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Escuché decir a un interlocutor muy apreciado: “Acabaron con todos los valores.”
Es una frase lo suficientemente dramática para empujar a comenzar un ensayo. ¿Qué es valer,
qué es valor, qué es lo que vale? Y por consecuencia: ¿qué ya no vale?, ¿qué hacía valer lo
que ahora se nos ha hecho insignificante o irrisorio?
Posee valor aquello que es considerable como un “bien”. Será bien para la hoy maltrecha
naturaleza humana, aquello que le resulte útil, provechoso, sea en lo físico o en lo metafísico.
Será un valor metafísico la “inmortalidad del alma”, o la “verdad incólume y eterna”, no
salpicada de llanto o de sangre. Esos valores eternos y necesarios (Bien, Belleza, Verdad,
Justicia) dan fuerza al alma magullada por la historia y la arrullan a lo largo del camino hacia la
muerte, tras la cual advendrá el Retorno del Reino.
Los valores ideales trascendentes aliviarán el vía crucis histórico que es la paga necesaria de
la Beatitud Suprema. Allí estará el Bien que no es sino bueno, la Belleza pura más allá de todo
lo bello (que siempre es defectuoso), la Justicia que no sabe ser sino justa (y nunca interesada
ni en la más mínima porción en nada del mundo), la Verdad desnuda en su pura doncellez
impoluta. Los valores trascendentes son Ideas o Esencias platónicas. Son ellas las que dan el
valor a lo existente según su grado de semejanza con relación al modelo ideal. Se vale en
proporción a la semejanza con el modelo perfecto. Este es el mecanismo del Valor idealista.
Y eso me preocupa. Reformulemos la noción de Valor, digo. Tal vez no tengamos ya valores
trascendentes, eternos y necesarios, ¿pero y qué de los valores “problemáticos”, es decir, los
generados históricamente y en función de la utilidad social y colectiva? ¿No nos llamamos
“materialistas” de la posmodernidad? ¿Querría decir que nuestros valores (me incluyo por
cortesía sociológica) son “el ser alguien”, “ser triunfador”, “competitivo”, “exclusivo”; será que
nuestros valores son “comprar”, “consumir”, “poseer”; será que nuestra virtud mayor es “tener
dinero” en metálico o en plástico, en virtud del principio de que “sólo el dinero todo lo puede”?
Son valores históricos, constituidos según una fecha y un sitio en el seno de nuestros sujetos,
como los móviles que trenzan su deseo y su acción social más o menos inconcientemente,
según la capacidad mental dejada a cada sujeto.
“Valor” es lo que orienta nuestros actos con eficacia instintiva, pues es lo que se convierte en
objeto del deseo y de la acción. No hay objeto de la vida humana que no esté revestido de
Valor (según un doble sistema de coordenadas: un eje que va de máximo a mínimo y otro que
va de positivo a negativo: lo que se llama “una escala de valores”). Una cosa desprovista de
valor deja de ser objeto. El Valor es lo que hace que una cosa valga. Nos movemos y
actuamos con cosas que valen algo.
Pues tal constatación realista sobre la calidad de los valores actuales nos empuja a otra
consecuencia:
¿Se podrá hablar, entonces, otra vez de Bien, Belleza, Verdad, Justicia?, dice mi interlocutor.
— Todo lo más “alto” tiene un origen bajo. La monarquía procede de la piratería. Los altos
valores trascendentes y eternos tienen un rastrero origen inmanente e histórico. El valor
idealista es la máscara que se da el poderoso después de su crimen. La mayor imposición del
pillo es que se le llame bueno.
— Los valores tienden a invertirse, lo que era bueno pasa a llamarse malo, lo que era malo
pasa a considerarse bueno.
Es posible que todo lo que hoy signifique el más alto valor sea lo que menos valga, algo así
como la comida chatarra. Es posible que estemos amando y deseando lo que más envenena la
vida, lo que más la degrada y la destruye. Estaríamos poniendo el valor en nuestra propia
destrucción. Es posible que los más grandes hombres sean los peores rufianes, que los más
santos sean los más sanguinarios e inquisidores.
Una recuperación del valor debería pasar por un enderezamiento de los valores, una reversión
de las escalas. Tal vez lo más valioso es lo que más hemos venido despreciando. La lucha
contra el poder capitalista es una lucha por el deseo y en el deseo. ¿Cómo convertir al sujeto
del deseo en sujeto de otros valores? ¿Cómo redireccionar la carga del valor apartándola de
las redes libidinales del universo capitalista? ¿Dónde descargar el valor, esa pesada y volátil
carga humana? ¿Se puede desear la revolución si todavía lo que se desea en el fondo es el
culo de la catira y el celular de cuarta generación?
Venezuela
juanant@cantv.net