Sie sind auf Seite 1von 4

Clase de Teoría de la Forma

Abril 25 de 2007
P. Luis Moros.

Cada situación en la que debemos dar una respuesta (una


argumentación) y donde lo que prevalece es lo probable (lo verosímil)
más que la evidencia (los hechos fácticos), estamos ante una situación
retórica. Es decir, ante una situación donde nos podemos servir de la
tejné retórica aristotélica para «persuadir» a un auditorio en favor de
nuestros argumentos. Tal es la naturaleza de la deliberación, que es
natural en el hombre y cuyos procedimientos pueden estudiarse y
enseñarse. Partiendo de la premisa postulada por el propio Aristóteles:
“Todo lo que se hace por costumbre puede teorizarse” surge el canon de
la Retórica; este canon propone la existencia de las cinco partes que
componen este procedimiento. Partiendo de que el problema en el
discurso es saber, primero, qué debemos decir y luego cómo, surgen
estas cinco partes del hacer retórico: la Inventio, la Dispositio, la
Elocutio, la Memoria y el Actio.

Inventio (invención)

Trata sobre el modo como encontramos lo que debemos decir o hacer


(de hecho su nombre proviene de la palabra invenire, encontrar).
Aristóteles habla de que, dada una situación, es en la invención donde
encontramos y descubrimos los lugares (topoi) para el caso: se trata de
argumentos que Aristóteles trata como lugares comunes. Los topoi o
lugares comunes son, por ello, llamados tópicos de invención, pues
recurrimos a ellos para argumentar. Los tópicos de invención serían, por
ejemplo, los de a) Definición (género/especie) b) División (parte/todo) c)
De relación (causa efecto, antecedente/consecuente, de los contrarios),
e) De circunstancia (posible/imposible, pasado/futuro) f) De autoridad
(leyes, documentos, máximas). Y existen también tópicos especiales
para los discursos judicial, deliberativo y epidíctico.
Muchas veces nos referimos a lugares comunes peyorativamente, pero
en realidad ellos aseguran la comunicación, pues están instaurados en la
memoria colectiva. En algunos casos, y para ciertos juicios, requerimos
de lugares nuevos (tópicos para cosas de las que antes no teníamos
noticia, como el calentamiento global, que nos lleva a una nueva tópica
como la de la sustentabilidad). Pero los lugares nuevos siempre están en
relación dialéctica con los lugares comunes, pues la comunicación debe
asegurarse antes de postular nuevas ideas. Un ejemplo de ello son los
cuadros cubistas, que trataban de inaugurar una nueva forma de
representar el espacio y el tiempo, pero para hacerlo debían recuperar
los lugares comunes de la pintura tales como la “naturaleza muerta” o el
“bodegón” para, a partir de ahí, establecer su nueva tópica perceptiva.

1
Dispositio (disposición)

La disposición trata sobre el orden de las partes, sobre la organización


de la cadena de argumentos que componen un discurso; allí se decide el
recorrido que debe seguir la argumentación para persuadir al receptor.
En la antigüedad, la disposiitio fue organizada en torno al discurso oral y
se componía de cuatro partes, el exordio (destinado a iniciar el discurso
de manera de ganarse emocionalmente al auditorio); la narratio
(relación de hechos), la argumentatio (exposición de nuestros
argumentos) y la peroratio o epilogo. La disposición está arreglada para
apelar tanto al juicio como a las emociones, ya que en el exordio uno
puede establecer su propia autoridad (se apela al ethos) en la narración
y la argumentación se recurre a los argumentos lógicos (se apela al
logos) y la conclusión se arriba al final de forma emotiva (se apela al
pathos).
La dispositio como concepto retórico se ha extendido desde entonces a
una consideración más amplia. Por ejemplo, con el surgimiento del libro,
varias partes fueron estableciéndose para ordenar el discurso
(introducción, proemio, prólogo, capítulo, subcapítulo, inciso, conclusión,
epílogo, etcétera) El índice de un texto o de una tesis es una forma de
dispositio, y todos sabemos que su organización es fundamental. Pero
llevando el concepto más lejos, podemos decir que todos los artefactos
retóricos, un edificio, una traza urbana, una película, una página web, un
plan de estudios, una legislación, el organigrama de una institución o un
manual de puestos, tienen todos una disposición construida por las
convenciones sociales. Es de hecho su disposición lo que decide qué se
puede o no hacer; qué jerarquías hay qué considerar. Se trata del
esqueleto del argumento y por tanto persuade ya desde su propia
organización: introduce orden en la argumentación.

Elocutio

La investidura que un autor da a su lenguaje para alcanzar sus objetivos


entra dentro de la elocutio. Para un escritor, es la manera en que algo es
expresado, el resultado de aspectos tales como la elección de las
palabras, el tono del discurso o las decisiones sintácticas. La elocutio se
define así como el arte de hallar la adecuada expresión de las ideas,
pensando más en el “cómo” decir que en lo que deba decirse.
Desde una perspectiva retórica la elocutio no es incidental,
suplementario o superficial, ya que la manera en que las ideas son
expresadas define la forma en que impactará sobre el receptor o
auditorio. A menudo la retórica ha sido disminuida al estudio de los
efectos de las figuras de la elocución, que son el cuerpo donde se
estudian las figuras retóricas. Esta disminución la hace aparecer como
un arte puramente ornamental. Sin embargo, operando dentro de todo
el sistema (es decir, sabiendo que la elocución procede de la invención y

2
de la disposición) sabemos que toda expresión trae una carga a la que
es sensible el auditorio; por lo que la elocutio no es un simple
revestimiento, sino una parte fundamental del argumento.
Si la retórica otorga una importancia crucial a la lexis (el léxico) y a las
expresiones, es porque sabemos que «el fondo es forma». De esta
manera la ornamentación (que viene del latín ornare- equipar, surtir) no
es en la retórica clásica un concepto vacío, sino una forma de alimentar
el discurso para alcanzar sus objetivos.
La elocutio se ha basado en una amplia categorización de las llamadas
«figuras retóricas»: la metáfora, la sinécdoque, la metonimia, la ironía, la
paradoja, etcétera. Las figuras son esquemas en los que los argumentos
pueden ser vertidos según diversos propósitos, y es su modo de
operación lo que hace que las ideas anclen de un modo u otro en la
percepción y en el juicio. La categorización y estudio de las figuras es
entonces un aspecto central de la elocutio.
Las figuras tienen esquemas que permiten incidir sobre las emociones,
sobre la autoridad y el carácter del orador, sobre la credibilidad, claridad
y coherencia de las ideas, por lo que sus diversos modos pueden apelar
al ethos, al logos y al pathos. Para Hermógenes, cuya aportación a la
tradición fue la definición de Las virtudes de la Elocuencia: claridad,
grandeza, belleza, rapidez, carácter, sinceridad y fuerza.

Memoria

La cuarta parte de la retórica, la memoria, es uno de los cánones más


olvidados en esta técnica argumentativa. En principio, la memoria
parece estar ligada únicamente a la actividad mnemotécnica, en la que
el orador retiene en la mente su discurso. Sin embargo, el concepto de
memoria en la teoría retórica va más allá: se refiere a la necesidad que
tiene el productor de aprender diversos tópicos que puede usar en
cualquier momento de la deliberación, es decir, se relaciona con el
depósito de los tópicos o lugares que pueden usarse libremente en el
discurrir y, por tanto, la memoria está relacionada con la inventio.
La memoria se refiere así al catálogo o enciclopedia al que es posible
recurrir para improvisar y conseguir los objetivos propuestos. La Retórica
para Herennio llama a la memoria “el atesoramiento de las cosas
inventadas” y su uso. La relaciona con el concepto retórico de
oportunidad (kairos), ya que los tópicos conocidos pueden ser
convocados según las necesidades del contexto y la situación. La
capacidad de memoria es una virtud que permite demostrar la posesión
de una amplia información a la que se puede apelar, ganando así
efectividad ante una audiencia.

Actio

La Acción es otra de las cinco partes de la retórica que, junto con la

3
Elocutio, tiene que ver más con el «cómo» que con el «qué» de la
actuación retórica. En la antigüedad se refería a los gestos, a las formas
de vestir o la escenografía que envuelve al orador con propósitos
persuasivos. Por ello se relaciona sobre todo con ethos o con el pathos:
el carácter de quien enuncia y las emociones que suscita. Como la
memoria, es otra de las partes de la retórica que menos tratamiento ha
recibido en la actualidad. Sin embargo, sabemos que la Acción o Puesta
en Escena de los argumentos es fundamental, sobre todo en una época
altamente tecnologizada, donde la definición de las pantallas, la viveza
del color, la calidad de las impresiones o la riqueza de las texturas
resultan imprescindibles para que los argumentos alcancen su objetivo.
En el cine podríamos llamarlo “realización”, “postproducción”, que
resultan hoy ser tan sofisticados como la Invención misma y por ello la
Actio tendría que ser revitalizada como elemento fundamental de la
retórica contemporánea.

Das könnte Ihnen auch gefallen