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Tomado de SAVATER FERNANDO : “Etica y Ciudadanía” , Monte Avila , Caracas 1998

LA ÉTICA ES UNA REFLEXIÓN


SOBRE LA LIBERTAD...

LA ÉTICA QUE FUNDAMENTA LA DEMOCRACIA


Las charlas que voy a dar giran todas ellas en torno al problema de la ética, que es quizás en
el cual soy menos incompetente, y gira sobre aspectos distintos; claro, para evitar repetirme
y en todas las conferencias volver a dar lo mismo, aunque ya sé que naturalmente no todos
los públicos van a ser idénticos, voy a intentar distribuir de alguna manera las noticias que
tengo; como se pueden imaginar, mi sabiduría es perfectamente describible y no es
precisamente ilimitada. No me ocurre lo mismo que aquel portavoz de la Junta Militar
chilena, que después de haber estado varios meses, después del golpe de Estado, sin
noticias, la prensa extranjera estaba muy deseosa de conocer noticias, y por fin Pinochet se
decidió a informar a la prensa extranjera. Designó a un militar bastante agreste para que
hablara con los periodistas, y el hombre salió a la rueda de prensa, los periodistas lo
asaltaron, naturalmente, haciéndole preguntas de todo tipo, todas seguidas, una encima de
otra y él dijo: «bueno, bueno, que no soy el homo sapiens». Voy a intentar distribuir lo que
sé, en los siete días, para que me llegue hasta el último día, ya este día hablaré con mi
última neurona útil.
Para comenzar, el primer tema que me parece que tiene una dimensión práctica, más
esencial, es esta vinculación de la ética con el fundamento racional de la democracia
moderna. No voy a pretender entrar en el debate de si una democracia en el sentido griego;
saben que las palabras tienen una evolución histórica y a veces solamente por analogía,
podemos seguir llamando a una cosa con un nombre que responde a una realidad política,
social o que sea, muy diferente. Nietzsche decía que los conceptos tienen definición o
historia, es decir, que un concepto matemático puede ser definido con perfecta precisión al
margen de la historia; en cambio, otros conceptos que tienen una historia, una evolución,
nunca pueden ser definidos el todo, siempre hay que estar redescribiéndolos y
redefiniéndolos porque se van transformando. El concepto de democracia es uno de ellos. A
pesar de que hay unas evidentes raíces y vinculaciones en el concepto griego que da lugar a
lo que hoy llamamos democracia moderna, también salta a la vista la enorme diferencia y
cantidad de discrepancias, incluso incompatibilidades que hay entre lo que entendía un
griego por democracia y lo que entendemos nosotros por lo mismo.
Por lo tanto voy a intentar centrarme en la democracia, tal como hoy la conocemos, y
sostener que la ética, es decir, una ética laica y universal es el eje, el disco duro digamos de
cuaIquier concepto de democracia . Un pensador francés actual Lipovetsky, en su libro
El crepúsculo del deber, lo ha expresado de una manera muy concreta; ha dicho:”El código
genético de las democracias modernas es una ética universalista laica” , funciona como lo
que esta adentro, digamos. El mensaje escrito dentro de la democracia es esa ética
universalista laica.
Evidentemente la ética tiene una serie de diferencias esenciales con el mundo de la política.
Habrán oído decir que la solución a determinados problemas políticos vendrá de más éticas;
se dice: aquí hace falta ética, hace falta que haya más ética, los políticos tienen que tener
más ética, los funcionarios. Hay esa convicción de que la ética es una especie de panacea
universal para resolver todo tipo de problemas en cualquier campo valorativo , por ejemplo
el campo de la política. Me parece que eso es una suposición exagerada, creo que la política
tiene sus propios valores y lo que hace falta para resolver los problemas políticos es mejor
política
La ética es una actitud, una reflexión individual sobre La libertad propia en relación con la
libertad de los demás y con la libertad social en la que nos movemos. No puede ser
sustituta la ética de la reflexión política o de la reflexión jurídica, o de otras cuestiones
igualmente imprescindibles. Es esencial que cada quien tenga su ética ésta es
fundamentalmente asumo de cada quien. Cada quien debe desarrollar, vigilar su libertad
porque le interesa a él, no porque ése sea el mejor medio de mantener la paz social: ésta se
mantiene, con buenas instituciones políticas, públicas, jurídicas, con un buen
funcionamiento de la economía
La distinción entre ética y política es imprescindible . Mezclar las dos cosas, decir que los
males de la política se pueden remediar apelando a la ética, me parece un profundo error.
Creo que tratar de detener los males de la política con la ética, es como intentar apagar un
incendio con un hisopo de agua bendita. Realmente no es ésta la función de la ética la ética
es la reflexión del sujeto que se sabe libre, sobre lo que va a hacer con su libertad. Cada
uno de nosotros no conoce más que a una persona desde el punto de vista de su libertad
cada uno se conoce a si mismo como ser libre, y conoce lo que de alguna forma deberían
ser sus baremos, sus pautas, su vía hacia la excelencia, desde el punto de su libertad. esto
no es un instrumento para decidir la conducta de todos .
La gracia particular de la ética es que está siempre en nuestra mano. No tengo que esperar
que nadie me dé la razón para ser moral, y no tengo que estar supeditando mi actuación
moral a nada en el tiempo, en el acuerdo con los otros. La moral es lo que siempre está en
mi mano , no puedo decir: he decidido que voy a ser moral a partir de febrero del año que
viene. La política sí es aplazable, puedo esperar a fundar un partido político o a tener una
intervención el año que viene. En la política sí es imprescindible el hecho de que cuente
con el apoyo de los demás. Las mejores ideas políticas, si se imponen sobre la gente sin
consultarla, se pueden convertir en algo nefasto.
Las moral es una permanente reflexión del sujeto sobre su calidad de sujeto, sobre como
actúa como sujeto; en cambio, la política es algo que se refiere a la función y actuación de
los grupos humanos. En una palabra, la ética se preocupa de lograr mejores personas y la
política de lograr mejores instituciones . Naturalmente creo que, en una sociedad que tenga
buenas instituciones, es más probable que las personas tengan más facilidad y necesiten
derrochar menos heroísmo, para comportarse con dignidad. Aunque no es seguro, en
regímenes tiránicos y totalitarios atroces ha habido personas que han dado muestras de
dignidad de ética extraordinaria y viceversa, en regímenes de los más civilizados, como
sabemos, hay personas que aprovechan la libertad o las garantías jurídicas para llevar a
cabo todo tipo de tropelías. De modo que no hay una relación directa entre ética y política.
La ética es importante para resolver algo fundamental en nuestras vidas.
Aunque viviéramos en el mejor mundo político que se pueda imaginar, aunque viviéramos
en una sociedad estupenda, políticamente hablando, las urgencias éticas serían las mismas,
seguiríamos teniendo que plantearnos el problema de nuestra libertad , nuestra relación con
los demás , si los demás van a ser para nosotros meros instrumentos o van a tener una
finalidad en sí mismos. El problema del reconocimiento de lo humano por lo humano se
presenta tanto si existe un buen estado público como si no , es decir , se presenta en la
tiranía y en la mejor de las democracias.
Ahora bien, es evidente que el sueño de la política aspira a juntarse a una serie de
devaloraciones, que emanan de la reflexión ética que cada cual podemos hacer sobre
nosotros mismos . Hay un marco ético o ético-político que sirve como telón de fondo sobre
el que se proyectan el desarrollo , la radicalización y la profundización de la democracia .
Me parece que esto también es interesante, conocer ese marco ese cañamazo ético en
relación con el campo délo político; me parece que es sumamente útil, y necesario también,
como vía educativa. Muchas veces se dice que la política es algo abominable, es algo que
está siempre en manos de personas corruptas, es el mundo del partidismo, en el sentido mas
bajo de la expresión. Se olvida, planteando así las cosas, que en las democracias, políticos
somos todos. Cualquier dicterio que guardemos para los políticos, debemos pensar que
tenemos que aplicárnoslo a nosotros, porque tenemos de alguna manera la culpa de que
sigan siendo políticos, de que no se hayan sustituido por otros, de que no nos hayamos
ofrecido a sustituirles.
De modo que lamentar lo malos que son los políticos sería venir a lamentar lo mal que
ejercemos como políticos, que no hacemos más que mantener en los cargos importantes a
malos ejecutantes de nuestras decisiones políticas. Ahí me parece que sí hay una importante
vía de reflexión, que incluso es un compromiso ético, porque aunque la ética y la política
sean cosas muy diferentes ,probablemente en cada una de las elecciones, tengo mis propios
compromisos éticos a la hora de votar, tengo una serie de decisiones éticas para orientar mi
voto, aunque sé que ese voto, en el plano de la política, va a funcionar en un registro
distinto al registro meramente ético, porque en la política es el registro de ponerse de
acuerdo con los demás, de mejorar las instituciones, y no buscar, simplemente, una
transformación personal.
¿Qué queremos decir, cuando nos preguntamos cuál es el eje, el núcleo central de la
valoración ética, que queremos que una democracia resguarde ?. Creo que, en primer lugar,
la ética es siempre de la persona. La ética es aquello que se preocupa de lo irrepetible y
frágil que es el ser humano, de cada uno de los seres humanos. La ética no es una relación
instrumental, porque no es una relación que se toma estadísticamente, globalmente, sino
que es una relación que intenta mantener el tú a tú, el cara a cara, el mantenerse frente a la
mirada del otro, frente al reconocimiento del otro. Cada uno de nosotros tiene que ser
reconocido en su humanidad por los demás, y tiene que reconocer la humanidad de los
otros, para que a su vez puedan reconocer la suya; los humanos nos hacemos humanos unos
a otros. La principal tarea de la humanidad es producir más humanidad, lo principal no es
obtener mas riqueza o desarrollo tecnológico, todas esas cosas que no son, por otra parte,
desdeñables, sino que lo fundamental de la humanidad es producir más humanidad, es
producir una humanidad más consciente de los requisitos del ser humano y los que unen la
relación entre los seres humanos .
Naturalmente, no necesito decirles que el mundo va desarrollándose y avanzando en la vía
de producir objetos sofisticados, tecnológicamente, una mayor acumulación de riquezas y
bienes, medios de transporte ultrarrápidos, medios de comunicación extraordinarios, pero
sigue habiendo una inmensa fractura en nuestra comprensión de lo que es humano, sigue
existiendo un abandono, de gran parte de la humanidad, por parte de los otros seres
humanos, que deberían reconocerse en ellos; sigue existiendo un mundo concebido como
una pequeña balsa de privilegiados que escapa del naufragio general , mientras que al resto
de la humanidad se lo comen los tiburones . Evidentemente ahí hay un profundo
desconocimiento. No se trata de que no seamos buenos con los demás; no somos buenos
con nosotros mismos, no entendemos lo que significa el ser humano; que seguimos sin
comprender lo que significa ser humanos, que nos estamos mutilando nuestra propia
humanidad al renunciar al reconocimiento de la humanidad ajena y al poner otros objetos ,
bienes , por encima de nuestra relación como sujetos . Toda la ética no es más que recordar
y reclamar que la relación con los sujetos es más enriquecedora para un ser humano que la
relación con cualquier objeto que si sólo tuviéramos relación con objetos, no soportaríamos
la vida; que todo lo que da alegría, profundidad, sostén a la vida, es lo que nos viene de
sujetos; y que por lo tanto, a un sujeto -como somos-, es decir, si quieren ustedes, a un
objeto infinito, que sería una buena definición de lo que es un sujeto, un objeto sin límites,
como somos cada uno de nosotros, a un sujeto no le puede contentar más que otro sujeto,
no le pueden contentar más que aquellas cosas simbólicas y significativas que hacen los
sujetos. Ningún objeto puede colmarnos, somos un pozo sin fondo para los objetos; por
mucho que echemos objetos dentro de nosotros, nunca van a llegar al ras, al borde.
La relación con los sujetos tiene esa dimensión de infinitud que necesitamos para
comprender nuestra propia humanidad. Mientras estas cosas se olviden, en una producción
de objetos meramente materiales, seguiremos en un estadio ético atrasado, sobre todo si
convertimos la ética en lo que a veces suele ser, un conjunto de supersticiones sobre hasta
dónde deben llevar las faldas las señoritas; o qué parte de la epidermis hay que enseñar al
vecino; o si está bien darle un pellizco a la cuñada. Este tipo de cosas no tiene
absolutamente nada que ver con la moral ni la ética. Estas son supersticiones, comer no sé
qué alimento él jueves y el viernes hay que comer otra cosa, son cosas muy divertidas y a la
gente la animan a pasar el rato. Esto no es la ética, ni la moral; éstas lo que vienen es a
intentar reflexionar sobre qué significa ser humano, qué significa ser un mortal que sabe
que va a morir, que puede reconocer su propia vinculación con la muerte y con otras
personas semejantes a él. De eso es lo que trata la ética, y no tiene absolutamente nada que
ver con las 4 ó 5 pillerías que se les pudiera ocurrir, en determinados campos de
transgresión supersticiosa, a las personas. No desperdiciemos el hablar de la ética, hablando
de tonterías; guardemos la ética, para hablar de las cosas que realmente tienen importancia
etica para las personas y el mundo en que vivimos. Recordemos Piatón, en Las Leyes:
«nosotros también somos poetas, también estamos constantemente haciendo un drama,
porque la vida colectiva, la de la República, la social, es la tragedia que escribimos entre
todos». El drama colectivo, el gran drama poético que estamos haciendo todos, es la
constitución de una vida humana, donde sea posible vivir como seres humanos y donde las
personas tengan la posibilidad de alcanzar una vida decentemente humana. La etica, como
todas las cosas buenas de esta vida, es un lujo. A aquellas personas que viven privadas de
todo , aquellos niños a los que no se los cuida ni se los educa, que no conocen más personas
adultas que los que vienen a matarlos: a las perdonas que viven abandonadas de todo tipo
de protección, de cuidados, higiene, de respaldo por parte de los demás; a esas personas no
se les puede pedir moralidad ni ética, aunque muchas veces la tienen por encima de los
demás. No se les puede exigir, porque no se puede tratar a las personas como animales y
exigirles comportamientos humanos elevadísimos . Lo primero que hay que hacer, para
poder exigir comportamientos humanos recíprocos, es tratar a los demás de aquella forma
humana que queremos ser tratados. Si no todo lo demás es hipocresía , se envuelva con el
nombre de neoliberalismo o lo que sea
¿Cuál es el contenido propiamente humanista que quisiéramos, a través de la ética, insuflar,
inyectar en nuestra democracia? En primer lugar, les decía. La ética es una relación con
personas, es una defensa de la persona. No sé por que siempre que se dice que vamos a
defender a la persona o al individuo , enseguida se tiene una idea absolutamente insolidaria,
como si los individuos no fuéramos una producción social. Naturalmente el individualismo
no es una forma de romper con la sociedad, es una forma de vivir nuestra relación con la
sociedad. Uno puede ser y sentirse individuo, es decir, sentirse sujeto responsable, dentro
de un contexto de decisiones posibles, y eso no quiere decir que se sienta aislado y
absolutamente rompa todas sus relaciones con e! resto, o se desentienda del resto, ¿cómo se
va a desentender . Lo mismo que soy un individuo carnal y como tengo un cuerpo no puedo
tener una ética que y prescinda de las necesidades y urgencias de mi cuerpo también soy
un individuo social, , y por lo tanto , no puede existir una ética , por muy individual y
personal que sea que prescinda de mis obligaciones y vinculaciones sociales
Tan absurdo sería que alguien invente una ética que desprecie nuestra dimensión corporal,
como que desprecie nuestra dimensión social, porque ambas son cosas que nos pasan a los
individuos; por lo tanto, uno es individuo y es persona no porque niegue estas cosas, sino
porque las lee a partir de su propia libertad y de su propia responsabilidad. La ética dentro
del sistema democrático sería: lo que puede pedir una persona dentro de ese sistema
democrático; lo que puede pedir una persona para poder seguir siéndolo dentro del sistema
democrático, de cualquiera; lo que puede pedir que no sea algo que se le niegue. Hay
derechos, cosas que pueden ser muy útiles, aunque quizás hay países que no pueden
conceder, por ejemplo, un mes de vacaciones pagadas al año, es una cosa muy deseable y
que parece muy bien, estaría estupendo que todos los países y todas las personas tuvieran
un mes de vacaciones pagadas al año, y eso querría decir que todas tendrían un trabajo en el
cual podrían darles un mes de vacaciones pagadas al año, cosa que como saben no es el
caso. Sin embargo, hay países que, quizás por su propia estructura o ausencia de recursos,
no podrían pagar un mes de vacaciones a todos sus ciudadanos, o no tienen una industria o
estructura económica que pueda pagar un mes de vacaciones a sus ciudadanos u otras
cosas. Hay determinados beneficios que los países ricos pueden permitirse y otros países
no . En cambio, las reclamaciones éticas son aquellas que cualquier país se puede permitir,
por pobre que sea, por mal que tenga el deficit ese año puede permitirse estas
reclamaciones éticas, porque no depende de los recursos sino de la forma de organizar la
vida social y de la voluntad de basarse en unos principios y en otros .
Les diría no tres principios, sino tres núcleos a partir de los cuales poder organizar otros
principios. En primer lugar, partiríamos de la inviolabilidad de la persona, es decir, la
persona tiene derecho a no ser sacrificada, ofrecida en holocausto, simplemente porque eso
beneficiaría a alguien o algo. Una cosa es que se exijan unas responsabilidades sociales a
las personas, y que por lo tanto, eso limite su libertad u obligue a ciertas prestaciones, y otra
cosa es que una persona, en lo que tiene de su personalidad, de su capacidad de ser libre,
sea inmolada por necesidades del grupo; sea utilizada como chivo expiatorio; sea utilizada
como mero instrumento de la colectividad. La inviolabilidad de la persona y todas las
garantías jurídicas que resguardan esa inviolabilidad, es uno de los principios éticos, que la
ética de alguna manera introduce o insufla en el ordenamiento democrático. Un segundo
principio sería la autonomía de la persona; es decir, ésta tiene sus propios planes y debe de
tenerlos, debe tener sus propias posibilidades de buscar la excelencia, a su modo, sin
necesidad de que todo el mundo se pliegue a un solo plan de vida establecido. Siempre que
esos planes de vida -naturalmente- no se conviertan en fuentes de agresiones o de mermas
de derecho para otros. Aquello tan bonito que dice Voltaire en sus cartas filosóficas desde
Inglaterra, cuando elogiando la libertad de cultos religiosos que reina en Inglaterra, por
contraposición a la Francia que él. conocía, dice: «todos los ingleses pueden ir cada uno al
cielo por el camino que más le apetezca». Cada uno tiene derecho a equivocarse sobre su
vida; o a acertar; o a vivir una vida que otros consideran equivocada, pero que él considera
acertada; siempre insisto en que esto no sea una fuente de agresión o de males para otras
personas. Este principio de autonomía se opone al paternalismo en la democracia; es decir,
esa concepción de que el Estado es quien mejor sabe lo que debemos o no tomar, adonde
debemos ir y adonde no; en fin, lo que es mejor para cada uno de nosotros en todo
momento. El bien cuando se impone, deja de ser bien; no podemos imponer el bien. Es
mejor respetar la capacidad de cada cual de seguir sus caminos y a veces de perderse, o
dañarse a sí mismo, que el intentar imponer desde fuera lo que debe hacer todo el mundo.
Creo que el principio de autonomía personal está vinculado -como ven ustedes- muy
estrictamente con la tolerancia. La tolerancia es una palabra que se utiliza mucho y se
comprende -me parece- no del todo bien; la tolerancia es la capacidad de, pudiendo
impedirlo o pudiendo utilizar a otros , permitirles que se comporten de un modo que nos
desagrada. La tolerancia no es que a uno le parezca bien todo lo que hacen los demás, eso
se llama imbecilidad, no tolerancia; la tolerancia no es que a uno le dé igual lo que nacen lo
demás, eso se llama indiferencia; la tolerancia es qué a uno, pareciéndole malas
determinadas cosas que hacen otros, pareciéndole malas determinadas conductas ,formas de
ser, sin embargo, comprende que es mejor vivir con cosas que no nos gustan, que vivir en
un mundo de espejos que no reflejen más que nuestro propio rostro, permanente. La
tolerancia es aprender a convivir con cosas que no te gustan. Vivir en una democracia es
vivir rodeado de cosas que le fastidian a uno, que en ocasiones nos tienen que doler, pero
ése es el síntoma de que uno está viviendo realmente una democracia, cuando no estás
totalmente a gusto. La idea de un mundo uniformado, en el que todo el mundo comparte
nuestros prejuicios, anima nuestro propio tipo de fútbol, tiene nuestros propios gustos
gastronómicos, etc., eso es un sueño paranoico, no es una sociedad de libertades. La
autonomía vinculada a la tolerancia me parece que también es otros de esos principios
imprescindibles que éticamente deben insuflar en la democracia
Un tercero, sería eso que llamamos la dignidad de la persona ; en el Renacimiento se habla
de la dignidad humana, pero creo que es en el siglo XVIII cuando el concepto de dignidad
empieza a incorporarse directamente a los discursos políticos efectivos; no a los discursos
culturales humanistas, sino a discursos políticos efectivos. En el siglo XVIII desaparecen
las dignidades aristocráticas. Es decir, en el siglo XVIII había unas dignidades ligadas a la
genealogía, al status social, etc., que entran en declive; primero naturalmente, en una
sociedad como Estados Unidos que no tenía aristocracia, y luego en la sociedad francesa, a
partir de la Revolución; y por extensión empieza a entrar en crisis en el resto de Europa. Al
ir desapareciendo la dignidad genealógica de la aristocracia va surgiendo la reclamación de
cada individuo, de todos los individuos libres e iguales, a su propia dignidad a ser tratados
de acuerdo con sus méritos o deméritos y no de acuerdo con su origen, su raza, su sexo,
cualidades o condiciones que uno no puede cambiar. El espanto del racismo, por ejemplo,
es que centra a los humanos, los somete a una determinación, que ellos no pueden cambiar
y que por lo tanto, escapa a la capacidad humana de libertad. Nadie elige su sexo, su color
de piel, su afiliación de haber nacido en un lugar o en otro, todo lo que reduce a los
humanos a una determinación que ellos no pueden controlar, en vez de simplemente
juzgarlos por lo que son, por lo que hacen, por los méritos que tienen, o castigarlos por los
deméritos, si la sociedad considera que han hecho algo malo, que lo hayan hecho, es decir,
que se les pueda atribuir y no simplemente que sea un efecto de condiciones que ellos no
pueden cambiar.
Esto es lo que la dignidad humana, a partir del siglo XVIII , rescata. Da igual cuáles sean
tus padres, tu genealogía, el problema es qué vas a hacer tú, qué valor vas a tener para lo
demás; y esto es lo que cuenta, y no todas esas condiciones superfluas de la persona.
Fíjense que a partir del siglo XVIII hay un esfuerzo, permanentemente, por oponerse al
discurso de la dignidad humana, a partir de formas que intentan someter a los individuos a
colectivos, que son los que de alguna manera juzgan si deben ser aceptados, rechazados,
estimados o no estimados. El racismo, la xenofobia, son mecanismos que internan reducir a
las personas a su colectivo.
Los discursos de autores racistas que nos han llevado a los horrores que conocemos, lo que
intentan es decir: «no. las personas están producidas por su colectividad de una manera
inexcusable»; es decir, no hay más remedio, somos lo que nuestra raza ha hecho con
nosotros; o somos lo que nuestro grupo ha hecho por nosotros. Creo que de ahí deriva,
actualmente, que de la mitificación de la raza pasamos a la mitificación de la identidad
cultural, y étnica. Esta se convierte en una especie de fetiche inamovible y espero que -no
viviré lo suficiente para verlo dentro de 50 ó 100 años, las personas sensatas den el mismo
respingo y pongan la misma cara de hostilidad, cuando oigan la expresión identidad
cultural, que hoy tenemos cuando se habla de Rh de la sangre, de forma del cráneo, de
razas u otras cosas que se han inventado para minusvalorar la dignidad humana.
La cultura nunca puede ser idéntica, siempre es plural; la cultura es precisamente aquello
que nos abre a los demás, y no lo que nos encierra en nosotros mismos, sobre todo en la
dimensión civílizatoria de la cultura, porque culturas hay muchas, aunque civilización no
hay más que una, esa que busca la humanidad de los hombres, por encima de las divisiones
y distinciones. Todo este tipo de cosas, esta idea de que las personas nacen determinadas,
en el fondo es contra la dignidad humana. Jefferson lo explicaba de una manera gráfica,
diciendo: «hay algunos que se creen que las personas nacen con una silla de montar en la
espalda, para que ellos se suban encima». En el fondo, todos los que hablan de racismo lo
que quieren es que las personas nazcamos todas con unas determinaciones que sean como
una especie de silla de montar, para que otros, que son los gestores de nuestras entidades
colectivas, o que son los organizadores de las razas superiores, o los que saben cuál es la
maximización de los beneficios, se suban en esa silla de montar, que otros están
condenados a llevar.
La lucha contra esas sillas de montar es la reclamación de la dignidad humana, y creo que
junto con la inviolabilidad de la persona y la autonomía, esa dignidad es, evidentemente,
imprescindible. Por otra parte, naturalmente la persona exige, en su reconocimiento,
asistencia. Las personas, precisamente por nuestra condición mortal, no somos seres de una
pasta indestructible que todos podamos controlar, decidir, ejecutar. Estamos sujetos a las j
gracias, desdichas, a todo aquello que trunca nuestros mejores planes de vida. Hay personas
que nacen en contextos en que realmente las posibilidades de llegar a alcanzar una cierta
autonomía , un cierto control , son mínimas porque no van a tener educación, alimentación
suficiente. Es necesario comprender todos esos requisitos, saber que para , hacen falta
muchos requisitos ; y no todo el mundo hoy puede tenerlos ;por lo tanto los verdaderos
individualistas no son los que se desentienden de los demás, sino los que ayudan a los
demás a convertirse en individuos: los verdaderos individualistas son aquellas personas que
se sienten concernidas, porque los demás alcancen la posibilidad de una autonomía
individual, que no se tiene si no se tienen unos determinados mecanismos educativos,
higiénicos, sociales, etc.
Creo que aquí hay un punto que me parece muy importante: es la comprensión que nos
debemos los unos a los otros. Los tomistas hablaban del ordo amoris, es decir, hay un orden
en el amor, tengo que ocuparme primero de mis parientes más próximos, de mi hijo, de las
personas que están bajo mi responsabilidad; y luego, de las personas que viven en mi
ciudad, mi país, en mi continente; en fin, cada uno de nosotros tiene una cierta jerarquía, no
puede uno empezar a preocuparse por lo más remoto.
Aunque en un mundo como en el que estamos, en que, verdaderamente, las noticias de las
tragedias, las noticias de la realidad del mundo nos llegan, constantemente, desde los
lugares más remotos, el ordo amoris no puede ser lo mismo que en la época de santo
Tomás. Es decir que, verdaderamente, tenemos ya unas dimensiones de conocimiento de
los dramas humanos que no nos permiten desentendernos de esas cosas. Creo que
realmente es algo que hace pensar, el hecho de que seis mil millones de seres humanos, que
somos ahora, en rápido crecimiento, no podemos vivir exclusivamente como tribus,
dispersas o separadas. Quizás debamos, ya que estamos todos hipercomunícados, ser
conscientes de lo que también esa comunicación a nivel humano, de responsabilidad
política compartida, nos impone. .......
He tratado de darles a ustedes -con las limitaciones mías y de un acto como éste- el marco
de lo que creo, estableciendo la diferencia entre ética y política; estableciendo que ética, en
su sentido estricto, es siempre lo que está en mano personal de cada uno; y que por lo tanto,
ninguna mejora de la situación política nos puede dispensar de ser morales. Nunca habrá un
mundo tan bien organizado que ya no necesitemos ser morales, y que podamos vivir ,
automáticamente dentro de él. La ética es un proyecto infinito, porque es el proyecto de la
construcción de nuestra, propia humanidad, y del apoyo a la humanidad de otros; y por lo
tanto, no tiene límites, ni tnyni es estrictamente político tampoco. Es verdad que de ese
proyecto ético hay una especie de contagio, llegan una serie de datos al conjunto de la
democracia; y ésta tiene este respeto a la persona, esta base a la dignidad de los derechos en
su fondo, como una mezcla, un lugar donde se mezcla lo estrictamente moral con lo
político y con lo jurídico. En último término, creo que el reto de nuestras democracias es
que vamos a entrar en un siglo en el cual los seres humanos están aumentando en su
número prodigiosamente, y la democracia tiende al peligro de vaciar su sentido, de
convertirse en un mecanismo de las élites que simplemente sea un mecanismo para elegir
las élites, y no en una forma de comprender la vida en común. En ese sentido sí se necesita
darle una sustancia ética a la democracia, para que la democracia no se vacíe. Es difícil.
Fíjense que hay un dato que me parece muy sorprendente y muy chocante. A finales quizás
del siglo que viene o a principios del otro, no lo sé, probablemente no vamos a estar ni
siquiera los más jóvenes aquí para verlo, en el mundo van a vivir sobre la superficie de la
tierra más seres humanos que los que han nacido y muerto a lo largo de toda la historia. Los
romanos, cuando alguien moría, decían «se fue con la mayoría», que es una expresión
bonita para señalar la muerte, porque es verdad, la muerte es el hecho democrático por
excelencia, morir es lo más igualitario, y la entrada en el mundo de la mayoría que ha
existido. Quizás a finales del siglo que viene morir sea ir con la minoría, los muertos estén
en minoría; podemos suponer que eso evidentemente tendría una serie de ventajas también.
Una humanidad liberada del peso rencoroso de los muertos. Éstos, en el fondo, nos obligan
a librar permanentemente sus batallas, estamos constantemente librando batallas surgidas
de los rencores y los malentendidos entre los muertos, que nos obligan a seguir librando
esas batallas; los muertos nos detienen como en la famosa novela de Conrad Línea de
sombra, donde el viejo capitán ahogado, desde el fondo del mar, detiene el barco que dirige
el joven capitán, para que no llegue a puerto; de la misma manera, quizás en nuestras
sociedades, el peso de los muertos, de los agravios, de la sangre y de las atrocidades
cometidas, detiene la marcha progresiva, digamos, ilustrada de la humanidad.
En cambio, si a lo mejor, en un momento determinado los vivos son más, pueden imponer
sus propias leyes, romper con el pacto de los muertos, reinventar de alguna forma su propia
humanidad, imponer unas pautas democráticas, a escala verdaderamente humana, es decir,
a escala de la civilización y no simplemente de los grupos, quizás eso cambie la faz de la
tierra. No sé, no debemos tampoco vivir pensando en proyectos tan lejanos. La ética es una
reflexión sobre la cotidianidad, sobre el aquí y el ahora, sobre el momento presente, y en
ese sentido creo que es a la vez algo distinto, aunque complementario, al mundo de la
política.
La lucha por la Libertad

FERNANDO SAVATER

Savater es un filósofo español, más conocido por dos obras que escribió a su hijo: "Ética
para Amador" y "Política para Amador", con las cuales adquirió fama mundial. Estuvo en
Popayán en el Séptimo Coloquio sobre Medicinas alternativas. A continuación
transcribimos una de sus intervenciones.

"En cierta medida el problema de la libertad se nos crea o no lo creamos nosotros por la
contraposición entre el deseo de la libertad, que es algo glorioso y triunfal que todos
pensamos que queremos apetecer, y, por otra parte, los miedos que apareja la libertad. La
libertad no es un elemento que asegure la felicidad o que asegure ningún tipo de éxito, de
paz o de gloria, sino que es una determinación, una forma de vivir la vida como seres
humanos. Alguna vez he citado al último presidente de la República Española, a Don
Manuel Azaña, a quien en una ocasión alguien le dijo: "pero Don Manuel, ¿usted cree
realmente que los hombres si son libres son más felices?" Azaña repuso: "yo no sé si son
más felices, yo lo que sé es que son más hombres".

Ese es el problema de la libertad; no nos garantiza ni la felicidad, ni el éxito, ni la justicia,


ni la salud, ni ninguna otra cosa parecida, sino que lo que nos garantiza es un punto de vista
humano para llevar a cabo nuestra tarea de hombres. Un viejo filósofo estóico, quien
además de filósofo era emperador, Marco Aurelio, en sus Soliloquios, (conversaciones
consigo mismo), en uno de sus consejos decía: "cada mañana al levantarte recuerda que
tienes que vivir tu tarea de hombre". Pues esa tarea de hombre impone en buena medida la
libertad. La libertad como una forma de afrontar las cosas, como una perspectiva sobre el
mundo.

Digo como una perspectiva, porque hay que distinguir la libertad de, por supuesto, las
libertades en sentido público, establecido, institucional, como la libertad de expresión,
como la libertad de asociación o la libertad de voto; son unas libertades que son un
compromiso de la autoridad para que no impida o deje de reconocer el derecho a hacer tales
o cuales cosas.
Pero hay un sentido de libertad que es la capacidad de disponer, en cierta medida, de
nosotros mismos. Digo en cierta medida porque es obvio que nosotros estamos
determinados por muchas cosas. Estamos determinados porque somos reales, porque
vivimos en la realidad, es decir, estamos determinados por nuestro cuerpo, por nuestra
familia, por nuestro lugar de origen, por nuestros avatares de infancia, por las
circunstancias históricas que nos ha tocado vivir. Nosotros no elegimos las circunstancias
en que vamos a elegir, sino que en unas circunstancias dadas, puestas, históricas; ahí
tenemos un cierto margen de elección. Es decir, elegimos en un contexto de circunstancias
que no hemos elegido y que en buena medida nos condiciona.. Todos sabemos que estamos
moviéndonos en un contexto de realidades difíciles, que tenemos que luchar. De modo que
la libertad no es algo así como esa invención que está totalmente libre de nuestras
circunstancias; nunca lo ha sido.

No podemos retroceder; podemos hacer unas cosas u otras, pero no podemos retroceder.
También Aristóteles dice: "yo puedo tener una piedra en la mano y libremente la tiro o la
guardo en la mano. Lo que no puedo hacer es tirarla y decir vuelva, porque no va a volver".
El problema es que queremos tirar la piedra y luego decir vuelva. Queremos ser libres para
arrojar la piedra pero que eso no tenga consecuencias, que todo quede como antes, que
podamos volver a empezar en cada momento, que en cada momento se nos de otra vez la
opción de volver a empezar, y eso va acumulando tendencia a la mentira, a la cobardía o a
la violencia, a la crueldad o lo que sea; lógicamente eso estará condicionando nuestras
posibilidades futuras de ser de otra manera.

Ser libre es saber que uno va creando unos hábitos y que estos hábitos hacen que uno sea
menos libre. Libremente uno va adquiriendo unos hábitos que luego libremente no es tan
fácil despojarse de ellos. Esos hábitos que libremente se van adquiriendo, esa configuración
caracteriológica esa disposición hacia unas cosas y hacia otras al principio son libres; pero
poco a poco dejan de serlo y finalmente restringen mucho nuestras posibilidades de
libertad. Es decir, después de haber empleado muchas veces nuestra libertad nos queda
menos disponibilidad, según como la hayamos empleado para ser libres. De ahí que parece
aconsejable emplear la libertad para todo aquello que nos abre, todo aquello que multiplica
nuestras expectativas, todo aquello que no nos cierra, que no nos clausura, aquello que nos
permite crear más que acumular.

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