Sie sind auf Seite 1von 8

Agraciados y graciosos

Mt. 26:17-29

Jn 13:21-30
Introducción

En ocasiones actuamos por una reacción en contra de


alguna cosa. Por ejemplo las manifestaciones en contra de
los bombardeos de la OTAN por los “pacifistas” (el
verdadero pacifista es el que trabaja por la paz siempre,
haya o no guerra, no el que se manifiesta en contra de...); o
cuando gritamos mientras conducimos porque alguien ha
hecho algo incorrecto olvidando las veces que nosotros lo
hemos hecho mal...

En la iglesia puede ocurrir exactamente igual. En


ocasiones reaccionamos por ir en contra de algo con lo que
no estamos de acuerdo. Algo así pasa con la “Comunión”
o “Santa Cena”; los evangélicos usamos esta terminología
en contraposición de la “Eucaristía” que usan los
católicos. Pero este “ir en contra de” puede hacer que
perdamos algún sentido del término original. Por eso
vamos a ver el significado de la palabra “eucaristía” tal
como aparece en el Nuevo Testamento.
2

I. Etimología y significado

“Euvcaristi,a” deriva de la palabra griega “caris”


que significa “gracia”. Este es un término conocido por
todos nosotros, los creyentes.

“Euvcaristi,a” significa literalmente “acción de


gracias”, “dar gracias”, de ahí la exhortación del apóstol
Pablo de “ser agradecidos”. Jesús, al repartir el pan y el
vino da gracias por ellos y por ello, con el paso del tiempo
a esta acción de la última cena se le dio el término técnico
de “eucaristía”; en esta acción simbólica, que recordará
siempre a los discípulos que Jesús fue entregado por todos
nosotros, se manifiesta de la mayor forma posible el favor
de Dios hacia los hombres, la gracia en definitiva.
Podemos afirmar sin equivocarnos que de este modo todos
los cristianos podemos sentirnos agraciados.

Esta es precisamente la salutación que recibe María


del ángel:

28 Cuando entró a donde ella


estaba, dijo: --¡Te saludo, muy
favorecida! El Señor está contigo. 29
Pero ella se turbó por sus palabras y se
preguntaba qué clase de salutación sería
ésta. 30 Entonces el ángel le dijo: --¡No
temas, María! Porque has hallado
gracia ante Dios. (Lc. 1:28-30)

Este saludo de ninguna manera eleva a María por


encima del resto de la humanidad, sino que declara el
favor de Dios hacia la humanidad expresado en Jesucristo;
3

Esteban, por ejemplo, también estaba lleno de gracia, (Hch


6:8). Este favor se expresa en el poder que se le otorga
para poder ser sierva. Así se reconoce María. Y en Esteban
se manifiesta el poder de Dios que le capacita para dar
testimonio de su fe.

Sólo quiero mencionar, sin salirnos del tema que


tratamos, que de la palabra griega “caris” se deriva
también la palabra “carisma”, es decir, don en el sentido
de regalo proveniente de la gracia de Dios expresado de
una forma concreta. Por ese motivo los dones espirituales
son dados en la iglesia (la comunidad de gracia) para su
uso en ella y con el fin de que esta crezca y se fortalezca
para poder cumplir su cometido: ser testigos al mundo.

II. Somos agraciados

Porque por gracia sois salvos por


medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios. (Ef. 2:8)

La presencia física de otros cristianos representa para


el creyente una fuente de alegría y de fortalecimiento. Por
tanto, no debemos considerar como un apego a la carne, ni
debe avergonzarnos anhelar ver el rostro del hermano. El
cuerpo fue creado por Dios, y el hombre fue creado,
también, como cuerpo. Así pues, a través de la presencia
física del hermano es como el creyente alaba al Creador, al
Reconciliador, al Salvador. De esta manera, el necesitado,
el enfermo... reconoce en la proximidad del hermano una
señal corporal de gracia que atestigua la presencia de Dios.
Visitante y visitado reconocen mutuamente, dentro de la
soledad de ese momento, al Cristo presente en medio de
4

ellos. Mutuamente se reciben y se encuentran tal como se


encuentra al Señor; con reverencia, con humildad, con
alegría.

Si tal encuentro del hermano con el hermano encierra


tanto gozo, cuán inagotable riqueza descubrirán aquellos a
los que Dios permite convivir en diaria comunión con
otros cristianos.

Fácilmente olvidamos que la comunión entre los


hermanos es un don de la gracia que proviene de Dios
mismo (cuidémonos que no sea un don que un día nos sea
quitado por despreciarlo). Eso sería realmente ser
“desgraciados”, es decir, desprovistos de la gracia de Dios.
Que se manifiesta a través de sus dones.

La comunión cristiana significa comunión a través de


Jesucristo y en Jesucristo: nos pertenecemos unos a otros
únicamente por medio de Él y en Él. Esto significa, ni
más ni menos, que

• Primero, todos nosotros como cristianos


necesitamos al otro por causa de Cristo: así pues,
sólo del mensaje bíblico y reformador de la
justificación por la gracia nace la comunidad de los
cristianos; sólo en él se fundamenta el deseo del
cristiano por la compañía de otro cristiano;

• Segundo, sólo podemos llegarnos al otro por medio


de Cristo: sin él no conoceríamos al hermano ni
podríamos llegarnos a él, el camino está bloqueado
por el propio yo.
5

III. Siendo graciosos

La noche de la cena pascual Jesús se portó con sus


discípulos como lo hacía el jefe de una casa con sus
invitados. Era natural que un jefe de familia les lavara los
pies a los huéspedes. Pero este acto natural del Maestro,
leído desde la resurrección que revela la divinidad de
Cristo, impresionará de tal manera a los discípulos, que
verán en él un acto de revelación de la misma esencia de
Dios.

Cuando los discípulos recuerden a Jesús, inclinado


ante ellos y lavándoles los pies, lo recordarán como el
Dios-hombre cercano, que se igualó a su condición
humana de pecadores y que les enseñó que la
característica del cristianismo no es el poder, sino el
servicio. Así Jesús destruía la imagen del dios de poder
que todos tenían interiorizada. Quien no sirviera al
hermano, poniéndose a su altura, no podía tener parte en
su Reino. Recordar a Jesús arrodillado frente a sus
discípulos era darse cuenta de que él los trataba como
hermanos, porque vivía en serio la paternidad universal de
Dios que hace hermanos a todos los seres humanos.

Una comunidad cristiana verdadera se define por su


capacidad de servicio y no por la grandeza de sus
estructuras. Sentirse hermano del otro lleva a sentir la
alegría del servicio que nunca es humillación, si a través
del mismo intentamos parecernos a Jesús. La humillación
sólo se siente cuando interiormente nos creemos más
grandes que el hermano a quien servimos. El servicio,
vivido desde la fraternidad, convierte al cristiano en otro
Jesús.
6

IV. Gracia y comunidad

En esto conocerán todos que sois


mis discípulos, si tenéis amor los unos
por los otros. (Jn. 13:35)

Comienza Bonhoeffer con dos declaraciones


contundentes y directas, y muy interesantes:

• Primera: “no es nada natural para el cristiano el


poder vivir entre cristianos”. Se apoya en la vida
de Jesús, abandonado por sus amigos en los
momentos difíciles de su vida en la tierra.

• Segunda: “el cristiano no pertenece al


retraimiento de la vida monástica, sino que su
lugar está en medio de sus enemigos. Es allí
donde está su misión, su trabajo”. Así pues, el que
no quiera asumir tal cosa, no participará de la
soberanía de Cristo. Tales personas desean estar
rodeados de amigos, en medio de rosas y lirios.

Justamente, por esta razón, reconocemos que es la


gracia de Dios la que permite que como comunidad
podamos congregarnos en este mundo alrededor de la
palabra de Dios y de los símbolos de Sus ordenanzas. La
comunidad visible es gracia. De tal manera que cuando la
experiencia nos niega tal posibilidad, la aprehendemos con
mayor ansia en la fe (recordemos la visión de Juan en la
isla de Patmos, participando y reconfortándose en la
comunión celestial).
7

En primer lugar, la comunidad cristiana no es un ideal,


sino una realidad divina: todo ideal humano que se
introduce en la comunidad cristiana obstaculiza la
comunidad auténtica y debe ser destruido a fin de que la
comunidad auténtica pueda vivir; aquel que ama más su
sueño de una comunidad cristiana que a la comunidad
cristiana misma se convierte en un destructor, por más
honestas, serias y abnegadas que sean sus intenciones
personales.

En segundo lugar, es una realidad pneumática, no una


realidad psíquica: la Sagrada Escritura llama “espiritual”
aquello que sólo el Espíritu Santo crea; y llama “psíquico”
- “del alma”, “anímico”- “aquello que procede de los
instintos naturales, de las fuerzas y disposiciones del alma
humana”. Es para nuestras iglesias una cuestión de vida o
muerte alcanzar, lo más pronto posible, un punto de vista
sobrio a este respecto.

Hay una realidad propia de toda comunidad: tan


pronto se reúnen los hombres comienzan a observarse, a
juzgarse y a clasificarse. Desde el tiempo de los apóstoles
que ya "comenzaron a discutir sobre quién sería el mayor
de ellos" (Lc. 9:46) ninguna comunidad se forma sin que
este pensamiento surja como semilla de división. Esto
basta para destruir la comunidad. Esta tendencia a
afirmarse puede revestirse de las formas más civilizadas y
piadosas, por ello, desde el primer momento ha de
desenmascararse, no hay tiempo que perder.

Una regla especial en la vida cristiana es que nadie se


permita pronunciar una palabra secreta sobre otro. Ha de
ser desterrado el juicio de nuestras iglesias. Dios no me
8

dio a mi hermano para que lo dominara, sino para que a


través de él pueda, también, encontrar al Dios que lo creó.
Por consiguiente, no soy yo quien debe formar a mi
hermano a la imagen que yo deseo, que por cierto siempre
será mi propia imagen, eso es independiente de mí.

Conclusión

La eucaristía es ciertamente una acción de gracias al


Señor; primero porque reconocemos que es por Su gracia
que podemos ser salvos y formar una comunidad de
salvación, y segundo porque en esta comunidad podemos
recibir la gracia de Dios a través del hermano y, a la vez,
ofrecerla a los demás.

La vida comunitaria de los cristianos bajo la autoridad


de la Palabra ha encontrado en la participación de los
símbolos su plenitud.

Das könnte Ihnen auch gefallen