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QUE LE HICIERON A
JESÚS SUS DISCÍPULOS
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durante ese periodo de tiempo, Jesús aleccionaba a sus discípulos
sobre el tema del Reino de Dios, y de este punto no se movió para
nada durante ese mes y medio. De modo que este asunto del Reino
de Dios fue algo crucial e importantísimo para Jesús, pues lo
motivó a hablarlo durante sus días finales en esta tierra. Debemos
entonces tomar conciencia de lo crucial de este tema del Reino de
Dios, ya que si no lo comprendemos en su real dimensión, no
captaremos la entera misión de Jesucristo como Salvador, Señor, y
Mesías. Recuerde que él mismo confesó: “...es necesario que
también a otras ciudades anuncie EL EVANGELIO DEL
REINO DE DIOS, PORQUE PARA ESTO HE SIDO
ENVIADO” (Lucas 4:43). Entonces está claro que Jesús
comenzó (Marcos 1:1,14,15) y finalizó (Hechos 1:3) su ministerio
hablando sobre el evangelio del Reino de Dios. ¡Esta fue la
verdadera razón por la cual Su Padre lo envió a este mundo hace
dos milenios! Ahora es menester que entendamos qué es ese Reino
de Dios en su real dimensión.
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pregunta NO fue---como sostienen algunos--- inoportuna, torpe,
aislada, y errada de un discípulo lento en entendimiento---¡Fue,
más bien, la pregunta de TODOS los discípulos al unísono!
Entonces: ¿fueron todos los discípulos torpes para no entender lo
enseñado por Jesús durante esos cuarenta días?¿Fue acaso Jesús
un pésimo Maestro? ¡No lo creo! Jesús no hablaba oscuramente a
sus seguidores, sino sólo a sus detractores (Marcos 4:11.12).
El tema central de Cristo fue, sin duda alguna, las buenas nuevas
(=evangelio) del Reino de Dios (Lucas 4:43). Como vimos, Jesús
comenzó y finalizó su ministerio hablando precisamente de ese
reino que se restablecería en la tierra prometida, en ocasión de su
segunda venida. Sus discípulos igualmente difundieron este
mismísimo evangelio del Reino de Dios por todos lados a donde
iban (Lucas 9:1,2).
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Con David Dios hace un pacto solemne que decía: “...Y será
afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu
rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel
7:16). Además le prometió Dios: “Para que conforme Jehová
la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos
guardaren mi camino, andando delante de mi con
verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás,
dice, faltará varón en el trono de Israel” (1 Reyes 2:4).
El último rey que tuvo la dinastía del rey David fue Sedequías,
quien en 586 AC fue destituido del trono de David a manos de
Nabuconodosor, rey de Babilonia. Desde esa fecha Israel se quedó
temporalmente sin rey y sin reino debido la infidelidad de
muchos de sus reyes. Pero en Ezequiel 21:25-27 veremos que el
reino sería finalmente estable eternamente con un príncipe o varón
Judío, quien sería justo y recto. Este príncipe aparecería todavía en
el futuro, pero cuando lo hiciera, traería---por fin--- la justicia y la
paz verdaderas al mundo. Sí, Ezequiel, el profeta, anunció que por
muchos días Israel estaría sin un rey y reino, hasta que “viniera
aquel cuyo es el derecho y a él se lo daría Dios”.
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Dios No ha Rechazado a Su Pueblo Ni a Su Tierra
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“tierra prometida” (Génesis 12:1,2; 13:15, 15:18), y la
perpetuidad del Reino de David ---llamado igualmente: “El
Reino de Dios” (ver 1 Crónicas 28:5)---Ver también: Salmo
132:11, y 2 Samuel 7:12,13. En estos versículos Ud. verá que Dios
prometió perpetuar el trono de David, o también llamado: “El
Reino de Dios”. Dios le dice a David esto:”Para siempre
confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por
todas las generaciones. Él me clamará: Mi padres eres
tú, Mi Dios, y la roca de mi salvación” “Yo también lo
pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la
tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia y mi
pacto será firme con él. Pondré su descendencia para
siempre, y su trono como los días de los cielos. Una vez
he jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su
descendencia será para siempre, y su trono como el sol
delante de mí” (Salmo 89:4,26-30,35,36). En otras palabras,
Dios le prometió A David que su reino se extendería hacia el futuro,
y que sería para el beneficio de todas las naciones de la tierra,
Además, Dios le dijo a él que tendría un descendiente justo que se
convertiría en rey, y que sería el Hijo de Dios predilecto, obediente,
sabio, y perfecto (véase Hechos 2:29,30; Isaías 9:6,7). Por esta
razón David habló de su descendiente, así: “Todos los reyes se
postrarán delante de él; todas las naciones le servirán.
Será su nombre para siempre. Se perpetuará su nombre
mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las
naciones” (Salmo 72:11,17). Es por eso que la última pregunta de
los discípulos concuerda perfectamente con esta promesa divina de
un Reino de Dios restaurado en Israel. ¿Acaso no Recordamos que
David reinó sobre Israel por cuarenta años, siendo su capital final,
Jerusalén?¿acaso no recordamos que Jesús mismo afirmó que
Jerusalén sigue siendo la ciudad capital del “gran rey” venidero?
(Mateo 5:33-35). Este es precisamente el Reino que Cristo predicó
y prometió restaurar. Ahora los discípulos, viendo que Jesús se iría
en breve al cielo, le preguntaron si ya era inminente el
establecimiento del reino davídico en Israel, pues él lo había estado
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predicando, anunciando, y también confirmando, por más
de tres años y medio (Lucas 8:1; Romanos 15:8).
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afirma no saber el tiempo exacto para dicho evento glorioso. Es,
pues, más que evidente que durante esos cuarenta días que duró el
seminario intensivo de Cristo, él se la pasó explicándoles a sus
discípulos acerca de cómo sería su reino milenario en Israel, y qué
benéficos le traería al mundo entero.
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bendición de Abraham alcanzase a los gentiles...”.
También es interesante lo que dice Pablo a los creyentes de Efeso
(gentiles), lo siguiente: “Por tanto, acordaos de que en otro
tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais
llamados incircuncisión por la llamada circuncisión
hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais
sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a
los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro
tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos (a la
ciudadanía de Israel) por la sangre de Cristo. Porque él
es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación...porque
por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por
un mismo espíritu al Padre. Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los
santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:11-
14,18,19). “Que los gentiles son coherederos y miembros
del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en
Cristo Jesús por medio del Evangelio” (Efesios 3:6).
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el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de
todas las cosas” (Hechos 3:20,21). Compárese esta palabra
“restauración” con la de la última pregunta de los discípulos en
Hechos 1:3. Es claro, entonces, que el reino israelita lo restaurará
Jesucristo cuando regrese por segunda vez al mundo. Así lo afirmó
Jesús mismo cuando dijo: “Cuando el Hijo del Hombre
venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él
entonces se sentará en su trono de gloria...entonces el
Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi
Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34). Aquí es importante
la segunda venida de Cristo como Rey, ya que ello significará la
transformación física de los herederos del reino, pues como
Pablo había dicho correctamente: “Pero esto digo, hermanos,
que la carne y la sangre (los mortales) no pueden
heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados, En un
momento, en un abrir y cerrar de ojos; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1
Corintios 15:50-52). Entonces, cuando los cristianos logren o ganen
su transformación física, recién entonces podrán ver y entrar en
el reino glorioso de Cristo---¡No antes! La iglesia de Jesucristo está
llamada a participar del reino de Dios (Santiago 2:5), pero debe
antes crecer en el conocimiento de Dios y de Cristo (Juan 17:3) y
en los atributos cristianas (2 Pedro 1.5-11). Hoy los incrédulos y los
pecadores pueden ver y entrar en la iglesia de Señor sin ser
bautizados o convertidos, pero para ver y entrar en el reino de
Dios, hay que ser hombres “perfectos”, hombres de Dios, probos,
santos, fieles, e inmortales. Esta es la gran diferencia entre la
iglesia del Señor y el Reino de Dios. Al Reino de Dios sólo lo
podrán ver e ingresar los que son “santos y perfectos” y que han
merecido su transformación física--- o su inmortalización----
que es lo mismo (1 Corintios 15:53,54). En buena cuenta, los que
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hereden y sean parte del reino de Dios, gozarán de la vida eterna
con todos los salvos de todas las naciones y épocas.
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Jesús afirmó que aquellos que “miran hacia atrás” no son
dignos de su reino (Lucas 9:62). También aseveró que
“difícilmente un rico puede entrar en él” (Mateo 19:23). A
Nicodemo Jesús le dijo que “tenía que nacer de nuevo” para
ver y entrar en su reino (Juan 3:3,5). De modo que el Reino es algo
que se puede ver y entrar si se “renace” en Cristo.
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trágico que millones confundan el reino de los cielos con el mismo
CIELO. Sí, hay millones de “cristianos” que sostienen que heredar
el “reino de los cielos” significa heredar el mismo cielo---¡Craso
error! Definitivamente ni Jesús, ni sus apóstoles, enseñaron que
iríamos al cielo para vivir con Dios y los ángeles (Juan 13:33)
(Véase también Mateo 5:5; Salmo 37:9,11,22,29,34, Proverbios
2:21,22---nótese que dice: “los perfectos permanecerán en la
tierra”).
Por otro lado, la influencia mundial del reino de Cristo se deja ver
en los siguientes pasajes de la Escritura: Daniel 2:44, que dice: “Y
en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un
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reino que no será jamás destruido, ni será el reino
dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos
estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. También
el salmista David (72:7-9,11) lo anuncia diciendo: “Florecerá en
sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no
haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta
los confines de la tierra. Ante él se postrarán los
moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el
polvo...todos los reyes se postrarán delante de él; todas
las naciones le servirán”. Leer todo el Salmo 72, También
Daniel 7:13,14 y Miqueas 4:1-4. Todas estas profecías aseguran que
sólo habrá un solo gobernante mundial que domine con autoridad
de Dios, y con vara de hierro. ¿Se imagina usted un mundo con un
solo gobernante mundial?¿Se imagina usted que las naciones del
mundo se sujetarán de buena gana a este magnífico líder mundial
que está por venir desde los cielos? Será ciertamente: “¡El deseado
de todas las naciones!” (Hageo 2:7). Sí, será el gobernante ideal que
todo pueblo ha anhelado tener en el poder.
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se lo propuso en un principio. La restauración de un mundo
paradisíaco significará el fin de la violencia humana y animal, y
también el final de la depredación de la flora y fauna, y de la
contaminación ambiental. Además significará la destrucción de
todos los perversos e incorregibles del planeta (Salmo 37:9). Será el
fin del dominio de los hombres para dar paso a la gobernación de
Dios en la tierra como se efectúa en el cielo.
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Jerusalén, La Ciudad Capital del Reino
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La Biblia es clara cuando dice que Jerusalén será la ciudad
capital del reino venidero de Dios. Dice el profeta Jeremías así:
“En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de
Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre
de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza
de su malvado corazón” (3:17). Hay infinidad de pasajes en la
Biblia donde se menciona a Jerusalén como una ciudad
superimportante del futuro, y en donde confluirán todos los
pueblos de la tierra. Será la capital mundial y el centro del
mundo---el lugar donde estarán los tronos de los futuros
gobernantes inmortales. Dice también el salmista David sobre
Jerusalén, así: “Porque Jehová ha elegido a Sión; la quiso
por habitación para si. Este es para siempre el lugar de
mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido...allí
haré retoñar el poder de David; he dispuesto lámpara a
mi ungido. A sus enemigos vestiré de confusión, más
sobre él florecerá su corona” (132:13,14,17,18). También dice
el salmista, de este modo: “Jerusalén, que se ha edificado
como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá
están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David.
Pedid por la paz de Jerusalén: Sean prosperados los que
te aman” (122:3-6). Nótese que se habla de “los tronos” de la casa
de David (en plural). Esto concuerda con lo prometido por
Jesucristo a sus apóstoles, en el sentido que ellos también se
sentarían en sus propios tronos, en el reino restaurado de David en
Jerusalén (Mateo 19:28). Ahora bien, Jesús extiende su invitación
para que todos sus seguidores permanezcan fieles para que puedan
participar en su trono y reino. Dice él, así: “Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”
(Apocalipsis 3:21). Además él prometió también: “Al que
venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26). Y para
terminar este acápite sobre Jerusalén, sería bueno recordar
Miqueas 4:1-3, que dice: “Acontecerá en los postreros
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tiempos que el monte de la casa de Jehová será
establecido por cabecera de montes, y más alto que los
collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas
naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová,
y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus
caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sión
saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él
juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones
poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas
para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará
espada nación contra nación, ni se ensayarán más para
la guerra”.
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fin”. Entonces, ¿qué más pruebas podemos pedir para saber y
entender lo que es verdaderamente el evangelio de Cristo?
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