las haciendas de españoles o indios que hubiere circunvecinas de los sitios

que eligieren y el embarazo que hacen o pueden hacer, y ponerlas han en la dicha pintura y

traerán razón de los títulos o derechos conque están fundadas y se poseen las tales

haciendas, mandando a los dueños que las exhiban y manifiesten con apercibimiento que

proveeré lo que convenga.

Considerarán los caminos que pasan por las tales cabeceras y sus sujetos y distritos

y a qué partes van, y si son caminos reales y si están despoblados o tienen pueblos donde se

hagan las jornadas o si se pueden poner ventas o mesones para acomodar el camino y

señalarlo han en la pintura; y en esto irán con atención siempre a no impedir el fin que se

lleva que es la congregación y junta de los naturales y no dividirlos ni esparcirlos, porque


78

donde en los caminos no hubiere pueblo grande que por sí pueda tener ministro de doctrina

no se ha de reservar de ser congregado y reducido o congregarse a él otros pueblos en que

se ha de considerar que como la población fuese buena, antes será de comodidad al tránsito

y caminantes y aún en partes de granjería para los indios, más siendo pequeña padecerá

mucho en la vejación de los pasajeros y será mejor despoblar dicho puesto y procurará

acomodarlos con visitas.

Sabrán en todas las dichas cabeceras y sus sujetos qué lenguas usan los naturales y

si las hay diferentes y diferentes naciones y entenderán cuáles y cuántas son y qué cantidad

de gente tiene cada lengua o nación y si viven mezclados unos con otros o de por sí o en

diferentes pueblos y a qué distancia y en qué disposiciones de tierra y temples.

Y de todo lo referido, que es lo que parece importa para efectuar mejor y con más

comodidad de los naturales las dichas congregaciones, demás de la dicha pintura harán

relación por escrito con mucha claridad que se pueda tomar de ella bastante inteligencia y

noticia para proveer lo que más convenga.

Y porque se excuse trabajo y gasto a los naturales acerca de las pretensiones que

suelen tener de impedir la elección de los puestos en que la congregación ha de hacerse,

tomarán una breve y sumaria información de testigos de buen crédito, los cuales declaren lo

que supieren y entendieren de las calidades, temples, tierras, aguas y montes y las demás

cosas necesarias para la fundación de cualquier pueblo.

Y los dichos sitios que así eligieren comunicarán a los ministros de la doctrina y de

la justicia de quien antes se habrán informado. Y pondrán el pro y contra de lo que sintieren

de la elección y arbitrio, y asimismo darán noticia a los naturales publicándolo en las

iglesias donde los de aquella cabecera se congregan a oír misa, sin faltar ninguna iglesia en

días de fiesta, y estando juntos les darán a entender cómo yo por orden de su majestad he
79

acordado de congregarlos y juntarlos sin réplica ni excusa y que se trata de que sean

aquellos sitios por ser los más convenientes para su comodidad y vivienda, de donde ya no

se han de mudar ni pasar a otra parte y porque en todo se procura su utilidad y provecho;

digan si tuvieren de qué advertir en cuanto a los dichos sitios y sus calidades, advirtiéndoles

que con sólo lo que entonces dijeren y averiguaren se ha de determinar por mí lo que más

convenga y sea justicia, sin que sean ni hayan de ser oídos en otra forma judicial; y de lo

que dijeren, no pareciéndoles conveniente mudar acuerdo por las advertencias que hicieren,

que en tal caso podrán mudarse y escoger otros sitios, tomarán de su parte otra breve y

sumaria información de personas desinteresadas y de confianza para justificación de sus

contradicciones, excusando cuanto fuere posible los perjurios, y hecha esta información con

la de su oficio lo juntarán y traerán ante mí con la pintura y su parecer jurado.

Harán particular relación de las tierras y sitios que tuvieren y quedaren en lo

despoblado, y para que los indios, sus dueños, sean siempre amparados en ellas, y si para

haciendas de labor, ganados mayores y menores y otros aprovechamientos hay otros

pedazos de terreno y tierra que sean de provecho y que se puedan reservar para ejido y

aprovechamiento común del pueblo de indios adonde aquel se redujere o de otro cercano o

para hacer repartimiento de tierras entre los indios de estos pueblos.

Y porque yo he dado nueva orden para que las cabeceras y sus comunidades tengan

un sello con que señalen las cartas y memoriales que han de enviar a su procurador general

para la confirmación de elecciones, nuevas cuentas y tasaciones de tributarios y otros

pedimentos o pleitos que en nombre del común se hayan de intentar o seguir. Y asimismo,

he proveído cerca del conocimiento que las justicias ordinarias han de tener en las causas

de los indios y el orden de la expedición de ellas Y también he dado nueva forma en el

orden de las pagas de los tributarios y sobras de tributos y de lo que cada indio paga a su
80

comunidad y no de otra parte la contribución del mismo real de los salarios de los oficiales

de la Audiencia y de las cajas y cepos que para ello ha de haber y otras cosas, como consta

de los mandamientos y ordenanzas que se encargan a los dichos comisarios para que

confieran el efecto de ellos como les he comunicado con las justicias y oficiales de

república indios, y entregarán los dichos recaudos y proveimientos en su comunidad,

presente el ministro de la doctrina, para que los cumplan y ejecuten con mucha atención y

puntualidad.

Todo lo cual ejecutarán y cumplirán los dichos comisarios con la claridad,

puntualidad y buen modo que de sus personas y fidelidad se espera y la que conviene haya

en negocio de tanta gravedad e importancia y con la menos dilación que se pueda, usando

para el efecto de esta instrucción y no de las que antes les estaba dada, que si necesario es la

revoco y doy por ninguna y de ningún valor y efecto para que no se use de ella en manera

alguna.

Hecho en México a 28 días del mes de noviembre de 1598 años. El conde de

Monterrey.

Bibliografía recomendada:

Bernardo García Martínez, Los pueblos de la sierra, México, El Colegio de México, 1987,
Gibson, Charles, Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810), 2a. ed., México, Siglo
XXI, 1975, 533 p.
Ernesto de la Torre Villar, Las congregaciones de los pueblos indios : fase terminal,
aprobaciones y rectificaciones, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1995, 343 p.
________________________________________________________

Título de fundación de la villa de Salamanca, 1602.53

53
. Fuente: AGN, General de Parte, vol. 6, f. 81v-85vol.
81

Las ciudades y villas tuvieron un papel fundamental en el asentamiento y


organización de la población española y mestiza. Las instituciones de gobierno civil y
eclesiástico, la oligarquía novohispana, e incluso los encomenderos y funcionarios
provinciales que administraban a la población indígena residían en centros urbanos; la vida
económica, aunque basada en gran medida en la producción agrícola, giraba en torno a los
mercados urbanos.
Los ayuntamientos, que por entonces en España pasaban por una progresiva
pérdida de su independencia, conocieron en el virreinato un nuevo auge; la conquista y
colonización de cada nuevo territorio quedaba marcada invariablemente por la fundación de
una corporación municipal. Casi siempre los ayuntamientos estaban controlados por unas
pocas grandes familias, que mediante la compra de los puestos de regidores obtenían una
posición hereditaria en el gobierno de la villa o ciudad. Este control les permitía influir
decisivamente en la economía y la sociedad, dado que los ayuntamientos regían las
concesiones de solares y huertas, los permisos para construir obrajes, panaderías y molinos,
la provisión de agua, las condiciones del abasto de materias primas y alimentos, el pósito
del trigo, la alhóndiga del maíz, la producción artesana e industrial y el movimiento de
tiendas, tiánguis y mercados.

Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, etcétera. Por cuanto

Bartolomé Sánchez Torrado por sí y en nombre de algunos españoles que viven y residen

en las congregaciones de Irapuato y jurisdicción de Yuririapúndaro y otras partes me hizo

relación que por vivir en ellas derramados y apartados unos de otros en sus haciendas y

tierras de labor, sin orden ni policía de república y que aunque había muchas años que

andaban en pretensión de juntarse y congregarse en algún sitio de aquella comarca no había

tenido efecto por no haberse hallado lugar tan acomodado y suficiente como el tenía

descubierto en el comedio de las jurisdicciones de las villas de Celaya y León, en la parte

que dicen Valtierra, junto a la estancia de Barahona y al Río Grande que iba de Toluca, del

cual por experiencia y prueba que habían hecho se podía sacar el agua para el riego de las

tierras que caen en sus riberas que por ser tan secas eran inútiles y de poco provecho, y con

tan buena ocasión se podían regar no solamente ellas sino más de quince leguas de tierra,

sacándose el agua por acequias y presas que se ofrecían hacer a su costa. Y atento a esto y

al servicio de su majestad y al bien y aumento de este reino, me pidió mandase concederles


82

licencia para fundar en la dicha parte un pueblo con título de ciudad o villa y hacer merced

a los vecinos que hubiesen de poblar, de tierras y estancias, con sitios para casas y huertas

con el aprovechamiento del agua del dicho río. Y por mi visto, con cierta información

hecha ante la justicia de las minas de Guanajuato, a pedimento del dicho Bartolomé

Sánchez Torrado, cerca de las utilidades que se seguirían de hacer la dicha población y con

ella algunas peticiones firmada de ochenta hombres que pedían lo mismo; y sin embargo lo

que constaba de la dicha información, para ser más bien informado y entender el daño o

perjuicio notable que se podría seguir y entender la disposición y comodidad de la tierra, di

comisión a Martín de Jaso, alcalde mayor que a la sazón era de las dichas minas de

Guanajuato, por ser persona de confianza, inteligencia y prudencia, para que fuese a la

dicha parte y con todo cuidado y atención viese por vista de ojos el sitio y asiento y en qué

distancia caía del de las dichas villas de Celaya y León y otros pueblos de indios y la

comodidad de sus entradas y salidas, aguas, vegas, montes y serranías que le fuesen vecinas

y favorables para su trato y comercio, citando para esto los tales pueblos, cabeceras y

sujetos, y a los dueños de estancias y labores que cayesen en su contorno y por mayor

satisfacción recibiese información con personas desinteresadas y de crédito. Y para acertar

mejor esta población averiguase asimismo si se podrían aprovechar del agua del dicho río y

en la distancia que cae del sitio y la facilidad o dificultad que tendría el sacarla para llevarla

fuera de su curso para el riego de las tierras que se les repartiesen , y las que se podrían dar

en riego y se queda para los vecinos que poblasen y se avecindasen adelante, tomando lista

y memoria de ellos. Y hecha con lo demás actuado, lo enviase ante mí con su parecer

jurado; en cuyo cumplimiento, poniendo en efecto lo contenido en su comisión hizo citar en

forma a Jerónimo López, Gaspar de Valdés, vecinos y regidores de esta ciudad; Baltasar de

la Cadena, Alonso Pérez de Bocanegra, Antonio de la Cadena, don Juan Velázquez de


83

Salazar y Juan de Cuéllar como personas hacendadas y convecinas al dicho sitio y a otros

interesados, y a los cabildos de las dichas villas de Celaya y León y vecinos de ellas, los

cuales y algunos de ellos hicieron ciertas contradicciones, hallándose presentes las partes de

los dichos Gaspar de Valdés, Baltasar de la Cadena y Antonio Martínez de Contreras, en

nombre de la dicha villa de Celaya, en la parte y lugar donde se ha de nacer la saca del agua

del dicho río que es donde llaman el Rincón de Alonso Hernández, junto a Surumutaro y

por nuevo nombre que se le dio, Rincón de San Bartolomé, que ha de ser en un brazo que

se aparta del dicho río hacia la parte del norte que sea encaminada hacia la dicha estancia

de Valtierra y río que viene de Celaya, alegando y contradiciendo la dicha saca y fundación,

hizo la dicha averiguación de su oficio y dio su parecer en que por todo consta ser el dicho

sitio que se señaló de cierta tierra, sana y de buenos aires, con montes y aguas y baldíos

suficientes a la orilla del dicho río, y no ser dificultoso hacer la dicha saca, y que sólo lo

sería pasar el agua por el río que dicen de Celaya, sino otro arroyo que tiene allí cerca, con

canales de madera o haciendo como pase, con cal y canto, y con esto tendría facilidad; y

que la distancia de allí a la villa de Celaya eran siete leguas, y otras siete al pueblo de

Yuririapúndaro, que es el más cercano y la villa de León trece leguas, y caer el dicho en la

junta de las jurisdicciones de Guanajuato y León, por donde no tendría inconveniente hacer

la dicha fundación, y que el daño que se podría seguir al dicho Baltasar de la Cadena es

solamente pasar el acequia por los términos de sus estancias, resultándole de esto aventarle

los ganados; y asimismo se le podía seguir perjuicio al dicho Alonso Pérez de Bocanegra en

habérsele de tomar la estancia que tiene nombrada de Mancera para ejidos o para otro

efecto, lo cual sin el ganado y apero podría valer hasta quinientos pesos el sitio solo; y que

el mayor daño que se podría seguir era al dicho Gaspar de Valdés, por habérsele de tomar

dos sitios de estancia que es la de Valtierra y la de Barahona y tener asentada y poblada con
84

gente y ganados la dicha estancia de Valtierra, que ambos sitios valdrían hasta dos mil

pesos; y que si llegase la población y sementeras de ella a una estancia de los herederos de

Juan Velázquez de Salazar, que está despoblada, sería forzoso habérsele de tomar

recompensándoselas con otro sitio o como mejor me pareciese. Y habiendo hecho lista y

memoria de las personas que así se querían avecindar y poblar en número de cuarenta

hombres y obligándose de pagar y contribuir repartiéndoseles rata por cantidad del gasto

que tuviese hasta que se concediese, se trajo ante mí, y por mí cometieron los dichos autos

y diligencias al doctor Alonso de Alemán, abogado de esta Real Audiencia, para que los

hiciese y diese su parecer; el cual le dio. Y atento a lo que de todo ello resulta y al servicio

que a Dios nuestro señor y a su majestad se hace, bien, utilidad y mayor crecimiento de este

reino y a la justificación con que se ha procedido y a las conveniencias que se coligen

haberse de seguir, conformándome con el intento del rey nuestro señor y su Real Consejo

de Indias, en razón de semejantes poblaciones por la presente en su real nombre, doy y

concedo licencia y facultad para que en la dicha parte de Valtierra, junto a la dicha estancia

de Barahona y el dicho Río Grande, se pueble de españoles conforme a la traza que se

diere, una villa que se llame, nombre e intitule, villa de Salamanca, por ahora y para

siempre jamás, con las gracias, preeminencias y condiciones que de yuso irán declaradas; y

los vecinos que en ella asentaren y vivieren, llegando a treinta hombres casados puedan

juntarse y señalar cabildo y parte donde se congreguen, y desde el día de año nuevo

primero venidero que se espera de 603 en adelante, habiendo oído misa del Espíritu Santo,

elegir y nombrar cuatro regidores, los cuales después de nombrados y elegidos, nombren y

elijan dos alcaldes ordinarios de los más viejos y honrados que entre ellos hubiere, los

cuales conozcan de las causas y negocios civiles y criminales que en la dicha villa y cuatro

leguas a la redonda se ofrecieren y ocurrieren, las cuales señalo por término y jurisdicción
85

de ella, sin perjuicio de tercero, con declaración que si toparen con otras jurisdicciones de

que en esta sazón no se tiene noticia, sea y se entienda ser tanto menos la jurisdicción por

aquella parte la de la dicha villa, porque no ha de pasar adelante ni es mi intención haberle

de conceder más distrito, caso si no mandare otra cosa por especial y expresa concesión,

con conocimiento de causa que convenga y en el de las causas, procuren hacer justicia a las

partes con que en las criminales no puedan proceder a pena de muerte ni efusión de sangre

ni mutilación de miembro, sino que hagan los procesos y conclusos, los remitan, quedando

los delincuentes presos y a buen recaudo, a los alcaldes de esta corte y cancillería, para que

las determinen; y no han de tener jurisdicción sobre indios ningunos, porque esto ha de ser

de la del alcalde mayor que se pusiere en la dicha villa, el cual ha de ser juez de los tales

indios y conocer en prevención con los dichos alcaldes de los casos criminales, y en

apelación de ello de los civiles; y los dichos alcaldes in fraganti puedan prender los dichos

indios y recibir información, y sin proceder más adelante remitir las causas al alcalde

mayor, el cual y los dichos alcaldes y regidores ante el escribano de su cabildo puedan por

treinta años primeros siguientes y pasados, ha de quedar a disposición del virrey. (Al

margen: Suertes de tierras.) Señalar a cada vecino dos solares ordinarios para casa y jardín

en lo poblado, y en saliendo de la población fuera de ella, dos suertes para huerta y otras

dos para viña y olivar, y a cada vecino cuatro caballerías de tierra, y para el riego de ellas el

agua necesaria que se ha de sacar del dicho río; y esto se entienda en propiedad, por merced

que en el dicho real nombre les hago de ello si dentro de dos años edificaren la casa y

hicieren vecindad de diez años continuos, los que les corran desde luego, y dentro de ellos

se les prohíbe el poder vender ni enajenar lo que así se les repartiere, y con declaración que

han de asistir personalmente sin hacer ausencia, so pena que si la hicieren cuatro meses

continuos sin licencia por escrito de la justicia, cabildo y regimiento, lo pierdan todo y
86

quede vaco para que lo pueda repartir a otros dos nuevos vecinos que han de ser admitidos

dentro de un año a lo más largo, dividiéndoles la heredad de fuera de la población y dando

un solar donde edifiquen casa y jardín al segundo que admitieren, pues la casa vacante

edificada para el primero sin división, y si dentro del dicho año no lo hallaren ni admitieren,

se le vuelva a su majestad toda la hacienda vaca, advirtiendo que la licencia que se diere

para hacer ausencia la ha de dar el dicho cabildo una vez y no segunda ni otra vez; y si

conviene darse otra y las demás, ha de quedar a disposición del virrey para que las dé como

le pareciere. Y los tales repartimientos que se hicieren a los dichos vecinos en la forma

susodicha se traigan ante mí para que las apruebe y confirme y la elección de alcaldes y

regidores que han de hacer cada un año el día de año nuevo, eligiendo los regidores que

salieren a los regidores que hubieren de ser el año siguiente, y los así electos, elijan luego al

alcalde para el tal año. Y esta orden se guarde en el entretanto que sobre el caso no se

proveyere y mandare otra cosa, y los tales electos usen desde luego de los oficios con que

dentro de treinta días siguientes lleven confirmación mía, y asimismo puedan elegir y

nombrar por ahora un alguacil, ejecutor cada año para la ejecución de la justicia y un

escribano, el que les pareciere más hábil y suficiente, los cuales tengan obligación dentro de

los dichos treinta días, de llevar aprobación y confirmación mía, con que no arrienden el

aprovechamiento de ninguno de los dichos dos oficios ni los vendan en manera alguna, y

los unos y los otros que fueren elegidos un año, no los pueden ser el año siguiente; y en las

tales elecciones salgan electos los que tuvieren más votos, y habiendo votos iguales, vote el

alcalde mayor si estuviere en la dicha villa, y no lo estando, el alcalde que fuere primero

electo. Y señaló una legua de tierra de largo y un cuarto de legua en ancho para ejidos de

ganados menores y para potrero, conque esté cercado el dicho potrero en la forma que se

concedió a la dicha villa de Celaya, sin perjuicio de terceros. Y asimismo les doy y concedo
87

licencia para poder hacer a su costa las tomas y saca del agua del dicho Río Grande por la

una y otra parte de él, sin perjuicio de tercero. Y prohíbo y defiendo desde luego que sin

licencia mía por escrito no se pueden avecindar ni sean admitidos por vecinos en la dicha

villa los de la de Celaya, San Miguel y San Felipe y León, en veinte años primeros

siguientes, demás de lo cual concedo y doy facultad al dicho cabildo de poder dar a los

demás vecinos que nuevamente vinieron a poblar, la mitad de lo que se da a cada uno de los

primeros vecinos y con las mismas cargas y condiciones, y si la dicha villa hallare quien le

quiera dar algo por ser admitido a la vecindad, le permito que lo pueda hacer y llevar, con

que no exceda de 150 pesos de oro común por cada vecindad, y éstos se tomen y

adjudiquen para propios de la dicha villa, entendiéndose esto por el mismo tiempo de los

dichos treinta años que han de correr desde luego, y con que intervenga aprobación del

virrey. Y en las tales vecindades y lo demás a ello anexo que de nuevo diere al cabildo, y

pasados, no ha de poder ni pueda con la vecindad dar tierras para labor de pan, viña ni

olivar, porque han de quedar a dispensación y gracia del virrey, y como lo demás del reino.

Y también concedo a la dicha villa dentro del ámbito de ella, con título de propiedad y

señorío para propios de ella, seis vecindades con lo a ello perteneciente y una cuadra de las

calles que han de salir a la plaza principal, donde puedan hacer casas reales y de cabildo,

mesón y otras casas públicas y propios de ella, y para mejor asiento de esta población, les

concedo que puedan tomar dentro de los términos que les están señalados los sitios que en

los dichos términos cayeren y se incluyeren y sus dueños los hayan de dejar y dejen libres y

desembarazados para el efecto, sacando el ganado y apero, pagando la villa los sitios y

edificios que se tomaren a las personas cuyos fueren, como está dispuesto generalmente por

las mercedes de sitios y tierras. Y si alguno o algunos de los vecinos fundadores no

acudieren a pagar y contribuir lo que les fuere repartido por la justicia, cabildo y regimiento
88

de la dicha villa para hacer la dicha toma y sacas de agua y acequias y lo demás necesario

al sitio y fundación, se proceda contra ellos y sean excluidos y despedidos del número de

los dichos vecinos fundadores y no puedan gozar de las preeminencias y gracias que los

demás vecinos han de tener y gozar. Y el dicho cabildo y regimiento, para el buen gobierno

de su república, puedan hacer y hagan ordenanzas, conque para usar de ellas hayan de

llevar y lleven confirmación mía. Y para mayor quietud y conservación de los vecinos de la

dicha villa y por evitar graves inconvenientes que se podrían recrecer de que los negros y

mulatos puedan traer armas defensivas, aunque tengan licencia para ello, se guarde lo

ordenado en el reino con particular precisión y rigor en aquella población, por razón de la

comarca en que han de estar y no la pueden tener ni traer, sin embargo de que para ello

tengan licencia. Y desde luego mando que en la gobernación no se hagan ni despachen

ningunas dispensaciones ni licencias, y los que entraren en la dicha villa y sus términos

dispensados con semejantes licencias, no usen de ellas ni la justicia lo consienta. Y atento

que le está señalado de distrito término y jurisdicción cuatro leguas y las estancias de

ganado mayor que suelen pedir, han de caer tres leguas de poblado, conforme al estilo que

se tiene, hago merced a la dicha villa de que en el distrito de ellas, no se concedan ni

puedan darse mercedes de estancias para ganados mayores, y el cabildo de ella pueda y

tenga facultad de dar criaderos convenientes para estos ganados a los vecinos. Y desde

luego y para siempre uno de los alcaldes ordinarios, el cual ha de ser el del primer voto,

suceda después del fin de su año en oficio de alcalde de mesta, el cual lo sea en la dicha

villa y su jurisdicción teniendo en ella casa señalada para sus estrados y juzgado donde

conozca de los casos y negocios de mesta que se ofrecieren aquel año, teniendo corral

dedicado y aparte que se intitule de la dicha mesta, guardando en todo las ordenanzas de

ella, sin exceder en cosa. Y el dicho cabildo y regimiento pueda en los términos de la dicha
89

villa hacer la cañada o cañadas que bien visto les fuere, conforme a las leyes del reino y

estilo de las villas de Castilla, para el pasaje de los ganados, los cuales pasen por las que les

señalaren sin hacer ni causar daños, compeliéndoles a salir como convenga. Y en cuanto a

los pleitos y demandas que hubiere de cincuenta pesos para abajo, que se ha pedido haya

apelación del primer juez para el dicho cabildo y regimiento y que lo que en el se

determinare se ejecute, le doy y concedo lo dispuesto por la ley del reino que trata cerca de

esto, y eso se guarde y cumpla. Y declaro que si algunas poblaciones se hicieren dentro de

los términos de la dicha villa con licencia del virrey y consentimiento del cabildo de ella,

siendo de españoles, se rijan y gobiernen por las ordenanzas de ella o las que les diere,

confirmándose por el virrey. Y en cuanto a la jurisdicción, así éstas como las que se

fundaren de indios han de estar y estén sujetas al alcalde mayor que fuere de la dicha villa

la cual dentro de sus términos y distrito ha de poder hacer los puentes y barcas que al

cabildo bien visto le fuere para seguridad y pasaje de las gentes y ganados, tomando por

ayuda de costas54 para estas obras los dineros que se impusieren de los barcajes y pontajes,

los cuales han de ser tasados primero por la gobernación superior del virrey, precediendo

mandamiento de diligencias y averiguación de lo que pareciere ser necesario para la

justificación de la tasa. Y con esto mando que a la dicha villa tenga y se le guarden todas las

exenciones, preeminencias y libertades que las demás villas les pertenecen y se les deben

guardar de todo bien y cumplidamente, sin que falte cosa alguna; y mando a todos y

cualesquier jueces y justicias de esta gobernación que en la población y asiento de la dicha

villa y en la toma y saca de agua y lo demás que le va concedido no pongan ni consientan

poner embargo ni contradicción alguna, antes den para ello todo el favor y ayuda que se les

54
. Pensión otorgada por la Real Hacienda para algún propósito público o bien para sustento de
gastos de algún funcionario.
90

pidiere y fuere necesario, con que ante todas cosas los dichos vecinos que en ella hubieren

de asentar y poblar o el que por poder suyo pretenda la dicha fundación nombren una

persona. Y los dichos Gaspar de Valdés, Alonso Pérez de Bocanegra y los herederos del

dicho Juan Velázquez de Salazar, cada uno por sí otra persona, las cuales aprecien el valor

del sitio o sitios de estancia que cayeren dentro del asiento y término de la dicha villa que

como dicho es, se les han de tomar para su población, reservando en mí nombrar un tercero

no conformando ellos; y lo que ellos juntos o el uno de ellos no se conformando con el

tercero apreciaren que valen, sean obligados los dichos vecinos a pagar y satisfacer a sus

dueños lo que se tasare, sin dilación, dando luego fianzas para ello y seguridad bastante

para que puedan ser pagados. Y los labradores y personas que tienen labranzas dentro de las

dichas cuatro leguas que se da de jurisdicción a la dicha villa se junten en ella a vivir y

residir y hacer sus casas y asiento dentro de un año primero siguiente, so pena de

perdimiento de las tierras y labranzas que en el dicho término tuvieren, y para ello se los

notifique esta cláusula; y esto hecho, se lleve a debida ejecución. Hecho en México, a 16

días del mes de agosto de 1602 años. El conde de Monterrey.

Bibliografía recomendada:

Carlos Juárez Nieto, La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán. 1785-


1810, Morelia, CONACULTA - Instituto Nacional de Antropología e Historia –
Instituto Michoacano de Cultura, 1994, 423 p.
John Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante
los Borbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, 285 p.
Reinhard Liehr, Ayuntamiento y oligarquía en Puebla, 1787-1810, México, Secretaría de
Educación Pública, 1971, 2 v.
________________________________________________________

Ordenanzas de gobierno de la nobilísima ciudad de México (introducción), 1728.55

. Fuente: Francisco del Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios de la Nueva España, ed. Genaro
55

Estrada, México, Talleres Gráficos de la Nación, p. 188-191.


91

El ayuntamiento de la ciudad de México actuó en los primeros años de la colonia


como representante del conjunto de los conquistadores y pobladores y siempre reclamó
para sí la primacía sobre todos las demás corporaciones municipales novohispanas. Aun en
fechas tardías los virreyes tenían especial cuidado en congraciarse o controlar por vías
indirectas al ayuntamiento capitalino, que en casos de conflictos podía influir
decisivamente en la actitud e inquietudes de la población y la plebe urbana.
Las ordenanzas de 1728 reglan el funcionamiento interno del cabildo, con especial
énfasis en el “honor” de la corporación, las “políticas” o reglas de etiqueta que debían
guardarse con altos funcionarios o personalidades distinguidas, y es particularmente prolijo
en cuestiones tendientes a asegurar que las discusiones tuvieran lugar en armonía, sin dar
lugar a la formación de “bandos”. Los demás ayuntamientos novohispanos con mucha
frecuencia retomaran para sí las ordenanzas capitalinas.

Las <ordenanzas> corrientes y nuevas dio la muy noble, insigne y muy leal e

imperial ciudad de México en tres junio de 1720, aprobadas por el excelentísimo señor

virrey de Nueva España marqués de Casafuerte en 1º. de marzo de 1723, y confirmadas por

su majestad por su real cédula de 4 de noviembre de 1728.

Que esta nobilísima ciudad conforme a la merced de su majestad se intitule la muy

noble insigne y muy leal e imperial ciudad de México, y goce los privilegios y

preeminencias de grande.

El señor corregidor, avisando de su llegada, se salga a recibir y se lleve a su

excelencia, a quien se le dará la ayuda de costa acostumbrada, y despachado se recibirá en

cabildo y hará el juramento acostumbrado; y hecho se llevará al señor virrey; y al señor

corregidor se conducirá en forma a su casa.

Sean dos los cabildos cada semana, lunes y viernes, en la sala de cabildo que han de

componer los porteros que han de cuidar la puerta y estar prontos a lo que se les ordenase.

Juntos los señores capitulares cada semana, se avisa al señor corregidor venga al

cabildo y venido, usadas las políticas56, entran, se sientan, se saca del archivo el libro

capitular en donde se asienta el cabildo que se hace, y se firma y se vuelve a guardar para

56
. Equivale a “cortesías”.
92

principiar el cabildo; si es extraordinario entra el portero a dar razón de la citación y las

excusas, luego se vota comenzando por el alguacil mayor, y puedan dos decir que quieren

oír; y se hace cabildo por el voto de la mayor parte, que regula el escribano, y en discordia

adonde se arrima el corregidor; y hace cabildo57 el voto de un solo capitular.

Cualquier capitular puede pedir billete58 para otro cabildo, no comenzándose a votar,

y otro en segundo cabildo puede pedir billete, y no más; más el procurador general los

puede pedir en una materia, y ninguno puede decir de nulidad por falta de asistencia o

citación a cabildo ordinario; y el procurador general precisamente asista.

Para cabildo extraordinario se citen todos so pena de nulidad, y si estando en

cabildo viniere alguno, hecha señal entre y se le de razón de lo tratado, y antes del cabildo

se lean los acuerdos pasados para ver si se han ejecutado; y para que ninguno alegue no ser

citado en el billete ponga sus nombres; y siempre para cabildo extraordinario haya billete.

Cuando se tratare cosa que toque a regidor, pariente o deudo, ha de salir fuera, como

cuando de su asistencia no haya libertad de votar o se tema bando, pero votando primero;

pero cuando toque al señor corregidor se le avisa para que se cite a cabildo sin su asistencia,

y si es contra el corregidor la materia, se pueda hacer precediendo el decano.

Se guarde secreto en el cabildo y en las cosas que se trataren pena de perjuro, y en el

modo de votar sea con reposo y sosiego, sin voces ni alteraciones; que componga el señor

corregidor y no se permita salir a ninguno de cabildo sin necesidad, y con licencia.

No se pueda revocar lo determinado en cabildo, y en caso de que se trate sea a los

áditos (sic); y faltando alguno por excusa envíe su voto por escrito y lo determinado en

57
. Hace “mayoría”.
58
. O sea, pedir citación para otra reunión.
93

cabildo han de firmar todos aunque sean de contrario sentir, y se ha de practicar lo

determinado sino es que se apele.

Las cartas para la nobilísima ciudad se abren precisamente en cabildo.

Los papeles de privilegios de esta nobilísima ciudad estén en el archivo de tres

llaves y también los libros y papeles de gravedad, y sólo se pueden reconocer por los

capitulares y abogados dentro de la sala.

El decano en falta de justicia presida los cabildos, y él representa a la nobilísima

ciudad, entrega las llaves al virrey; es la voz en actos públicos, obediencia de cédulas,

respuesta a notificaciones.

Siendo necesario abogado, entre en cabildo y se le dé silla después del regidor

moderno59.

El capitular preso en la sala de cabildo por deuda, entre en cabildo.

Llamado el contador mayor y otro oficial de esta jerarquía, se le dé asiento en

banca; al escribano de gobierno de cámara en silla, al lado derecho del escribano.

Se observe en preeminencia lo que dice Bobadilla60, que ninguno que no sea grande

presida y siendo título se les dé lugar correspondiente.

Se den los asientos a proporción de la jerarquía de los sujetos pero a todos después

del decano, y no se salga a recibir a ninguno en forma sino es persona real; y el arzobispo o

legado, la primera vez tan sólo, y no se introduzcan en la ciudad 61 sino <personas> notorias;

y en caso que concurran se despidan; nombrándose comisarios para un negocio vayan por sí

59
. El de menor antigüedad.
60
. Se trata de probablemente de Jerónimo del Castillo y Bobadilla, Política para corregidores y
vasallos en tiempos de paz y de guerra, y para jueces eclesiásticos y seglares, y de sacas, aduanas, y
de residencias, y sus oficiales, una obra que tuvo varias ediciones y fue muy consultada por los
funcionarios coloniales.
61
. Esto es, en la sesión del cabildo.
94

solos, sin interpolarse otros, y los porteros con varas altas; y el escribano asista en todos los

actos públicos, y sólo se conviden a ellos personas notorias.

Los regidores voten según su conciencia, aunque vean ya hecho el cabildo y así lo

deben hacer en conciencia.

Los regidores con excomunión menor puedan votar pero no ser elegidos; los de

mayor en nada.

Para recibir un regidor se vea su calidad y circunstancias, legitimación, y luego se

cite para ver sus despachos, y todo perfecto entra, hace juramento y se le da posesión.

En recibimiento de señores virreyes se nombren comisarios para su recibimiento

para Puebla, de arco y tren.62

Se guarde la costumbre de asistencia a los entierros que asiste el señor virrey y Real

Audiencia, y a los de los capitulares sus hijos y mujer, y también del escribano mayor,

cargando los difuntos desde su casa al patio y de la tumba a la sepultura, y también se asista

al viático de regidores.

Los comisarios han de llevar instrucción, y dar cuenta acabada la comisión.

No se salga en forma al paseo del tesorero de cruzada 63, <pero> sí al del señor

comisario cumpliendo con la ceremonia.

Que en discordias de los juzgados de propios, fiel ejecutoria y alhóndiga64 suban a

cabildo, no votando, ni asistiendo los que fueren jueces.

62
. En el recibimiento de los virreyes se acostumbraba acompañarlos (en “tren”) y construir en su
honor un arco alegórico.
63
. La bula “de Santa Cruzada” era un derecho que por concesión vaticana recaudaba el rey para la
lucha contra los infieles y rescate de Tierra Santa; en la practica, era un ramo más de la real
hacienda. Se acostumbraba proclamar con solemnidad, en un paseo o procesión pública que
concluía con misa en la catedral o iglesia más relevante.
64
. El juez de propios era responsable de las tierras y otros ingresos que poseía el cabildo; el fiel
ejecutor vigilaba que se cumplieran las ordenanzas municipales; el juez de alhóndiga supervisaba el
granero municipal y las condiciones de comercialización del abasto del maíz.
95

Bibliografía recomendada:

José María Marroquí, La ciudad de México, México, 1909-1913, 3 v.


Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial. 1610-1670,
México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 310 p.
________________________________________________________

Instrucciones del visitador de la Nueva España, licenciado Tello de Sandoval65

Los jueces visitadores eran enviados sin aviso previo ya sea por el Consejo de
Indias o por la Real Audiencia, normalmente cuando querían implementarse cambios que se
sabía ocasionarían resistencias o se sospechaba que existían serias irregularidades en alguna
rama del gobierno o los tribunales. Los visitadores podían recibir nombramientos para
inspeccionar algún aspecto específico de la administración o bien actuar como visitadores
“generales”, en cuyo caso solamente el virrey quedaba exento de la revisión de su
actuación. Los visitadores podían averiguar, requerir testigos, levantar causas judiciales e
incluso condenar a los infractores. Debido a sus grandes facultades y ausencia de vínculos
de interés y parentesco, los visitadores podían actuar de manera tajante; por lo mismo eran
generalmente temidos y por lo común detestados por las oligarquías y funcionarios locales.
Tello de Sandoval arribó como visitador general, pero asimismo para aplicar en la Nueva
España las Leyes Nuevas de 1542. Tello encontró que, sorprendentemente, casi todos los
grupos e instituciones de poder e influencia presentaban un frente común ante las reformas,
y halló inevitable tomar una actitud conciliatoria. En su visita a la Audiencia encontró que
muchos de los oidores habían establecido nexos de parentesco, interés y amistad con los
colonos, pese a las prohibiciones en contrario.

Don Carlos, por la divina clemencia emperador semper augusto, rey de Alemania,

doña Juana su madre, y el mismo don Carlos por la misma gracia, reyes de Castilla, de

León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de

Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de

Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las

Indias e Islas y tierra firme del Mar Océano, condes de Flandes y de Tirol, etcétera.

65
. Fuente: Ismael Sánchez Bella, Ordenanzas del visitador de la Nueva España, Tello de Sandoval,
para la administración de justicia (1544), Santiago de Chile, Instituto de Historia, 1969, p. 489-561
(sic).
96

A vos el licenciado Sandoval del nuestro Consejo de las Indias, salud y gracia. Bien

sabéis como por nuestro mandado vais a la Nueva España a visitar al nuestro presidente e

oidores de la Audiencia Real de ella y a los otros oficiales de la dicha Audiencia, y a

entender en otras cosas de nuestro servicio, y porque nuestra voluntad es que el tiempo que

en la dicha Nueva España residiéredes os informéis particularmente del estado de las cosas

de aquella tierra y lo que viéredes que conviene remediarlo proveáis como convenga, vos

mandamos que llegado que seáis a la dicha Nueva España visitéis la ciudad de México y los

otros pueblos de aquella tierra, informándoos del estado en que han estado y están las cosas

de ella y de la manera en que las nuestras justicias de ella han usado, entendido y tratado las

cosas del servicio de Dios nuestro señor, especialmente en lo tocante a la gobernación y

ejecución de las nuestras justicias como en el buen recaudo y fidelidad de nuestra hacienda,

y que iglesias y monasterios hay hechas y de que se han hecho y si hay hechas todas las

iglesias que son necesarias y en donde y en que hay falta en esto.

Y asimismo vos informad que orden tienen dada los prelados de ellas en las cosas

espirituales y en la doctrina y buen tratamiento de los naturales de ella y como son tratados

los dichos naturales; y si en nuestra hacienda ha habido buen recaudo; y si se han hecho

algunos fraudes así en las fundiciones como en el quintar como en otra cualquiera manera y

por qué personas. Y asimismo vos informad de las penas que se han condenado y aplicado

para nuestra cámara y fisco y en que cantidad y en poder de que personas están

depositados; y así informado en aquello que viéredes que incumbe a Nos de mandar

proveer en lo eclesiástico, lo visitaréis y proveeréis como convenga al servicio de Dios

nuestro señor y a descargo de nuestra real conciencia; y en las otras cosas proveeréis como

convenga a la población y buena gobernación de la dicha tierra y buen recaudo de nuestra

hacienda.
97

Y mandamos a cualesquier personas de quien entendiéredes ser informado que

vengan y parezcan ante vos y vos informen muy particularmente de todo lo que les

pidiéredes. Y siendo necesario digan sus dichos y deposiciones so las penas que les

pusiéredes o mandáredes poner, las cuales por la presente les ponemos y habemos por

puestas y condenados en ellas lo contrario haciendo, que para las ejecutar en los que

rebeldes e inobedientes fueren y para todo lo demás en esta carta contenido vos damos

poder cumplido con todas sus incidencias y dependencias y mergencias, anexidades y

conexidades.

Dada en la villa de Valladolid, a 26 días del mes de junio del nacimiento de nuestro

salvador Jesucristo de 1543 años. Yo el príncipe. Yo, Juan de Sámano, secretario de sus

cesáreas y católicas majestades, la hice escribir por mandado de su alteza.

Bibliografía recomendada:

Clarence H. Haring, El Imperio español en América, México, Alianza, 1990, 490 p.


Ignacio Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España, 1535-1746,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1955-63, 4 v.
________________________________________________________

Orden que para tomar residencia debe seguir la Real Audiencia.66

Todos los funcionarios debían pasar al término de su periodo por un juicio de


residencia, durante el cual cualquier persona podía presentar quejas y cargos en su contra;
mientras no se concluyera, el residenciado no podía abandonar el territorio de su
jurisdicción sin especial autorización. La residencia estaba a cargo de un juez comisionado
para este efecto, que frecuentemente era la persona que sucedía en el puesto al
residenciado. Servían en principio para limitar los posibles abusos de los funcionarios; en la
práctica derivaron frecuentemente en arreglos extrajudiciales entre el juez y el residenciado.
Asimismo, puede haber sido un factor en la tendencia de los funcionarios a preservar la
rutina y no afectar poderosos intereses locales.

. Fuente: Vasco de Puga (comp.), Cedulario de la Nueva España, México, Condumex, 1985, f.9v-
66

10a.
98

El orden que sus majestades mandan que su presidente e oidores de la Nueva

España guarden en el tomar residencia, que se les ha encomendado en la dicha tierra,

conforme a la provisión de su majestad, es la siguiente:

Primeramente los jueces de residencia deben de trabajar de tomar la residencia de

tal manera que lo necesario venga muy averiguado, y todo lo superfluo se excuse, y para

esto hagan lo siguiente:

Lo uno, que vean y sepan los capítulos de los jueces de residencia; y lo de los

corregidores, y guarden y cumplan en todo y por todo lo que por ellos está proveído.

Lo otro, es que procuren por abreviar los procesos en que a pedimento de parte

procedieron, y en los de oficio y las pesquisas que hicieren sobre las residencias, y en la

examinación de los testigos, acorten cuanto buenamente pudieren, no dejando de preguntar

lo sustancial y hacer que se asienta para saber la verdad, omitiendo lo superfluo; por

manera que las cosas que no sean de sustancia, se dejen, y de lo que dijeren les repregunten,

de manera que den suficiente razón de ellos; y si son enemigos del corregidor o gobernador

o sus oficiales o les tienen odio o han sido por ellos castigados y punidos por algún exceso

o delito que hicieron o en algún caso sentenciaron contra ellos, porque les tienen odio o si

alguno los ha inducido a que digan sus dichos.

Lo otro es que con mucha diligencia inquieran y averigüen las culpas y cargos de

los corregidores y de los otros oficiales, examinando las personas que verosímilmente lo

puedan saber o de aquellas a quienes los testigos de oídas se refieren, y si las personas de

quien ha de ser informado de la verdad no estuvieren en la tierra, hagan las diligencias

necesarias que buenamente se puedan hacer, y envíen la residencia por testimonio las

diligencias que hizo porque puedan ver que no quedó cosa de hacerse de su parte para saber
99

verdad y se sepa todo, y donde están las tales personas, con apercibimiento que se enviará

persona a su costa que lo averigüe si ellos no lo hicieron,

Lo otro es que después de tomada residencia, junto con ella envíe al Consejo una

relación sacada por sí mismo brevemente de cada cargo por sí que hubiere con que el

gobernador, corregidor y oficiales con los testigos que deponen cada un cargo si es de vista

o de oídas y en que pregunta lo dice, todo ellos acotado a cuantas hojas está, y al pie el

descargo, y lo que sintió de ello.

Lo otro es que de la misma manera y forma, reciba y tome residencia de los

regidores, escribanos, procuradores del consejo y fieles y otros oficiales del consejo y

sesmeros de la tierra67, y alcaldes de la hermandad68, y alguaciles del campo, y de los

nuncios que emplazan, y procuradores de la Audiencia, y enviar la relación de los cargos y

descargos como está dicho en el capítulo de suso.

Lo otro es que tomen las cuentas de los propios y casas y repartimiento que se

hubieren hecho, y las envíe fenecidas y acabadas, no recibiendo en cuenta lo mal gastado, y

ejecute los alcances sin embargo de cualquier apelación que las partes interpusieren, y

envíen al Consejo juntamente la residencia con la relación de la cuenta de los propios y

sisas69 y repartimientos, y de los gastos ordinarios, y de los otros gastos que fueren hechos,

y lo que sobre ellos determinó. Asimismo envíe relación al Consejo de todo lo que le

pareciere que conviene remediar y hacer y así en reparos de caminos y puentes y fuentes,

como de otra cualquiera cosa para el bien público y ornato de la tierra y servicio de sus

majestades.

67
. Los sesmeros eran en España funciones menores que gobernaban subdivisiones de los señoríos.
No hay constancia de que existieran en Indias.
68
. La hermandad era un cuerpo de vigilancia rural, que en la Nueva España fue absorbido por los
ayuntamientos; constituyen el antecedente del Tribunal de la Acordada.
69
. Imposición que se cobraba sobre los comestibles que entraban a las ciudades.
100

Asimismo tome muy bien las cuentas de las penas de cámara, y haga que se cobren

las penas que en tiempo del corregidor no se cobraron, y aquellas con las penas que

condenare a los oficiales que fueren de tres mil maravedíes abajo las envíe al consejo.

Lo otro es que no envíe en la residencia cosa indecisa o por determinar y que no

haga remisión al Consejo de cosa alguna, salvo de aquellas que se deban remitir, conforme

a los capítulos; con apercibimiento que si otra cosa remitiere sin determinar, que a su costa

se enviará persona que lo determine.

Asimismo, tened mucho cuidado y diligencia que durante el tiempo de su oficio,

castigue los delitos que se hicieren en su jurisdicción, y los pecados públicos, y en la

administración de la justicia que sea libremente e igual a las partes que se la pidieren, con

apercibimiento que si teniendo los dichos oficios y cargos se proveyere por su culpa y

negligencia juez de comisión para las cosas en que han de entender y ejecutar que le pagará

las costas y el salario al tal juez. Hecha en Madrid, a 20 días del mes de agosto de 1528

años.

Bibliografía recomendada:

Mark. A. Burkholder, y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona


española y las audiencias en América, 1687-1808, México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, 478 p.
Clarence H. Haring, El Imperio español en América, México, Alianza, 1990, 490 p.

________________________________________________________

Real cédula a la Real Audiencia ordenando sean hechos pueblos de indios y se elijan
autoridades.70

Bajo el virreinato de Antonio de Mendoza se inició el proceso de constitución de


pueblos y “repúblicas” indias, que poco a poco fueron desplazando la autoridad hereditaria

. Fuente: Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria


70

colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 171.


101

de los antiguos señores. Los pueblos fueron refundados para cumplir con las normas
urbanísticas españolas, y se estableció una “república”, esto es un sistema de gobierno
basado en la elección anual o bianual entre los “principales” (los descendientes reales o
supuestos de la antigua nobleza indígena) de gobernadores, alcaldes, alguaciles y regidores.
La constitución de las “repúblicas” indígenas contribuyó decisivamente a la fragmentación
de las antiguas y más amplias entidades étnicas, a la pérdida del poder de los caciques, la
centralización de la autoridad de las cabeceras sobre los sujetos y la consolidación del
arraigado localismo que sería típico de la sociedad indígena durante siglos.

Valladolid, 9 de octubre, 1549.

La reina. Presidente y oidores de la nuestra Audiencia Real de la Nueva España. A

Nos se ha hecho relación que al bien de los naturales de esas partes y consolación convenía

que se sustentasen e hiciesen pueblos de muchas casas y juntas en las comarcas que ellos

eligiesen, porque estando como ahora están cada casa por sí, y aun cada barrio, no pueden

ser adoctrinados como convendría, ni promulgarles las leyes que se hacen en su beneficio,

ni gozar de los sacramentos de la eucaristía y otras cosas de que se aprovecharía y valdrían

estando en pueblos juntos y no derramados. Y que en todos los pueblos que estuvieren

hechos, y se hiciere, era bien que se crearan y proveyesen alcaldes ordinarios para que

hicieran justicia en las cosas civiles, y también regidores cadañeros, y los mismos indios

que los eligiesen ellos; los cuales tuvieran cargo de procurar el bien común y se proveyesen

asimismo alguaciles y otros fiscales necesarios como se hizo y acostumbra hacer en la

provincia de Tlaxcala y en otras partes. Y que también tuviesen cárcel en cada pueblo, para

los malhechores, y un corral de consejo para meter los ganados que los hiciesen daño que

no tuviesen guarda y que se les señalasen las penas que llevaren, y que se persuadiera a los

dichos indios que tuviesen ganados, al menos ovejunos y puercos, en común o en particular,

y que también en cada pueblo de indios hubiese mercados y plazas donde hubiere

mantenimientos porque los caminantes españoles o indios pudiesen comprar por sus

dineros lo que hubiesen menester para pasar su camino, y que se les debía compeler a que
102

tuviesen rocines para alquilar o para otras cosas. Y de que todo lo susodicho debían ser los

dichos indios persuadidos por la mejor y más blanda y amorosa vía que ser pudiera, pues

era todo en su provecho y beneficio

Y visto por los del nuestro Consejo de las Indias, queriendo proveer de ello fue

acordado que debía mandar proveer y dar ésta mi cédula para vos, y yo túvelo por bien,

porque os mando que veáis lo susodicho y platicado cerca de todo ello con los prelados

sujetos a esa Audiencia, poco a poco, ordenéis sobre ello lo que viéredes que conviene.

Bibliografía recomendada:

Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810), 2a. ed., México, Siglo
XXI, 1975, 533 p.
Robert Haskett, Indigenous Rulers. An Ethnohistory of Town Government in Colonial
Cuernavaca, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1991, xii-294 p.
Margarita Menegus Bornemann, Del señorío indígena a la república de indios. El caso de
Toluca, 1500-1600, México, Conaculta, 1994, 268 p.
________________________________________________________

Informe del virrey Bucareli sobre la jurisdicción del Juzgado de la Acordada.71

Durante mucho tiempo la seguridad pública no fue una preocupación mayor para los
virreyes. Aunque ocurrían tumultos intermitentes y rebeliones en las fronteras, la
criminalidad se había mantenido como un problema menor y las ciudades, pueblos y
caminos eran razonablemente seguros. La preservación del orden la realizaban sin mayor
esfuerzo los alcaldes y alguaciles de los ayuntamientos y cabildos indígenas, sin que fuese
necesario algún tipo de institución profesional y centralizada. Sin embargo hacia fines del
XVII el problema del bandolerismo estalló de una forma notoria; las razones aun no son
claras, pero parecen deberse al crecimiento demográfico, la consiguiente aparición de una
“plebe” muy heterogénea, el desarrollo de barrios marginales en las ciudades y reales de
minas, y las crisis agrícolas que, como la gran hambruna de 1692, debilitaron los vínculos
sociales tradicionales y arrojaron a miles de personas a los caminos. Los métodos
tradicionales de control de la criminalidad hacían difícil perseguir delincuentes que pasaban
de una jurisdicción a otra, y no tenían los recursos para doblegar a criminales que, a
diferencia de antes, no dudaban en enfrentarse a la autoridad. Por esa razón se estableció el
Tribunal de la Acordada, con un juez y comisarios que cubrían todo el territorio; la nueva
institución aplicó una campaña de vigilancia, represión, juicios y castigos sumarios que
restablecieron el orden. A la larga, el Tribunal tuvo que enfrentar el endémico problema de

. Fuente: La administración de frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadragésimo sexto


71

virrey de México, México, Archivo General de la Nación, vol. I, p., 286-289.


103

la hostilidad de los funcionarios locales y de la Real Audiencia de México, que


consideraban vulneradas sus jurisdicciones.

Señor: La necesidad de un remedio activo y pronto para alejar los peligros de que se

vio amenazado el reino por una inundación de salteadores que en los caminos, en los

poblados y aun dentro de esta ciudad tenían en continuo susto a sus habitadores hizo

abrazar, por el año de 10 de este siglo, el extraordinario de crear un alcalde provincial y no

alcanzando las <facultades> que se le concedieron, porque la insolencia de los malhechores

se había hecho formidable por su multitud por el año de 19, en virtud de real cédula del de

15 se acordaron nuevas extraordinarias facultades a don Miguel Velásquez Lorea, por cuyo

celo y valor se había elegido y por su medio y a costa de las vidas de muchos delincuentes,

reprimida la audacia de los demás, se logró la seguridad del reino.

Los felices efectos de estas providencias que, como los graves daños que las

dictaron, permanecen siempre vivas en la memoria de estos pueblos y del gobierno; los que

sucesivamente se han experimentado y el justo recelo en que debe poner una plebe inmensa

de multitud de castas de alguna recaída en semejantes males, movieron el real ánimo de los

gloriosos predecesores de vuestra majestad a continuar este juzgado, sin embargo de las

contradicciones que ha padecido en todos tiempos y a sostener su jurisdicción con algunas

ampliaciones importantes a la salud pública, entre ellas la de una absoluta independencia de

otra autoridad que la de los virreyes, y en efecto la han empeñado mis antecesores en

protegerla.

Lo mismo he ejecutado en el tiempo de mi gobierno; pero requerido por la Sala del

Crimen con motivo de cierta competencia con el Juzgado de la Acordada sobre el

cumplimiento de una real cédula de vuestra majestad de 15 de septiembre de 1771, mandé

en su obedecimiento, con pedimento del fiscal, que el juez de la Acordada remitiese a la


104

Sala todas las causas que estuviese siguiendo por delitos que no fuesen de hermandad, y

que en adelante no admitiese en su juzgado denuncia de ellos.

Las resultas me hicieron ver lo que la experiencia ha acreditado siempre que el

vulgo ha conocido que se limitan o moderan las facultades de este Juzgado, pues

comenzaron a ser frecuentes los homicidios, heridas y robos dentro de la ciudad, hasta que

hube, por vía de providencia, de mandar que rondase en ella, como lo hacía antes, y

continuase en procesar y castigar estos delitos el teniente del mismo Juzgado, don

Francisco Antonio Ariztimuño, con lo que se restableció la seguridad pública.

Posteriormente, me hizo éste una difusa representación manifestándome las

facultades que por uno y otro título de alcalde provincial y juez de la Acordada debía gozar

su Juzgado y las amplitudes y exenciones que en reales cédulas y órdenes se le habían

concedido; y teniéndolas presentes con motivo de haber fallecido a este tiempo don Jacinto

Martínez de la Concha, que servía estos empleo, satisfecho de la conducta de don Francisco

Ariztimuño, y en el concepto de no haber otro más a propósito para el desempeño de unos

cargos de tanta importancia, le nombré en calidad de interino con la misma amplitud que

gozó su antecesor, declarándoselas en el título que le mandé expedir y la clemencia de

vuestra majestad se dignó conferir por su real orden de 19 de marzo de este año.

El perfecto conocimiento que adquirió en el tiempo que sirvió de teniente, sus bellas

luces, desinterés y aplicación con que se ha dedicado, auxiliado de sus asesores, al examen

del crecido número de causas que había detenidas; la elección que ha hecho de tenientes en

las personas más distinguidas de los lugares de estos vastos dominios; la rectitud con que

procede y la caridad con que son tratados y alimentados los reos de su cárcel, ha puesto en

el grado que desea vuestra majestad y necesita el reino la administración de la justicia,

logra el público el fruto de su quietud y creo que será permanente mientras este Juzgado se
105

mantenga en la estimación que le dan sus amplitudes e independencia y servido por sujeto

de consumado juicio y prudencia pero subordinado enteramente a los virreyes, que deberán

siempre velar sobre él, sin perderlo de vista, porque los daños que seguirían el abuso de

facultades podrían ser del tamaño de las que goza y notablemente ofensivos a la justicia o a

los miserables reos.

La actual constitución que he manifestado a vuestra majestad, la representación que

me hizo Ariztimuño, fundada en las reales disposiciones que cito; lo que me expuso el

fiscal más antiguo de esta Audiencia; la experiencia de los homicidios, heridas y robos que

se empezaron a servir y el concepto de que la real intención de vuestra majestad en la

cédula de 15 de septiembre de 1771 no fue coartar las facultades concedidas en otras, sino

declarar que mi antecesor no tuvo arbitrio para extenderlas en el supuesto de haberlo hecho

de propio motivo, me determinaron, sin embargo del voto consultivo del acuerdo de

oidores, a proveer el decreto que incluye en el testimonio del expediente con que doy

cuenta a vuestra majestad, manteniendo por él el Juzgado de la Acordada en el

conocimiento de los delitos que contiene, ínterin vuestra majestad se digna de declarar su

real ánimo, a efecto de que cesen las competencias de jurisdicción que frecuentemente

forman la Sala del Crimen y demás jueces ordinarios con la Acordada.

Nuestro señor guarde a vuestra majestad muchos años. México, 27 de julio de 1775.

Bibliografía recomendada:

Colin M. McLachlan, La justicia criminal del siglo XVIII en México, Un estudio sobre el
Tribunal de la Acordada, México, Secretaría de Educación Pública, 1876, 190 p.
________________________________________________________
106

Real cédula sobre la fundación de la Armada de Barlovento, 1635.72

Durante el siglo XVII los puertos del Golfo de México y el Caribe tuvieron la
constante amenaza de los piratas, que llegaron incluso a capturar la entera flota que
navegaba hacia España en 1628. Como resultado, la Corona determinó crear una “armada
de Barlovento” que debería asegurar el tráfico, patrullar los mares y perseguir a los
corsarios. Los fondos deberían obtenerse de contribuciones de las instituciones y
corporaciones novohispanas. El ayuntamiento de la ciudad de México, en particular, pidió
con este motivo que se le concedieran varias peticiones, entre ellas el restablecimiento del
prohibido comercio con el Perú, la abolición del Consulado de Comerciantes, que se
controlara mejor a los corregidores, se reservara la mitad de los cargos de oidor a los
criollos y se limitara el número y la riqueza de las órdenes regulares. En la dura
negociación subsiguiente, sin embargo, muy poco consiguieron.
La Armada nunca cumplió la función para la cual había sido creada y la mayor
parte del tiempo permaneció en reparación o seguramente anclada en puertos del Golfo.

Marqués de Cadereita, presidente de mi Consejo de Guerra, mi mayordomo, a quien

he proveído por mi virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de

mi Audiencia Real que reside en la ciudad de México. Habiéndoseme propuesto por el

Consejo de Indias y Junta de Guerra de ellas lo que conviene a mí servicio y a la defensa de

las costas del mar del norte, Seno Mexicano73, Islas de Barlovento74 y a la conservación de

las flotas, contratación y comercio entre aquellos y estos vasallos míos, el formar una

armada de bastante número de bajeles que ordinariamente corra aquellos mares

defendiéndolos de los rebeldes enemigos y corsarios que lo infestan. Y consultándome para

esto diferentes medios de que se pueda sacar cantidad de plata para fabricar y sustentar esta

armada con el menor daño de mi real hacienda y menos descomodidad de mis súbditos y

porque algunos de ellos se han de practicar en la ciudad de México, Nueva España y

provincias de ella sujetas que están a nuestro cargo, he resuelto de encargaros y mandaros

72
. Fuente: Manuel Alvarado Morales, La ciudad de México ante la fundacón de la Armada de
Barlovento. Historia de una encrucijada (1635-1643), México, El Colegio de México – Universidad
de Puerto Rico, 1983, p.247-249.
73
. El Golfo de México.
74
. El conjunto de islas que actualmente se denominan Pequeñas Antillas
107

que los medios que irán insertos en esta mi cédula y despacho los ejecutéis y beneficiéis

con las diligencias y cuidado que se requiere, pues en esto consiste el asegurar aquellas

provincias y defenderlas de los enemigos que tan fuertemente los molestan y otros

importantes efectos que se dejan fácilmente considerar. Y como sea esta materia de calidad

que en ella no sólo deseo experimentar el cuidado y celo con que en todas ocasiones y

puestos me habéis servido, sino en tal brevedad en su ejecución que de estos efectos tengáis

junta y pronta la mayor cantidad que pudiere ser este año para comenzar la dicha fábrica en

la forma que por mi Junta de Guerra de Indias se os advertirá, y para comprar los bajeles

que se os diere orden, porque desde luego se vaya platicando la dicha armada y defensa y se

hallen aquellos mares para cualquier suceso con la mayor fuerza que el estado de las cosas

permite, recibiré de vos particular servicio que luego que lleguéis a México y toméis

posesión de vuestro cargo sin perder tiempo alguno pongáis en ejecución los medios que

contiene la orden que se os dio, valiéndoos para esto de los que os pareciere más a

propósito para facilitarlos y disponerlos y de las personas que más juzgareis que os pueden

asistir y ayudar, que para todo esto os doy la mano, autoridad y jurisdicción necesaria

sometiéndolo a vos sólo en la forma que en esta mi cédula se dice, esperando de vuestra

prudencia y desvelo el mayor acierto y dirección de mi servicio y de la causa pública.

Y porque todos los medios que hasta aquí os he propuesto aunque de ellos se cree

que procederán muy considerables cantidades, pero es cierto que no bastarán para formar

fábricas y sustentar esta armada, será necesario que tratéis con la ciudad de México y

dispongáis sus ánimos a que se ejecute en aquella ciudad y en las demás provincias y

ciudades los medios más platicables, suaves y exequibles75 que puedan ofrecerse para suplir

la cantidad que fuere necesaria para este efecto, poniéndoles en consideración la utilidad

. Asequibles, oportunas, realizables.


75
108

grande que de esto les resulta a aquellas provincias en la seguridad de sus costas, de su

plata frutos y mercaderías en lo que irá creciendo por esta vía su comercio y riquezas que

tendrán aquellos vecinos, como ejercitarse en mi servicio criando a sus hijos en armada y

puestos militares con que se irán haciendo dignos de iguales o mayores mercedes que las

que tengo hechas a sus padres. Y porque toda la formación y ejecución de esta armada

habéis de ser por la ocupación del virrey de la Nueva España el superintendente universal

de cuya mano, autoridad y diligencia ha depender todo cuanto se resolviere y ejecutare en

esta materia, he despachado cédulas a mis presidentes de Guatemala; Santo Domingo,

gobernadores de Yucatán, La Habana, Cartagena, Puerto Rico, Venezuela, Cumaná y la

Margarita, y a todos los demás de las costas de Tierra Firme, islas de Barlovento, y a mi

presidente del Nuevo Reino de Granada, mandando que se impongan para este fin

diferentes derechos e imposiciones.

Porque para la comisión de Acapulco y tomar residencia al marqués de Cerralvo, he

de nombrar persona de toda satisfacción y de tal puesto e inteligencia que os pueda ser de

alguna utilidad su asistencia, si quisiereis valeros de él lo podréis hacer; ya le he dado orden

que acuda a lo que advirtiereis con fineza y cuidado, pero si os pareciere no embarazarlo lo

podréis excusar porque a sólo a vos en señal de mayor confianza someto este negocio

juzgándolo por de tal calidad que si no fuere por la mucha satisfacción que tengo de vuestra

persona y de lo que en este caso habéis de hacer en materia tan grave, se pudiera enviar

sólo a esto cualquiera de los mayores ministros de mi corte. Y pues en negocio tan

importante ha de ser igual y sumo el cuidado en vuestro gobierno, procuréis luego que

hayáis llegado y tomado posesión juntos los ministros o personas que os parecieren más a

propósito y que tuvieran mayor inteligencia y expediente en las materias, manifestándoles

mi real intento y deliberada resolución en la formación y conservación de esta armada y


109

defensa de aquellas costas. Iréis practicando todo lo referido sin alzar la mano de ello ni

perder tiempo alguno pues el estado de las cosas y progresos de mis enemigos no dan lugar

a suspensiones, dilaciones ni réplicas, remitiendo a vuestra atención, celo y prudencia la

ejecución y administración de estos derechos y al arrendamiento si os pareciere más

conveniente con toda la justificación y seguridad, interviniendo en ellos los ministros que

se acostumbra y entrando siempre todo en mis reales cajas con grande cuenta y razón, y no

librando estas cantidades sino para este intento, enviándome todos los años relación los

dichos oficiales reales de lo que hubieren valido estos derechos el antecedente y todo lo

demás que por mi Consejo real se les ordenara y de lo que hubiereis ejecutado desde que

tomareis la posesión hasta el primer aviso o flota que partiere de esas provincias. Y de allí

adelante me daréis puntual relación escribiendo partida por partida y punto por punto

cuanto se os ofreciere procurando en tal ejecución excusar dilaciones y consultas en lo que

no fuese muy necesario, si bien de lo resuelto y del estado de la materia me habéis de dar,

como tengo dicho muy particular cuenta; que lo que en esto hiciereis y trabajareis lo

agradeceré como muy señalado servicio. Hecha en Madrid a cuatro de mayo de 1635 años.

Yo el rey

Bibliografía recomendada:

Manuel Alvarado Morales, La ciudad de México ante la fundación de la Armada de


Barlovento. Historia de una encrucijada (1635-1643), México, El Colegio de
México – Universidad de Puerto Rico, 1983, 288 p.
Kenneth R. Andrews, The Spanish Caribbean. Trade and Plunder, 1530-1630, London, Yale
University Press, 1978, vii-268 p.
________________________________________________________

Visita e información sobre los tributos pagados por Tlalmanalco, 1564.76

. Fuente: Frances V. Scholes y Eleanor B. Adams, Documentos para la historia del México
76

colonial, México, Porrúa, 1955, vol.1, p.126-129.


110

En el siglo XVI los representantes de la Corona ordenaron realizar averiguaciones


sobre los tributos pagados “en la gentilidad”, y se apoyaron en esos datos para establecer
las tasaciones y limitar los peores abusos de los encomenderos (como las tasas excesivas y
la exigencia de esclavos). A mediados del siglo XVI comenzaron a uniformar el pago,
realizando el cálculo no por estimaciones de lo que podía pagar cada pueblo sino en base al
número de tributario y estableciendo reglas generales (determinando, por ejemplo, que los
nobles, los ancianos y los impedidos estarían exentos). A la larga, la tasa más extendida fue
de ocho reales77 y media fanega de maíz por tributario; pero subsistieron muchos casos
particulares y exenciones generales (los trabajadores de las minas, los pueblos de frontera)
hasta el siglo XVIII. Desde 1549 se prohibió incluir en el tributo los servicios personales,
que si bien en muchos casos subsistieron corrieron bajo otros conceptos e instrumentos
legales.
Los tributos se cobraban de manera estricta, y la ausencia de pago derivaba en
prisión de los oficiales de república e incluso embargo de los bienes de comunidad. En sí
no eran excesivos, pero se sumaba pesadamente a multitud de contribuciones laicas y
eclesiásticas, unas ocasionales y otras permanentes, así como a variadas exigencias ilegales
de los funcionarios locales.
Una consecuencia de la monetarización del tributo fue que los indígenas tuvieron
que vincularse a la economía de mercado española para obtener los reales requeridos.

Yo, Alonso de Solórzano, escribano de su majestad y de la Audiencia y Cancillería

Real de la Nueva España, doy fe que el muy magnífico señor doctor Vasco de Puga, del

Consejo de su majestad y su oidor en la dicha su Real Audiencia, por virtud de una carta y

provisión real de su majestad, sellada con su real sello y librada de los señores su presidente

y oidores y otros oficiales de ella, según por la dicha real provisión parecía, fue a visitar y

visitó el pueblo y provincia de Tlalmanalco, que está en la Corona real de su majestad. Y el

dicho señor oidor hizo ciertas diligencias y por su mandado fue recibida cierta información

de testigos que de oficio el dicho señor oidor mandó tomar en la dicha causa. Y parece que

dijeron sus dichos por testigos mediante Juan Ortiz de la Rea, intérprete, ciertos indios del

dicho pueblo, entre los cuales parece haber dicho su dicho Juan de Ribas, indio tequitato 78,

natural del dicho pueblo de Tlalmanalco, el cual dice en el dicho su dicho que él, como

77
. Moneda fraccionaria de uso corriente, equivalente a la octava parte de un peso.
78
. Voz nahua; designa un funcionario indígena encargado de la recolección del tributo.
111

calpisque79 que recoge los tributos del barrio de Tlilhuacan en el dicho pueblo de

Tlalmanalco, y como natural de él sabe y ha visto que los naturales del dicho pueblo, y este

testigo con ellos, pagan y dan excesivo tributo, porque así de la tasación que pagan a su

majestad como en arrastrar vigas y maderas del monte y canoas y leña y otros servicios a

sus caciques y comunidades, como por otros repartimientos como en cazas que les mandan

hacer de codornices y conejos, todo junto y renumerado, sabe este testigo que fuera del

tributo de su majestad, monta cinco pesos de oro común y de allí para arriba lo que cada

uno de los naturales pagan en cada un año. Y sabe este testigo que a todos los naturales del

dicho pueblo y sus sujetos se les hará muy gran limosna y merced en que a cada uno se les

reparta de tributo para su majestad dos pesos de oro común, los cuales sabe que los pueden

pagar muy descansada y holgadamente, y que se aumentarán gran número de vasallos a su

majestad porque con los servicios que tienen en lo que dicho es, sabe este testigo que se

mueren gran cantidad de gente en cada un año por ser el trabajo muy excesivo y no lo poder

sufrir.

Y Elías Carriazo, indio, tequitato, natural del dicho pueblo, asimismo dice en su

dicho por testigo que como calpisque y tequitato del dicho barrio de Tlalhuacan en el dicho

pueblo ha ayudado a recoger los tributos del dicho barrio de tres años a esta parte, y como

natural del dicho pueblo que se ha criado en él, sabe y ve y ha visto que los naturales del

dicho pueblo, y este testigo con ellos, pagan y dan en cada un año de tributo y servicios

personales más de cinco pesos de oro común fuera de la tasación de tributo que pagan a su

majestad, así en arrastrar vigas y madera del monte, tablas y canoas y leña, y servicios a sus

caciques y comunidad, como por otros repartimientos y cazas que les mandan hacer en todo

79
. Voz nahua equivalente a mandón; funcionario indígena designado para organizar el trabajo
personal y recoger el tributo.
112

el año de conejos, codornices y otras cosas. Renumerado todo junto, sabe este testigo que

sin el tributo que pagan a su majestad monta en cada un año de cada uno de los dichos

naturales más de cinco pesos de oro común. Y asimismo [sabe] este testigo, como natural

del dicho pueblo, que a todos los naturales del dicho pueblo y sus sujetos se les haría y

recibirían gran limosna y merced que todos ellos fuesen tasados cada uno a que pagasen de

tributo por tasación dos pesos de oro común a su majestad, con lo cual sabe que estarían

descargados y descansados y sin vejaciones, lo cual podrían bien pagar en solos dos meses

del año. Y que en los demás trabajos que tienen, así de la madera como en lo demás que

pagan y contribuyen, se mueren gran cantidad de gente. Y por lo que dicho tiene sabe este

testigo que su majestad tendría más vasallos en gran cantidad de los que tiene y más

tributos.

Y Juan de Santiago, indio dice que como principal que es de la dicha provincia, sabe

y ha visto que los naturales del dicho pueblo de Tlalmanalco, y este testigo con ellos, pagan

y dan en cada un año excesivo tributo, porque así de lo que por tasación pagan a su

majestad como de vigas que arrastran del monte y canoas y leña y tablas, y otros servicios a

sus caciques y comunidades, como por otros repartimientos como de conejos y codornices

que les mandan cazar en terno para ellos y para dar a quien ellos quieren, sabe este testigo

que fuera de la tasación de su majestad y tributo que por tasación son obligados de dar,

pagan en cada un año, cada uno de los dichos naturales, más de cinco pesos de oro común

en cada un año. Y que asimismo sabe este testigo que muchas veces este testigo y un

hermano suyo, que se dice Pedro Domínguez, han tratado de verse tan fatigados y no se

poder valer ni sustentar, de decir al gobernador y los demás caciques que los vendiesen y se

tomasen los dineros que por ellos diesen, porque ellos serían contentos, porque lo que les

repartían y ellos pagaban ya no lo podían sufrir. Y sabe este testigo que todos los naturales
113

de la dicha provincia recibirían señalada limosna y merced en que fuesen tasados de manera

que a su majestad pagasen en cada un año dos pesos de oro común y algo más y no

tributasen ni pagasen otra cosa y se les quitase las vejaciones y trabajos que tienen, lo cual

sabe este testigo que pagarán sin vejación alguna y muy holgadamente en dos meses de

todo el año y en menos tiempo. Y si así se hiciese y su majestad fuese servido de ello,

habría más gente de la que hay en la dicha provincia y se darían más cantidad de pesos de

oro a su majestad, porque con los dichos trabajos muy excesivos que han tenido y tienen se

ha muerto y muere de cada día gran cantidad de gente en cada un año.

Y asimismo hay otros testigos que en la dicha información, por mandado del dicho

señor oidor y por ante Juan López, escribano, se recibieron, que dicen por palabras

equivalentes acerca de lo susodicho, a que me refiero, según consta y parece por la dicha

información. Y el dicho escribano da por fe que los dichos testigos, estando declarando y

diciendo sus dichos, lloraban a lágrima viva, que de sus ojos salía corriendo en abundancia

por las faces de sus caras y diciendo cómo Dios nuestro señor se acordaba de ellos pues que

su majestad permitía remediar tantos trabajos como hasta entonces habían padecido y

pasado, según más largamente consta de la fe que el dicho escribano da que está en la dicha

información a que me refiero. La cual parece, fue hecha y mandada hacer por mandado del

dicho señor oidor en el pueblo de Tlalmanalco en ciertos días del mes de diciembre del año

de mis quinientos sesenta y tres años según que esto y otras cosas más largamente consta y

parece por el proceso de la dicha causa y visita, a que me refiero. En fe de lo cual, por

mandado del dicho señor oidor, y para que conste de ello, di la presente, que es hecha en la

ciudad de México a cinco días del mes de febrero de 1564 años.

Yo, Alonso de Solórzano, escribano de su majestad, etcétera., por mandado del

dicho señor oidor lo escribí y saqué del dicho proceso según por él consta, a que me refiero,
114

y por ende dice aquí este mío signo, que es tal. En testimonio de verdad, Alonso de

Solórzano.

Bibliografía recomendada:

Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810), 2a. ed., México, Siglo
XXI, 1975, 533 p.
José Miranda, El tributo indígena en la Nueva España durante el siglo XVI, México, El
Colegio de México, 1980, 355 p.
José Luis de Rojas, A cada uno lo suyo. El tributo indígena en la Nueva España en el siglo
XVI, México, El Colegio de Michoacán, 1993, 171 p.
115

LA IGLESIA

Cédula general dada en declaración del patronazgo real80

El Vaticano reconoció a los reyes españoles el derecho de patronato sobre la Iglesia


indiana, como retribución a la labor emprendida en la conversión de innumerables
“infieles”. Por esta razón la Corona tenía facultades que normalmente estaban reservadas a
instancias eclesiásticas en materias de organización y administración de la Iglesia; se
reservaba incluso el “derecho de pase”, una autorización real sin la cual ninguna bula o
documento papal tendría validez en Indias. El “regio patronato” permitía a los reyes -y a los
virreyes, como “vicepatronos”- tener una intervención decisiva en cuestiones de creación y
división de obispados, nombramiento de obispos, miembros de cabildos catedralicios, curas
párrocos y creación o supresión de parroquias o misiones. De hecho, la Corona actuaba
como si la Iglesia fuese la rama eclesiástica de la administración imperial. Estos privilegios
fueron celosamente vigilados por los funcionarios, que por ejemplo impidieron que tuviese
efecto una concesión papal que concedía a Hernán Cortés el patronato en el territorio de su
marquesado.
La única excepción eran las órdenes regulares, que por su estructura tenían cierta
autonomía de la autoridad real; sin embargo aun en estos casos la monarquía se reservaba
algunos derechos, como el de decidir cuales religiosos pasarían a Indias. Los religiosos
regulares, por otro lado, estaban sujetos al patronato en la medida que desempeñaban
funciones parroquiales.

El rey. Nuestro virrey de la Nueva España o la persona o personas que por tiempo

tuvieren el gobierno de esa tierra. Como sabéis el derecho de patronazgo eclesiástico nos

pertenece en todo el estado de las Indias, así por haberse descubierto y adquirido aquel

nuevo orbe y edificado en él, y dotado en él las iglesias y monasterios a nuestra costa y de

los reyes católicos, nuestros antecesores, como por habérsenos concedido por bulas de los

sumos pontífices, concedidas de su propio motu. Y para conservación de él y de la justicia

que a él tenemos, ordenamos y mandamos que el dicho derecho del dicho patronazgo, único

e in solidum81 de las Indias, siempre sea reservado a Nos y a nuestra Corona real, sin que en

todo o en parte pueda salir de ella, y que <ni> por gracia ni merced, ni por estatuto, ni por

80
. Fuente: Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones
Cultura Hispánica, 1945, vol. I, p. 83.
81
. Por entero.
116

otra disposición alguna que Nos o los reyes nuestros sucesores hiciéramos, no seamos visto

conceder derecho de patronazgo a persona alguna, ni a iglesia ni a monasterio, ni

perjudicarnos en el dicho nuestro derecho de patronazgo. Y otro sí, que <ni> por costumbre

ni prescripción, ni otro título alguno ninguna persona ni comunidad eclesiástica ni seglares,

iglesia ni monasterio puedan usar de derecho de patronazgo, sino fuere la persona que en

nuestro nombre y con nuestra autoridad y poder lo ejercitare, y que ninguna persona secular

ni eclesiástica, orden ni convento, religión, comunidad de cualquier estado, condición y

calidad y preeminencia que sean, judicial ni extrajudicialmente, por cualquier ocasión o

causa que sea, sea osado a se entrometer en cosa tocante a nuestro patronazgo real, ni a nos

perjudicar en él, ni a proveer iglesia ni beneficio ni oficio eclesiástico, ni a recibirlo, siendo

proveído en todo el estado de las Indias, sin nuestra presentación o de la persona a quien

Nos por ley y provisión patente lo cometiéremos; y el que contrario hiciere, siendo persona

secular incurra en perdimiento de las mercedes que de Nos tuviere en todo el estado de las

Indias y sea inhábil para tener y obtener otras, y sea desterrado perpetuamente de todos

nuestros reinos, y no pueda tener ni obtener beneficio ni oficio eclesiástico en ellos, e

incurra en las demás penas establecidas por leyes de estos nuestros reinos; y los nuestros

virreyes, audiencias y justicias reales procedan con todo rigor contra los que así fueren y

vinieren contra nuestro derecho y patronazgo, procediendo de oficio o a pedimento de

nuestros fiscales o de cualquier parte que lo pidan, y en la ejecución de ello se tenga mucha

diligencia.

Queremos y mandamos que no se erija, instituya, funde ni constituya iglesia

catedral, monasterio, hospital, iglesia votiva ni otro lugar pío ni religioso sin

consentimiento expreso nuestro o de la persona que tuviere nuestra autoridad y veces para

ello. Y otro sí, que no se pueda proveer ni instituir arzobispado, obispado, dignidad,
117

canonjía, ración, media ración82, beneficio curado ni simple, ni otro cualquier beneficio u

oficio eclesiástico o religioso sin consentimiento o presentación nuestra o de quien tuviere

nuestras veces, y que la tal presentación y consentimiento sea por escrito en el estilo

acostumbrado......

Hecho en San Lorenzo el Real, a primero de junio de 1564 años. Yo el rey.

Bibliografía recomendada:

Alberto de la Hera, Iglesia y Corona en América española, Bilbao, MAPFRE, 1992, 514 p.
John Francis Schwaller, The Church and Clergy in Sixteenth Century Mexico,
Albuquerque, University of New Mexico Press, 1987, xvi-264 p.
________________________________________________________

Bula Sublimis deus del papa Paulo III sobre la naturaleza de los indios83

La bula “Sublimis Deus” (“Excelso Dios”) de 1537 se inscribe en la lógica de las


antecedentes del papa Alejandro VI por las cuales se concedía a los reyes de España el
dominio de las Indias para fines de conversión de sus naturales. Asimismo, sigue el
argumento de fray Bartolomé de las Casas acerca de los abusos cometidos contra esta
población y de que la única vía para su conversión era la realizada por los misioneros,
excluyendo la violencia y el despojo. Aunque usualmente se afirma que la bula tenía el
propósito de dejar en claro el carácter humano de los indios, en realidad éste parece ser una
parte previa de la argumentación. Salvo ocasionales exabruptos, ni la Iglesia ni la Corona
pusieron en duda la humanidad de los indios, como consta en muchos documentos previos.
La discusión, más bien, giraba en torno a cuál era exactamente la naturaleza de la
humanidad indígena y el derecho de los neófitos a poseer bienes, gobernarse a sí mismos y
poseer las mismas libertades y obligaciones que los demás súbditos del rey.

Paulo obispo, siervo de los siervos de Dios: A todos los cristianos que las presentes

letras vieren, salud y bendición apostólica. El excelso Dios de tal manera amó al género

humano que hizo al hombre de tal condición que no sólo fuese participante del bien, como

82
. La ración era la renta que recibían algunos clérigos adscritos al servicio de distintas funciones de
las iglesias catedrales; podía ser entera o media. Las dignidades eran los beneficios eclesiásticos de
las iglesias catedrales, como los de deán, arcediano, chantre, maestrescuela y tesorero.
83
. Fuente: Mariano Cuevas (ed.), Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México,
2a.ed., México, Porrúa, 1975, p. 84-86.
118

las demás criaturas, sino que pudiese alcanzar y ver cara a cara el bien sumo inaccesible, y

como quiera que según el testimonio mismo de la sagrada escritura el hombre haya sido

creado para alcanzar la vida y felicidad eternas, y esta vida y felicidad eternas ninguno la

puede alcanzar sino mediante la fe de nuestro señor Jesucristo; es necesario confesar que el

hombre es de tal condición y naturaleza que pueda recibir la fe de Cristo y que quienquiera

que tenga la naturaleza humana es hábil para recibir la misma fe. Pues nadie se supone tan

necio que crea poder obtener el fin, sin que de ninguna manera alcance el medio

sumamente necesario. De aquí es que la verdad misma que no puede engañarse ni engañar,

sábese que dijo al destinar predicadores de la fe al oficio de la predicación: Euntes docete

omnes gentes84. A todas dijo sin ninguna excepción, como quiera que todos son capaces de

la doctrina. Lo cual, viendo y enviando el émulo del mismo género humano que se opone a

todos los buenos a fin de que perezcan, escogió un modo hasta hoy nunca oído para impedir

que la palabra de Dios se predicase a las gentes para que se salvasen y excitó a algunos de

sus satélites, que deseosos de conocer su codicia, se atreven a andar diciendo que los indios

occidentales o meridionales deben reducirse a nuestro servicio como brutos animales,

poniendo por pretexto que son incapaces de la fe católica y los reducen a esclavitud

apretándolos con tantas aflicciones cuantas apenas usarían con los brutos animales de que

se sirven.

Por lo tanto Nosotros que, aunque indignos, tenemos en la tierra las veces del

mismo señor nuestro Jesucristo, y que con todas nuestras fuerzas procuramos reducir su

aprisco las ovejas de su grey de él, que nos han sido encomendadas y que están fuera del su

aprisco. Teniendo en cuenta que aquellos indios, como verdaderos hombres que son, no

solamente son capaces de la fe cristiana, sino que (como nos es conocido), se acercan a ella
84
. “Id, y doctrinad a todas las gentes” . La cita procede del Evangelio según San Mateo, 28:1.
119

con muchísimo deseo; y queriendo proveer los convenientes remedios a estas cosas, con

autoridad apostólica por las presentes letras determinamos y declaramos, sin que

contradigan cosas precedentes ni las demás cosas, que los dichos indios y todas las otras

naciones que en lo futuro vendrán a conocimiento de los cristianos, aun cuando estén fuera

de fe, no están sin embargo privados ni hábiles para ser privados de su libertad ni del

dominio de sus cosas, más aun, pueden libre y lícitamente estar en posesión y gozar de tal

dominio y libertad y no se les debe reducir a esclavitud, y lo que de otro modo haya

acontecido hacerse sea írrito, nulo y de ninguna fuerza ni momento, y que los dichos indios

y otras naciones sean convertidos a la dicha fe de Cristo por medio de la predicación de la

palabra de Dios y del ejemplo de la buena vida; y que a las copias de las presentes letras

firmadas de la mano de algún notario público y corroboradas con el sello de alguna persona

constituida en dignidad eclesiástica, se ha de prestar la misma fe. Despachado en Roma, en

San Pedro, el año de la encarnación del señor de 1537 a los 2 de junio, de nuestro

pontificado el año tercero.

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, Repaso histórico de la bula Sublimis Deus de Paulo III en defensa de los
indios, México, Universidad Iberoamericana - El Colegio Mexiquense, 1991, 118 p.
Silvio Zavala, La filosofía política en la conquista de América, México, Fondo de Cultura
Económica, 1947, 163 p.
Lino Gómez-Canedo, “¿Hombres o bestias? (Nuevo examen crítico de un viejo tópico)”, en
Estudios de Historia Novohispana, no.1, 1966, p. 29-51.
________________________________________________________

Nombramiento del obispo de México como protector de indios y límite de sus


facultades85

85
. Fuente: Vasco de Puga (comp.), Cedulario de la Nueva España, México, Condumex, 1985, f.
64,65.
120

Desde su arribo a la Nueva España en el año de 1528 el obispo Zumárraga tuvo


entre sus muchas y difíciles responsabilidades la de cumplir con su designación como
“protector de naturales”. El nombramiento fue una de las respuestas oficiales a la prédica
de Las Casas; y como ocurrió con frecuencia en las disposiciones indigenistas de la Corona,
se hizo un gesto y una declaración de principios que no fue acompañada de medidas y
medios prácticas para su ejecución. El cargo era de una gran vaguedad, e inevitablemente
provocó conflictos con los funcionarios. Zumárraga desempeñó esta responsabilidad con
gran energía, iniciando procesos judiciales contra conquistadores, colonos y aun contra los
miembros de la Primera Audiencia, de infame memoria por sus abusos. Pero incluso los
oidores de la bien reputada Segunda Audiencia se quejaron de la intromisión del obispo en
su jurisdicción y consiguieron del rey, como en el siguiente documento se determina, que el
protector estuviera para efectos concretos bajo su supervisión. En 1534 desapareció el
cargo y sus funciones pasaron a la Audiencia. A la larga fue evidente que los pleitos de
indios no podían tramitarse de la manera común por su indefensión y carencia de medios.
En 1591 se llegó a la solución de establecer un tribunal privativo, el Juzgado General de
Naturales, bajo la supervisión excepcional del virrey.

Don Carlos, por la divina clemencia emperador de romanos, semper augusto, doña

Juana su madre, etcétera. Por cuanto nos mandamos dar una nuestra provisión firmada de

mi el rey y sellada con nuestro sello, su tenor de lo cual es éste que sigue:

Don Carlos, por la gracia de Dios rey de romanos y emperador semper

augusto; doña Juana su madre, etcétera. A vos el venerable y devoto padre fray Juan

de Zumárraga obispo de Tenochtitlan México, salud y gracia. Sépades que nos

somos informados que los indios naturales de la Nueva España son tratados de los

cristianos españoles que en ella residen que los tienen en administración y

encomienda y de otras personas, no como debían y como vasallos nuestros y

personas libres como lo son, lo cual no mirando el servicio de Dios ni lo que son

obligados, les han dado y dan demasiado trabajo pidiéndoles más servicio y cosas

de las que buenamente pueden cumplir, y asimismo tomándoles sus mujeres e hijas

y otras cosas que ellos tienen, por fuerza y contra su voluntad, y haciendo asimismo

esclavos por rescatar y por otras formas a los que son libres, y los hierran contra su

voluntad, y asimismo sirviéndose de ellos como de tales, y haciéndoles otras


121

crueldades enormes, lo cual demás de ser en mucho deservicio de nuestro señor y

estorbo para la conversión de los dichos indios a nuestra santa fe católica, ha sido y

es en mucha disminución de los dichos indios y causa de despoblarse la dicha tierra.

Lo cual visto por los del nuestro Consejo de las Indias y conmigo el rey consultado,

queriendo proveer y remediar cerca de lo susodicho cómo los dichos indios y

naturales de aquellas partes sean libertados y administrados como libres y vasallos

nuestros y vengan en conocimiento de nuestra santa fe católica por amor, que es

nuestro principal deseo e intención, siendo tan poblada y rica, fue acordado que

debíamos proveer de una persona celosa del servicio de Dios y nuestro para que sea

protector y defensor de los dichos indios y mire por su buen tratamiento y

conservación y conversión de ellos a nuestra santa fe católica y no consienta que se

les haga agravio ni sinrazón, y se guarde con ellos las leyes y ordenanzas para su

buen tratamiento, y nos tuvímoslo por bien. Por ende confiando de vuestra fidelidad

y conciencia, buena vida y ejemplo, que en esto guardaréis el servicio de Dios

nuestro señor y nuestro, y con toda la rectitud y buen celo entenderéis en ello, es

nuestra merced y voluntad, que cuanto nuestra merced y voluntad fuere, seáis

protector y defensor de los indios de la dicha tierra. Por la presente vos mandamos

cometemos y encargamos y mandamos que tengáis mucho cuidado de mirar y

visitar los dichos indios y hacer que sean bien tratados e industriados y enseñados

en las cosas de nuestra santa fe católica por las personas que los tienen y tuvieren a

cargo y veáis las leyes y ordenanzas e instrucciones y provisiones que se han hecho

o hicieren cerca del buen tratamiento y conversión de los dichos indios, las cuales

hagáis guardar y cumplir con mucha diligencia y cuidado, como en ella se contiene;

y si alguna o algunas personas las dejan de guardar y cumplir o fueren o pasaren


122

contra ellas, ejecutéis en sus personas y bienes las penas en ellas contenidas; para lo

cual y para todo lo demás que dicho es, por esta carta vos damos poder cumplido

con todas sus incidencias y dependencias, anexidades y conexidades y mandamos a

nuestro presidente y oidores de la nuestra Audiencia y Cancillería Real de la dicha

Nueva España y a los nuestros oficiales y otros jueces y justicias de ella que usen

con vos en el dicho cargo y para ello vos den y hagan dar todo el favor y ayuda que

les pidiéredes y menester hubiéredes y los unos ni los otros no hagades ende al por

alguna manera, so pena de la nuestra merced y diez mil maravedíes para la nuestra

cámara a cada uno que lo contrario hiciere. Dada en Burgos a diez días del mes de

enero, año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1528 años. Yo el rey.

Yo, Francisco de los Cobos, secretario de sus cesáreas y católicas majestades, la

hice escribir por su mandado.

Y ahora somos informados que por causa del dicho oficio de protector y ejercicio de

él y de la manera como se ha de usar ha habido algunas diferencias entre el dicho

presidente <de la Audiencia> y obispo de México, protector, y el presidente y oidores de la

nuestra Audiencia de la dicha Nueva España según pareció por ciertos testimonios que por

los dichos nuestro presidente y oidores al dicho nuestro Consejo fueron enviados, y

queriendo proveer y remediar cerca de esto, cómo cesen las dichas diferencias, visto por los

del nuestro Consejo de las Indias, fue acordado que debíamos de mandar dar esta nuestra

carta en la dicha razón, y Nos tuvímoslo por bien; por la cual declaramos y mandamos que

la dicha provisión que de suso va incorporada se guarde y cumpla y ejecute con tanto que

cerca del uso y ejercicio del dicho oficio de protector se guarden la orden y limitaciones

siguientes:
123

Primeramente que el dicho protector pueda enviar personas a visitar a cualesquier

parte de los términos de su protección donde el no pudiere ir, con que las tales personas

sean vistas y aprobadas por nuestro presidente y oidores de la dicha Audiencia y de otra

manera ninguna persona pueda ir a visitar.

Otro sí, que el dicho protector o las tales personas que en su lugar enviare puedan

hacer y hagan pesquisas e informaciones de los malos tratamientos que hicieren a los

indios; y si por la dicha pesquisa merecieren pena corporal o privación de los dichos indios

las personas que los tuvieren encomendados, hecha la tal información, pesquisa, la envíe al

dicho presidente y oidores para que ellos la vean y determinen; y en tal caso el protector

pueda prender a la tal persona y enviar la pesquisa juntamente con la información al dicho

presidente y oidores; y caso que la condenación haya de ser pecuniaria, pueda el dicho

protector o sus lugartenientes ejecutar cualquier condenación hasta en cincuenta pesos de

oro y dende abajo, sin embargo de cualquier apelación que sobre esto se interpusiere y

asimismo hasta diez días de cárcel y no más; y en lo demás que conociere y sentenciare en

los casos que puede, conforme a esta nuestra carta, sean obligados a otorgar la apelación

para la dicha Audiencia, y que no puedan ejecutar por ninguna manera la tal condenación.

Item, que el dicho protector y las personas que hubieren de ir a visitar en su lugar,

como dicho es, puedan ir a todas las partes, provincias y lugares de corregidores como de

las otras partes y haber información sobre el tratamiento de los dichos indios así contra el

corregidor y sus alguaciles, como contra otras cualesquier personas y si hallare culpa contra

los dichos corregidores y justicias, envíe la información con su parecer al dicho presidente

y oidores para que lo castigue, y por eso no es nuestra intención y voluntad que los

protectores tengan superioridad alguna sobre las dichas justicias.


124

Item el dicho protector o las otras personas en su nombre no puedan conocer y

conozcan en ninguna causa criminal que entre un indio y otro pasare salvo los dichos

presidentes y oidores y justicias nuestras.

Dada en Madrid a dos días del mes de agosto de 1530 años. Yo la reina.

Bibliografía recomendada:

Woodrow Borah, El Juzgado General de Indios en la Nueva España, México, Fondo de


Cultura Económica, 1985, 488 p.
Joaquín García Icazbalceta, Don fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de
México, México, Porrúa, 1947, 4 v.
Ethelia Ruiz Medrano, Gobierno y sociedad en Nueva España. Segunda Audiencia y
Antonio de Mendoza, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1991, 412 p.

________________________________________________________

Testimonio de los principales de Texcoco sobre el culto idolátrico, 153986

El testimonio aquí reproducido forma parte del proceso inquisitorial contra el


cacique de Texcoco, don Carlos Ome Tochtli Chichimecatecutli, que constituye un hito
fundamental en la historia de la represión de la disidencia religiosa indígena. Los cargos en
contra del cacique no eran particularmente graves –no había cometido sacrificios humanos
o encabezado una resistencia organizada contra la fe católica- pero sin embargo fue
condenado a la hoguera. El obispo Zumárraga parece haber decidido que era necesario dar
a los indígenas un ejemplo de los riesgos terrenales y espirituales del aferramiento
clandestino a su antigua religión. En efecto, del mismo proceso contra don Carlos resulta
evidente que aunque el catolicismo se había impuesto, al menos oficialmente, en las
ciudades y valles, las montañas y regiones apartadas seguían siendo espacios bien
conocidos y públicos del culto indígena, como se desprende del siguiente documento.
La ejecución del cacique fue considerada excesiva por la Corona; Zumárraga fue
desposeído de sus facultades inquisitoriales y, a la larga, se determinó que los indios
quedarían exentos de la jurisdicción inquisitorial. Sus delitos contra la fe pasaron a ser
juzgados por el tribunal para la fe de naturales, dependiente de los obispos, que procedía
con menor severidad que el inquisitorial.

Testimonio de don Antonio, alcalde de Texcoco.

. Fuente: Proceso inquisitorial del cacique de Texcoco, pról. Luis González Obregón, México,
86

Archivo General de la Nación, 1910, xvi-.p.22-24.


125

El dicho don Antonio, principal y alcalde de Texcoco por su majestad, testigo

recibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado según forma de derecho y

siendo preguntado lo que sabe de este caso por lengua del dicho intérprete; dijo que puede

haber siete años, poco más o menos, que el dicho don Carlos solía vivir en las dichas casas

donde ayer su señoría halló los ídolos; y este testigo iba allí algunas veces y veía aquella

pared y figuras que estaban hacia fuera, sobre la haz de la pared, pero que no sabía lo que

era, ni lo que estaba dentro, ni quien lo puso. Y que esta cuaresma pasada, estando juntos

alcaldes, regidores y el gobernador, dijo don Hernando: que bien sería buscar a los pies de

las cruces si habría algunos ídolos, porque algunas cruces estaban puestas donde solían

tener los altares para sacrificar, y así lo acordaron de hacer. E hicieron cavar a los pies de

las cruces, y hallaron figuras de ídolos y pedernales, y navajas, y cajetes, y otras cosas y

menudencias de sacrificios, enterradas debajo otras cosas y menudencias de sacrificios,

enterradas debajo de tierra, a los pies de las cruces. Y asimismo, en la sierra que se dice

Tlaloc hallaron un ídolo de piedra que se dice Tlaloc, y lo quebraron, que era el ídolo, el

dios del agua que cuando no llovía y había necesidad de agua, iban a la dicha sierra a

ofrecerle al dicho Tlaloc, así de México como de Texcoco, Chalco y Huejotzingo, Cholula,

y Tlaxcala, y de toda la comarca, pero que este testigo no ha visto ofrecerle después que los

cristianos están en la tierra, al cual dicho ídolo hallaron enterrado debajo de tierra, y lo

quebraron como dicho tiene. Y que los días pasados, cuando había falta de agua, algunos

indios de Texcoco que iban a tratar a Huejotzingo y Tlaxcala decía que lo desenterraban,

diciendo que por los de Texcoco que no llovía porque habían quebrado al dios Tlaloc, dios

del agua, y que por su causa morían todos de hambre. Y como oyeron decir esto ellos,

enviaron personas secretamente a Tlaxcala, y a Huejotzingo, a ver lo que se decía, y fueron

allá, y cuando volvieron dijeron que no se decía cosa ninguna, más que habían visto que los
126

de Huejotzingo tenían los caminos de los adoratorios y la sierra limpios como lo tenían por

costumbre de hacer antiguamente para sus sacrificios. Y porque supieron que en la sierra

donde solía estar el ídolo Tlaloc salía humo, enviaron allá indios a ver lo que era y hallaron

muchos papeles con sangre, y copal, y una codorniz, y otras cosas de sacrificio, que parece

que habían ofrecido y lo trajeron todo y lo tiene el gobernador. Y que según la manera de

los sacrificios lo habían ofrecido los de Huejotzingo, porque cada pueblo tenía su manera

de ofrecer. Y luego pusieron guardas en la dicha sierra para ver quien lo hacía, y dos o tres

veces hallaron los dichos papeles y cosas ofrecidas con sangre, y no pudieron ver quien lo

hacía, más de que oyeron decir que el camino estaba limpio desde la sierra hasta

Huejotzingo, como lo solían hacer en el tiempo antiguo. Y que esta es la verdad por el

juramento que hizo, y afirmóse en ello y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. Joan

González. (Rúbrica)

Bibliografía recomendada:

Joaquín García Icazbalceta, Don fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de
México, México, Porrúa, 1947, 4 v.
Richard E. Greenleaf, Zumárraga y la Inquisición mexicana, 1536-1543, México, Fondo de
Cultura Económica, 1988, 182 p.
Serge Gruzinski, El poder sin límites. Cuatro respuestas indígenas a la dominación
española, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Instituto Francés de
América Latina, 1988, 212 p.
________________________________________________________

Carta de Diego Rodríguez Bibanco, defensor de los indios de Yucatán, sobre que los
franciscanos haciéndose inquisidores cometen agravios contra los indios.87

En 1562 el provincial de los franciscanos fray Diego de Landa inició una causa
inquisitorial para descubrir, corregir y castigar la supervivencia de “idolatrías” entre los
mayas yucatecos, que habría incluido elementos adoptados del cristianismo –notablemente,
sacrificios humanos mediante crucifixión. La realidad de esta reincidencia en la antigua
religión fue puesta en cuestión en su tiempo y sigue siendo hoy día materia de discusión.
Lo que no cabe duda es que miles de indígenas fueron sometidos a tortura, alrededor de

87
. Fuente: Cartas de Indias, ed. facs., Guadalajara, Aviña, 1970, p. vol.1, p. 392-396.
127

doscientos murieron como consecuencia de los malos tratos y muchos más quedaron
sumamente quebrantados. Landa realizó varios “autos de fe” donde gran número de
“idólatras” fueron azotados, junto con destrucción de ídolos y quema de códices.; asimismo
muchos caciques sufrieron la confiscación de bienes y fueron sentenciados a llevar
“sambenitos” que aludían a sus delitos.
La violencia de la persecución y castigo fueron completamente inusuales en la
Nueva España. Reflejan tanto los rasgos personales del provincial franciscano como la
situación muy precaria del dominio español en Yucatán, donde una reducida minoría de
españoles vivía entre miles de indígenas y, muy cerca, persistían regiones no sometidas al
dominio español
El “defensor” Rodríguez Bibanco denunció las irregularidades de los procesos
judiciales ante el obispo Toral, lo cual dio pie para la intervención del prelado y el inicio de
una averiguación judicial contra fray Diego de Landa y el alcalde mayor Quijada. Parece
ser que Bibanco actuó por instancias del mismo Toral, quien se ocuparía posteriormente de
defenderlo y recomendar su permanencia en el cargo.
Landa tuvo que abandonar Yucatán para ir a justificarse en España; años más tarde
regresaría, ahora con la autoridad de obispo.

Mérida, 8 de marzo de 1563.

Sacra católica real majestad. Diego Rodríguez Bibanco, vecino de la ciudad de

Mérida, que es en las provincias de Yucatán de las Indias del Mar Océano, defensor que soy

de los indios naturales de estas provincias en términos de esta dicha ciudad, nombrado por

provisión real de vuestra majestad librada en vuestra Real Audiencia de los Confines, en

nombre de los dichos indios, por quien tengo obligación de volver a dar noticia a vuestra

majestad de sus necesidades y agravios que se les hacen, la doy en ésta de lo que en estas

dichas provincias ha sucedido en perjuicio y gran daño de muertes, lesiones, pérdidas y

desasosiegos de los pobres indios. Y lo que pasa es que los frailes de la orden de San

Francisco que en estas provincias residen, antes que a ella viniese obispo usaban de la

jurisdicción eclesiástica diciendo que lo podían hacer por bulas apostólicas que tenían para

usar de ella en las partes donde no hubiese obispos, y a este título, bueno o malo, y usando

de las dichas bulas, que se ha entendido de ellas no les dar facultad para lo que han hecho y

hacían, ordenaron de proceder contra los indios de todas estas provincias, generalmente,
128

por vía de inquisición, haciéndose inquisidor el provincial de los frailes y acompañándose y

nombrando a muchos de sus súbditos frailes para que también fuesen inquisidores, y

algunos juntos y cada uno por sí han hecho desatinos y castigos en estos indios nunca oídos

en todas las Indias, so color y diciendo que eran y estaban idólatras; y para tener más mano

y fuerza para hacer lo que querían pidieron auxilio real al alcalde mayor de estas

provincias, que es el doctor Diego Quijada, a quien vuestra majestad envió a ellas puede

haber dos años poco más o menos, el cual inconsideradamente y como hombre liviano, de

poco juicio y prudencia, les dio jueces legos con poderes bastantes para que ejecutasen todo

lo que los frailes les mandasen; esto sin ver proceso ni culpa que hubiese en los indios por

donde pudiere dar el auxilio real, sino por sola la relación de los frailes idiotas88, que

algunos de ellos no saben leer. Y así, con el poder que ellos decían que tenían como jueces

apostólicos y con el que vuestra justicia mayor les dio, comenzaron el negocio con gran

rigurosidad y atrocidad, poniendo los indios en grandes tormentos de cordeles y agua, y

colgando en alto a manera de tormento de garrucha, con piedras de dos y tres arrobas a los

pies, y allí colgados dándoles muchos azotes, hasta que les corría a muchos de ellos sangre

por las espaldas y piernas hasta el suelo; y sobre esto los pringaban, como se acostumbra

hacer a negros esclavos, con candelas de cera de ella, y todo lo dicho sin proceder

información, antes para hacerla y buscar las culpas les pareció que este era modo muy

acertado y que por él sabrían la verdad de lo que pretendían saber. Y los pobres indios,

flacos y miserables, viéndose tan afligidos y maltratados, medrosos y desatinados de los

dichos tormentos, estando en ellos mismos confesaron desatinos, cosas que no habían

hecho ni pensado hacer, diciendo eran idólatras y que tenían gran cantidad de ídolos y que

habían sacrificado muchas personas humanas y hecho otras muy grandes crueldades, siendo
88
. En esta época, por “idiota” se entiende la persona que no sabe leer ni escribir.
129

todo mentira y falsedad y dicho de miedo y por la aflicción que se les hacía. Y así trajeron

mucha cantidad de ídolos de los que solían tener en su gentilidad, que los tenían en

edificios antiguos y montes y cuevas ya dejados y olvidados, y decían que de presente los

tenían y usaban de ellos. Y vistas las confesiones, sin oír a los dichos indios ni a su defensor

ni sin hacer averiguación ninguna más de lo que salía de los tormentos, luego los

trasquilaban, azotaban y penitenciaban generalmente a todos los de cada un pueblo adonde

andaban, y a algunos particulares, especial señores caciques y principales, condenaban a

servicios de diez años más y menos y les echaban sambenitos 89 y desterraban de sus

señoríos y pueblos y los ponían en la servidumbre de esclavos, y por tales eran tenidos, y a

todos en general les condenaban en pena de dineros, a dos y tres y más ducados 90, y a los

comunes a dos y cuatro reales, de donde recogieron y sacaron gran cantidad de moneda. Y

por este modo se hacía con los más de aquellos indios de las provincias donde comenzó

esta inquisición y castigo, e hicieron dos autos de inquisición, poniendo tablados altos y con

banderas e insignias, según hacen los inquisidores de vuestra majestad en estos reinos,

adonde sacaron muchos indios con corozas91 y sambenitos y les declararon lo que habían de

hacer en el servicio y otras cosas a que eran condenados. De todo lo cual y de otras muchas

cosas, que por la prolijidad de ellas no las declaro a vuestra majestad, resultó en los indios

gran daño, porque entendiendo lo que pasaba muchos de ellos se huyeron a los montes,

otros se ahorcaban y desesperaban, otros quedaron muy heridos y lisiados de los tormentos,

mancos de brazos y manos, otros muchos murieron de los tormentos que les dieron. Y así

89
. Capote o sobrevesta con una cruz roja aspada, que llevaban los reos condenados por la
Inquisición.
90
. Moneda “de cuenta” o de referencia utilizada en las ordenanzas y otras disposiciones; en la
práctica, se recurría a convertir esta cantidad en monedas “corrientes”.
91
. Capirote de papel en forma de cucurucho que se ponía a los sentenciados por la Inquisición en
los autos de fe, con figuras que aludían a su delito.
130

estuvo la tierra toda afligida y alterada y oprimida y maltratada, hasta que por el mes de

agosto pasado llegó a ella el obispo don fray Francisco de Toral, a quien vuestra majestad

proveyó por prelado y pastor de estas provincias, el cual tomó en sí el negocio y causa en el

estado que le halló, y ante él yo, en nombre de esto indios, pedí remedio. Y no lo había

osado hacer antes porque los frailes ponían excomuniones públicas contra cualquier

persona que por ellos volviese, diciendo que no convenía y que era perturbar el Santo

Oficio de la Inquisición, pues la justicia real era el que principalmente daba favor a los

frailes. Así, yo no pude usar mi oficio porque me quitaban la libertad; sólo con cartas se les

amonestaba que mirasen lo que hacían, pero éstas no aprovechaban ni aprovecharon. Ante

el obispo, que oyó en las causas sin pasión y con celo cristiano, di descargos y averigüé ser

los indios sin culpa molestados, y así soltó gran número de ellos que halló presos, y quitó

los sambenitos a todos los que los habían echado, y los sacó de la servidumbre y esclavonía

que les habían condenado y en que estaban, y sosegó la tierra, que sin duda estaba para

perderse y alterarse, de lo cual han recibido los frailes y alcalde mayor gran pena,

entendiendo lo malo que han hecho tan sin orden y sin justicia, y así procuran por todas

vías de buscar culpas contra estos indios y aprobar lo que han hecho y que fue cosa

necesaria, y para este efecto soy informado que hacen probanzas de abonos. El alcalde

mayor presenta por testigos a los frailes, en abono de que es buen gobernador, y él y sus

amigos y paniaguados dicen en favor de los frailes y suyo, de él, para que no se entienda el

desatino que hizo, diciendo que los tormentos no fueron rigurosos y otras cosas a este

modo. Y queriendo abonarse ante vuestra majestad, entendiendo que se ha de dar noticia de

sus negocios, se previene a hacer informaciones en su abono y favor, diciendo que ha hecho

gran servicio a Dios nuestro señor y a vuestra majestad en lo que hizo, y en ejecutar

provisiones que no se ejecutaban, y que a esta causa se mueven a quererle mal; todo porque
131

vuestra majestad no provea de remedio. Y cierto, con no verdadera relación, y lo que yo

digo ante vuestra majestad lo es, y así lo tengo probado ante el obispo prelado y lo probaré

cuando convenga, y vuestra majestad sea servido de proveer juez que desagravie a estos

pobres de tantos agravios como les hicieron, y afrentas, muertes y perdición y destrucción

de sus casas y haciendas y destierros, sin haber en ellos la culpa que se les impuso. Yo, en

nombre de estos pobres que a mi cargo son, y como puedo y debo, y suplico, con el

acatamiento debido, provea de remedio y justicia para que estos indios la hayan y alcancen

contra el alcalde mayor que tanto daños les ha hecho, y contra los ministros que puso, y a

los frailes que tantos agravios hicieron sean castigados o por sus prelados o por quien lo

deba hacer y los saquen de esta tierra porque en ella tienen odio siempre a los indios, como

no pueden ejecutar lo que comenzaron. Y lo mismo hace el alcalde mayor, que por

atemorizarlos y que no hablen ni se quejen de lo pasado les busca todos achaques en visitas

y negocios que busca contra los pobres indios, y así están tan atemorizados y espantados

que temo no haya alguna rebelión y destrucción. Así, suplico humildemente a vuestra

majestad lo mande remediar como cosa que tanto importa al servicio de Dios nuestro señor

y al bien y aumento de estos pobres y servicio de vuestra majestad. Yo no envío los

procesos y testimonios de lo que pasa y se ha hecho ante el obispo, porque son muy largos

y costosos; de lo que el obispo informare, entenderá vuestra majestad la verdad, que la dirá,

como es justo y como siervo de nuestro señor y celoso de su servicio y del de vuestra

majestad y aun de estos pobres indios, y su información presentó en averiguación de lo que

a vuestra majestad informo. Y nuestro señor, la sacra católica y real persona de vuestra

majestad guarde por muchos años, con aumento de más reinos y señoríos. De Mérida, 8 de

marzo de 1563. Diego Rodríguez Bibanco.

Bibliografía recomendada:
132

Carmen Bernard y Serge Gruzinski, De la idolatría. Una arqueología de las ciencias


religiosas, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, 228 p.
Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, est. prel. De Carmen León Cázarez,
México, Conaculta, 1992, 234 p.
France V. Scholes y Eleanor Adams (comps.), Don Diego Quijada, alcalde mayor de
Yucatán. 1561-1562, México, Porrúa, 1938, 2 v .
________________________________________________________

Nombramiento de inquisidor apostólico contra la herética pravedad al doctor Pedro


de Moya de Contreras para las provincias de Nueva España.92

La Corona española tuvo desde fechas muy tempranas una preocupación particular
por la preservación y pureza de la fe en sus nuevos dominios indianos. Fue común en la
época la alusión de que al mismo tiempo que los herejes luteranos arrebataban a la
verdadera fe gran parte de Europa, el católico monarca reponía con creces el territorio
perdido al incorporar al catolicismo las miles de almas de sus nuevos súditos al otro lado
del océano.
En España la persecución de la “herética pravedad” había sido confiada al Tribunal
de la Inquisición, pero al no existir una estructura comparable al otro lado del océano se
recurrió a soluciones provisionales que resultaron ser poco satisfactorias, como confiar esta
labor a las órdenes religiosas o a los obispos. De ahí provino la decisión de establecer
formalmente la Inquisición novohispana, bajo la dirección del experimentado Moya de
Contreras.
El Tribunal tuvo jurisdicción exclusiva no solamente en asuntos de fe (herejías,
apostasías, blasfemias) sino algunos relativos a la disciplina eclesiástica (la “solicitación”
de favores sexuales por los religiosos), derecho conyugal (bigamia)¸ revisión de la
ortodoxia de los libros e incluso moral pública (por ejemplo, la violación del juramento
realizado durante un contrato podía ser materia inquisitorial). La única excepción en sus
vastas facultades eran los casos de indígenas, que corrían bajo un tribunal dependiente de
los obispos.

Don Felipe, por la gracia de Dios, etcétera. A vos don Martín Enríquez, nuestro

virrey y capitán general de la Nueva España; y presidente de la nuestra Audiencia Real que

reside en la ciudad de Santiago, en la provincia de Guatemala, y a vos los nuestros oidores,

alcaldes mayores de la nuestra Audiencia Real de la Nueva Galicia y provincias de la

Nueva España con todos los distritos de las dichas audiencias y provincias, y con el

obispado y provincias de Nicaragua y a cualesquier nuestros gobernadores, corregidores y

. Fuente: Diego de Encinas, Cedulario indiano, ed. Alfonso García Gallo, Madrid, Ediciones
92

Cultura Hispánica, 1945, vol. I, p 46-48.


133

alcaldes mayores y otras justicias de todas las ciudades, villas y lugares de ellas, así de los

españoles como de los indios naturales que al presente sois o por tiempo fuéredes, y a cada

uno de vos a quien la presente fuere mostrada y lo en ella contenido toca o pudiere tocar en

cualquier manera, que en vuestros lugares y jurisdiciones fuéredes requeridos con ella o con

su traslado auténtico. Salud y gracia.

Sabed que considerando el aumento que ha resultado en lo de la religión a nuestra

santa fe católica por el descubrimiento y conquista y nueva población de esas provincias y

que por la providencia y gracia divina los naturales de ellas entre los otros grandes

beneficios que han recibido han sido alumbrados para conocer el verdadero camino de la

doctrina evangélica y que cada día se va acrecentando su población y se espera que se irá

extendiendo y continuando, y considerada la gracia <grandeza?> y excelencia de las dichas

provincias y la singular gracia y beneficio de que nuestro señor por su piedad y

misericordia en estos tiempos ha usado con los naturales de ellas en darles claro

conocimiento de nuestra santa fe católica, y que es tan necesario tener especial cuidado y

vigilancia en la conservación de la devoción y buen nombre y reputación y fama de sus

pobladores, nuestros naturales, que con tanto cuidado y fatiga han procurado el aumento de

la religión y ensalzamiento de nuestra santa fe católica en esas partes como fieles y

católicos cristianos y naturales y verdaderos españoles. Y visto que los que están fuera de la

obediencia y devoción de la Santa Iglesia Católica Romana obstinados en gran pertinacia

en sus errores y herejías siempre procuran pervertir y apartar de nuestra santa fe católica a

los fieles y devotos cristianos, y con su malicia y pasión trabajan con todo estudio de los

atraer a su dañada creencia y opinión, comunicando sus falsas opiniones y herejías y

divulgando y esparciendo diversos libros heréticos y condenados para sembrar sus

reprobadas y perniciosas opiniones, como se ha visto que lo han hecho en estos tiempos en
134

otras provincias y reinos extraños, de lo cual se ha seguido gran daño y detrimento a

nuestra santa fe católica y otros increíbles escándalos y movimientos; y como se tenga tan

cierta noticia y experiencia de que el verdadero remedio de todos estos males, daños e

inconvenientes consiste en desviar y excluir del todo la comunicación de las personas

heréticas y sospechosas en la doctrina de nuestra santa fe católica, castigando y extirpando

sus errores y herejías con el rigor que disponen los sagrados cánones y leyes de nuestros

reinos y que por este tan santo medio por la clemencia y gracia divina nuestros reinos y

señoríos han sido limpiados de todo error y se ha evitado esta pestilencia y contagio, y se

espera en la divina misericordia que se preservarán de aquí adelante. Por obviar y remediar

cómo no pase tan gran ofensa de la fe cristiana a esas partes a donde sus pobladores,

nuestros naturales, han dado y dan tan buen ejemplo de su devoción y cristiandad, y los que

nuevamente han venido al conocimiento de la fe se disponen con tanta docilidad a ser

instruidos y enseñados en la doctrina cristiana y se evite tanta nota e infamia de nuestros

súbditos y de su fidelidad y lealtad, y los naturales de ellas no sean pervertidos y apartados

del gremio de la Santa Iglesia Católica Romana con nuevas, falsas y reprobadas doctrinas y

errores de los herejes, el reverendísimo en Cristo padre, cardenal de Sigüenza, presidente de

nuestro Consejo, inquisidor apostólico general en nuestros reinos y señoríos, con el celo

que tiene al servicio de nuestro señor y nuestro, y al ensalzamiento de nuestra santa fe

católica, habiendo procedido en ello mucha deliberación, con acuerdo de los del nuestro

Consejo de la general Inquisición y de otras personas graves del nuestro Consejo, y

consultado con Nos, entendiendo ser muy necesario y conveniente para el aumento y

conservación de nuestra santa fe católica y religión cristiana poner y asentar en esas dichas

provincias el Santo Oficio de la Inquisición, ha ordenado y proveído que así se efectúe y

ponga en ejecución; y acordó por el descargo de nuestra real conciencia y de la suya diputar
135

y nombrar por inquisidores apostólicos contra la herética pravedad en las dichas provincias,

a los venerables el doctor Pedro de Moya de Contreras y licenciado Cristóbal de Cervantes

y los oficiales y ministros necesarios para el uso y ejercicio del Santo Oficio; los cuales son

personas de letras y recta conciencia e idóneas y legales en sus oficios; y nos suplicó les

mandásemos dar favor de nuestro brazo real, según y como conviene al católico príncipe y

celador de la honra de Dios y del beneficio de la república cristiana, para libremente ejercer

el dicho oficio. Y Nos, por lo que toca al servicio de nuestro señor y al aumento de nuestra

santa fe católica, deseando la ampliación y ensalzamiento de la religión cristiana y que las

dichas provincias por Dios a Nos encomendadas mediante el favor divino sean libres y

preservadas de todo error de herejía, y por el mucho amor que tenemos a nuestros naturales

sus pobladores, considerando cuánto conviene en estos tiempos que se va extendiendo esta

contagión <sic> se prevenga a tan gran peligro, y más particularmente en esas dichas

provincias que con tanto cuidado se ha procurado fuesen pobladas de nuestros súbditos y

naturales no sospechosos, de lo cual se espera seguir gran servicio de Dios nuestro señor y

aumento de la santa universal Iglesia y acrecentamiento del culto divino y honor y

beneficio de los pobladores de las dichas provincias. Por todas estas consideraciones,

teniendo este tan santo negocio por el que más principalmente nos toca sobre todos los

otros de nuestra Corona real, lo tuvimos por bien, y nuestra voluntad es que los dichos

inquisidores, oficiales y ministros sean favorecidos y honrados, como la dignidad y calidad

del oficio que les está cometido lo requiere. Por ende mandamos a vos y cualquiera de vos,

que cuando los dichos inquisidores apostólicos fueren con sus oficiales y ministros a hacer

y ejercer en cualquier parte de las dichas provincias el Santo Oficio de la Inquisición,

recibáis y cualquier de vosotros reciba a ellos y a sus ministros y oficiales y personas que

con ellos fueren con la honra y reverencia debida y que es decente y conviene, teniendo
136

consideración al santo ministerio que van a ejercer, y los aposentéis y hagáis aposentar y les

dejéis y permitáis libremente ejercer el dicho su oficio; y siendo por los dichos inquisidores

requeridos, haréis y prestaréis el juramento canónico que se suele y debe prestar en favor

del dicho Santo Oficio; y cada vez que se vos pidiere y para ello fuéredes requeridos y

amonestados, les daréis y haréis dar el auxilio y favor de nuestro brazo real, así para

prender cualesquier herejes y sospechosos en la fe como en otra cualquier cosa tocante y

concerniente al libre ejercicio del dicho Santo Oficio, que por derecho canónico, estilo y

costumbre e instrucciones de él se debe hacer y ejecutar. Otro sí: en todos aquellos que los

dichos inquisidores que ahora son nombrados y diputados y por tiempo fueren, ejerciendo

su oficio relajaren al brazo seglar, ejecutaréis las penas impuestas por derecho contra los

condenados, relapsos y convencidos de herejía y apostasía. Y porque los dichos

inquisidores, oficiales y ministros que ahora son o fueren de aquí adelante puedan más

libremente hacer y ejercer el dicho Santo Oficio, ponemos a ellos y a sus familiares con

todos sus bienes y haciendas so nuestro amparo, salvaguarda y defendimiento real, en tal

manera que ninguno por vía directa y indirecta no sea osado de los perturbar, damnificar, ni

hacer, ni permitir que le sea hecho daño o desaguisado alguno, so las penas en que caen y

incurren los quebrantadores de salvaguarda y seguro de su rey y señor natural. El cual, si

necesario es, mandamos ser publicado y pregonado por los lugares públicos de las

ciudades, villas y lugares de las dichas provincias porque así conviene al servicio de Dios

nuestro señor y a la buena administración de nuestra justicia; y esta es mi voluntad y de lo

contrario nos tendríamos por muy deservidos. Dada en la villa de Madrid, a 16 días del mes

de agosto del año del nacimiento de nuestro salvador de 1560 años <sic, por 1570>. Yo el

rey. Yo Gerónimo de Zurita, secretario de su católica majestad la hice escribir por su


137

mandado. Doctor cardenalis Seguntinus. El licenciado Francisco de Soto Salazar. El

licenciado Juan de Ovando. El Licenciado Hernando de Vega de Fonseca.

Bibliografía recomendada:

Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México. 1571-1700, México, Fondo de Cultura


Económica, 1988, 622 p.
Richard E. Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, Madrid, Porrúa, 1985,
viii-326 p.
________________________________________________________

Informe del doctor Luis de Anguis sobre las diferencias y poca conformidad de
prelados y religiosos.93

En 1560 el rey Felipe II pidió al doctor Anguis (provisor y mano derecha del
arzobispo Montúfar), que le enviase un informe reservado acerca de los ruidosos conflictos
que oponían al clero regular y secular, y que le diese su parecer sobre lo que debía hacerse
para solucionar una pugna cada vez más enconada y que ponía en riesgo el prestigio de la
Iglesia, la buena labor de evangelización y la prevención de las herejías. El informe
subsiguiente acusa a los religiosos regulares de abusar de sus privilegios excepcionales en
la administración de los indígenas (su ácida y burlona descripción de la práctica de los
frailes en los delicados asuntos matrimoniales es un texto “clásico” frecuentemente citado)
pero también arremete contra los obispos (particularmente, contra el michoacano Vasco de
Quiroga), a quienes critica su carácter pleitista y el descuido de sus obligaciones pastorales.
Más allá de las referencias a violencias y escándalos entre religiosos, el escrito de este
“espía” de Felipe II es expresión clara de la preocupación de algunos funcionarios ante el
gran poder de la Iglesia novohispana y el escaso control que en la práctica podían ejercer
los ministros del rey sobre la vida religiosa.

Sacra católica real majestad:

......

La otra ocasión es de ver que los dichos frailes casen y descasen con tanta facilidad,

porque todas las veces que un indio se quiere casar y descasar por mano de un fraile, se

casa y descasa, y aunque no tanto en este arzobispado por írseles más a la mano pero con

mucha frecuencia en los demás obispados. Y diré el abuso que hallé en el obispado de

Michoacán y lo comencé a remediar, y hallé tantos casos que lo dejé al cabo como cosa sin

93
. Fuente: Mariano Cuevas (ed.), Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México,
2a.ed., México, Porrúa, 1975, p. 250-267.
138

remedio; y era que como acaece de Pedro y María, indios que están casados y en faz de la

iglesia94, el uno de ellos se amancebaba con otro, y éste, para descasarse de su mujer y

casarse con quien está amancebado, no tiene necesidad de más de parecer ante el fraile y

decir que cuando se casó con María en faz de la iglesia era primero casado con la otra que

allí lleva. Luego incontinenti95 es creído, y allí de presente, sin más averiguación ni más

información, los descasa y lo torna a casar con la que el indio quiere; y a la que quedó

apartada le busca luego otro marido y la casa. Acaece después que este Pedro que pareció

ante el fraile a descasarse y casarse, al primer enojo que pasa en su casa, torna a parecer

ante el mismo fraile y dice que la relación que hizo primero no fue verdadera y que engañó

en lo que dijo, que pide le tornen a la primera, la cual in plurimun96 se halla ya casada con

otro. Y luego, con la misma facilidad que lo oyó primero lo torna a oír segunda vez, de

manera que viene a armar una maraña de matrimonios que no bastará otro que Dios a

deshacerla, porque se juntan cinco o seis matrimonios hechos todos en faz de la iglesia y

todos fundados en lo que el primero urdió. Y esto es tan común como he dicho a vuestra

majestad, y cada día se hacen y deshacen estos matrimonios, y pasa así porque lo

experimenté y averigüé así en muchos casos. Y al mismo fraile que era un francés,97 que

tenía de ordinario hacerlo así, trabajé por escrito y de palabra de encaminarlo, y no

aproveché nada, porque decía que la conciencia de cada uno se había de creer y que había

de tener por verdad lo que cada uno en su conciencia le decía. Y de ver los absurdos

94
. Ante la Iglesia; dícese especialmente de los matrimonios celebrados de acuerdo a las ceremonias
establecidas.
95
. Inmediatamente, en el acto.
96
. Por lo demás.
97
. Robert Ricard sugirió que se trata de fray Maturino Giberti o Ghiberti, un religioso reconocido
por su gran dominio de la lengua tarasca pero también por su carácter conflictivo: criticó al obispo
Quiroga, se le acusó de tener opiniones sospechosas ded luteranismo y de decir a los indios que los
clérigos eran falsos sacerdotes, por lo cual sólo debían obedecer y reverencia a los mendicantes.
139

grandes que acerca de esto hay, murmúranlo los prelados y los frailes no dejan de querer

defender lo que hacen, y de esta suerte nacen las competencias.

Cuanto a lo que se les imputa a los prelados de que no visitan sus ovejas con muy

gran razón los culpan porque donde tanto número de ovejas y súbditos hay, no visitándolos

sino por milagro, cómo puede dejar de haber notable falta. Obispo hay en esta tierra que de

veinte y tantos años que ha que es prelado en ella, no creo yo que ha residido tres años en

su obispado98, aunque se junte todo el tiempo que en él ha estado, porque según me dicen

siempre ha residido del modo que reside después que ha que le conozco, y sobre todo ansia

grandísima de dilatar sus obispados para tener de que dar mayor cuenta a Dios. Yo acá no

los tengo por seguros, si acaso no les excusa lo que dicen, que <los> frailes los echan de

sus obispados y que formarían conciencia si saliesen de México porque desde aquí resisten

y siguen su justicia. En todo ello he sido de contrario parecer. Ellos aleguen lo que

quisieren, que asaz cumplen con dar noticia de ello a vuestra majestad para que lo remedie,

y más me parece que importa el morirse infinidad de indios sin sacramentos y sin bautismo

que no cuantos pleitos y sentencias pueden ellos seguir y conseguir todos los días de su

vida. Y diésense sacramentos y de los de ellos cual quisiere. A los menos los unos y los

otros tienen obligación a concordarse para que estos miserables no perdiesen grande, que

Dios les hizo con la noticia de su santa fe. Y así bien creo que si el obispo de Michoacán

estuviera en su obispado que no hubiera el escándalo dicho de Tlazazalca99; y que si hubiera

condescendido en algo con los frailes, sin mostrarles tanto rigor, que no hubiera lo que hay;

98
. Parece aludir al michoacano Vasco de Quiroga, quien efectivamente estuvo muchos años ausente
en España y movió largos y enconados pleitos sobre límites con las diócesis de México y
Guadalajara.
99
. La parroquia agustina de Tlazazalca estaba en disputa con el obispo de Michoacán, que quería
dar la administración al clero secular. El pleito llegó a tal grado que un grupo de clérigos invadió la
iglesia y le puso fuego.
140

pero todos dan de cabeza y los unos y los otros se han ya cebado tanto en pleitos, que no se

hallan sin ellos ni sin ir cada día a los estrados y a las audiencias como cosa que se lleva

muy de propósito. Cierto, tendría por muy acertado si los pleitos han de pasar adelante, que

se les diese otro medio y otro lugar para seguirlos y que no se admitiesen en las audiencias

públicas; porque como son pleitos y sobre ellos toman cólera, dicen muchas veces

flaquezas los unos de los otros y descúbrense cosas que no hay para que las sepa el pueblo.

De aquí se han ya acostumbrado tanto a las dichas audiencias que con pleitos y sin ellos no

saben salir de ellas, y concluyo en esto que acá parece peor que lo digo, porque no se

pueden representar del todo los inconvenientes que acá vemos, y que por ocasión de asistir

a estos demonios de pleitos el obispo deja su obispado, y el arzobispado su visita, y los

frailes su coro y su decoro. Pero también se excusan los frailes en esto, porque diciéndoles

yo algunas veces que para qué seguían tanto los pleitos y por qué se inquietaban con ellos,

me han respondido: «no podemos más porque el virrey nos manda que los sigamos.» Y

entre otros me lo respondió así sobre lo de Calimaya 100 fray Francisco de Toral, provincial

de los franciscanos que al presente va <por obispo> electo de Yucatán......

Cuanto a los edificios que hacen y casas de monasterios que toman, pues las que

hay hasta ahora hechas les bastan y sobran, porque si no son algunas, todas las demás

tienen a dos y a tres frailes y muchas están solamente con uno, paréceme que convendría se

mandase a vuestro virrey <Luis de Velasco> que no dé mandamientos para hacer más

edificios ni tomar más casas, porque es tan ordinario cuanto más quieto está todo

remanecer101 los frailes con un mandamiento y luego es la pendencia en las manos y parece

que se abrasa la tierra; y como se quitase de que no se diesen sin primero consultarlo con

100
. Los franciscanos, que reclamaban la administración de Calimaya, enviaron a cientos de indios
armados con flechas para destruir y quemar la iglesia.
101
. Ocurrir u ofrecerse alguna cosa inesperada.
141

vuestra real persona o vuestro Real Consejo de Indias no importunarían a vuestro virrey, ni

él con estudio102 de complacerles se desgraciaría con los prelados. Con proveer estas dos

cosas se provee y remedia mucho, porque casi la discordia de virrey y prelados nace de lo

que acerca de esto provee el dicho virrey y por las licencias y mandamientos que da, por

ventura con buen intento, porque creo que están con él mal acreditados los más de los

clérigos y que le parece que en ampliar estas casas y monasterios de frailes hace servicio a

Dios, y no tiene cuenta con el escándalo que se causa. De estas dos cosas están asidos los

unos y los otros, porque que frailes dispensen o no, que murmuren o no, no es cosa que

quitado lo demás se haría caso de ello.

También convendría dar alguna orden y declaración sobre los casos que acaecen

tocantes al Santo Oficio de Inquisición entre los religiosos, porque acaecen cada día y si

son o no son no se acaba de averiguar aunque lo sean, porque los frailes de todas órdenes se

ayudan de manera que no es parte nadie para castigarles, y por uno se ofrece toda la orden a

la muerte y a decir que perderán la vida sobre ello. Y así, pocos días ha acaeció un caso que

no ha dado poco escándalo en esta ciudad, sobre ciertas proposiciones que el arcediano103

de esta iglesia, Alonso Chico de Molina dijo, las cuales se han bien reñido en pareceres por

los religiosos, haciéndolas unos católicas, y otros formalmente heréticas, hasta venir a decir

unos que morirían y se dejarían quemar por lo que el arcediano dijo; y otros, que se dejarían

quemar por lo contrario. De manera que como acá haya más libertad y estos negocios aun

no estén bien en esta tierra debajo la protección y amparo del Santo Oficio, cada cual seglar

tenían por estas calles la parte que quería con sólo decir que el arcediano y tal fraile o tal

fraile la tuvo. Suplico a vuestra majestad, pues se le envía el proceso, lo mande ver y con la

102
. Con propósito, con intención deliberada.
103
. Dignidad eclesiástica de las iglesias catedrales, siguiente al deán en importancia.
142

brevedad provea lo que acá se deba hacer; porque demasiadamente se han entremetido los

seglares en tener y decir cada uno lo que le parece, demás de que como he dicho, las

religiones están sobre ello en competencia. Y con esta ocasión se me ofrece de suplicar a

vuestra majestad que pues en esos vuestros reinos hay personas tales de calidad y méritos

de quien poder proveer estas iglesias, que vuestra majestad las mande escoger, que sean

conocidas en vida y ejemplo y cristianos viejos y de quien se tenga noticia que merecen la

merced que se les hace, porque acá hay grandísima falta de personas tales. Y para decir a

vuestra majestad sinceramente la verdad, si al presente se ofreciese necesidad de que el

cabildo de esta santa iglesia hubiese de gobernar en alguna sede vacante 104, yo no sé en qué

pararía esta iglesia, porque aun con irles a la mano no llevan medio las niñerías que

pretenden cada día introducir en disminución de su coro y de su oficio y del culto divino.

No sé si en parte tienen la culpa de esto los prelados como al contrario en otras cosas la

tienen, porque en las de poco momento muestran todo rigor y ánimo; y en las que importan

y son de peso, remisión y pusilanimidad. De aquí no es parte el provisor 105 a hacer su oficio

como debe.

La otra ocasión es de castigar los frailes a los indios idólatras o que caen en alguna

herejía, y lo mismo a los frailes de sus órdenes que se hallan culpados de ella, excusando

cuanto pueden que estos negocios no vengan a mano de los prelados; y así ha habido

algunos casos entre ellos bien graves que <no> se los han castigado o disimulado, y en

especial entre indios lo han hecho, excediendo y acortando el castigo, sin discernir negocio

ni persona. De lo cual blasfeman los dichos prelados y dicen ser negocios reservados, así es

que los dichos frailes no pueden entremeterse directa ni indirectamente. Y cierto, en los
104
. El periodo que transcurría entre el fallecimiento o remoción de un obispo y el arribo de su
sucesor; en estas circunstancias gobernaba el obispado el cabildo catedralicio.
105
. Jueces a cargo de todas las causas judiciales que caían dentro de una jurisdicción episcopal.
143

castigos que los frailes han hecho en cualesquiera negocios ha habido gran desproporción

porque lo poco han castigado por mucho, y lo mucho por poco, exagerando y disminuyendo

los delitos sin discreción.

De lo tocante a hacer edificios y casas de monasterios han sucedido mayores

escándalos que de ninguna otra cosa, en especial en este arzobispado y en el obispado de

Michoacán. Muchas veces han venido a las manos frailes y prelados, los unos por ocupar

más tierra y los otros por echarlos de ella. Los frailes dicen que pueden edificar doquiera

que escogieren, y así lo hacen de hecho o de derecho, fundados en los privilegios que dicen

tener. Los prelados les resisten diciendo que so color de sus privilegios tiene abarcada toda

la tierra y que no lo hacen por aprovechar sino por ser poderosos y por mandarlo todo,

altercando de suerte que con ello tienen los unos y los otros escandalizada toda la tierra. Y

ya a vuestra majestad constará lo que pasaron sobre lo de Calimaya y qué padecieron allí

los pobres indios, que de miserables y de no saberse valer vienen al cabo a pagarlo ellos

todo. Costóles a los tristes la discordia ajena de frailes y prelados hartos azotes y

coscorrones, y en venir y volver a México unos descalabrados y otros desollados; y si fue

verdadera la información que el arzobispo hizo entre ellos, constó por ella haber aun

costado la vida y otros cuatro o cinco haber llegado a punto de muerte. De esto aunque lo vi

por información, no daré entera fe pero puédola dar de muchos que vi venir descalabrados,

y tales que me pusieron lástima; y no doy del todo crédito a la dicha información porque a

cuantos con indios se hacen no hay por qué darles más crédito que si fuesen hechas con

niños que no disciernen si han de decir sí o no. Y así, lo suplico a vuestra majestad, a las

que de acá fueren hechas con indios dé el crédito que merecen, porque como los pobrecitos

son tan ambiciosos y tan inconstantes, cualquier cosa dicen por la parte que sienten que los

ha de favorecer y así se harán entre ellos cuantas informaciones quisieren, pro y contra,
144

porque está en mano de cada uno pintarles a su placer, que no faltarán en su dicho del modo

que los impusieren; y plega a Dios que españoles acá no hayan tomado la misma

costumbre, que en verdad estoy por decir que casi se hace lo mismo entre ellos. Y asimismo

constará a vuestra majestad lo que en el obispado de Michoacán han pasado los padres

agustinos con los clérigos de aquella provincia, sobre cuál o cuáles habían de quedar en el

pueblo de Tlazazalca, y cómo vinieron a tanto rencor los unos con los otros que amaneció

quemada la casa de los frailes, y estuvo en poco que no se ardieran media docena de frailes

de los que habían acudido a defender la casa. Y pues que hubo fuego y peligro de las vidas,

mire vuestra majestad cuales andaban y en qué términos los negocios. Sobre haberse

pretendido tanto salir con su interés, cada una de las partes, tres años ha que pretendían el

dicho pueblo; y medio mal si se acabara, pero hoy día me certifican que hay desafíos entre

ellos, llevando el negocio como si fuera entre soldados. Y al cabo es el mal que estas

puñadas nunca se dan por estar donde más necesidad hay y donde más se pueda aprovechar

a estos tristes naturales, sino donde a ellos mejor les está y donde mejor provisión y más

regalos hay. Esta es la causa más principal y que más ha atizado los negocios de acá y lo

que los prelados muestran que no pueden sufrir.

Y no dejaré de avisar a vuestra majestad parte de los excesos que acá hay en los

edificios y cuán demasiadamente los hacen suntuosos, donde ni Dios ni vuestra majestad ni

los hombres de acá se sirven ni aprovecha de ello. Hay edificio en Michoacán, hecho por

los padres agustinos, que certifican maestros de cantería que no se hiciera con sesenta mil

ducados si por dinero se hubiera de hacer; y para un pueblo de indios vea vuestra majestad

qué necesidad hay de cosa tan costosa y que los pobres indios la hacen con su sudor y

fatiga, teniéndolos allí ocupados haciendo y deshaciendo muchas veces una cosa,

pudiéndose ellos pasar con una casa honesta que a lo más les llegase a tres o cuatro mil
145

pesos y aun era para ellos mucho. Yo vine espantado de algunas casas que vi de religiosos,

y hallándome en algunas de ellas, soberbias y fuertes y diciendo que de qué servía tanta

casa pues había tan pocos frailes que serían hasta dos y en muchas no más de uno, me

respondían que las hacían así porque cuando fuese menester sirviesen a vuestra majestad de

fortaleza. Y sin las dichas hay dos obras que se hacen a costa de vuestra majestad que

hubieran sido bien excusadas, y no sé qué conciencia han gastado y gastan en ellas vuestra

Real Hacienda en tanta cantidad, porque los gastos de ellas a nadie aprovechan y esta

ciudad y aun la Nueva España tiene que murmurar y que reír. Y son la casa de San Agustín

de esta ciudad <de México> y la iglesia catedral de Michoacán que se hace en Pátzcuaro.

La casa de estos frailes agustinos se viene toda al suelo y toda porfían a hacerla con la Real

Hacienda, sobre haberse en ella gastado una infinidad de dinero. Va tanta casa que ni ellos

la han menester ni la casa a ellos, porque demás de caérseles cada día, y que no lleva

fundamento, va como he dicho tan soberbia que basta para los de acá y los de allá si en ella

se pusiesen juntos; de que la Nueva España tenía muy poca necesidad, atento lo que en ella

deben los religiosos de pretender. Lo mismo digo de la iglesia de Pátzcuaro, con otra

imaginación que no lleva pies ni cabeza y que nunca en la vida de los hombres se acabará

ni al cabo sirve de cosa, ni hay para que vuestra majestad le gasten cada un año en ella tanta

millarada de pesos para efectos de tres o cuatro españoles vecinos que allí hay y para indios

que cualquiera cosa humilde les está mejor. Y Dios sabe del modo que los pobres indios

con estos edificios son vejados y cuantos so color de ellos los roban. Más en particular

pudiera referir excesos de estos que no son conformes a lo que acá se requiere y aun de

cosas otras que no escandalizan poco; pero debajo de esto las pasaré siquiera por no dar

sospecha que salgo del celo que he propuesto. De estos excesos y obras blasfeman los

prelados y no pueden sufrir que los frailes que habían de estar pobres se muestren tan
146

suntuosos y poderosos y ellos, que a su parecer habían de ser ricos, estén tan pobres y de

ellos perseguidos. De aquí viene que los unos por defender su poder y los otros por

derribarlo y deshacerlo vienen a las puñadas. Los prelados de acá se engañan mucho con

poner delante y por ejemplo los prelados de esos vuestros reinos y las rentas que tienen,

porque se persuaden que así habían acá de descansar y gozar al respecto de los de allá. Pero

viendo que los que ellos habían de poseer está en manos y poder de los frailes, suspiran y

les llega a lo íntimo del corazón. Por este tenor van las cosas de los dichos frailes y que en

las demás se hallará lo mismo que he dicho, aunque como he dicho a vuestra majestad

muchos hay de ellos celosos que se ejercitan cristianamente con provecho y sin ruido de

nadie, cuya perfección no se menoscaba por decir de los demás díscolos que tienen

necesidad de reformación y en especial a vuestra majestad, a quien incumbe saber y

entender la manera de vivir de cada estado.

No se remedia nada lo susodicho con lo que de parte de vuestro virrey se puede

decir acerca de esto, porque dejado que en todo es de creer que pretende hacer su oficio

como cristiano y de servir a vuestra majestad como es obligado y que así por lo que con él

he comunicado como de lo que de él he oído y visto, en todo parece su deseo enteramente

bueno; pero paréceme que la licencia y crédito demasiado que a frailes ha mostrado ha

dado en mucha parte causa a los desasosiegos y escándalos sucedidos de parte de los frailes

y que me parece que si él hubiera tratado los negocios de por medio de suerte que

entendieran los frailes que no tenían más parte en él que el arzobispo ni obispos, todo

estuviera remediado o no hubiera habido necesidad de poner remedio, y de esto no dude

vuestra majestad porque en este negocio es la misma verdad y es así en hecho de ella. Pero

porque no es justo que acerca de esto yo desmenuce negocios tocando a personas que

vuestra majestad tiene en su lugar y a quien fuera de esto le deseo que vuestra majestad le
147

haga mercedes con todo acrecentamiento, baste decir que tengo por averiguado que su calor

ha podido mucho para traer los negocios al estado y punto en que están. Y no quiero en ello

tampoco disculpar al arzobispo y obispos porque de su parte no me parece que buscan

mucha la concordia; y a las veces intiman cosas de poca importancia y se tiene

demasiadamente por agraviados. Hasta hoy vi hablarse prelados y virrey que no fuesen

contrapunteándose los unos a los otros, como si tuvieren ponzoña en el cuerpo, captantes se

in sermone106 sobre cosas como he dicho muchas veces, que no pesan ni importan un

cabello; lo cual no había necesidad de significarlo aquí pues por las cartas que ellos

escriben tendrá vuestra majestad entendido la amistad que tienen entre sí. Y creo que su

intento es dar a entender a vuestra majestad que al uno o al otro haga mercedes en otra

parte, y para esto sé que carga bien la mano el uno contra el otro, y ninguno de ellos, por

ningunas palabras que escriba, puede significarlo a vuestra majestad tan enteramente como

lo desea. De esta licencia larga verdaderamente nace todo el mal, y lo que peor es, que

como los clérigos han sentido lo mismo que los frailes, comienzan ya a ir por el mismo

camino de desacatos y descomedimientos, y hay en cosas que aprovecha tanto haber

prelado como no haberlo.

Contra los prelados toma ocasión vuestro virrey porque los nota de codiciosos,

amigos de intereses, que son pleitistas y que desfavorecen los frailes y que no los quiere

ordenar cuando ellos quieren, de lo cual sólo diré lo que hace al propósito sobre sus

competencias. Es verdad que demasiadamente se oponen a todo cuanto los frailes hacen; y

que como tienen entendido que los frailes murmuran de ellos y estudian por darles por

todas vías disgusto y acedía107, se quieren pagar y de hecho se pagan en la misma moneda.

106
. "Haciéndose objeto de murmuraciones".
. Ponerse agria o avinagrada una cosa; metafóricamente, disgusto, desazón.
107
148

Vuestro virrey dice que el arzobispo no muestra amor a sus ovejas y que es desabrido, en

especial con sus clérigos, cosa es en que se pagan el uno al otro, porque lo mismo dice de él

el arzobispo......

Con tanto nuestro señor guarde y ensalce la vida y real persona de vuestra majestad

por muchos y muy felices tiempos, como los vasallos de vuestra majestad lo deseamos. De

México, a 20 de febrero de 1561.

Sacra católica real majestad. Menor siervo y capellán de vuestra majestad que sus

reales pies y manos besa. Doctor Anguis.

Bibliografía recomendada:

Alberto de la Hera, Iglesia y Corona en América española, Bilbao, MAPFRE, 1992, 514 p.
Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Económica,
1986, 494 p.
John Francis Schwaller, The Church and Clergy in Sixteenth Century Mexico,
Albuquerque, University of New Mexico Press, 1987, xvi-264 p.
________________________________________________________

Auto de la Audiencia Real manteniendo la prohibición a los religiosos de San


Francisco, Santo Domingo y San Agustín, de azotar, trasquilar y prender indios; y, en
cambio, ratificando sus privilegios respecto de las informaciones matrimoniales.108

La evangelización y la administración parroquial de los conversos indígenas de la


Nueva España fue confiada inicialmente a las órdenes mendicantes, que tenían los
misioneros, la organización y el entusiasmo apostólico necesario para esta gigantesca y
ardua tarea. Esta situación era inusual dentro de la estructura habitual de la Iglesia, dado
que la administración parroquial como norma general estaba confiada al clero secular. Para
resolver esta irregularidad, el papa emitió una serie de bulas que concedían privilegios
excepcionales a las órdenes establecidas en las Indias. A corto plazo, estos privilegios
causaron quejas sobre los castigos que infligían los misioneros a los indígenas, la excesiva
autoridad que adoptaban en asuntos pertenecientes al derecho canónico –particularmente, el
espinoso asunto de convertir las uniones conyugales indígenas en matrimonios cristianos- y
su virtual desconocimiento de la autoridad episcopal. Los funcionarios virreinales fueron
poco a poco limando las principales asperezas, pero el problema de fondo de la confusión

108
.Fuente: Alberto María Carreño, Un desconocido cedulario del siglo XVI, México, Eds. Victoria,
1945, p. 234-235.
149

de funciones y jurisdicciones no se resolvió sino hasta la secularización de las parroquias


administradas por los regulares, a fines del siglo XVIII.

Auto. En la ciudad de México, tres días del mes de agosto de 1573 años, los señores

presidente y oidores de la Audiencia Real de la Nueva España, habiendo visto esta petición

de suplicación presentada por los religiosos de la orden de San Francisco de esta Nueva

España, por la cual piden se revoquen dos provisiones reales que fueron libradas a

pedimento del deán y cabildo de la iglesia catedral de esta ciudad de México, la una para

que se guarde y cumpla una cédula real de su Majestad en que manda que los religiosos de

las tres órdenes de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín no azoten, trasquilen ni

prendan a los indios ni tengan cárceles ni cepos para ellos, y otra en que se manda guardar

otra cédula de su majestad para que los dichos religiosos no conozcan de causas

matrimoniales, cuyas datas son a catorce y veinticinco de febrero de este presente año, y

piden por las causas que alegan se repongan y revoquen, dijeron que sin embargo de la

suplicación de los dichos religiosos, mandaban y mandaron se guarde la una de las dichas

provisiones donde se les prohíbe no azoten, trasquilen ni prendan los dichos indios, que es

la que se libró el dicho día catorce de febrero, y revocaron, anularon y dieron por ninguna y

de ningún valor y efecto la otra provisión de veinte y cinco de febrero en que se les

prohibió el conocimiento de las dichas causas matrimoniales, para que no valga ni se use de

ella, y mandaban y mandaron que en lo susodicho no se haga novedad, ni se les ponga

impedimento conforme a lo mandado por su majestad por otra cédula dada en Valladolid en

treinta de marzo de 1557; la cual, y las demás cédulas que tienen presentadas se guarden y

cumplan con ellos en lo tocante a la guarda y observancia de sus privilegios y exenciones,

para que en ello no se les ponga contradicción ni embargo; de lo cual se les dé provisión

real, insertas las dichas cédulas. Y así lo mandaron asentar por auto.
150

Bibliografía recomendada:

Alberto de la Hera, Iglesia y Corona en América española, Bilbao, MAPFRE, 1992, 514 p.
Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Económica,
1986, 494 p.
________________________________________________________-

Consulta del Consejo de Indias sobre que los indios y los mestizos puedan ascender a
la dignidad del sacerdocio y las demás eclesiásticas.109

El I Concilio Mexicano (1555), en el contexto de la nueva preocupación por la


ortodoxia y la desconfianza hacia las novedades, prohibió la consagración de indígenas*y
bloqueó, de esa manera, la posible formación de un clero nativo.
La real cédula de 1696 abrió la puerta al ingreso del clero indígena, y efectivamente
en años posteriores puede apreciarse la existencia de un limitado número de clérigos
indígenas, proveniente del grupo de los “caciques y principales”.Los indígenas, sin
embargo, no lograron acceder a las más restrictivas órdenes regulares; a lo sumo, en el siglo
XVI hubo algunos que fueron aceptados como “donados” de los conventos y realizaban una
vida monacal como si fueran frailes, pero sin tomar las órdenes.
Robert Ricard, en su libro clásico sobre el tema de la evangelización, argumentó que
la inexistencia de un clero nativo dejó al catolicismo como una religión extraña a los
nuevos conversos indígenas, con negativas consecuencias para la aceptación de la fe y
preservación de la ortodoxia.

Madrid, 19 de diciembre de 1696.

En cumplimiento de lo que vuestra majestad se sirvió mandar en decreto de 25 de

abril del año pasado de 1692 se vio en el Consejo en 28 del mismo mes y año el memorial

que puso en las reales manos de vuestra majestad don Juan Núñez Vela, presbítero

racionero de la catedral en la ciudad de Arequipa, mestizo descendiente de indios gentiles,

primitivos cristianos del reino del Perú, en que en nombre y voz de todos los indios y

mestizos de la América expresa dilatadamente los motivos y circunstancias que concurren

para que no sea estorbo, obstáculo ni óbice la limpísima y noble sangre de los indios, para

obtener dignidades eclesiásticas hasta la del obispado, ni para ponerse hábitos de las tres

109
. Fuente: Richard Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispano América. 1493-1810, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1962,
vol.3, tomo 2, p. 64-66.
151

órdenes militares de Castilla, ni se les estorbe a los que tienen sangre de aquellos gentiles a

entrar en colegios, iglesias, cátedras, universidades, capellanías110, puestos militares y todo

cuanto sea del servicio de vuestra majestad y en que pueda pedirse limpieza de sangre111

para su ingreso; y suplicó se sirviese vuestra majestad de mandar establecer ley inviolable,

en que se declare lo referido y observe inviolablemente, despachándose para su ejecución

las cédulas que fueren convenientes.

Y habiéndose juntado con este memorial todas las órdenes que están dadas a favor

de los indios y remitidos a don Lope de Sierra, de este Consejo, para que con vista de todo

y como quien ha servido en plazas y puestos preeminentes de la Nueva España dijese por

escrito su sentir, y después pasasen estos papeles al fiscal del Consejo, discurrieron uno y

otro muy práctica y especulativamente sobre la instancia de esta parte, órdenes dadas por

vuestra majestad, lo que previenen las leyes de la Recopilación de las Indias y lo que en la

materia tratan diferentes autores, buenos efectos que pueden esperarse de honrar vuestra

majestad y favorecer a los indios y consuelo con que éstos se alentarán a merecer en el real

servicio de vuestra majestad y que con más facilidad vengan a él y reduzcan a nuestra santa

fe los que hasta ahora no conocen uno ni otro.

El Consejo ha hecho ahora sobre todo la atenta reflexión correspondiente a este

negocio y reconociendo que las órdenes dadas y leyes de aquellos reinos comprehenden

cuanto solicita este sacerdote en nombre de los indios, pero que el no uso de ellas puede

haber sido la causa que ha tenido para pretender por todos aquellos naturales se haga la ley

que insinúa, y siendo conveniente el que los indios reconozcan la particular inspección con

110
. La capellanía era el derecho vitalicio a una renta anual que recibía un clérigo, proveniente de
una obligación sobre ciertos bienes inmuebles establecida por el fundador. Implicaba la obligación
perpetua de celebrar ciertas misas.
111
. Requisito establecido para ciertos cargos y dignidades, que obligaba al solicitante a probar que
sus padres y abuelos no habían sido musulmanes, judíos o procesados por la Inquisición.
152

que vuestra majestad está atendiendo al consuelo de aquellos vasallos, parece al Consejo se

haga despacho resumiendo en él así lo prevenido en las leyes 6 y 7, título 7 del libro 1 de la

Recopilación de Indias a favor de sus naturales como las demás órdenes dadas a fin de que

se pongan escuelas en que se les enseñe la lengua española, para que puedan tener oficios

de república y que en el Colegio Seminario de México y los demás que se fundaren en las

Indias se destine la cuarta parte de las becas de que se compusieren para los hijos de los

caciques, y diciendo que deseando vuestra majestad la más puntual observancia de ellas, lo

encarga y manda vuestra majestad por este despacho, previniendo al mismo tiempo y

declarando de nuevo que vuestra majestad atenderá y premiará siempre a los descendientes

de indios gentiles de unos y otros reinos de las Indias, consolándolos con su real amparo y

superior patrocinio por medio de los prelados eclesiásticos y demás ministros del santo

evangelio, virreyes, audiencias y gobernadores de todas las ciudades, villas y lugares de

aquellos reinos, para que los aconsejen, gobiernen y encaminen al bien principal del

conocimiento de nuestra santa fe católica, su observancia y vida política y a que se apliquen

para emplearse en el servicio de vuestra majestad y gozar las remuneraciones que en él

correspondiere al mérito y calidad de cada uno según y como los demás vasallos de vuestra

majestad en sus dilatados dominios de la Europa, con quienes han de ser iguales en el todo

los de una y otra América. Y que para que desde luego tengan uso las órdenes de vuestra

majestad y leyes de aquellos reinos que hablan en razón de todo lo referido, se continúe su

cumplimiento y se le dé a este nuevo despacho que ha de ser sobrecarta112 de las leyes

citadas y órdenes anteriores; quiere vuestra majestad y por ésta da licencia a cualesquiera

de los vasallos de los reinos de las Indias que hallándose con méritos de calidad en su

112
. Decíase de las disposiciones que mandaban cumplir un mandamiento anterior que por alguna
razón no había sido ejecutado.
153

persona por su descendencia en reverencia y servicio de la santa Iglesia, ocasiones en que le

hayan solicitado y también el de vuestra majestad en cualquier manera lo representen y

justifiquen ante los virreyes, audiencias y gobernadores según las distancia más inmediata y

de fácil recurso para cada uno, a fin de que los virreyes y gobernadores den cuenta a vuestra

majestad como por esta orden se lo encarga y manda, y juntamente se ruega a los

arzobispos y obispos de las representaciones referidas, enviando por este Consejo los

papeles que con ellas se presentaren, para que poniendo todo lo que constare de ellos en la

consideración de vuestra majestad, lo remunere con las honras de lustre, empleos y

conveniencias con que premia y favorece a los vasallos de los reinos de las Españas, sin

que para ello obste a los de las Indias la descendencia de la gentilidad. Y para que aquellos

naturales se hallen desde luego con el consuelo que la benignidad de vuestra majestad les

franquea, y puedan también solicitar y pretender los honores y beneficios ofrecidos a sus

méritos, estando justificados, se envíe este despacho a los virreyes, arzobispos y obispos,

audiencias y gobernadores de las Indias, mandando que cada uno de ellos en su distrito y

jurisdicción de su gobierno le hagan publicar y den cuenta de haberlo ejecutado. Vuestra

majestad resolverá lo que más convenga.

Resolución del rey: Como parece.

Bibliografía recomendada:

Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Económica,


1986, 494 p.
José A. Llaguno, La personalidad jurídica del indio y el I Concilio Provincial Mexicano
(1555), 2a. ed., México, Porrúa, 1983, xxvi-326 p.
________________________________________________________-
154

Nombramiento y funciones de un cura párroco en Nueva Galicia113

Los curas párrocos y doctrineros (un término reservado para los párrocos de pueblos
de indios) tuvieron un papel fundamental en la organización y evolución de la sociedad
novohispana. Como guías espirituales disponían de la predicación y la confesión; eran los
necesarios intermediarios en bautizos, matrimonios y velaciones; en los archivos de los
curatos se hallaban los documentos que acreditaban la genealogía y “calidad” estamental de
los feligreses; como directores de las cofradías, proporcionaban formas de devoción y
sociabilidad a todos sus feligreses. Los párrocos, además, tenían facultades judiciales en
asuntos familiares (como los amancebamientos y “palabras de matrimonio” no cumplidas),
de orden público (por ejemplo, procurando que los conflictos en la comunidad no derivaran
en escándalos y se resolvieran, en lo posible, mediante una conciliación), eran consejeros
informales de los ayuntamientos españoles y cabildos indígenas y actuaban frecuentemente
como representantes de la comunidad ante las autoridades virreinales. Aunque no todos los
párrocos eran igualmente respetados y en ocasiones había quejas en su contra, la figura
como tal del cura párroco fue grandemente reverenciada. La ofensiva regalista contra la
Iglesia a fines de siglo XVIII a la vez debilitó un fundamental elemento del orden público y
generó resentimientos que se apreciarían plenamente en la participación de muchos
párrocos en la revolución de 1810

Nos el deán y cabildo de este obispado de <Nueva> Galicia, juez administrador en

los pueblos y templos, acatando la suficiencia y buena conciencia de vos el muy reverendo

bachiller Juan de Rivas, de cuya diligencia y buen ejemplo tenemos en el Señor entera

confianza que bien y fielmente haréis y ejerceréis lo que por Nos vos fuere mandado y

encargado, es nuestra voluntad de os nombrar y por la presente vos nombramos por cura y

vicario en las minas de los Zacatecas, en el real donde suelen residir lo vicarios, donde

estaba y residía por vicario el padre Alvaro Gutiérrez, para que en ellas podáis decir y

digáis misa, y administrar y administréis los santos sacramentos de penitencia, bautismo,

matrimonios, y de eucaristía y extremaunción, y todo lo demás a ello anexo y perteneciente,

a todos los españoles e indios y negros, maestre <sic> feligreses, y los podáis absolver y

absolváis de todos los pecados, crímenes y excesos que a vos se confesaren, excepto de los

casos que conforme a derecho Nos son reservados y reservaremos.

. Fuente: José Enciso Contreras, (ed.), Cedulario de Zacatecas, 1554-1596, Aguascalientes, H.


113

Ayuntamiento de Zacatecas – Universidad Autónoma de Zacatecas, 1998, p. 86,87.


155

Otrosí, vos damos poder y facultad para que en las dichas minas y vuestra

jurisdicción de ellas podáis proceder y procedáis como tal juez y vicario nuestro contra

todos los blasfemos, perjuros, amancebados, alcahuetes, y contra todos aquellos que

incurriesen en cualquier de los casos y cosas que de derecho se pueden y deben conocer y

pertenecer a la jurisdicción eclesiástica y a Nos, excepto en los casos de herejía y apostasía

y en lo demás que a Nos tenemos reservados, porque es nuestra voluntad que hechas las

informaciones las enviéis ante Nos y con todo secreto, para que proveamos lo que más

convenga al servicio de Dios nuestro señor, prendiendo los cuerpos a los culpados; y siendo

necesario auxilio de la real justicia lo podáis pedir y demandar conforme a derecho, el cual

encargamos que se os dé; y las demás causas podáis dar y determinar como tal juez y

vicario vuestra sentencia o sentencias conforme a derecho, guardando en todo justicia a las

partes de manera que no tengan causa ni razón de se nos venir a quejar.

Y otrosí, os damos poder y facultad para que podáis discernir y discernáis vuestras

cartas y censuras, así sobre cosas hurtadas como en los demás casos y cosas que en las

dichas minas sucedieren inter114 se han de se discernir, las cuales y cada una de ellas

mandamos que sean obedecidas, cumplidas y ejecutadas, como cartas y censuras de

nuestros vicarios.

Y mandamos, en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor a todos

los vecinos y moradores, estantes y habitantes de las dichas minas, que os hayan y

obedezcan por tal nuestro cura y vicario, y que os acusan y hagan acudir con todos los

derechos y salarios y obvenciones a la dicha vicaría tocantes y pertenecientes, sin que os

falte cosa alguna; en fe de lo cual mandamos dar y damos la presente provisión, firmada del

nuestro secretario; la cual mandamos que valga por un año y menos o lo que nuestra

114
. Mientras.
156

voluntad fuere. Dada en Guadalajara, a diez y siete días del mes de octubre de 1560 años.

El deán de Galicia, el canónigo115 Rincón, el canónigo Urista. Por mandado de los señores

de su cabildo, Alonso de la Vera. Corre desde primero de noviembre de 1560 años.

Obras recomendadas:

William Taylor, Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el México del


siglo XVIII, Zamora, El Colegio de Michoacán – Secretaría de Gobernación – El Colegio
de México, 1999, 2 v.
Carrillo Cázares, Alberto, Michoacán en el otoño del siglo XVII, Zamora, El
Colegio de Michoacán-Gobierno del Estado, 1993, 520 p., mapas, ils.
John Francis Schwaller, The Church and Clergy in Sixteenth Century Mexico,
Albuquerque, University of New Mexico Press, 1987, xvi-264 p.
________________________________________________________

Constituciones de la cofradía de nuestra señora del Tránsito, San Juan Bautista de


Xichú.116

Las cofradías eran organizaciones con fines piadosos, compuestas usualmente de


laicos aunque en ocasiones asimismo por religiosos. El propósito explícito era la promoción
de las virtudes cristianas y fomentar el culto de un santo, una virgen u otra figura a la cual
se daba devoción en su altar y en su fiesta.
Las cofradías fueron enormemente populares, y en su conjunto formaron un tejido
que incluía a todas los grupos étnicos y sociales. La razón, probablemente, estriba en que
además de sus funciones propiamente religiosas las cofradías servían para otros fines: los
artesanos encontraban en ellas un medio para establecer un sistema de asistencia social; los
negros y mulatos hallaban una respetabilidad que les era negada en otros contextos; los
indígenas veían en estas asociaciones una forma de reforzar y preservar su estructura
comunitaria. Incluso grupos de la elite, como los comerciantes vascos, recurrían a las
cofradías como una forma de promover su identidad particular. La iglesia, por su lado, las
estimulaba porque además de contribuir al esplendor del culto, proporcionaban una parte
muchas veces fundamental del llamado “pie de altar”, esto es, los ingresos de los curas
párrocos.
Los indígenas preferían que sus asociaciones se mantuvieran como “hermandades”
informales, que por esta razón no podían ser bien vigiladas por los curas párrocos. La
Iglesia, como puede verse en el siguiente texto, tendió a actuar para convertir estas
hermandades en cofradías reglamentadas.

115
.. Eclesiástico adscrito a una iglesia catedral, y que disfrutaba el beneficio de una canonjía o
prebenda.
116
. Fuente: Archivo Histórico de San Juan Bautista de Xichú de Indios, cofradía de Nuestra Señora
del Tránsito, vol.1, 1-10.
157

Puede apreciarse asimismo que estas corporaciones contaban con bienes que, en
algunos casos, podían llegar a ser considerables y tener una incidencia mayor en la
economía regional.
Las "constituciones" aquí propuestas fueron aprobadas, con la adición de que el
mayordomo presentaría fianzas por el ganado a su cargo, que los cofrades contribuirían con
dos reales al momento de su ingreso, y que todos los hermanos darían un "jornalillo" de
medio real mensual para los fondos comunes.

En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas

distintas y un solo Dios verdadero y de la siempre virgen María, señora nuestra, concebida

sin mancha de pecado original a cuyo honor y reverencia sea lo que aquí va expresado. Yo

el gobernador don Rafael Ramírez de este pueblo de San Juan Bautista de Xichú,

habiéndome notificado el señor juez eclesiástico de este partido y el demás común para que

compareciéramos en la ciudad de México ante vuestra señoría y confirmar dicha

hermandad en cofradía. Y siendo preciso el que tenga constituciones por donde se dirijan y

gobiernen todos juntos, ordenamos lo siguiente:

1a. Primeramente ordenamos que todos los años cuando se hacen las demás

elecciones de las demás cofradías, cuando ocurre el señor juez a ellas se hayan de juntar

todos los principales y elegir un mayordomo, rector y diputados para el gobierno de esta

cofradía; y han de votar en ella el común y principales de dicho pueblo con asistencia del

señor juez eclesiástico que es o fuere del partido.

2a. Item, que el mayordomo que fuere elegido ha de ser de los principales y de toda

satisfacción, y que dicho mayordomo de dicha cofradía ha de pagar cada dos meses dos

pesos al padre cura ministro para que se cante una misa en dicho pueblo para los hermanos

vivos y difuntos.

3a. Item, que el mayordomo conserve del libro donde asiente el recibo y gastos de

dicha cofradía.
158

4a. Item, que se haga un aniversario en el mes de noviembre por los hermanos

difuntos con misa cantada y vigilia y esté obligado el mayordomo a dar al padre ministro

tres pesos.

5a. Item, por cada cofrade que muriere se rece una misa por la limosna de cinco

reales y esté obligado el mayordomo a pagarlos al padre que la dijere.

6a. Item, ordenamos que se cante una misa con vísperas y sermón y que sea el día

trece de agosto y esté obligado el mayordomo a pagarle al padre cura ministro seis pesos.

7a. Item, que en la semana santa el día martes santo se cante una misa y a la tarde

que haya sermón y procesión como antes se ha hecho en este pueblo, y esté obligado el

mayordomo a pagar al padre ministro siete pesos.

8a. Item, ordenamos que ningún mayordomo sea osado a vender ningún ganado de

vientre, solo lo infructible, pena de que cualquier mayordomo que tal hiciere esté obligado

a volver de sus bienes y pagar vientre que sacare; antes si esté obligado dicho mayordomo

que lo que sobrare de sus gastos en reales compre más ganado de vientre para que así vaya

en aumento y no desfallezca dicha cofradía.

9a. Item, ordenamos que las cabras se cuiden con todo esmero.

A las cuales constituciones nos obligamos para el gobierno, sin que ninguno pueda

añadir ni quitar de ellas ni una tilde. Y pedimos y suplicamos a dicho señor provisor se

sirva de aprobarlas y mandar que por su tenor y forma se rija y gobierne en lo de adelante,

como también el que se pongan fiel y legalmente en el libro que ha de tener para que en

todo tiempo conste y se lea todas las veces que nos juntaremos a la elección para que se

observen y guarden con la pena o penas que vuestra señoría nos impusiere para su mayor

observancia, y lo firmamos los que supimos en este pueblo de San Juan Bautista de Xichú,

veinte y ocho días del mes de septiembre de este año de 1742. Don Rafael Ramírez,
159

gobernador. Matheo José Gutiérrez. Pascual González. Don Juan de Santiago. Don Agustín

Pedro de los Reyes y Prado. Don Baltasar Ramírez. Juan Ramírez Chamorro. Don Diego

Ramírez. Don Francisco Xavier García. Angel Francisco López. Por mí y por los que no

saben <firmar>, Angel Juan Antonio Ortiz, escribano.

<Inventario de bienes:>

Cabras de vientre, 247. Chivatos padres, 25. Chivatos primales, 97.

Chivas de arredro, 89. Chivos de arredro, 87. Cabritos de puntas, 41.

Corderos de punta, 5. Ovejas de vientre, 73. Carneros padres, 4.

Primales, 11. Borregas de arredro, 14. Borregos de arredro, 18.

Más dos machos aparejados, con lazo y reata.

Bibliografía recomendada:

Chance, John K. y William B. Taylor, “Cofradías and Cargos: an Historical Perspective on


the Mesoamerican Civil Religious Hierarchy”, en American Ethnologist, no.12, 1,
1985.
Pilar Martínez, Gisela von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz, Cofradías, capellanías y
obras pías en la América colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1998, 280 p.
__________________________________________________________

Memorial y estado actual de las misiones de la Pimería Alta y Baja.117

Las misiones dominaron el horizonte de la frontera norte durante casi dos siglos;
organizaron a la población indígena, sometieron a sus reglas a los colonos españoles,
dominaron la economía regional mediante los sembradíos, hatos ganaderos y el control de
la fuerza de trabajo y tuvieron un papel muy importante en la defensa contra las incursiones
de grupos no sometidos.
El éxito de las misiones fue desigual; en general, los misioneros tuvieron mayores
dificultades cuando se trataba de reducir a grupos que tenían una tradición seminomádica,
como los seris y californios. Los religiosos llevaban a cabo un programa de transformación
cultural que implicaba erradicar las “idolatrías” y a los “hechiceros”, obligar al
cumplimiento de los preceptos cristianos, prohibir la poligamia y someter al indígena a una

. Fuente: AGN, Misiones, vol. 14, f. 13-19vol. Publicado íntegramente en Boletín del Archivo
117

General de la Nación, vol. 9, no.2, 1938, p. 276-285.


160

estricta disciplina laboral, todo bajo la dirección entre autoritaria y paternal del misionero.
Otros rasgos culturales –como danzas, vestimenta, juegos propios de los indígenas- podían
ser tolerados o igualmente prohibidos.
Los cambios conllevaban graves transformaciones en el modo de vida de los
indígenas, que a veces provocaron levantamientos, la destrucción de las misiones y el
asesinato de los misioneros. En otros casos, los indígenas huían a los despoblados o se iban
a vivir a las poblaciones españolas y reales de minas. El “Memorial” del misionero de
Propaganda Fide, fray Antonio de los Reyes es particularmente interesante porque presenta
un inusual panorama crítico de la organización y la vida cotidiana de las misiones del norte
después de la expulsión de los jesuitas, porque se inclina hacia el aislacionismo misional –
una política que no era la de su orden-, no vacila en criticar a los obispos e, implícitamente,
a las propias autoridades virreinales.

Excelentísimo señor:

Fray Antonio de los Reyes, misionero apostólico y procurador comisionado de todas

las misiones que tiene a su cargo el Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de

Querétaro, con el debido rendimiento presenta a vuestra excelencia la adjunta noticia y

estado actual de las misiones de la Pimería Alta y Baja, en el cual ha procurado tenga el

primer lugar la verdad y claridad. De todo el contenido en este escrito resulta que

continuando el actual gobierno espiritual y temporal de aquellas misiones, son ociosos los

trabajos y afanes de los misioneros, supuestos los gastos que se hacen a la Real Hacienda, y

no se consigue el fin y piadosas intenciones del rey nuestro señor. Por todo lo cual a vuestra

excelencia rendidamente suplica mande ordenar un nuevo método y gobierno espiritual y

temporal propio y conveniente para el restablecimiento de las misiones, alivio y quietud de

aquellos miserables neófitos y adelantamiento de las nuevas conversiones, para el mayor

aumento de nuestra santa religión, honor de la nación, extensión y utilidad de los dominios

del rey nuestro señor.

México, 6 de julio de 1772 años.

Fr. Antonio de los Reyes.


161

Noticia y estado actual de las misiones que en la provincia de Sonora administran

los padres del Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro.

En la gobernación de Sonora tienen a su cargo los padres misioneros del Colegio de

Propaganda Fide de la Santa Cruz quince misiones, con los pueblos de visita que se notarán

en la descripción particular de cada misión. Estas misiones y pueblos, son comúnmente

distinguidas por la denominación de Pimería Baja y Pimería Alta. En el terreno más

occidental de la provincia de Sonora, están situadas las siete misiones y pueblos de la

Pimería Baja casi en un mismo meridiano, a excepción de la misión de Onavas, como se

advertirá en su lugar. La Pimería Alta, es el último término de nuestras conquistas, al norte

de la gobernación de Sonora. Las ocho misiones y tres presidios de Tubac, Terrenate y

Altar, forman una línea de oriente a occidente, entre los treinta y uno y treinta y dos grados

de latitud. La misión de Guevavi y Presidio de Tubac, es la más oriental y de ésta a la de

Caborca, en las playas del mar de California será la distancia de ochenta leguas, poco más o

menos.

Gobierno espiritual

2. Para formar perfecta idea del gobierno espiritual de estas misiones, es preciso

advertir que toda la gobernación de Sonora pertenece a la catedral de Durango. Tres señores

obispos han visitado parte de estas misiones; y en los libros de administración se hallan

decretos y autos de visita, que han sido y son causa de la mayor confusión y desórdenes en

que viven aquellos infelices hijos de la Iglesia y vasallos del rey nuestro señor. Tengo

presente un decreto del ilustrísimo señor Escañuela, cuyo contenido es en estos términos:

"Y en atención a lo que su ilustrísima ha reconocido en esta visita, debía mandar y mandó

que el cura en encomienda y vicario de este partido de ninguna manera permita el que a los

españoles y demás gente de razón que viven en estas misiones y pueblos se les administren
162

los santos sacramentos en sus iglesias y por los padres misioneros, y sólo administren en

ellas a los indios o soldados que viven en cada una para su guardia y custodia; y en caso de

administrarles a los españoles y gente de razón haya de ser con expresa licencia de dicho

cura o vicario, como su propio párroco, y sin perjuicio de sus derechos; y en el evento de

que alguno de sus feligreses elija sepultura o se entierre en las iglesias de estas misiones, lo

pueda hacer sin perjuicio de los derechos parroquiales y de dicho cura, a quien se le han de

pagar enteramente, como si se enterrara en su propia parroquia según queda mandado en

los autos de visita de cada una de estas misiones".

3. Para el efecto de estas órdenes, han dividido los señores obispos toda la provincia

de Sonora en dos curatos. Las misiones y pueblos de la Pimería Alta y Baja, cuya distancia

norte sur será algo más de ciento y cincuenta leguas, y ochenta de oriente a occidente,

pertenece al cura de San Miguel de Horcasitas, y las misiones y pueblos de los dos ríos y

valles de Sonora y Oposura, al cura de Tonibabi, Estos curas no tienen vicarios ni iglesias

parroquiales. En toda la provincia de Sonora no hay más iglesias que las de las misiones y

algunas pequeñas capillas que se han fabricado en los presidios, a costa de la Real

Hacienda, como la <de> Horcasitas, donde reside el gobernador de las provincias o por los

comerciantes y mineros, como las de San Antonio de la Huerta, Tonibabi y otras. No

conocen estos curas a sus feligreses, pero se valen de buenos medios para cobrar sus

derechos y obvenciones, en cuya ejecución se experimentan increíbles opresiones por los

recaudadores o comisionados que nombran los curas todos los años; y esta es una de las

causas que obliga a los españoles, mulatos y demás gente de razón a andar vagueando por

las misiones y pueblos, sin fijar domicilio, de donde se originan otros muchos daños que no

pueden remediar los misioneros, porque si obligados de la caridad les administran los

sacramentos, y movidos o estimulados de su conciencia quieren remediar algunos


163

amancebamientos que en lo público son tenidos por matrimonios, y a este modo otros

escándalos clama y se querella el cura in partibus118, que los misioneros le usurpan su

jurisdicción; si se recurre a los superiores, se defienden y aprueban por la mitra estos

desórdenes y continúan las iglesias y fieles de Sonora en peor estado que las iglesias de

Grecia.

4. El gobierno particular de los indios se reduce a que un misionero tiene a su cargo

dos o tres pueblos, con iglesias unas caídas y otras amenazando ruina por la inconstante

fábrica de adobes y techos de zacate y tierra. Los actuales misioneros han puesto mucha

solicitud en reparar y fabricar algunas iglesias, como se notará en la descripción particular

de cada misión. Los indios, en lo general, están muy atrasados de doctrina y catecismo, y en

los pueblos de visita tan ignorantes y salvajes que sólo el bautismo los distingue de los

bárbaros gentiles. Los misioneros que el año de 67 fuimos mandados para la administración

de estas doctrinas nos convenimos en establecer el método y costumbre siguientes: todos

los días al salir el sol, se hace señal con las campanas llamando a misa; un indio viejo que

vulgarmente llaman mador y dos fiscales, salen por todo el pueblo obligando a los niños y

todos los que no son casados para que concurran a la iglesia y asistan con devoción y

silencio al santo sacrificio de la misa. Concluida ésta, rezan todos con el padre misionero

las oraciones y texto de la doctrina cristiana, en lengua castellana. Por las tardes, al ponerse

el sol, se repite esta diligencia a la puerta de la iglesia y se concluye rezando el rosario y

cantando la salve o el alabado. Los domingos y días festivos se tiene dada orden al mador y

fiscales para que cuiden de obligarlos a todos, hombres, mujeres y niños, asistan a misa con

sus pobres vestidos limpios y todos lavados y peinados. En estos días se canta la misa con

. La expresión concreta es in partibus indifelium; se aplicaba a los obispos que presidían diócesis,
118

como las de Tierra Santa, que estaban en poder de musulmanes. En este caso, es una forma irónica
de decir “en ausencia”.
164

arpas, violines y cuatro o seis indios e indias cantoras. En el tiempo santo de cuaresma se

les ha obligado a todos asistan diariamente a la misa y rezar las oraciones en lengua

castellana; el padre les explica la necesidad, circunstancias y modo de hacer una buena

confesión; y los domingos por la tarde se les hace una clara y material explicación de los

novísimos.119

5. En la semana santa se celebran en las cabeceras de las misiones los oficios de

aquellos santos días con monumento y procesiones, y se les predican y explican aquellos

soberanos misterios. Después de pascua se reconocen las listas y padrones de los pueblos

para saber los que han cumplido con la Iglesia. En los primeros años nos parecía a los

misioneros imposible de vencer la rudeza y dificultades que hallábamos para poderlos

confesar y administrarles la sagrada comunión; pero ya en estos últimos cumplimientos de

iglesia se han confesado todos los jóvenes y algunos viejos en lengua castellana. Y en los

pueblos principales donde regularmente reside el misionero muchos indios y indias

frecuentan los sacramentos en las pascuas y días solemnes. En los más clásicos o festivos

de María Santísima se sale cantando el rosario por el pueblo y en otros se les permiten

bailes, diversiones y juegos honestos; y por pretender los misioneros prohibir y privar a los

indios los bailes supersticiosos y danzas de cabelleras han tenido que tolerar fuertes

contradicciones de los superiores de aquellas provincias que por sus pasatiempos y

diversiones, quieren y pretenden que los indios continúen en estos desatinos.

Gobierno temporal

6. Parece que los legisladores de aquellas provincias de Sonora han querido imitar

para el gobierno civil y político la confusión y desorden del gobierno espiritual. El

gobernador de Sonora hace nombramiento de alcaldes mayores, señalando los términos de


119
. En el catolicismo, las postrimerías del hombre: muerte, juicio, infierno y gloria.
165

la jurisdicción a cada uno. Los alcaldes mayores nombran tenientes; éstos eligen

comisarios, de modo que en las misiones y pueblos de indios donde residen algunos

españoles, mulatos o gente de razón, precisamente ha de haber uno que se nombra juez real.

Este lo manda todo en el modo y forma en que le dicta su antojo y es fácil discurrir los

desatinos e injusticias que cometerán unos hombres rústicos y en costumbres y virtudes

morales peores que los más salvajes indios de las misiones. Los justicias indios son unos

ministros obedientes y humildes, criados de este juez o comisario, que en muchas misiones

y pueblos es un mulatos o de otras castas, enemigos declarados de los indios. El gobernador

del pueblo sólo puede corregir y castigar a los indios de la misión; éstos recurren al juez y

casi siempre se quedan impunes los delitos. Si alguna vez ocurre querer corregir el

gobernador del pueblo a alguno que no sea indio, se expone a que lo maltraten y golpeen o

a que el juez le mande dar una porción de azotes. Fácilmente se puede conocer el gobierno

temporal, en lo general, por estas breves insinuaciones.

7. El particular gobierno temporal de las misiones se reduce para lo civil y político.

Hay en cada pueblo un gobernador, un alcalde, un alguacil y un topil; y para que en ese

particular gobierno se aumente la confusión y desorden y se fomenten las discordias,

inquietudes y alzamientos de las naciones reducidas, el gobernador de las provincias

nombra en cada nación un capitán, con insignias y jurisdicción sobre todos los

gobernadores y justicias de los indios. Este capitán general elige un teniente general, y en

cada pueblo nombra capitanes, tenientes, alféreces, sargentos y cabos y a todos les manda

distinguir con sus correspondientes insignias y les hace saber están exentos de la

jurisdicción de sus respectivos gobernadores y alcaldes, y sólo sujetos a él como capitán

general de su nación. Continuamente se están ofreciendo en los pueblos inquietudes y

discordias entre los gobernadores y capitanes; si éstos recurren al capitán general de su


166

nación, se presencia éste en el pueblo y si el misionero lo quiere contener en sus desatinos,

se expone a que le pierda la debida atención y respeto o a que movido el indio de su

vanidad y presunción inquiete y mueva a los indios a un general alzamiento. Este principio

tuvieron los yaquis y pimas altos para el general alzamiento del año de 40; los unos, por un

injusto castigo que hizo con el capitán de un pueblo un juez real, y los otros, por una

reprensión verbal del padre misionero al capitán general de la Pimería Alta.

8. Los actuales misioneros han solicitado y en algunas misiones y pueblos se ha

conseguido que todos los años, en presencia del padre y a consulta de todo el pueblo, se

elijan los gobernadores y demás justicias y que éstos sean juntamente capitanes, tenientes,

etcétera. Para que los indios se muevan a tener respeto y veneración a sus gobernadores y

superiores se han puesto bancas en algunas iglesias donde tienen su distinguido lugar el

gobernador, el alcalde y el alguacil, porque el topil sólo sirve para asistir en las casas de

comunidad que hay en cada pueblo. Estas casas de comunidad las costea el común de los

indios, y el topil ha de asistir, servir y proveer a los pasajeros de leña, agua y zacate, sin

llevar ni poder pedir interés alguno de este servicio personal. Esta buena obra la satisfacen

los pasajeros las más veces con una multitud de desafueros, oprimiendo y obligando a los

topiles para que les lleven de comer a su satisfacción o engañándolos para que sean terceros

de sus brutales pasiones. Por esta y otras causas no han solicitado los misioneros fomentar a

los indios para reedificar algunas de estas casas de comunidad que se han arruinado y caído.

Al gobernador y alcaldes los instruye el padre misionero en las obligaciones de sus oficios

y cargos para que mantengan el mejor orden y paz con los indios del pueblo. De cargo y

cuenta del misionero corren las fábricas y reparos de las iglesias, ornamentos, gastos

ordinarios y extraordinarios del altar y culto divino, manutención de sacristanes, maestros y

fiscales que cuiden de los niños de doctrina, de velar y saber si asisten a misa, y si viven
167

arreglados a las obligaciones de cristianos. En atención a la ninguna política y sociedad

civil de los indios de estas misiones se ven los padres misioneros precisados y obligados a

ejercitarse en los oficios de padres de familias, recogiendo, alimentando y vistiendo a los

huérfanos, impedidos y viejos; en los de médico y enfermero de todo el pueblo donde no

hay ni se halla otra botica y recurso que la casa y despensa del misionero; en los de tutores

y abogados de sus personas y bienes temporales, defendiéndolos de las opresiones y

engaños a que los obligan los que viven en sus pueblos o de aquellos que tienen el mayor

interés en que los indios no salgan de su barbaridad, infidelidad y desnudez.

Para ocurrir a las necesidades insinuadas y otras urgencias comunes de los pueblos,

se tomaron los jesuitas el trabajo y arbitrio de establecer en todas las misiones, ranchos de

caballadas, estancias de ganado mayor y menor, y abrir labores donde sembrar y cultivar

todo género de semillas. Todos los indios eran obligados a trabajar tres días cada semana

por sola la ración o comida, en servicio y cuidado de estos bienes comunes. Después del

extrañamiento de aquellos misioneros nombró el gobernador de las provincias, comisarios

reales que recibieron y administraron dos años estos bienes comunes de los pueblos, que

con el nombre de temporalidades de los jesuitas se destinaron a varios y extraños fines sin

aplicar la menor utilidad y producto a las iglesias y necesidades comunes de los pueblos,

por lo que se originaron graves daños en las fábricas de las iglesias y casas de los ministros

y muchas enfermedades y hambres en los indios. El ilustrísimo señor Gálvez pidió cuentas

a los comisarios reales y ordenó se administrasen estos bienes comunes por los padres

misioneros que recibieron inventarios formales, lo que se notará en cada misión y pueblo.

El método, gobierno y destino actual de estos bienes es en la forma siguiente: el padre

misionero hace saber a todos los indios la conveniencia y utilidades que tienen en las

siembras y cultivo de las milpas de comunidad para tener seguros o como en depósitos
168

alguna porción de granos y bastimentos, y a los gobernadores y alcaldes de sus respectivos

pueblos se les encarga el cuidado y beneficio de estas milpas; y donde hay algún ganado o

bestias, nombran semanariamente pastores. El producto de estos bienes de distribuye en

esta forma: al tiempo oportuno de sembrar trigo, maíz y demás semillas, ocurren todos los

indios al padre misionero, éste manda llamar al gobernador o justicias del pueblo y se

reparte a todos las semillas que quieren sembrar cada uno en particular. El gobernador o

alcalde les señala los aperos y yuntas que cada uno ha de tomar del común del pueblo, y el

cuidado de volverlo a entregar. Estas siembras que han solicitado y solicitan los actuales

misioneros haga cada indio en particular, les aprovecha muy poco por las causas y

desórdenes insinuados en el informe de veinte y dos de abril, por lo que diariamente se está

administrando de estos bienes comunes, y cuando trabajan de comunidad el gobernador o

alcalde manda poner comida para todo el pueblo. A todos los enfermos se les asiste con

comida y alimentos correspondientes a sus enfermedades. A las viudas, viejos o

imposibilitados se les socorre en cuanto permite la abundancia o escasez de los frutos y

bienes del común de la misión, y el padre misionero recoge y cuida de todos los huérfanos;

y finalmente, se ocurre a los fines y necesidades insinuadas en el número antecedente......

Fray Antonio de los Reyes.

México, 6 de julio de 1772.

Bibliografía recomendada:

José Luis Mirafuentes Galván, Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el


norte de México. (1680-1821). Guía documental, México, Archivo General de la
Nación, 1975, xvi-204 p.
Thomas Naylor y Charles W. Polzer, The Presidio and Militia on the Northern Frontier of
New Spain. A Documentary History, Tucson, University of Arizona Press, 1986, 2
v.
Ignacio del Río, Conquista y aculturación en la California jesuítica. 1697-1768, México,
Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas,
1984, 244 p.
169

________________________________________________________

Memorial ajustado de los autos de la milagrosa imagen de nuestra señora de


Guadalupe, 1665.120

Los orígenes y significados del culto guadalupano han sido motivo de una
prolongada y extensa polémica tanto en el pasado como en el presente. Existe cierto
acuerdo en el sentido de que en el siglo XVI fue un culto local, de carácter
mayoritariamente indígena, que fue hacia mediados del XVII cuando la tradición fue
retomada por los criollos para convertirla en un símbolo de identidad y orgullo nacionales
con connotaciones mesiánicas, y que el pleno auge y difusión social y geográfica de la
devoción se ubican en la última centuria de la colonia..
El "Memorial" es una información judicial realizada en 1665 por el cabildo sede
vacante de la iglesia catedral de México con el fin de proseguir con la solicitud hecha a la
santa sede dos años antes para la aprobación del 12 de diciembre como día de guardar y de
festividad. Fueron citados a declarar varios ancianos indios y mestizos de Cuautitlán,
algunos de más de 100 años, y varios religiosos, entre ellos el bachiller Miguel Sánchez,
autor de la Imagen de la Virgen María, madre de Dios de Guadalupe, milagrosamente
aparecida en la ciudad de México..., que es el origen de la tradición mesiánica guadalupana
que interpreta la aparición como una muestra del favor divino hacia los criollos y hacia
México. Al final de esta información se incluyó un reconocimiento técnico de la imagen
realizada por varios maestros pintores con el propósito de demostrar que su factura debía
ser necesariamente sobrenatural. La promoción del cabildo tropezó con renuencias y
tácticas dilatorias del Vaticano, y finalmente fue abandonada y olvidada hasta el siguiente
siglo.
Se transcribe aquí la declaración del primero de los testigos, don Marcos Pacheco,
mestizo natural de Cuautitlán, de más de ochenta años.

<Primera pregunta, sobre su identidad y conocimiento de las partes:>

Los de Cuautitlán todos expresan sus padres que dicen eran criollos de aquel

pueblo, los oficios que han obtenido en la república.

<Segunda pregunta, sobre la milagrosa aparición de la virgen:>

El primero <testigo> de oídas a doña María Pacheco su tía, que lo llamaba a este

don Antonio y don Melchor Pacheco sus hermanos, y entre los documentos que le daba uno

era decirles que Dios los hiciera como a Juan Diego, porque le conocía y comunicaba y a

María Lucía su mujer, y a Juan Bernardino tío del susodicho; y que les decía a este testigo y

120
. Fuente : AGN, Bienes Nacionales, leg.1162, exp. 5.
170

a sus hermanos como a dicho indio se le había aparecido yendo a la doctrina de Tlatelolco,

un sábado salió la virgen muy cerca de los cerros donde está fundada su ermita, y que le

había dado un recado para que se lo diese al arzobispo, que le hiciese una ermita en aquel

paraje, contándole la dicha su tía que se lo había dicho el dicho Juan Diego, que una señora,

la que le había salido al camino muy resplandeciente y cerca de ella gran música pero que

no veía quien cantaba; y que habiendo ido a dar el recado no hicieron caso de él, y

volviendo con otro le sucedió lo mismo diciéndole el arzobispo llevase algunas señas. Y

que yendo Juan Diego a Tlatelolco a traer un confesor para Juan Bernardino, su tío, por no

encontrar con la virgen fue por diferente camino y sin embargo le salió y pidió que para que

le creyese llevase por señas unas flores que le mandó la virgen las cortase, señalándole

donde y que siendo en el tiempo más estéril halló muchas, unas diferentes de otras, y que le

dijo la virgen hijo Juan, lleva esas flores y dile al arzobispo que por señas de ellas le hiciese

la casa que le pedía; y que la dicha su tía quien les contaba esto lo sabía de boca de Juan

Diego, y que era público. Y que llevando las flores, que son las mismas que su tía vio

estampadas en la tilma, donde lo está la virgen, y que echándolas en el suelo se halló en la

misma forma que hoy está, y que luego se trató de poner por obra la casa, y corrió la voz y

que cuando volvió Juan Diego halló sano a su tío. Y que asimismo les contaba su tía

haberse convocado mucha gente de la comarca, que en la feria pública se convocó a son de

trompetas, y luego iban por semanas los indios e indias a la fábrica de la iglesia a barrerla y

sahumarla.

<Tercera pregunta, sobre que el arzobispo Zumárraga dispuso fabricar una ermita,

continuidad del culto y milagros allí acaecidos:>

El primero <testigo> que se remite a la antecedente, que lo que sabe y ha visto que

la dicha ermita donde hoy está colocada la virgen la frecuentan mucha suma de gente de
171

todas calidades a hacer novenas donde han acaecido y experimentádose innumerables

milagros por medio de la imagen y cada día se van reconociendo y han reconocido de

muchos años a esta parte, bebiendo y bañándose con la agua de un pozo que está conjunto a

dicha ermita que aunque no es como las demás, dulce, es muy clara y por su virtud y de la

virgen se ve en cada día innumerables milagros como han sucedido ya <a> algunos indios e

indias del pueblo, y que se acuerda con toda distinción que van de ordinario de este pueblo

y fueron desde su primera fábrica, como lo tiene declarado todo; que el dicho Juan Diego

era natural del pueblo, y que los indios de él le decían a la dicha su tía habían ido a la

fábrica de un aposento que se le hizo a Juan Diego, muy pegado a la ermita, donde oyó

decir había muerto, como todo constaría de papeles judiciales y extrajudiciales a que se

remite.

<Cuarta pregunta, sobre si el ayate de la tilma es un género tan bruto y basto que

ninguna diligencia humana es capaz de imprimir y aparejar una imagen:>

Dice por haberlo visto y oído que las tilmas atadas al cuello, que usan los naturales,

las usaron desde su gentilidad y de este mismo género la traía Juan Diego, que el ayate se

teje a mano y aun rayándole con carbón salta, y no puede ir derecha ni perfecta la raya, por

cuyas razones concluye con la pregunta.

<Quinta pregunta, acerca de la honestidad, buenas costumbres y carácter ejemplar

de Juan Diego:>

El primero <testigo> lo depone así de oídas a su tía y demás referidos en la segunda

<pregunta>, y haber visto en el dormitorio antiguo, y el primero que se hizo en el convento

de Cuautitlán una pintura muy antigua en que estaba una imagen de nuestra señora y un

religioso lego de San Francisco, que ha oído decir se llamaba Gante, detrás de ello, Juan

Diego y Juan Bernardino con sus rótulos, y luego otros indios e indias sin ellos; de oídas a
172

su tía, que ya era viudo de María Lucía, y de cincuenta y cinco a cincuenta y seis años de

edad.

<Sexta pregunta, si dado lo anterior, la imagen debe ser obra sobrenatural, como

asimismo su preservación a través del tiempo:>.

El primero <testigo> lo contenido en la cuarta pregunta, y específicamente depone

sobre ésta de vista de veinte y cinco años a esta parte.

<Séptima pregunta, sobre si la perfección de la imagen es tal que no ha habido

maestro que la haya podido copiar con igual hermosura:>

El primero, segundo y tercero <testigos> se remiten <a lo dicho por los maestros

pintores que declaran>.

<Octava pregunta, sobre a que se debe atribuir la conservación de la imagen dada la

calidad y temperamento del sitio donde se fabricó la ermita e iglesia:>

El primero <testigo>, que es húmedo y seco por estar cerca de la laguna y pegado a

la punta de un cerro, donde corren muy de ordinario muchos aires muy recios, que levantan

los vapores de aquella tierra, porque en secándose las orillas de la dicha laguna queda una

tierra muy sutil y muy salitrosa, que come y borra cualquier género de pintura, porque este

dicho pueblo <de Cuautitlán> tiene el mismo temperamento, y la tierra es salitrosa y muy

sutil, que cualquier género de pintura no dura ni veinte ni treinta años porque luego se le

quitan las colores y quedan resquebrajadas por el aire y tierra que se levanta, que aún los

cimientos de las paredes se los come, como se está mirando por ser género tan fuerte y de

tan mala calidad que no hay pintura, aunque sea de famosos artífices, y muy bien aparejado

e imprimado, que dentro de breves años no desdigan los colores.

Bibliografía recomendada:
173

Jacques Lafaye, Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en


México, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, 404 p.
Richard Nebel, Tonantzin virgen de Guadalupe. Continuidad y transformación religiosa en
México, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, 445 p.
Edmundo O´Gorman, Destierro de sombras. Luz en el origen de la imagen y culto de
Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1986, 306 p.
Stafford Poole, Our Lady of Guadalupe: the Origins and Sources of a Mexican National
Symbol, 1531-1797, Tucson, University of Arizona, 1995, 326 p.
174

LA ECONOMIA

Real cédula por la que se ordena que entre haciendas y pueblos de indios exista por lo
menos una distancia de media legua.121

En las primeras décadas de la colonia los funcionarios advirtieron el problema de


que las propiedades españolas estuvieran cercanas a los pueblos de indios: usurpaciones de
tierras comunales, abusos de los peones mestizos y mulatos contra los indios, daños que los
ganados hacían en las milpas. Dado que la conformación y preservación de los pueblos de
indios era tanto un imperativo jurídico y moral como una necesidad práctica, distintos
virreyes tomaron disposiciones para mantener las posesiones españolas a distancia.
Inicialmente se estableció un espacio de exclusión que, con el tiempo, se convirtió en “las
tierras por razón de pueblo” (el concepto de “fundo legal” es muy tardío). Estas tierras
tuvieron primero quinientas y luego seiscientas varas por cada viento122, que después de
algunas vacilaciones y disputas se midieron desde la iglesia del pueblo. En los más amplios
espacios de la frontera norte, la distancia se estableció en una legua. La figura legal de las
“tierras por razón de pueblo” se convirtió en una valiosa y por lo común exitosa
herramienta jurídica de los pueblos en defensa de las tierras, dado que la concesión se
otorgaba aunque fuese en perjuicio de propietarios españoles con títulos legítimos. Incluso
llegó a darse el caso de rancherías de indios, mestizos y mulatos que se decían indios para
reclamar y obtener tierras.

Real cédula ampliando a 600 varas a la redonda los términos del pueblo de indios y a
1.100 varas los límites de fijación de las estancias.123
Madrid, 4 de junio, 1687

El rey. Por cuanto en mi Consejo Real de las Indias se tiene noticia que el marqués

de Falces, conde de Santisteban, siendo virrey de las provincias de la Nueva España hizo

una ordenanza de 26 de mayo de 1567 por la cual mandó que en los pueblos de indios que

necesitasen de tierras para vivir y sembrar se les diesen quinientas varas o las que más

hubiesen menester; y que de allí adelante no se hiciese merced a persona alguna de ninguna

estancia ni tierra, si no fuese pudiéndose asentar mil varas de medir paño o seda distante o

desviada de la población y casas de los indios, y las tierras quinientas varas apartadas de

121
. Fuente: Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria
colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 258.
122
. La vara era una medida de longitud equivalente a 0.84 m.Las seiscientas varas por cada viento
equivalían aproximadamente a 101 hectáreas.
123
. Fuente: Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria
colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 365-367.
175

dicha población, como ha constado del testimonio de dicha ordenanza. Y que contra este

estilo, orden y práctica se van entrando los dueños de estancias y tierras en las de los indios,

quitándoselas y apartándolos de ellas, unas veces violentamente y otras con fraude. Por

cuya razón los miserables indios dejan sus casas y pueblos, que es lo que apetecen y

quieren los españoles, intentando o consiguiendo que estas mil y quinientas varas <que>

han de estar apartadas de los pueblos se midan desde la iglesia o ermita que ordinariamente

tienen las poblaciones en el centro del lugar, conque vienen a quedarse sin lo que les dan.

Debiéndose entender desde las últimas quinientas varas por todos cuatro vientos lo cual

está dispuesto y mandado en las leyes 2 y 18 del título XII, libro IV de la nueva

Recopilación de las Indias; y por los muchos inconvenientes, daños y menoscabos que esto

resulta contra aquellos naturales se ha considerado conveniente mandar que a los pueblos

de indios que tuvieren necesidad de tierras para vivir y sembrar se les diesen no sólo las

quinientas varas que dispone la referida ordenanza, sino las que hubieren menester,

midiéndose desde los últimos linderos y casas del lugar para afuera, por todos cuatro

vientos, esto es quinientas varas o más al oriente, y otras tantas al poniente, norte y sur,

quedando siempre de hueco el casco del pueblo que fuere cabecera, sino que a todos los

demás que las pidieren y necesitaren de ellas, así los poblados como los que en adelante se

fundasen y poblasen, pues con esto tendrían todos tierra para sembrar y en que comiesen y

pastasen sus ganados.

Siendo justo y muy de mi real piedad mirar por los indios que tantas injusticias y

molestias tengo noticia padecen, a vista de ser los que más tributan utilizan y fertilizan mi

real corono, y todos <son> mis vasallos. En cuya atención y habiendo oído lo que con vista

de ellos y el referido testimonio y leyes 12 y 18 de la nueva Recopilación de Indias ha

dicho y alegado el fiscal del dicho mi Consejo de ellas, he tenido por bien de resolver y
176

mandar, como por la presente hago, que en conformidad de la ordenanza que el virrey y

conde de Santisteban formó y dispuso en 26 de mayo de 1567 y de las leyes municipales

que van citadas, se dé y señale generalmente a los pueblos de indios de todas las provincias

de la Nueva España para sus sementeras no sólo las quinientas varas de tierra alrededor del

lugar de la población hacia la parte del oriente y poniente, como norte y sur, y que no sólo

sean las referidas quinientas varas sino cien más, a cumplimiento de seiscientas. Y que si el

lugar o población fuese de más ordinaria vecindad y no pareciere esto suficiente, mi virrey

de la Nueva España y mi Audiencia Real de México cuiden, como les encargo y mando, lo

hagan, repartiéndoles mucha más cantidad. Y que a dichos lugares y poblaciones les

repartan y señalen todas las varas de tierra que les pareciere son necesarias, para que los

indios de ellas vivan y siembren sin escasez ni limitación.

Y en cuanto a las estancias de ganado es mi voluntad y mando que no sólo estén

apartadas las poblaciones y lugares de indios las mil varas señaladas en la referida

ordenanza de 26 de mayo de 1567 sino las cien varas más, y que esas mil cien varas se

midan desde la última casa de la población o lugar, y no desde la iglesia. Y si a mi virrey de

la Nueva España le pareciere que las estancias de ganados estén en más distancia que en

dichas mil cien varas, lo ordenará luego que reciba este despacho; o que se le manifieste

que para todo lo contenido le doy a mi Audiencia Real de México el poder y facultad que

para mandarlo y hacerlo ejecutar fuere necesario, sin limitación alguna, encargándoles,

como lo hago, miren por todos los medios posibles por el alivio, buen tratamiento y

conservación de los indios, no sólo en que se les mantenga y conserve en lo dispuesto y

ordenado por la ordenanza del 26 de mayo de 1567 y leyes 12 y 18 de la nueva

Recopilación de Indias que van citadas, sino que esto sea con el aumento de varas que en

este despacho van señaladas, así en lo que toca a las tierras que se han de dar y tener los
177

indios de toda la Nueva España para su vivir y sembrar, como la distancia en que han de

estar las estancias de ganado sino en aquella más cantidad de varas que los dichos mis

virreyes y Audiencia de México conocieren que necesitan, y repartieren y señalaren, que así

es mi voluntad.

Real cédula a la Audiencia de México admitiendo las reclamaciones de los labradores


y corrigiendo las medidas entre pueblos de indios y estancias.124
Madrid, 12 de julio, 1695

El rey. Presidente y oidores de mi Real Audiencia de México. Por parte de los

labradores de esa Nueva España se me ha representado las vejaciones y molestias que

reciben y padecen a causa de los pleitos que continuamente les mueven los indios, de que

redunda el menoscabo no sólo de sus haciendas sino de la mía. Para cuyo remedio suplican

sea servido mandar se guarden los privilegios que les están concedidos por los señores

reyes mis predecesores observándolas literalmente, sin interpretación; que se les conceda

un protector para sus causas y que éste lo sea un ministro de la Audiencia; que respecto de

que para quitarles los indios sus haciendas de labor y ganados se valen de fabricar jacalillos

de zacate o de piedra y lodo y con este motivo ocurren a esa Audiencia para que, conforme

a la ordenanza del marqués de Falces, conde de Santisteban de 26 de mayo de 1567 se les

midan las quinientas varas que debe haber desde sus haciendas a las de los indios,

consiguiendo por este medio entrarse en las suyas. Y que aunque este perjuicio es de tanta

gravedad, aún mayor es la que resulta de la cédula expedida en 4 de julio de 1678, pues se

concede a los pueblos de indios otras circunstancias sobre las quinientas, mandando se les

midan por todos cuatro vientos, desde la última casa, quedando libre el casco del pueblo.

. Fuente: Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria


124

colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 384,385.


178

Y siendo esto tan en detrimento de los labradores piden no se practique y que la

decisión de la ordenanza se entiende en aquellos pueblos que estuvieren poblados antes de

las mercedes y fundaciones de sus haciendas, y que las medidas se entiendan no desde la

última casa del pueblo sino desde el centro de la iglesia que está en medio. Y que esto sólo

sea con aquéllos que fueren cabeceras, donde estuviere el santísimo sacramento,

gobernadores y alcaldes mayores, pues de entenderse generalmente con cualquiera

población, barrio o congregación fuera de gravísimo perjuicio por haber muchos de éstos,

sujetos a las cabeceras, donde precisamente acuden a la administración de los sacramentos,

pues para que las dichas varas se midan a los indios desde la iglesia, como piden, es motivo

bastante el que éstos no tienen sus casas en forma regular, porque distan unas de otras

treinta y cuarenta varas, y algunas casi un cuarto de legua, en que son damnificadas sus

haciendas.

Que no se permita a los indios que hagan sus jacales, ni ermitas en las tierras de sus

labranzas, pues con este motivo fomentando una información falsa le hacen pueblo y se les

da la medida de tierras y ellos son despojados de sus haciendas; y otros puntos sobre las

ventas que los indios hacen de ellas y bienes, cantidades que los labradores pueden

adelantar a los indios hacen de ellas y otros bienes, cantidades que los labradores pueden

adelantar a los indios tales y que más que ejecuten en los montes y visitas que los

gobernadores y alcaldes mayores hacen en sus haciendas y estancias por sus particulares

fines e intereses, llevando crecidísimos salarios.

Y visto en mi Consejo de las Indias con la atención que requiere la materia y lo que

vos informasteis acerca de ella en carta de 17 de enero de este año y lo que en razón de todo

dijo mi fiscal, he resuelto se guarde, cumpla y ejecute precisamente la cédula expedida en 4

de julio del año pasado de 1687 que va citada y de que avisasteis el recibo, como que se
179

entienda que la distancia de las 600 varas que ha de por medio de las tierras y sementeras

de los indios de esa jurisdicción a las de los labradores se cuentan desde el centro de los

pueblos entendiéndose esto desde la iglesia de ellos y no desde la última casa. Y que lo

mismo se practique para en cuanto a la a distancia de las mil cien varas que ha de haber

desde el pueblo a las distancias que se han de contar del propio modo. Y si de esta suerte se

experimenta de perjuicio así a las tierras de repartimiento de los indios como a la de los

labradores se les recibirá <información> a unos y a otros alargando sus distancias por el

paraje que no se reconociese más a propósito y más perjudicial a unas y otras partes.

Y no habiendo tierras así del repartimiento de indios como de composición de los

labradores de qué poderse resarcir el perjuicio, se haga de las que a mí me pertenecen. Y os

cuidaréis de que esto se haga con tanta igualdad que no se dé motivo de queja a los indios,

ni a los labradores, ni que entre ellos se susciten pleitos, antes bien se use con todos de tanta

equidad que se les aliente a cada uno se contenga a los límites que le toca.

Y atenderéis muy especialmente al bien y provecho de los indios, como lo tengo

mandado, de suerte que en cuanto quepa queden beneficiados, que así es mi voluntad: y del

recibo de este despacho y quedar en observancia lo dispuesto me avisaréis en la primera

ocasión.

Bibliografía recomendada:

Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria


colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991,
590 p.
François Chevalier, La formación de los latifundios en México, 2a. ed., México, Fondo de
Cultura Económica, 1976, xv-512 p.
Stephanie Wood, "The fundo legal or Lands Por Razon de Pueblo: New Evidence from
Central New Spain", en Ouweneel and Miller (eds.), The Indian Community of
Colonial Mexico. Fifteen Essays on Land Tenure, Corporate Organizations,
Ideology and Village Politics, Amsterdam, CEDLA, 1990 p. 117-129.
________________________________________________________
180

Mandamiento del virrey conde de Monterrey prohibiendo los repartimientos de indios


para los ingenios de azúcar, aunque permitiendo que se empleasen en ellos a indios
alquilados.125

Los ingenios azucareros atrajeron prontamente la atención de los empresarios


españoles por la posibilidad de obtener grandes ganancias dada la demanda local existente,
la ausencia de un control de precios y la posibilidad de acceder a mercados amplios, incluso
fuera del territorio novohispano. Aunque hubo establecimientos pequeños, lo característico
fue la creación de grandes plantaciones, que implicaban abundantes tierras y aguas,
realización de costosas las de infraestructura, contratación (o adquisición, en el caso de los
esclavos) de operarios calificados y disponibilidad de numerosos trabajadores. Por esta
razón fue típico que los propietarios fuesen influyentes integrantes de la oligarquía (como
Hernán Cortés), que la relación con propietarios vecinos y pueblos de indios fuese
frecuentemente conflictiva, y que los dueños recurrieran a la obtención de indios de
repartimiento y a la adquisición de esclavos. Las autoridades vieron siempre con cierta
desconfianza a los ingenios, por su política de protección a los indígenas y porque preferían
que la tierra se dedicara a la producción de cereales y ganados. Sin embargo, a pesar de las
disposiciones terminantes venidas de la metrópoli, los virreyes tuvieron que permitir la
subsistencia del trabajo asalariado voluntario indígena y, a pesar de lo que aquí se expresa,
toleraron la permanencia del servicio de repartimiento (aunque por vía de “auxilio” y
excepción) hasta 1633.

México, 2 de abril, 1599

Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, virrey, gobernador y capitán

general de las provincias de la Nueva España. Por cuanto el rey nuestro señor, que en gloria

sea, por un capítulo de instrucción que me mandó que por ninguna vía consintiese que

sirviese indio alguno en los ingenios de azúcar, sino solamente negros, y habiendo parecido

cosa difícil y que apenas se podría verificar el preciso cumplimiento de esta orden por ser

los negros tan costosos y malsanos, y por consiguiente servicio de notable gasto, se

sobreseyó126 la ejecución del proveimiento que se requería, conforme al mandato de su

majestad. Y se envió a su Real Consejo de las Indias relación de lo que en esto pasaba y

últimamente respondiendo a ello el rey, nuestro señor que hoy reina, en los primeros
125
. Fuente: AGN, General de parte, vol. 5, f. 13-14.
126
. Cancelar o declarar que no ha lugar la ejecución de un mandamiento o petición.
181

pliegos que se han recibido de su majestad, despachados por el mismo Consejo, me ha

mandado que todavía guarde y ejecute a esto la instrucción susodicha como en ella se

contiene.

Y atento a esto y a lo mucho que conviene no contravenir, a lo menos expresa y

derechamente, lo que su majestad así manda por segunda vez, y siendo como es cosa

verosímil y cierta que los indios que por repartimiento se dan a los dueños de los tales

ingenios de azúcar se ocupan en el servicio de ellos contra la intención de su majestad y en

beneficio de género menos necesario a la república que otros y de que ha venido a haber

cantidad muy sobrada de la que es menester para usos forzados de la república, sin que de

esto resulte bajarse el precio, antes irse encareciendo con el abuso que la gente en común va

haciendo de los azúcares para golosinas y bebidas, unas en que no es necesario esta mezcla

y otras en que se debe cargar, y por ventura otras en que son de inconvenientes, en especial

para algunas maneras de personas y estados.

He acordado de mandar, como por el presente mando, que por autoridad pública de

su majestad, y mía en su real nombre, no se dé indio alguno de servicio a los dichos

ingenios de azúcar. Y para el efecto de esto cesen cualesquiera repartimientos y

mandamientos hechos y concedidos a favor de cualesquier personas desde el día de

publicación de esta orden en los pueblos que dan el dicho repartimiento y servicio, el cual

reservo en mí de aplicar a otros géneros de beneficio y labor necesaria al servicio de su

majestad y bien de la república, y los días que esto tardare en ordenarse podrán reposar y

descansar los dichos pueblos de indios a los dichos ingenios, ni a otro repartimiento ni

servicio alguno, como lo proveo y mando; pero en cuanto a la parte restante de esta

prohibición, que comprende los demás indios que voluntariamente sirven en los dichos

ingenios, considerando la importancia de las haciendas de azúcar que están fundadas, así en
182

la grosedad y valor de ellas y gastos que habían tenido en su fundación, como en la calidad

de las personas y servicios que muchas de ellas han hecho a su majestad, y la imposibilidad

o dificultad con que podrían conservar el estado presente si esta prohibición hubiera de

ejecutarse, suspendo la ejecución de ella por ahora, para que su majestad pueda ser

informado por segunda vez, y los interesados puedan ocurrir a la real persona en el dicho su

Consejo de Indias, reservando en mí el proveer algunos medios convenientes con que se

pueda acudir al desagravio de los indios alquilados y castigo de los excesos que contra ellos

se hubieren cometido o cometieren, y prevención de ellos, y de cualesquiera fraudes que en

sus jornales puedan recibir.

Hecho en México a dos días del mes de abril de 1599 años. El conde de Monterrey

por mandato del virrey Pedro de Campos.

Obras recomendadas:

Enrique Florescano Mayet (ed.), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina,


México, Siglo XXI Editores, 1975, 668 p.
Gisela von Wobeser, La hacienda azucarera en la época colonial, México, Secretaría de
Educación Pública – Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, 366 p.
Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en Nueva España, México, El Colegio de
México, 1984, 8 v.
________________________________________________________

Parecer del asesor general del virreinato, Diego Antonio Cornide, sobre la venta de
reos a los obrajes, 1767.127
Los obrajes proporcionaban prendas de ropa y paños de bajo costo a una amplia
población que no podía adquirir los textiles provenientes de la metrópoli. A diferencia de
los talleres artesanales, fueron empresas que reunían un número relativamente elevado de
trabajadores, requerían una fuerte inversión inicial y tenían una producción masiva,
orientada hacia un mercado que iba más allá de la ciudad o la región circunvecina. Dado
que los propietarios no se beneficiaron de la adjudicación de trabajadores por vía del
repartimiento, tendieron a buscar la contratación de operarios indígenas que retenían
mediante el endeudamiento. El obraje podía de hecho llegar a convertirse en una entidad

127
. Fuente: La administración de frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadragésimo sexto
virrey de México, México, Archivo General de la Nación, vol.2, p. 251-257.
183

social alternativa, donde residían los trabajadores y sus familias generación tras generación.
Otros establecimientos fabriles, como las panaderías y tocinerías, compartían estas
características con los obrajes textiles.
Esta tendencia encontró la hostilidad de los funcionarios, que cada tanto realizaban
inspecciones para asegurarse que los operarios retornaran a sus casas al fin de la jornada,
cuidar que los indígenas no adquirieran deudas mayores a los cinco pesos estipulados por la
ley y velar para que no existieran rejas, grilletes. Durante mucho tiempo se pensó que la
real motivación de estas inspecciones fue coartar la competencia a los tejidos
metropolitanos, pero no parece haber sido el caso.
Los obrajes adquirieron un aspecto aún más oprimente cuando la Real Audiencia
recurrió a ellos como una vía de mantener en prisión a los reos de delitos graves, a la vez
que mediante la “venta” del reo resarcían parte de las costas judiciales. En fechas
tempranas esta práctica fue útil para los propietarios, pero en el siglo XVIII, en un contexto
de crecimiento demográfico y abundancia de operarios, encontró renuencias y resistencias.

De dos medios usa la real Sala del Crimen en la aplicación de reos: el uno es el que

llaman por cordillera, destinándoles a obrajes y oficinas por el reino; y otro, a las

panaderías y tocinerías de esta ciudad. El primero, en la actualidad se reduce a juntar una

cuerda de reos de cuarenta o cincuenta y entregarlos a un conductor que los lleve a las

ciudades del reino, y en cada una reparte entre obrajeros, hacenderos y dueños de oficinas

los que considera corresponderles, pagando el dueño del obraje ciento ochenta pesos por

cada uno de los reos que se le carga, a cuyo fin, y que no resistan el recibirlos, lleva el tal

conductor despacho de la Sala con pena de mil pesos al que lo intentare; y se reparten los

ciento ochenta pesos en la forma siguiente: veinte pesos por el primer año, veintiocho por el

segundo, y treinta y tres por los cuatro siguientes, que hacen en seis años dicha cantidad,

pagado el conductor (que es por cada reo un tanto a proporción de la distancia donde le

deja) y los salarios de los ministros y gastos de la causa. El sobrante parece que por el

superior gobierno se divide en tres partes: a la real cámara, estrados y gastos de justicia; y

finalmente, el todo se refunde en pagar salarios a los dependientes de la Real Sala, por no

alcanzar las penas de cámara a ello......


184

El segundo medio de que usó y aun usa la Sala, sin embargo de dichas reales

cédulas es que habiendo reos de delitos ligeros o pocos para cordilleras, aplicarlos a las

referidas panaderías y tocinerías, en las que sirven para pagar los gastos del ofendido y

costas de los ministros (conque todo no exceda de cincuenta pesos), y estos reos les llevan a

entregar a las oficinas a quien corresponde por turno, los ministros de la Sala, y precisan a

los dueños a su recibo y entrega de la cantidad en que van rematados, y parece proceden en

este acto con bastante desorden y aun por ello, en mayo del año pasado, ocurrieron los del

gremio a este superior gobierno, solicitando licencia para resistir el recibo de los reos por

medio de dichos ministros y se les denegó, y se acaba de verificar el tal desorden por la

queja dada a vuestra excelencia sobre lo practicado por los ministros de la Sala con el

mayordomo de un fulano Pinal, panadero, que por resistir la entrega de los cincuenta pesos

y recibo del reo, le han puesto en la cárcel, de la que por providencia le mandó vuestra

excelencia salir......

Estos <los reos> son regularmente albañiles, carpinteros, zapateros, sastres y de este

género de artesanos, y de destinarlos la Sala al obraje u oficina a quien corresponda por

turno, sucede que a una panadería aplican a un zapatero o sastre, a una tocinería a un

albañil o carpintero, y a tejer paños en un obraje, un cochero o cocinero; de suerte que para

trabajar es preciso aprender primero el oficio que se ejerce en la oficina a que se destina,

gastando para ello tiempo, y en él empeñándose para comer; por lo que es forzoso servir

más del por que se le destinó por la Sala.

Estos sujetos son naturalmente desidiosos e inclinados al ocio, y viendo que el

oficio a que les aplican es distinto al suyo, y no les ha de servir en lo futuro, entran con

violencia en aprenderle y cometen algunos descuidos y faltas, y como los dueños de los

obrajes se valen de mayordomos de genio fuerte y aun cruel, ejecutan en estos infelices reos
185

castigos que horroriza el oírlos, y exponen por muy pormenor en sus informes los señores

Madrid y Gamboa, y entre ellos el de tenerlos en rigurosas prisiones, atarlos y azotarlos por

cualquier falta, y con tanto exceso que algunos llegaron a morir de las heridas que les

hicieron; precísanles a que trabajen a deshora de la noche para que concluyan las tareas que

les dan a su arbitrio, y a cortarles el alimento de la tortilla de maíz, frijol y habas que es lo

único que les ministran en estas oficinas, pues si alguna vez les dan pan cocido, es

fabricado de la harina que por mala y podrida no se puede beneficiar, y si carne, de las reses

que mueren al dueño del obraje, y aun se la hacen pagar a cuenta de su trabajo.

No es esto lo peor que se averiguó en las justificaciones que recibieron estos señores

ministros, pues como regularmente hay en los obrajes muchos trabajadores, y entre ellos

diferentes casados, si no se les permite llevar a ellos sus mujeres, las dejan expuestas a

muchos trabajos y malas resultas, y si se lo permiten, como regularmente duermen todos

juntos, cerrados en unas galeras, se cometen adulterios y aun otros pecados más feos que

aunque resultan de los autos, no es razón referirlos por no manchar los oídos de vuestra

excelencia.

Si el reo que se aplicó al obraje es buen trabajador y le consideran de conducta para

el servicio, los dueños y mayordomos por conservarle en la oficina le van adelantando

reales y efectos de sus tiendas, acaso para subvenir el alimento de su familia y acaso para

gastar en otras ociosidades; y como los precios de los efectos son excesivos, jamás llegan a

desempeñarse y aun corre la deuda, muerto el reo, precisando a su mujer e hijos a que

continúen los servicios hasta conseguir la paga, y aunque esto es opuesto a las relaciones de

la Sala, a lo provenido por reales autos de acuerdo y mandado observar por este superior

gobierno, sin embargo de las justificaciones consta de práctica lo referido, no sólo con los

rematados, sino con los que voluntariamente se empeñan; y aunque se castigaron algunos
186

dueños de obrajes y mayordomos, no les sirvió de escarmiento, pues la distancia a algunos

obrajes y oficinas y el ignorar lo que pasa en ellas, por estar cerradas, ocasiona estas

libertades y el que no llegue a noticia de los que pueden remediarlas.

Bibliografía recomendada:

Manuel Miño Grijalva, Las manufactura colonial. La constitución técnica del obraje,
México, El Colegio de México, 1993, 206 p.
Carmen Viqueira y José Ignacio Urquiola, Los obrajes en la Nueva España, 1530-1630,
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, 376 p.
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Ordenanzas del gremio de algodoneros.128

Los gremios de artesanos fueron transplantados a México junto con los primeros
conquistadores. Mantuvieron sus características tradicionales: la dependencia de las
autoridades municipales, el carácter corporativo, jerárquico y monopólico, el principio de la
solidaridad entre sus miembros, la desconfianza hacia las innovaciones, la hostilidad hacia
toda expansión de la producción o competencia entre sus miembros. En México, además,
adquirieron un componente de discriminación étnica; la maestría y los puestos de autoridad
estuvieron en muchos casos reservados a los españoles y sus descendientes.
Hacia mediados del siglo XVIII los gremios se vieron amenazados por la
proliferación de talleres clandestinos (los "rinconeros"), la diferenciación social entre los
maestros y la penetración paulatina del capital mercantil en la actividad artesanal. Por otro
lado, los nuevos principios económicos adoptados por los gobernantes amenazaban su
monopolio y exclusivismo étnico. Es el caso de los algodoneros, donde muchos maestros
lograron mezclar la fibra del algodón con la seda (lo cual ocasionó la queja de los maestros
sederos, celosos de su monopolio particular) y además conocieron un periodo de
crecimiento productivo que hizo inevitable la tolerancia de talleres que por su envergadura
se acercaban más a los obrajes que a los antiguos obradores familiares. Los veedores
tuvieron que aceptar, asimismo, la desaparición de la reglamentación discriminatoria. La
presente transcripción incluye la parte de las ordenanzas referente a la organización
institucional y social del gremio.

Traslado directamente sacado de las ordenanzas antiguas que sin estar confirmadas

por el rey nuestro señor, y sólo sí vistas y aprobadas por el imperial excelentísimo

ayuntamiento de esta nobilísima ciudad de México, dirigía el gremio de tejedores,

128
. Fuente: AGN, Industria y Comercio, v. 32, f. 137-141.
187

dispuestas a satisfacción de los mayorales del arte mayor de la seda. En cuya vista,

nosotros, don José Toro y don Mariano Fragoso, maestros y actuales veedores del gremio,

procedimos a la reformación, instruyendo las nuevas como es conveniente y según se

preceptúa en la real cédula de su majestad hecha en Aranjuez a los 16 de febrero de 1800,

expedida a estos efectos. Las cuales agregadas a dichas nuevas, presentamos al

excelentísimo señor don Pedro Garibay, mariscal de campo de los reales ejércitos de su

majestad, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España, año de 1809.

....

13. Item. Que ningún tejedor de algodón pueda tejer seda, ni mezclar algodón y seda, ni en

fajas ni de un hilo de algodón y otro de seda; ni el tejedor de sedas pueda mezclar algodón

ni mezcla de algodón y seda; pena de 25 pesos y perdidas las telas, y por la segunda,

doblada, y por la tercera, la misma y dos años de presidio. Y los mayorales, por sí solos,

pueden habiendo sospechas, visitar la casa, y el oficial se la franquee, y los veedores por sí

solos; pena de cinco pesos y diez días de cárcel.

14. Item. Que los maestros de este oficio tengan sello en que esté grabado un castillo sobre

un arco, y el apellido del maestro al pie o alrededor, y con este sello sellen las ropas todas

que fabricaren, grandes y pequeñas, finas y bastas, pena de perdida la obra que se hallare

sin él.

15. Item. Que todos los maestros de este oficio que no estén legítimamente impedidos,

concurran el día 7 de enero de cada año, y siendo festivo y ocupado, el siguiente a las nueve

de la mañana en la Secretaría de Cabildo para elegir dos veedores del gremio, que uno ha

de ser maestro de lo llano y otro de labor, los que elegidos y despachados usen sus oficios

con las mismas facultades, preeminencias y jurisdicciones que los veedores alcaldes

mayorales de otros oficios. Y porque no haya omisión en los maestros a concurrir a acto tan
188

de primera atención del gremio, como que de elegir los sujetos idóneos pende su

estabilidad, se manda que los veedores que acaban, antes de la elección, den nómina de

todos los maestros que haya en el oficio con expresión de los impedidos, pena de cinco

pesos; y al que faltare, sin excusa se le saquen tres pesos. Y los veedores nuevos a los

quince días de elegidos presenten en la Mesa de Propios lista de los telares de su gremio y

los que están sin maestro para hacer examinar al que lo usa, pena de diez pesos. Y porque

puede suceder que en el día no se concuerden en la elección, o no concurran la mitad a lo

menos de dichos maestros a la elección, en este caso la Mesa de Propios, tomando razón e

informe de los veedores pasados, nombre dos sujetos los que bien le parecieren.

16. Item. Que los veedores, en concurrencia con los mayorales de la seda o de uno sólo,

hagan visitas tres veces al año de los obradores de los maestros, y reconozcan los urdidos y

telas, si est n en la debida disposición, dando primero cuenta a la Fiel Ejecutoria para que se

les dé ministro. Y dichos veedores en concurrencia a lo menos de un mayoral hagan los

exámenes de las personas que lo pidieren, pena (a más de ser nulo el examen y visita sin su

concurrencia) de diez pesos aplicados como dicho es; y paguen los que se examinen seis

pesos tan solamente, que se repartan igualmente en los veedores y mayorales que asistieren.

Pero sobre esta satisfacción de los seis pesos se aclara que a los pobres se les ayude por

tales, y no se les detenga el examen y que paguen cuando puedan.

17. Item. Que para ser admitidos a examen han de hacer constar haber aprendido el oficio

con maestro examinado el tiempo de dos años, con escritura hecha ante un escribano,

excepto si es hijo de maestro, que constando haber estado en el oficio dicho tiempo en casa

de su padre se debe admitir, pagando la mitad de los derechos so la pena de nulidad y diez

pesos a los veedores.


189

18. Item. Que no sea admitido aprendiz negro ni mulato libre o esclavo, sino sólo español,

indio o mestizo, o castizo, para lo cual el aprendiz se ha de presentar ante los veedores y

mayorales a quienes ha de hacer constar ser de la calidad que se requiere, y expresar el

maestro con quien est , para que dado el permiso lo admita y se le haga escritura por dos

años, que es el tiempo que se estima suficiente en el cual lo ha de entregar hábil y

suficiente, pena al maestro que sin estos requisitos admitiere de 25 pesos aplicados como

dicho es. (Nota del original: "Esta ordenanza 18 está derogada en cuanto a la calidad del

sujeto".)

19. Item. Que los maestros examinados en el ramo de los llanos sólo puedan tener cuatro

telares corrientes, dos de paños encuadrados y los otros dos de los demás tejidos. Y los

maestros examinados en los ramos de llano y de labor, puedan tener ocho. Y los maestros

de llano no puedan tejer de labor, pena de diez pesos al que contraviniere en cualquier parte

de lo contenido.

20. Item. Que cualesquier persona de cualquier estado y condición que sea, no siendo

examinado, con pretexto alguno no tenga ni pueda tener telar corriente en su casa, so pena

de perdida la tela e hilados que se encontraren, y el telar se traiga a la diputación, donde se

queme públicamente. Y si el telar fuere de maestro que lo amparare, a m s de la pena dicha

incurra el maestro en diez pesos de multa. Y si fuere de oficial en su casa, que no ha pedido

término para examen o se ha pasado el plazo que se le dio, incurra en pena de cinco pesos y

perdida la tela y el telar e hilado, hasta que se examine.

21. Item. Que los tejidos perdidos por hechos contra ordenanzas, como quiera que se han de

vender para repartirlos por cuartas partes, éstos se tasen por maestros nombrados por la

justicia, y por su avalúo se vendan menudamente a los vecinos para su uso, marcándolos los

veedores con marca que diga "malo", y los que quedaren sin vender los reciba el gremio
190

marcados, pagando su valor prontamente, o al plazo que se le pusiere; y éste tenga persona

diputada con oficina pública para que venda menudeado y no de otra manera, expresando a

los compradores el defecto que padecen; y cualesquier persona que venda tejido con la

marca de "malo" incurra en la pena de cinco pesos, diez días de cárcel y pérdida del tejido.

22. Item. Que los urdidos que por perdidos se rematan por la justicia sea precisamente en

maestro del oficio, y no lo habiendo, el gremio lo reciba por su avalúo; y el que los

comprare o recibiere dentro de tercer día ponga el urdido de la ley que previene la

ordenanza, pena de cinco pesos.

23. Item. Que ningún maestro de algodón en actual ejercicio no pueda examinar el arte

mayor de las sedas; pero dejándolo y haciendo constar ser de las calidades y requisitos

establecidos por ordenanzas para ser admitido a examen, no le sirva de obstáculo el

magisterio antecedente, bien entendido que nunca puede usar de los dos oficios sino de uno

tan sólo, pena de privación de oficio.

24. Item. Que las contribuciones que hicieren los maestros y oficiales se colecten por la

persona que nombraren los veedores y mayorales, quien precisamente ha de entrar cada

mes en la arca que ha de haber de tres llaves; que una tenga el veedor, otra un mayoral y la

otra el colector. Y en la arca haya libro donde se asiente lo que entra y lo que sale, que

siempre ha de tener por justificación el consentimiento de los veedores y a lo menos de un

mayoral, so pena de volver doblado lo que de otra manera se sacare.

25. Item. Que ninguna persona de cualesquier estado o condición que sea, con pretexto

alguno, sea osado de comprar algodón hilado de telas para revender, pena de diez pesos y

perdido el hilado que así comprare por la primera vez, y por la segunda doblada, y un mes

de cárcel, y siendo del oficio, privación de él; y por la tercera, dos años de presidio. Y así
191

los maestros sólo compren el que necesiten para sus obras, y los oficiales a quienes se les

permite telar, lo hagan después de los maestros.

26. Item. Que estas ordenanzas no comprehenden a los indios de la Sierra, Villa Alta,

Sultepec y otras provincias <por>que sus tejidos no son perjudiciales al gremio, por ser

bien distinguidos, ni al público; pero sí se comprehenden los tejidos que de otra parte

vinieren, de la naturaleza que contienen estas ordenanzas; y éstos puedan los veedores

reconocer su calidad, y no siendo de la ley que se previene, den cuenta a la Fiel Ejecutoria

para que determine lo que se deba ejecutar.

Bibliografía recomendada:

Felipe Castro Gutiérrez, La extinción de la artesanía gremial, México, Universidad


Nacional Autónona de México, 1986, 190 p.
Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII, México, Secretaría
de Educación Pública - Fondo de Cultura Económica, 1983, 252 p.
________________________________________________________

Ordenanzas para el gobierno de las minas de Pachuca y Real del Monte.

Los empresarios de la minería tuvieron que afrontar el problema de que muchas de


los “reales” o yacimientos estaban ubicadas en zonas alejadas de los grandes centros de
población sedentaria. Por esta razón, crearon el sistema de “partido”, por el cual los
operarios recibían un jornal relativamente elevado y se comprometían a extraer un mínimo
de mineral llamado “tequio” o tarea. El mineral que excedía este mínimo se dividía o
“partía” entre el propietario y el trabajador, según acuerdos que variaban de lugar en lugar.
El “partido” fue la clave para el desarrollo minero y la razón de la atracción migratoria del
norte del virreinato.
A mediados de la década de 1760 Pedro Romero de Terreros, conde de Regla y
riquísimo propietario de las minas de Real del Monte, trató de cambiar el sistema. El conde
aumentó el tamaño del tequio, introdujo un nuevo método para dividir el partido, rebajó el
jornal e introdujo el pago obligatorio por diversas prestaciones que antes habían sido
gratuitas. El descontento generó una gran conmoción; los mineros dieron muerte al alcalde
mayor de Pachuca, estuvieron a punto de hacer lo mismo con Romero de Terreros y como
medida de presión dejaron de trabajar. El preocupado virrey marqués de Croix envió al real
a Francisco Xavier Gamboa, un reputado experto en asuntos y derecho mineros, quien
restableció el orden, realizó algunos castigos por vía de ejemplo y dio nuevas ordenanzas
que, en su mayor parte, preservaban la tradición a la vez que trataba de prever los “fraudes”
192

de los operarios. Estas ordenanzas proporcionan una detallada descripción del sistema de
trabajo de las minas, de las categorías laborales y de los puntos de fricción entre
empresarios y trabajadores.

Don Carlos Francisco marqués de Croix, caballero del orden de Calatrava,

comendador de Molinos y Laguna Rota en la misma orden, teniente general de los ejércitos

de su majestad, virrey, gobernador y capitán general del reino de Nueva España, presidente

de su Real Audiencia, etcétera.

Por cuanto hallándose comisionado por mi superior gobierno en los minerales de

Pachuca y Real del Monte el señor don Francisco Xavier de Gamboa, del Consejo de su

majestad y alcalde del crimen de esta Real Audiencia, en virtud de mis prevenciones formó

para el régimen y gobierno de aquellas minas las 19 ordenanzas que son del tenor siguiente:

Ordenanza primera. Debiendo ser redondos los puebles129 de las minas para su

mejor labor a beneficio de su majestad y de los dueños, sin atrasarse la siguiente tanda por

las antecedentes ni fatigar demasiado la salud de los operarios, entrarán dichas tandas cada

doce horas, sin que el barretero130 o peón de la antecedente pueda seguir ni continuar en la

inmediata aunque pretexte no haber acabado la tarea, pues al respecto de lo que sacare de

ella se le pagará el jornal; y sin embargo de cualesquier otra causa, fundamento o motivo,

saldrán de la mina las barras del pueble luego que entraren las del siguiente, pena a los

capitanes de cuatro pesos de su salario por la primera vez que faltaren a la ejecución y

cumplimiento de ello, doble por la segunda y por la tercera serán luego despedidos.

Segunda ordenanza. Para distribuir con igualdad los trabajos y utilidades, cuidarán

los rayadores que los operarios alternen no sólo la faena, sino en las barras de labor y

129
. Cada grupo de trabajadores que ingresaba simultáneamente a la galería para realizar la
extracción.
130
. Operario dedicado a la extracción de mineral con pico y barreta; era un trabajador calificado,
mejor retribuido que los peones dedicados a acarrear agua o minerales.
193

peonadas, sin asignar seguidamente o con más repetición a las unas o a las otras a unos

mismos sujetos, ni gratificar o preferir a unos respecto de otros, atendiendo a todos con

igualdad, para que alternen en el trabajo útil y estéril.

Tercera ordenanza. Consintiendo la labor y gobierno interior de las minas en la

destreza y habilidad de los mineros y capitanes para distribuir las barras con perfecto

conocimiento de metales y labores, deberán los dueños elegir por mineros o capitanes a los

operarios más arreglados y prácticos <por> su largo trabajo y experiencia; éstos cuidarán de

distribuir las barras en las labores, sin asignar tres (por ejemplo) donde sólo caben dos

barreteros, impidiéndose mutuamente en perjuicio del más abundante corte de metales. Lo

segundo, asignarán los tequios, cuentas o tareas de cada doce horas de tanda, según la

incomodidad de las aguas y según la blandura o dureza de la veta, sin cargar al operario de

forma que no le dejen esperanza de partido, ni defraudar a los dueños asignando cortas

tareas para que los operarios saquen partidos excesivos, procediendo con tal justicia y

equidad que sin fraude de los dueños y operarios consigan los primeros el principal fruto y

los segundos la prudente gratificación del partido, en fuerza de la costumbre observada en

este real siempre que están las minas en metales. Lo tercero, que debiendo como deben

quedar entendidos los operarios que durante la tanda, si endureciere la labor que se había

tenido por suave, tendrán libre facultad de reclamar dentro de la mina, deberá también el

capitán131 volver a reconocer la labor y calificar si hay justa causa para minorar

racionalmente la tarea a proporción del tiempo que falta para concluir la tanda, y de la

sobrevenida dureza de la veta. Lo cuarto, que si la veta ablandare cuando al principio se

calificó por dura, no se ha de quitar al operario el mayor partido que por esta causa sacare

en su tanda; pero deberá el capitán aumentar a la siguiente el tequio o tarea conforme a la


131
. Trabajador responsable de organizar y supervisar el trabajo.
194

blandura. Y si al tenderse los metales en las galeras132 por repetición de hechos se notare

inteligencia o fraude entre capitanes y barreteros por reconocerse excesivos y

desproporcionados los partidos respecto a las tareas, no sólo se despedirá luego al capitán

por su culpable condescendencia sino que se moderará el exceso del partido si por tercera

vez se reconociere el fraude referido.

Ordenanza cuarta. Se darán las velas para la labor según la costumbre

universalmente observada en las minas de esta jurisdicción, conviene a saber tres velas a

cada operario, entrándose la refacción necesaria para que a discreción de los mineros o

capitanes se les ministren velas en los casos que puedan necesitarse por razón de vapor o

viento; y si justificare el operario con dos testigos que en estos casos dejó de sacar la tarea y

partido, se le pagará el jornal y partido que verosímilmente dejó de sacar cargándosele al

capitán por la culpa que le hace responsable del daño.

Ordenanza quinta. Es de la obligación de los dueños dar los instrumentos aptos de

pico y cuñas para la labor y pagar su salario al herrero y oficiales en que por su mismo

interés de la mayor extracción de metales, no <se> presumen descuidados, por lo que

deberá el operario reclamar al capitán estar embotada la cuña para que se le ministre por el

rayador133 en el día, y el velador por la noche, a cuyo cargo debe estar la herramienta, sin

deber los barreteros ocurrir por medio de sus peones al herrero para que calce la cuña; y si

por culpa de rayador, velador o capitán dejare de trabajar el operario por no tener pico o

cuña, justificándolo con dos compañeros, se le pagará por entero su jornal y lo que

prudentemente pudo haber sacado de partido, el que se reemplazará por el dueño del salario

del rayador, velador o capitán que respectivamente fuesen culpados.

. Túnel que recorre el yacimiento siguiendo la dirección de las vetas.


132

133
. Trabajador encargado de anotar las jornadas de trabajo; asimismo era responsable de otras
labores de organización y supervisión.
195

Ordenanza sexta. Los cohetes para desmontar los metales se darán precisamente

según la dureza de la veta o labores a discreción de los capitanes, y necesitándose más

cohetes por la mayor dureza se les ministrarán a los operarios con calidad de que avisen del

tiro134 a los capitanes de tandas o faenas para que les conste haberse gastado la pólvora en

su preciso fin y sin extraviarse a otros.

Ordenanza séptima. Los hurtos de metales, pólvora y herramienta, se celarán con la

mayor vigilancia; y al operario que se le encontrare por la primera vez se le quitará el

salario; por la segunda se le añadirá un mes de cárcel; y por la tercera, será desterrado diez

leguas en contorno de esta jurisdicción; y al que pretextare que se le perdió el pico o cuña

que era de su cargo, se le rebajará del salario su preciso costo y no más.

Ordenanza octava. El tendero o persona que comprare o recibiere en empeño o paga

o de otra cualesquiera suerte las herramientas de minas, después de perderlas, se le darán

cincuenta azotes en la aldabilla, siendo de color quebrado, y dos meses de cárcel si fuere

español, por la primera vez, doble por la segunda, y por la tercera se procederá con todo

rigor de derecho como contra los encubridores de ladrones y hurtos y participantes en ellos,

en consideración al abuso y a los perjuicios que en esta parte se experimentan públicamente

en esta jurisdicción.

Ordenanza nona. Los despachadores que cuidan de las tareas y partidos dentro de

las minas, mientras los malacates se sacan a las bocas de los tiros a beneficio del amo y

operarios no podrán recibir más metal que el que cabe en una copa o gorro de sombrero,

rasada, como ha sido costumbre, y de ninguna suerte colmada ni mucho menos sombrero

lleno en copa y en alas, con fraude del dueño y operarios, y será de cargo de los

despachadores recibir los tequios y partidos, volviendo al peón el que estuviere


134
. Túnel vertical que comunica las galerías entre sí y con la superficie.
196

descabezado o flojo, sin recibirlo ni despacharlo por el tiro hasta que se llene, estando

también obligados dichos despachadores a entregarlo en la misma forma, sin descabezarlos,

bajo la pena de que si así se encontraren en las galeras, se completarán con sus jornales y

partidos, y demás de eso se procederá contra ellos por la segunda vez con todo rigor de

derecho por el hurto, en la forma que va dicho en la ordenanza antecedente.

Ordenanza diez. Completo el tequio o tarea de metales para el amo, todo lo demás

que el barretero sacare en las doce horas de tanda se partirá entre ambos; y se dice tarea de

metales para que se entienda que si en él se hallaren tepetates o piedras por malicia del

operario cuando debe ser de metal, en pena de ello perderá aquel día jornal y partido y se

hará sacar el tepetate de la galera.

Ordenanza once. La división de los partidos se hará en esta forma: Primeramente se

pesarán los partidos en romana135 u otro ajustado peso y después se tenderán en el suelo, y

reconociéndose que la tarea y partido son de igual calidad de metal se dividirá el partido

por sí sólo, sin mezclarse ni revolverse con el de la tarea; pero si por estudio y fraude de los

operarios sacaren lo mejor y más florido del metal en sus partidos y lo peor y más ordinario

para el amo, debiéndose como se debe enmendar tan injusta desigualdad, se manda a los

operarios saquen tareas y partidos como los diese la veta, para excusar todo fraude; pero si

el partido fuere de superior ley que el tequio, de ninguna suerte se harán ferias perjudiciales

al operario, y mucho más a los dueños, al paso que expuestas a controversias, sino que se

mezclarán tarea y partido, siempre que éste sea de mejor metal.

Ordenanza doce. La mezcla y revoltura de tequios y partidos en el referido caso se

ejecutarán por los sirvientes que llaman cajones en presencia y a satisfacción de los

operarios interesados, para que por el lado que estos últimos quisieren se les parta el
135
. La romana era una balanza de brazos desiguales; da origen a un verbo, “romanear”.
197

montón redondo y llenen por allí otros tantos costales o sacas que se romanearán para

igualar el peso que tuvieron antes de mezclarse. Y los amos, cajones o mandones no podrán

despedir a los operarios para hacer la revoltura a solas, con ningún pretexto, ni precisarlos a

que llenen las sacas por los extremos del montón, sino que todo se hará a vista y presencia

de ellos, y por el lado que eligieren.

Ordenanza trece. Del montón de todo el partido se sacará la limosna que amos y

operarios contribuyen a los conventos de San Diego y San Juan de Dios de Pachuca, en la

forma acostumbrada, y de lo que quedare se harán dos partes de las cuales escogerá el

operario la que quisiere. De esta parte de los operarios no se les forzará a dar limosna de

metal (que harán si quisieren fuera de las galeras y de ninguna suerte dentro de ellas) ni a

que lo contribuyan para el alquiler del costal o saca para llevar el partido a su casa, ni a otra

alguna gabela; y solamente se sacarán las tres porciones siguientes, por ceder en beneficio

del operario. La primera, lo que acostumbran dar al médico que los cura, les da botica y

cirujano para ellos y sus familias. La segunda, una cuchara de metal, que nunca suba de

cuatro libras, para el cajón y malacateros que sacan los partidos y tequios por los tiros y los

portean desde allí a las galeras para que se extiendan y dividan. Y la tercera, una libra de

metal al herrero que les da agua para beber dentro de las minas. Y para que no excedan de

cuatro libras al cajón y una al herrero, se encarga la conciencia a los amos, administradores

o mandones para que les hagan pesar o pongan tal medida que no se defraude a los

operarios, quienes podrán libremente reclamar sin que los mandones les maltraten de obra o

palabras, con advertencia que si partieren mogrollos136, como se dirá en la ordenanza

. Se denominaba mogrollo a los nódulos pétreos con un contenido de metal precioso muy alto,
136

que en algunas raras ocasiones se encontraban en las minas.


198

siguiente, se rebajarán lo del cajón a dos libras y una cuarta lo del herrero, y

proporcionalmente lo del médico.

Ordenanza catorce. Las ordenanzas antecedentes hablan de partidos regulares de

metal, pero si se hiciere hacienda o tarea de mogrollo, siendo muy difícil dar norma y

método fijo por la diversidad de leyes de este metal, más o menos ricas, en mayor o menor

trabajo y dureza, no puede establecerse otra regla sino la de que se acuerden y convengan

los amos y operarios por la variedad que ha habido en la materia, dando por lo más común

la sexta parte a los operarios y otros también la octava o décima, según las calidades del

mogrollo. Y para más fácil avenencia, se tendrá atención a la calidad y ley, de suerte que

podrán dar los operarios la sexta, séptima u octava parte si la ley fuese de dos a tres marcos

por quintal, la nona parte si excediere la ley hasta cinco marcos, y de ahí adelante sólo la

décima; pero si se echare cinta de metal tan rico que más sea plata que tierra, la vigésima

parte. Y a más de ser fácilmente avenibles los operarios en estos extraordinarios casos,

deberán tener presente que aunque sea en ellos algo mayor el valor de partidos, ha de ser

sin exceso y sin ofensa del dueño, que sufriendo las borrascas137, obras muertas, jornales y

otros gastos debe sentir la principal utilidad de la riqueza.

Ordenanza quince. Los faeneros de las minas gozarán el jornal acostumbrado en

esta jurisdicción de cuatro reales por su tanda, y lo mismo por igualdad de razón los

faeneros de los socavones, como que unos y otros hacen la misma fatiga en limpiar y

desaterrar las labores y cañones, trabajando entre las aguas, cargando los tepetates y tierras

y descendiendo y ascendiendo con igual riesgo por las lumbreras138 o caminos.

137
. Perderse la veta.
138
. El túnel que va hacia la superficie, destinado a introducir aire o desaguar las galerías.
199

Ordenanza dieciséis. Los peones, cuya obligación es hacer las faenas acostumbradas

en sus tandas, bajar y subir para ministrar a los barreteros lo necesario para ellos y la labor,

y portear las sacas del tequio desde los planes a los despachos, gozarán del sueldo de cuatro

reales, según la costumbre de estos minerales. Y arreglados también a ella, sacarán metal a

partir que no pase de un costal ni de mayor peso que cualquiera de los del tequio del amo,

respecto a que componen su partido no sólo con lo que cortan mientras descansa el

barretero, con lo que éste les da y ellos se toman, sino con descabezar los costales de la

tarea de los amos y partido de los barreteros, que es un hurto manifiesto y digno de

reflexión y de entero reparo. En lo sucesivo se manda y previene a los barreteros que

entreguen los costales del tequio y partido bien acondicionados y con presilla tendida en sus

bocas de suerte que queden enteramente cerrados y sin que se rebose el metal, en cuya

forma y no en otra los han de recibir los peones, y en esa misma los han de conducir desde

las labores hasta el despacho. Y si el peón entregare descabezados los costales al

despachador deberá éste reconvenirlo para que lo llene; y sino lo hiciere, será de la

obligación del despachador justificarlo con dos testigos o dar luego aviso al capitán, para

que de esta forma el costal que se reconozca descabezado en la galera, ya sea de tequio, ya

de partido, se reemplace con el metal del peón; pero de recibirlo el despachador entero, si

se encontrare en la galera descabezado, se completará con el partido de éste como va

prevenido en la ordenanza nueve. La jarcia o costalería no excederá de cinco a seis arrobas

poco más, para que sin mayores fatigas puedan portearla los peones de las labores a los

despachos.

Ordenanza diecisiete. Los atecas o achicadores de agua de los tiros tendrán los

mismos cuatro reales de jornal, y por lo recio de su fatiga sólo trabajarán seis horas de

tanda diariamente, por escasearse su número tan preciso a la consistencia y labor de las
200

minas; y componiendo 42 horas cada semana, son tres puebles y medio de los que hacen los

demás operarios; y éstos harán cuatro puebles a la semana, por quedar ya reducidos al

preciso tiempo de doce horas cada tanda.

Ordenanza dieciocho. Los ademadores139 deben bajar antes de las barras y trabajar

todo el tiempo de su tanda, así en el astillero como en las obras subterráneas que les asignan

los mineros en uno o en diversos lugares de la mina; y si en estos tales lugares y no en otros

desmontaren metal para el encaje o trabazón del ademe o cubiertas, podrán sacar un costal

regular, de que deducida la limosna de San Diego y San Juan de Dios, se les descabezará,

quitándole la cuarta parte para el amo; pero si el costal excediere de seis arrobas, se les

partirá como a los barreteros y peones. Y se previene y manda a los mineros y capitanes no

permitan que los ademadores, dejando su obligación, trabajen en otras labores con la

codicia del partido, por los graves inconvenientes que resultan de quitar el lugar a los

barreteros, comerse los pilares y bordos, causando comunicaciones de aguas en las labores;

y si sacasen metal a partir de otro lugar del que ademaron, se les quitará indefectiblemente,

pues sólo han de tener partido del que encontraren en los sitios que se les señalen para la

adema.

Ordenanza diecinueve. Los recogedores140 tratarán bien a los operarios, y sin

precisar a los que en el mismo o a los que en el inmediato antecedente día hubiesen entrado

en pueble; y para la constancia deberán los rayadores dar a cada uno al salir de la mina un

pequeño papel con el nombre del operario, día en que trabajó y rúbrica del rayador;

entendidos también los mismos operarios de no excederse contra los recogedores, como

139
. Trabajador encargado de realizar los “ademes” o labor de apuntalamiento de los tiros y galerías.
140
. Personas que por licencia oficial y comisión de un empresario se dedicaban a capturar reales o
supuestos “vagos” para que trabajaran de manera forzada (pero con pago del sueldo) en las minas
durante una jornada. La práctica daba lugar a abusos y violencias.
201

asignados con pública autoridad a beneficio de la labor de las minas; y que según la calidad

del exceso, se les castigará con todo rigor.

Y habiéndome dado cuenta con ellas en consideración a estar fundadas en equidad y

justicia, en la costumbre de dichos minerales, comprobada en las juntas de minería que las

precedieron, con otras varias solemnidades y el común uniforme consentimiento de dueños

y operarios que han pedido su observancia, las aprobé, confirmé y ratifiqué por mi superior

decreto de 3 del corriente mes. Por tanto prevengo y mando se publique y se fijen en las

minas de dicha jurisdicción, y se guarden, cumplan y ejecuten como estatutos y ordenanzas

municipales de ella, sin venirse contra su tenor y forma, bajo las penas que contienen y lo

demás que reservo a mi superior arbitrio y de los excelentísimos señores virreyes mis

sucesores, y demás tribunales y jueces que sobre sus asuntos deban, y puedan conocer.

Dado en México, a 6 de octubre de 1766. El marqués de Croix.

Bibliografía recomendada:

Doris M. Ladd, The Making of a Strike. Mexican Silver Worker's Struggles in Real del
Monte. 1766-1775, Lincoln, University of Nebraska Press, 1988, x-206 p.
Luis Navarro García, "El virrey marqués de Croix (l766-1771)", en J. A. Calderón Quijano
(ed.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos III, Sevilla, Escuela de
Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, l967, p.159-381.
________________________________________________________

Real cédula para que las elecciones de priores y cónsules del Consulado de
Comerciantes se realicen según lo propuesto por su Tribunal.141

El Consulado de Comerciantes de la ciudad de México era un fiel reflejo del


carácter colonial, centralizado y monopólico del comercio novohispano. La mayor parte de
las mercancías que arribaban al reino eran adquiridas por los grandes “almaceneros” de la
ciudad de México, quienes se hallaban en el centro de una compleja telaraña de

141
. Fuente: Richard Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispano América. 1493-1810, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1962,
vol.3, tomo 2, p. 193-196.
202

representantes, comisionados y mercaderes menores que llevaban y adquirían bienes de


todos los rincones del virreinato; incluso los corregidores, alcaldes mayores, gobernadores
y capitanes de los “presidios” o fortalezas de las fronteras eran, por vías directas o
indirectas, socios menores de esta cadena comercial. Los hacendados y los mineros,
además, dependían de los comerciantes para conseguir préstamos que financiaran sus
actividades.
El poder de los grandes almaceneros tomó forma institucional con la creación del
Consulado de Comerciantes en 1592. El Consulado era a la vez un grupo de presión en
beneficio de los intereses de sus miembros, tribunal privativo en materia de comercio e
instancia que se asociaba al gobierno encargándose de la recaudación de algunos
impuestos, ciertas obras públicas y, más directamente, dando préstamos y “donativos
graciosos” al rey.
La trascendencia del Consulado dio lugar a conflictos por el control de sus
autoridades; paulatinamente, en nombre del “buen orden”, los almaceneros lograron
eliminar como electores a los mercaderes menores o asentados en las provincias, y afinaron
un sistema de rotación que permitía equilibrar la influencia de sus dos grupos o “partidos”
más poderosos, el de los montañeses y el de los vascos.

El Pardo, 23 de enero de 1728.

El rey. Presidente y oidores de mi Audiencia Real de la ciudad de México. Con carta

de 10 de junio del año de 1727 acompañáis testimonio de autos informando lo que se os

ofrece sobre la pretensión del Consulado de esa ciudad en las elecciones de prior y

cónsules, expresando que con el motivo de las inquietudes y disturbios que se habían

experimentado en los años anteriores en estas elecciones por parte de dicho Consulado, se

ocurrió a mi Consejo de las Indias haciendo presentes estos inconvenientes, para que

teniendo presente la disposición de la ley V, título 45, libro IX de la Recopilación quedasen

reducidos los votos sólo a los comerciantes que residiesen en esa ciudad y tuviesen en ella

almacenes y no tiendas públicas. Y en vista de esta instancia tuve por bien expedir

despacho con fecha de 21 de agosto del año de 1715, para que esa Audiencia, precediendo

informe del Consulado y comercio, diese su parecer con toda claridad y distinción, teniendo

presente la observancia de las leyes. Y con este motivo y el que acaeció el año de 1727 en

la elección que se hizo de prior y cónsul en las personas de don Miguel de Amozarrain y
203

don Domingo Mateos, vecinos y comerciantes almaceneros de esa ciudad, me hacíais

presente haberse experimentado los mismos disturbios que en las antecedentes y que

arreglándoos a lo que por el referido Tribunal del Consulado os expuso por escrito que

presentó, y viene inserto en el citado testimonio, diferentes motivos que se reducen a que la

ordenanza de él se recopiló en la citada ley V que se hizo en el año de 1597, y que cuando

se hizo era mucho menor el número de comerciantes de esa ciudad y el de los mercaderes

de fuera de ella, por cuya razón eran todos conocidos y no había el riesgo de que con los

votos legítimos se quisiese tripular el que no lo fuese, y que así se hacían las elecciones,

quieta y pacíficamente, sin controversia en la calificación de los vocales. Que habiendo

crecido el pueblo y vecindario de esa capital y con él el número de los comerciantes, cuyo

aumento han ido teniendo las demás ciudades, villas y lugares de esa Nueva España de

algunos años a esta parte, se ha ido haciendo de elección en elección más y más intratable

el que en las de electores puedan votar todos los que la ley admite a votos activos. Que esto

no sólo dimana de la muchedumbre, sino que más es de que con la ocasión se hacen

inaveriguables en cada un individuo las calidades que requiere la ley y que caso que éstas

se pudiesen rastrear son tantos los que ya se congregan o convocan para votar que en el

poco tiempo que conforme a dicha ordenanza y desde el día del pregón hasta el de la

elección, no cabe en lo natural y posible el que se puedan evacuar una por una las

calificaciones de tan vasto número de concurrentes. Que aun los de dentro de esa ciudad

son tantos que de muchos no hay aquel conocimiento necesario para su admisión, y que si

esto sucede en los que son vecinos con más razón faltará la noticia conveniente para los

muchísimos que vienen de fuera. Que se ha recurrido a la providencia de nombrar

calificadores o informantes para que admitan o repelan a los que compareciesen, según su

mérito o demérito, pero se ha experimentado que aun esta calificación está llena de
204

tropiezos y de disputas, porque la inclinación de los que quisieran que fuesen votos los que

se declara no serlo; por el contrario produce en cada uno de los que se califican una

cuestión, una porfía y aun una rifa <riña?> en que no sólo se pierde el tiempo sino que se

quiebran las amistades, se vulneran las conciencias, se introducen las desuniones y se

originan los escándalos que todos lloran después de pasado el ardor de las elecciones,

porque mientras dura el calor de ellas cada uno tira a vencer sin detenerse mucho en

escrupulizar. Que los pretendientes tienen amigos, deudos, compadres y dependientes que

se empeñan por ellos para que salgan electos, y que cuando no los hay nunca faltan aliados

que los promuevan y alienten facilitándoles la consecución, y para ella recurren no sólo a

ganar votos de los comerciantes de dentro de esa ciudad, sino a traer los de fuera aunque

sea de muchas leguas de distancia. Que con ellos se hace un cúmulo indiferible de votos en

que a título de la apresura del tiempo y de la ignorancia de los sujetos o se habilita al

indigno o se despide al capaz, y que uno y otro es mal forzoso y cada día va creciendo más.

Que pasaron de 200 votos los que en la elección de dicho año de 1727 hubo de exceso al

respecto del de 1725, en que excedieron en mucho más de 100 votos a los del de 1723, y

que temiendo que si no se inmuta la planta de estas votaciones para las que se puedan

seguir no quedará hombre fuera de esa ciudad que no se transporte a ella; y que si en la

próxima pasada concurrieron de más de 40 leguas de distancia, para las que se puedan

seguir vendrán de más de 50 y l00 leguas, y que con el pretexto de un tendejón que tengan

de pan y velas o de unas medias que vendan a la mano por las calles querrán ser tenidos por

mercaderes y reputados por votos, y que aunque haya quien porque los conozca, los

impugne, no faltará quien porque los ha menester los defienda. Que en la última elección

hubo tanto de lo referido, que sobre los disidios que acaecieron se consultó al virrey, quien

dirimió las dudas que se ofrecieron, con parecer y voto consultivo y después de excluidos
205

muchos de los que quisieron votos, hubo 667, a cuya proporción debían esperar que en lo

venidero pasarían de mil y aun de miles, y que si para la que próximamente se celebró fue

necesario prorrogar por primera y segunda vez el tiempo establecido por la ley, que será

menester para las futuras. Por todo lo cual, y que esto necesita de pronto reparo por los

inconvenientes que consigo acarrea, y que en ellos es de considerable atención el perjuicio

que pudiera resultar contra la Real Hacienda, porque el prior y cónsules son

administradores de las reales alcabalas142 de esa ciudad y lugares de su agregación, por

cabezón143 de quince años de que faltan once y medio, y que por una renta tan cuantiosa

como la de 280.000 pesos anuales, si los oficiales de prior y cónsules cayesen en quienes

administrasen menos bien este real ramo, lastarán cualquier falencia144 los demás

comerciantes de dentro de México o porque los electores, que son los fiadores de dicha

renta, la ejecutarán o porque la falta o quiebra se repartiría entre los comerciantes de dentro

de esa ciudad, y fuera cosa terrible que ellos soportaran el riesgo de los nominados, no

habiéndolo sido sino los mercaderes de fuera de ella, que ni tienen conocimiento de los que

son o no a propósito para priores y cónsules y electores de ellos, ni caudal para cualquier

disección; y que cuando la tuvieran no hubiera por donde hacer el cargo, porque como se

vota secretamente se ignora quién sufragó o no por los nominados. Cuyos perjuicios

cesarían si la elección de electores se redujese a que sin embargo de la ley se celebrase

votando solamente los comerciantes vecinos de esa ciudad que tuviesen almacén en ella

142
. La alcabala era un impuesto al consumo que se cobraba al pasar las mercancías de una a otra
jurisdicción.
143
. El “cabezón” era el contrato establecido entre el rey y una corporación o persona particular a la
cual se concedía la administración y recaudación de un ramo de la real hacienda, como el impuesto
de la alcabala; se remataban en pública subasta y se concedían a quien ofrecía mejores condiciones
y posturas. El beneficio se hallaba en la diferencia entre lo que ofrecía pagar al rey y lo que obtenía
del público. A esta práctica también se le denominaba “encabezonamiento” (de poner “en la cabeza
de”).
144
. O sea “pagarán por otros cualquier defecto o poca fiabilidad”.
206

desde dos años antes de semejantes elecciones, en las que se hiciesen en lo futuro con

exclusión expresa de los que tuviesen tienda en México y absoluta de los de fuera, ya sean

almaceneros o tenderos. Cuya representación premeditada por vos y considerados los

motivos que dicho tribunal os hizo presentes, y de que referís ser ciertos y notorios en todo

ese reino, por cuya razón os hacía recelar que si en las votaciones siguientes se observase lo

mismo que hasta aquí se seguirán grandes perjuicios y en adelante serán mayores por lo

mucho que se ha engrosado el comercio; y que para evitar estos daños y que las elecciones

se ejecuten con la paz y quietud que se necesita, no obstante lo prevenido en la citada ley

sería bien se le concediese al consulado el que en adelante se hagan como propone. Y

habiéndose visto en mi Consejo de Indias, con lo que en el asunto, me participaron mi

virrey marqués de Casafuerte y don Joseph Francisco de Aguirre en cartas de 9 y 10 de

junio del año de 1727, y expuso mi fiscal, he tenido por bien ordenaros y mandaros (como

lo hago) que en adelante se ejecuten las elecciones de priores y cónsules en la conformidad

que os representó dicho consulado y van mencionadas, lo que haréis practicar precisa y

puntualmente para su ejecución.

Bibliografía recomendada:

John Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante


los Borbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, 285 p.
David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, (1763-1810), México,
Fondo de Cultura Económica, l975, 500 p.
Luise Schell Hoberman, Mexico´s Merchant elite. 1590-1660. Silver, State and Society,
Durham, Duke University, 1991, 352 p.
.________________________________________________________

Bando del virrey marqués de Croix sobre organización de la feria de Xalapa.145

. Fuente: "La feria de Xalapa", en Boletín del Archivo General de la Nación, V, mayo-junio 1934,
145

no.3, p.357- 365.


207

El tráfico con la metrópoli se realizaba desde mediados del siglo XVI mediante una
única flota anual, dando lugar a una feria que se realizó primero en la ciudad de México y,
desde 1720, en Xalapa. La organización y vigilancia de la feria fue siempre una
preocupación esencial para los virreyes, que se ocupaban de que los mercaderes
encontraran en buen estado los caminos, hubiera alimentos y hospedaje adecuados, vigilar
que no existiera contrabando, que se cobraran exactamente los derechos fiscales y combatir
las inevitables prácticas especulativas o de manipulación de los precios. En la práctica, las
ferias de Xalapa estuvieron controladas por los grandes comerciantes andaluces y de la
ciudad de México, que con su gran capacidad de transporte y capitales prácticamente
monopolizaban la oferta y la demanda. Ambos grupos estaban trabados en una relación que
era a la vez de cooperación y de oposición. Los mexicanos procuraron vincularse
directamente con el mercado sevillano mediante comisionistas o bien dilatar la adquisición
de productos de la feria el máximo tiempo posible para conseguir mejores precios. Los
sevillanos, por su lado, trataban de mantener artificialmente los precios elevados y
consiguieron que se prohibiera que las mercancías que los mexicanos habían adquirido por
comisionistas salieran de la feria antes de su finalización.
El Consulado de Comerciantes de la ciudad de México, dominado por los grandes
almaceneros de la capital, tenía un papel preponderante en el funcionamiento de la feria y
desempeñaba algunas funciones organizativas y fiscales, actuando en la práctica como una
extensión del gobierno colonial.

Don Carlos Francisco de Croix, caballero del orden de Calatrava, comendador de

Molinos y Laguna Rota en el mismo orden, teniente general de los reales ejércitos de su

majestad, virrey, gobernador, capitán general de Nueva España, presidente de su Real

Audiencia, superintendente general de Real Hacienda y ramo del tabaco de él, presidente de

la Junta y juez conservador de este ramo, subdelegado general del nuevo establecimiento de

correos marítimos y de tierra en el mismo reino.

En consecuencia y puntual cumplimiento de las órdenes de su majestad (que Dios

guarde), expedidas para la presente flota del mando del jefe de escuadra, marqués de Casa

Tilly, y de las que están dadas desde el año de 1728 para el arreglo de tan importante

asunto, anticipé con oportunidad y desde que recibí la primera noticia de que se hallaba

pronta en Cádiz para hacerse a la vela cuantas con preferencia de la que han producido sus

más ventajosos efectos conceptué propios a verificar los fines encargados por el rey y en

que se interesan ambos comercios.


208

2. Con la misma atención mandé el 31 de marzo publicar el bando de la llegada de

la flota y que el Real Tribunal del Consulado de México nombrase los tres diputados que

deben asistir en el pueblo de Xalapa de la Feria, encargada a su celo, con otros particulares

respectivos a la pronta celebración de los efectos sujetos a ella, el de que facilitase por su

parte los medios más a propósito para que los comerciantes del reino no retarden la

remisión de caudales al nominado pueblo de Xalapa.

3. De todas las insinuadas previas disposiciones resulta que, consiguiente a ellas, se

halla prevenido lo conveniente a la habilitación de caminos, a la pronta descarga de efectos

que ha conducido la flota, a la abundante provisión de víveres y demás necesarios para la

subsistencia de los concurrentes a la feria; a que no se demore la conducción de las

mercaderías; a que los comerciantes no padezcan indebidas extorsiones en la paga de fletes

y alquileres de casas, y a que puedan transportar bajo las seguridades y formalidades

prevenidas los caldos y frutas secas, que no deben sujetarse a los términos y reglas de la

feria, y por lo mismo se hace ya preciso prescribir las que se han de observar en éste, y son

los siguientes:

4. Primeramente ordeno y mando a todos los ministros de su majestad, a los vecinos

y comerciantes de esta ciudad y demás lugares del reino, a los cargadores y negociantes que

han venido en la referida flota, a quienes toque o pueda tocar y especialmente al gobernador

y ministros de Real Hacienda de Veracruz, a los diputados del comercio de España y a los

maestres de los navíos, que todos y cada uno por su parte persuadidos con la buena fe que

promete y corresponde a la feria, importancia y ventajas que ofrece no dilatar un instante

todos los prudentes medios que contribuyan al desempeño de las ya dadas por mí, y al logro

del fin tan deseado, conspiren uniformemente con actividad a que la descarga de los efectos

y mercaderías venidas en la flota se concluya con la mayor brevedad, y que con las misma
209

vayan los cargadores recibiéndolos y los dirijan al pueblo de Xalapa, en donde como lugar

único y señalado por su majestad se ha de celebrar la feria, sin que les detenga ni embarace

para principiar a hacer estas remisiones el no tener recibidas completamente sus

configuraciones, procurando igualmente separar con el propio celo y objeto los

inconvenientes o reparos que aparenten o promuevan la menor reflexión o comprensión en

los asuntos, y dirigiéndose en todo con la sinceridad e instrucción que miren al premeditado

buen efecto y a precaver los perjuicios y atrasos del comercio, cuyos individuos procederán

en este particular con toda la atención que pide la actual estación del tiempo para

aprovecharla a su propio beneficio.

5. Todas las mercaderías han de subir, como tengo ordenado, desde el expresado

fuerte al pueblo de Xalapa de la Feria, vía recta, y se han de conducir con las formalidades

de guías y marchamos prevenidos y en el modo declarado en mi resolución de 6 del

presente mes, dada a consulta de los diputados del comercio de España, expresando en

aquellas el número de fardos, cajones, baúles y demás piezas que comprenda cada una sus

marcas y señales, y si van marchamos por la aduana de Veracruz o llevan todavía el que se

les puso en la de Cádiz, cuyas guías refrendará el diputado de flota que reside en Veracruz,

quedando obligados los dueños o conductores a manifestarlos luego que lleguen con sus

cargas al sujeto que asista en Xalapa, y ha de correr con este y otros asuntos respectivos a la

Comisaría de guías.

6. No se podrán guiar, dar despachos, ni salir del dicho puerto y ciudad de Veracruz,

mercaderías algunas para otro lugar del reino que para el referido de Xalapa, ni conducirse

a éste de otro modo que con las circunstancias y requisitos de guías y marchamos

expresados, de que cuidarán puntualmente los ministros de Real Hacienda de Veracruz, el

comandante y demás empleados en el resguardo, celando los de las puertas de dicha ciudad
210

con esmero y fidelidad sobre este particular, refrendando las guías en la forma que les

ordene el administrador de Real Hacienda de aquel puerto; en la segura inteligencia de que

si se encontraren y aprehendieren sin estos requisitos indispensables cualesquiera cargas no

sólo extraviadas sino aún en camino recto para dicho pueblo, las declaro desde ahora por de

legítimo comiso y perdidas con las recuas en que se transporten, y a los arrieros o

conductores los condeno en la pena de cuatro años de presidio, sin que se les admita excusa

ni disculpa alguna; pues no pueden alegar ignorancia en la conducción de géneros de las

anteriores flotas.

7. En conformidad de la orden que tengo ya dada para que se puedan transportar a

esta capital y a las demás ciudades y pueblos de este reino la cera de Campeche, patíes146 y

plantas de aquella provincia, el cacao, frutas secas, pasta, almendra, avellana, alcaparra,

alcaparrón, aceituna, vino, aguardiente y demás licores, géneros de botica y otros de fácil

corrupción, ordeno que todo lo expresado se ha de conducir con la precisa calidad de guía y

demás formalidades a los parajes de su destino, y que para precaver que con el pretexto de

estas remisiones no se internen otros géneros ni efectos, se reconozcan con la mayor

exactitud los cajones, barriles y demás piezas así en Veracruz, antes de permitirse salida

como en las aduanas o parajes de su destino, celando exactísimamente todas las justicias,

administradores, fieles y receptores de alcabalas, empleados en el resguardo y los diputados

de los pueblos encabezados, en cumplimiento de su obligación, que no se cometa el más

leve fraude, de que me serán responsables, declarando como declaro por perdidos y de

comiso los géneros que están prohibidos conducirse a otro paraje que al expresado pueblo

de Xalapa, y los permitidos que con ellos se aprehendieron, de cuya observancia cuidarán

146
. Los patíes eran tejidos de algodón basto, realizados en telar de cintura por las mujeres
indígenas; eran un artículo de comercio importante en el sureste del virreinato.
211

principalísimamente los ministros de Real Hacienda de Veracruz, las justicias de la Antigua,

de las villas e Córdoba y Orizaba, de Perote y Xalapa, el superintendente de la Aduana de

esta capital, el administrador de la ciudad de la Puebla y demás a quienes toque o tocar

pueda, procediendo con la mayor atención y prudencia y con todo rigor de derecho contra

los transgresores, para lo que les concedo la comisión bastante necesaria; bien entendido

que deben darme cuenta de lo que en su ejecución practicasen, y que para que se porten con

la fidelidad y esmero correspondiente gozarán la cuarta parte de lo que legítimamente

<de>comisaren, y que si se justificase que los diputados de los pueblos encabezados (sobre

que también celarán las justicias de cada uno respectivamente) fuesen en todo o en parte

contra lo referido, y que disimulen o dispensen por convenio, avenencia u otro respecto,

además de que se les sacará irremisiblemente con el duplo el valor legítimo de cuanto en la

forma prevenida debe sufrir la pena de comiso, se les impondrán las demás, según los casos

y en digna satisfacción de los considerables y manifiestos perjuicios que son consiguientes

de la inobservancia, así al dispendio de los efectos de la feria como a los verdaderos

intereses de uno y otro comercio.

8. Repito a las expresadas justicias de Veracruz, de Xalapa, de los pueblos

inmediatos y del tránsito (a quienes ya tengo ordenado cuanto conviene a este fin) que

atiendan con especial aplicación a la abundante provisión de víveres y bastimentos con

apercibimiento de que experimentándose carestía o escasez en alguno de los enunciados

parajes, por omisión o negligencia, se les hará estrecho cargo e impondrán las penas según

la malicia o poca aplicación en materia tan importante.

9. A efecto de que los comerciantes de los lugares internos logren proporcionadas

ocasiones de remitir sus caudales con la posible anticipación para efectuar con la misma sus

negociaciones en la feria de Xalapa, ordeno y mando a los oficiales de las cajas foráneas y
212

reales de minas de este reino que dispongan hacer las remisiones y despachos de las platas

de su majestad a esta capital, de modo que los particulares y comerciantes logren enviar sin

atraso las que consiguieren y recogieren de uno a otro despacho de sus correspondientes o

para emplearlas de su cuenta, portándose en esto como conduce a que se engrosen y

aumenten las conductas y caudales, advertidos de que siendo este uno de los medios

convenientes a la pronta celebración de la feria y a cumplir las soberanas resoluciones del

rey, me será muy desagradable hasta la inacción o el descuido.

10. Los tres diputados que en junta general de comercio, consiguiente a mi decreto

de 31 de marzo próximo ha nombrado el Tribunal del Consulado de este reino, deben pasar

con la debida anticipación al pueblo de Xalapa, en donde necesariamente han de residir

hasta concluida y finalizada la feria, y durante ésta y desde ahora no sólo han de usar y

ejercer la jurisdicción y facultades concedidas a su ministerio, sino las amplias que yo les

confiero por la justa confianza, particularísimos motivos para el desempeño de todos los

encargos que hasta ahora han sido propios del comisario de guías, a cuyo fin lo tendrá así

entendido el público, prometiéndome el más exacto desempeño de tan importantes asuntos

conforme a las órdenes que les comunicaré oportunamente; y que se han de dedicar con la

mayor armonía con los diputados de España y los individuos de ambos comercios a

promover y facilitar con las consideraciones insinuadas, la más pronta celebración de la

feria, procediendo con laudable empeño a superar y allanar cualesquiera reparos o

embarazos que puedan ofrecer o se dirijan a retardar la última perfección de las

negociaciones y contratos entre los individuos de ambos comercios.

11. Será a todos libre y facultativo poner precio en la venta de sus propios bienes y

de los que con poder y facultad bastantes de su legítimo dueño puedan encargar; y del

mismo modo queda a la voluntad bastante de los compradores, llegar a tratar de los efectos
213

que quisieren y ofrecer por ellos el valor y cantidad que gustaren; y prohíbo seriamente que

en las conferencias que tuvieren las diputaciones traten cuestiones ni providencien algún

medio compulsivo ni opuesto a esta resolución; pues queda y ha de estar al arbitrio y

voluntad de los vendedores y compradores la de hacer estos contratos, según cada uno por

su parte pudiese facilitar a favor de sus propios intereses, haciendo los ajustes con la

ventaja y utilidad que es natural procuren respectivamente.

12. Declaro que luego que alguno o algunos de los cargadores o encomenderos

suban a Xalapa con el todo o parte de sus mercaderías, han de poder empezar a venderlas y

feriarlos por junto o por menor, con toda libertad, y que con la misma podrán comprarlas

los comerciantes de este reino, según y en la forma que entre sí convinieren, consultando

también por este medio del rompimiento de precios, como es propio a acelerar la

concurrencia de los compradores a que no se demoren las remisiones de caudales para

hacer los empleos, y a fin de que se consiga con facilidad y en una feria pronta el total

dispendio de los géneros que ha conducido la flota y llenar los soberanos deseos de su

majestad en el breve despacho de ésta.

13. Las ropas y demás mercaderías que deben entrar o estuvieren (siendo de las

sujetas a feria) en Xalapa, no han de poder por ningún caso salir de este pueblo ni

conducirse a otra parte, aunque real y efectivamente estén vendidas y hayan pasado al

poder y dominio de los comerciantes del reino; y por igual o mayor razón han de sujetarse a

lo mismo las que por cuenta y riesgo de los vecinos de este reino hayan venido en flota,

compradas con sus propios caudales en España, prohibiendo como prohíbo la internación y

tráfico de aquellas de Xalapa arriba antes del día que me reservo señalar para la apertura de

caminos, que ejecutaré con la posible brevedad y la repetida e importante consideración del

pronto y ventajoso regreso de la flota, para cuyo tiempo dará el correspondiente permiso
214

para la internación de las dichas mercaderías pertenecientes a vecinos de este reino; bien

entendido que si alguno o algunos contravinieren a lo expresado en este capítulo se les

impondrán las penas establecidas anteriormente, entendiéndose la comisión conferida a las

justicias y demás expresados también para este caso, con la asignación de la cuarta parte, y

la misma se dará a la persona o personas que descubrieren o denunciaren este fraude.

14. Respecto a que el único y preciso lugar en que indispensablemente se han de

feriar y expender las mercaderías de flota durante la feria o fuera de ella es el pueblo de

Xalapa, a fin de que los mercaderes del reino no tengan estímulo o motivo de retardar las

compras ni los del comercio de España para mantenerse firmes en lo excesivo de los

precios, declaro que los cargadores flotistas que no vendieren para su tornaviaje en flota

han de residir y permanecer con los intereses de su cargo en el propio pueblo de Xalapa, y

que por ninguna causa les concederé licencia ni daré permiso para subir a esta capital ni a

otro cualquier paraje del reino; y amonesto y exhorto al Real Tribunal del Consulado que

por sí, y su diputación, anime y aliente a los individuos de este comercio para que

esforzándose todos, alcen enteramente con efectivos, caudales y frutos, la carga de la

presente flota, atendiendo a las ventajas de uno y otro comercio, a que los flotistas se

restituyan a España a vuelta de flota y a desempeñar el real ánimo de su majestad y la

satisfacción con que me hallo de que por estos medios y no omitiendo alguno la acreditada

conducta del Consulado, se logre la perfecta consecución de este importante asunto.

15. Portándose ambos comercios como me prometo, pues se interesa en ello el

servicio del rey y su propia comodidad e intereses, acreditarán todos la digna estimación

que se merece la soberana equidad del rey, que ha tenido por bien ordenar sean libres de

éste, como en otras ferias, las mercaderías, de los derechos de alcabala, Unión de Armas y

Armada de Barlovento, que debía satisfacer en todas las ventas que se hiciesen en Xalapa.
215

Y para que todo lo expresado tenga el debido cumplimiento, y en la inteligencia segura de

que en nada variaré estas reglas por ser conformes a las órdenes de su majestad, benéficas

al público y las más propias a conseguir las justas ventajas de ambos comercios, mando se

publiquen por bando en las partes y parajes acostumbrados de esta capital y que se remitan

ejemplares a las demás ciudades, villas y pueblos de este reino para que llegue a noticia de

todos y que cada uno en lo que tocare o tocar pueda, coadyuve a su observancia, se

estimulen y conmuevan los comerciantes a ocurrir con sus caudales luego a la referida feria

con la sana intención y acuerdo de emplearlos y utilizarse en las ganancias que les

produjesen. Dado en México, a 22 de abril de 1769

Bibliografía recomendada:

Luise Schell Hoberman, Mexico´s Merchant Elite. 1590-1660. Silver, State and Society,
Durham, Duke University, 1991, 352 p.
José Joaquín Real Díaz y Manuel Carrera Stampa, Las ferias comerciales de Nueva España,
México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, s.f., 310 p.
________________________________________________________

De la navegación y comercio de las Islas Filipinas, China, Nueva España, y Perú.147

El comercio con Filipinas –y a través de esta posesión española, con China e


Indochina- se realizaba mediante un solo barco, la nao o galeón de Manila. El tráfico estaba
dominado en gran medida por los grandes almaceneros de la ciudad de México, que a pesar
de las prohibiciones tenían agentes o “encomenderos” que les remitían mercancías
asiáticas, realizando en Acapulco la ficción de una compraventa. Asimismo, existía un muy
considerable contrabando, con la interesada colaboración de las autoridades militares y
fiscales del puerto.
El comercio entre los distintos reinos indianos fue visto con hostilidad porque se
pensaba que perjudicaba los intereses de la monarquía y de los comerciantes agrupados en
el poderoso Consulado de Sevilla; en 1632, de hecho, se prohibió el comercio directo entre
los virreinatos mexicano y peruano.

147
. Fuente: Recopilación de leyes de las Indias , libro IX, título XLV.
216

Ley 1. Que de ninguna parte de las Indias se pueda tratar en Filipinas, si no fuere de

Nueva España. 1635.

Porque conviene que se excuse la contratación de las Indias Occidentales a la China,

y se modere la de Filipinas, por haber crecido mucho, con disminución de la de estos

reinos: Prohibimos, defendemos y mandamos, que ninguna persona de las naturales, ni

residentes en la Nueva España, ni en otra parte de las Indias, trate ni pueda tratar en las

Islas Filipinas y si lo hiciere, pierda las mercaderías con que tratare, aplicadas por tercias

partes, a nuestra real cámara, denunciador, y juez que lo sentenciare. Y por hacer merced a

los vecinos y habitantes, y que se conserve aquella contratación en la parte que baste,

tenemos por bien, que sólo ellos puedan contratar en la Nueva España, en la forma que por

otras leyes está ordenado, con tal condición, que traigan o remitan sus haciendas con

personas que vengan de las dichas islas, y no las puedan enviar por vía de encomienda o en

otra forma a los que actualmente residieren en la Nueva España, porque se excusen los

fraudes de consignarlas a otras personas, si no fuere por muerte de los que vinieren con la

hacienda desde las dichas islas, que en tal caso se podrá hacer. Y asimismo ordenamos que

los vecinos de Filipinas, no puedan consignar sus mercaderías a generales, cabos, capitanes,

oficiales, soldados, ni marineros de las naos de aquel comercio, ni a otros, aunque sean

vecinos de las dichas islas, con las penas susodichas......

Ley 78. Que prohíbe el comercio y tráfico con el Perú y Nueva España. 1636.

Estuvo permitido que del Perú a Nueva España anduviesen dos navíos cada año al

comercio y tráfico, hasta en cantidad de doscientos mil ducados, que después se redujo a

uno, con ciertas calidades. Y porque ha crecido con exceso el trato en ropa de China en el

Perú, sin embargo de tantas prohibiciones convenientes a nuestro real servicio, bien, y
217

utilidad de la causa pública, y comercio de estos, y aquellos reinos; habiendo precedido

última resolución del virrey conde de Chinchón, y acuerdo de hacienda, para quitar

absolutamente la ocasión ordenamos y mandamos a los virreyes del Perú y Nueva España,

que infaliblemente prohíban y estorben este comercio y tráfico entre ambos reinos, por

todos los caminos, y medios, que fuere posible, y que no le haya por otras partes, que nos

por la presente lo prohibimos, guardando esta prohibición firmemente, y continuándolo en

adelante.

Bibliografía recomendada:

Carmen Yuste (ed.), Comercio marítimo colonial. Nuevas interpretaciones y últimas


fuentes, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1997, 202 p.
Carmen Yuste, “Los comerciantes de la ciudad de México en la negociación transpacífica”,
en Leonor Ludlow y Jorge Silva Riquer (comps.), Los negocios y las ganancias. De
la colonia al México moderno, México, Instituto Mora – Universidad Nacional
Autónoma de México, 1993, p. 211-224.
218

EL TRABAJO, LA SOCIEDAD Y LA VIDA COTIDIANA

Las Leyes Nuevas.148

Las Leyes Nuevas resultaron de la conjunción de la prédica indigenista de Las


Casas y otros religiosos con la preocupación de la Corona por el poder de la naciente
oligarquía novohispana. Implicó un ataque frontal a las pretensiones de los colonizadores
de crear en la Nueva España una sociedad señorial, basada en la esclavitud indígena y la
encomienda. Al mismo tiempo, señaló la intención del rey de apartar a sus funcionarios de
la intervención directa en actividades económica que, inevitablemente, les habría llevado a
contraer compromisos y nexos de interés que podían afectar la recta aplicación de las
órdenes metropolitanas.
En la práctica, las Leyes Nuevas no pudieron aplicarse inmediata y completamente.
El visitador Tello de Sandoval, comisionado para este fin, encontró inevitable adoptar una
actitud conciliadora y animar a las personalidades y corporaciones locales a realizar
representaciones ante el rey para defender sus méritos y derechos. A mediano plazo, la
Corona sólo concedió que las encomiendas subsistieran por “dos vidas”, aunque poco
después procedió a vaciarla de su contenido fundamental, prohibiendo los servicios
personales como parte del tributo. La institución en adelante languideció, y para fines de
siglo había dejado de tener una importancia social o económica.
Las Leyes Nuevas dieron un golpe fatal a la esclavitud indígena, que prácticamente
desapareció salvo rebrotes incidentales en la frontera de guerra del norte. Por otro lado, la
nueva legislación probablemente alentó la corrupción de los funcionarios, al privarlos de
sus ingresos empresariales legales.

Barcelona, 20 de noviembre de 1542.

Don Carlos, por la divina clemencia emperador semper augusto, rey de Alemania;

doña Juana, su madre, y el mismo don Carlos, por la gracia de Dios reyes de Castilla,

etcétera. Al ilustrísimo príncipe don Felipe, nuestro muy caro y amado nieto e hijo, y a los

infantes nuestros nietos e hijos, y al presidente y los del nuestro Consejo de las Indias y a

los nuestros virreyes, presidentes y oidores de las nuestras audiencias y cancillerías reales

de las dichas nuestras Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, y nuestros gobernadores,

alcaldes mayores y otras nuestras justicias de ellas y a todos los consejos, justicias,

. Fuente: Las Leyes Nuevas, 1542-1543, transcripción y notas Antonio Muro Orejón, Sevilla,
148

Escuela de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad de Sevilla, 1945, 26 p.


219

regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y

lugares de las dichas nuestras Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, descubiertas o

por descubrir, y a otras cualesquier personas, capitanes, descubridores y pobladores y

vecinos, habitantes y estantes y naturales de ellas de cualquier estado, condición y

preeminencia que sean, así los que ahora sois como a los que fueren de aquí adelante y a

cada uno y cualquiera de vos en vuestros lugares y jurisdicciones a quien esta nuestra carta

fuese mostrada o su traslado signado de escribano público o de ella parte supiéredes y lo en

ella contenido o cualquier cosa y parte de ello toca y atañe y atañer puede en cualquier

manera; salud y gracia.

Sépades que habiendo muchos años ha tenido voluntad y determinación de nos

ocupar de espacio en las cosas de las Indias por la grande importancia de ellas, así en lo

tocante al servicio de Dios nuestro señor y aumento de su santa fe católica como en la

conservación de los naturales de aquellas partes y buen gobierno y conservación de sus

personas, <y> aunque hemos procurado desembarazarnos para este efecto, no ha podido ser

por los muchos y continuos negocios que han ocurrido de que no nos hemos podido

excusar, y por las ausencias que de estos reinos yo el rey he hecho por causas tan necesarias

como a todos es notorio, y dado que esta frecuencia de ocupaciones no haya cesado este

presente año, todavía hemos mandado juntar personas de todos estados, así prelados como

caballeros y religiosos y algunos de nuestro Consejo para platicar y tratar las cosas de más

importancia de que hemos tenido información que se debían mandar proveer, lo cual

maduramente altercado y conferido y en presencia de mí el rey diversas veces platicado y

discutido, y finalmente, habiéndome consultado el parecer de todos, me resolví en mandar y

proveer y ordenar las cosas que de yuso serán contenidas, las cuales demás de las otras
220

ordenanzas y provisiones que en diversos tiempos hemos mandado hacer según por ellas

parecerá, mandamos que sean de aquí adelante guardadas por leyes inviolablemente......

Por tanto, ordenamos y mandamos que de aquí adelante por ninguna causa de guerra

ni de otra cosa alguna, aunque sea so título de rebelión, ni por rescate, ni de otra manera, no

se pueda hacer esclavo indio alguno y queremos sean tratados como vasallos nuestros de la

Corona de Castilla, pues lo son.

Ninguna persona se pueda servir de los indios por vía de naboría149 ni tapia150 ni otro

modo alguno contra su voluntad.

Como habemos mandado proveer que de aquí adelante por ninguna vía se hagan los

indios esclavos, así en los que hasta aquí se han hecho contra razón y derecho y contra las

provisiones e instrucciones dadas, ordenamos y mandamos que las audiencias, llamadas las

partes sin tela de juicio, sumaria y brevemente, sola la verdad sabida, los pongan en libertad

si las personas que los tuvieren por esclavos no mostraren título <de> como los tienen y

poseen legítimamente; y porque a falta de personas que soliciten lo susodicho los indios no

queden por esclavos injustamente, mandamos que las audiencias pongan personas que sigan

por los indios esta causa y se paguen de penas de cámara y sean hombres de confianza y

diligencia.

Item, mandamos que sobre el cargar delos dichos indios las audiencias tengan

especial cuidado que no se carguen o en caso de que esto en algunas partes no se pueda

excusar, sea de tal manera que de la carga inmoderada no se siga peligro en la vida, salud y

conservación de los dichos indios y que contra su voluntad de ellos y sin se lo pagar, en

149
. Indígena separado de su pueblo, que servía a los españoles.
. Probablemente "tlapia" ("el que guarda algo", en nahuatl). término más bien inusual para
150

designar un mayordomo y en general a indios que daban servicio a los españoles. También aparece
en otros textos como “tapisques", que tiene la misma acepción.
221

ningún caso se permita que se puedan cargar, castigando muy gravemente al que lo

contrario hiciere, y en esto no ha de haber remisión por respeto de persona alguna.

Porque nos ha sido hecha relación que de la pesquería de las perlas, haberse hecho

sin la buena orden que convenía, se han seguido muertes de muchos indios, mandamos que

ningún indio libre sea llevado a la dicha pesquería contra su voluntad, so pena de muerte, y

que el obispo y el juez que fuere a Venezuela ordenen lo que les pareciere para que los

esclavos que andan en la dicha pesquería así indios como negros se conserven y cesen las

muertes, y si les pareciere que no se puede excusar a los dichos indios y negros el peligro

de muerte, cese la pesquería de las dichas perlas, porque estimamos en mucho más, como

es razón, la conservación de sus vidas, que el interés que nos puede venir de las perlas.

Porque de tener indios encomendados los virreyes, gobernadores y sus tenientes y

oficiales nuestros y prelados, monasterios y hospitales y casas así de religión como de casas

de moneda y tesorería de ella y oficios de nuestra hacienda y otras personas favorecidas por

razón de los oficios, se han seguido desórdenes en el tratamiento de los dichos indios, es

nuestra voluntad y mandamos que luego sean puestos en nuestra real Corona todos los

indios que tienen y poseen por cualquier título y causa que sea los que fueren o son

virreyes, gobernadores o sus lugartenientes o cualesquier oficiales nuestros, así de justicia

como de nuestra hacienda, prelados, casas de religión o de nuestra hacienda, hospitales,

cofradías u otros semejantes, aunque los indios no les hayan sido encomendados por razón

de los oficios, y aunque los tales oficiales o gobernadores digan que quieren dejar los

oficios o gobernaciones y quedarse con los indios, no les valga, ni por eso se deje de

cumplir lo que mandamos.

Otro sí, mandamos que a todas las personas que tuvieren indios sin tener título, sino

que por su autoridad se han entrado en ellos, se los quiten y pongan en nuestra Corona real.
222

Y porque somos informados que otras personas, aunque tengan títulos, los

repartimientos que se les han dado son en excesiva cantidad, mandamos que las audiencias,

cada cual en su jurisdicción, se informen muy bien de esto y con toda brevedad y les

reduzcan los tales repartimientos a las personas dichas a una honesta y moderada cantidad y

los demás pongan luego en nuestra Corona real, sin embargo de cualquier apelación o

suplicación que por las tales personas sea interpuesta y de lo que así hicieren las dicha

audiencias, nos envíen relación con brevedad, para que sepamos como se cumple nuestro

mandado. Y en la Nueva España se provea especialmente en los indios que tienen Juan de

Infante y Diego de Ordaz y el maestre Roa y Francisco Vázquez de Coronado y Francisco

Maldonado y Bernaldino Vázquez de Tapia y Juan Xaramillo y Martín Vázquez y Gil

González de Benavides y Gil González de Avila y otras muchas personas que el número de

los indios que tienen dizque es en cantidad muy excesiva según la información que se nos

ha dado. Y porque somos informados que hay algunas personas en la dicha Nueva España

que son de los primeros conquistadores y no tienen repartimiento ninguno de indios,

mandamos que el presidente y oidores de la dicha Nueva España se informen de las

personas de esta calidad y les den en los tributos que así hubieren de pagar los indios que se

quitaren lo que les pareciere para la sustentación moderada y honesto entretenimiento de

los dichos primeros conquistadores que así están sin repartimientos.

Asimismo las dichas audiencias se informen de cómo han sido tratados los indios

por las personas que los han tenido en encomienda, y si les constare que de justicia deben

ser privados de ellos por sus excesos y malos tratamientos que les han hecho, mandamos

que luego los priven y pongan los tales indios en nuestra Corona real......

Otro sí, ordenamos y mandamos que de aquí adelante ningún virrey, gobernador,

audiencia, descubridor ni otra persona alguna no pueda encomendar indios por nueva
223

provisión, ni por renunciación, ni donación, venta ni otra cualquier forma, modo, ni por

vacación ni herencia, sino que muriendo la persona que tuviere los dichos indios sean

puestos en nuestra real Corona, y las audiencias tengan cargo de se informar luego

particularmente de la persona que murió y de la calidad de ella y sus méritos y servicios y

de cómo trató los dichos indios que tenía y si dejó mujer e hijos o que otros herederos y nos

envíen la relación y de la calidad de los indios y de la tierra, para que Nos mandemos

proveer lo que sea nuestro servicio y hacer la merced que nos pareciere a la mujer e hijos

del difunto, y si entre tanto parece a la audiencia que hay necesidad de proveer a la tal

mujer e hijos de algún sustentamiento, lo pueda hacer de los tributos que pagarán los dichos

indios, dándoles alguna moderada cantidad estando los indios en nuestra Corona, como

dicho es.

Item, ordenamos y mandamos que los dichos nuestros presidentes y oidores tengan

mucho cuidado que los indios que en cualquiera de las maneras susodichas se quitaren y los

que vacaren, sean muy bien tratados e instruidos en las cosas de nuestra santa fe católica y

como vasallos nuestros libres que este ha de ser su principal cuidado y de lo que

principalmente les habemos de tomar cuenta y en que más nos han de servir y provean que

sean gobernados en justicia por la vía y orden que son gobernados al presente en la Nueva

España los indios que estén en nuestra Corona real.

Y porque es razón que los que han servido en los descubrimientos de las dichas

Indias y también los que ayudan a la población de ellas que tienen allá sus mujeres, sean

preferidos en los aprovechamientos, mandamos que los nuestros virreyes, presidentes y

oidores de las dichas nuestras audiencias prefieran en la provisión de los corregimientos y

otros aprovechamientos cualesquier a los primeros conquistadores y después de ellos a los


224

pobladores casados siendo personas hábiles para ello, y que hasta que estos sean proveídos,

como dicho es, no se pueda proveer otra persona alguna..

Bibliografía recomendada:

Arthur Scott Aiton, Antonio de Mendoza, first viceroy of New Spain, Durham, Duke
University, 1927, xii-240 p.
Lesley Byrd Simpson, Los españoles y el indio americano, Barcelona, Península, 1970, 281
p.
Silvio Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, México, Colegio Nacional, 1967, 460
p.
Silvio Zavala, La encomienda indiana, 3a. ed., México, Porrúa, 1992, 1043 p.
________________________________________________________

Real cédula prohibiendo los servicios personales como parte de la tasación dada al
encomendero.151

Esta real cédula contribuyó decisivamente a derruir el poder de los encomenderos,


ya puesto gravemente en cuestión por las Leyes Nuevas de 1542. Formó parte asimismo de
una política laboral de la Corona que procuraba fomentar el trabajo libre asalariado
y procuraba acabar con las modalidades coercitivas de relaciones laborales, ya
fuesen las previstas por las tasaciones o aquellas establecidas por “acuerdos” más o menos
voluntarios. La disposición vaciaba a la encomienda de su utilidad productiva, dado que
frecuentemente los encomenderos habían utilizado el ahora prohibido trabajo de “sus
indios” para sus labores agrícolas, estancias de ganado y minas.
El encomendero se convirtió en una especie de rentista al que el gobierno permitía
recaudar tributo en moneda y especie de ciertos pueblos de indios. La capacidad de influir
en la vida social y política de los pueblos pasaría del encomendero a los funcionarios
civiles, a los curas párrocos y a los propietarios de tierras circunvecinas.

Presidente y oidores de la audiencia y cancillería real de la Nueva España. Yo soy

informado que de darse lugar en esa tierra a que se den servicios personales de indios para

echar a las minas y para otras cosas, por vía de tasación y permutación en lugar de los

tributos que les están tasados, se siguen grandes inconvenientes, especialmente que como

van muchos de los tales indios a servir fuera de su tierra y naturaleza 50 leguas, y otros más

. Fuente: Vasco de Puga (comp.), Cedulario de la Nueva España, México, Condumex, 1985, f.
151

171-173.
225

y menos, donde están las minas, e ir cargados con sus comidas, mantas y camas, adolecen

algunos de ellos y mueren algunos; demás que la doctrina cristiana que a los tales se había

de dar se impide, y se cometen otras ofensas contra el servicio de Dios nuestro señor, y se

menoscaba la gente de esa Nueva España y se siguen muchos daños e inconvenientes a la

vida y salud delos dichos indios, y para su instrucción. Y que demás de lo susodicho hay

muchos pueblos de indios, así los que están en nuestra cabeza como los que están

encomendados a los pobladores, que están tasados en más de lo que buenamente pueden

pagar. Y queriendo proveer en todo ello, como cosa importante al servicio de Dios y bien de

esa tierra y naturales de ella, visto y platicado con los del nuestro Consejo de Indias, fue

acordado que debía mandar dar esta mi cédula para vos, y yo túvelo <por> bien, porque vos

mando que luego que ésta veáis, con todo cuidado y diligencia os informéis y sepáis en que

pueblos de esa Nueva España se dan servicios personales de indios para echar a las minas y

para sus casas y otros servicios y obras, y proveáis cómo de aquí adelante no se den por vía

de tasación o permutación, aunque sea de voluntad de los caciques e indios de los tales

pueblos, y que digan que hacen los dichos servicios personales en lugar de los tributos que

les están tasados, y que ellos lo quieren y piden así. Y porque cesando las dichas

conmutaciones de servicios personales han de pagar los tributos de los frutos naturales e

industriales, según la calidad y uso de cada pueblo, conforme a lo que por Nos está cerca de

ello mandado, y somos informados que las tasas de esta Nueva España en algunos pueblos

son muy excesivas, y que los vecinos de ellos no las puedan buenamente cumplir ni pagar,

por haberse disminuido los indios de ellos, y no tener la posibilidad que solían y por otras

causas, veréis las tasaciones que están hechas de los tributos que han de dar los pueblos de

indios que en esta Nueva España hay, así los que están en la Corona real como

encomendados a persona particulares, y quitaréis de las tasaciones todos los servicios


226

personales que hubiere en ellos ora sea por vía de tasación o conmutación, por cuanto,

como dicho es, nuestra merced y voluntad es que en la tasación de los dichos indios no se

tase ningún servicio personal, ni se conmute después de tasados, y tornaréis de nuevo a

rever las dichas tasaciones, donde quitaredes las tales tasaciones o conmutaciones de

tributos personales, y haréis nueva tasa de lo que han de pagar, guardando en ello el tenor y

forma que está dada por una de las leyes por nos hechas acerca de la tasación que los indios

han de pagar.

Lo cual así cumplid sin embargo de cualquier reclamación que de ello hagan, así los

nuestros oficiales, como las personas que tuvieren los tales indios encomendados y de otras

cualesquier personas, así indios como españoles, porque nuestra voluntad es que sean bien

tratados y relevados, y que el servicio que hubieren de hacer sea en aquellas cosas que ellos

en su tierra tienen, y que buenamente, sin que sea impedimento para su multiplicación y

conversión e instrucción en las cosas de nuestra santa fe católica, puedan dar......

Hecha en la villa de Valladolid, a 22 días del mes de febrero de 1549 años.

Maximiliano; la reina. Por mandado de su alteza, en su nombre, Juan de Sámano.

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, La encomienda indiana, 3a. ed., México, Porrúa, 1992, 1043 p.
Lesley Byrd Simpson, Los españoles y el indio americano, Barcelona, Península, 1970, 281
p.
________________________________________________________

Nueva orden sobre la paga y tratamiento de los indios de repartimiento de esta Nueva
España.152

La Corona introdujo el repartimiento de trabajadores indios para establecer un


sistema más eficiente y controlado de utilización y adjudicación del trabajo obligatorio
152
. Fuente: AGN, General de parte, vol. 5, exps. 339-340, f. 75-76vol. Fue publicado con el
inapropiado título de "Sobre el buen trato de los indios en las encomiendas" en Boletín del Archivo
General de la Nación, vol. 6, nov-dic. 1935, no.6, p.835-838.
227

indígena. Su auge corresponde al periodo del “indio escaso” a raíz de las epidemias de fines
de siglo; implicaba para los pueblos la obligación de proporcionar tandas semanales de
trabajadores para los propósitos que determinara el virrey y sus representantes locales.
Como iba en contra del principio general establecido de que el indio era un vasallo libre, se
argumentó que el repartimiento corregía su natural tendencia a la indolencia, que por esta
vía obtendría los pesos necesarios para el tributo y que esta obligación era en beneficio de
“la república”, esto es, de la sociedad en su conjunto.
El repartimiento prontamente atrajo críticas y quejas, relacionadas sobre todo con
abusos cometidos por los empresarios españoles y funcionarios locales. El siguiente
documento pretender corregir estos inconvenientes y presenta una descripción detallada de
la mecánica concreta de este servicio personal.

Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, etcétera. Por cuanto por

muchas noticias y experiencias averiguadas se ha visto que los indios del servicio personal

que se reparten por tiempo limitado para las minas, labores de panes y otros efectos

padecen más vejación, molestia y carga de las personas a quien se reparten y de sus

mayordomos y criados, en malos tratamientos y mala paga que les hacen y en servirse de

ellos más tiempo del que es justo y se les manda, que en todo lo que realmente es de su

obligación, de lo cual se sigue la mayor parte de la dificultad con que los dichos indios

salen de sus casas para estos servicios y de la molestia grande que de ellos sienten, además

de que muchas personas, con este color de mineros y labradores, se sirven de ella en muy

diferentes efectos para sólo su aprovechamiento particular y no el de la república, como

debieran, pues por su beneficio general se han permitido y tolerado los dichos

repartimientos, demás de otros muchos géneros de mal uso que las personas a quienes se

reparten los indios hacen de ellos. Y como de su naturaleza de los indios son gente de poca

defensa y que viéndose sueltos y libres se van a su casas aunque vayan maltratados y sin

paga, sin quejarse de los agravios que han recibido, no llegan a noticia de los jueces

repartidores para poderlos castigar, que todo ha sido causa y motivo con harto fundamento

para que algunas personas, así eclesiásticas como seglares, hayan hecho tanta instancia en
228

que los repartimientos se alcen y suspendan. Y porque en el entretanto que se permiten es

muy justo buscar algún medio y traza para excusar a los indios de los malos tratamientos y

mala paga que se les hace; y para que mejor entiendan y sepan los jueces repartidores a

quien está encomendado su amparo, los excesos que en esto hubiere y los puedan castigar y

remediar, por la presente ordeno y mando que de aquí adelante hasta que otra cosa se

provea y mande, los jueces repartidores de indios que ahora son y adelante fueren en el

repartimiento y paga de los dichos indios, que dieren para cualesquier efectos, guarden y

cumplan la orden y traza siguiente:

Primeramente, que el día del repartimiento y al mismo tiempo de darle a cada uno

los indios que ha de llevarse, haga cuenta del salario y jornal que al cabo de la semana o

mes, porque se reparten los indios, han de haber, y ésto deposite luego la persona que los

llevare, y se ponga en un arquilla de tres llaves, que la una tenga el juez repartidor y las

otras dos los diputados que fueren por su turno, como es costumbre; y a los indios se dé a

entender que allí queda depositado el dinero de su jornal, para que al cabo de su tequio no

tengan que aguardar al minero, labrador u otra persona que los ha de pagar, sino que se

vengan a la misma parte donde fueron repartidos, que allí se lo darán.

Y para esto, el juez repartidor y los diputados que tuvieren las dichas llaves, que el

día siguiente, como fuere cumplido el tequio de los dichos indios que así reparten, se hallen

luego de mañana en el dicho repartimiento para que en llegando los vaya pagando y

enviando a sus casas, sin detenerlos un punto. Y esto se entiende con los indios que fueren a

servir a haciendas que no disten más de tres leguas de la parte donde se ha hecho el dicho

repartimiento, porque los que fueren a servir fuera de las dichas tres leguas, no conviene

vuelvan tan lejos por su jornal, sino que a las personas a quien sirvieren se lo paguen allá,

para que de allí vayan pagados a sus casas; y en este caso encargo y mando a los dichos
229

jueces repartidores que tengan mucho cuidado de informarse a menudo de la manera como

son tratados y pagados estos indios, que por la distancia de las haciendas no vuelven por la

paga al dicho repartimiento.

Los dichos jueces repartidores y cada uno de ellos, al tiempo de pagar a los dichos

indios, vean si vienen tanto como se enviaron a aquella hacienda, y si faltare alguno o

algunos les pregunte a los demás, por intérprete fiel, dónde quedan o porqué no vienen con

ellos, y si el dueño de la dicha hacienda o la persona que por él los llevó dio algunos a otras

personas. Y asimismo sepa de los dichos indios en qué y como se han ocupado, y si han

trabajado de noche o en los días de fiesta o les han hecho otros agravios y malos

tratamientos de los que ahora se presumen y entienden. Y si parecieren algunos, proceda

contra las personas dueñas de las haciendas y las demás que fueren culpadas, conforme a su

primera instrucción. Y si por dicho de unos indios constare que otros quedan detenidos o se

echare de ver que lo están, pues no vienen por su paga a la hora señalada, los dichos jueces

repartidores envíen, a costa de los culpados, una persona con vara de justicia para que

suelte a los dichos indios; y demás de esto procederá contra los que hubieren detenido,

conforme a las ordenanzas de la dicha primera instrucción.

Y porque suele acontecer que los indios se huyen y no es justo que las personas que

se habían de servir de ellos queden defraudados en el servicio y en el dinero, cuando esta

fuga de los indios o de algunos de ellos sucediere y lo dijeren las personas a quien se habían

dado, les recibirán juramento en forma los dichos jueces repartidores a las tales personas y

a las demás que citaren, de que lo entendieren o pudieren ver; y constando por el dicho

juramento y sin escribir ninguna cosa, les volverá el dinero que hubieren depositado, si la

fuga pareciere que fue antes de haber servido ningún día, y si hubieren huido al medio de la

semana o en algún día de ella, después de haber comenzado a servir, contando a real por
230

día, y al respecto lo que así hubieren servido y merecido aplico desde luego para el Hospital

Real de los Indios, como de antes está mandado, y lo demás se vuelva a la persona que lo

había depositado.

Y para que haya buena razón y cuenta de lo que así perteneciere al dicho Hospital

Real de los Indios, los dichos jueces repartidores tendrán cada uno un cuaderno aparte,

donde escriba cada día de paga lo que se aplicare para el dicho hospital, y firme el dicho

juez repartidor, y de este capítulo se dé noticia al mayordomo del dicho Hospital Real de

los Indios, para que si quisiere por su persona o por otra interpósita, pueda hallarse presente

a la paga de los dichos indios y darles a los dichos jueces repartidores cuaderno de su

rúbrica y firma, donde asienta cada semana lo que le pertenece al dicho hospital, como

dicho es. Y para que todo lo susodicho haya cumplido efecto y se pregone este auto en cada

uno de los repartimientos que están dentro de diez leguas de esta ciudad, se envíe a cada

uno de ellos otro mandamiento como éste, con un escribano que lo haga pregonar y dé fe al

pie de él de haberlo hecho, y para que mejor se cumpla se le dé a cada escribano a razón de

tres pesos cada día de los que en ellos se ocupare, y hecha la cuenta por el secretario

infrascrito de la cantidad que es menester, se haga una libranza para que se pague de la caja

del medio real de los indios que está a cargo del secretario Cristóbal de Osorio. Y a los

demás repartimientos que están fuera de las dichas diez leguas, así de minas como de

labores, se envíe otro tanto, y copia de este dicho mandamiento a las justicias ordinarias de

las partes donde hubiere repartimiento y jueces repartidores, para que las dichas justicias

los entreguen a los dichos repartidores y les aperciban que hagan cumplir y guardar todo lo

susodicho, y del dicho entrego me envíe testimonio ante escribano. Hecho en México, a 25

días del mes de agosto de 1599 años. El conde de Monterrey; por mandado del virrey,

Pedro de Campos.
231

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en Nueva España, México, El Colegio de
México, 1984, - v.

________________________________________________________

Real cédula prohibiendo el repartimiento de trabajadores indios.153

El sistema de repartimiento motivó muchas críticas de los religiosos y quejas de los


afectados por los muchos abusos a que se prestaba y lo pesado de la prestación en un
momento de retracción demográfica. La Corona decidió en 1632 abolir el sistema, excepto
para las minas (como Real del Monte y Guanajuato) y obras públicas (como los trabajos del
interminable canal de Huehuetoca). La argumentación se remitió a los abusos y perjuicios
cometidos en daño de los indígenas, pero por otro lado puede asimismo correlacionarse con
la consolidación de la adscripción permanente y hereditaria de los trabajadores a las
empresas mediante el endeudamiento –lo que en el caso de las haciendas se menciona como
“peonaje”.
La real cédula fue utilizada posteriormente con mucha frecuencia por los indígenas
para protestar y pedir exención de muchos “servicios” locales de trabajo obligatorio, como
los que demandaban las cabeceras indígenas, los curas párrocos y los funcionarios locales

El rey. Marqués de Cerralvo, pariente, mi virrey, gobernador y capitán general de las

provincias de la Nueva España o a la persona o personas a cuyo cargo fuere su gobierno.

He sido informado que el principal acabamiento de los indios consiste en los repartimientos

que de ello se hacen, sin que resulte de conservarlos, conveniencia, utilidad ni beneficio al

labrador ninguno, sino antes opresión e inhumanidad de los jueces repartidores; y que

conviene a la conservación de los dichos indios y descargo de mi real conciencia se quiten

totalmente los dichos repartimientos, y habiéndose visto en mi Consejo Real de las Indias,

juntamente con lo que dijo y alegó mi fiscal en él, porque quiero saber lo que acerca de lo

. Fuente: Silvio Zavala y María Castelo, Fuentes para la historia del trabajo en la Nueva España,
153

México, Centro de Estudios para la Historia del Movimiento Obrero, 1980, vol. VI, p. 622-24.
Véase AGN, Indios,13, f.28-32; también (con algunas variaciones) en AGN, General de Parte, 7,
321-322.
232

referido se os ofrece y convendría proveer, os mando me informéis sobre ello y en el

entretanto ejecutaréis en esta parte lo que pareciere más conveniente, atendiendo a que el

repartimiento de los dichos indios sea con toda moderación, en conformidad de las órdenes

que tengo dadas en esta razón. Hecha en Madrid, a 19 de agosto de 1631 años. Yo el rey;

por mandado del rey nuestro señor, don Fernando Ruiz de Contreras.

Y habiéndola obedecido, besado y puesto sobre mi cabeza, como se debe, pedí su

parecer a los cabildos eclesiástico y seglar de esta ciudad de México y oí los de otras

personas particulares de las partes y calidades que para esto se requieren, y habiéndolo

comunicado también con el real acuerdo para que la resolución sobre cosa tan grave y

nueva fuese más acertada, usando de la facultad que su majestad por dicha real cédula me

da para que en el ínterin que en su Real Consejo se determina lo que convenga sobre el

informe que tengo remitido a él, yo ejecute lo que tuviere por conveniente, he tenido por

bien de mandar, como mando en nombre de su majestad, por la razón dicha y como su

virrey, lugarteniente en este reino, que desde el primer día del año que entra de 1633 en

adelante, todos los jueces repartidores de repartimientos que no fueren para minas cesen en

el uso de estos oficios, dejando a los indios en su libertad para que sirvan a quien mejor

partido y tratamientos les hiciere o se ocupen en lo que les fuere más conveniente, y las

justicias los amparen en esto sin consentir que en ello se les haga violencia ni compulsión,

pena de privación de oficio al que lo contrario hiciere o consintiere. Y por cuanto en los

repartimientos para el beneficio de las minas corren algunas razones particulares que hacen

la materia más dudosa, lo remito a la resolución que su majestad fuere servido de tomar

sobre ello en su Real Consejo, y el ínterin no se innove la costumbre, advirtiendo como

advierto de nuevo a las justicias jueces repartidores de minas, que tengan particularísima

atención a que así en ellas como en el camino de ida y vuelta sean los indios muy bien
233

tratados y pagados, no detenidos más que los días porque son repartidos, guardándoles

todas las ordenanzas que en su favor hablan, sobre lo cual, demás del cargo y castigo que se

les hará por las transgresiones u omisiones, les encargo las conciencias y pongo por cuenta

de ellas en esta parte la de su majestad y la mía, y mando que por cualquiera leve culpa del

minero en el tratamiento, paga o detención del indio, no se le den más sin nueva orden mía

o de quien me sucediere, y por la culpa que en esto tuviere el juez, aunque sea de omisión,

pierda el oficio y no pueda ser proveído en otro de aquel género sin nuevo y particular

suplemento, que así conviene al servicio de Dios y de su majestad y bien de este reino. Y

para que venga a noticia de todos se pregone públicamente en la plaza de esta ciudad y en

las demás partes y lugares de esta Nueva España que convenga y de este auto se den los

duplicados que pidieren los indios y otras cualesquier personas. Dado en México, a 31 de

diciembre de 1632 años. El marqués de Cerralvo.

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en Nueva España, México, El Colegio de
México, 1984, - v.
________________________________________________________

Bando sobre el trabajo de los peones de las haciendas.154

La legislación sobre las relaciones de trabajo es masiva y minuciosa en el siglo XVI,


pero en los siglos posteriores comienza a hacerse escasa a mediados del XVII. El Imperio
pasa por un periodo de crisis y desgobierno, que deriva un descuido del anterior estricto
control de la vida colonial. Paralelamente, este es el periodo de la consolidación de la
oligarquía novohispana, de la cristalización de la hacienda y del auge del peonaje. En el
último cuarto del siglo XVIII, en cambio, ocurre un cambio en la actitud gubernamental
que se manifiesta entre otros aspectos en una nueva preocupación por los “gañanes” o
trabajadores de las haciendas. Se toman medida para asegurar su libertad de contratación y
movimientos, que los propietarios no los retengan mediante el recurso al endeudamiento
por encima de su capacidad de pago, y que no sean sometidos a cárceles y castigos
privados. No se trata, propiamente hablando, de una política “indigenista” a la manera
154
. Archivo General de la Nación, México, Bandos, vol. 13, f.. 344-346.
234

lascasiana; estos funcionarios tenían por lo común una opinión poco favorable de los
indios, a los que consideraban indolentes e irresponsables. Más bien, puede apreciarse un
interés por recuperar el control de las relaciones laborales, evitar la sujeción de los
trabajadores a sus amos, aliviar una tensión social que veían con inquietud, y quizás
debilitar el poder de los hacendados que en muchas regiones constituían el verdadero poder.
Esta nueva política laboral provocó el descontento de los hacendados y una
agitación entre los peones, que reclamaban la aplicación literal del bando y en algunos
casos se negaron a pagar sus deudas o seguir trabajando para sus amos.

Don Matías del Gálvez, teniente general de los reales ejércitos de su majestad,

virrey, gobernador y capitán general del reino de Nueva España, presidente de su Real

Audiencia, superintendente de Real Hacienda y Ramo del Tabaco, juez conservador de éste,

presidente de su Junta, y subdelegado general de Correos en el mismo reino, etcétera.

La conservación y cuidado de los miserables indios, dignos siempre de la protección

de los señores Reyes Católicos, ha sido uno de los principales puntos a que ha aplicado mis

desvelos y primera atención desde que me posesioné del mando de este reino. Ellos deben

ser privilegiados y mirados con consideración por las leyes, reales cédulas y órdenes, y por

otros muchos justos motivos que les asisten y califican acreedores a toda protección y

favor; pero a pesar de esto se ven en distintas provincias de este virreinato sufriendo así en

uno como en otro sexo casi mísera esclavitud, crueles castigos, excesivas fatigas y

convenciones injustas, con ofensa de sus derechos, trasgresión de las leyes y usurpación de

la pública potestad.

Deseando yo proveer de remedio a tantos males, mantener a los infelices indios su

libertad, redimirlos de vejaciones y reglar sus trabajos, igualmente que cooperar al fomento

de la agricultura en que estriba la subsistencia de todo el público y tiene recíproca

dependencia con la conservación de los naturales, evitar en éstos la desidia que les inspira

su falta de educación y el pernicioso ejemplo de sus padres, contenerlos en el justo yugo de

la subordinación que deben guardar, y facilitarles suaves estímulos a la constante


235

aplicación; he resuelto a pedimento del señor fiscal don Ramón de Posada, y con voto

consultivo de esta Real Audiencia de 23 de diciembre del año próximo pasado de 1783, se

observen en los territorios de mi mando las providencias y reglas siguientes:

I. Los hacenderos han de llevar libros formales, y en ellos se expresarán con

claridad y distinción los nombres de los operarios, sus trabajos, los jornales que ganan, los

días que trabajan y aquellos en que se les ministra alguna cantidad a la cuenta, los alcances

de las liquidaciones y razón de haberse satisfecho.

II. A cada uno se le dará cartera firmada por el amo en que se han de apuntar a su

presencia y satisfacción los suplementos que le hace, con líneas claras y distinguidas, de

forma que ellos mismos las vean y conozcan, aunque no sepan leer, para que se cotejen con

las de ésta las partidas del libro, al tiempo del ajustamiento; y no se deberá bonificar lo que

no conste en ella, a menos que los indios pierdan estos comprobantes, en cuyo caso se

estará para las liquidaciones a los libros de caja.

III. Los amos están en obligación de mantener a los gañanes el tiempo de sus

enfermedades y no precisarlos a trabajo alguno, y también si por ellas o por la edad se

inhabilitaren; y cuando los remitan de correos a largas distancias les pagarán lo justo, les

concederán días suficientes para el descanso y se los apuntarán como si hubiese trabajado.

IV. En conformidad de la real orden de 23 de marzo de 1773, estando cerca de los

pueblos de donde salen los indios para las haciendas, podrán ir a dormir a sus casas con sus

mujeres, pues aunque disten media legua desde el amanecer hasta que salga el sol para ir a

trabajar, y desde que se pone hasta anochecer para retirarse; pero siendo mayor la distancia

no se les precisará a que se restituyan a los lugares de su vecindad, y se continuará la

costumbre de que duerman en las trojes o tlapixqueras, separados los solteros de los

casados.
236

V. Ninguno podrá recibir operario que haya estado en otra hacienda, sin que por

boleta de aquel administrador le conste no ser deudor, u obligándose, si lo fuere, el que lo

recibe a pagar la dependencia con la calidad de que el descuento diario o semanario que se

haga sea solamente de la cuarta parte, con atención a dejarle lo necesario para que se

mantenga, pena de cincuenta pesos; y bajo de igual multa serán obligados los hacenderos a

dar el papel al que se despida de la finca, y negándolo éste, lo ministrará el justicia, sin

llevar derechos ni a los indios ni a los amos.

VI. Cada cuatro meses, cuando más, se hará el ajuste de cuentas con los indios, y se

les satisfará prontamente el alcance, sin que sean lícitas las convenciones de no ejecutarse

hasta el año o en otros plazos.

VII. Los indios gañanes y demás son libres como los más puros plebeyos españoles,

y es en arbitrio y voluntad suya permanecer o no en las haciendas en que se hallen de

sirvientes, irse a otras o a los pueblos, aunque deban cualesquiera cantidades y provengan

de los suplementos o préstamos más privilegiados. Así es conforme a las leyes 37, título 18,

Libro 2, 37, título 8, Libro 6, y a la real cédula de 4 de junio de 1687 en que se leen las

siguientes cláusulas: mando que ningún español dueño de hacienda y otra persona alguna

pueda apremiar ni apremie de aquí en adelante a ningún indio a que vaya a servirles, sino es

que éstos lo hagan voluntariamente, y más adelante, dejando como dejo la elección de

trabajos voluntad de los mismos indios.

VIII. Considerando yo la inclinación de estos naturales a la ociosidad y su

perjudicial desidia, bien explicada en las leyes 23, título 2, libro 5, título 12 y I, título 13,

libro 8, prevengo muy estrechamente a los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y

demás justicias que cuiden con particular celo y atención de que ningún indio viva ocioso,
237

que todos trabajen y se ocupen en propio o en ajeno trabajo, sin excusa, todos los días que

no sean de los prohibidos de trabajar.

IX. Ruego y encargo a los curas párrocos y demás eclesiásticos, concurran por su

parte a este objeto importantísimo, haciéndoles entender que castigaré con la mayor

severidad los vagos, díscolos, ociosos, incorregibles, y abandonados a la holgazanería y a la

ebriedad, y persuadiéndoles y aconsejándolos a todas horas a que no desamparen las

gañanías y haciendas en que sean bien pagados, tratados y atendidos con humanidad, y que

vayan a ellas a sus tiempos a auxiliar a los hacendados y agricultores en sus últimas

ocupaciones y fatigas, debiendo éstos entender el abrigo y protección que siempre hallarán

en mí, la que también quiero les dispensen desinteresadamente los justicias, facilitándoles

sin apremios ni violencias de los indios por repartimientos, los que hubieren menester en el

número y con las calidades prevenidas en las leyes.

X. Ordeno que se paguen a los indios sus trabajos en dinero en efectivo, tabla y

mano propia, según se ajustaren y convinieren con sus amos o se halle establecido por

costumbre legítima y bien recibida, y que no sea en ropa, maíz, vino, aguardiente, yerba o

brebajes. Así está dispuesto en las leyes 16, libro 6, título 10, 7, título 13, libro 6 y en la

misma real cédula de 4 de junio de 1867 que estimó por conveniente no tasar (como se

proponía) en ciertas cantidades los salarios y jornales de los indios, desaprobándose

tácitamente en esta parte la ordenanza de mi antecesor duque de Alburquerque, porque los

jornales deben ser respectivos a los tiempos y provincias, y variar según las circunstancias.

XI. Con ningún pretexto ni motivo, aunque sea el de pagar las obvenciones de

casamientos, bautismos, entierros, etcétera, podrán suplirse a los indios más de cinco pesos

a cuenta de su trabajo. Los curas deberán cobrar sus derechos parroquiales, sin apremios y

del mejor modo que pudieren, y en defecto perdonarlos a esta pobre y miserable gente,
238

porque según la ley 10, libro I, título 18 de la Recopilación de estas Indias, nada deben

exigirles los párrocos en derechos ni otra ninguna cosa por pequeña que sea.

XII. Además de los cinco pesos dichos, podrán los labradores cobrar de los indios lo

que les hubieren suplido en dinero para la paga de tributos, si lo acreditaren, quedando en

su vigor y fuerza los capítulos 73, 74 y 75 de la ordenanza de este ramo aprobado por real

cédula de 8 de junio de 1770, y lo mismo debe entenderse de lo que se supliese a los indios

para sus necesidades gravísimas domésticas, acreditándolo con certificación del alcalde

mayor o cualesquiera de sus tenientes.

XIII. Lo ordenado en los dos antecedentes artículos 11 y 12 no comprende a los

operarios de otras castas, como españoles, plebeyos o del estado llano, negros, mulatos ni

mestizos de segundo orden, porque a todos éstos, como personas hábiles y capaces de

contraer, se les puede adelantar todo lo que pidiesen y lo deberán satisfacer en la misma

especie de dinero o con su trabajo en la misma hacienda, que no podrán dejar hasta que lo

verifiquen, a menos que los amos, abusando de su suerte, procuren con dolo y seducción

querer esclavizarlos en su servicio, sobre lo que celarán y velarán los jueces del partido y

los visitadores.

XIV. No se deben tratar los indios con rigor ni encerrar en prisiones, aunque se

huyan, ni ser azotados por vía de corrección, ni compelidos a fatigas excesivas; pero

trabajarán con cuidado y sin distracción alguna de sol a sol, menos las dos horas de

descanso a la sombra de las doce a las dos de la tarde, como previene muy cristianamente la

real orden de 23 de marzo de 1773, mandada observar y publicada por bando en 14 de julio

del mismo año.

XV. Cuando los indios no tengan que trabajar en las haciendas donde sirven, no se

alquilarán por cuenta de ellas en otras para tomar los dueños sus jornales para sí,
239

abonándoles a los indios el menor que ganan en la hacienda de que los alquilan. Está

prohibida toda especie de conciertos, traspasos y cesiones sobre el trabajo de indios por las

leyes 29, título I y 18, título 13, del libro 6, y se castigará su contravención rigurosamente,

pero tampoco lo podrán hacer en otra parte sin consentimiento del dueño de la hacienda

cuando éste tenga en qué ocuparlos, en el caso de estar en ella en calidad de gañanes o

repartidos por cuadrilla por alguna temporada, porque en estos casos el primer amo debe

ser preferido en el trabajo pagándole igual jornal.

XVI. No se obligará a las mujeres de los indios a servir en las casas, y a las que se

acomodaren de su libre voluntad no se destinarán a trabajos impropios y sobre las fuerzas

de su sexo, sino en lavar, moler, guisar o semejantes, y se les facilitará la cal, leña, agua y

además de la ración del maíz se les asistirá con algún salario mensual. Esto se entenderá

también respecto de las indias solteras; pero no deberán concertarse sin la voluntad de sus

padres como manda la ley 14, del título 13, libro 6, guardándose en cuanto a los indios que

tengan edad de tributar la ley 9 del mismo título y libro.

En cada hacienda se pondrá un ejemplar de este bando con obligación de tenerle

siempre, pena de quinientos pesos, y expresa prohibición de encierros, prisiones, chirriones

y castigos, con cuyo piadoso objeto se hará cada seis años una visita general de todo el

distrito de la Real Audiencia por uno de los señores oidores, según las leyes previenen y su

majestad mande; y en la visita particular que todos los gobernadores, corregidores y

alcaldes mayores deben de hacer de sus partidos informarán al gobierno y a la audiencia del

estado y arreglo de todas las haciendas, siendo la omisión de este informe capítulo de

residencia.

XVIII. Para que se logren los fines de las apuntadas providencias pasarán los

justicias a las haciendas de sus partidos y las harán notorias a los indios por medio de
240

intérpretes, imponiéndoles perfectamente en su tenor y advirtiéndoles que en caso de

faltárseles a cualesquiera de ellas deben ocurrir al justicia, quien se la administrará en lo

que la tuvieren a costa del amo que los agraviare; y a los hacendados, sus administradores o

mayordomos notificarán la pena de mil pesos que les impongo con las más que reservo y

irremisiblemente sufrirán los contraventores.

XIX. Y a fin de que a ninguno pueda disculpar la ignorancia, se publicarán por

bando en esta capital y en todas las jurisdicciones del reino, remitiéndose número

competente de ejemplares impresos, que se comunicarán y dirigirán por cordilleras a todos

los tribunales, los ilustrísimos señores arzobispos y obispos de este virreinato en la forma

de estilo. Dado en México, a 3 de junio de 1784.

Bibliografía recomendada:

Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en Nueva España, México, El Colegio de
México, 1984, - v.
Isabel González Sánchez, Haciendas, tumultos y trabajadores. Puebla-Tlaxcala, 1778-1798,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1997, 181 p.
________________________________________________________

Capítulos que por instrucción y delegación de la ciudad de México fueron expuestos


ante su majestad por los procuradores Loaiza y Cherinos.155

La proclamación de las Leyes Nuevas en la ciudad de México provocó gran


descontento y agitación. Los funcionarios virreinales, mostrando tacto y habilidad política,
convencieron a los colonos que la mejor vía para solucionar sus agravios era enviar
procuradores o representantes que informaran al rey de la situación, expresaran sus quejas e
hicieran otras peticiones que les parecían justas y necesarias. El ayuntamiento de la ciudad
de México –que por entonces, extraoficialmente, representaba al conjunto de los vecinos
españoles- envió unos “capítulos” que en cierto modo configuran su programa político. Se
trata de la utopía de una sociedad señorial, donde los españoles “beneméritos” tendrían el
derecho hereditario al trabajo y al tributo de los indios y, por lo mismo, velarían sobre la
conservación y bienestar de sus súbditos. Podría a primera vista parecer un anacronismo
feudal, si no se observara la petición de que se repartan tierras para establecer labores de

155
. Fuente: Mariano Cuevas (ed.), Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México,
2a.ed., México, Porrúa, 1975, p.109-118.
241

trigo, viñedos, estancias de ganados y talleres de sedería. Estos colonos que por un lado
desean convertirse en señores de tierras y hombres, tienen intenciones empresariales que
los vinculan con el mercado internacional.
Los “capítulos” incluyen una sutil amenaza: si se siguen las opiniones desatinadas
de quienes poco saben (como las de “un fray Bartolomé de las Casas”) el rey corre el riesgo
de perder sus dominios indianos, porque no tendrá quien lo defienda ante el peligro latente
de la rebelión indígena. El texto ha llegado hasta nosotros con notas marginales, al parecer
de algún ministro del rey que examinaba las propuestas que parecían dignas de concederse.

México, 28 de noviembre de 1542.

Lo que la ciudad de Tenochtitlan México pide y suplica a su majestad haga merced,

que conviene para la seguridad y perpetuación de toda la Nueva España de que llevan cargo

y poder los señores licenciado Francisco de Loaisa, oidor, y Peralmíndez Cherinos,

veedor156, es lo siguiente:

Que su majestad haga merced a los que tienen indios encomendados en su real

nombre, sea la encomienda perpetua, porque no siendo así, las personas que tienen los

dichos indios, visto que la merced no es perpetua y que cada día <que> pasa no se arraigan

ni perpetúan para vivir y permanecer en la tierra, antes por esta causa tienen respeto a

adquirir lo que pueden para con ello permanecer y heredar a sus hijos en sus patrias donde

están ciertos no les faltarán deudos y con lo que llevaren arraigarse, lo cual se ha visto así, y

se excusaría con la dicha perpetuidad, porque con ella tomarán deudos en esta propia tierra

y tendrán artenidad (sic) ellos y sus descendientes tener sustentamiento. Suplíquese a su

majestad consigan y hayan la dicha merced los hijos naturales, no teniendo los tales

comendatarios legítimos porque así conviene para la dicha perpetuidad.(Nota marginal:

“No ha lugar y que se guarde lo que su majestad tiene ordenado”.

Que su majestad haga merced a esta tierra de dar de comer a los conquistadores y

otras personas que han venido a poblar y están en ella, que no tienen indios encomendados,
156
. En los primeros años de la conquista, encargado de la recaudación de las rentas reales.
242

prefiriendo a los conquistadores y casados, lo cual sea de los indios que se dan y andan en

corregimiento, y que puesto que algunas cabeceras principales y de importancia convenga

quedan y están en cabeza de su majestad, se haga el dicho repartimiento de lo demás, y sea

perpetuo según de suso se suplica por las causas dichas en el capítulo antes de este. Lo cual

será más servicio de su majestad, pro y utilidad de toda la tierra, y proveerse los dichos

corregimientos, así porque con los salarios que se dan en ellos las más personas a que se

proveen no se pueden sustentar, como porque haciéndose el dicho repartimiento procuren

los tales comendatarios granjerías de coger y sembrar trigo y otras semillas de la tierra, y de

tener y criar ganados y hacer y plantar viñas y otras heredades, lo cual será ayuda para

sustentarnos y causa de la dicha perpetuidad, de que asimismo los naturales recibirán

beneficio porque como se tenga perpetuo serán bien tratados y procurarán siempre sean

aumentados y que permanezcan, lo cual no se ha sentido ni visto de los corregidores,

porque, como se les da por un año, todos trabajan y su fin es cobrar su salario sin tener

respeto a otra conservación y aun con el poder de justicia que tienen, se ha visto hacerles

opresiones por sus propios intereses de que los dichos naturales han recibido y reciben y

dado, y han sido castigados por ello los dichos corregidores. (Nota marginal: “Idem”).

Y porque el verdadero remedio para poblar y perpetuar esta tierra y que se conserve,

es que haya en ella muchos españoles que aunque se dé de comer y haga según de suso se

dice, no hay en tanta cantidad que a todos se puedan dar indios, es necesario para animar

los dichos españoles a que vengan y estén en estas partes, porque con el mucho número de

ellos todo esté seguro, se suplique a su majestad, sea servido hacer merced a toda esta

Nueva España sea franca perpetuamente de todo pecho157 o diezmo158 y alcabala, así de

. En sentido genérico, impuesto o contribución pagada al rey.


157

158
. . Contribución que se cobraba para el sostenimiento de la Iglesia sobre todos los productos
agropecuarios, equivalente a un décimo de la producción. Los indígenas estaban exentos siempre
243

labranza y crianza como de ventas y contrataciones, como ahora se usa, porque con esta

libertad y franqueza esta dan causa vengan a poblar y permanecer en esta tierra; y que su

majestad lo conceda es justo, porque costumbre antigua es que las tierras que se ganen y

están en frontera de enemigos, por los peligros y trabajos que tienen los que en ellas viven

por la conservación y seguridad de ellas, concederles y se les ha concedido la dicha

franqueza, y así se hizo con las ciudades de Granada, Antequera y Alcalá la Real y con

otras ciudades de España, pues quien se puede decir no está puesto a tanto peligro como los

españoles que en esta Nueva España estuvieren porque no tan solamente están en frontera

de enemigos, pero en tanto número de ellos. (Nota marginal: “Que gocen de lo proveído y

en lo demás para lo venidero se consultará a su majestad”.)

Suplicar a su majestad haga merced a esta ciudad de propios y rentas convenientes

según la calidad de ella, pues es cabeza de toda esta Nueva España, y estando ella próspera

y engrandecida todo lo está, y seguro, en especialidad que tiene necesidad de los dichos

propios para sustentar puentes y fuentes, calzadas, y pagar los salarios de regidores,

letrados y procuradores, mayordomo, obreros, porteros y otros oficiales, y para tener

posibilidad de enviar mensajeros a su majestad cuando convenga pronto le informar y

suplicar lo que a su real servicio y bien de esta tierra conviene y para otras necesidades muy

necesarias que cada día se ofrecen, y que su majestad sea servido señalar la cantidad

necesaria para ello y situarlo en la cantidad de su almojarifazgo o quinto de su fundición de

esta Nueva España o haciéndole merced de algunos pueblos, para que las cuentas y

granjerías de ellos sean propios de ella, como se señalaron por el señor marqués del Valle

siendo gobernador de esta Nueva España, y los tuvo y poseyó en la laguna de esta dicha

que no cultivaran productos europeos.


244

ciudad. (Nota marginal: “Que envíe la Audiencia relación de la orden que se ha tenido y de

la orden que se debe dar para que se supla a estos gastos públicos”)

Y porque el número de los naturales es mucho, tanto que para un español hay más

indios que todos los españoles que al presente están en esta Nueva España, y siempre van

en crecimiento, saber, entendimiento, ánimo, según se ve de cada día y se vio en los

alzamientos que se hicieron el año próximo pasado en la provincia de Jalisco que pacificó y

castigó el ilustrísimo señor don Antonio de Mendoza, virrey de su majestad, conviene en

esta ciudad, pues es cabeza de toda esta tierra o en que en ésta la seguridad de ella esté

fuerte y segura, para la conservación y defensa de todo y ofender de ella a los contrarios si

conviniere, suplíquese a su majestad sea servido de mandar dar orden y que se provea en la

fortaleza y seguridad de esta dicha ciudad así y que se hagan en ella las fuerzas necesarias

como en que estén las calzadas, entradas y salidas, fuertes y seguras, como lo que más

conveniente y necesario sea, y porque esta dicha ciudad ha suplicado al dicho señor virrey

sobre lo susodicho y su señoría ha respondido que es bien se provea según que todo se ve

en los autos de ello firmado y signado de Hernando de Sierra, escribano del cabildo de esta

dicha ciudad, llevarse ha el testimonio de lo susodicho con estos capítulos y hacerse ha

presentación de ello a su majestad para que por su majestad visto lo mande proveer como

más sea servido. Y con esto cumplimos con lo que somos obligados, pues informamos a su

majestad de la verdad y lo que es su servicio y conviene para la seguridad de esta tierra,

mayormente estando como está tan remota de socorro de España. (Nota marginal: “Que se

escribirá al virrey y la Audiencia”).

Suplicar a su majestad sea servido de hacer merced a esta ciudad y Nueva España de

que haya en esta dicha ciudad universidad de estudio de todas ciencias porque los hijos de

los españoles y naturales las aprendan y se ocupen de toda virtud y buenos ejercicios, y
245

salgan y haya letrados de todas facultades porque de mejor voluntad huelguen de

permanecer en la tierra, pues está notorio el mucho inconveniente y gastos que hay si los

españoles hubiesen de enviar sus hijos a los estudios de España; que para que esto se

efectúe su majestad sea servido situar la renta necesaria para que de todas ciencias haya

cátedras, y pues para los naturales ha sido su majestad servido de proveer y mandarlo así 159,

con mayor razón y justa causa es justo se haga la dicha merced para los españoles pues

cuanto hay tanta ... <una palabra ilegible> de ellos legítimos y naturales. (Nota marginal:

“Consulta con su majestad”).

Y porque en esta dicha ciudad y Nueva España hay ya mucho número de doncellas

hijas de españoles, legítimas y naturales, hijas de personas honradas y principales, y todas

no se pueden casar, así por no tener con qué les dotar como por otros justos impedimentos,

suplíquese a su majestad sea servido dotar en esta ciudad dos monasterios, uno de la orden

de señor San Francisco y otro de la orden de señor Santo Domingo, en que las tales

doncellas se metan y sean monjas. Y pues los Reyes Católicos, progenitores de su majestad

los fundaron y dotaron en la ciudad de Granada, que se ganó como se ha ganado este reino,

con más justa causa su majestad lo debe hacer en estas partes, pues de ello resulta servicio a

Dios nuestro señor de su majestad, y gran merced, pro y utilidad a los españoles en ellos

por la seguridad del estado de las tales doncellas. (Nota marginal: “Que por ahora no ha

lugar”).

Suplicar a su majestad que porque en esta tierra es subido y excesivo el precio que

se lleva por las cosas de herramientas para el servicio de la labranza y crianza e

instrumentos que se hacen para las minas de oro y plata y otras cosas, la causa de lo cual es
159
. Se refiere al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536 como casa de estudios
(aunque no universidad) para hijos de nobles indígenas. Esta petición del ayuntamiento fue apoyada
por el virrey Mendoza y es el antecedente directo de la fundación de la Universidad Real y
Pontificia de México, en 1551.
246

no venir de Castilla a estas partes el hierro que es menester, su majestad sea servido de

mandar que todos los navíos que a estas partes vinieren, sean obligados a traer y traigan

cada uno cien quintales de hierro, y más lo que su majestad mandare, porque haciéndose

así, habrá abundancia de hierro y cesará la dicha carestía. (Nota marginal: “Al virrey y la

Audiencia, que pues allá hay hierro, que den orden como allá haya hierro”).

Y por cuanto los vecinos y moradores de esta Nueva España tienen hijos, y para que

con más voluntad huelguen de los poner en toda virtud y a que aprendan ciencia y es justo

que los virtuosos sean remunerados, suplíquese a su majestad sea servido que los beneficios

de esta Nueva España sean patrimoniales, y que el proveer de dignidades, canonjías y

raciones, se tenga memoria de las personas hijos de vecinos y moradores de esta Nueva

España en quien concurran méritos para ello y que sean preferidos en la provisión de lo

susodicho. (Nota marginal:"Que así ordenando por las erecciones y se suplica habiendo

hijos patrimoniales".)

Y porque entendido por el dicho señor virrey cuanto pro y utilidad viene que en esta

Nueva España se críe y labre seda, y que en esta dicha ciudad estén los telares de ella así

por la fidelidad y buena orden que se debe tener en el labrar de la dicha seda, como por el

mucho acompañamiento que se requiere de españoles en esta dicha ciudad, según la

grandeza de ella, y porque para el uso y ejercicio de ello se han hecho ciertas ordenanzas,

las cuales se han confirmado por su señoría y se usan y guardan, suplicarse ha a su majestad

confirme las dichas ordenanzas y haga merced a esta dicha ciudad por privilegio perpetuo

de lo en ellas contenido, porque demás del mucho provecho y gran beneficio que toda la

tierra recibe en el criar y labrar de la dicha seda, ésta dicha ciudad lo recibe que en ella

estén los telares del labrar de ella, porque con ello es causa que más y mejor se pueble y

sustente. (Nota marginal: “Que ya está proveído”).


247

Y aunque esta ciudad tiene por cierto que el dicho señor virrey y Audiencia Real,

oficiales de su majestad escriben el gran daño que generalmente reciben los vecinos de esta

tierra que entienden en las minas de oro y plata, en les haber llevado el quinto, siendo tantas

las costas que en lo susodicho gastan, y tan grande la careza de los esclavos, tanta que por

la mucha costa se cree y tiene por cierto muchos no quieren entender en minas y

renunciarán sus haciendas, teniendo cierto que quito (sic) costas interésense el dicho quinto,

suplíquese a su majestad sea servido de mandar que se lleve el diezmo, porque siendo así,

los tales que andan y procuran vivir por minas se podía sustentar y otros se animarán a

entender en ellas, y de esta manera será más lo que se habrá del dicho diezmo que lo que se

ha de quinto y todos recibirán mucha utilidad y provecho y las rentas y patrimonio real de

su majestad irán en más crecimiento. (Nota marginal: “Que ya está proveído”).

Y porque esta tierra es grande y en ella hay y ha de haber obispos, de cuya causa es

necesario haya en estas partes arzobispado que sea cabecera de los obispados que hay y

hubiere, así para que se ocurra al arzobispo en las quejas de agravios que de los obispos y

de sus jueces y oficiales hubiere, como para que en las juntas quede prelados y religiosos

hubiere para las cosas que conviniere haya la dicha cabecera; y no se puede alcanzar

justicia de los tales agravios por la mucha dilación y gastos que para ello es menester,

habiendo de ir al remedio de ello a Castilla, de cuya causa, y porque muchos no tienen con

que sustentar las dichas costas, muchos se quedan con sus quejas y agravios y no alcanzan

su justicia, suplíquese a su majestad sea servido suplicar a nuestro muy santo padre que la

iglesia y obispado de esta ciudad sea arzobispado metropolitano en esta Nueva España;

porque todos los casos que se ofrecieren, así en lo tocante a lo que dicho es, como en lo que

más convenga, haya la dicha cabecera y superioridad ante quien se pida justicia y se haga

en los dichos agravios y quejas. Y en el entretanto que lo susodicho se proveyere, sea su


248

majestad servido que se provea juez conservador para que en lo pasado, presente y porvenir

conozca y sea juez de apelaciones y en lo uno y en lo otro conozca y oiga a los querellosos

contra los dichos obispos y sus jueces y oficiales y otras religiones, y haga justicia a las

partes, porque por falta de esto reciben daño las repúblicas. Y no haya lugar, como se ha

visto, que los clérigos que en un obispado han hecho delitos, se pasen al otro, y no teniendo

como no tienen jurisdicción el obispo del obispado donde huyó en él donde se va, se

quedan sin castigo. Todo lo cual cesará proveyéndose según es dicho.160 (Nota marginal:

“Consulta”).

Y porque al servicio de su majestad conviene haya en esta tierra mucho número de

esclavos negros, así para sustentación de las dichas minas como para otros servicios,

suplíquese a su majestad sea servido de dar licencia y facultad generalmente a todos para

que puedan traer y traigan a esta Nueva España los dichos esclavos pagando en los puertos

de ella su almojarifazgo, sin tener necesidad de otra licencia, porque de venir como y por la

vía que hasta aquí han venido, han recibido mucha vejación las personas que en ello han

entendido, lo cual será gran merced y beneficio a toda esta tierra y acrecentamiento de la

hacienda de su majestad. (Nota marginal: “No ha lugar”).

Y porque conviene para la seguridad de esta Nueva España que por todas vías se

aumente esta ciudad y población de españoles en ella, suplíquese a su majestad sea servido

para efecto de lo susodicho, de mandar que de todos los pueblos de esta ciudad

comarcanos, se tomen tierras para dar y repartir por los españoles vecinos de esta dicha

ciudad, para labranzas de trigo y otras semillas de la tierra, y otras semillas de la tierra, y

hacer viñas y otras heredades en que se arraiguen y perpetúen en ella y sea parte para su

sustentación; y porque lo susodicho se efectúe se dé para ello facultad al dicho señor virrey,

160
. El arzobispado de México fue creado poco después, entre 1546-48.
249

y para que si algunas tierras conviniere se tomen para lo susodicho a los naturales, dándoles

en recompensa en otras partes lo que así se les tomare. (Nota marginal: “No ha lugar”).

Y pues una de las principales cosas y que más conviene al servicio de Dios nuestro

señor y de su majestad, y bien y acrecentamiento y perpetuidad de estas partes es que su

majestad sea informado de todas las cosas de acá, según y como son y pasan, y esto no hay

persona de ningún género ni calidad que sea que así lo pueda hacer, que el dicho señor

licenciado Loaiza, oidor, por haber tantos años que ha sido parte principal en la

gobernación y justicia de esta tierra, como ser uno de los oidores de esta Audiencia y

Cancillería Real, y allende de esto que siempre por comisión del dicho señor virrey ha

asistido en el cabildo y ayuntamiento de esta dicha ciudad, y el dicho Peralmíndez, veedor

general y oficial de su majestad y voto en este cabildo, y le son notorias todas las

necesidades, trabajos y miserias que esta ciudad y tierra padece y aun muchas más de las

que por estos capítulos se suplica y han visto por experiencia y al presente ven los términos

tan desasosegados y inconstantes que en esta Nueva España pasan y tan peligrosos, pues de

dos años a esta parte, a dichos de prelados y de religiosos, caballeros y todo género de más

gente, se pasó tan gran peligro de que se esperaba mucho daño sino viniera como vino tan

breve el remedio y sosiego con el próspero suceso del dicho señor virrey, que con tanto

trabajo suyo y de los que fueron en la jornada se castigó y allanó rebelión tan endiablada y

se tomó enmienda de los frailes que martirizaron y de muchos españoles que mataron y de

tantas abominaciones que intentaron, y como no sólo fue victoria especial en aquella parte

sino general en toda la tierra y según los malos deseos y malas muestras que en toda la

tierra y en todos los naturales parecieron, y como desde esta victoria acá el aumento de

vecinos y mucho género de oficiales ha ido en harto número y acrecentamiento y el labrar

de casas y plantarse heredades, y con más calor se ha mostrado en muchos voluntad de


250

arraigarse y perpetuarse en estas partes, y como son tan delicados y tan varios los sucesos

de acá al presente, con sólo cartas de particulares sin haber visto cédula en provisión de su

majestad, en que dicen las cosas que algunos o algún religioso intenta en mudanza y

desasosiego de las cosas de estas partes, en especial de un fray Bartolomé de las Casas, que

conciencia ni experiencia no le pueden constreñir a lo que hace, a lo menos en lo de esta

Nueva España, pues no lo ha visto ni entendido, ni residido en ella, ha puesto tanto

desasosiego, tanta tibieza general y tanta baja en el valor de las raíces y granjerías de la

tierra, que da ocasión que, sin ver de que se tema, temamos. Conviene que en nombre de

esta gran ciudad o de esta Nueva España, su majestad sea informado de todo lo que pasa y,

aunque tenemos por cierto que el deseo y voluntad de su majestad es servir a Dios nuestro

señor y proveer lo mejor y que más convenga y hacer a todos mercedes, suplicarse ha a su

majestad que a los religiosos y personas particulares que por ventura buen celo les mueve,

su majestad sea servido oírles pero no para que sean partes para que su majestad y su muy

alto Consejo, por información de los tales, se determine desde allá las cosas de acá

necesarias determinadas, porque aun suele acontecer pedirse cosas, y escribirse y

suplicarse, que después de venidas si se usaran fueran dañosas, por la constancia que hay y

por lo que se tarda el remedio; y pues siempre ha de residir persona de gran reputación

como al presente reside y Cancillería Real de personas doctas y entendidas en cargo tan

excelente y tan grande, no se les quite lo que es a ellos de hacer por informaciones de

religiosos ni de otras personas particulares, porque, aunque se muevan con buen celo, no

son tan capaces que entiendan fundar un nuevo mundo y una nueva iglesia como lo es en

estas partes, y donde van las cosas y tan delicadas y tan insertas unas doctrinas que pocos

en el mundo las entenderían sino el que las tiene entre manos, y de esto y de todo
251

informarán a su majestad como personas que en tales cargos han estado y copiosamente de

todo lo que conviene, para efecto de todo lo que de suso se suplica y cualquier cosa de ello.

Suplicarse ha a su majestad sea servido que en esta ciudad haya hermandad general

conforme a las leyes del reino, y que un alcalde de los que fueren cada un año, sea del

regimiento de esta ciudad por antigüedad, y el otro de los honrados hombres del pueblo.

Porque siendo uno del regimiento no dejará el tal vecino persona honrada de aceptar el

dicho cargo. Suplicar a su majestad que la escribanía de la dicha hermandad sea a proveer

de esta dicha ciudad y para propios de ella.

En la ciudad de Tenochtitlan México de esta Nueva España, 28 días del mes de

noviembre, año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1542 años, estando en las

casas del cabildo y ayuntamiento de la dicha ciudad en cabildo, según lo han de uso y de

costumbre, para entender y proveer lo que conviene en el servicio de Dios nuestro señor y

de su majestad y bien de esta república, los señores Gerónimo Ruiz de la Mota, alcalde

ordinario, y Hernando de Salazar, factor de su majestad161, y Gonzalo Ruiz y don Luis de

Castro y Bernaldino de Albornoz, alcalde de las atarazanas162, y Gonzalo de Salazar,

regidores y votos de regidor, en presencia de mí, Hernando de Sierra, escribano de su

majestad y del cabildo, los dichos señores justicias y regidores platicaron en las cosas que

era necesario informar y suplicar a su majestad para el remedio, perpetuidad, conservación

de esta tierra, y sobre ello hicieron y ordenaron la relación de suso contenida, que son

diecisiete capítulos, y dijeron que por que al presente se ofrece van a los reinos de Castilla a

su majestad los señores: el licenciado Francisco de Loaiza, oidor de la Audiencia Real de

esta Nueva España, y Peralmíndez Cherino, veedor de esta dicha Nueva España, y porque

161
. En el siglo XVI, recaudador de las rentas reales.
. Astillero y arsenal naval; fortificación.
162
252

sus mercedes y cada uno de ellos son personas que tienen noticia y saben la necesidad que

hay en que se suplique a su majestad y su majestad provea y haga merced a esta tierra de lo

que así se le pide y suplica en los dichos 17 capítulos para el bien y perpetuidad de toda

esta Nueva España, fue acordado que se envíen los dichos capítulos con los dichos señores

licenciado Loaiza y Peralmíndez Cherino y se les dé poder para el dicho negocio: y porque

su majestad sea mejor informado de lo susodicho y de la necesidad que hay se provea lo

que se suplica, acordaron se haga ver todo lo susodicho al ilustrísimo señor don Antonio de

Mendoza, virrey y gobernador de esta Nueva España, para que visto por su señoría se

informe, pida y suplique con su acuerdo; y lo firmaron de sus nombres. Gerónimo Ruiz de

la Mota. Hernando de Salazar. Gonzalo Ruiz. Bernaldino de Albornoz. Gonzalo de Salazar.

Por mandato de la dicha Ciudad de México, Hernando de Sierra, escribano.

Bibliografía recomendada:

Arthur Scott Aiton, Antonio de Mendoza, first viceroy of New Spain, Durham, Duke
University, 1927, xii-240 p.
Solange Alberro, Del gachupín al criollo; o de cómo los españoles dejaron de serlo,
México, Fondo de Cultura Económica - El Colegio de México, 1992, 234 p.
Lesley Byrd Simpson, Los españoles y el indio americano, Barcelona, Península, 1970, 281
p.
________________________________________________________

Informe del padre ministro de San Pablo sobre los inconvenientes de vivir los indios
en el centro de la ciudad.163

En 1692 ocurrió una grave escasez de maíz, motivada por la pérdida de las cosechas
y acentuada por la especulación, de la que el pueblo hacía responsable y beneficiario al
propio virrey conde de Galve. El 8 de junio un incidente menor entre la gente que hacía
cola para obtener maíz en la alhóndiga motivó un gran levantamiento popular. La multitud
saqueó el Parián –el mercado principal, situado en la plaza mayor-, atacó y puso fuego al
163
. Fuente: AGN, Historia, 413, f.10-13; publicado íntegramente en Boletín del Archivo General de
la Nación; 1938, 9, 1, p.12-16. “Sobre los inconvenientes de vivir los indios en el centro de la
ciudad, reducción a sus barrios y doctrinas y los términos a que deben estos arreglarse, sin
incorporarse con lo principal de la ciudad, para su mejor gobierno, y los informes pedidos sobre
esto a los ministros de doctrina”.
253

palacio virreinal y al edificio del cabildo. El virrey tuvo que huir y refugiarse en el
convento de San Francisco, hasta que los jesuitas y las milicias de vecinos lograron
restaurar el orden. En los acontecimientos, además de la desesperación por el hambre y el
descontento por la especulación, hubo incidentes que mostraron el desafío popular a la
autoridad y la hostilidad contra los gachupines”, esto es los peninsulares establecidos en
México.
Como respuesta al motín, las autoridades intentaron retornar a la vieja “traza” de la
ciudad de México, que por razones de seguridad reservaba el cuadro central para los
españoles y dejaba a los indios en la periferia. La información subsiguiente por la que se
pretendía justificar este anacrónico proyecto muestra paradójicamente la completa
imposibilidad de llevarlo a cabo, así como interesantes datos sobre mestizaje cultural y la
relativa facilidad con la que se pasaba de una categoría social a otra.

Excelentísimo señor: Por decreto de vuestra excelencia que se sirvió de remitirme,

su fecha treinta de junio de 1692 años, con consulta del Real Acuerdo, me manda le

informe así de los inconvenientes que resultan de vivir indios dentro de esta ciudad de

México, en casas de españoles, revueltos con negros, mulatos y todo género de gente, como

del distrito y linderos de los barrios propios de los naturales, que pertenecen y deben

pertenecer a la jurisdicción y administración de esta doctrina de San Pablo, donde soy

ministro por su majestad para su bien, orden y obediencia de la ley 19, libro 6o., título 1o.

Y digo: que los inconvenientes que se siguen y experimentan de haber muchos

indios metidos en la ciudad, viviendo en los corrales, desvanes, patios, pajares y solares de

españoles, son graves e infinitos, los cuales tienen las justicias y ministros de doctrina

experimentados (y hoy más con el inicuo estrago y maldad de quemar el palacio).

Lo primero, señor, porque con la comunicación que continuamente tienen con gente

tan vil y de tan pocas obligaciones, como son mulatos, negros, mestizos y criados de dichas

casas, aprenden la lengua castellana y se hacen ladinos (que es el primer paso para tener

atrevimientos, porque mientras hablan en su lengua son más humildes,) y siempre están

confiriendo entre unos y otros grandes bellaquerías, y adquieren máquina de resabios y

pésimas mañas, y no respetan a ningún superior, juez ni ministro de doctrina.


254

Lo segundo, que siendo costumbre, estilo y obligación nuestra de los padres

doctrineros y ministros, tener bien ordenadas y compuestas nuestras doctrinas, para la

buena administración, por estar sus jurisdicciones por sus barrios, y cada barrio tiene su

iglesia o ermita en forma de pueblo, sus alcaldes y merinos, su alguacil mayor de la iglesia,

que los gobiernan y cuidad, así para las cosas del servicio de su majestad y recoger sus

tributos, como para que acudan a las obligaciones de oír misa, confesar, comulgar, rezar,

recogerlos a la cuenta los domingos, traernos a los muchachos para enseñarles la doctrina

en la iglesia, para lo cual tienen sus tablas en cada barrio donde están todos asentados,

chicos y grandes, y nosotros sus padrones, con los que están desunidos y separados y viven

en la ciudad en casas de españoles no se ha podido conseguir este orden, ni nada de esto,

por diligencias que se hacen. Porque ni quieren oír misa ni cumplir con la iglesia en sus

parroquias, ni saben rezar, ni quieren acudir a la cuenta los domingos, ni ayudar a los de los

barrios a los cargos y oficios necesarios del servicio de su majestad y de la iglesia, como

son merinos, topiles, mayordomos y sacristanes, ni enviar a sus hijos a la doctrina. Y

aunque los quieran sacar de dichas casas los amparadores, los defienden y resisten los

mismos españoles sus caseros o sus mujeres o criados, con tener despachos de la Real

Audiencia, con penas graves a quien no obedeciere, de donde se originan muchos pleitos y

pesadumbres, y me hacen ir a mí mismo en persona, y aunque los traiga, vienen para cada

uno de ellos dos o tres padrinos de estos españoles a pelear y a reñir, y de no concedérselo

se huyen y los esconden en sus casas. Allí muchos de éstos se ponen medias y zapatos y

algunos valonas, y se crían melenas y ellas se ponen sayas, y haciéndose mestizos se van a

cumplir con la Iglesia a la catedral, por desistirse y desquiciarse de estas obligaciones

necesarias y porque no los cuenten ni los castiguen si no oyen misa y vienen a la cuenta,

porque se <declinan?> de ello y lo tienen por caso de menor valer. Ya no es decible lo que
255

con ellos paso al salirlos a empadronar, y con la desvergüenza que se me resisten diciendo

que son de la catedral, y así nos tienen en continua discordia con los curas por lo cual ahora

cuatro años convoqué a los demás padres y ministros de esta ciudad y metimos una petición

al señor arzobispo don Francisco de Seijas y Aguiar, y les notificó que todos los indios

acudieran a sus parroquias a cumplir con la Iglesia y a la demás administración de los

santos sacramentos, supuesto a que para que no se mezclasen indios con españoles, negros

y mulatos, su majestad con santa providencia les asignó cuatro parroquias en esta ciudad,

en los cuatro extremos o esquinas de ella, en cuadro, que son San Juan, donde estuvo antes

la capilla de los naturales que administran los religiosos de San Francisco, San Pablo, San

Sebastián y Santa María la Redonda (porque Santa Cruz es ramo de San Pablo). También se

sigue que éstos, cogiendo traje de españoles, usurpan los reales tributos de su majestad y

faltan a los cargos que deben tener en la república de los naturales, y ayudarles en las cosas

de servicio real y de la iglesia. Y lo más grave y de mayor escrúpulo, las nulidades que

puede haber en los matrimonios por no casarlos sus propios párrocos, no pudiendo nosotros

por su retiro dar complemento a las reales cédulas, en que tanto nos encarga su majestad el

cuidado y vigilancia de doctrinarlos, y que ellos nos obedezcan, ni gozan de muchos

indultos especiales y privilegios, que en lo espiritual tienen concedidos algunos sumos

pontífices a los naturales que administran los religiosos por el patronato real.

También de los barrios los sacan los españoles, porque sucede que las mujeres, a

título de compadrazgo o alquilándolos con el dinero, cada una se lleva un muchacho o

muchacha para tener quien les sirva, y allá les van criando a lo español con los criados y

demás gente, y a ellos les ponen medias y zapatos y a ellas sayas, y los llevan a cumplir con

la iglesia a la catedral, y se van quedando allá para siempre y despoblándose los barrios.
256

En cuanto al distrito, términos y linderos de la jurisdicción de esta doctrina, sus

barrios y contornos, digo, señor que son trece; los once caen hacia el oriente y mediodía,

saliendo para ellos de esta cabecera de San Pablo, que son todas esas chinampas en distrito

de media legua, la acequia real abajo hasta confinar con Santa Ana e Ixtacalco, guardianía

de los padres de San Francisco; y dando vuelta a mano derecha con los barrios de su

doctrina de México, que es hacia el mediodía y por el oriente con los barrios de Santa Cruz,

estos están en contorno, contiguos y bien ordenados con sus iglesias o ermitas, y cada uno

con su merino que los cuida, y estos merinos sujetos a dos alcaldes, que son de toda la

jurisdicción, y estos alcaldes al gobernador de San Juan.

Otro barrio comienza desde la puerta de esta iglesia, saliendo para el poniente, que

llaman Teocaltitlán, y llega hasta el fin de la primera cuadra, dando vuelta hacia el

mediodía para el rastro y volviendo para este colegio; tiene dentro de este distrito,

inmediata, la ermita de San Lucas, donde está interina la parroquia de San Miguel, de

españoles, donde vienen a administrar los religiosos de San Francisco a los naturales, por

cuya inmediación siempre hemos tenido algunas discordias con los padres. Vuestra

excelencia, señor, en mandando que se vea y reconozca, proveerá lo que más convenga,

viendo si es más útil que los administremos nosotros, por ser barrio de esta doctrina y por la

inmediación y cercanía o que los administren de allá.

El otro barrio está saliendo de esta iglesia, cogiendo para el norte, y va por detrás

del convento de religiosas de San José de Gracia, y coge por atravesía a mano derecha hasta

detrás de la Merced donde va a juntarse con los otros barrios.

Mas en cuanto al distrito de los que siempre ha administrado esta doctrina dentro de

la ciudad, coge saliendo de esta puerta del poniente, para San Jerónimo, y pasa a la calle del

Arco, y de allí sube por Jesús Nazareno a Balvanera hasta la Merced, donde se junta con los
257

barrios; porque era la jurisdicción que administraba en cuanto a los naturales un clérigo que

antiguamente tenía esta doctrina, y su majestad, que Dios haya, el señor Felipe III 164 nos

hizo merced de ella el año de 1575 años, siendo virrey el señor don Martín Enríquez, a

quien fue cometida la cédula de merced, que está guardada con su ejecutoria en el archivo

de este colegio, para que nos diese posesión diciendo: que al reverendo padre fray Alonso

de la Veracruz, provincial del orden de San Agustín, le metáis y amparéis en la posesión de

la iglesia de San Pablo, su circuito, y todo lo demás a ella anexo y perteneciente, espiritual

y temporal.

Ahora ha ocho meses, queriendo vuestra excelencia con su gran cuidado y

vigilancia, mandarlos retirar a los barrios, conforme los que a cada doctrina perteneciesen,

me tenía citado el señor doctor don Juan de Aréchaga, con recado que me envió con Pedro

Rendón, el intérprete, para que saliésemos a reconocer estos de dicho distrito, y notificarles

se entrasen y retirasen a los barrios donde hay sitios sin términos para que hiciesen sus

jacales y los indios de los barrios con buen ánimo para ayudarles, y yo también, y siempre

estuve esperando órdenes y ahora los de vuestra excelencia para ejecutarlos y obedecer en

cuanto fuere servido de mandarme y conviene.

Mas parece, señor, que para que en todo se consigan los buenos deseos de vuestra

excelencia y que tenga complemento la observancia de la ley citada, es necesario que como

a dichos indios que viven en la ciudad se han de sacar de entre los españoles, para que

vivan en los barrios; que a los españoles que viven entre los indios en sus barrios, se saquen

para la ciudad, porque es el mismo inconveniente que hay algunos en los barrios de

adentro, que les han comprado casillas a los indios y otros que se las alquilan, que en los

barrios inmediatos a esta iglesia me parece que será imposible, porque ya todos los solares

. Debe tratarse de Felipe II (quien fue rey hasta 1598).


164
258

están poblados de casas de españoles, entre las casas de los indios, y están unas y otras

revueltas; y suplico a vuestra excelencia se sirva de mandar tenga subsistencia el que no

traigan capotes, porque parece que les infunden soberbia, y con las mantas son más

humildes y obedientes y no parecerán mestizos.

Los indios panaderos, me parece, señor, será forzoso en la ciudad administrarlos

donde están situadas las panaderías, porque viven dentro de ellas o como vuestra excelencia

dispusiere que siempre estoy muy obediente a sus órdenes para el servicio de ambas

majestades. Colegio de San Pablo y 4 de julio de 1692 años.

Humilde siervo y capellán de vuestra excelencia.

Fray Bernabé Núñez de Páez, ministro de San Pablo.

Bibliografía recomendada:

Douglas R. Cope, The Limits of Racial Domination. Plebeian Society in Colonial Mexico
City, 1660-1720, Madison, University of Wisconsin Press, 1994, xiv-220 p.
Carlos de Sigüenza y Góngora, Teatro de virtudes políticas. Alboroto y motín de los indios
de México, pról. Roberto Moreno de los Arcos, México, Universidad Nacional
Autónoma de México - Porrúa, 1986, liv-234 p.
________________________________________________________

Ordenanzas de esclavos del virrey Antonio de Mendoza.165

Las restricciones al empleo coercitivo de la población indígena condujeron a los


colonos españoles a impulsar la importación y adquisición de esclavos negros, que
prontamente proliferaron en las minas, plantaciones de caña de azúcar y en las residencias
señoriales como sirvientes “de prestigio”. Este crecimiento demográfico provocó la
preocupación de las autoridades, avivado por la actitud poco reverente de los negros y
rumores de hipotéticos conspiraciones para un levantamiento general. El temor colectivo
fue tal que el virrey Mendoza adoptó medidas extremas de control.

. Fuente: Francisco del Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios de la Nueva España, ed. Genaro
165

Estrada, México, Talleres Gráficos de la Nación, p. 263.


259

La dio el muy ilustre señor virrey de Nueva España don Antonio de Mendoza en

veinte de octubre de 1548.

Se manda que ninguna persona de cualquier estado, calidad o condición no sea

osada de vender o trocar en cualquier manera arma ofensiva ni defensiva a negros o

moriscos libres o esclavos, ni a indios, sin expresa licencia del señor virrey, so pena de

muerte y perdimiento de todos sus bienes aplicados la mitad para la Cámara y la otra mitad

para el denunciador y juez; y so la dicha pena que ningún negro, morisco e indio tenga las

dichas armas sin la dicha licencia excepto los criados de las justicias. Y que no se junten

tres negros o moriscos, siendo de diversos dueños, so pena por la primera de cien azotes a

cada uno públicamente, por la segunda doscientos azotes y una mordaza, y por la tercera

pena de muerte; y sea bastante probanza el dicho jurado de un español mayor de 18 años.

Que ningún negro ni morisco anden de noche media hora después de la oración,

aunque sea sin armas, sino fuere con sus dueños, pena de cien pesos por cada vez que

fueren cogidos, y si sus amos no los quisieren pagar, les den cien azotes, y si de noche

fueren cogidos con armas, mueran por ello.

Testamento de Ana Hernández, negra libre.166

El documento que aquí presentamos es en cierto modo la contraparte del anterior. Si


la “Ordenanza” del virrey Mendoza presenta a los negros como un grupo indeseable y
peligroso, el testamento de Ana Hernández es una muestra muy temprana de la integración
de los negros a la sociedad y las normas prevalecientes en la sociedad novohispana. En el
texto aparecen valores tales como la preocupación por la salvación del alma, la devoción
religiosa como acto público, la inquietud por el entierro “digno”, la participación en
cofradías como medio de prestigio, y el cuidado por la propiedad y transmisión de bienes.
Entre estas propiedades estaban tres negros esclavos y en cierto modo también su marido,

166
. Fuente: Archivo Histórico de Notarías, México. Notaría 374, Andrés Moreno, vol. 2463, f. 38-
39. Este documento fue ubicado gracias a Seminario de Documentación e Historia Novohispana,
Catálogo de protocolos del Archivo General de Notarías de la Ciudad de México, vol. 4, Instituto
de Investigaciones Históricas, UNAM, publicación electrónica, en edición.
260

cuya libertad había comprado con sus propios medios. El documento deja en claro algo que
la historiografía sobre el tema ha insinuado: las negras y mulatas libres tenían una
personalidad muy vigorosa, frecuentemente tenían una posición acomodada y actuaban
como prestamistas dentro de su grupo. Finalmente, la alusión a los jolofes (un grupo
procedente de Senegal) y a la “cofradía de los jolofes” presenta un remarcable caso de la
reconstitución de una conciencia solidaria y una organización étnica africana en el contexto
de la sociedad colonial.

En nombre de Dios todopoderoso amén. Sepan todos cuantos esta carta de

testamento vieren como yo Ana Hernández, negra libre, vecina que soy de esta ciudad de

México de la Nueva España, estando enferma del cuerpo, sana de la voluntad y en mi libre

juicio y entendimiento tal que Dios nuestro señor fue servido de me dar creyendo como

creo fiel y católicamente en el misterio de la santísima trinidad, padre, hijo y espíritu santo,

tres personas y un solo Dios verdadero y todo aquello que tiene y que confiesa la santa

madre Iglesia de Roma. Y con esta católica fe y creencia protesto vivir y morir y si contra

ésta que aquí confieso en el artículo de mi muerte o en otro cualquier tiempo por

enfermedad grave que tenga o por salida del demonio de suma cosa dijere o hiciere o

mostrase, las revoco y doy por ninguna. Y tomando por mi abogada intercesora a la

gloriosísima siempre Virgen María, señora nuestra, en la mejor vía y forma de derecho que

hubiere lugar hago y ordeno mi testimonio última y final voluntad en la manera siguiente.

Primeramente encomiendo mi alma a Dios nuestro señor que la fio y redimió por

su preciosa sangre y el cuerpo a la tierra de que fue formado.

Item, mando que si Dios nuestro señor fuere servido de me llevar de esta

enfermedad siendo mi fallecimiento en ella, mi cuerpo sea sepultado en la iglesia mayor en

la sepultura que a mis albaceas pareciere y se dé de limosna lo que les pareciere y me

acompañe un cura, cruz y sacristán de la iglesia mayor y se dé la limosna acostumbrada. Y

me acompañe la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción y del Derramamiento de


261

Sangre de nuestro señor Jesucristo, de donde soy cofrade y se pague por ello la limosna

acostumbrada.

Item, mando que el día de mi enterramiento si fuese hora, y si no luego cuanto día

luego siguiente, se diga por mi ánima una misa de réquiem, cantada con su vigilia de tres

lecciones, con su diácono y subdiácono167, ofrendada de pan, vino y cera y se dé por todo la

limosna acostumbrada.

Item, mando que se diga por mi ánima un novenario de misas rezadas en la iglesia

mayor de esta ciudad y se pague por ello la limosna acostumbrada.

Item, mando que se digan por las ánimas del purgatorio dos misas rezadas.

Item, mando que se diga en el altar de Santa Ana, de la iglesia mayor, dos misas

rezadas.

Item, mando que se diga al ángel de la guarda, una misa rezada en el altar del

perdón de la iglesia mayor.

Item, mando que se digan por las personas a quien tiene obligación, cuatro misas

rezadas.

Item, mando que se digan por mi ánima, en la ermita de Nuestra Señora de los

Remedios, dos misas rezadas, y en la de Nuestra Señora de Guadalupe, otras dos.

Item, mando que se digan por mi ánima otras cuatro misas rezadas en el Colegio

de San Juan de Letrán de esta ciudad.

Item, mando que se digan por mi ánima otras ocho misas rezadas donde le

pareciere a mis albaceas.

. Personas que han recibido las órdenes mayores, que los incorporan al orden eclesiástico pero sin
167

que puedan aún desempeñar las funciones sacerdotales que requerían la ordenación como
presbítero. Los subdiáconos se desempeñaban habitualmente como asistentes en las misas y como
maestros de doctrina de los niños; los diáconos además solían predicar.durante los servicios.
262

Item, mando que se dé de limosna a la cofradía del Derramamiento de Sangre de

nuestro señor, tres pesos de limosna, y otros tres pesos a la cofradía que está en el hospital

de Nuestra Señora de la Concepción.

Item, mando a las mandas forzosas y acostumbradas, a cada una, medio real con

que las aparto de mis bienes.

Item, mando que si alguna persona viniere declarando con juramento serle yo

deudora de dinero hasta en cantidad de dos pesos, se le paguen de mis bienes, sin otra

prueba alguna.

Item, declaro que me deben las personas siguientes cantidad de pesos que aquí van

declarados:

Primeramente Vicente, negro libre, cuarenta pesos de oro común, mando que tan

solamente se cobren de ellos veinte porque de los demás le hago gracia y donación por las

buenas obras que de él ha recibido.

Item, declaro que me debe un hermano del dicho Vicente, dos pesos sobre unos

anillos de oro, mando se cobren de él y se le entreguen los anillos.

Item, declaro que me debe Catalina de Sedeño, negra libre, diez pesos, mando se le

cobren de ella.

Item, declaro que me debe María de Chaves, esclava que fue de doña Catalina de

Montejo, cincuenta pesos de oro común, mando se cobren de ella.

Item, declaro que me debe Catalina Rodríguez, negra libre, esclava que fue de don

Luis de Castilla, cuarenta y cuatro pesos, menos lo que la dicha Catalina Rodríguez con

juramento declarare ser, y lo que declarare deberme se le cobre de ella.

Item, declaro que me debe Pedro de Montejo treinta pesos; mando que se cobren

de él si los tuviere y si no, no se le dé pesadumbre por ellos.


263

Item, declaro que me debe María de Oaxaca, ocho pesos, mando se cobren de ella

seis pesos nomás porque los dos le perdono.

Item, declaro que tengo de presente por mis bienes, un negro que se llama Juan, el

cual quiero que por lo que a mi parte toca quede libre, que yo lo dejo por tal, y si diere el

precio de lo que vale la mitad de su servicio a mi marido quede del todo libre, y esto por

descargo de mi conciencia.

Item, declaro que tengo por mis bienes otro negro, llamado Antón, el cual dé por

tiempo de ocho meses de jornal en cada mes, lo que pudiere, para que se haga bien mi

ánima. Cumplidos los ocho meses quiero y es mi voluntad que quede libre sin ninguna

obligación de servir a ninguna persona con que de en cada un mes de los ocho el jornal que

pudiere para hacer bien por mi ánima.

Item, declaro que tengo en empeño en la cofradía de los Jolofes que está fundada

en el hospital de Nuestra Señora. Los bienes y cosas siguientes: una saya de paño azul con

cuatro pasamanos de seda; un jubón de raso negro de Castilla; dos sábanas de ruán de

Castilla; dos tablas de manteles de manta de China; un manto de amascote nuevo; tres

almohadas de ruán con sus acerías, labradas las dos de carmesí y la una azul; todo lo cual

está como tengo dicho empeñado por diez pesos que debo a la dicha cofradía. Mando den

los diez pesos de mis bienes y se cobre y vendan las dichas prendas y se haga bien por mi

ánima.

Item, mando que se dé un paño de manos labrado a María, nieta de Catalina Jolofe.

Item, declaro que tengo una saya de paño aceitunado nueva, y un jubón de

sinabafa y una camisa de manta labrada con hilo blanco. Mando que todo esto se dé a una

negra, llamada Isabel, que le ha curado y servido con mucho cuidado en su enfermedad.
264

Item, declaro que tengo una mulata, mi esclava, llamada Luisa, que la compré con

mis propios dineros. Declaro que, por los buenos y leales servicios que me ha hecho la dejo

y quiero que después de mis días quede libre de servidumbre lo cual hago por descargo de

mi conciencia.

Item, declaro que me casé con Cristóbal, negro al que liberé con mis propios

dineros; mando que lo que con juramento declarare ser suyo se le entregue.

Item, declaro que cuando me casé con el dicho mi marido tenía muchos más

bienes que los que al presente tengo, los cuales yo he ganado con mi industria y trabajo, y

así quiero que se haga de ellos lo que por este mi testamento dejo declarado.

Item, mando que el molino y aderezo con que hago fideos, se dé a María, mi

ahijada, esclava de Pedro Rodríguez, pintor, por el mucho amor y voluntad que le tengo.

Y para cumplir y pagar este mi testamento y las mandas y de gastos en él

contenidas dejo y nombro por mis albaceas y testamentarios, ejecutorios y cumplidores de

ellas al licenciado Alonso Moreno, presbítero, mi confesor y al dicho mi marido, a los

cuales y a cada uno de ellos por sí e in solidum168 doy poder cumplido para que entren y

tomen de mis bienes la parte que baste y la vendan y rematen en pública almoneda o fuera

de ella bastasen cuanto he pagado este mi testamento y las mandas en él contenidas lo cual

puedan hacer así sin que sea pasado el año de albaceas hecho.

Y del remanente de mis bienes dejo y nombro por universal heredera a mi ánima y

revoco y anulo y doy por mi juicio y de mi nombre y efecto cualesquier testamentos

mandados y codicilo de que antes de éste haya hecho, así por escrito como de otra cualquier

manera y sólo este quiero que valga por tal y declaro que sí lo revocare por testamento o

codicilo no valga la tal revocación si expresamente no expresare en ella y en la tal

168
. De mancomún.
265

revocación la oración del pater noster y santa María: “Padre Nuestro, que están [sic] en los

cielos, santificado sea el tu nombre, vénganos el tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra

como se hace en el cielo; el pan nuestro de cada día dánoslo hoy y perdónanos nuestras

deudas así como nosotros las perdonamos a nuestros deudores y no nos dejes caer en

tentación, mas líbranos de todo mal. Amén, Jesús”. Porque así he de expresar la oración en

el tal testamento que así hiciere para revocación de éste, si no, no valga sino éste que ahora

hago en la mejor vía y forma que de derecho hubiere en testimonio de lo cual otorgue a la

presente carta ante escribano real de ella que se hacen en México a 22 del mes de julio de

1593 años. Siendo testigos Juan de Vera y Gaspar Calderón, y Gaspar Moreno y Antonio de

Velasco, llamado Jolofe. Y la otorgante que doy fe conozco porque dijo no saber escribir.

Así luego lo firmaron los testigos por los que no supieron y nosotros por estos: por testigo,

Gaspar Calderón; por testigo, Antonio de Velasco; por testigo, Juan de la Vera.

Hecho ante mí. Andrés Moreno, escribano de su majestad.

Bibliografía recomendada:

Luz María Martínez Montiel (coord..), Presencia africana en México, México,


CONACULTA, 1994, 576 p.
Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México. Estudio etnohistórico, 2a. ed.,
México, Fondo de Cultura Económica, 1972, 374 p.
________________________________________________________

Real cédula por la que se prohíbe el juego de gallos169

El juego o riña de gallos es una actividad que interesa por su profunda inserción en
la cultura popular mexicana, pero también porque durante la colonia fue motivo de
fricciones entre dos concepciones de la economía: la que la consideraba como una parte de
la moral y aquella que atendía solamente a su regulación en beneficio del orden colonial y
los intereses de la Corona. En general fueron consideradas indeseables, dado que se decía

. Fuente: María Cristina Sarabia Viejo, El juego de gallos en Nueva España, Sevilla, Escuela de
169

Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1972, p. 123-125.


266

que distraían a la plebe de las actividades productivas a las que debían dedicarse, eran lugar
de reunión de malvivientes y las apuestas a que daba lugar traían la perdición de muchos
hombres. Por otro lado, la actividad era potencialmente productiva y de fácil administración
en términos fiscales, y de todos modos la prohibición solamente ocasionaba que existieran
reñideros clandestinos donde, ante la falta de regulación, se cometían peores abusos. En
1685 finalmente se decidió crear un “asiento” o contrato monopólico en beneficio de la
Real Hacienda. La preocupación de los eclesiásticos fue tal que el arzobispo de México,
Aguiar y Seijas, ofreció comprar con sus rentas el “asiento”, para que así se pudiera
prohibir el juego sin detrimento de las rentas reales. A fin de cuentas, como puede verse en
el siguiente documento, el rey mandó devolver las sumas prometidas al arzobispo y que se
estableciera una prohibición general de las riñas en México y Puebla. Sin embargo, desde
1727 prevaleció el criterio utilitario y los gallos fueron permitidos, a pesar de las protestas
de eclesiásticos y moralistas.

Madrid, 15 de junio de 1688.

El rey. Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la Iglesia metropolitana de la

ciudad de México, en las provincias de la Nueva España, de mi Consejo. En carta de 24 de

julio del año pasado de 1687 representáis que, reconociendo la ruina temporal y espiritual

que el juego de gallos causaba en esa ciudad de México, os determinasteis a dar de las

rentas de la cuarta arzobispal170 1720 pesos cada año que daba el arrendatario, considerando

ser mayor servicio de nuestro señor, aunque faltase esta parte de limosna a los pobres, y que

aunque cesare en esa ciudad, se extendió en el resto de ese arzobispado tanto esta ruina, que

os ponderaron los ministros doctrineros y los beneficiados171 de él ser grande el número de

los juramentos, matrimonios deshechos, robos y desgracias que se originan de este juego

que os obligaba a suplicarme fuese servido de mandar despachar cédula prohibiendo este

pernicioso juego de que se seguiría gran servicio a nuestro señor, sosiego y conservación de

mis vasallos. Y el conde de la Monclova, mi virrey actual de ese reino con carta del 25 del

170
. Los obispos recibían la cuarta parte de los diezmos recaudados en su jurisdicción, que en
principio utilizaban (aunque no siempre era así) para caridades, obras piadosas y sostenimiento de
hospitales y seminarios.
171
. Los curas beneficiados eran los clérigos que mediante un concurso de oposición obtenían una
parroquia como beneficio absoluto y sin límite de tiempo, siempre que cumplieran con sus
obligaciones.
267

mismo mes y año acompaña la vuestra, diciendo le habéis hablado varias veces sobre que

se prohíba este juego y que entiende que vuestra gran virtud y las instancias que me hacéis

en esa materia son muy fundadas, para que sea servido de concederos esta gracia que

solicitáis, meramente por excusar pecados en esos reinos y que será muy propio de mi

piedad el mandar que se prohíba semejante juego para que la porción que habéis ofrecido,

en el ínterin que yo lo resuelvo, no se defraude de la limosna que con gran ejemplo de todos

repartís en ese arzobispado. Y vista vuestra representación y la del dicho mi virrey en mi

Consejo Real de las Indias y lo que en esta razón me escribió el señor don Juan de Padilla

Guardiola y Guzmán, oidor de mi Audiencia Real de esa ciudad y superintendente y

administrador de la renta de los naipes, en que están mejor este y otros juegos, en carta de 6

de agosto de 1687 y lo que asimismo me había escrito sobre esta materia el doctor don

Frutos Delgado, en cartas de 19 de agosto y 4 de noviembre de 1684, y lo que con vista de

todo pidió mi fiscal; he tenido por bien de aprobar (como por la presente apruebo) la

prohibición del referido juego de gallos, y os cometo y encargo la continuación de su

observancia para que, en la parte que os toca, pongáis gran cuidado y aplicación en evitar

este juego, no sólo en esa ciudad de México, sino en todo vuestro arzobispado y os doy

gracias por el santo celo que habéis mostrado en evitar con su prohibición las ofensas tan

continuas que de su uso se cometían en deservicio de Dios y nuestro, de que me doy bien

servido de vos, teniendo entendido que no os admito la oferta que hicisteis de pagar lo que

importase cada año su arrendamiento y que a mi virrey de ese reino cometo y encargo,

asimismo por cédula de la fecha de ésta, la continuación de la observancia de la prohibición

del referido juego de gallos en todo ese arzobispado y le ordeno que si hubiéredes enterado

en mi caja real de esa ciudad o en poder del superintendente y administrador de la renta de

los naipes algunas cantidades por razón del arrendamiento del dicho juego de gallos, haga
268

se os vuelvan y restituyan de los efectos mismos; de que se os da noticia para que solicitéis

así la continuación y observancia de la prohibición del juego de gallos, como para percibir

lo que por razón de su arrendamiento hubiéredes pagado, que yo lo tengo así por bien.

Bibliografía recomendada:

María Cristina Sarabia Viejo, El juego de gallos en Nueva España, Sevilla, Escuela de
Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1972, p. 123-125.
Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en
la ciudad de México durante el siglo de las luces, México, Fondo de Cultura
Económica, 1987, 304 p.
________________________________________________________

Bando contra las bebidas prohibidas172

Las bebidas alcohólicas producidas en Nueva España fueron consideradas


indeseables, tanto por las razones declaradas en público (que por su mala factura causaban
daños a la salud e inducían a la embriaguez a los trabajadores), como por la más discreta de
que se suponía causaban una competencia inconveniente a los vinos y aguardientes
introducidos desde Europa. Por otro lado, el elevado precio de los caldos ultramarinos hacía
inevitable la fabricación de sucedáneos locales, y la prohibición solamente derivó en la
creación de redes de contrabandistas frecuentemente amparadas por personajes influyentes
y aun por las autoridades locales. Espoleados por las conminaciones morales de los
eclesiásticos, los virreyes comisionaron la prohibición del delito al Tribunal de la Acordada,
emitieron bandos y amenazaron con draconianas penas a los fabricantes, arrieros,
taberneros y sus cómplices, en forma tan reiterada como inútil. El convencimiento de que la
fabricación de bebidas alcohólicas era inevitable, de que la supuesta competencia a la
producción metropolitana no era tal y que el consumo del más popular de las aguardientes
locales, el de caña o “chinguirito” podía convertirse en un jugoso ramo de la Real Hacienda
llevó a la aprobación en 1796, bajo ciertos reglamentos, de su producción y consumo.

Don Pedro de Castro Figueroa y Salazar, duque de la Conquista, marqués de Gracia-

Real, caballero de las órdenes de Santiago y real de San Genaro, comendador de Castilseras

en la de Calatrava, capitán general de los reales ejércitos de su majestad y de su supremo de

guerra, sargento mayor e inspector de sus reales guardias de infantería española,

172
. Fuente: AGN, Bandos, vol. 3, exp. 20, f. 208-210.
269

gentilhombre de la cámara con entrada de su majestad siciliana y de su supremo Consejo de

Guerra, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de su Real

Audiencia de ella, etcétera.

Por cuanto en puntual observancia y cumplimiento de lo resuelto por su majestad en

repetidas reales cédulas y ordenanzas se han promulgado reiteradamente por los

excelentísimos señores virreyes mis predecesores y Real Sala del Crimen de esta corte, en

diferentes tiempos, especialísimas órdenes y bandos no sólo en esta capital sino en todas las

que mi gobernación comprende, por despachos de cordillera, para extirpar todo género de

bebidas y confecciones que la humana malicia ha inventado contra la salud espiritual y

temporal, pues de su uso y comercio se originan no sólo las embriagueces, sino incidentes

excesos de latrocinios, sacrilegios, homicidios, nefandos e incestuosos delitos y desafueros

que se están experimentando con lastimosa perdición de sirvientes, oficiales, esclavos y lo

que más es, de muchas personas de calidad y distinción conocida que son comprendidas en

semejantes torpezas o bien por su inclinación a la embriaguez o por la insaciable codicia de

excesivas y reprobadas ganancias que en este prohibido comercio adquieren, teniendo de su

cuenta fábricas, haciendo sombra y patrocinando por lo que les contribuyen a los

fabricantes y expendedores, sin que hasta ahora se haya reconocido el deseado fin de su

total exterminio a que conspiraron tan bien premeditadas providencias, siendo hoy más que

nunca permanente el abuso detestable con que los contraventores han querido

desentenderse de lo expresamente mandado. Y siendo como es una de las principales

atenciones a que en cumplimiento de los generales y particulares encargos con que me hallo

de su majestad debo dedicarme eficazmente la de expedir cuantos órdenes me parezcan ser

en cualquier modo conducentes a la mayor quietud y conveniencia de la causa pública,

mayormente en las que fueren origen o raíz de escandalosas consecuencias; reiterando,


270

como reitero, todos los despachos, mandamientos y bandos que de este superior gobierno

han dimanado, dejándolos en su fuerza y vigor para que entera y puntualmente se observen

y cumplan, sin interpretación alguna, bajo las penas en ellos contenidas que

irremisiblemente se ejecutarán luego en los contraventores. Nuevamente prohíbo el uso,

fábrica, expendio y comercio de los aguardientes de maguey, caña, miel, cantincara,

ololiuque, vinos de coco, sangres de conejo, vinguís, tepaches, mezcales, guarapos,

vingarrotes, confecciones de piñas, de árbol del Perú y otras cualesquier confecciones,

mezclas e ingredientes de que se componen y fabrican tales brebajes; y asimismo todo

género de mistelas, aunque sean de las de Europa, respecto de que a título y con nombre de

éstas se ha introducido el uso de las que contra artes y con manifiesto daño de la salud

pública se fabrican en este reino, sobre aguardientes falsos. Y en consecuencia de esta

resolución: Mando que ninguna persona de la jerarquía, dignidad, estado o graduación que

fuere, caballero notorio, público, militar, noble o plebeyo, español, indio, negro, mulato,

mestizo, lobo, coyote ni otro alguno, invente, fabrique, proteja, introduzca, venda, trate,

comercie, use ni tenga pública o secretamente ninguna de dichas bebidas prohibidas, ni

otras algunas, sean las que fueren, aunque por sus nombres no vayan expresadas, porque no

ha de servirles de disculpa el mudarles los nombres, ni de que por otros sean conocidas o se

diga no componerse con los referidos ingredientes, pues aunque sean más o menos de

diferente especie, todas y cada una de por sí, como si aquí fuesen

expresadas y contenidas quedan expresamente prohibidas, sin que les pueda aprovechar el

que acaso tengan licencia verbal o in scriptis o que las

toleran las justicias, porque ninguno aunque sea magistrado superior ,as puede conceder ni

tolerar con ningún pretexto, entendiéndose igualmente comprendidas en esta prohibición y


271

sus penas los administradores, asentistas173 y recaudadores de la bebida del pulque blanco,

que por serlo no quedan excluidos si incurriesen en transgresión de reportarlas como los

demás delincuentes, a quienes impongo, si fueren españoles, la de perdimiento de todos sus

bienes y destierro perpetuo de esta ciudad o de los territorios donde estuvieren avecindados,

sean como va expresado de la calidad o grado que fueren; y a los de color quebrado, la de

200 azotes y 10 años de galeras174, en que irremisiblemente serán condenados, sin

dispensación ni conmiseración alguna luego que sean comprendidos en semejantes excesos,

reservando conforme a la calidad o mayor gravedad de estos el castigarles con las más

severas y exorbitantes penas que me parecieren correspondientes, con agravación y

reagravación de ellas; y de la misma suerte sin diferencia alguna a los taberneros y demás

personas que tales bebidas, fuera de las puras y permitidas, vendieren, tuvieren o

comerciaren. Y asimismo a los maestros y oficiales que hicieren los alambiques, alquitaras

y demás instrumentos para su fábrica, a los que concurrieren, dieren ayuda y permiso a ella,

a los que lo supieren y no lo denunciaren, a los jueces, justicias y demás ministros que lo

disimularen, consintieren o dieren tácito o expreso permiso o en cualesquier manera por

algunos respetos toleraren y no procedieren con el desvelo, cuidado y vigilancia que

materia tan grave pide, para cuyo pronto remedio especialísimamente les mando se

dediquen con el mayor esmero y conato a inquirir, proceder y castigar a todos los culpados,

sin excepción de personas, estados ni calidades; y si hallaren algunos inconvenientes o

embarazos que retarden el puntual cumplimiento de lo que se les ordena me den cuenta

luego para resolver lo conveniente, estando entendidos que por el menor descuido que se

173
. Asiento, asentista. Los “asientos” eran contratos por los cuales el rey concedía a un particular
(el “asentista”) el derecho de administrar y recaudar los derechos correspondientes a un ramo de la
real hacienda, como el impuesto sobre el pulque.
174
. Servicio forzoso en la flota real, que en el Mediterráneo estaba compuesta básicamente por
galeras, o barcos de remos.
272

reconozca haber tenido en esto se procederá en virtud de la prueba irregular de tres testigos

singulares de diferentes actos que previene la ordenanza primera de la bebida del pulque,

aprobada por su majestad en la ley 39, título I, libro 6 de la Recopilación de estos reinos, al

más severo castigo, y se les hará especial cargo en sus residencias, y a más de incurrir en la

mayor indignación les declararé inhábiles para otro cualesquier oficio o empleo público; y

para evitar de todas maneras los fraudes y ocultas introducciones que pueda haber, todos los

que hicieren alquitaras, alambiques y otros instrumentos semejantes no los vendan a

personas que se hubieren ocupado o tuvieren sospecha de que se puedan ocupar en

semejantes fábricas prohibidas, y que los instrumentos que fabricaren antes de venderlos

los manifiesten en la fiel ejecutoria y diputación de esta ciudad para que se sellen y

reconozcan y expresen las personas para quienes fueren, su calidad y vecindad, firmándolo

de su nombre. Y así lo cumplan y ejecuten debajo de las suso referidas penas; y los guardas

de las calzadas y caminos no permitan las entradas, salidas, transporte ni pasaje a ninguna

persona de cualesquier calidades que llevare caldos que no sean registrados y con boleta o

guías del Consulado o de oficiales reales de la Veracruz o de las justicias de los partidos de

donde los sacaren, dando cuenta como son obligados y denunciando a todos los

transgresores bajo las mismas penas y la de que se procederá contra ellos a lo demás que

haya lugar. Y el prior y cónsules registrarán, verán y reconocerán con personas inteligentes

los caldos que se remitieren a esta ciudad o se sacaren de ella, y hallándolos adulterados los

detendrán y me darán cuenta con expresión de la persona que los remitiere, y de la a quien

fueren consignados, como también de las que los condujeren, para pasar al debido remedio

y castigo del exceso, y se procederá en caso de contravención u omisión contra dicho prior

y cónsules a lo mismo que les va intimado a las justicias, con quienes, y con oficiales reales

de Veracruz, se entienda también la obligación del reconocimiento y demás diligencias


273

encargadas a dicho consulado, dando todos por lo que les toca, boletas o guías para la

conducción de los caldos, sin las cuales, y sin su reconocimiento, no se puedan conducir ni

trajinar, sobre que se tendrá el mayor cuidado que sea posible para el entero cumplimiento

de todo lo contravenido en este bando, que se publicará y fijará en las partes

acostumbradas, remitiéndose por cordillera a todas las justicias de su majestad para que

llegue a noticia de todos y ninguno pueda alegar ignorancia; y de esta suerte se vea logrado

el fin a que se dirige esta nueva determinación con el escarmiento y castigo de los que torpe

y maliciosamente han pretendido eludir y vulnerar las reiteradas órdenes de este superior

gobierno.

México, 14 de noviembre de 1740. El duque de la Conquista.

Bibliografía recomendada:

Teresa Lozano Armendares, El chinguirito vindicado: el contrabando de aguardiente de


caña y la política colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1995, 356 p.
William B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales
mexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, 298 p.
________________________________________________________

Causa criminal y pesquisa sobre la sublevación y tumulto ejecutado por varios indios
rebeldes del pueblo y cabecera de Papantla.175

El tumulto de Papantla en 1767 es característico de las agitaciones populares


ocurridas en el centro del virreinato: muestra la incapacidad de los funcionarios
provinciales para imponer su autoridad frente a una protesta masiva, la omnipresente
intervención de los eclesiásticos para evitar males mayores y procurar restaurar el orden, y
asimismo describe un escenario de violencia popular que, pese a su carácter amenazante, no
tenía un programa claro ni ponía en cuestión el orden social. Vale la pena señalar,
asimismo, que la averiguación judicial subsiguiente derivó en contra del alcalde mayor
Barga, quien monopolizaba la compra de vainilla y cera producida por los indígenas y
cometía abusos tales como talar cientos de árboles frutales en represalia por las protestas de
sus gobernados. El juez de la causa depuso y sometió a proceso a Barga, restableció la
tranquilidad sin mayor esfuerzo ni violencias y condenó a 33 de los tumultuarios al castigo
175
. Fuente: AGN, Criminal, vol.303, 3, f. f..252-256.
274

simbólico de tres años de trabajos públicos, que debían cumplir en su pueblo en el tiempo
que les dejara libre la atención de las milpas.

Auto de oficio. En el pueblo y cabecera de Santa María de Papantla a 25 días del mes de

octubre de 1767, yo, don Alonso de la Barga y Segura, oficial mayor por el rey nuestro

señor de la intendencia de su real casa y nuevo palacio, alcalde mayor y capitán a guerra

por su majestad que Dios guarde de esa jurisdicción, sus costas y puertos de barlovento, en

cumplimiento de mi obligación y buena administración de justicia, formé causa de oficio y

cabeza de proceso a Nicolás de Olmos (alias Capa), indio revoltoso de este pueblo, por ser

uno de los principales cabecillas de los tumultos y demás inobediencias sucedidas en esta

cabecera de algunos años a esta parte por los indios de este pueblo, incitados por el dicho

Nicolás y por tres veces en este presente año, siendo motor de tres tumultos y

amotinamientos que hubo en la iglesia, faltando el expresado Nicolás al respeto debido al

padre don José Ortiz, cura coadjutor176, vicario y juez eclesiástico de esta doctrina, y en otro

día al bachiller Mariano Díaz, vicario que quedó sustituyendo a dicho padre Ortiz, en que la

persuasión y desvergüenza de dicho Nicolás trató con mucha insolencia a este ministro de

palabra, y tumultuando los indios e indias para que lo hiciesen de obra, lo que hubieran

ejecutado a no haberlos apaciguado el actual alcalde mayor, apedreando igualmente el

nominado Nicolás a los mayores, alguaciles de justicia que lo quisieron prender, cuya causa

justificada en toda forma con las deposiciones de cinco testigos españoles, los más

circunstanciados de este pueblo, que eran noticiosos de sus maldades de vista y experiencia,

en que asimismo resultaban otros delitos, determiné por auto de 16 del corriente remitir la

<causa> original con el reo a su alteza los señores de la Real Sala del Crimen de esa Real

176
. Los curas coadjutores eran ayudantes del cura párroco, pero que a diferencia de los demás
vicarios tenían un nombramiento que venía del obispo o contaba con su aprobación; tenían
asimismo mayores ingresos y autoridad.
275

Audiencia para que su alteza resolviese lo que fuese más conveniente en justicia respecto a

que aquí no hay cárcel segura y estar mandado que los comprendidos en los tumultos

antecedentes se prendiesen y remitiesen en los que igualmente se halló dicho Nicolás como

uno de los cabecillas, en que no tuvo enmienda, perseverando más insolente; para cuya

remisión de causa y reo nombré un sargento y cuatro soldados de esta compañía de

milicianos mulatos, a quien se le entregué el sábado 17 del corriente como a las cuatro y

media de la mañana para su salida de este pueblo, y al tiempo de dicha entrega y salir de la

cárcel dijo el referido Nicolás de Olmos que primero le matarían que a él le llevasen y a

uno de los topiles que avisase y llamase a los indios, a cuyo tiempo dio dos gritos a la

puerta de la cárcel, que sin duda era la seña que les tenía dada, y habiendo salido dichos

soldados del pueblo ya con él como a cosa de media hora se oyó muchos gritos en los

cerros a que todos se convocaban hasta que a poco tiempo tocaron las campanas a rebato

para juntarse todos los indios incitados por varios cabecillas compañeros de dicho Nicolás,

que continuamente insolentan el pueblo, y asimismo de su mujer llamada María Joaquina

que igualmente incitaba con mucha osadía. Y ya estando así juntos como a las cinco de la

mañana con mucho alboroto y gritería de voces, diciendo "vamos a matarlo porque nos

lleva a México a Nicolás Capa", y otros decían "le quemaremos, pegarle fuego", se

dirigieron a un jacal de palos y zacate que llaman casas reales en que vive el actual alcalde

mayor para cogerlo por todas partes con el ímpetu que se deja considerar de un pueblo

desenfrenado, a vista de lo cual y estar solo me salí de dicho jacal tomando por entre unas

casas para refugiarme en la del capitán reformado don Plácido Pérez (que no estaba en el

pueblo) que es de piedra, en donde igualmente vive don Francisco Ramírez, teniente de

estas milicias, quien abriéndome una ventana me entré por ella para dicho refugio pues ya

venían muchos indios en mi busca para matarme, decantándolo así con muchos gritos y
276

alboroto, e incontinenti que me refugié en dicha casa salió dicho Ramírez diciendo "¿hijos

que es esto, porqué es este alboroto?", y decían todos "porque nos lleva a México a Nicolás

Capa", que es el dicho Nicolás de Olmos, y procurando aplacarlos prometiendo se les daría

el reo para conseguirlo por obviar mayores inconvenientes, le dijeron mil insolencias

propias de la ferocidad de un pueblo desenfrenado o sublevado, diciendo "llevarle a la

cárcel, que él lo tiene guardado", haciendo fuerza para entrar en la casa y a voces decían

"aquí está este pícaro de alcalde mayor, perro" y otras insolencias, dánosle y matarle, a

cuyos ímpetus se resistió y varias mujeres que había en la casa y no los pudo detener, que

atropellándolo todo catearon todas las casas hasta las camas y quiso Dios y la Virgen no me

encontrasen, porque puesto en traje de mujer me habían pasado a otra donde me

custodiaron en un costal de petates; y enfurecidos más de no haberme hallado, creciendo

más la chusma de indios y viéndome sin auxilio pues no había gente española ni mulata en

el pueblo, más que algunos seis u ocho impedidos y viejos, fueron a casa de don José

Villavicencio que hace oficio de mi teniente a buscarlo y habiéndole encontrado ya en otra

que se había refugiado, le maltrataron mucho de obra, dándole muchos golpes y le hubieran

muerto sino se ha favorecido del mismo teniente de milicias y del gobernador y república

con otros principales que apaciguaban, e insistiendo en buscarme para matarme, sin

embargo de que para remediar esta vejación dije a dicho teniente enviase orden a los

soldados les entregase el reo, aunque ya había salido una tropa de indios en su busca,

maltratando al sargento y soldados a palos y que les quitarían la vida, llevando para ello

piedras y machetes, apurándolos que les entregasen el pliego y papeles que llevaban, los

que les sacaron de entre la silla de un caballo, tomando el pliego que contenía la causa

formada de oficio de real justicia que cerrada y sellado con tres sellos iba rotulado con

cubierta a su alteza los señores de la Real Audiencia de México, bajo de cuya cubierta
277

contenía otra consulta para su alteza dichos señores sobre los malos procedimientos de

Manuel González, indio revoltoso de este pueblo que habían mandado dichos señores soltar

de aquella real cárcel bajo de rigurosos apercibimientos; y tuvieron la avilantez,

desvergüenza y osadía de abrir estos pliegos y buscar quien se los leyera faltando al

sagrado y respeto debido a la Real Audiencia, y traído que fue dicho preso entre su chusma

y amigos, como a las once de dicho día, en lugar de aquietarse por verlo ya en su poder y

por las exhortaciones cristianas que les predicaba y estuvo predicando desde el principio el

bachiller don José Solano, cura vicario177 de esta doctrina, para que dejasen su temeridad,

tuviesen respeto al rey nuestro señor y su real justicia, lejos de aquietarse y lo mismo el

citado reo Nicolás y su mujer, se alteraron de nuevo y pasaron a embestir con mucha tropa

de indios e indias segunda vez la casa del expresado capitán don Plácido Pérez, cercándola

por todas partes y forzando sus puertas con mucho número de piedras que tiraron para

volverla a catear y registrar, lo que consiguieron con mucha violencia, buscándome y

diciendo con mucho griterío "matarlo, matarlo", y viendo que no me encontraron en la

principal casa, que es de piedra, entraron en la cerca de ésta donde tiene tres casas dicho

don Plácido y cocinas de palos y zacate y también las catearon y registraron, rompiendo los

tapancos, queriendo Dios no me encontrasen, estando en el uno de ellos entre dos petates

metido, y llenos de furia decían "pegarlas fuego que él saldrá", lo que en efecto iban a hacer

y les contuvo el padre vicario y el mismo teniente de milicias con otro vecino y varias

mujeres que estaban exhortándolos y habiendo logrado se salieran de estas casas pasaron a

registrar y hacer los mismos estragos en otras muchas del pueblo donde consideraban

pudiese estar para matarme, que era su anhelo, y viendo que no me encontraban y que no

. Los curas vicarios eran los ayudantes o tenientes de los curas párrocos, especialmente donde la
177

parroquia era muy extensa o rica.


278

había salido del pueblo donde consideraban pudiese estar, pues tenían cogidos todos los

caminos y salidas con mucha porción de indios, se volvieron a juntar al anochecer del

mismo día 17 haciéndose la acostumbrada seña y juntos más de mil indios en la plaza, con

piedras, machetes y flechas y aun tizones de lumbre, capitaneados de José Juárez, maguín

mayor que traía un bastón en las manos, y decía a voces "yo mando, que soy el rey, y yo

gobierno", hicieron tercera embestida y avance para allanar y registrar las expresadas casas

del citado don Plácido Pérez, repitiendo para ello la pedrería, y entrando a hacer el mismo

registro, sin embargo de las exhortaciones de dicho padre Solano y su predicación, ni bastar

a contenerlos y sosegarlos el haber sacado el padre cura don Miguel Márquez al creador de

todo, nuestro Dios sacramentado en el viril, que viendo presente a su majestad santísima no

hicieron caso todos los tumultuados ni aun para adorar al señor, diciendo a voces a los que

les exhortaban que ellos estaban a su negocio, consiguiendo por tercera vez apedrear la casa

y puertas hasta franquearlas y registrarlas, queriendo quemarlas, diciendo a voces "matarlo

a ese pícaro perro del alcalde mayor, pegar fuego que él saldrá", lo que hubieran hecho

también sino les hubiera contenido dicho padre Solano, llorando con su exhortación, y

dicho teniente de milicias, persuadiéndoles que no estaba dentro, que había marchado ya,

registrando igualmente con el mismo estrépito otras muchas casas al mismo fin, poniendo

presos a los naturales que querían apaciguar y no los defendían, como lo hicieron con el

gobernador y alcaldes, quitando primero el bastón y aporreándole y a los alcaldes las varas,

dándoles de palos con ellas, cargando el bastón junto con el otro que ya traía el dicho José

Juárez, como capitán de esta sedición, con otros cabezas que son según se me ha dado

noticia Andrés Olarte, que le tenían ellos elegido como gobernador; Bartolomé Ortiz,(alias

Cuate), para fiscal; Miguel Ortiz, su hijo, que andaba con un cuchillo picando y clavándole

en las puertas y en las mesas, diciendo así le he de picar al alcalde mayor Miguel Ortiz;
279

Miguel Vicente; Antonio Rodríguez; Andrés Ramírez; Lucas Hernández; Lucas Santiago;

Francisco García; Lucas Jiménez; Juan San Martín; Mateo Núñez; Domingo Escobar;

Domingo Jiménez; José Santiago; Juan Núñez; Antonio Villanueva (alias "Pacheco") en

cuya casa son los concilios; Nicolás Hernández, cantor; José Méndez Serrano; Antonio

Hernández (alias Plato); Gabriel Jiménez (alias "Cajero"), Nicolás Tejada; Antonio Cortés;

Domingo Olmedo; Pedro Ventura; Luis Ramos; Miguel Ramos; Miguel Hernández;

Bartolomé López y el dicho reo Nicolás de Olmos y su mujer María Joaquina, que también

los más fueron cómplices en los otros tumultos y han quedado sin castigo, y éstos avisaban

a los demás y los obligaban a concurrir diciendo los azotarían y matarían sino los

ayudaban; soltaron igualmente a todos los presos de la cárcel, sin atender a sus delitos, que

los del uno llamado Juan Castillo por ser soldado los tenía consultados al excelentísimo

señor virrey para su decisión, haciendo pedazos las puertas de dicha cárcel. Y últimamente

cometieron las insolencias, falta de obediencia y respeto al rey nuestro señor que se deja

conocer de la ferocidad de un pueblo grande desenfrenado con cabeza o rey nuevo (a su

modo de entender) que los mandaba como el mismo José Juárez lo decía, viendo que en los

españoles y gentes de razón no había auxilio por haber muy pocos en el pueblo, como llevo

dicho, y medio enfermos, pues estaban todos y los milicianos fuera de esta cabecera en su

pesca de bobos y no tener armas ni pólvora para la defensa, lo que les insolentó más y los

tumultuados lo decían a voces "saquen los trabucos y escopetas que no tienen pólvora",

todo lo cual les estimuló a perder el miedo y a más maldad. En cuya atención, después de

haberse aquietado algo, di providencia de juntar la milicia para la defensa y manifestarme

públicamente a ella y estimular los ánimos y vociferar la obediencia de vida al rey nuestro

señor por medio de los vivas y aclamaciones, acuartelando su real bandera a fin de que se

les imprima el debido respeto a su majestad que dios guarde, su real justicia y se disipe esta
280

sedición. Y porque se castiguen estos graves delitos por el excelentísimo señor virrey de

esta Nueva España o la Real Audiencia de ella, resolviendo lo que más convenga a sostener

la obediencia y soberanía del rey nuestro señor, respecto <a que> son ya muchas las

sublevaciones de este pueblo, y que en él no se puede administrar justicia, debía de mandar

y mandé hacer este auto de oficio y cabeza de proceso al tenor del cual se hagan las más

exactas averiguaciones del hecho verídico, de quienes han sido los principales motores y

cabezas de esta sublevación y levantamiento para que averiguado se remita la causa a su

excelencia dicho señor excelentísimo virrey y tome las providencias que su elevada

justificación tenga por más correspondientes. Y para que todo se haga con más solemnidad

y pureza debía de nombrar y nombro por juez acompañado en este negocio a don José

Galicia, español, vecino de este pueblo, a quien concedo la facultad que el derecho me

permite y se le notificar acepte y jure este empleo de acompañado para los fines

expresados, ejerciéndole bien y fielmente. Así lo proveí, mandé y firmé actuando como juez

receptor con testigos de asistencia por no haber escribano real público ni numerario en esta

jurisdicción, ni en el término que el derecho previene. Alonso de la Barga.

Bibliografía recomendada:

Friedrich Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo
XVI al siglo XX, México, Era, 1988, 2 v.
William B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales
mexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, 298 p.
________________________________________________________

Carta de un vecino de la ciudad de Guanajuato sobre la escasez de maíz y demás


semillas en la ciudad y de sus minas.178

. Fuente: Enrique Florescano (comp..), Fuentes para la historia de la crisis agrícola de 1785-
178

1786, México, Archivo General de la Nación, 1981, vol. I, 219-221.


281

De manera periódica la Nueva España pasaba por años de malas cosechas,


ocasionadas en algunas veces por la sequía y en otras por el exceso de lluvias. La
especulación de hacendados y comerciantes, frecuentemente en connivencia con los
funcionarios del rey, tendía a acrecentar el impacto de los desastres naturales. Estas
situaciones preocupaban mucho a las autoridades, tanto porque estaba dentro de sus
obligaciones morales velar por el bienestar del “común” como por la siempre latente
posibilidad de que dieran lugar a alborotos populares. El informe aquí incluido sobre las
medidas adoptadas por el ayuntamiento de Guanajuato para paliar la crisis muestra la forma
en que los regidores se veían como “padres de la república”, el particular interés que por
Guanajuato (o más exactamente por la producción de sus minas) manifestaban las
autoridades virreinales y el papel de la Iglesia como institución que, en caso de desastres,
utilizaba sus amplios fondos para evitar las peores manifestaciones de la crisis.

Guanajuato 22 de noviembre 1785.

El cabildo, justicia y regimiento de esta ciudad apenas conoció el mal aspecto del

tiempo, con la escasez de lluvias, su frialdad y alto precio del maíz, luego meditó

cuerdamente las fatales resultas que podría experimentar este vasto común y opulenta

minería, y contuvo por algunas semanas lo subido de él expendiendo lo que tenía encerrado

del pósito179; pero aumentándose las funestas noticias, y escaseándose las entradas de los

labradores y arrieros a las alhóndigas, al paso que el mal pronóstico del año, calmaron las

esperanzas y creció el cuidado con la falta de maíz y demás semillas. Sin perder instante,

como padre verdadero y tutor de este público, puso en práctica cuantos arbitrios le dictó su

prudencia para remediar las necesidades que tanto amenazaban en un terreno escabroso

para sementeras y falto de recursos prontos, y en el entretanto que acopiaba maíz para el

abasto, dio la pronta providencia de vender trigo y harina. Despachó comisarios regidores

que inspeccionan y cateasen los lugares y haciendas de esta jurisdicción para extraer un

repuesto de maíz que no hallaron el necesario para la provisión. Dirigió cartas suplicatorias

de la situación y angustia en que se hallaba a las justicias y ayuntamiento de las ciudades y

pueblos comarcanos y obispado, a fin de acopiar los frutos necesarios, que según los

. Granero municipal e institución de control y comercialización del abasto del trigo.


179
282

cálculos prudenciales más exactos de los años últimos escasos, asciende el gasto y consumo

anual de las gentes y de las bestias de máquinas y desagües del giro de minas, a 350.000

fanegas de maíz, a cerca de 26.000 cargas de harina, y al respecto las de las semillas de

frijol, garbanzo, arroz, lenteja, chile, y otras menesteres de que no se ha formado cuenta. De

todos sus acuerdos, de sus críticas circunstancias, y de las ideas de sus proyectos

económicos para remediar la escasez y rigor de la hambre, inacción y pérdida de las labores

de las minas, emigración de sus operarios, perjuicios del comercio, atrasos de la Real

Hacienda y demás reales rentas, lo presentó este ilustre ayuntamiento a la superioridad del

excelentísimo señor virrey conde de Gálvez, y su alto laudable celo y acertado gobierno de

luego a luego atendió los justos incesante clamores de esta ciudad y de su opulento, famoso

y atendido mineral, franqueándole con generosa y sabia mano diferentes gracias y auxilios

para su mejor subsistencia en bien del Estado, del real erario, y de todos los habitantes de

ella y de los de fuera. Indultó a los operarios de estas minas de la contribución del real

tributo por el presente año y el venidero de 86 para alivio de sus necesidades. Libertó del

gravamen de la real alcabala todas las introducciones de los efectos e ingredientes que

sirven de laborío y beneficio de las minas, para que no sean tan costosas las fatigas de los

mineros y hacenderos de sus metales. Concedió facultad a este ilustre cabildo para sacar

cantidad de dinero a réditos para el necesario acopio de maíz y demás semillas al sustento

de este público y minería, y facultándose, franquea de estas reales cajas y tesoro de su

majestad con calidad de reintegro cuanto convenga a subvenir el golpe que amenaza,

mandando juntar en la sala capitular a todos los vecinos pudientes y de haberes, para que

cada uno ministre sufragios a este importante objeto patriótico, con los demás que de su

superior orden consta, de lo cual retribuyó este ilustre cabildo y a la benigna nata cristiana
283

dignación de la magnanimidad del excelentísimo señor virrey las más sinceras y

respetuosas gracias por tan plausibles y distinguidos favores.

Se omite por difusa la nominación de los sujetos que con patriótico celo franquearon

cuanto las presentes circunstancias permiten; y substrayéndose substancialmente a la

cantidad prometida, al existente caudal del pósito, y al que mantienen las rentas públicas de

propios y nuevo impuesto de esta ciudad suman un total de 86.000 pesos, además otros

40.000 pesos que entre tres sujetos de los más distinguidos se han concedido a réditos; y

100. 000 pesos que igualmente tiene pedidos este ilustre ayuntamiento con superior

permiso a la Santa Iglesia Catedral de Valladolid de Michoacán a premio corriente.

Correrán con estos intereses los de contado que existen depositados judicialmente de los

concursos y litigios caucionados; los enseres de los fondos de obras pías y otros semejantes,

sin que reciban de estas inversiones daño alguno los interesados, pues todo conspira la

socorro y provisión de los pobres, del destierro de la hambre, de la conservación de esta

ciudad, y de su mineral abundantísimo y rico de fundos preciosos de oro y plata, para bien

del Estado y de la religión, como es notorio.

En estas puntuales circunstancias nos hallábamos para particularizarlas prontamente

a la más benigna caritativa penetración de nuestro padre benefactor memorable el

excelentísimo señor virrey por medio de comisarios representantes por este ilustre

ayuntamiento y cuerpo importante de la minería a la consecución de mayores empresas del

meditado alivio y permanencia de la ciudad y mineros cuando el viernes 11 del corriente se

nos apareció para nuestro consuelo y confianza el ilustre señor don Vicente de Herrera y

Rivero, regente de la Real Audiencia de México, y caballero de la distinguida orden

española de Carlos III, que haciendo saber su carácter y las facultades que traía del

excelentísimo señor virrey y al ilustre ayuntamiento, luego se concilió las más brillantes
284

atenciones de cuantos supieron su feliz llegada, prometiéndonos que sin duda con su

práctico antiguo conocimiento, dulzura, humanidad y compasión natural acabaríamos de

sentir las tristes resultas de la falta de maíz, y demás males que nos rodean, acompañado del

señor doctor don Juan Antonio de Tapia, chantre180 dignidad y provisor del señor obispo de

Valladolid, que por su parte también no ha dejado de causarnos sentimientos favorables. En

efecto, sin ceremonia ni cumplidos exteriores, ha hecho congregar muchas veces a todas

horas a este ilustre ayuntamiento y la diputación de minería compasando y afianzando por

momentos a el mejor logro el proyecto de nuestros encarecidos deseos las providencias más

ejecutivas y eficaces para el acopio del maíz y demás semillas para esta ciudad y su

importante mineral, despachando cartas circulares en toda diligencia a los justicias de las

ciudades, villas y lugares de esta provincia y de otras lejanas para que alcen los bandos y

prohibiciones a los hacenderos, arrieros y trajineros que quieran traer maíces y otras

semillas a esta ciudad, sin forma ni precisión de guías; que no se alteren por la presente

necesidad los fletes; que no se retraiga ni incomode a quién introduzca estos granos, víveres

y bastimentos, con otras dignas providencias de su benéfico corazón, demostrado

bastantemente en la benignidad y dulzura con que ha visitado las cárceles de esta ciudad,

mirado con sobrada especulación las mejores y más grandes minas del mineral, y tomado

conocimiento de otros importantes asuntos; llenos nosotros todos de la mayor satisfacción,

porque juzgamos consolidar nuestra conservación y la quietud popular. Y para que todo se

colme, por su mandato ha nombrado el ilustre ayuntamiento los apoderados respectivos,

para que salgan sin pérdida de tiempo, a hacer la compra y remisión de granos y demás para

el abasto, con poderes suficientes para que nada falte, se destierre la necesidad, y continúe,

que es lo más interesante, el laborío y beneficio de las minas.


180
. Prebendado de la catedral que dirigía el coro en los responsos e himnos.
285

Bibliografía recomendada:

David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, (1763-1810), México,


Fondo de Cultura Económica, l975, 500 p.
Enrique Florescano, Precios del maíz y crisis agrícolas en México: 1708-1810, México, El
Colegio de México, 1969, xix-254 p.
Enrique Florescano Mayet y Susan Swan, Breve historia de la sequía en México, Xalapa,
Universidad Veracruzana, 1995, 246 p.
________________________________________________________

Los gobernadores y oficiales de república de Pomacuaran y otros pueblos de


Michoacán sobre la gravísima falta de semillas y epidemia de peste que padecen.181

La aparición de enfermedades -como el sarampión y el tifus- hasta entonces


desconocida, y frente a las cuales la población nativa no tenía una inmunidad adquiridad
provocó un dramático desplome de la población. Este descenso brutal del número de los
sometidos tuvo consecuencias sociales muy significativas. Entre ellas estuvo el fin de
muchos elementos culturales mesoamericanos que habían sobrevivido al trauma de la
conquista y el derrumbe de las aspiraciones de muchos colonizadores de crear en la Nueva
España una sociedad señorial, basada en el tributo y el trabajo de los sometivos. La
población india se estabilizó en el siglo XVII, para iniciar una paulatina recuperación en la
última centuria colonial. Las epidemias, aunque no tan destructoras, no desaparecieron;
solían acompañar o seguir a los desastres agrícolas que, como siempre, afectaban
habitualmente a los grupos más expuestos.
Las leyes preveían que en estos casos se concediera un relevamiento temporal de los
tributos, para lo cual tenían que probar con testigos que se trataba de una epidemia y no de
una enfermedad incidental, y asimismo que la enfermedad los tenía reducidos a extrema
necesidad.

Excelentísimo señor Conde de Gálvez.

México, 29 de mayo de 1786. Al señor fiscal de Real Hacienda.

Don Antonio Pérez, gobernador actual del pueblo de San Miguel Pomaquaran; don

José Cardil, actual alcalde del pueblo de San Pedro Paracho; Don Juan Pascual, alcalde

actual del pueblo de San Mateo Aguiran; don Juan de Sosa, alcalde actual de pueblo de

Santa María Cheranachicum <Cheranatzicurin>; don Juan Lorenzo Bernabé, alcalde actual

. Fuente: Enrique Florescano (comp..), Fuentes para la historia de la crisis agrícola de 1785-
181

1786, México, Archivo General de la Nación, 1981, vol. 2, p.706-708.


286

del pueblo de Santa María Urapicho; don Juan Luis, alcalde del pueblo de San Bartolomé

Cocucho; don Juan Bautista, alcalde actual del de Santa Cruz Tanaco; don Juan Bautista

Bernabé, actual alcalde del pueblo de Santiago Nurio; don Juan Reyes, actual alcalde del

pueblo de Gerónimo Aranza; don Andrés Cortés, gobernador actual del pueblo de San Luis

Naguatzen; don Pedro Felipe Guerrero, alcalde actual del pueblo de Santa María

Comachuén; don Manuel Acencio, alcalde actual del pueblo de San Francisco Cherán; don

Luis Francisco Chávez, alcalde actual del pueblo de Santa María Sevina; don Juan Alejo,

alcalde actual de San Juan Capácuaro; don José, alcalde actual del pueblo de Santa María

Quinceo; don Pedro Gimenes, alcalde del de Santa María Arantepacua; y don Jacobo

Sanches, alcalde actual del pueblo de San Andrés Turícuaro. Todos los cuales se

comprenden sujetos al partido del citado de San Pedro Paracho, donde es cabecera de todos

los citados pueblos en la jurisdicción de la ciudad de Pátzcuaro de esta provincia de

Michoacán. En la más bastante forma que haya lugar en derecho y al nuestro convenga en

términos de verdad y sinceridad, ante la distributiva de vuestra merced parecemos todos los

contenidos in solidum y de por sí, cada uno a nombre del cabildo y común de naturales

cada uno por la parte que nos toca y decimos que por cuanto en todos los nominados

pueblos y en cada uno de por sí se esta padeciendo notablemente la gravísima ruina de falta

de semillas que de cuatro años a esta parte han causado en estos terrenos la mucha escasez

de agua y abundancia de hielos con cuya falta ya sus moradores temen pierdan las vidas la

mayor parte de familias de estos concebidos pueblos, por la gravísima y casi extrema

necesidad que de hambre padecen, como se acredita de público y notorio, que varias

familias con bastante afán (y mayor compasión), se desertan en solicitud de yerbas para su

preciso alimento, cuya calidad se ignora, sin sernos dable por otros medios poner remedio a

tanto mal a respecto de ser constante público y notorio que el temperamento y terreno de
287

este partido es muy contrario por lo reseco y frío, que continuamente está helando hasta los

meses de abril y mayo a que se agrega la falta de agua que para el abasto de las gentes se

alcanza muy escasa y a su abundamiento será muy estéril y de las semillas sólo el maíz se

da con mucha escasez.

De cuatro años a esta parte es notorio la abundancia de muertos que ha habido y está

habiendo con la epidemia de peste que hasta el día se continúa de arraigo en dichos

pueblos.

Los oficios en que regularmente se trabajan en dichos pueblos de tres años a esta

parte ya no aprovechan a respecto que sólo se advierte el trato en efectos comestibles, con

cuyas lastimosas causas, faltos del aliento natural, sin habernos quedado bienes ni alhajas,

no teniendo de que sufrir la paga del real tributo cuyo cumplimiento hemos dado de dos

años a esta parte, en el mayor número de la cantidad que a cada uno nos toca, de nuestros

bolsillos, tanto por la falla del número de tributarios que han muerto como por la que ha

ocasionado la falta de semillas; en cuya virtud, exigidos de tan lamentables penas para

impetrar de la caridad del excelentísimo señor virrey, el que nos releve de la paga de

tributos durante dichas epidemias, se ha de servir vuestra merced mandar se nos reciba

información de los testigos que para el efecto presentaremos, a quienes y a cada uno de por

sí, bajo la religión del juramento declaren la verdad al tenor de los particulares referidos

sobre las penurias expresadas cuyas diligencias sentadas a continuación de este nuestro

escrito, se servirá usted asimismo recibir otra de oficio, examinando para ello a los testigos

que a bien tenga sobre los mismos particulares y con arreglo y tenor de lo suscitado en este

escrito sobre el asunto que lo provoca; la que concluida así propio se ha de servir vuestra

merced darnos certificación jurada en la propia forma y tenor de los particulares suscitados

declarando en ella todo lo que le conste y sea sabedor de público y notorio, cuyas
288

resultantes diligencias originales se ha de servir vuestra merced mandar se nos devuelvan

para el ocurso que protestamos hacer ante su excelencia, para de su vista mande (si lo

estimare a bien) la relevación de tributos durante dichas epidemias. En cuyos términos: a

usted rendidamente pedimos así se sirva mandar hacer que es justicia, juramos en forma no

ser de malicia, costas y en lo necesario, etcétera; y por no saber firmar ninguno de los

presentados firmó por todos el escribano de república de este precitado pueblo de Paracho,

nombrado Nicolás Narciso de Hernández por todos los gobernadores y alcaldes contenidos

en este escrito por no saber firmar, lo hice yo Nicolás Narciso Hernández, escribano de

república.

Bibliografía recomendada:

Woodrow Borah, El siglo de la depresión en Nueva España, pres. de P.J.Bakewell, México,


Secretaría de Educación Pública, 1975, 158 p.
Donald B. Cooper, Epidemic disease in Mexico city, Austin, University of Texas, 1965, xii-
236 p.
Enrique Florescano Mayet y Elsa Malvido, Ensayos sobre la historia de las epidemias en
México (comp.), 2a. ed., México, IMSS, 1992, 2 v.
289

LOS CAMBIOS DEL SIGLO XVIII

Mandamiento reservado al virrey para que proceda de acuerdo con el arzobispo a


separar de los curatos o doctrinas a los regulares.182

La entrega de las parroquias administradas por los religiosos regulares al clero


secular era una demanda largamente postergada de los obispos. Los regulares se habían
aferrado a sus curatos valiéndose de sus influencias políticas y su arraigo entre los
indígenas. Además, argumentaban que los clérigos seculares no conocían bien las lenguas
autóctonas y que la secularización implicaría contribuciones de las que hasta entonces
habían estado exentos sus feligreses.
En el siglo XVIII los ministros reformistas de los reyes borbones procuraron un
mayor control sobre la Iglesia. Parte de este programa fue realizar la secularización final de
los curatos, con lo cual la administración parroquial pasaría a manos de una rama del clero
que, por su dependencia directa de los obispos, resultaba más fácilmente manejable. Como
medida conciliatoria, se estableció que los curatos sólo serían secularizados luego del
fallecimiento del doctrinero secular, y que las órdenes podrían conservar dos curatos por
cada una de las provincias religiosas en que estaban divididos.
La secularización fue un duro golpe para las órdenes regulares, que después de dos
siglos de vida secular activa tuvieron que retraerse en sus conventos. Su influencia social y
política, inevitablemente, entró en un proceso de paulatina disminución, que se refleja en la
caída de sus ingresos y la disminución de los novicios.
Una cuestión que aún es materia de discusión es el de si la secularización debilitó la
influencia eclesiástica sobre los pueblos, al quedar a cargo de clérigos que en muchos casos
eran ausentistas y consideraban sus curatos fundamentalmente como una fuente de
ingresos.

El rey. Mi gobernador y capitán general de las provincias del reino de Nueva España

y presidente de la Audiencia de la ciudad de México. Desde que la divina providencia

entregó a mi cuidado el gobierno de los vastos dominios de esta monarquía reconocí la

importancia de acudir con oportunas, competentes providencias al remedio de los graves

desórdenes causados en la mayor parte por la sangrienta guerra que empezó con el siglo, y

fue forzoso se repitiese en varios tiempos para conservar mis justos derechos, mantener el

honor de mis armas y facilitar a mis vasallos la quietud, gloria y esplendor que les deseo,

182
. Fuente: AGN, Reales Cédulas Originales, vol.69, exp. 103.
290

destruyendo las máximas de mis enemigos, siempre dirigidas a deteriorarlas, con el único

fin de que restablecido en mis reinos el orden correspondiente a cada estado, y afirmada la

observancia de las leyes generales y de los particulares establecimientos respectivos

concurriese cada uno en la más útil, decorosa conservación de sí mismo, a facilitar el

beneficio común de toda la monarquía. Me han debido igual consideración mis dominios de

las Indias, porque aunque los preservó la disposición divina de los trabajos y extorsiones de

la guerra, auxiliando en el principio de las operaciones los medios que pareció oponer y

permitió la distancia contra los reiterados insultos de mis enemigos, la atención de la que se

encendió por tiempos en Europa hizo cesar y aún descuidar en los remedios que empezaban

a aplicarse contra los daños que se habían advertido, y ha fortalecido lastimosamente con el

tiempo la necesidad de tolerarlos. Habiendo llegado ya el caso de que la paz facilitada a mis

reinos ponga término a tanto daño y dé disposición a la práctica de mis rectas y justificadas

intenciones, tuve desde luego presente que la ocasión más principal de los que con notable

escándalo de naturales y extranjeros se causan en mis dominios de América es la relajación

de algunos de los regulares que ejercen los curatos y doctrinas en aquellos dominios, y de

otros que viven en su compañía, fuera de sus claustros, ya con título de tenientes o

ayudantes de los curas o con el de conventuales, suponiendo convento la casa de su

habitación; y consideré que el único remedio para contener estos daños es el separar a los

regulares de las doctrinas y curatos, y ponerlos a cargo del clero secular, pues aunque las

distintas veces que este punto se ha examinado de propósito y controvertido por ministros

celosos, doctos, de acreditadas experiencias y distinguida opinión, apenas ha habido alguno

que no haya reflexionado gravísimos inconvenientes en resolver la absoluta universal

separación, todos sin discordancia han comprendido esta providencia justa y útil, y algunos

por necesaria. Me han confirmado en este propósito las novísimas noticias recibidas de
291

personas fidedignas y las que han participado ministros condecorados por estímulos de su

conciencia y desempeño de su obligación y celo del servicio de Dios y mío, todas

calificadas con hechos del mayor escándalo que han sido asunto de la detracción y de mi

mayor sentimiento, pues sobre las consideraciones a que llama la notoria relajación en las

personas constituidas para conservar con el ejemplo y la doctrina en incontrastable pureza

el precioso tesoro de la religión, hace grave peso en mi católico y piadoso ánimo la de que

sean extremados los daños donde debe juzgarse más precisa la disciplina para fortalecer y

radicar los ánimos aun tibios de tanto número de neófitos como comprenden esos vastos

dominios. Aunque con los fervorosos deseos de no dilatar el remedio pensé dar

providencias que le dispusiesen en parte, no queriendo fiarlas a sola mi determinación e

inclinado a que se recurriese a la que dictase el juicio más prudente, después de bien

examinado y controvertida con solidez materia de tanta gravedad mandé se formase una

junta compuesta de teólogos y ministros de mi satisfacción, dotados de todas las precisas

calidades, que me propusiesen en conciencia los medios que considerasen más conformes y

convenientes al servicio de Dios y mío, al lustre, decoro y estimación de las religiones, y al

bien y conveniencia de mis vasallos. En vista de lo que la junta me consultó, con presencia

de todos los antecedentes causados en el asunto, y de lo que sobre el han escrito y

discurrido ministros de la mejor opinión, con conocimiento práctico de los hechos que

influyen en la providencia y prevención juiciosa de los inconvenientes que se presumen en

su práctica, he resuelto que por el modo más fácil y adaptable a las circunstancias presentes

se dé principio a la separación de los regulares de algunos curatos que fueren vacando,

confiriéndolos a clérigos seculares idóneos y de las circunstancias precisas a completar el

concepto de sus prelados diocesanos, y a evitar que por las mismas religiones se notase y

publicase a insuficiencia; debiendo sólo entender la providencia por ahora en los


292

arzobispados de México y Lima, y extenderse al de Santa Fe, para que dé norma y regla el

suceso en ellos cuando se discurra conveniente la practica en los demás. En su

consecuencia os mando que recibida esta mi cédula (que he mandado se os expida por mi

Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias) y habiendo pensado y discurrido

cuanto conduce a la mejor y más prudente dirección en materia tan grave y delicada, y

tratando y confiriendo sobre ella con el arzobispo de esta Iglesia, que va advertido de mis

intenciones, y a quien entregaréis en propia mano la adjunta cédula, procedáis a cumplir

con oportunidad y según los casos mi resolución en la parte que os toca, concurrente a que

se separe de los curatos que fueren vacando a los regulares, se confieran a clérigos

seculares idóneos y de ningún óbice de suficiencia, dándome cuenta de lo que se fuere

ejecutando así para que con oportunidad os prevenga lo que conviniere como para tener

noticia de lo que ocurra y convenga proveer en el caso de que me hagan recurso las

religiones, quejándose de lo que ejecutareis o solicitando providencia contraria. Para

conseguir el fin con más precaución de parte de la providencia y mejor reparo y advertencia

de las religiones se ha discurrido podrá conducir se comience la separación por alguno o

algunos de los curatos que vacaren y que por su menor renta, mayor distancia u otras

consideraciones sean menos apreciables a las mismas religiones y no tan sensible la

privación de ellos, porque si esto se lograse (como es regular) sin queja de la religión que le

obtenía y quizá con gusto suyo por el menor valor, extendiendo después la providencia a

otro de la misma religión, u otra que por ser más apreciable o por notar aquella de

cuidadosa se quejase, podrá reconvenírsela con la aquiescencia primera y en este caso u

otro, y sin cesar por eso de continuar en la separación, bien que atendiendo a que no sea

muy repetida (si en ella conocierais inconveniente) y sin alguna intermisión en el número y

en los tiempos, y a no practicarla en las doctrinas de tal estimación que les fuese desde
293

luego notablemente sensible su falta, se les podrá persuadir o responder absolutamente que

recurran a mí con la queja. Esta comisión y encargo le fío única y respectivamente a vos y

del expresado arzobispo, como lo veréis en la citada adjunta cédula; siendo mi ánimo e

invariable resolución (como lo reconoceréis por otra mi real cédula que va también adjunta,

para que en caso necesario uséis de ella sin precisión de manifestar ésta, por los

inconvenientes que de su noticia podrían seguirse) que por vía de fuerza, recurso ni otro

motivo se mezclen las audiencias, jueces conservadores ni otro alguno en esta materia, ni

puedan impedir las providencias para proceder y resolver en ella, pues la reservo a vos

privativamente, con el especial encargo de que no permitáis otra cosa y de que sólo tenga

noticia de vuestras disposiciones el expresado arzobispo, con quien habéis de conferir,

auxiliando enteramente a ese prelado y sus ministros en lo que conduzca a estos fines y

observando con él la conformidad y buena armonía que es tan útil y necesaria. Porque os

considero bien instruido de los graves motivos que hay para igual providencia y de lo que

interesa al servicio de Dios y el mío, el mayor bien de esos vasallos y la quietud pública en

que se consiga, respecto de que tenéis a la vista los graves daños e inconvenientes que se

siguen de lo contrario, suspendo llamar vuestro cuidado de toda la atención con que debéis

dedicaros a desempeñar mi confianza porque vuestro acreditado celo me lo asegura; y os

encargo estrechamente la reserva conveniente para evitar los perjuicios que contra la misma

providencia resultarían de divulgarse o trascender a la noticia de las religiones, y también

en que me deis cuenta únicamente por esta vía de cuanto ejecutéis y ocurra en todas las

ocasiones que se ofrezcan; que así es mi voluntad, y que estéis advertido de que espero con

impaciencia vuestros avisos y de que queda puesta en práctica en la parte que os prevengo,

y se continúe sin la menor omisión esta resolución que comprendo, y es tan importante al

servicio de Dios, y al mío. Dada en Buen Retiro, 4 de octubre de 1749. Yo el rey.


294

Bibliografía recomendada:

Nancy Farriss, La Corona y el clero en el México colonial, 1759-1821. La crisis del


privilegio eclesiástico, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, 268 p.
Oscar Mazín Gómez, Entre dos majestades. El obispo y la Iglesia del Gran Michoacán ante
las reformas borbónicas, 1758-1772, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1987, 308
p.
________________________________________________________

Prospecto de la nueva forma de gobierno político y económico del Hospicio de Pobres


de esta capital (fragmento), 1º. de julio de 1806.183

El Hospicio de Pobres, fundado en 1774 fue parte de una política borbónica de


asistencia social que procuró desterrar la mendicidad -anteriormente tolerada, e incluso bien
vista dado que permitían ejercer la virtud de la caridad cristiana- e inauguró la política de
reclusión y trabajos forzados para todos los vagabundos y pobres. El Hospicio también
incluía una "escuela patriótica" donde los huérfanos pobres aprenderían un oficio, virtudes
civiles y cristianas, y un departamento de partos ocultos para las mujeres "frágiles y
livianas". A la larga, los costos fueron prohibitivos, y la nueva política tropezó con la
tendencia de la población a continuar dando limosna y por ende un modo de vida a los
mendigos. A partir de la independencia, el Hospicio fue un asilo de ancianos, así como un
internado y escuela para huérfanos.

Si los hombres reunidos en sociedad no socorrieran mutuamente sus necesidades,

sería el centro del desorden y no podría subsistir; pero como ningún particular por sí solo

pueda remediar todas las de los pobres del pueblo, la sociedad, como la única que puede

soportar sobre sus hombros esta carga, los socorre en los hospicios y casas de misericordia

que sostienen con sus limosnas los individuos de todos los órdenes del Estado o las

contribuciones que señala la autoridad pública para su dotación. Esta populosa ciudad debió

a la piedad del señor chantre de esta santa Iglesia metropolitana, doctor don Fernando Ortiz

Cortés, la erección del Hospicio de Pobres, que mereció la real aprobación de su majestad,

contribuyese con mano franca para su dotación y dictara las providencias más piadosas,

útiles y oportunas para que su gobierno económico y político se apoye en las dos bases de
183
. Fuente: AGN, Bandos, vol. 242, exp.55, f. 141-148.
295

la caridad y utilidad pública, lo que se ha reducido a efecto por las acertadas disposiciones

del excelentísimo señor virrey don Joseph de Iturrigaray.

El Hospicio, según lo dispuesto por las nuevas ordenanzas, se dividirá en cuatro

departamentos. Primero: el de la Escuela Patriótica para educación de niñas y niños

huérfanos. Segundo: el de Hospicio de Pobres verdaderos necesitados por su ancianidad,

enfermedades y miseria. Tercero: el de corrección de costumbres de jóvenes huérfanos de

ambos sexos. Cuarto: el de partos reservados y secretos.

......

Hospicio de Pobres

Como no todos los individuos que componen la sociedad puedan ser acaudalados,

muchos cuando llegan a la vejez carecen de los medios necesarios para subsistir en este

periodo de vida en que el hombre sufre mayores aflicciones y es más digno de la compasión

general; y otros desde su más tierna juventud fundan en su misma miseria el libertinaje y

abandono en que viven. Los primeros en el Hospicio y casas de misericordia hallan

remedio a sus miserias; y los segundos deben precisarse a ser útiles, destinándolos al

servicio de las armas, a las obras públicas, al trabajo de los arsenales y nuevas poblaciones.

Los necesitados por sus enfermedades habituales, los ciegos, los ancianos y de otra

manera impedidos, se admitirán en el Hospicio.

Serán instruidos y asistidos en todas sus necesidades, así espirituales como

temporales, ejercitándolos en actos de piedad, instruyéndolos en los misterios sagrados de

la religión, y haciendo que frecuenten los sacramentos bajo la dirección de los capellanes

del Hospicio.

Estos consolarán a los enfermos y auxiliarán a los moribundos con la caridad de que

es acreedor el hombre en el instante de la muerte.


296

Se pondrán las manufacturas y fábricas de géneros bastos de necesario consumo

para no dañar las de la península, reduciéndolas a rebozos, mantelería, medias, mantas,

jamanes, paños de la tierra, pañetes, sargas, bayetas, frazadas, jergas, jerguetillas, cintas,

zapatos, sombreros, botas, beneficio de lino y cáñamo y otros semejantes.

Todos los pobres de ambos sexos que de algún modo puedan trabajar en las

manufacturas se aplicarán a ellas, porque ninguno debe estar desocupado, sino es

únicamente los impedidos.

De esas fábricas se habilitarán los departamentos de la ropa necesaria, y el sobrante

se venderá.

Como el objeto de su establecimiento no es fundar una casa de comercio para lucrar

cuantiosas sumas sino desterrar la ociosidad, promover con la industria la educación

popular y socorrer a los verdaderos pobres, se venderán a precios que sin perjudicar la

industria del pueblo basten para dejar alguna utilidad que poco a poco pueda acrecer los

fondos necesarios para cubrir con perfección tan importantes objetos.

Se recogerán todos los pobres que mendigan. A los ociosos que con pretexto de la

miseria piden limosna, se dará el destino que ordena el bando publicado el día 25 del

pasado.

Se observará en este departamento el mayor aseo.

Vestirán sus individuos un traje honesto, sin señal ni divisa que lo haga odioso.

Aquellos pobres que por su conducta sean acreedores de alguna distinción, saldrán a

la calle los días de fiesta; pero si volvieran ebrios o pasada la hora señalada o no volvieren

y después se les aprehende mendigando, no disfrutarán en adelante de este desahogo.

Los pobres que sean casados y los hijos que tuvieren de tierna edad, se colocarán en

viviendas pequeñas separadas unas de otras, en las que cada familia estará con el debido
297

decoro, aseo y comodidad, y sus hijos conforme tengan la edad conveniente se trasladarán a

la Escuela Patriótica.

Observarán el mejor orden, castigándose al que no lo guardare o no respetare a los

subalternos que los cuiden; y se celará de todos los modos posibles no se introduzcan

bebidas espirituosas para evitar la embriaguez, cuyo exceso, como tan grave, se castigará

sin dispensación.

Ninguna autoridad podrá mandar al hospicio para castigo a individuo alguno, y los

que están en esta clase se trasladarán por sus jueces respectivos adonde estimen por

conveniente.

Bibliografía recomendada:

Silvia M. Arrom, "Desintegración familiar y pauperización: los indigentes del Hospicio de


Pobres de la ciudad de México, 1795", en Pilar Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell
Romero, Familia y vida privada en la historia de Iberoamérica, México, El Colegio
de México - Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, p. 119-131.
________________________________________________________

Bando contra los vagos184

Los virreyes reformistas del siglo XVIII iniciaron una campaña de "modernización"
urbana que incluyó un nuevo sistema de alumbrado público, el empedrado de las calles, la
creación de un sistema eficiente de recolección de basura, la reglamentación de parques y
paseos y, de manera destacada, la persecución y expulsión de mendigos, personas mal
vestidas, sin oficio y "vagabundos". Aunque las disposiciones contra los "vagos" no eran
nuevas, lo que se establece en esta época es la absoluta prohibición de que permanecieran
en las calles; las alternativa eran "registrarse" como personas impedidas para ser alojados
en el Hospicio de Pobres o ser condenados a trabajos públicos.

Don Joseph de Iturrigaray, caballero profeso de la orden de Santiago. teniente

general de los reales ejércitos, virrey, gobernador y capitán general de Nueva España,

presidente de su Real Audiencia, superintendente general subdelegado de Real Hacienda,


184
. Fuente: AGN, Bandos, vol.24, exp.54, f. 140.
298

minas, azogues y ramo de tabaco, juez conservador de éste, presidente de su Real Junta, y

subdelegado general de Correos en el mismo reino.

Desde el momento en que tomé posesión del gobierno de estas dilatadas provincias

he visto con admiración el crecido número de mendigos que aflige y mortifica a los vecinos

de esta populosa ciudad con sus plegarias e incesantes pedimentos, siendo para mí lo más

sensible que la gente viciosa y holgazana, disfrazada con la capa de la miseria, vive en el

seno del abandono y pervierte con sus malos ejemplos a muchas personas que sin ellos

serían útiles al Estado. Deseoso de evitar las perniciosas consecuencias que el público

experimenta de semejantes desórdenes, he dado nuevo método al gobierno al Hospicio de

Pobres de esta capital, con arreglo a las soberanas intenciones del rey nuestro señor, que

sólo apetece el bien de sus muy amados vasallos los pobres verdaderamente necesitados de

esta región, los que encontrarán en el Hospicio un verdadero asilo para sus miserias, y en el

distinguido celo de la Junta de Caridad, a quien he confiado su gobierno político y

económico, toda la ternura que inspira la religión para su mejor cuidado con arreglo a las

nuevas ordenanzas que he tenido a bien aprobar por ahora, e ínterin su majestad se sirve

resolver lo que sea de su real agrado.

Para que sean públicas y notorias a todos mis superiores disposiciones, ordeno y

mando a los pobres legítimamente impedidos de ganar el sustento por sí mismos, por su

ancianidad, por estar estropeados y baldados, se presenten dentro del preciso término de

cinco días, contados desde hoy, en el referido Hospicio, donde serán atendidos con toda

caridad, así en lo espiritual como en lo temporal, según exijan sus circunstancias,

concediéndoseles todos los alivios posibles y destinándolos a las ocupaciones que

cómodamente puedan desempeñar. Prohíbo que persona alguna pida limosna pública o

privadamente en las calles, plazas, paseos, casas, templos; y a los que pasado el término de
299

los cinco días se sorprendieren mendigando por la tropa destinada a su recolección al

mando del señor marqués de Guardiola, diputado de la Junta de Caridad para el efecto, y de

su substituto el sargento mayor don Rafael Ortega, serán destinados al Hospicio siendo

legítimamente impedidos y necesitados; y si fueren vagos que con el pretexto de la pobreza

viven sin ocupación, se me dará cuenta y los destinaré al servicio de las armas en los

regimientos fijos veteranos del reino o al de los arsenales de la Habana, fortificaciones de

Veracruz, guarniciones de las Islas de Barlovento y Marianas, población de las Californias,

y trabajos de las obras públicas, siendo españoles o castas; y si fueren indios, en el destino

que sea más conforme a su naturaleza, con arreglo a las leyes. Mando a los jueces mayores

y menores de los cuarteles de esta capital, velen y cuiden por su parte este punto de policía

tan importante a la religión y al Estado; y ruego y encargo a los prelados eclesiásticos

prohíban que en los templos los mendigos molesten a los fieles con sus súplicas y

pedimentos, y a todos los que encuentren en ellos los remitan a disposición del señor

marqués de Guardiola para que los traslade al Hospicio de Pobres, en donde se examinarán

muy escrupulosamente las circunstancias que concurran en sus personas en los términos

que previenen las nuevas ordenanzas. Y para que llegue a noticia de todos, y no se alegue

excusa ni ignorancia, mando se publique esta mi superior resolución en los parajes

acostumbrados, se inserte en la Gaceta y el Diario de esta capital, y se remitan los

ejemplares correspondientes a todas las autoridades a quienes toque velar de su efectivo

cumplimiento. México 25 de junio de 1806. Joseph de Iturrigaray

Bibliografía recomendada:

José Antonio Calderón Quijano, Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV
(1787-1808), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1990, 490
p.
________________________________________________________
300

Bando que declara el fuero y preeminencias que deben gozar las milicias.185

En 1764 la Corona envió a la Nueva España al inspector general Juan de Villalba


para organizar cuerpos de tropa profesional y milicias de vecinos. La razón pública eran las
amenazas externas (los ingleses habían tomado brevemente La Habana en 1762); la
reservada era la voluntad de los reformistas de contar con una herramienta para respaldar y
en su caso imponer por la fuerza innovaciones y reformas que se sabía encontrarían
resistencias
El reclutamiento de milicias despertó desconfianzas y animadversión. Existía el
temor de que los milicianos fuesen llevados a la insalubre y lejana Veracruz para proteger el
puerto contra amenazas de otras potencias. Además, los criollos resentían que los oficiales
encargados de la formación de compañías menospreciaran a los reclutas en general y que en
particular no respetaran su condición privilegiada respecto a los milicianos mestizos y
mulatos.
Los funcionarios trataron de solucionar estos problemas y de ganarse el apoyo de las
oligarquías locales; para ello introdujeron privilegios particulares para los milicianos y en
particular para los cargos de oficiales, reservados para las notabilidades de cada lugar. Este
fue el origen del fuero militar que causaría tantos problemas en el México independiente.

Don Joaquín Monserrat, marqués de Cruillas, virrey, gobernador y capitán general

de Nueva España y presidente de la Real Audiencia de ella, etcétera. A consecuencia de

haberse por su majestad mandado levantar en esta ciudad y demás jurisdicciones del reino

cuerpos de milicias para la defensa de estos dominios bajo las reglas y ordenanzas con que

se gobiernan las de España y fuesen adaptables en las circunstancias y gentes del país, ha

sido necesario declarar el fuero y preeminencias que deben gozar a fin de que incitados sus

individuos a un mismo tiempo, tanto de la natural obligación y propia conveniencia de

defender su patrio suelo, cuanto del honor y prerrogativas que adquieren como miembros

de tan distinguido cuerpo, a proposición que me hizo el excelentísimo señor don Juan de

Villalba, comandante general de las armas de este reino, distribuida en 13 artículos

conforme a las reales ordenanzas de milicias para hacerlos adaptables a las circunstancias y

gentes del país, vine en declarar por mi superior decreto de 22 del corriente el fuero y

preeminencias que deben gozar los cuerpos de milicias de él en la forma siguiente:

185
. Fuente: AGN, Bandos, vol. 6, exp. 87.
301

1. De los individuos que compusieren el cuerpo de milicias han de gozar los

oficiales el fuero militar en todas sus causas, así civiles como criminales, siendo reos

demandados y no siendo demandantes, actores o acusadores; y los soldados, sólo en las

causas criminales en caso de ser reos, y no en el de ser actores; entendiéndose que de este

fuero y demás preeminencias aquí declaradas han de gozar con la distinción prevenida entre

oficiales y soldados, los españoles todo el tiempo de su servicio, según la ordenanza de

milicias, y los mulatos y demás castas sólo en los casos militares, en los de hallarse

prevenidos sobre las armas por esperarse enemigos y en los de asambleas o revistas; y con

advertencia, que ni unos ni otros han de gozar del fuero en los delitos exceptuados por leyes

y ordenanzas militares, y especialmente en el de fraude o contrabando a la Real Hacienda,

para que el temor de no perderlo los haga abstener de incurrir en tan graves excesos y los

aliente a conservar el lustre, y honor de tan recomendable cuerpo.

2. A ningún individuo de ellas sea oficial o soldado se le podrá echar repartimiento

de oficio que le sirva de carga ni tutela contra su voluntad; tampoco repartirle alojamiento

de tropa, ni bagajes, a menos que estreche tanto la necesidad que sea indispensable el que

alcance la carga hasta los milicianos, cuya excepción debe considerarse y tratarse siempre,

como las más privilegiada en todos los pueblos.

3. En todos los repartimientos generales de los pueblos se deberá atender con

particular cuidado a no recargar a los individuos de milicias, sobre cuyo exceso si se

verificase manda su majestad se proceda con el mayor rigor contra el juez repartidor o

justicia que le cometiere, siendo la real intención de su majestad que se atienda estos

sujetos a más de la calidad de vecinos que les iguala con los demás, para la equidad a la

más estimable circunstancia de hallarse empleados en el distinguido servicio de las armas.


302

4. Ningún individuo de milicias deberá pagar carcelaje ni otra alguna regalía por

cualquiera tiempo, motivo o justicia que fuere arrestado, por ser esta excepción dependiente

de el fuero militar de que todos gozan.

5. Aunque las justicias ordinarias han de poder aprehender a los milicianos, y

proceder contra ellos por delitos que cometieren en su territorio, luego que se reclame por

el juez militar deberán entregarle los reos y los procesos llanamente si el delito no fuere de

aquellos porque se pierde el fuero; y en caso de duda si es o no de esta calidad deberán

también hacer luego la entrega, pero en este caso ha de quedar responsable el juez o jefe

militar a la custodia y entregue para cuando se decida la competencia a favor del juez

ordinario por esta capitanía general, a quien pertenece la decisión.

6. A ningún miliciano podrá exigírsele derecho alguno, no solo por gastos de

informaciones, que se ofrezcan hacer en puntos concernientes a excepciones o privilegios

de milicias, ya sean verbales o por escrito, pero aun por la concesión de despachos, cédulas

de retiro, tomas de razón o cúmplases; teniendo su majestad señalados los medios que se

deben usar para subvenir a estos gastos sin gravamen de los interesados.

7. Los privilegios concedidos a los soldados milicianos que por hijos de familia no

están sujetos a las cargas y repartimientos de que los releva este servicio, quiere su

majestad sean transcendentales a sus padres y que los disfruten éstos todo el tiempo que sus

hijos sirvieren sus plazas de milicianos manteniéndose bajo la patria potestad.

8. Siempre que un regimiento de milicias se mantuviere armado para hacer el

servicio de campaña o guarnición gozarán todos sus individuos los sueldos que

respectivamente señala para este caso el adjunto reglamento, que también previene los que

deberán tener en los casos de asambleas que se formen para revistas o enseñanza de la

tropa.
303

9. Cuando sirviesen los cuerpos de milicias en guarnición o campaña disfrutarán los

mismos auxilios que la demás tropa veterana, de alojamiento, utensilios, raciones

hospitales, etcétera, y siempre que se libren las raciones de carne y mientras que considera

su majestad en tiempo de guerra serán también comprendidos en esta distribución.

10. Todos los oficiales que sin intermisión sirvieran por espacio de diez años

continuos en estos cuerpos con el celo debido se considerarán capaces y beneméritos para

obtener mercedes de hábitos en las órdenes militares; y por lo que mira a los cadetes (en el

concepto de que conforme a los prevenido en las reales ordenanzas, han de ser nobles)

entrarán igualmente en el mismo privilegio cuando pasen a ser oficiales en los empleos que

vacaren, quedando unos y otros relevados del servicio de montado y galeras, cuyo

equivalente debe satisfacerse en reales por cualquier individuo que no haya militado.

11. A todo soldado que por espacio de doce años continuos sirviese en estos cuerpos

se le despachará su licencia absoluta pare retirarse de él siempre que la solicite, sin que

pueda volver a incluírsele en adelante por ningún pretexto en los alistamientos que se

ofrecieren.

12. Todo oficial, que se retire del servicio habiendo completado en el término de

veinte años, gozará por su vida del fuero militar y todas las excepciones que quedan

expresadas.

13. Todo oficial o soldado que por herida recibida en la guerra le inutilizase para

continuar el servicio y pidiese su retiro, gozará lo mismo que se expresa en el artículo

antecedente y se hará acreedor a que se le solicite por la superioridad alguna remuneración

con que la piedad del rey quiera señalarle.

Y porque el fuero y privilegios que van declarados han de ser sólo para los

milicianos de los cuerpos nuevamente establecidos y no para los que ya había y se hubiesen
304

reformado y reformaren, han de quedar los individuos que los componían sujetos como los

demás vasallos a la jurisdicción ordinaria. Y porque es consecuente al honor de la milicia el

que los tributarios que se alistaren en sus compañías sean ejemplos de esta carga, estarán

entendidos de que mientras su majestad no determina otra cosa han de estar exentos de la

paga de tributos. Y para que llegue a noticia de todos y los individuos de los cuerpos de

milicias se alienten con el honor y distinción de los demás vasallos en que se constituyen

por medio del fuero, privilegios, y preeminencias que van declaradas, y los tribunales,

jueces, ministros y demás personas a quienes toca se las guarden y hagan guardar, he

mandado se publique por este bando. Dado en México a 3 de mayo de 1766. El marqués de

Cruillas.

Bibliografía recomendada:

María del Carmen Velázquez, El estado de guerra en Nueva España, 1760-1808, México, El
Colegio de México, 1950, 252-20 p.
Christon Archer, El ejército en el México borbónico. 1760-1810, México, Fondo de
Cultura Económica, 1983, 416 p.
________________________________________________________

Bando para la expulsión de los jesuitas.186

La expulsión de los jesuitas de los dominios del Imperio fue una de las más sonadas
manifestaciones del nuevo despotismo borbónico. Los ministros del rey aparentemente
llegaron a la conclusión de que una corporación tan influyente, que además hacía cuestión
de principios su devoción al papa sobre toda otra autoridad, era inconveniente para el nuevo
orden que se pretendía imponer en la Iglesia española. La oposición de la Compañía de
Jesús a la canonización del obispo Palafox, su conocida hostilidad frente a varios ministros
de Carlos III y la supuesta inspiración de un motín ocurrido en Madrid en 1766 fueron
motivos incidentales de la determinación.
La expulsión de los jesuitas motivó levantamientos en Guanajuato y agravó la
situación de descontentos y motines ocurridos previamente en San Luis Potosí y Michoacán
en protesta contra varias innovaciones gubernamentales.. Aunque estas sublevaciones
fueron violentamente aplastadas, subsistió en el virreinato un sordo descontento, dado que

. Fuente: Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, 15a.ed., México, Cumbres, 1979,
186

vol. 2, p. 841-842.
305

los jesuitas eran generalmente apreciados como predicadores y guías espirituales, la mayor
parte del clero y de la abogacía se habían educado en sus colegios y muchos jesuitas
provenían de familias criollas. Por otro lado, muchos pensaban que el rey y sus
representantes locales (destacadamente, el detestado visitador José de Gálvez) habían
violado su obligación de defender a la religión y a los religiosos y, por lo mismo, su
legitimidad era ahora dudosa.

Don Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, caballero del orden de Calatrava,

comendador de Molinos y Laguna Rota en la misma orden, teniente general de los reales

ejércitos de su majestad, virrey, gobernador y capitán general del reino de Nueva España,

presidente de su Real Audiencia, superintendente general de Real Hacienda y ramos del

tabaco de él, presidente de la Junta y juez conservador de este ramo, subdelegado general

del establecimiento de correos marítimos en el mismo reino.

Hago saber a todos los habitantes de este Imperio que el rey nuestro señor, por

resultas de las ocurrencias pasadas y para cumplir la primitiva obligación con que Dios le

concedió la Corona de conservar ilesos los soberanos respetos de ella y de mantener sus

leales y amados pueblos en subordinación, tranquilidad y justicia, además de otras

gravísimas causas que reserva en su real ánimo, se ha dignado mandar a consulta de su Real

Consejo y por decreto expedido el 27 siete de febrero último, se extraditen de todos sus

dominios de España e Indias, islas Filipinas y demás adyacentes a los religiosos de la

Compañía, así sacerdotes como coadjutores o legos que hayan hecho la primera profesión y

a los novicios que quisieran seguirles; y que se ocupen todas sus temporalidades de la

Compañía en sus dominios. Y habiendo su majestad para la ejecución uniforme de todos

ellos autorizado privativamente al excelentísimo señor conde de Aranda, presidente de

<Consejo de> Castilla, y cometiéndome su cumplimiento en este reino con la misma

plenitud de facultades, asigné el día de hoy para la intimación de la suprema sentencia a los
306

expulsos en sus colegios y casas de residencia de esta Nueva España, y también para

anunciarla a los pueblos de ella, con la prevención de que estando estrechamente obligados

todos los vasallos de cualquiera dignidad, clase y condición que sean a respetar y obedecer

las siempre justas resoluciones de su soberano, deben venerar, auxiliar y cumplir ésta con la

mayor exactitud y fidelidad, porque su majestad declara incursos en su real indignación a

los inobedientes o remisos en coadyuvar a su cumplimiento, y me veré precisado a usar del

último rigor o de ejecución militar contra los que en público o secreto hicieren con este

motivo conversaciones, juntas, asambleas, corrillos o discursos de palabra o por escrito;

pues de una vez en lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el

trono de España que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir, ni opinar en los

altos asuntos del gobierno. México, 25 de junio de 1767. El marqués de Croix.

Bibliografía recomendada:

José Antonio Calderón Quijano (dir.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de
Carlos III, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, l967, 2 v.
Felipe Castro Gutiérrez, Nueva ley y nuevo rey. Reformas borbónicas y rebelión popular en
la Nueva España, Zamora, El Colegio de Michoacán - Universidad Nacional
Autónoma de México, 1996, 288 p.
________________________________________________________

Dictamen del virrey Bucareli sobre el proyecto de establecer intendencias en la Nueva


España, 1774.187

En la década de los setentas comenzó a planearse el establecimiento de un nuevo


régimen de gobierno novohispano, basado en las intendencias. El territorio se dividiría en
intendencias que agruparían varias de los antiguas alcaldías mayores y corregimientos;
estos intendentes responderían directamente ante el rey, y tendrían facultades en materia de
gobierno, hacienda, justicia y patronato eclesiástico. De esta manera se descentralizaría la
autoridad administrativa, limitando así la autoridad antes muy extensa del virrey. En
principio, los nuevos funcionarios serían escogidos con particular cuidado entre hombres
compenetrados con el nuevo absolutismo monárquico, capaces de imponer las innovaciones

187
. Fuente: La administración de frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadragésimo sexto
virrey de México, México, Archivo General de la Nación, vol. I, p.186-204.
307

requeridas en la colonia y de gobernar las provincias sin los antiguos vicios derivados del
repartimiento de mercancías y otras formas de corrupción y colusión con los intereses
locales.
El dictamen del virrey Bucareli al proyecto representa la opinión de los funcionarios
“pragmáticos” de la vieja escuela que desconfiaban de las grandes innovaciones. Su parecer
tuvo gran peso, porque en su periodo logró evitar crisis y problemas mayores, consiguió la
tranquilidad de un virreinato alterado por la expulsión de los jesuitas y, además, remitió
grandes sumas al tesoro del rey en España. Bucareli consideraba indispensable la
preservación de la autoridad virreinal -el alter ego del rey- como factor de prestigio y de
orden público; y por otro lado pensaba que los defectos del viejo sistema de gobierno no se
hallaba en las instituciones, sino en los hombres. Sus cautas y conservadoras opiniones
pesaron decisivamente para dilatar el establecimiento de las intendencias por más de una
década. La experiencia mostró que las dificultades que preveía este virrey eran reales, de
modo que buena parte de las disposiciones del nuevo régimen de gobierno jamás se
aplicarían y otras tendrían una evolución distinta a la pensada por sus creadores.

Excelentísimo señor. Para satisfacer la orden del rey de 15 de abril de 1772, en que

su majestad me manda que visto el plano de las intendencias y sobre lo que él se advirtió en

España diese mi dictamen sobre el modo de su establecimiento, me ha sido preciso no sólo

una observación continuada de todos los expedientes que llegan y se despachan por este

superior gobierno, sino pedir informes a las personas que por sus manejos, desinterés,

talentos y amor al rey me parecieron más propios para que ilustrasen con su práctica la que

a mí me faltaba.

Estudiados estos dictámenes, con toda la premeditación de que soy capaz, deduzco

que no está la población del reino en estado que permita la variación de sistema en su

gobierno; que el establecimiento de intendencias, lejos de mejorarlo, atraería la confusión,

ocasionarían mayores gastos al erario, minoraría por muchos años su entrada y faltaría la

seguridad en las cobranzas, que hoy da la mancomunidad en la responsabilidad de las

fianzas.

Las sabias leyes de estos reinos establecieron las reglas más sólidas y fáciles para la

administración de justicia, recaudo y seguridad de los reales intereses; bajo de ellas se ha


308

formado y crecido este imperio, siempre con aumento del erario, como demuestra el cotejo

de los dos últimos quinquenios, el estado del valor de las rentas del año pasado de 1773, la

extraordinaria labor de Casa de Moneda en el mismo, y el cuantioso registro que sacó de

Veracruz la última flota, comprensivos en el índice que acompaña.

El mal no ha estado en el sistema o método de gobierno que prescriben las leyes,

sino en la calidad de los empleados en aquellos tiempos obscuros, en que el favor, el

beneficio de empleos y la idea de que venían a hacerse ricos introdujo el desorden y el

nepotismo; como que los recursos eran tardos y los informes corrompidos por el interés.

Esto, me persuado, obligó al Supremo Consejo a consultar providencias,

restringiendo facultades a los que mandaron sujetarlos a método, aumentar sueldos, crear

oficinas y ponerlos en el estado de perfección que hoy tiene, para que no sea oprimido el

infeliz, para que el erario reciba íntegros los justos derechos que le corresponden y para que

los virreyes tengan un seguro medio de desempeñar las graves obligaciones de su empleo,

tomando informes de los que manejan los distintos ramos, oyendo a los fiscales, acordando

en juntas de Real Hacienda todo lo que sea gasto extraordinario, tratando en ellas lo que

parezca oportuno variar, y consultando a los acuerdos de las audiencias en los casos

dudosos, para que cuando llegue al trono la novedad, se hayan extinguido aquí todos los

recursos que en lo humano pueden proporcionar el acierto.

Hoy sabe el virrey, por semanas, el ingreso y gastos de las cajas matrices, con

distinción de ramos; por meses el de los ramos que se administran, y cada tres el de las

cajas foráneas, que remiten certificación de quedar barridas, con el conocimiento del

conductor a quien han entregado los caudales sobrantes para que los transporte a la capital;

y por fin de cada año deben y dan todas sus cuentas, presentándolas con justificantes en el
309

tribunal de ellas para su glosa, cuyas resultas afianzadas se les hace satisfacer sin que en

estos tiempos de ilustración se vean descubiertos, ni pérdidas de la Real Hacienda.

Ningún pago se puede hacer, sea de la naturaleza que fuese, sin decreto del virrey

sin que alce órdenes prohibidas.

El virrey ningún gasto extraordinario puede mandar hacer por sí, y cuando lo hace

con urgencia tienen libertad y precisión los oficiales reales y Tribunal de Cuentas de

representarle hasta tres veces, y responde en su residencia que deja afianzada con 40.000

pesos al cargo que le resulte si antes no ha tenido aprobación del rey.

Estando hoy el gobierno bajo de estos seguros, no alcanzo por donde pueden ser en

este reino útiles unos empleos como los de intendentes, a quienes el rey tiene concedidas

tantas facultades que no afianzan, que no pueden cumplir sus obligaciones por la dificultad

de encontrar subalternos, y de gente de razón en los más de los pueblos a quien dar sus

comisiones, por las distancias que abrazan las intendencias demostradas en los mapas que

se acompañan igualmente y expresa el referido índice, malos caminos para las visitas que

nunca harán, y crecidos gastos que no podrán soportar con sus crecidos sueldos, y tal vez

obligaría la necesidad a que los sufriese el infeliz con su trabajo, con sus bagajes y con sus

víveres; porque todos somos hombres, y el nombre de intendentes no liberta de las

pasiones.

La naturaleza de estas provincias pide todavía distinto manejo que el de la

metrópoli, y poco a poco es como debe irse ganando la uniformidad......

Nuestro señor guarde a vuestra excelencia muchos años.

México, 27 de marzo de 1774.

Bibliografía recomendada:
310

José Antonio Calderón Quijano (dir.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de
Carlos III, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, l967, 2 v.
Bernard E. Bobb, The viceregency of Antonio María Bucareli in New Spain, 1771-1779,
Austin, University of Texas, 1962, xii-314 p.
David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, (1763-1810), México,
Fondo de Cultura Económica, l975, 500 p.
________________________________________________________

Nombramiento de gobernador y capitán general de las Provincias Internas en favor


del caballero don Teodoro de Croix, e instrucciones de gobierno (fragmento), 1776.188

Las Provincias Internas fueron creadas en 1776 a instancias del anterior visitador de
la Nueva España y por entonces poderoso ministro de Indias, José de Gálvez. El propósito
fue colocar un "comandante general" con amplias facultades para defender la frontera
frente a las incursiones de los indios “gentiles”, controlar rápidamente cualquier
levantamiento de los sometidos, promover el desarrollo económico y la colonización de
estas vastísimas regiones, que incluían Texas, Nuevo México, Coahuila, Nueva Vizcaya
(donde se comprendía a los actuales estados de Chihuahua y Durango), Sonora, Sinaloa y la
Alta y Baja California, y mantener una estrecha vigilancia ante toda expansión de potencias
europeas rivales.
También, lateralmente, la Comandancia fue una de las primera manifestaciones de
una política que abandonaba la tradicional dependencia de las misiones para el control de
las fronteras y procuraba descentralizar la administración, la justicia y la defensa militar. La
innovación institucional encontró pronto la hostilidad de los virreyes -que veían limitada su
autoridad- y serios problemas para la defensa adecuada de tan vastos territorios. A la larga,
los virreyes recuperaron su autoridad sobre los comandantes generales, el gobierno civil
pasó a los intendentes (1786) y los comandantes optaron por prácticamente por pagar a los
indios hostiles –los apaches, sobre todo- para que se asentaran en pueblos, con el fin de
asegurar una paz que permitiera cierto desarrollo económico y una limitada colonización
española.

El rey. Don Teodoro de Croix, caballero del Orden Teutónico, brigadier de mis

ejércitos, segundo teniente de la Compañía Flamenca de mis Reales Guardias de Corps,

gobernador y comandante general de las provincias de Sinaloa, Sonora, Californias y

Nueva Vizcaya.

188
. Fuente: La administración de frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadragésimo sexto
virrey de México, México, Archivo General de la Nación, vol. 1, p. 332-342.
311

Por cuanto con atención a los grandes encargos, cuidados y obligaciones que tiene

mi virrey de México y a la considerable extensión de las vastas provincias que comprende

aquel imperio de la Nueva España, se trató y propuso desde el año de 1752 erigir la

Comandancia y Capitanía General de las mencionadas provincias, por no ser fácil aplicar

desde la metrópoli de México las providencias eficaces que exigía la suma importancia de

ellas; con estos motivos y otros muy urgentes que tuve en consideración, representados por

el virrey marqués de Croix y el visitador general don José de Gálvez en el año de 1768,

resolví en julio de 769 establecer el referido empleo que ahora os he conferido por la

completa satisfacción con que me hallo de vuestra capacidad, celo y amor a mi real

servicio. Y para que podáis desempeñar mi confianza en el gobierno, defensa y extensión

de los dominios que he puesto a vuestro mando, es mi voluntad que observéis con la mayor

exactitud los artículos siguientes:

1o. Supuesto que por mi real título despachado a vuestro favor os tengo dada la

jurisdicción y amplias facultades que necesitáis como gobernador y comandante general de

las expresadas provincias y todas sus fronteras, declaro, por esta instrucción y real cédula,

que en vuestro mando superior se han de entender incluidos y agregados los gobiernos

subalternos de Coahuila, Texas y el Nuevo México, con sus presidios y todos los demás que

se hallan situados en el cordón o línea establecida de ellos desde el Golfo de las Californias

hasta la Bahía del Espíritu Santo, según mi reglamento y real instrucción dada en 10 de

septiembre de 1772, que haréis observar con la mayor puntualidad y en la misma forma que

estaba cometida a mi virrey de Nueva España.

2o. Aunque en todas las disposiciones y providencias de vuestro gobierno y

capitanía general dependeréis sólo de mi real persona y de las órdenes que yo os dirigiere

por la vía reservada de Indias, daréis noticia al virrey de México de las novedades
312

interesantes y acaecimientos más notables que ocurrieren en las provincias de vuestro

mando, para que se halle instruido aquel jefe superior del reino de todo lo que sobrevenga

en sus países internos y os facilite los auxilios que necesitaréis, como mando que lo ejecute

siempre que se lo pidieseis, y que a vuestro tránsito por la capital de México os instruya

individualmente del estado actual en que se hallen las mencionadas provincias y fronteras,

haciendo que se os entreguen copias autorizadas de todas las disposiciones, documentos y

papeles respectivos a ellas, a fin de que entréis en vuestro mando con el debido

conocimiento de las providencias dadas y de los objetos principales que deben ocupar

vuestras primeras atenciones y cuidados.

3o. Asimismo declaro que en las provincias de vuestro gobierno habéis de ejercer la

superintendencia general de mi real hacienda con inmediata dependencia de mi real persona

y vía reservada de Indias, como por las leyes de ellas las tienen los virreyes de aquellos

dominios y la continuará el de México de todo lo restante de la Nueva España.

4o. Os concedo igualmente las amplias facultades que por las mismas leyes de

Indias competen a los virreyes y gobernadores pretoriales en el ejercicio de mi real

patronato, para que usando de ellas presentéis sujetos en los curatos y beneficios, siendo

aprobados y propuestos por los respectivos prelados diocesanos o sus cabildos en sede

vacante. Pero con atención a las grandes distancia que hay entre aquellas provincias y que

continua y sucesivamente debéis visitarlas, os concedo el permiso de subdelegar estas

facultades en los gobernadores de Sonora, Nueva Vizcaya y demás de igual clase

comprendidos en el distrito de vuestra capitanía general, a fin de que no se retarden las

provisiones eclesiásticas.

5o. Con la mira de que os halléis siempre en proporción de ocurrir personalmente o

con oportunas providencias a los parajes más distantes de vuestro gobierno, estableceréis
313

por ahora la capital de vuestra residencia en el pueblo de Arizpe, situado sobre el río de

Sonora y cercano a la frontera de aquellas provincia, por estar casi a igual distancia de las

de Nueva Vizcaya y Californias; y desde luego os podéis alojar en la casa contigua a la

iglesia que fabricaron los misioneros expatriados, ínterin se construye otra en el mismo

pueblo o donde más convenga......

Dado en San Ildefonso, a 22 de agosto de 1766. Yo el rey. José de Gálvez.

Bibliografía recomendada:

Luis Navarro García, Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias
Internas del norte de Nueva España, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla, 1964, 602 p.
José Antonio Calderón Quijano (dir.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de
Carlos III, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, l967, 2 v.
David Weber, The Spanish Frontier in North America, New Haven, Yale University, 1992,
xx-579 p.
________________________________________________________

Instrucción del virrey Bernardo de Gálvez al comandante general Jacobo Ugarte y


Loyola, para el gobierno y defensa de las Provincias Internas189

El norte de la Nueva España fue una frontera de perpetua inestabilidad, ocasionada


por las enormes distancias, la presencia de desiertos y cadenas montañosas, el precario
control sobre los indígenas reducidos en misiones, la limitada colonización civil y la
presencia de grupos no sometidos, que realizaban periódicas y destructoras incursiones. Los
virreyes recurrieron al establecimiento de una línea de “presidios”, con capitanes y
soldados que protegían a los comerciantes y viajeros; al fomento del poblamiento español y
a la creación de milicias indígenas. Sus éxitos fueron desiguales, y en muchas ocasiones los
conflictos entre los gobernadores civiles y los misioneros, la desorganización de los
presidios y la renuencia o incluso los alzamientos de los indígenas de misión traían el caos
y la destrucción en amplias zonas que nominalmente estaban bajo el dominio del rey. El
caso más extremo fue el de Nuevo México, que tuvo que ser completamente abandonado
entre 1680 y 1693 debido a la rebelión de los indios “pueblos”. La “Instrucción” del virrey
Gálvez –con extensa experiencia personal en el norte- traza un cuadro dramático de la
inestabilidad de la frontera, la descripción etnográfica de los grupos indígenas del norte, la
imposibilidad del éxito de una victoria puramente militar y la necesidad de recurrir a una
política de negociaciones como mejor y más eficiente medio para garantizar la paz y
permitir la colonización civil.

. Fuente: AGN, Bandos, vol. 14, f. 114-134.. Publicado íntegramente en Boletín del Archivo
189

General de la Nación, vol. 8, no.4, 1937, p. 491-540.


314

Es notorio el infeliz estado en que se hallan las Provincias Internas que la piedad del

rey se ha dignado confiar al mando de vuestra señoría, dependiente del mío. Las recibe

vuestra señoría postradas con los rigores de la guerra, peste y hambre, y nuestros esfuerzos

no pueden remediar verdaderamente estos graves males sin los auxilios de la divina

providencia.

Eficazmente se han aplicado los que caben en el poder humano desde el año de

1723, gobernando la Nueva España el excelentísimo señor marqués de Casafuerte, y han

sido admirables las disposiciones, las fatigas y los sacrificios que en aquel tiempo y los

sucesivos conspiraron a la pacificación y felicidad de esas provincias.

El celo y prudencia de mis predecesores y de los de vuestra señoría, se han valido de

todos los medios conducentes al logro de tan importantes fines; pero con la desgracia de

que no hayan alcanzado a remediar las que padecen los territorios internos. Se han

socorrido repetidamente con aumentos de tropas y presidios útiles, se han colocado estos

antemurales en ventajosas líneas de frontera, y se han prevenido sabias reglas para el

interior gobierno, manejo de caudales, disciplina y servicio de las compañías. Se han hecho

descubrimientos, expediciones y campañas generales y particulares; se han celebrado

<paces> con muchas naciones de indios enemigos, y se les ha indispuesto hasta el caso de

ofenderse con hostilidades recíprocas. Nuestras tropas, según comprendo, se han

sacrificado siempre en todas las operaciones que exige la guerra de esas provincias, y me

parece que no se han omitido medios y máximas prudentes para cultivar la amistad de los

indios y atraerlos con maña y dulzura a nuestra dependencia. Por último, es constante que

la conservación de los dominios internos cuesta muchos millones de pesos a la Real


315

Hacienda, y gruesas generosas contribuciones a los dignos vasallos del rey, que en esas

remotas distancias acreditan su amor y lealtad profunda.

En vista, pues, de estos grandes auxilios, y del triste actual estado de las provincias,

debo persuadirme que su deseada pacificación ofrece hoy mayores dificultades que las que

siempre se han experimentado. Son más insuperables en un tiempo tan calamitoso como el

presente; pero Dios, que dotó esos territorios con las bellas proporciones de benignos

temperamentos, feracidad y riquezas, usará de sus misericordias, restituyéndoles la salud y

la abundancia, y bendiciendo nuestras operaciones de guerra.

Asegurado de esta confianza, y justamente deseoso de corresponder a la que el rey

me dispensa, declarando sujeto a mi mando superior el de esas provincias, procuraré

cumplir con la real orden que me previno la formación de estas instrucciones. Las reduciré

a metódicos y claros puntos, valiéndome de los antiguos conocimientos y experiencias que

pude adquirir en el mando militar de la Nueva Vizcaya y en las frecuentes campañas y

fatigas personales que ejecuté sobre las tierras de los indios en las fronteras de aquella

provincia y de la de Sonora. Haré también el uso que convenga de las noticias que he

tomado de varias personas de inteligencia, celo y carácter, y de las constancias de oficios y

expedientes que con prolijidad he reconocido; pero después de todo, debo fundar

principalmente las esperanzas del acierto, el remedio y felicidades de esas provincias, en el

celo, gratitud y nobles sacrificios de vuestra señoría y de los demás jefes subalternos, qué

han de observar y obedecer en la parte que les toque las prevenciones contenidas en los

artículos siguientes......

20. Ha de hacerse la guerra sin intermisión en todas las provincias y en todos

tiempos a los apaches que la tienen declarada, buscándolos en sus rancherías, pues es el
316

único modo de castigarlos y de que nos vayamos acercando a la pacificación de los

territorios.

21. Para facilitar las operaciones ofensivas de esta guerra incesante y las de

particular defensa de cada provincia, podrán vuestra señoría y sus cabos subalternos,

distribuir las tropas de sus respectivos mandos en los puestos más ventajosos, y según les

parezca conveniente, excusándose cuanto sea posible las escoltas inútiles, correos

impertinentes, ordenanzas no necesarias y custodias particulares de bestias que no sirvan

para la guerra, pues comprendo que en estos puntos hay muchos abusos.

22. El resguardo de los situados de caballada merece la mayor atención: las partidas

de tropa que se destinen para su defensa deben ser en número competente y proporcionado

a los riesgos de la frontera, han de prevenirse claras y terminantes órdenes para que se

observen con la mayor exactitud y vigilancia; el menor descuido en esta parte se examinará

y castigará seriamente, constituyendo responsables a los comandantes de las mismas

partidas y capitanes de las compañías, hasta el caso de reemplazar a su costa las pérdidas

que ocurran por falta grave de culpable descuido y aún deponerlos de sus empleos si fuere

repetido el abandono en un asunto que siempre ocasiona las sensibles resultas de la

inacción de nuestras operaciones de guerra y las mayores impunes hostilidades.

23. Los comandantes de destacamentos o partidas sueltas que salgan a campaña han

de obrar en ellas con entera libertad, dejándoles la acción sin limitársela por término

alguno; pues así procederán sin timidez y los efectos de sus operaciones acreditarán la

utilidad o inutilidad de estos comandantes, debiendo también precaverse las sorpresas que

suelen experimentarse en nuestras pequeñas partidas por la nimia confianza con que

transitan y se manejan.
317

24. Siempre que nuestras incesantes campañas produzcan el fruto de intimidar o

consternar a los indios, de suerte que alguna o algunas congregaciones de la apachería

soliciten la paz, se les concederá inmediatamente bajo de regulares y posibles puntos de

capitulación, dándome cuenta para que yo prevenga lo demás que deba ejecutarse; pues es

mi ánimo establecer con ellos un comercio que los atraiga, que los interese y que con el

tiempo los ponga bajo de nuestra dependencia, pero los conceptos de este artículo exigen

las explicaciones que haré en los números siguientes.

25. Nunca han sido ni se han considerado bastantes las tropas y los presidios para

defender y asegurar las provincias; estuvieron guarnecidas en el año de 1729 con 734

hombres; sus situados190 importaban 283.930 pesos, y todo se ha ido multiplicando con

aumentos parciales. Hoy contamos sobre las fronteras con cerca de cuatro mil hombres, sin

incluir los que se emplean en los presidios de Californias, y con el gasto anual de más de un

millón de pesos; pero a pesar de estos auxilios poderosos, se oyen en nuestro tiempo los

mismos clamores de sangrientas hostilidades, próxima ruina y entera desolación que se

oyeron en los antiguos.

26. Con mayor causa se oirán en los venideros si continúan los insultos muertes y

robos, porque el decadente estado de las provincias no puede resistir estas desgracias, aun

cuando se aminoren, sin llegar al extremo de su temida desolación. El recelo de que se

verifique nunca lo han desvanecido los aumentos de fuerzas; antes bien, parece que con

ellos se multiplican las hostilidades y ya debemos desengañarnos de que el ejército más

numeroso de tropas veteranas no puede pacificar los territorios internos.

. Partidas previstas por la Real Hacienda para sostenimiento de guarniciones y otros gastos
190

gubernamentales en regiones de frontera marítima o terrestre dependientes del virreinato.


318

27. Es excusado referir los ardides, las seguridades y las ventajas con que los indios

bárbaros nos hacen la guerra; todos sabemos que este es su único oficio y que lo ejercitan

con valor, agilidad y destreza. No yerran golpe, pero si los nuestros fuesen capaces de

desalojarlos de las ásperas serranías y bosques impenetrables que cubren los inmensos

territorios de esas fronteras, buscarían su mejor asilo en las fragosidades de la Sierra Madre.

28. En este caso posible se aumentaría el número de nuestros enemigos con el de los

infieles que ahora viven sin mayor inquietud en las profundas barrancas de la misma sierra,

y con el de los malcontentos en sus pueblos de misión, trascenderían las hostilidades a las

más sosegadas provincias del virreinato, y no habría fuerzas con que oponerse a las crueles

irrupciones de una multitud de bárbaros.

29. Creo positivamente que el vencimiento de los gentiles191 consiste en empeñarlos

a que ellos mismos entre sí se destruyan. No son capaces en su actual sistema, de reducirse

a la religión ni al vasallaje sin un milagro de la omnipotencia, ni de guardar constante fe en

sus armisticios; pero también comprendo que en el estado que tienen las provincias nos será

más fructuosa una mala paz con todas las naciones que la soliciten, que los esfuerzos de

una buena guerra.

30. No vino un grande ejército de españoles a la conquista de este imperio; ella se

hizo con el auxilio de los tlaxcaltecas y progresivamente con el de todos los indios de

Nueva España que contribuyeron a su ruina feliz. El jefe conquistador nunca se resistió a

las paces que le ofrecían; se aprovechaba del trato fiel de sus verdaderos amigos,

disimulaba los agravios del alevoso y los castigaba en la oportunidad para el ejemplar

escarmiento. Así llevó sus rápidas empresas hasta la antigua California, propagó la

191
. Los paganos, y en este caso indígenas no convertidos al cristianismo.
319

verdadera religión en esta gran parte del mundo y puso los dominios más recomendables a

los pies de nuestros católicos reyes sin el menor expendio del real erario.

31. Estos admirables sucesos no pueden cotejarse con los de Provincias Internas; la

más moderna cuenta más de un siglo de ocupación; hemos perdido mucha parte de nuestros

antiguos establecimientos y sólo adelantamos los importantes de la Nueva California, cuya

inalterable quietud pende de que nunca despertemos la inocencia de aquellos indios.

32. Notablemente ilustrada la malicia de los que infestan las demás provincias de

frontera, no es ya tiempo de abrazar todas las máximas de los conquistadores de Nueva

España, que pelearon con muchas ventajas a expensas propias y con estrecha necesidad de

vencer para asegurar su subsistencia, fortuna y premio.

33. Los indios enemigos que tenemos sobre esas fronteras saben sorprender y

destrozar nuestras tropas en la sierra y en el llano, no ignoran el uso y poder de nuestras

armas, manejan diestramente las suyas, son tan buenos o mejores jinetes que los españoles,

y no teniendo ciudades, pueblos, palacios ni adoratorios que defender, sólo pueden ser

atacados en sus rancherías dispersas y ambulantes.

34. En esta parte no son adaptables las máximas de los conquistadores, pero sí en la

de admitir de paz a los indios y empeñarlos en su destrucción recíproca; de este medio se

valen las colonias extranjeras, hoy sujetas al dominio del rey, para no sufrir las hostilidades,

y es el único que puede remediar las que devastan esas provincias.

35. No será extraño ni nuevo que en ellas se celebren <paces> para con los indios;

las tienen en Texas todas las naciones del Norte, los apaches lipanes en la misma provincia

y la de Coahuila, los jicarillas, navajos, yutas y aun los comanches en el Nuevo México, y

los seris y tiburones en Sonora; las tenían todos los apaches en el pueblo del Paso el año de
320

1771, la tuvieron los gileños en el presidio de Janos, alguna vez en el de Fronteras y

últimamente los mezcaleros en la Nueva Vizcaya.

36. Nadie ignora las veleidades de todos los indios y su mala fe; pero no siempre la

han encontrado buena en nuestros procedimientos; hay mil ejemplares antiguos y muy

modernos de esta verdad que jamás deben referirse.

37. Las paces se fundan, como todas las cosas del mundo, en intereses particulares,

y los indios por lo general no han podido tenerlos en las que hasta ahora han celebrado;

viven de la caza y de la guerra, pero aquélla no es bastante para el remedio de sus primeras

necesidades; de suerte que si no roban y hostilizan, perecen de hambre y miseria.

38. Esta es la causa motriz de que tengamos sus paces por dolosas, y de que

efectivamente lo sean; pero nuestras dádivas que no alcanzan a mantenerlos, tampoco

pueden facilitarles otros auxilios que ya les son precisamente necesarios.

39. Carecen de caballos y mulas, y los apaches, a costa de los mayores riesgos,

procuran adquirir estos animales para comer, porque son las delicias de su alimento, y todos

los indios para sus cacerías y campañas contra nosotros y contra ellos mismos.

40. Desean con ansia proveerse de escopetas, pólvora y municiones, porque en el

uso de estas armas encuentran el gusto y la seguridad de la caza y porque discurren

equivocadamente que les son más ventajosas en la guerra.

41. Tienen también otros antojos que no pueden graduarse de impertinentes, pues

conspiran a cubrir su desnudez, hacerse los hombres fieros y las mujeres agradables con las

pinturas o embijes192, y colgarse adornos que a nuestra vista parecen ridículos.

42. Nos tendría mucha cuenta satisfacerles sus deseos; menos gastaría el rey que lo

que ahora expende en considerables inútiles aumentos de tropas, los indios no podrían vivir
192
. Pintura corporal, particularmente la utilizada por los indios de la frontera norte del virreinato.
321

sin nuestros auxilios, llevarían sus armas contra ellos mismos en nuestro obsequio y de sus

inclinaciones guerreras o acaso mejorando sus costumbres con el buen ejemplo, abrazarían

voluntariamente la religión y el vasallaje, y de cualquier modo guardarían fe en sus

armisticios.

43. Tenemos estas experiencias en nuestras colonias o nuevas adquisiciones, y a la

verdad la hay también en las Provincias Internas de que las paces dolosas de los indios

producen mejores efectos que la guerra declarada.

44. El indio, en tiempo de paz, remedia en parte sus necesidades con nuestras cortas

dádivas y con el mezquino cambalache o permuta de sus pieles, semillas y frutos silvestres,

no recibe agravios de nuestras armas que le inciten a la venganza, y por forzosa

consecuencia, son menores las hostilidades.

45. Alguna suele experimentarse en la provincia, presidio o población donde

celebran las paces, y nunca dejan de cometerlas en otros distintos territorios; pero todo

proviene de unos mismos principios: la necesidad mal satisfecha que les obliga a robar para

comer, la codicia de adquirir los bienes que desean, la libertad, el ocio y la misma pobreza

que engendran y fomentan sus perversas inclinaciones. Si el hambre es grande, no reparan

en ejecutar el insulto donde ofrecieron la amistad; si no es mucha, guardan allí la buena fe,

y verdaderamente no la quebrantan, cometiendo hostilidades en otras partes, pues más de

una vez han hecho esta sencilla confesión, persuadiéndose de que no ofenden a sus amigos

con el daño que infieren a los demás vasallos del rey que viven en territorios donde no

celebraron materialmente la paz. Así ha sucedido y sucede con todos los apaches en el

pueblo del Paso y presidio de Janos, con los mezcaleros en la Nueva Vizcaya, con los

jicarillas, navajos, yutas y comanches en el Nuevo México, con los lipanes en Coahuila y

con las naciones del Norte en Texas.


322

46. Ya se ve que esto trae algunos inconvenientes que hacen para algunos,

problemáticas las utilidades de la paz; pues es constante que en donde los indios la

celebran, dejan sus familias aseguradas para obrar con más desahogo en sus irrupciones, y

también lo es que las emprenden con mayor confianza, porque se instruyen más bien de

nuestras ideas, máximas y movimientos. Estos son los intereses que hoy estimulan a los

indios para solicitar nuestra amistad y desde luego nos tendría más cuenta la guerra si no

encontrásemos medios prudentes para celebrar mejores paces.

47. El interés del comercio enlaza y estrecha las voluntades de los hombres y lo que

deseo se establezca con los indios en esas provincias, admitiéndolos de paz cualquiera parte

que soliciten.

48. La romperán muchas veces por su carácter voluble, por la dificultad de que se

avengan los ánimos de unas gentes que no reconocen otro superior que su libre albedrío, ni

otra razón que la de sus antojos o porque será preciso castigarlos con causa justa; pero

declarada y seguida la guerra con tesón, los indios volverán a solicitar la paz, y nosotros a

concedérsela siempre que la pidan.

49. Mientras estén en paz se observarán por nuestra parte escrupulosamente las

capitulaciones que se hicieren y se procurará que los indios ejecuten lo mismo por la suya,

disimulándoles ciertos defectos leves que provienen de su ignorancia, bronco carácter y

malas costumbres; pero castigando los graves en la oportunidad para el escarmiento, y

cuando no haya riesgo de aventurar el decoro de nuestras armas.

50. También se fomentarán con maña eficaz las desavenencias y recíprocos daños

entre las parcialidades de una misma nación y el odio irreconciliable de las del norte con los

apaches.
323

51. En la sujeción voluntaria o forzada de estos últimos o en su total exterminio,

consiste la felicidad de las Provincias Internas, porque ellos son los que las han destruido,

los que viven sobre sus fronteras, y los que causan los infieles procedimientos y la

inquietud de los indios reducidos.

52. No creo que la apachería se sujete voluntariamente; Dios puede hacer este

milagro y nosotros poner los medios de atraer las distintas parcialidades de esta nación,

haciéndoles conocer las ventajas de la vida racional, que le tomen gusto, que se

acostumbren al uso de nuestros alimentos, bebidas, armas y vestuario, y que entren en

codicia de poseer bienes de campo. Aun no estamos en los principios conducentes a estos

logros, exigen mucho tiempo; pero él nos irá poniendo en la senda del acierto para las

providencias ulteriores.

53. La desunión entre las parcialidades apaches no es imposible, porque ya la hemos

visto sañuda y sangrienta entre lipanes y mezcaleros. Si conseguimos que vuelvan a

indisponerse y que estos enojos se propaguen entre los demás indios de la nación, ella se irá

disminuyendo y entonces nos será más fácil sujetar el menor numero con la fuerza.

54. Finalmente, si la apachería por su desunión y por las fuertes irrupciones de los

indios del norte, llegare a exterminarse, contarán las provincias muchos años de tranquilo

sosiego, florecerán sus preciosas riquezas y tendremos tiempo para precaver las

hostilidades de otras naciones que sin duda se irán acercando a nuestras fronteras.

55. Cuando por alguno de los motivos apuntados en artículo 48, se rompiese la

guerra con los indios amigos, se les hará el con el tesón prevenido en el mismo articulo y en

el 20 de estas instrucciones para que sientan el castigo incesante, el poder de las armas del

rey y la privación de los bienes y seguridades que disfrutaban en los senos de la paz; de esta

manera volverán a pretenderla sin orgullo, y será más durable......


324

México, 26 de agosto de 1786. El conde de Gálvez.

Bibliografía recomendada:

Luis Navarro García, Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias
Internas del norte de Nueva España, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla, 1964, 602 p.
José Antonio Calderón Quijano (dir.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de
Carlos III, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, l967, 2 v.
Thomas Naylor y Charles W. Polzer, The Presidio and Militia on the Northern Frontier of
New Spain. A Documentary History, Tucson, University of Arizona Press, 1986, 2
v.
________________________________________________________

Relación del intendente de Nueva Galicia Jacobo Ugarte y Loyola sobre providencias
tomadas respecto de los bienes de comunidad y fundo legal de los pueblos de indios.193

Los propios de las villas y ciudades españolas y las cajas de comunidad de los
pueblos de indios fueron establecidas por la legislación colonial desde fechas muy
tempranas, con el fin de contar con fondos para obras públicas y subvenir a las necesidades
y urgencias comunitarias –en el caso de los indígenas, la construcción de iglesias y el pago
del tributo. Para este fin se previó que en los pueblos hubiera tierras que se trabajaran de
forma colectiva, por tandas y se les dieron concesiones de mesones, pesquerías, molinos de
azúcar, ganados, salinas, canteras y tierras para arrendamiento. Para evitar malos manejos,
se estableció que los recursos obtenidos se pondrían en cajas de tres llaves, una de las
cuales tendría el gobernador indígena y las otras funcionarios españoles.
Las cajas fueron el sustento de la vida comunitaria, proveyendo ayuda a los
necesitados, pequeños préstamos en efectivo o en bienes y colaborando decisivamente a
mantener el ciclo de fiestas y la compleja vida ritual indígena. A raíz de la Ordenanza de
intendentes (1786) estos fondos pasaron a ser administrados por los intendentes, que por lo
común arrendaron tierras y pastos a empresarios españoles. Solamente se autorizó el
empleo de los recursos comunales para algunas limitadas estividades y otros desembolsos
considerados deseables (como el salario de los maestros de escuela). Finalmente, estos
recursos fueron prácticamente confiscados mediante “donativos voluntarios” y la
conversión de los pueblos indígenas en “accionistas” de la Banca de San Carlos, creada
para subvenir a las urgencias fiscales de la Corona.

Guadalajara, 18 de diciembre, 1792

. Fuente: Francisco de Solano (comp.), Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria


193

colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 504-507.


325

En órdenes circulares de 11 de febrero de 1791 se mandó a los ayuntamientos y

subdelegados formasen y me remitiesen con separación de expedientes las noticias de

propios y arbitrios y bienes de comunidad que gozan las ciudades, villas y lugares de

españoles, y los pueblos de indios; concesión y origen de ellos; si precedió facultad real,

con qué motivo y para qué destino se concedió; si subsiste la causa o ha cesado; cargas

perpetuas o temporales que sufren; gastos precisos o extraordinarios a que están sujetos;

sobras o faltas que resultan en fin de cada año; y existencia y custodia y cuenta de estos

caudales, para proceder, con presencia de estas noticias a formalizar los reglamentos

interinos que asegurasen su perfecto arreglo y distribución, conforme a lo dispuesto en la

indicada real ordenanza, desde el artículo 31 hasta el 53.

En ellas se dieron diversas providencias que al propio tiempo ministrasen luces de

unos fondos hasta aquí inconocidos194 en las más partes de esta provincia, facilitasen ideas

de los ramos que los componen y se empezase su establecimiento con gusto de los lugares y

pueblos que no los tuviesen, fijándose reglas que de pronto asegurasen su manejo, cobro e

inversión, y proporcionasen hacer efectivos los reglamentos que suspendían la libertad y

son con que hasta ahora administraron estos recomendables intereses.

Fenecidos los expedientes a costa de un continuo desvelo, se han hecho y puesto en

observancia sin oposición los reglamentos de propios y arbitrios de esta capital, villas de

Aguascalientes, Lagos, Real de Asiento de Ibarra y pueblo de Teocaltiche,, empezando en

la primera, segunda y cuarta desde principios de este año, y en los otros desde enero

próximo. Y los de bienes de comunidades de indios, respectivos a 53 pueblos de las

jurisdicciones de Tequila, Etzatlán, Ahuacatlán, Barca y Lagos, teniendo presente para su

formación lo dispuesto por el rey en la citada real ordenanza, leyes de la Recopilación


194
. Inconocidos. Desconocidos.
326

indiana y posteriores resoluciones acordadas por su majestad y Junta Superior de Real

Hacienda de México.

Los efectos de estas disposiciones son los más benéficos, porque los pueblos

además de que hallarán en sus necesidades de pestes y hambres, que han destruido a los

indios, pronto socorro a que ocurrir, sin nuevos gravámenes proporcionarán con qué

atender a sus cargas, hermosura y composición de ellos y los caminos, hacer mesones que

apenas en lo interno de esta provincia se conocen y fomento de la agricultura y las artes.

Estos bienes que no pueden ser visibles al pronto porque como hasta ahora no se

trató nunca de la justa economía, administración e inversión de estos caudales, se han

consumido inútilmente a arbitrio de los ayuntamientos, con consultas del gobierno. Y en los

pueblos de indios en que jamás se tomaron cuentas a los alcaldes que los administraban no

se supo tuviesen otro destino que consumirlos en funciones y, alguna vez, en pagar parte

del tributo que dan a su majestad; y de cuyas resultas tienen pendientes varios créditos y no

pocos de anticipaciones que recibieron en cuenta de arrendamientos de tierras de

comunidad, cuyas deudas dispuse se pagasen de sus productos. Y así lo aprobó la

mencionada Junta Superior de Real Hacienda en la celebrada en 7 de junio de 1791.

En ella se acordó igualmente, según lo consultado por mí, que para evitar el crecido

número de festividades que costeaban los pueblos de indios a que son inclinadísimos y que

en mi sentir han sido origen de gravísimos males, porque con tal pretexto las reducían a

bailes, comidas y embriagueces, que en ningún pueblo de indios se hagan o celebren otras

funciones que las de su santo patrono y Corpus, para cuyos gastos señalé la cantidad

correspondiente, pagadera de los referidos bienes de comunidad.

También dispuse se llevase a efecto lo mandado en la ley 31, título IV, libro VI de la

Recopilación de leyes de Indias sobre que labren diez brazas de tierra cada indio para los
327

fondos de comunidad, con la mira de que tomando incremento se aumente la agricultura.

Como quiera que hay algunos pueblos cuyas tierras no son a propósito para labores en

ellos, satisfacen real y medio cada uno para aquel fin. Y veo con complacencia que por

efecto de estas providencias tiene hoy el pueblo de Tequila, después de pagar maestro de

primeras letras y cubrir otras cargas de iglesia, 521 pesos depositados en esta tesorería

principal de real hacienda; los del partido de Etzatlán custodian en sus arcas 905 pesos; los

de La Barca, 863 pesos 7 reales; los de Sayula, 760 pesos. Y en todos los demás, según

proporciones, situación y deudas contraídas, espero consigan iguales ventajas.

De ellas ha de resultar, por consecuencia precisa, el aumento de la población, que

hasta aquí ha ido en suma decadencia, por falta de prontos socorros en sus hambres y

epidémicas enfermedades, porque las largas distancias y ningunos fondos para prestárselos

con oportunidad les imposibilitaba lograrlos.

En los órdenes de 5 de abril y 9 de junio de 1791 dispuse que, en observancia de las

leyes, celasen con esmero y puntualidad todos los subdelegados que en los pueblos de

indios no se matriculasen los que no lo sean o estén en posesión de tales, como con grave

perjuicio de los naturales ha sucedido, admitiéndose mulatos y otras castas por indios al

goce de sus privilegios, tierras y demás como si efectivamente lo fuesen. Que no consienta

se pasen a avecindarse de unos a otros, sino en los casos permitidos por derecho.

Que las tierras del fundo legal y comunes no se repartan sino a los indios

respectivos y a cada uno sólo las necesarias, atenta su edad, número de familia y aplicación,

con intervención del protector, partidario o defensor que se nombre a los indios, sin

meterlos en posesión de ellas hasta que se apruebe el reparto por el juez real; que en el caso

de morir algún indio que beneficie tierras comunes o de fundo, dejando viuda con hijos o

sin ellos que no puedan cultivarlas por sí, se arrienden con autoridad del juez real y ministre
328

a las viudas e hijos producto; que ésta falleciese han de quedar para que las labren los hijos

u otros herederos consanguíneos del indio su marido, consignándolas en repartimientos,

atentas las mejoras que sus padres hiciesen en ellas.

Que en el caso de no haber viuda, hijos ni herederos que las demanden por aquel

respecto, se arrienden como las demás sobrantes, después de atendidas equitativamente las

familias en pública subasta y con las formalidades de derecho, para que sus productos

entren en las cajas de bienes de comunidad, con arreglo a lo acordado en Junta Superior de

Real Hacienda celebrada en 20 de noviembre de 1789.

Que en el caso de que algunos indios disfruten muchas tierras del fundo legal y

otros carezcan de las precisas para con su cultivo mantenerse, se les haya de repartir a éstos

con la proporción y justicia que demande su necesidad. Y que las tierras que cada indio en

particular goce, por compra a su majestad, donación u otro justo título, las posean ellos y

sus herederos como que no son, ni han sido, del fundo legal del pueblo, asistiéndoles

además con las que les quepan de las comunes por repartimiento, como individuos de él,

declarando que los indios de los pueblos en particular, ni en común, puedan vender, ni

enajenar el todo ni parte de las tierras de su fundo sin los requisitos de la ley, porque <no>

gozan el dominio y propiedad y sí el usufructo.

Todas estas providencias que conspiran al bien y felicidad de estos naturales y a su

buen gobierno las hice entender por oficios de ruego y encargo a los curas párrocos,

pidiéndoles contribuyesen a su efectivo cumplimiento. Y habiéndolo logrado, sin oposición

de los indios, espero que surtan en su beneficio conocidas ventajas al Estado.

La agricultura en esta provincia es la industria que ejercen y mantiene casi a todos

sus habitantes, pues aunque se conocen aquellas artes precisas para el servicio de los

pueblos, sin los principios que las perfeccionan, hay muchos minerales en que se trabaja
329

con incesante afán. Y están establecidos cantidad de telares de algodón y lana, curtidurías,

ingenios de azúcar y otros artefactos. Por efecto de la feracidad de este suelo en toda clase

de producciones que facilita excesivas ganancias, son pocos los menestrales comparados

con aquéllos. De este principio y de las abundantes lluvias y buenos riegos resulta que este

ramo se halle en su perfección, que los graneros están llenos de semillas y tanto que hoy se

ven precisados a sacarlos para engordes y poder encerrar las nuevas; porque a pesar de las

exquisitas diligencias y experimentos hechos por los hacenderos no han podido hallar

medio que las conserve sin corrupción más de uno, a lo sumo, dos años. Si se encontrase,

difícilmente entraría en esta provincia la calamidad de la hambre.

En el pueblo de Cozalapa, y otros de las dilatadas jurisdicciones de Juxcacuesco y

Autlán, cuyas tierras siendo inservibles para siembras de granos son a propósito para el

cultivo de añiles, enseñados aquellos naturales por dos vecinos que arriendan una pequeña

parte de ellas hacen ya sus cosechas de él y tengo encargado estrechamente a los

subdelegados que por su parte contribuyan a tan útil establecimiento y favorezcan a los

sujetos dedicados a su cultivo.

Bibliografía recomendada:

José Antonio Calderón Quijano, El Banco de San Carlos y las comunidades de indios de
Nueva España, Sevilla, Banco de España, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1963, 144 p.
Horst Pietschmann, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva
España: un estudio político administrativo, México, Fondo de Cultura Económica,
1996, 321 p.
Dorothy Tanck de Estrada, Pueblos de indios y educación en el México colonial, 1750-
1821, México, El Colegio de México, 1999, 670 p.
________________________________________________________
330

Real cédula para que en los reinos de las Indias se destierren los diferentes idiomas de
que se usa y sólo se hable el castellano.195

La insistencia en la enseñanza del castellano no era nueva y puede observarse desde


la Gramática de Nebrija, donde se postulaba que un Imperio requería una lengua común.
Los borbones agregaron un nuevo giro a esta añeja intención: era necesario extinguir del
todo las lenguas indígenas para conseguir una más fácil gobierno y administración
religiosa. La evaluación de los resultados de esta disposición aun está pendiente; aunque no
era raro que muchos curas párrocos se ufanaran de haber desterrado los idiomas aborígenes,
esto puede haber sido un resultado inevitable del acelerado proceso de urbanización y
mestizaje cultural existente en muchas regiones. Por otro lado, existían en el trasfondo de
esta política lingüística asuntos que tocaban de cerca el temor de los criollos de origen
modesto de perder una vía para ser ordenados como sacerdotes y que los curatos pasaran a
manos de clérigos “de buena cuna” o incluso recién llegados de la península. Una última
cuestión es la reacción de los indígenas afectados por las nuevas disposiciones, dado que el
idioma es el centro organizador de cualquier cultura y que, posiblemente, las nuevas
disposiciones llevaron a los curatos a sacerdotes que no entendían a sus feligreses y por
ende podían perder el estrecho contacto y comunicación que tradicionalmente había
permitido preservar el orden social.

Aranjuez, 10 de mayo de 1770.

El rey. Por cuanto el muy reverendo arzobispo de México me ha representado en

carta de 25 de junio del año próximo pasado que desde que en los vastos dominios de la

América se propagó la fe católica todo mi desvelo y el de los señores reyes, mis gloriosos

predecesores y de mi Consejo de las Indias ha sido publicar leyes y dirigir reales cédulas a

los virreyes y prelados diocesanos a fin de que se instruya a los indios en los dogmas de

nuestra religión en castellano, y se les enseñe a leer y escribir en este idioma que se debe

extender y hacer único y universal en los mismos dominios por ser el propio de los

monarcas y conquistadores, para facilitar la administración y pasto espiritual a los naturales

y que éstos puedan ser entendidos de los superiores, tomen amor a la nación conquistadora,

destierren la idolatría, se civilicen para el trato y el comercio, y con mucha diversidad de

195
. Fuente: Richard Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispano América. 1493-1810, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1962,
vol.3, tomo 2, p. 364-368.
331

lenguas no se confundan los hombres como en la torre de Babel; a cuyo fin se ha ordenado

tantas veces a todas las jerarquías que se establezcan escuelas en castellano en todos los

pueblos y que los obispos y párrocos velen sobre su observancia. Que estas santas, justas y

repetidas determinaciones y decretos reales no han llegado a lograr su efecto y parece que

cada día se indisponen más los ánimos, respecto de que pasados más de dos siglos y medio

se mantienen en lo más descubierto y civilizado, como en México y Puebla, muchos y

diferentes idiomas en que los indios están cerrados, rehusando aprender el castellano y el

enviar sus hijos a la escuela; y aun en las inmediaciones a la capital de México, en el corto

espacio de dos leguas en un propio curato hay pueblos mexicanos y otomites, verificándose

esto mismo en otras partes, no porque los naturales no entiendan el castellano sino porque

no quieren hablarle, mediante que ha visto pobres indios que entendían castellano, otomí y

mexicano, y al cura y sus vicarios nunca les hablan en castellano, sucediendo lo mismo con

los alcaldes mayores y justicias, valiéndose estos del intérprete. Que la raíz de este daño

está en que se ha mirado con escrupulosidad la provisión de curatos en sujetos de los

idiomas de los naturales, y como sus párrocos y ministros a quienes siempre tratan y ven les

hablan en su lengua y les predican y explican la doctrina en ella, poco o nada se ha

adelantado ni adelantará si no se aplica el remedio, a causa de que los párrocos y ministros

hacen alarde de estar cada día más expeditos en los idiomas con la frecuente comunicación

con los naturales, y no hay quien promueva en los pueblos el castellano, antes bien tiene

noticia de que les impresionan en que es falta de respeto hablar en castellano o se les

castiga si lo hacen; cuya impresión nace de dos bajos conceptos, uno de persuadirse los

clérigos criollos que el modo de afianzar en ellos la provisión de los curatos y excluir a

todo europeo son los idiomas, y el otro que extinguidos éstos, se les quitaba el título a que

ordenarse, además de que en los naturales es propensa la inclinación a retener su propia


332

lengua, dificultando los arbitrios para aprender otra ajena, añadiendo algo de malicia para

ocultar sus acciones de los españoles, y no contestarles derechamente cuando conciben que

no les tiene cuenta. Que para cortar semejantes males y que no tomen más cuerpo cada día,

el seguro remedio era hacer la provisión de los curatos en los sujetos de más mérito aunque

en los pueblos haya algunas personas que ignoren el castellano, con la obligación de

mantener vicario del idioma para los casos urgentes de administración de sacramentos. Que

es cierto que el pastor debe entender la voz de sus ovejas y por esta regla han creído

algunos ser más estrecha obligación la de que los párrocos sepan el idioma de cada pueblo

de la América; pero esta razón en nada convence, porque los obispos son los primeros

pastores que han de visitar todos los pueblos y curar las enfermedades de sus ovejas, a las

que ni entienden ni pueden entender todos sus diferentes idiomas, y nunca han pensado mis

predecesores ni yo en colocar con preferencia a los que los saben, porque ninguna utilidad

resultaría de ello y acaso muchos perjuicios. Que si sólo se hablase mexicano en una

diócesis, ya fuera natural y más urgente la obligación de proveer párrocos de este idioma;

pero habiendo en el mismo arzobispado, además de aquél, otros muy distintos, como son el

otomí, huasteco, mazahua, tepehua y totonaco, y en cada diócesis otros muy diferentes,

mediante que en la de la Puebla, además de los referidos, hay chocho, mixteco, tlapaneco,

olmeco, dos géneros de totonaco, y en Oaxaca, tarasco y zapoteco, resulta un desorden que

sólo con la experiencia se puede conocer, viendo pueblos muy inmediatos mantenerse cada

uno en su propio idioma, como si distaran muchas leguas; y aun en Tlachco, de la diócesis

de la Puebla, se ve que de dos barrios que tiene, uno es otomí y otro tepehua; que cuando

Hernán Cortés hizo la conquista desde Yucatán hasta México, sólo se hablaba el mexicano

o lengua culhua que era lo mismo, y la entendían perfectamente doña Marina y Gerónimo

de Aguilar, no obstante que los españoles atravesaron todo lo que hoy es diócesis de
333

Yucatán, la provincia de Tabasco, la diócesis <de> Tlaxcala, que es la Puebla de los

Angeles, y el arzobispado de México, y en todo aquel terreno al presente hay otros

diferentes idiomas compuestos del otomí y mexicano y con otros diversos términos y

pronunciación, para los que se han compuesto artes y modos de aprenderlos, cuando no se

puede negar que el conquistador sólo conocía las lenguas mexicanas y otomí, y ésta hacia la

parte de Michoacán. Que el cura que es castellano y no sabe otro idioma, procura con

esfuerzo extender el suyo, encarga y precisa a sus feligreses a que le hablen en él,

promueve las escuelas en castellano; y al contrario el que sabe el idioma, siempre habla en

él y mira con poco aprecio el castellano, enseña la doctrina en el idioma y no pocas veces

deslizándose en errores, porque es muy difícil o casi imposible explicar bien en otro idioma

los dogmas de nuestra santa fe católica, sobre que han tratado tanto los santos padres y

teólogos, especialmente en los misterios de la encarnación y eucaristía, para afianzar y

purificar las expresiones; y no procurando desterrar los idiomas, acontece que un clérigo de

menos mérito, de bajo nacimiento y tal vez de peores costumbres, logra por saber un

idioma un curato que debía ser premio de un sujeto más condecorado. Que en los colegios

de México, Puebla y otras capitales se educan los jóvenes más distinguidos en nacimiento y

habilidad, y es cosa dura que después de fatigarse en el estudio de facultades mayores vean

ser promovidos a curatos clérigos de idioma que a lo más han estudiado una suma moral,

pues cuesta mucho trabajo y desvelo el aprender los españoles otro idioma cuando no se

han criado con los naturales, por lo que su dictamen no era ni podía ser que por ahora se

dejasen sin ministros del idioma a los pueblos sino que se pusiese el principal cuidado en

que los párrocos no pierdan por saber sólo el castellano, aunque podrá suceder que si al

principio de la conquista se hubiese puesto todo el empeño en enseñar a los indios el

castellano, en menos de medio siglo se hubiera conseguido; lo cual ha consistido en que al


334

principio los regulares vincularon en sí los curatos manteniendo los idiomas, y después que

los seculares los han aprendido ha sido trascendental el perjuicio, procediendo en esto

contra la práctica de los conquistadores, como los romanos introdujeron su lengua en las

naciones conquistadas. Que para que este mal se remedie le parecía también que si fuese de

mi real agrado se encargase a los obispos que en las propuestas que se hacen para curatos se

atienda únicamente al mayor mérito aunque ignoren el idioma, con la obligación de tener

los vicarios que fuesen necesarios, respecto de que podía alegar casos de haberse hecho

provisión de curatos de pueblos de puro idioma en clérigos sin él, como sucedió en

Xumiltepec, que es de aquel arzobispado, Huaquechula, San Felipe y Totomehuacan, en el

obispado de la Puebla, y haber logrado en pocos años que los indios confesasen y supiesen

la doctrina cristiana en castellano, en lo cual nada se perjudicaba a los clérigos nacidos en

aquellos países, antes se seguiría el mayor beneficio a las diócesis en tener por párrocos

sujetos criados en seminarios de mejor porte, de más letras y más desinterés que los

clérigos mercenarios, a los que no se les puede faltar título a que ordenarse, pues es mejor

que sea al de administración, según se practica en algunas diócesis de la Nueva España Y el

recelo de que fuesen europeos a ser párrocos era imaginario a causa de que nunca mi real

piedad dejaría sin premio a los nacidos en aquel país, ni era posible que éstos vayan a

oponerse, a no ser algún familiar de prelado, el que, si le acompañase la ciencia y virtud, no

era justo perdiese por ser europeo. Y finalmente, que con lo expresado se podría entender

por todos los ministros reales dentro de pocos años a los naturales sin la necesidad de

intérpretes que con facilidad se pueden corromper; los obispos serían igualmente

entendidos en todos los pueblos de sus diócesis, los indios no quedarían tan expuestos a ser

engañados en sus tratos, comercios o pleitos; los párrocos estarían más uniformes; los

colegiales de tantas comunidades respetuosas de aquellos dominios lograrían el premio de


335

sus desvelos, y con la emulación crecería el adelantamiento, y toda la tierra podría

gobernarse con más facilidad. Y vista la citada carta en mi Consejo de las Indias, con lo que

en su inteligencia de los antecedentes del asunto y de lo que al mismo tiempo representó el

marqués de Croix, mi actual virrey de las enunciadas provincias de la Nueva España, en

otra de 27 del expresado mes y año, expusieron mis fiscales, y consultándome sobre ello en

17 de febrero de este presente, he resuelto aprobar los medios que propone el nominado

arzobispo de México y mandar expedir reales cédulas circulares para que se practiquen y

observen igualmente en todos mis dominios de la América, con advertencia de que en los

parajes en que se hallen inconvenientes en su práctica, me los representen. Por tanto por la

presente ordeno y mando a mis virreyes del Perú, Nueva España y Nuevo Reino de

Granada, a los presidentes, audiencias, gobernadores y demás ministros, jueces y justicias

de los mismos distritos y de las islas Filipinas y demás adyacentes; y ruego y encargo a los

muy reverendos arzobispos, reverendos obispos, a los cabildos en sede vacante de sus

iglesias, a sus provisores y vicarios generales, a los prelados locales de las religiones y a

otros cualesquier jueces eclesiásticos de aquellos mis dominios, que cada uno en la parte

que respectivamente le tocare, guarden, cumplan y ejecuten y hagan guardar, cumplir y

ejecutar puntual y efectivamente la enunciada mi real resolución, disponiendo que desde

luego se pongan en práctica y observen los medios que van expresados y ha puesto el

mencionado muy reverendo arzobispo de México, para que de una vez se llegue a

conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios,

y sólo se hable el castellano, como está mandado por repetidas leyes, reales cédulas y

órdenes expedidas en el asunto, estando advertidos de que en los parajes en que se hallen

inconvenientes en su práctica, deberán representármelo con justificación, a fin de que en su

inteligencia resuelva lo que fuere de mi real agrado, por ser así mi voluntad.
336

Bibliografía recomendada:

Shirley Brice Heath, la política del lenguaje en México. De la colonia a la nación, México,
CONACULTA – Instituto Nacional Indigenista, 1992, 320 .
Luisa Zahino Peñafort, Iglesia y sociedad en Mexico, 1765-1800 : tradicion, reforma y
reacciones, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, 237 p.
William Taylor, Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el México del siglo
XVIII, Zamora, El Colegio de Michoacán – Secretaría de Gobernación – El Colegio
de México, 1999, 2 v.
________________________________________________________

Real cédula sobre bienes de obras pías en América y Filipinas.196

El desastroso estado de la hacienda real llevó en 1804 a la Corona a adoptar la


medida desesperada de prácticamente expropiar los muchos bienes y vastos capitales
pertenecientes a fundaciones piadosas que siempre había administrado la Iglesia. En
España, la medida dio lugar a una circulación de tierras que hasta entonces habían estado
fuera del mercado; en México, sin embargo, el grueso de los bienes de obras pías eran
capitales impuestos en préstamos sobre propiedades urbanas y rústicas.
El gobierno procedió por un lado a rematar los bienes de muchas obras pías y por
otro a exigir a los deudores la entrega inmediata de los capitales, llevándolos en muchos
casos a la ruina y al remate judicial de sus bienes. Entre los afectados estuvieron conventos,
cofradías, hacendados, comunidades indígenas y mineros. La disposición efectivamente
consiguió reunir y remitir a la península sumas muy considerables; pero provocó serios
problemas económicos y un gran descontento entre miembros de la oligarquía y de la
Iglesia. La real cédula de Consolidación puede considerarse una de las causas indirectas
que provocaron la crisis del virreinato y el estallido de la revolución de 1810.

El rey. Con real orden de 1º. de diciembre próximo pasado remití a mi Consejo de

Indias para su cumplimiento en la parte que corresponde, copia del real decreto que me he

servido expedir con fecha de 28 de noviembre último y de la instrucción que acompaña,

relativo a la venta de los bienes de obras pías en mis reinos de las Indias e islas Filipinas,

cuyo tenor, el de la citada instrucción y de los cuatro formularios que en ella expresan son

los siguientes:

. Fuente: AGN, Consolidación, vol.1, f.1-28.


196
337

Por mi real decreto de 19 de septiembre de 1798 y por los motivos que en él se

expresan, mandé enajenar los bienes raíces pertenecientes a obras pías de todas clases y que

el producto de su venta y el de los capitales de censos 197 que se redimiesen o estuviesen

existentes para imponer a su favor entrasen en mi Real Caja de Amortización con el interés

anual de tres por ciento, y la esencial hipoteca de los arbitrios destinados y que

sucesivamente se destinaren al pago de las deudas de la Corona a más de la general de

todas sus rentas, pero conservándose siempre ilesos a los patrones respectivos los derechos

que les correspondan, así en las presentaciones como en la percepción de algunos

emolumentos que deberán satisfacérseles del tres por ciento del interés anual. Y aunque por

entonces no fue mi real intención extender esta providencia a los dominios de América,

habiéndose acreditado la experiencia en los de España su utilidad y ventajosos efectos tanto

para las mismas obras pías, que libres de las contingencias, dilaciones y riesgos de su

administración han conseguido el más fácil cumplimiento de sus fundaciones, como para el

bien general de la monarquía y utilidad de mis vasallos, cuyo empeño en estas

adquisiciones y gastos que están haciendo para mejorarlas son las pruebas más seguras de

sus ventajas, he resuelto, por todas estas razones y las de particular cuidado y aprecio que

me merecen los de América, hacerlos participantes de iguales beneficios, a cuyo fin mando

que desde luego se proceda en todos aquellos dominios a la enajenación y venta de los

bienes raíces pertenecientes a obras pías de cualquier clase y condición que sean y que su

producto y el de los censos y caudales existentes que les pertenezcan se ponga en mi Real

Caja de Amortización bajo el interés justo y equitativo que en el día sea corriente en cada

provincia, a cuya seguridad y la de los capitales han de quedar obligados todos los arbitrios

197
. El censo era una obligación impuesta sobre una propiedad inmueble, que implicaba el pago de
un canon o rédito anual.
338

que por la pragmática sanción de 30 de agosto de 1800 se consignaron general y

especialmente; y sin embargo de que con ello y el celo de mi Consejo Real y su comisión

gubernativa se están cumpliendo religiosamente estas obligaciones, para mayor seguridad

de las de América añado la especial hipoteca de las rentas de tabacos, alcabalas y demás de

mi Real Hacienda que entran en aquellas tesorerías, dejando al arbitrio de los interesados

señalar la que más les acomode para su respectiva cobranza; y declaro desde luego libres

por esta vez del derecho de alcabala y cualquiera otro, las ventas y contratos que se

celebraren con arreglo a este decreto y a la instrucción firmada de mi secretario de Estado y

del Despacho de Hacienda que acompaña. Y encargo a los muy reverendos arzobispos,

reverendos obispos y prelados regulares, contribuyan por su parte en todo lo que fuere

necesario al cumplimiento de este decreto y citada instrucción, como lo espero de su

justificación y celo. Tendréislo bien entendido y lo comunicaréis a quienes corresponda, y

particularmente a mi Consejo de Indias, a fin de que expida la real cédula correspondiente

para su puntual cumplimiento. Señalado de la real mano de su majestad en San Lorenzo, a

28 de noviembre de 1804.

Bibliografía recomendada:

Francisco Cervantes Bello, “La consolidación de vales reales en Puebla y la crisis del
crédito eclesiástico”, en María del Pilar Martínez López-Cano y Guillermina Bravo
Pavón, El crédito en Nueva España, México, Instituto Mora, 1998, p.203-228
Carlos Marichal, "La bancarrota del virreinato: finanzas, guerra y política en la Nueva
España, 1770-1808", en Josefina Z. Vázquez (coord.), Interpretaciones del siglo
XVIII mexicano: el impacto de las reformas borbónicas, México, Nueva Imagen,
1992, p. 153-186.
Asunción Lavrín, “The Execution of the Law of Consolidación in New Spain: Economic,
Aims and Results”, en Hispanic American Historical Review, 53 (1), 1973.
339

GLOSARIO DE VOCES Y EXPRESIONES INUSUALES O ARCAICAS


Estas glosas se basan en gran parte en el Diccionario de autoridades; la metrología
se deriva principalmente de Claude Morin, Michoacán en la Nueva España del siglo XVIII.
Crecimiento y desigualdad en una economía colonial. El autor quiere agradecer a Luis
Ramos por su asesoría en términos de derecho canónico y a Rosa Lucas por su auxilio en
algunas locuciones latinas.

Acedía. Ponerse agria o avinagrada una cosa; metafóricamente, disgusto, desazón.


Ademador. En las minas, trabajador encargado de realizar los “ademes” o labor de
apuntalamiento de los tiros y galerías.
Agostaderos. Zonas de pastos o dehesas donde se conducía el ganado en verano o, en
México, en la estación de secas. Se utilizaban asimismo para este fin las tierras donde ya se
habían levantado las cosechas.
Alcabala. Impuesto al consumo que se cobraba al pasar las mercancías de una a otra
jurisdicción.
Alhóndiga. Granero municipal e institución de control y comercialización del abasto del
maíz.
Almojarifazgo. En Nueva España, derecho que se pagaba en los puertos a la entrada y
salida de mercancías.
Arcediano. Dignidad eclesiástica de las iglesias catedrales, siguiente al deán en
importancia.
Asiento, asentista. Los “asientos” eran contratos por los cuales el rey concedía a un
particular (el “asentista”) el derecho de administrar y recaudar los derechos
correspondientes a un ramo de la real hacienda, como el impuesto sobre el pulque.
Atarazanas. Astillero y arsenal naval; fortificación.
Atecas. También llamados achicadores; trabajadores ocupados de extraer el agua de las
minas.
Audiencias pretoriales. Las presididas por un gobernador, como era el caso de la de
Guadalajara.
Ayuda de costa. Pensión otorgada por la Real Hacienda a alguna persona, por sus méritos y
servicios.
Barretero. En las minas, operario dedicado a la extracción de mineral con pico y barreta;
era un trabajador calificado, mejor retribuido que los peones dedicados a acarrear agua o
minerales.
Borrasca. En minería, el hecho de perderse la veta.
Caballería. Medida agraria de superficie equivalente a 42.8 hectáreas.
Cabezón, encabezonamiento. El “cabezón” era el contrato establecido entre el rey y una
corporación o persona particular a la cual se concedía la administración y recaudación de
un ramo de la real hacienda, como el impuesto de la alcabala; se remataban en pública
subasta y se concedían a quien ofrecía mejores condiciones y posturas. El beneficio se
hallaba en la diferencia entre lo que ofrecía pagar al rey y lo que obtenía del público. A esta
práctica también se le denominaba “encabezonamiento” (de poner “en la cabeza de”).
340

Caciques. Indígenas reconocidos por la Corona como descendientes de los principales


señores de la época prehispánica, y por tanto poseedores de privilegios de honra, exención
de servicios personales y de tributos. Los más importantes recibieron en el siglo XVI
rentas, tierras y encomiendas.
Caja de comunidad. Caja, generalmente con tres llaves depositadas en otras tantas
autoridades para mayor seguridad, donde se depositaban los fondos provenientes de las
propios y otras rentas de los pueblos de indios.
Calpisque o calpixque. Voz nahua equivalente a mandón; funcionario indígena designado
para organizar el trabajo personal y recoger el tributo.
Canónigo. Eclesiástico adscrito a una iglesia catedral, y que disfrutaba el beneficio de una
canonjía o prebenda.
Capellanía. Derecho vitalicio a una renta anual que recibía un clérigo, proveniente de una
obligación sobre ciertos bienes inmuebles establecida por el fundador. Implicaba la
obligación perpetua de celebrar ciertas misas.
Capitán. En las minas, trabajador responsable de organizar y supervisar el trabajo.
Censo. Obligación impuesta sobre una propiedad inmueble, que implicaba el pago de un
canon o rédito anual.
Chantre. Prebendado de la catedral que dirigía el coro en los responsos e himnos.
Coroza. Capirote de papel en forma de cucurucho que se ponía a los sentenciados por la
Inquisición en los autos de fe, con figuras que aludían a su delito.
Curas. Los beneficiados eran clérigos que mediante un concurso de oposición obtenían
una parroquia como beneficio absoluto y sin límite de tiempo, siempre que cumplieran con
sus obligaciones.Los vicarios eran los ayudantes o tenientes de los curas párrocos,
especialmente donde la parroquia era muy extensa o rica o era necesario el conocimiento de
una lengua indígena que no dominaba el beneficiado. Los coadjutores eran asimismo
ayudantes del cura párroco, pero a diferencia de los vicarios tenían un nombramiento que
venía del obispo o contaba con su aprobación; tenían asimismo mayores ingresos y
autoridad.
Damnificar. Causar daño.
Deán. Dignidad de las iglesias catedrales, que presidía el cabildo eclesiástico en ausencia
del obispo.
Defender. Además de su sentido moderno, vale también en esta época por “prohibir”
Desautoridad. Lo contrario a la autoridad..
Deservicio. Lo contrario al servicio, particularmente del rey y de Dios.
Diácono, subdiácono. Personas que han recibido las órdenes mayores, que los incorporan
al orden eclesiástico sin que puedan aún desempeñar funciones sacerdotales que requerían
la ordenación como presbítero. Los subdiáconos se desempeñaban habitualmente como
asistentes en las misas y como maestros de doctrina de los niñosa; los diáconos además
solían predicar.durante los servicios.
Diezmo. Contribución que se cobraba para el sostenimiento de la Iglesia sobre todos los
productos agropecuarios, equivalente a un décimo de la producción. Los indígenas estaban
exentos siempre que no cultivaran productos europeos.
Dende. Desde ahí
Dignidades. Los beneficios eclesiásticos delas iglesias catedrales, como los de deán,
arcediano, chantre, maestrescuela y tesorero.
Doctrineros. Los religiosos de órdenes regulares que se desempeñaban como párrocos en
pueblos de indios.
341

Ducados. Moneda “de cuenta” o de referencia utilizada en las ordenanzas y otras


disposiciones; en la práctica, se recurría a convertir esta cantidad en monedas “corrientes”.
Embijes. Pintura corporal, particularmente la utilizada por los indios de la frontera norte
del virreinato.
En faz de la Iglesia. Ante la Iglesia; dícese especialmente de los matrimonios celebrados
de acuerdo a las ceremonias establecidas.
Esclavonía. Esclavitud; también conjunto de esclavos.
Estancia de ganado. Unidad para la medición de superficie de pastos, que inicialmente
excluía su utilización agrícola; la de ganado mayor equivalía a 1750 há., y la de ganado
menor a 780 há.
Excomunión mayor, o latae sententiae. Excomunión amplia, que excluye al afectado de
la comunión con los creyentes, inhabilita para recibir sacramentos y para ejercer el
ministerio. Se produce por el mismo hecho de cometer el acto censurado, sin necesidad de
declaratoria expresa.
Exequibles. Asequibles, oportunas, realizables.
Factor de su majestad. En el siglo XVI, recaudador de las rentas reales.
Fanega. Unidad de capacidad equivalente a 55.5 litros; por extensión, unidad agraria donde
podía recogerse esta cantidad de cereales. La fanega de sembradura de trigo variaba entre
3.5 y 5.3 há.
Fuero. Conjunto de leyes y privilegios aplicables a un grupo en particular, sea de oficio
(como el eclesiástico y militar) o de nación (como los vascos).
Galeras, galerías. En la minería, túnel que recorre el yacimiento siguiendo la dirección de
las vetas.
Pena de galeras. Servicio forzoso en la flota real, que en el Mediterráneo estaba compuesta
básicamente por galeras, o barcos de remos.
Gentiles. Los paganos, y en este caso indígenas no convertidos al cristianismo.
Granjería. Cualquier actividad lucrativa.
Hermandad o hermandad general. Cuerpo de vigilancia rural, que en la Nueva España
fue absorbido por los ayuntamientos; es antecedente del Tribunal de la Acordada.
Hijosdalgo. Personas que pertenecen a un linaje reconocido como noble, exentas por lo
mismo de ciertas contribuciones cobradas generalmente a todos los súbditos.
Huebra. Medida de tierra equivalente a la extensión que labraba una yunta de bueyes en un
día.
Idiota. En esta época, persona que no sabe leer ni escribir.
Inconocidos. Desconocidos.
Islas de Barlovento. El conjunto de islas que actualmente se denominan Pequeñas Antillas.
Justicia. Además de su acepción moderna, alude al funcionario que representa la justicia
del rey en determinado lugar.
Leguas. Medida de longitud de extensión variable, que en Nueva España equivalía
aproximadamente a 4.200 m.
Lengua (en referencia a una persona). Traductor.
Limpieza de sangre. Requisito establecido para ciertos cargos y dignidades, que obligaba
al solicitante a probar que sus padres y abuelos no habían sido musulmanes, judíos o
procesados por la Inquisición.
Lumbrera. En minería, el túnel que va hacia la superficie, destinado a introducir aire o
desaguar las galerías.
342

Maravadises. En Nueva España, moneda “de cuenta” equivalente a la trigésima cuarta


parte de un real, que era utilizada par calcular multas o pensiones en las monedas
“corrientes”, como el peso y los reales.
Naborío. Indígena separado de su pueblo, que servía a los españoles.
Novísimos. En el catolicismo, las postrimerías del hombre: muerte, juicio, infierno y gloria.
Oficiales. Los funcionarios del rey.
Oficios de pluma, de toga y de espada. El servicio del rey se dividía en oficios “de
pluma” (los puestos burocráticos en general), “de toga” (que requerían conocimientos
jurídicos) y “de espada”, esto es, los que tenían funciones militares
Partido. En las minas, cantidad de metal que excedía al tequio o tarea, que se dividía entre
el empresario y el trabajador.
Pechos. En sentido genérico, impuesto o contribución pagada al rey.
Peso. Moneda de uso corriente; el común equivalía a ocho reales. El peso de oro “de
minas” era moneda “de cuenta” que tenía mayor valor.
Pósito. Granero municipal e institución de control y comercialización del abasto del trigo.
Principales. Indígenas reconocidos por la corona como descendientes de los señores de la
época prehispánica, o bien ascendidos a tal categoría por sus servicios a la Iglesia o al rey.
Había principales que eran asimismo caciques, y otros de segundo rango.
Propios. Fondos pertenecientes en común a un ayuntamiento o cabildo; podían consistir en
tierras previstas para este fin al momento de la fundación, o bien diferentes ingresos por
concepto de rentas e impuestos.
Provisor (del Obispado). Los provisores eran jueces a cargo de todas las causas judiciales
que caían dentro de la jurisdicción episcopal.
Pueble. En las minas, cada grupo de trabajadores que ingresaba simultáneamente a la
galería para realizar la extracción.
Quinto real. Impuesto que se cobraba sobre la producción minera; por concesión real, se
recaudaba solamente un décimo. La contribución íntegra se mantuvo para los metales
preciosos “de rescate”, que se obtenían por concepto de botín o de comercio con los
indígenas.
Ración. Rentas que recibían algunos clérigos adscritos al servicio de distintas funciones de
las iglesias catedrales; la ración podía ser entera o media.
Ramona. Balanza de brazos desiguales; da origen a un verbo, “romanear”.
Rayador. En las minas, trabajador encargado de anotar las jornadas de trabajo; asimismo
era responsable de otras labores de organización y supervisión.
Real. Moneda fraccionaria de uso corriente, equivalente a la octava parte de un peso.
Recogedores. En la minería, personas que por comisión de un empresario se dedicaban a
capturar reales o supuestos “vagos” para que trabajaran de manera forzada en las minas
durante una jornada.
Reforma. En asuntos militares, la “reformación” de plazas es su supresión; también se
aplica a los militares retirados o milicianos que habían cumplido su periodo de servicio, a
los que se llamaba “reformados”.
Remanecer. Ocurrir u ofrecerse alguna cosa inesperada.
República. La “cosa pública”, eso es, el gobierno, familias principales y común de un lugar
poblado y reconocido como tal por la Corona. Se aplicaba tanto a las ciudades y villas de
españoles como a los pueblos de indios. Por extensión, el conjunto de los súbditos.
Rescate. El “rescate” era lo que se obtenía por medio de comercio con los indígenas,
aunque en ocasiones estas transacciones se diferenciaban poco del saqueo.
343

Retrete. Aposento pequeño y privado de un funcionario.


Sambenitos. Capote o sobrevesta con una cruz roja aspada, que llevaban los reos
condenados por la Inquisición.
Sede vacante. El periodo que transcurría entre el fallecimiento o remoción de un obispo y
el arribo de su sucesor; en estas circunstancias gobernaba el obispado el cabildo
catedralicio.
Seno Mexicano. El Golfo de México.
Sisa. Imposición que se cobraba sobre los comestibles que entraban a las ciudades.
Situados. Partidas previstas por la Real Hacienda para sostenimiento de guarniciones y
otros gastos gubernamentales en regiones de frontera marítima o terrestre dependientes del
virreinato.
Solar. Medida agraria de superficie de extensión variable, correspondiente
aproximadamente a un sexto o un cuarto de hectárea; se concedía para edificar casa y
huerta en las villas y ciudades de españoles.
Sobrecarta, sobrecartar. Decíase de las disposiciones que mandaban cumplir un
mandamiento anterior que por alguna razón no había sido ejecutado.
Sobreseer. Cancelar o declarar que no ha lugar la ejecución de un mandamiento o petición.
Tamenes. Los tamemes o indios cargadores eran el principal sistema de transporte
mesoamericano. Los españoles retomaron el sistema para su beneficio, pero llevando a los
cargadores con excesivos pesos y a largas distancias, lejos de sus pueblos. La Corona trató
de prohibir la práctica, aunque tuvo que tolerarla en muchos casos donde no había otra
opción de transporte. Los tamemes fueron desapareciendo paulatinamente al difundirse la
arriería.
Tapia. Probablemente “tapisque”, término más bien inusual para referirse a indios que
daban servicio a los españoles.
Tequio. Nahuatlismo por “tarea”; en la minería, cantidad mínima de mineral que el
trabajador debía extraer cada jornada.
Tequitato, tequitlato. Voz nahua; designa un funcionario indígena encargado de la
recolección del tributo.
Tiro. Enla minería, túnel vertical que comunica las galerías entre sí y con la superficie.
Trasunto. Copia o transcripción de un documento.
Vara. Medida de longitud equivalente a 0.84 m.
Veedor de su majestad. En los primeros años de la conquista, encargado de la recaudación
de las rentas reales.
Vientos. Rumbos o puntos cardinales.
344

OBRAS DE REFERENCIA

La presente antología no pretende ni puede abarcar la entera riqueza temática de la


documentación virreinal. El investigador y el curioso lector pueden ampliar su revisión de
textos en los Cedularios de Vasco de Puga, Diego de Encinas, Alonso de Zorita y la
Recopilación de Ventura Beleña, que son excelentes compilaciones coloniales de
disposiciones y ordenanzas, ordenadas cronológica y temáticamente. De este mismo
periodo es la colección de ordenanzas sobre talleres artesanales y obrajes de Francisco del
Barrio Lorenzot.
En nuestros tiempos, Alberto María Carreño y Mariano Cuevas publicaron valiosas
recopilaciones que atienden a la materia eclesiástica. La enciclopédica y pionera colección
documental de Silvio Zavala es fundamental para cuestiones laborales y económicas, y
proporciona también referencias valiosas sobre otros asuntos; de gran utilidad es asimismo
el vasto trabajo de Richard Konetzke. Sobre temas más específicos, son de consultarse las
obras de Ernesto de la Torre Villar, María Teresa Jarquín, José Luis Martínez y Francisco de
Solano. Para los ámbitos regionales, existen importantes obras realizadas por José Enciso,
Carlos Paredes, Thomas Naylor-Charles W. Polzer y Francis V. Scholes.
El interesado en fuentes coloniales de un carácter más literario (crónicas,
descripciones) puede consultar varias ya publicadas o bien remitirse a las antologías de
Miguel León-Portilla et al., Historia documental de México y de Ernesto de la Torre Villar,
Lecturas históricas mexicanas. El Archivo General de la Nación ha editado asimismo varios
documentos valiosos, y su Boletín, especialmente en las primeras décadas, es de mayor
utilidad.

La administración de frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadragésimo sexto virrey


de México, México, Archivo General de la Nación, 1936, 2 v.
Ward Barret, La hacienda azucarera de los marqueses del Valle, México, Siglo XXI, 1977,
286 p.
Arthur Scott Aiton, Antonio de Mendoza, first Viceroy of New Spain, Durham, Duke
University, 1927, xii-240 p.
345

Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México. Estudio etnohistórico, 2a. ed.,
México, Fondo de Cultura Económica, 1972, 374 p.
Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México. 1571-1700, México, Fondo de Cultura
Económica, 1988, 622 p.
___________, Del gachupín al criollo; o de cómo los españoles dejaron de serlo, México,
Fondo de Cultura Económica - El Colegio de México, 1992, 234 p.
Manuel Alvarado Morales, La ciudad de México ante la fundación de la Armada de
Barlovento. Historia de una encrucijada (1635-1643), México, El Colegio de
México – Universidad de Puerto Rico, 1983, 288 p.
Kenneth R. Andrews, The Spanish Caribbean. Trade and Plunder, 1530-1630, London, Yale
University Press, 1978, vii-268 p.
Christon Archer, El ejército en el México borbónico. 1760-1810, México, Fondo de
Cultura Económica, 1983, 416 p.
Francisco del Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios de la Nueva España, ed. Genaro
Estrada, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1920, vi-302 p.
Carmen Bernard y Serge Gruzinski, De la idolatría. Una arqueología de las ciencias
religiosas, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, 228 p.
Gildes Bernard, Le Secretariat d`Etat et le Conseil espagnol des Indes (1700-1808),
Genėve, Droz, 1972, viii-296 p.
Woodrow Borah, El Juzgado General de Indios en la Nueva España, México, Fondo de
Cultura Económica, 1985, 488 p.
___________ (coord.), El gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1985, 252 p.
David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, (1763-1810), México,
Fondo de Cultura Económica, l975, 500 p.
___________, Una Iglesia asediada: el obispado de Michoacán, 1749-1810, México, Fondo
de Cultura Económica, 1994, 304 p.
José Antonio Calderón Quijano, El Banco de San Carlos y las comunidades de indios de
Nueva España, Sevilla, Banco de España, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1963, 144 p.
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