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 Fraternidad

Desde el concepto de “persona” surge también un nuevo concepto de humanidad en


el que la relación con los demás siempre es de fraternidad. Si somos hijos de un mismo
Padre (Rm 8,16) somos hermanos y como hermanos ha de ser nuestra relación (Salmo 133,
1). Esta fraternidad implica que el amor tiene que hacerse concreto, hay que manifestar el
amor en cada gesto, en cada palabra, en cada situación de modo que el otro se sienta
amado por nosotros. El otro ha de tener experiencia del amor de sus hermanos, en vez de
intuiciones de ese amor. Tenemos que aprender a manifestar el amor que llevamos dentro
no como nosotros sabemos sino como el otro es capaz de recibirlo. Los chavales tienen
que saber que les queremos, que nos importa su vida y sus problemas, que no nos son
indiferentes, sólo así podremos convertirnos en autoridad para ellos y dejarles nacer desde
ellos mismos.

El ser persona, el ser en relación nos lleva obligatoriamente a la fraternidad: cuidar


todas las relaciones, hacer comunidad, cuidar los encuentros, las palabras, los detalles, la
autenticidad y la calidez en la relación, el servicio, el perdón...por eso es tan importante
cuidar las relaciones personales dentro de la comunidad educativa de modo que esta sea
para todos, sobre todo para los chavales, un lugar de acogida, de perdón, de paz, de
justicia, de solidaridad, Cooperar pues para que la presencia de Jesús se manifieste entre
nosotros y sea posible en cada niño. El maestro, deberá entenderse como un profesional del
arte de descubrir y consolidar las nuevas relaciones humanas.

«Crear lazos», le dice el zorro al Principito, para explicarle cómo se fragua una
amistad. Para ello se necesita... ¡tiempo! «¿Qué hay que hacer? —dijo el Principito—. Hay
que ser muy paciente —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí,
así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de
malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...». Queremos formar
comunidad, y con este buen deseo podemos caer en el error inicial del Principito, cuando el
zorro le pidió que le domesticara: «Bien lo quisiera —respondió el Principito—, pero no
tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas». Abramos
entonces “espacios comunitarios” y comencemos a crear lazos: Lazos de comunión entre
las personas que, al principio sólo materialmente, coincidimos en torno a la misión
educativa. Lazos que nos permitan sentirnos humanamente reconocidos, aceptados,
queridos...Lazos que provoquen nuestra responsabilidad compartida en la misión ante las
necesidades de los jóvenes...

Dado el ambiente social contrario; dado que todo mensaje, para ser creído y aceptado
debe apoyarse no sólo en la credibilidad de la propuesta, no sólo en la credibilidad de la
persona que lo propone, sino en un ambiente social que lo confirme, la posibilidad de
comunicar valores y criterios depende de la constitución de una Comunidad Educativa,
como sociedad alternativa que confirme la viabilidad de la propuesta pedagógica.
“pedagogía de comunidad”. El sujeto último del ministerio calasancio trasciende al
educador individual: se educa sobre todo por inmersión y por eso es la comunidad
educativa el sujeto, mejor aún si hablamos de la comunidad cristiana calasancia, en la
medida en que permite que el Maestro esté en medio de quienes se reúnen en su nombre y
él es quien realmente educa. Si esta educación es en realidad una "iniciación"
(sociocultural y cristiana), entonces la comunidad es decisiva. De ahí la importancia de
suscitar auténticas comunidades humanas y cristianas en nuestros centros, la importancia
de garantizar sus relaciones internas, su proceso de crecimiento, su profundidad y, en
último término, la presencia del Espíritu en medio de ellas.

Se llega a una Escuela con Sentido cuando vivimos en una escuela que construye
Comunidad, es la condición o requisito definitivo, lo único que puede de verdad
garantizar cualquier relectura de los Programas escolares: todo depende de qué idea se
tenga sobre la vida de relación y qué vida de relación viva el educador.

También en educación se ha desarrollado la libertad y la igualdad, pero no la


fraternidad; en términos educativos podríamos hablar de “aprender a vivir juntos”. Hoy
nos enfrentamos cada vez más con el reto de la interculturalidad. El respeto y la
colaboración con el que es diferente es hoy urgente si queremos construir un mundo de
paz. Para los seguidores de Jesús la construcción de la fraternidad universal ha de
convertirse en meta educativa, en una utopía a perseguir. Ha de resonar en el interior de
todo educador cristiano el deseo profundo de Jesús: “Padre, que todos sean uno”. El lograr
que en nuestras aulas y grupos se experimente el respeto al que es o piensa diferente, la
colaboración, la valoración de la aportación de cada uno...e incluso la unidad a lograr entre
todos no ha de sernos para nada ajeno. Toda auténtica vocación es vocación para vivir la
comunión y construir la comunidad. Si vamos educando en esta línea desde el principio
será más factible que las opciones comunitarias dejen de ser cosa excepcional. Pero para
ello es necesario que los niños la experimenten y además como algo gozoso.

Estos son los criterios, opciones, horizontes a los que queremos llegar. Nuestra tara
es sembrar (y quizás algunos frutos no nos tocará recogerlos a nosotros), no importa tanto
el resultado final como el trayecto que nos acerca a él. Sobre todo porque en la educación
el trayecto nos construye y nos plenifica al tiempo que construye a los chavales si de
verdad lo vivimos con vocación. Nos deben de mover las ganas de viajar, no las de llegar:
«Si sales para hacer el viaje a Ítaca, debes pedir que el camino sea largo»1. Feliz viaje a
todos y todas. «Que Jesús Maestro forme en todos nosotros verdaderos y válidos
educadores» (Chiara Lubich).

1
Cavafis, “el Viaje a Ítaca”.

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