Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
P RÓLOGO
Al filozafando
I: Un simple viaje
Recuerdo un libro que leí: un hombre que cansado de la vida de todos los días
se larga a mudar a una isla con su mujer. Creo que en este momento esa idea no me
parece tan loca: nada de ruidos, nada de ronquidos, nada de gente apretada y
agolpada para ver si logra llegar un centímetro mas allá que su vecino. Quizá la
idea de desconectarse un poco no sea nada mala. Descontaminarse del vertiginoso
avance de lo que nos bombardea todos los días, de lo rápido que van las cosas,
donde un año puede ser una eternidad. Pensar un poco en qué estamos entregando
nuestra vida, o, si es que seguimos acá, para qué nos está pagando nuestro jefe la
vida.
El ómnibus dobla: ¿ya se pasó una hora? Va a ser mejor que me acerque a la
puerta sino no llego a la parada. Apenas me muevo y la marea de gente me arrastra
hasta donde quiero estar -¿o no?-. Comienzo a caminar y siento como todavía está
fresco. ¡Uy!, ¡son las siete! Mejor me pongo a escuchar el informativo para saber qué
está pasando alrededor mío. Ya voy a tener tiempo para pensar...
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Pocas veces nos dedicamos a pensar en las cosas que nos rodean. A veces, comenzamos
a hacerlo sin que ésta fuera nuestra intención, y nos encontramos con cosas como estas, que
nos "vuelven a la realidad" y nos deja con ese gustito de que "pronto tendremos tiempo para
pensar" aunque, en lo más profundo de nosotros mismos, sabemos que ese momento no
vendrá hasta pasado un muy buen tiempo.
Es así que vivimos en nuestras vidas, apurados por llegar, apurados por tragar más que
comer, apurados por estar y no por ser. Por momentos puede que queramos escapar, pero
inmediatamente nos volvemos a hundir en excusas como "no tengo tiempo para esas cosas" o
"estoy muy cansado"... prendemos el televisor y nos quedamos pasmados mirando el
informativo, pensando que ésa misma es nuestra realidad, aunque las cosas más profundas de
nosotros hay que buscarlas en nuestra esencia, en lo que somos, y no en lo que un señor de
traje nos dice por TV sobre la desgracia de nuestros pares ciudadanos.
Desde niños nos enseñaron que lo que nos diferencia de los animales es nuestra
capacidad de razonamiento, sin embargo, desde mucho antes que el hombre pudiera controlar
el fuego, éste ya se maravillaba de lo que lo rodeaba; y antes de construir grandes ciudades y
edificios, éste ya estaba pensando en lo que somos en esencia. Esto es una sencilla prueba de
que, además de seres razonables, somos seres sensibles... capacidad que parece subestimarse y
olvidarse en el ajetreo diario.
Nos preocupamos mucho por saber más técnicas, pero cada vez tenemos menos
inquietudes por conocer más. El "amor a la sabiduría" se ha dejado de lado, muchas veces se
ve como algo más ajeno que cercano. Pero esto no es así, hacemos filosofía desde que nacemos
hasta que morimos, en todo momento, con el simple hecho de preguntar "¿Por qué?".
Porque lo hacemos toda la vida, porque es nuestra esencia, porque no debemos dejarnos
engañar sino que debemos pensar, porque cuanto más conozcamos de nosotros mismos más
podemos mejorar... por todas razones invito a continuar con "Al filozafando", una serie de
cuentos sobre lo que somos y sobre cuánto podemos "crecer" al conocernos, sacando lo mejor
de cada experiencia, por sencilla o complicada que sea.
C APÍTULO I
LA DEMOSTRACIÓN
PERFECTA DE LA
IMPERFECCIÓN
Al filozafando
II: Cara a cara
Hace mucho tiempo que no estaba en ese lugar, y a decir verdad, lo extrañaba.
Es una de esas cosas que lo hacen a uno y a la cual uno pertenece. Volver ahí es
mágico: como volver a un instante pasado pero sin dejar de estar en el presente.
Y allí estaba: todavía con la boca abierta mirando aquel lugar, escuchando
aquel lugar y tratando de sentir como él. ¿Dónde estoy parado? Bueno, la respuesta
mas lógica es, esta vez, la mas sencilla: en el medio de una calle de pedregullo ya
casi tapada por los yuyos, en el medio de lo que una vez supo ser una quinta llena
de durazneros que florecían en primavera, en el día de mi cumpleaños... Pero ahora
no es mas que una cantidad de pradera descampada, y frente a mí, unas ruinas que
de a poco se van transformando en lo que yo sentía que era... y que no lo veí a.
La escalera de mármol de tres escalones que lleva a un pequeño balcón, la
puerta principal a la que entrabas a una pequeña sala de estar que anticipaba al
comedor, lleno de viejos y robustos muebles de madera, con una enorme araña que
colgaba del alto techo... pero no es un comedor como los de ahora: antes allí supo
haber un piano en lugar de un televisor, supo haber un estante enorme lleno de
libros viejos y empolvados en lugar de una mesa con un teléfono... Más allá del
comedor se encontraba otra especie de comedor más (¿glotones acaso?) con una
mesa larguísima y una estufa a leña. A la izquierda, una cocina sin microondas,
pero con una cocina de metal que funcionaba a leña. Luego, el fondo de la casa, un
parque que servía de rotonda para que las cachilas dieran vuelta a su alrededor y
dejaran a las personas en frente a la entrada del fondo de la casa. Un aljibe, una
mesa con sillas de material para pasar las interminables tardes sobre la loma en la
que estaba la casa, bajo un pino enorme y mirando hacia las vías del tren, que se
situaban justo detrás de un viejo gallinero que ahora debe ser resguardo para varias
comadrejas.
Si, ahora no sentía como
aquel lugar, y la imagen que mis
ojos apreciaban de a poco iban
ganándole a mi mente... aquello
no eran mas que ruinas: un
tornado había pasado por allí
hacía un año y a nadie le
importó, todo quedó así: roto.
Rodeo lo que queda de aquella
casa y me acerco a un viejo árbol
que quedaba sobre el punto mas
alto del terreno, desde donde se
veían todas las colinas del lugar.
Busco la hamaca que tanto tiempo supo entretenerme en mi
niñez, pero solo quedan los pedazos de cadena enroscados de
alguna rama... Necesito tratar de poner un poco de orden.
Vuelvo a la "entrada" de la casa, y me siento en la
escalera. Corro las plantas rastreras que taparon el primer
escalón y veo que todavía estaba el mármol, a pesar que ya
había desaparecido de los otros dos escalones. Me apoyo en él
y mi vista se pierde en el horizonte. ¿Será que todas las cosas
que queremos se pierden? Quiero creer que no. En aquella
casa yo pasé mi infancia, hasta que me mudé a Las Piedras, lugar en el que resido
ahora. En aquella casa, pasó una niñez feliz, en la que la principal diversión no
estaba con los videojuegos o en la televisión, sino en trepar el árbol más alto o en
salir a enchastrarse al arroyo luego de que la lluvia lo hubiese desbordado. Sin
embargo, ahora solo quedan las ruinas y los matorrales que la cubren. Pienso que
todo lo que queremos siempre se va, y solo quedan las
ruinas. Mis ojos se humedecen. Inmediatamente me doy
cuenta de que mas que las ruinas, estaban los matorrales
tapando todo, como sanando las heridas. Me doy cuenta
que el lugar está vivo, no solo por las plantas y las
garrapatas del lugar, sino también por los sentimientos allí
guardados. Quizá no todo se pierda.
A uno muchas veces le pasa, que quiere volver para
atrás y agarrar a alguien o algo bien fuerte para no soltarlo
nunca, pero inmediatamente se da cuenta que queda
sumergido en la realidad, se acerca hasta un álbum de fotos y busca aquella foto
que le recuerda a esa persona o un regalo que le hicieron... A veces podemos
sentirnos así, y está bien, al fin y al cabo, somos producto de las cosas que nos
pasaron y de cómo las enfrentamos. Ver aquella foto, aquel regalo, o aquella casa, es
la motivación y la ayuda para tomar nuevas decisiones, es el aliento aquel que de
repente necesitamos para que nos caiga la ficha de lo mejor
que podemos hacer, de lo que nos prometimos a nosotros
mismos o a alguien alguna vez... ¡Cuántas veces nos
sentimos perdidos y recurrimos a aquellas cosas que
extrañamos para sentirnos "cuerdos" otra vez! ¡Cuántas
veces encontramos alguna de esas fotos sin querer y nos
quedamos mirándola como tarados, tratando de darnos
cuenta de algo nuevo cuando quizá ya no tenemos nada
mas que descubrir!... El peligro sería sumergirse en
aquellas cosas y no encontrarles salida, no cerrar etapas, y
no darse cuenta de que las cosas continúan y que uno debe sacar lo mejor de lo que
pasó, y pensar de ellas de vez en cuando (y sólo de vez en cuando)...
Ahora abro los ojos. Ya no están húmedos, y un gesto de sonrisa estúpida se
dibuja en mi rostro. Veo lo que queda del camino de pedregullo y decido caminarlo.
Cruzando el puente de aquel arroyo que me acompañó tantas tardes de juego,
encuentro un membrillo, "debe ser el última que queda de la quinta", pensé. Lo
corto y lo agarro bien fuerte en mi mano. Es el último fruto que me llevo de aquel
lugar; ahora, solo me quedan unos metros para llegar al pueblo.
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Al filozafando
III: En un instante
Una banda sonora toca frenéticamente una canción en mi cabeza, una canción
que no puedo sacarme, de esas que se le pegan a uno y las tararea todo el día y no
sabe cómo hacer para olvidarla. Mientras esto ocurre, voy caminando no muy
rápido, aunque siento que voy corriendo... debe ser porque mi corazón late fuerte.
Veo la gente que pasa sonriendo, seria o enojada al lado mío, y tengo ganas de
abrazarlos a todos. Siento que con cada paso que doy puedo llegar lejos, puedo
incluso, si me lo propongo, cruzar el Atlántico para llegar a otro continente, y solo
con dar un paso... siento que la luna me sonríe y siento que puedo llegar hasta
donde yo quiera, no hay barreras que me lo prohíban ni órdenes que me frenen, es
ahora que esta ciudad me queda chica.
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Al filozafando
IV: Para continuar
Es extraño como a veces creemos haber encontrado esa persona que nos hace
sentir tan completos y de repente verla alejándose por la puerta de un
supermercado haciéndose la que no nos vio, la que poco le importamos. ¿Cómo
puede ser que a veces nos entreguemos tanto a alguien para que nos olvide? Pienso
que a veces podemos ser importantes para las personas, e incluso, podemos llegar a
formar parte de ella aunque al final todo termine así: indiferente. Da lástima que sin
quererlo tengamos que matar a alguien a sangre fría para poder continuar con
nuestras vidas, da lástima que luego nos la crucemos y parezca que nunca nada
pasó, aunque el fantasma de un pasado no tan lejano esté todavía presente. Quizá, a
veces, incluso hasta sabemos que podemos contar con esa persona, aunque ya no
esté a nuestro lado. ¿Ocurrirá esto realmente cuando mueren las personas que
queremos? Descubrí que ese
instante mágico en el que somos
completos no es para el que
vivimos, sino que él vive en
nosotros, ¿será, entonces, que esas
personas viven en nosotros y por lo
tanto nunca dejaron de existir? Si
estas cosas ocurrieran, entonces, la
vida misma no sería más que un
conjunto de sensaciones
"imaginadas", creadas por nuestra
mente para hacer de la vida algo
mas placentero.
Un fuerte ruido me saca de mi trance. "Ese maldito teléfono, voy a tener que
cambiar el timbre" pienso. Atiendo y saludo. Es su voz... ¿o es mi imaginación?
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Al filozafando
V: El otro estado
Era un poco temprano, pero no tenía ganas de ponerme a hacer las tareas
impuestas por la rutina diaria. Estaba cansado, y solo quería disfrutar de un
momento íntimo con la naturaleza, con lo que una vez fuimos, hace millones de
años atrás... cuando los hombres-mono se maravillaban de un trueno, de la lluvia, y
hasta de una flor... Así quería sentirme yo, hoy no quería ligarme con las
computadoras, con la televisión o con la radio; hoy quería ligarme con la esencia de
lo que somos.
"Fácil, con la imaginación. Con ella puedo hacer lo que quiera. Con ella soy lo
que quiero ser, con ella no tengo barreras de ningún tipo y soy completamente libre.
No me pierdo en una oficina, no me encierro en mi casa con la televisión como hace
la mayoría de la gente. Solo cierro mis ojos y estoy donde quiero estar, hablo con las
personas que no conozco de aquellos lugares..." "¿Como conmigo ahora?" "Como
contigo ahora; de ustedes aprendo, con ustedes observo, y con ustedes mismos
descubro el odio y el amor. Con ustedes, las personas mismas, veo un reflejo de mí
mismo, veo lo que quiero ser, mis sueños y mis desazones. Veo que pasan todas sus
vidas en el mismo lugar, con las mismas cosas... solo deseando renovarlas y no
renovarse a sí mismos. Por eso imagino, voy y vengo, conociendo y renovándome".
Ya no sabía si estaba loco o si era mas cuerdo que yo, pero venciendo mis
miedos debidos a los prejuicios, le respondo: "¿Sabe qué? Hace unos días me pasó
algo muy importante. Tuve que matar a alguien con mi mente para poder continuar
mi vida tranquilo. Me puse a pensar y descubrí que la vida misma puede ser no mas
que una imaginación...", no me deja terminar la frase cuando dice: "¡Y lo bien que
hiciste! Ahora solo le falta algo: si puedes destruir, puedes crear."
Mira mi reloj y dice apurado: "¡Uy! ¡Son las nueve y diez! Llevo diez minutos
de retraso en mi viaje a Perú!" "¿No era Australia?" "La verdad que me preocupa
usted, joven" "Disculpe, es que fue demasiado ya por hoy". Le doy un abrazo. Ya sin
miedos, sin prejuicios, solo con un gracias enorme. "Me voy, ¡nos vemos!", y se aleja
corriendo por la vereda, mirando hacia atrás y haciendo dedo a los autos que por
allí pasaban.
Cierro los ojos. Y allí estoy: en Gondwana, durante la deriva continental, con
los hombres-monos metido en una caverna, mirando una tormenta furiosa desatar
sus enojos con rayos enormes y grandes bolas de fuego que de un volcán salían a lo
lejos. De repente, adentro de esa caverna y con las caras de mis pares asustados,
Platón, parece tener sentido.
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Al filozafando
VI: Ser o no ser
"Sucede que Lorena hoy se levantó normal, pero luego, a eso de las cinco de la
tarde sintió un escalofrío por todo el cuerpo y luego quedó así, sin poder siquiera
sonreír". Ya no me quedaban dudas, era lo que yo, en lo más profundo de mi ser
sabía, mi mamá no estaba bien, algo le había sucedido. "Tuve miedo, por lo que me
vine para acá a esperar a Martina, que salía a las seis, capaz ella me podía decir
algo" dijo mamá. El Dr. Peña inmediatamente se mostró preocupado, le hizo los
clásicos exámenes de boca y pecho, pero luego de percatarse de que nada de eso
tenía un desorden procedió a mirarle los ojos, encandilándola con una pequeña
linterna de potencia para nada despreciable. Luego, se sentó en el sillón que se
encontraba a mi lado y dijo: "Temo que esto es una pequeña parálisis facial, no sé de
qué se trata, pero presumo que es virósico y, por lo tanto, temporal. Pero para estar
más seguros de todo esto le vamos a hacer unos exámenes lo antes posible. ¿Podrías
llevarla ahora al sanatorio?" Preguntó mirándome. "Por supuesto que sí", "Mejor"
responde. Luego, escribió algo en el recetario, algo que nunca podría descifrar, no
por nada los doctores tienen fama de tener una letra desastrosa. Terminado este
procedimiento casi de rigor, se despide tras un fuerte abrazo, algo extraño, pues, a
pesar de estar siempre de buen humor y de conocerlo de tantos años, nunca nos
había abrazado.
Una vez que se retira, mi madre se abriga con ayuda de Martina mientras yo
saco el auto de mi esposa para irnos al sanatorio. Una vez en el auto le pregunto los
detalles de lo acontecido, pero no había mucho más que eso: un simple escalofrío y
luego nada mas atragantarse levemente con la saliva y no poder sonreír. El resto del
camino fue tan silencioso como el campo que bordeaba la ruta.
Lentamente la semana llegó a su fin, y con ella el alta. A las ocho de la mañana
había pasado la doctora de turno, la Dra. Fernández, que con un aire de jurado
dando su veredicto dijo: "Quédese tranquila, luego del mediodía ya puede irse a su
casa. La parálisis facial que el Dr. Peña pronosticó es causa de un pequeño infarto
cerebral, y por ello esto es atemporal. La sacó barata. Los exámenes le dieron bien,
todo está en orden, pero debe cuidarse de los nervios, que le hacen subir la presión.
Si Ud. no hace caso es probable que repita el episodio, así que cuídese: nada de sal,
nada de fritos... en fin, todo aquello que Ud., como hipertensa, sabe. Aquí le damos
las radiografías..." dijo alcanzándole un enorme sobre inmaculadamente blanco "...,
y aquí tiene todas las indicaciones de la nutricionista junto con un resumen clínico.
A las doce le traerán el almuerzo, y luego de la una pase por la ventanilla de
'Informes' de este piso y entregue este sobrecito. ¡Suerte y cuídese!".
Los días siguientes se presentaron tristes. Si bien había salido todo bien, ella
ya no era la misma; la energía que siempre irradiaba, que le daba un brillo especial
en los ojos, esa mismísima energía que tantas veces me había dado la tranquilidad
de una madre cuando me miraba fijamente y sonreía, como siempre sabía hacerlo
en el momento justo, había desaparecido. Su enérgico "¡Buenas tardes!" cuando
entraba a casa a saludarnos a todos un sábado ó un domingo por la tarde... todo eso
había desaparecido, ahora miraba seriamente, y a pesar de haber recobrado esas
ganas de hacer todo, de leer, de investigar, ella ya no sonreía, y esa chispa de sus
ojos había desaparecido.
Una noche, mientras hablaba con Martina en la cama antes de dormir, le dije
que extrañaba a mi madre, la de antes, la que me preguntaba cómo me había ido en
el trabajo, la que me preguntaba cómo podía hacer para buscar tal información en
Internet, y ella me respondió: "No te preocupes, mi amor, es natural, mírala... ella
está mejor, hoy estuvo leyendo el libro de Historia Universal que hay en la
biblioteca, ¡ni que se le acabaran las fuerzas a esa mujer! Es más, cuando llegué del
trabajo me encontré que se había limpiado todo, ¿podés creerlo? ¡Dos días después
del alta! No te pongas mal..." me decía suavemente al oído mientras me acariciaba el
pelo, gesto que hacía solamente en momentos especiales "...vas a ver que todo va a
salir bien, ella está con fuerzas para vivir, que es lo más importante".
En ese momento, aparto sus manos de mi rostro con los ojos ya húmedos, y,
de manera inexplicable, recordé lo que me había pasado en un banco de la rambla
hace unos meses. Miro a los ojos a Martina y le digo: "Me hiciste acordar a Roberto,
si es que ese era su nombre" "¿Quién es Roberto, mi amor?" "Ps... Hace unos meses
fui a la rambla a descansar un rato, a no pensar; y de pronto apareció un viejo que
presumiblemente estaba loco, olía mal y tenía feo aspecto... pero luego de hablar un
rato me dijo algo: 'Si puedes destruir con la imaginación, puede crear con ella'. Y
puede que tenga razón, quizá ella sí sonría después de todo..." "Como sea, siempre
que entiendas que Lorena está bien... Buenas noches" dijo apagando la luz y
abrazándome bien fuerte en la oscuridad.
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com
Al filozafando
VII: La demostración perfecta de la imperfección
Una vez en el avión me siento nervioso. Ese gustito único de la primera vez;
esa primera vez que a uno lo puede marcar para todas las otras veces; "si la primera
no es buena, probablemente las siguientes no lo sean también" pensaba para mis
adentros mientras pedía un vaso con agua sin gas -ya estaba demasiado nervioso
como para sentir burbujas en mi garganta-. Miro por la ventana y observo los
carros, las personas allá abajo, chiquitas, tratando de poner todo en orden para el
despegue. Pocos minutos más tarde el Capitán se anuncia por el altavoz, dando la
bienvenida y explicando, junto con la azafata, algunas normativas de seguridad
ante cualquier eventualidad. Luego, casi instantáneamente finalizado el proceso,
siento un leve frío que me corre por la espalda, miro por la ventana y observo lo ya
inevitable: el avión comenzaba a moverse. Me hundo en el asiento. Cuento hasta
tres y trago una enorme bocanada de aire. Cierro los ojos. No pienso.
"Aquí tiene su jugo de naranja, señorita. ¿Desea algo más?" dijo la azafata sin
percatarse de interrumpir una conversación. "No, gracias", responde Francisca, que,
acto seguido, toma un poco de jugo para refrescar su garganta, como preparándose
para practicar su conferencia conmigo, "Mirá,
¿recordás algo de física cuántica?" me pregunta
incisivamente, dudando de mis conocimientos.
"Si... de algo me acuerdo..." dije imaginando que
prontamente aquella conversación iba a escapar a
los límites de mi entendimiento. "Bueno, como
imagino recordarás sabemos, porque se ha probado
tanto teóricamente como en la práctica, la dualidad
onda-partícula, en la que todo objeto, cualquiera
sea su masa, tiene una onda de probabilidad de
existencia asociada con determinada longitud y,
por lo tanto, frecuencia; esta onda, indicada por la ecuación de Schrödinger explica
cuál es la probabilidad de que exista en determinado lugar y momento...", "Pará,
pará, pará..." le digo suavemente riéndome, "...explicame mejor y un poco más
despacio". Riéndose, se disculpa y comienza: "Como alguna vez habrás leído todo
es masa y todo es energía... digamos que todo lo que vos tocás o ves son dos cosas
distintas al mismo tiempo...", por alguna extraña razón la miré fijo a los ojos,
intrigado, algo intuía, algo yo de esto ya sabía, aunque no lo pudiera explicar; algo
me estaba viniendo a la mente... "...la materia puede desintegrarse convirtiéndose
en energía, como en la bomba atómica; o la energía puede transformarse en materia,
como en el comienzo del Big bang, o en el hipotético 'agujero blanco' todavía nunca
observado". "Entiendo..." ya empezaba a recordar algunas cosas que había leído.
Diego González
diego.esmir.gonzalez.morales@gmail.com