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LA INTELIGENCIA
La inteligencia psicométrica
La inteligencia práctica
El modelo de proceso dual de la inteligencia
LAS ETAPAS DEL DESARROLLO
INTELECTUAL
Ampliación de la teoría de Piaget
Etapas de la cognición del adulto
¿CAMBIA LA INTELIGENCIA CON LA EDAD? Análisis del declive La razón de la continuidad de un alto rendimiento
Aspectos del cambio intelectual
SUMARIO
Los conductores de camiones de leche realizan entregas diarias a los supermercados, restaurantes,
hospitales y cantinas escolares. Entre sus funciones se encuentra la de determinar el costo de cada entrega y en las
plantas de salida les suministran albaranes de entrega estándar. Cuando el conductor entrega cada producto, da
entrada a cada uno de ellos, el número de unidades y el precio marcado. La lista de precios de la compañía muestra
el precio por unidad de cada artículo, como el precio por litro o medio litro de leche con chocolate. Sin lugar a dudas,
la forma más clara para que rellene el albarán es multiplicar el número de unidades de cada artículo por el precio
unitario, como se le enseñó en la escuela.
Pero cuando los investigadores estudiaron a los conductores de entregas al por mayor en su trabajo,
descubrieron que sólo los novatos que estaban aprendiendo sus rutas calculaban los precios de este modo (Scribner,
1986). Los conductores experimentados resolvían problemas de estructura similar de varias formas; uno de ellos, por
ejemplo, empleaba veintitrés procedimientos distintos para rellenar los albaranes de entrega de ocho pedidos. A
veces replanteaban el problema, cambiando problemas de multiplicación a otros que podían resolverse por medio de
una suma o una resta. Alternaban uno u otro con facilidad entre las cajas y los precios por unidad. Cada uno de los
métodos que empleaban eran sin duda los que requerían menor esfuerzo, permitiéndoles resolver lo que parecían
complicados problemas de multiplicación sin tener que usar lápiz o calculadora. Eran rápidos y precisos. Sin
embargo, cuando se les daba un examen escrito de problemas de multiplicación decimal cometían errores.
Cuando los investigadores pasaron del laboratorio al mundo exterior, vieron que los adultos resolvían los
problemas adaptándose a las circunstancias, organizando sus respuestas en términos de los siempre cambiantes
factores del momento y sus propias metas y conocimientos (Scribner, 1986). Los procedimientos de tests
convencionales puede que no dejen ver tales habilidades. El pensamiento que se utiliza en la resolución satisfactoria
de los problemas prácticos de la vida depende de un almacén de conocimiento general y acumulación de hechos, así
como en las habilidades para resolver problemas.
En este capítulo empezamos examinando los principales enfoques para estudiar la inteligencia en los
adultos. Tras explorar las visiones psicométricas y prácticas de la inteligencia, consideraremos la posibilidad de que
la teoría de la inteligencia de Piaget necesite una etapa adicional para acomodar el pensamiento de adulto. Luego
veremos la perspectiva del desarrollo cognitivo del adulto, que se basa en las tareas habituales que nos encontramos
en las distintas etapas de la vida de adulto. Abordaremos el tema del cambio intelectual y evaluaremos los posibles
declives y los modos en que los adultos pueden compensarlos. Posteriormente consideraremos un factor que a
menudo se omite en las discusiones sobre la cognición: los efectos de la personalidad, el estilo de vida y la salud en
la inteligencia. El capítulo termina con un repaso de la educación del adulto y el análisis de los principales objetivos
del estudiante adulto.
LA INTELIGENCIA
La dificultad de definir la inteligencia no desaparece cuando los psicólogos tratan de trazar el desarrollo intelectual en
los adultos. En todo caso, se vuelve más complicada. Puesto que la mayoría ya no están estudiando
académicamente, no existe un fondo común de información que todos estén tratando de dominar a un mismo tiempo.
Cada persona, según sus intereses y ocupación, está especializándose en un cierto tipo de conocimiento, tanto si es
para conseguir que el motor de un coche siga funcionando o para dirigir una corporación con éxito. Aunque el
conocimiento base de una persona -e1 almacén de hechos y conocimientos acumulados- sea ciertamente un aspecto
de la inteligencia, no supone un baremo adecuado para valorar el pensamiento en un mundo especializado. Algunos
psicólogos creen que una mejor forma de medir la inteligencia, ya sea considerándola como una habilidad separada o
general, es observar cómo la gente realiza las tareas sencillas que requieren memorización, cálculo, comprensión y
resolución de problemas.
Los investigadores han considerado medios alternativos de observar la inteligencia en los adultos. Algunos han
sugerido que la capacidad para hacer planes, tomar decisiones y corregirlas es un buen modo de valorarla.
Algunos han apuntado a la agilidad mental -la rapidez con la que una persona responde a un problema o situación-.
Otros confían en las habilidades académicas y logro educacional. Algunos han empleado las puntuaciones de los
tests. Y otros creen que la habilidad para razonar en las situaciones prácticas de cada día es el distintivo de la
inteligencia. Ninguna de estas alternativas es enteramente satisfactoria, puesto que cada una se enfoca en un
aspecto diferente de la misma. Cuando estudiamos su desarrollo a través del ciclo de la vida, la mayor parte de los
investigadores suelen usar un enfoque psicométrico o práctico.
La inteligencia psicométrica
Los investigadores que han utilizado el enfoque psicométrico siguen los cambios a lo largo del ciclo de vida
midiendo el rendimiento de los adultos con tests estándar. En el Capítulo 12 vimos cómo tales tests, basados en las
teorías de factores de la inteligencia, estaban diseñados para valorar las habilidades de los niños en tareas que eran
necesarias para tener éxito en la escuela. Al utilizar tareas distintas para grandes grupos de adultos de diferentes
edades, los investigadores esperan mostrar los cambios relacionados con la edad en varios aspectos de la misma.
No todos los investigadores se sienten a gusto con el enfoque de la psicometría respecto a la inteligencia de
los adultos. Creen que existen varios factores que hacen que los tests de CI no sean muy eficientes para medirla. La
mayor parte de estos tests han sido adaptados para los jóvenes y puede que no sean relevantes para el
funcionamiento de la inteligencia de los individuos de mediana edad o mayores. Los temas de los tests mentales
necesitan el tipo de razonamiento que se valora en clase. Cada tarea se define claramente, incluye toda la
información necesaria para su resolución, sólo tiene una respuesta correcta y por lo general sólo hay un método de
resolverla (Wagner y Sternberg, 1986). Los que confeccionan los tests han de extraer las tareas de la vida cotidiana
para poder hacerlos. A fin de poder resolverlos, una persona ha de ignorar las influencias que el que ha hecho el test
ha eliminado, aun cuando pudieran afectar al problema si éste tuviera lugar en la vida real. Los adultos suelen
encontrar que las premisas de tales problemas están supersimplificadas. Una persona de 55 o 60 años al verse ante
un problema así puede rebelarse, deseando «ceñirse a los hechos», porque su experiencia le indica que la solución
que se ofrece no es real (Labouvie-Vief, 1985).
Los resultados de los tests de CI están muy relacionados con el éxito escolar y son una buena forma de
predecir la competencia en puestos iniciales en profesiones como ingeniero, piloto y programador de ordenadores
(Willis y Schaie, 1986). Esto hace de los tests una potente herramienta para algunos jóvenes. Sin embargo, los
resultados de los tests sólo están ligeramente relacionados con el éxito en la mayor parte de los trabajos, con una
correlación de aproximadamente un +0,20 (Wagner y Sternberg, 1986). Aparentemente, el CI indica sólo una porción
de las competencias intelectuales que son importantes en el mundo del adulto -hallazgo que no es sorprendente, tras
nuestra discusión en el Capítulo 12 acerca de la inteligencia-. Descontentos con un enfoque que limita la inteligencia
a las habilidades académicas, un número creciente de psicólogos del desarrollo se ha centrado en los aspectos
prácticos para el estudio de la misma.
La inteligencia práctica
Bajo los aspectos prácticos de la inteligencia se encuentra la visión de que el desarrollo es un proceso activo
de adaptación al entorno que dura toda la vida (Dixon y Baltes, 1986). Puesto que el desarrollo humano tiene lugar en
un contexto social, la inteligencia se estudia mejor dentro del contexto en el que se utiliza. Por tanto, la forma
adecuada de medir la inteligencia del adulto es a través de la habilidad de las personas para resolver las exigencias
de las tareas de sus vidas cotidianas. En esta visión contextual, los investigadores suponen que el conocimiento
general acumulado, la experiencia y la maestría de un individuo en varios campos afecta el modo en que las
personas piensan y realizan las tareas. Los adultos se desenvolverán bien en las que hagan uso de habilidades que
emplean normalmente en sus trabajos o vida cotidiana y no les saldrán tan bien en las que tengan que recurrir a otras
que no utilicen demasiado -o no han usado desde que dejaron la escuela-. Dada la gran diversidad de las
experiencias y maestrías de los adultos, las diferencias entre individuos pueden aparecer en la naturaleza del
pensamiento y el patrón evolutivo de las habilidades cognitivas. La proximidad de la inteligencia práctica respecto al
funcionamiento cotidiano supone un modo mucho más valioso de contemplar la inteligencia en el transcurso de cada
década de la vida de un adulto. Cuando valoramos los adultos mayores y de mediana edad sólo en términos de
inteligencia psicométrica, es probable que infravaloremos su aptitud intelectual para realizar diferentes tareas, su
capacidad para adaptarse a las distintas situaciones y su forma de resolverlas en la vida diaria (Dixon y Baltes, 1986).
Cuando se pide a los adultos de mediana edad o mayores que resuelvan problemas relacionados con el propietario
de su casa, relaciones sociales, trabajo y asuntos financieros, ofrecen soluciones más efectivas que los jóvenes
(Cornelius y Caspi, 1987).
Estudios longitudinales
Los estudios longitudinales nos permiten examinar los cambios en los individuos y nos ayudan a corregir
cualquier distorsión debida a los efectos de la cohorte (véase Capítulo 1). Los efectos de la cohorte, que
generalmente son los responsables de las diferencias en los CI, reflejan una mejora en la salud y la educación en las
generaciones posteriores, así como un mayor enfoque en las habilidades cognitivas en la mayoría de las
ocupaciones (P. Baltes, 1987). A lo largo de este siglo, la salud de cada generación se ha aprovechado de la mejor
nutrición y la conquista de las enfermedades infantiles, el conocimiento del mundo por parte de la gente se ha
ampliado gracias a una mayor educación, experiencia con tecnología sofisticada y una niñez entre radios y
televisores (Schaie, 1990b). Existen evidencias de los efectos sobre la inteligencia en las distintas generaciones.
Cuando se pasaron los tests de Cl en 1916, las puntuaciones subieron a la edad de 16 años y empezaron a
descender entre las personas de 20 años. En 1939, los Cl alcanzaron su cumbre a finales de los 20; en los 50, los Cl
todavía estaban subiendo a principios de los 30 años.
Entre los temas observados desde el nacimiento o principios de la niñez en los estudios intergeneracionales
de California, la mayoría de los adultos de mediana edad (36 a 48 años) mostraban un pequeño aumento en los CI
respecto a los jóvenes de 18 años (Eichorn, Hunt y Honzik, 1981). No obstante, algunos individuos mostraron
grandes aumentos o pérdidas en los CI. La mayoría cuyos Cl aumentaron mucho habían viajado bastante fuera de
Estados Unidos, se habían casado con un cónyuge cuyo CI era al menos 10 puntos superior al suyo o ambas cosas.
Entre los que sus CI descendieron, la mayor parte bebían mucho y tenían serios problemas de salud. Cuando se les
volvió a hacer el test doce años más tarde (a los 48 hasta los 61 años), las puntuaciones del grupo en general
continuaron mejorando hasta los 54 años, reflejando su mayor cantidad de conocimiento y experiencia. Después sus
puntuaciones continuaron mejorando en los tests orales, pero descendieron en los de rendimiento que dependían de
la velocidad (Sands, Terry y Meredith, 1989). El efecto de los factores sociales y culturales de los tests era claro: las
puntuaciones mejoraban en los temas que los adultos trataban a menudo, tanto en la vida cotidiana o en los medios
de comunicación, pero disminuían en los temas que no formaban parte de su vida.
Los padres de estos participantes, todos ellos miembros del estudio de Berkeley de las generaciones más
mayores, habían realizado pruebas regularmente durante cincuenta años y sus CI también mostraban el clásico
patrón de envejecimiento (D. Field, Schaie y Leino, 1988). Entre los «jóvenes» del grupo (entre 74 y 84 años), el 62
por 100 no dio muestras de un declive en las habilidades orales (algunos incluso parecían haber mejorado) y el 44
por 100 del grupo de los más mayores (entre 85 y 93 años) no mostró descenso alguno. El declive en los tests de
rendimiento fue, sin embargo, general, fueron sólo un 15 por 100 de los del grupo de 74 a 84 y un 6 por 100 entre los
del segundo, que no dieron muestras del mismo.
El estudio longitudinal más importante llevado por Warner Schaie (1989ª, 1990ª, 199%) es de diseño
secuencial (véase Capítulo l). Ha seguido a los adultos desde 1956, midiendo sus CI cada siete años y añadiendo un
nuevo grupo de sujetos en cada medición. Las fechas de nacimiento oscilaban desde 1889 a 1959, por lo que el
estudio cubría todos los períodos de la etapa adulta. En la última prueba, los adultos más mayores tenían 81 años.
Los declives estadísticamente fiables aparecían en todas las cohortes durante la década de los cincuenta, pero eran
demasiado insignificantes como para afectar al rendimiento intelectual de forma que pudiera percibirse. Entre los 46 y
los 60 años el declive ascendió sólo 3 puntos de CI. Pocos individuos mostraban declives en todos los subtests, que
incluían significado verbal, orientación espacial, razonamiento inductivo, numérico y fluidez de palabra. A los 60, el 75
por 100 de los adultos no dieron muestras de declive al menos en cuatro de los cinco subtests de CI, y a los 81, más
del 50 por 100 todavía no lo demostraba al menos en cuatro de los subtests (Schaie, 1990b). Estos resultados nos
recuerdan que incluso si la media de CI desciende en la última etapa de la vida, muchas personas no muestran el
descenso hasta bien entrados los 70 y en algunos no se pueden detectar los primeros declives hasta principios de los
80 años.
Las diferencias entre generaciones también eran evidentes entre los adultos de este estudio. En los tests de
razonamiento inductivo (la habilidad de resolver problemas), el significado verbal (conocimiento de las palabras) y la
habilidad espacial, las generaciones más mayores lo hacían mejor que las jóvenes, y las dos cohortes de menor edad
(nacidos en 1952 y 1959) eran los que sacaron las puntuaciones más bajas en las habilidades de números. Los
análisis de Schaie indican que en los 90 la diferencia de edad en las puntuaciones de los jóvenes y de los mayores
jóvenes disminuirán notablemente y que los de 60 años podrán competir en igualdad de condiciones con los jóvenes.
Sin embargo, a medida que se vayan haciendo mayores, las deficiencias en la salud y otros cambios relacionados
con la edad volverán nuevamente a poner de relieve las diferencias de edad.
Algunos teóricos creen que la sociedad en sí misma puede jugar un rol importante en el declive cognitivo
relacionado con la edad (Schooler, 1990). Cada cultura tiene sus propias expectativas sobre las actividades y el
poder que son apropiados para los distintos grupos de edad. En esta cultura se espera que los adultos más mayores
no tengan poder y sean lentos pensando, cuando no infantiles (Heise, 1987). La presión social a través de una
jubilación temprana, un trabajo sin retos y la interiorización de las expectativas personales puede forzar a las
personas mayores a que adopten papeles desprovistos de poder que les exhorte a abandonar este tipo de
pensamiento.
Pérdida terminal
Algunos investigadores han sugerido que la conexión entre salud y los CI se reflejan en la pérdida terminal,
descenso crítico en las puntuaciones que aparece poco antes de la muerte. El descenso no está relacionado con la
edad (el período de tiempo desde el nacimiento), sino que lo está con la mortalidad (la distancia hasta la muerte).
Aparentemente es el resultado del deterioro físico En algunos estudios longitudinales estos declives agudos aparecen
hasta cinco años antes de la muerte; en otros se limitan a los últimos diez meses de vida.
Algunos investigadores han observado la pérdida terminal más clara en las habilidades de información
verbal; otros en las de rendimiento y otros en ambas. En el estudio secuencial de Schaie, del que hemos hablado
antes, la pérdida terminal apareció en cuatro subtests: significado de las palabras, fluidez oral, números y orientación
espacial (Cooney, Schaie y Willis, 1988). Los estudios recientes dan a entender que, aunque el declive pueda ser
general, es más fácil detectarlo en las habilidades orales (White y Cunningham, 1988). La pérdida terminal puede ser
más aparente en las habilidades orales, porque las cristalizadas generalmente no se ven afectadas por la edad.
Algún declive puede reconocerse fácilmente. Sin embargo, la inteligencia fluida normalmente desciende con la edad y
por tanto los declives «normales» oscurecen cualquier evidencia de pérdida terminal (Cooney, Schaie y Willis, 1988).
Por tanto, en un estudio de más de mil personas mayores, sólo las habilidades de vocabulario se relacionaban con el
tiempo que le quedaba a esa persona para morir. Entre estos adultos, la pérdida apareció aproximadamente dos
años antes de su muerte, pero no apareció en los adultos mayores de 70 años.
SUMARIO
LA INTELIGENCIA
La mayor parte de las investigaciones sobre el desarrollo intelectual del adulto exploran la inteligencia
psicométrica o práctica. Los estudios psicométricos observan la inteligencia a lo largo de la etapa adulta a través del
rendimiento en los tests de CI, utilizando tareas simples donde se ha de recurrir a la memoria, el cálculo, la
comprensión y la resolución de problemas. La inteligencia práctica estudia el crecimiento bajo la visión de que la
adaptación al entorno es un proceso activo que dura toda la vida. Toman una perspectiva contextual de la misma, en
la que ésta se demuestra por la aplicación del conocimiento, la maestría y la experiencia en los problemas cotidianos.
El modelo de proceso dual recurre a ambas tradiciones. En este modelo, la mecánica de la inteligencia puede
medirse a través de los tests psicométricos para las habilidades fluidas, pero sólo algunos aspectos de la pragmática
de la inteligencia pueden medirse por medio de los tests psicométricos para las habilidades cristalizadas.