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Cómo puede pues ser cambiada la estructura del lenguaje para que pueda

soportar la totalidad de lo existente, cuando ni siquiera nuestro sistema


físico lo consigue con la suya. Hacer evolucionar al lenguaje no es más que
dotarle de cada nuevo concepto universal como vaya apareciendo,
rellenando a través del nombre significados comunes. Es darle su
dimensión relativa en la realidad de la conciencia para concretar los
pensamientos que imaginados aun no están elaborados para ser conscientes,
es el lenguaje el puente de nuestra salvación elaborando del subconsciente
en forma de pensamientos, de actividad, una conciencia racional que forma
imágenes. Nunca habremos de denostar al lenguaje de falto de estructura
adecuada, sino simplemente de falto de conceptos universales y claros que
expliquen la Realidad. Somos nosotros los que faltos de conceptos nos
perdemos en estructuras que ampliamente quedan vacías de contenidos, de
dudas, especulación, conceptos demasiado abstractos que nos hacen
divagar sobre el verdadero significado de las palabras. Somos nosotros los
que nos perdemos en el mar del lenguaje al que lejos de ayudar,
complicamos. Una de las principales labores del quehacer filosófico sería
actuar de enlace entre el conocimiento y el lenguaje de forma que las ideas
pudieran ser ampliamente compartidas y discutidas. Lo más importante a la
hora de establecer una comunicación es que se hable “de la misma cosa”,
sin tenernos que perder estableciendo en cada frase cada objeto directo. Y
ello es un problema de conceptos, de vocabulario. El resto para comunicar
es tener capacidad de imaginar la idea y expresarla con sus palabras más
acertadas, o en ausencia de éstas hacer las explicaciones pertinentes con las
perífrasis, definiendo conceptos y dándoles nombres en los casos más
débiles o necesarios por transmitir novedades esenciales. Por ejemplo,
hablábamos de la libertad como de una idea inaccesible y discutíamos
acerca de la idea de límite. Pero qué tienen que ver, pues se pregunta que si
en el caso de tener límites sigue siendo libertad. Queremos pensar en la
libertad y sólo nos preocupamos de si existe tras el tamiz de los límites
morales. Desde mi punto de vista, si queremos pensar en la libertad lo que
hemos de hacer es tratar de imaginarla, sin preocuparnos por ideas
complementarias como moralidad, ni posiblemente contradictorias como
límite. Pensar en libertad, imaginar en libertad desnudando la imaginación
de todo lenguaje para dejarla definida en una imagen consciente, hasta
verla nítidamente, hasta tocarla, para decir qué vemos, qué llegamos a
comprender que significa la libertad, a cuantos niveles existe, qué leyes y
palabras la definen. A menudo pienso que el problema del Hombre es su
orgullo, en la forma de individualismo. Esto nos hace definir ideas con
nuestras propias palabras, dándoles formas que las hacen ser concretas solo
para nosotros en un primer encuentro con ellas. Después cuando llega el
momento de comunicarlas es cuando aparece la verdadera dificultad ante la
obligación de instaurar la clarividencia de nuestras ideas en las mentes de
los demás, habiendo de despojar al lenguaje de toda connotación distractora
de su eficacia. La dificultad es tal que se puede sentir algo de vértigo,
mirando abajo desde una torre de Babel en la que el ingeniero no entiende
al físico, ni el físico al filósofo. No se ha llegado, entre las dificultades
históricas, a entender nunca La Humanidad. Una Humanidad rica por la
generosidad de la Naturaleza, sumida en el caos de su evolución.
Transcender esa evolución dirigiendo los pasos que la lógica, la ética y la
antropología pudieran marcar como óptimos en la consecución de un bien
Planetario común, crear con palabras de nuestros diccionarios pautas,
direcciones, proyectos concretos de trabajo… Que el Hombre pudiera
adquirir su estatus de dignidad en todo el Planeta.
Así dejaría de sentir vértigo observando desde la más alta atalaya situada
en mi imaginación sin miedo a caer en el precipicio de la incomprensión,
de caer arrastrado por cualquier malentendido. Y deleitarme en la grandeza
de ver cuanto se expande la capacidad de abstracción de la Realidad, de
forma libre en la fantasía, para poder describirla. Libertad. Cada idea,
quisiera aclarar, cuenta con tantas versiones como conciencias puedan
llegar a dilucidarlas, que se podrían llamar relativas respecto al punto de
vista absoluto que se comparte plenamente sin subjetivismos, de forma
Universal. De este modo, mi modo de ver descansa, o puede descansar, en
dos formas dimensionales de la misma realidad, la relativa y la absoluta. Y
en este sentido, libertad absoluta es la capacidad de elección. El resto sobra.
Libertad relativa sería cada concreta capacidad de elección de la que
pudiéramos estar hablando, tanto en el plano teórico o filosófico como en el
físico o real. Yo lo veo fácil, dicho esto sin sorna. De éste modo, el lenguaje
también nos viene a traicionar estructuralmente haciéndonos preguntas
nunca faltas de lógica, pero sí de gramaticalidad, como la que pueda servir
de ejemplo “¿Es libre el Hombre?”. El Hombre es una Realidad tan
multifacética que nos falta en la pregunta restringir el concepto de libertad
al que nos referimos, del puro absoluto a los límites de las relatividades del
Hombre (por ello instintivamente hablábamos de límite, para explicar que
“de la libertad de la que hablamos no es la libertad absoluta, sino la
relacionada o relativa al Hombre”). Por otra parte, el sujeto de nuestra
pregunta también habría de verse afectado por la matización antropológica
de a qué nivel de Hombre se está queriendo investigar, si es psicológico el
punto de vista, o social, o a nivel antropológico. Así, concretar preguntas es
la forma de ir investigando, toda vez que nuestros cerebros codifican
nuestros requerimientos trabajando activamente en la solución de cada
problema. Volviendo al tema de la libertad, yo puntualizaría que sólo la
disfrutan los seres conscientes, porque como tal capacidad de elección solo
es posible participar de ella en la medida en que se es consciente de ella, de
forma que establecería una fácil medida de la libertad a través de la
conciencia que genera sobre sí misma. Qué libertad goza un animal, pues
toda su libertad relativa mientras no se vea coartada por otras limitaciones,
y siempre en su naturaleza circunspecto, sin poder trascender el límite que
le marca su alinguística conciencia, su energía vital. En nuestro caso
tenemos libertad en la misma vertiente animal o fisiológica, física. Y
además experimentamos la libertad que proporciona esa conciencia que es
la herramienta que nos da el conocimiento necesario de las causas y los
efectos en nuestros procesos de elección. Aun así, siendo nuestra libertad
tan superior a la de los animales dado su aporte consciente, de lo que nos
damos cuenta es de que nuestra libertad humana es tan limitada como
nuestra conciencia. Si fuésemos capaces de imaginar una Conciencia de
Todo, estaríamos también materializando la idea de libertad absoluta en
conciencia absoluta, y forjando conceptos de mucha utilidad para darnos
cuenta de que nuestros verdaderos límites no son morales sino
intelectuales, de capacidad de imaginación y dificultades de comunicación.

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