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En búsqueda de una política madura, consolidada y fuerte

Jaime Mireles Rangel

Debemos reconocer que en la situación política de México persiste la disputa por el poder entre los
partidos políticos, producida dentro de una situación democrática y excepcional para el país, que puede
describirse como un choque de culturas, entre las costumbres autoritarias que usan la fuerza para imponer
decisiones y las novedades democráticas que usan métodos de diálogo y votación respetada.
Los tres partidos políticos mayores o las alianzas que representan están en lucha por el poder. El PRI
quiere regresar; el PAN quiere mantenerlo; y el PRD quiere alcanzarlo. Todas sus acciones y decisiones tienen
como criterio central ese objetivo, pero por diferentes vías y con resultados diversos.
El PAN se regodea en la concepción política de Gómez Morín y el "humanismo político", vinculado
de manera permanente al Opus Dei, el MURO, la ACJM, Canoa y Yunque. Recuerda, con añoranza, la guerra
de los cristeros, la sábana santa y el Cerro del Cubilete. Que sólo apoya a quienes demuestren “buenas
conciencias”, “buenas costumbres”, que sean “gente bien”. Que desea nuevos Maximilianos y Carlotas,
-¿Mouriños?- para retomar el tiempo en que fuimos Imperio. Quiere una nación de pocos privilegiados y de
muchos pobres.
El PRD, el partido de los errores en sus pactos electorales y preocupado por fomentar los negocios de
familias disfrazadas de institutos políticos. Encumbrado en el centro del PRD, Andrés Manuel López Obrador
(AMLO), quien se cruza a sí mismo con la banda presidencial, ahora quiere adueñarse del partido político en
medio de un “cochinero” electoral interno, descrito así por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Se trata de un
partido sin rumbo, olvidado de la izquierda y dedicado a luchar por el poder personal.
El PRI ahora se prepara para recobrar el terreno perdido. Beatriz Paredes ha dicho que es un partido
que renueva la confianza día con día, es el PRI del Siglo XXI que sabe que los buenos resultados demandan
eficacia de sus gobiernos, pues sabe que la única manera de refrendar su confianza con el pueblo es al
encabezar y abanderar sus causas. Con sus triunfos, con sus actividades desde el gobierno, da lecciones de
lealtad y de trabajo y, así, en 2009 volverá a ondear en el país la bandera tricolor. ¿Buenos propósitos?
¿Realidades?...
Dentro de los partidos políticos existen actores dispuestos a usar los encargos públicos como
plataforma de avance a la presidencia, lo que implica la existencia de partidos divididos en facciones internas.
Esto, a primera vista, puede observarse como parte de la vida política normal de una democracia madura. Sin
embargo, en México las ansias de poder son mayores y con menos disposición a acatar las reglas del sistema.
Las protestas postelectorales de 2006 y 2007 protagonizadas por el PRD y el PAN son una muestra.
Por su parte, el electorado es drásticamente diferente al de épocas anteriores, más urbano, más
educado, más interesado en cuestiones políticas y, sobre todo, más inclinado a hacer defender la democracia,
entendida ésta como el respeto al voto, no como un sistema de división del poder. Por ello vuelve sus ojos
hacia el PRI renovado y le hace crecer en los estados y en los municipios.
Junto a los partidos políticos, tenemos a los medios de comunicación que con la difusión de la
información los hace especialmente poderosos y con posibilidad de tomar posiciones y canonjías políticas.
Por su parte, los grupos de presión no quieren perder prerrogativas logradas dentro de un sistema
político de autoridad centralizada, lo mismo que grupos empresariales, ahora más dedicados a la política.
Dentro de la sociedad existen otros grupos con influencia, como las iglesias, los intelectuales, la
comunidad académica, organizaciones no gubernamentales y, muy en especial un numeroso grupo y con el
mayor poder de todos, aunque sea momentáneo, el grupo de votantes activos.
Este último, es el grupo formado por un poco más de la mitad de los electores mexicanos que sí
ejercen su derecho a votar. Creemos, sin embargo, que este grupo puede afectarse por la acción de los
convocantes, personajes imprevistos que adquieren amplia influencia en la opinión pública y que son capaces
de afectar resultados electorales, para bien o para mal.
Esa posibilidad es un incentivo para que el ciudadano acuda a las urnas o deje de hacerlo; para
premiar al poder ejecutivo o castigarlo; para cambiar al poder legislativo a fin de variar su composición
partidista; para manejarse con autonomía o no con respecto al gobierno; e incluso para seguir a convocantes
hasta situaciones extremas.
Estamos frente a un momento político democrático muy excepcional en la historia del país, donde la
lucha por el poder ha provocado desórdenes políticos que prevalen, hasta llegar a la violencia durante largos
períodos.
Las fuerzas políticas se encuentran en lucha por mantener, regresar, o alcanzar el poder, unas con la
mira puesta en acercarse más a los votantes, mientras que otras con claro interés particular en el resultado de
la política. Pero también se tiene un electorado en su mayoría interesado en defender el respeto al voto y
abierto a la influencia de los principales agentes.
En la política mexicana, debemos reconocer que persisten la crudeza y las evocaciones ideológicas y
apelaciones más o menos nobles a un bien general, Es una política que se plantea por el poder pura y dura,
descarnada, sin discursos que hablen de paz, democracia, prosperidad, igualdad y atención a los
desprotegidos.
Requerimos encontrar el camino democrático; es decir, la ruta que lleva al país al establecimiento de
un sistema político maduro, consolidado y fuerte, con estado de derecho y de naturaleza institucional, posible
de lograr ese el camino es mantenido. En este sentido, sólo el PRI parece haber entendido nuestros
requerimientos y actúa en consecuencia. Los resultados electorales futuros habrán de demostrar quién tiene la
razón.

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