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“Porque de esta manera os será otorgada

amplia y generosa entrada en el reino eterno de


nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro
1:11)

Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)

El apóstol Pedro y el Reino

Sin duda alguna el apóstol Pedro tenía en mente una meta concreta: una generosa
entrada en el reino de nuestro Señor y salvador Jesucristo. En esta ocasión, al
dirigirse a la iglesia cristiana de sus tiempos, el apóstol anima a sus
correligionarios a que cumplan con ciertos requisitos para que así puedan ser
dignos del reino que Dios ha ofrecido a través de Su Palabra. He aquí lo que dice el
apóstol de los requisitos para entrar en el reino de Jesucristo:

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de
nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y
paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por
medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción
que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda
diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en
vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento
de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es
ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas
cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré

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de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la
verdad presente”.

Estimados hermanos, ¿qué es lo que entendemos realmente de las Palabras de Pedro


escritas arriba? ¿Verdaderamente ha prestado usted atención a lo que él está diciendo
en estos versículos? Sin duda alguna el apóstol Pedro está hablando de nuestro futuro
destino glorioso, o de nuestra meta gloriosa como resultado de nuestra fiel carrera
cristiana. Es la amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor
Jesucristo. Aquí hay algo serio que considerar, pues está en juego nuestra futura
naturaleza divina como lo dice Pedro mismo en el verso 4. Así que ‘entrar en el reino
de Dios’ equivale a obtener la ‘naturaleza divina’, naturaleza que hoy aún no
poseemos, pero que la obtendremos cuando seamos cambiados en la transformación,
si es que cumplimos fielmente lo que se nos pide hacer.

Debemos analizar hasta lo más mínimo de la Palabra de Dios para aprender y crecer
hacia la madurez espiritual . Ahora bien, acá Pedro dice que debemos crecer en el
conocimiento de Dios y de Cristo. Esto significa aprender acerca de la voluntad de
Dios y conocer lo que Él espera de nosotros. Pues bien, Pedro les dice a sus
correligionarios que ellos habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia… añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Es claro que Pedro
está escribiéndoles a personas que ya huyeron de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia. Él no está hablándoles a potenciales creyentes, o a
incrédulos, sino a creyentes que se han purificado de sus pecados, y que viven alejados
de toda contaminación carnal y espiritual, y que han sido santificados. Estas eran
personas que decididamente habían cambiado sus vidas, pero que aún les faltaba
hacer algo más para poder tener amplia y generosa entrada en el reino eterno de
Jesucristo. Así que no sólo basta con haber dejado el mundo y sus pecados, sino que se
requiere PERFECCIONAR nuestra vocación y elección. El Apóstol Pedro habla de
AÑADIR algo más a nuestra separación del mundo para no estancarnos en nuestra fe,
y evitar así quedarnos como bebés espirituales. El busca que llevemos mucho fruto
(versos 8), y que afirmemos nuestra vocación y elección (verso 10),
siendo confirmados en la verdad presente (v. 12).

Enseguida veamos lo que Pedro dice sobre los requisitos que debemos cumplir para
poder ser dignos herederos del reino y de la naturaleza divina:

El comienza diciendo:

Añadid a vuestra fe, virtud…

Fe: πί
στι
ς

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Por definición, la fe es: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
(Heb. 11:1). Es decir, si ya tenemos la certeza de que lo que esperamos se cristalizará
algún día, y tenemos la convicción absoluta de que las cosas que no se ven son
verdaderas, entonces podemos añadir a esta convicción la virtud.

Virtud: ἀρέ
τη

Tiene que ver con la valentía o el valor, es decir, el creyente añade a su fe valentía para
llevar adelante su cometido y así difundir su fe a otros. El apóstol Pablo por eso dice:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio” (2 Timoteo 1:7).

A la virtud, conocimiento…

Conocimiento: γνῶσι
ς

El creyente debe añadir a su valentía el conocimiento de Dios y de Cristo, pues el


conocimiento da seguridad, confianza, y ciencia verdadera. Cuando uno conoce más a
Dios, menos propenso está de equivocarse, pues sabe lo que Dios piensa y exige de sus
hijos. No es que el creyente carezca de conocimiento, sino que debe aumentarlo o
añadirlo a su valentía para poder estar empapado de la voluntad de Dios y poder así
cumplir su cometido o vocación cabalmente. Dice Pablo: “no cesamos de orar por
vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad (Col. 1:9).”

Al conocimiento, dominio propio…

Dominio propio: ἐ
γκράτ
εια

El dominio propio o temperancia debe ser añadido a nuestro conocimiento. El apóstol


Pablo dijo lo mismo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino
de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7). La temperancia es el uso
moderado e inteligente de todo lo bueno y la abstinencia de todo lo perjudicial. Es
saber tener dominio sobre las pasiones, es saber usar la sabiduría, es saber cuándo
hablar y cuando callar, es saber controlarse ante la provocación, es saber ser prudente
y sabio.

Al dominio propio, paciencia…

Paciencia ὑ
πομον
ή

El creyente debe ser paciente y vivir en una espera constante. Es importante añadir la
paciencia a nuestro carácter para no desesperarnos por lo que se espera y no llega y
para soportar los sufrimientos o pruebas que se nos presentan en nuestra carrera
cristiana. Recuerden que la paciencia es un fruto del Espíritu de Dios (Gál. 5:22).

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Santiago dice: “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque
la venida del Señor se acerca” (Santiago 5:8).

A la Paciencia, piedad

Piedad: ε
ὐσέ
βει
α

Se refiere a la santidad y a la devoción cristianos. El cristiano está llamado a añadir


santidad y devoción a su carácter que ya está renovado para perfeccionarlo. Dice
Pablo: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2
Cor. 7:1). Así, pues, el cristiano debe ser una persona perfectamente santa, que
realmente viva “alejado del mundo”, apartado de la contaminación del presente siglo
malo. Debe distinguirse de entre las mayorías impías, y ser modelo y ejemplo para los
demás, tanto píos e impíos. No debe estar mimetizándose dentro de las masas
incrédulas, sino que debe ser la luz que brilla entre los ciegos epsirituales.

A la piedad, afecto fraternal

Afecto fraternal: φι
λαδε
λφί
α

Esto es, afecto fraterno: amor fraterno (bondad), el amor de los hermanos. Y esto es
importante, porque como Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Amar a los hermanos es
fundamental, ¡pero qué desgracia es cuando aparecen "predicadores
cristianos" únicamente para aprovecharse de los demás hermanos para explotarlos
con promesas y esperanzas falsas! Eso es no mostrar amor al prójimo, sino más bien,
avaricia, impiedad, y crueldad. Por eso, los pastores deben dar ejemplo de santidad y
madurez cristianas a toda la feligresía. “Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto
para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad” (1 Tim. 2:3-4).

Al afecto fraternal, amor.

Amor: ἀγάπη

Definición de ágape:

Comida de confraternización que los primeros cristianos celebraban durante sus


asambleas para profundizar sus lazos de concordia: el ágape se celebraba al final del
oficio divino. Banquete, comida, convite, guateque, festín, comilona. Así que los
Cristianos estamos llamados a la fraternidad y a la solidaridad, y mayormente para
con los de la fe. Tenemos que mostrar empatía por nuestros hermanos que padecen
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necesidades, y mostrar nuestra caridad cristiana con nuestras acciones concretas y no
esperar que todo baje del cielo como el maná celestial. Dice Pablo: “Así que, según
tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”
(Gálatas 6:10). El amor es la base para toda buena acción, pues sin ella difícilmente
podemos ser solidarios con los demás. Pero recuerde, primero hay que ser solidarios
con los de la fe, y luego para los que están aún en el mundo.

Conclusión:

Estamos llamados a heredar el reino de Dios para poder recibir la naturaleza divina.
Pero para ello no sólo basta con haber dejado atrás el mundo y sus deseos, sino que se
requiere un constante crecimiento en el conocimiento del Padre y del Hijo, y un
perfeccionamiento de nuestro carácter a través de las virtudes cristianas que hace
mención el apóstol Pedro en ésta, su segunda epístola, y que hemos explicado
brevemente en este estudio. Si usted presta la debida atención a estas pautas
inspiradas por Dios, usted tendrá garantizado el reino de Dios junto con millones de
otros creyentes sinceros y fieles.

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