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STANDARDS NO STANDARDS
EL MODELO BERLINES
Recordemos, en primer lugar, algunos hechos y fechas en cuanto a la génesis de los Standard.
En el congreso de Budapest de 1918, Freud, en su intervención Los caminos de la terapia
psicoanalítica, preveía la aplicación del psicoanálisis a las masas populares. En 1920, Eitington convence a la
asociación berlinesa de la necesidad de fundar, en Berlín, una policlínica para el tratamiento psicoanalítico de
las enfermedades nerviosas. Esperaba dar cuerpo, de ese modo y luego de la efímera experiencia de Ferenczi
en Budapest, a la previsión de Freud.
El proyecto terapéutico de la Clínica se puso a punto rápidamente: un analista consultor examina y
distribuye las demandas. La sesión dura de tres cuartos a una hora, tres o cuatro veces por semana. El intento
de reducir las sesiones a media hora no fue concluyente; también la tentativa de acortar la duración de los
análisis fracasó, y la solución adoptada fue la de los "análisis fraccionados": alcanzado el objetivo terapéutico
el análisis se suspendía, pero el paciente podía retomarlo si juzgaba insuficiente su mejoría.
Paralelamente, para responder a esta extensión del psicoanálisis y desde la apertura de la Clínica, se
planteó el proyecto de formar a los analistas de la segunda generación. Procedimientos uniformes de
formación adquirieron su forma casi definitiva desde 1924. Se los dio como modelos a la comunidad analítica y
son, en lo esencial, -103- los que se mantienen hasta nuestros días. Así, Eitington fue el verdadero promotor
de los Standard. En ese contexto, dos cuestiones se habían presentado frontalmente: ajustar la cura en
función de las urgencias terapéuticas y contra la opinión de Freud, la formación analítica se subordi na a la
médica, y queda administrada por la institución que a su vez crea a tal efecto la comisión de enseñanza. La
formación es tripartita: didáctico, enseñanza, control. En sus tres caras está sometida a autorización, y está
reglamentada y controlada en lo que hace a su orden, su duración, su ritmo y sus agentes.
En 1925, en el congreso de Bad Homburg, Eitington propone extender el proyecto y elaborar
Standard internacionales. Para tal efecto, a propuesta de Rado, se nombra una comisión internacional. Esta
presentará en 1932, en el congreso de Wiesbaden, las reglas de admisión y de formación de candidatos que
serán prolongadas por las de Lucerna en 1934. En lo esencial, retoman la forma berlinesa, por lo demás
siempre en uso.
Su interés radica para nosotros en los señalamientos nuevos o nuevamente acentuados, índi ces de
una orientación y de puntos de resistencia. Retendremos cinco de ellos:
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1) La aparición de criterios de selección nuevos. No sólo deberá ponerse atención, se precisa, en la
calificación -profesional, -sino en la integralidad del carácter, la madurez de la persona, la estabilidad del
ego, la capacidad de insight.
Vemos aquí que la ego-psychology, como tendencia, data de la preguerra.
2) Se insiste en el compromiso necesario y previo del candidato de no valerse de su formación antes
de haber recibido el aval de la comisión de control. Señal sin duda de que se quiere terminar con algunas
veleidades de indisciplina.
3) Se admiten no médicos, pero bajo tutela: no podrán decidir el análisis, sino que recibirán sus
pacientes de un médico. Compromiso, pues, con la objeción.
4) No se admitirá un candidato extranjero en un instituto sino luego de conformidad de su instituto
de origen. Se prepara ya la emigración.
5) Por último, la comisión internacional de formación tendrá el poder de autorizar y supervisar lo s
institutos y centros de formación. Así se completa la construcción de la pirámide internacional que será tan
propicia para la difusión de un credo común, prontamente egopsicológico. -104-
OPOSICION Y CRITICAS
Por el lado opuesto, las críticas americanas fueron por completo de otro orden y concernían al poder
institucional. Los miembros americanos rechazaban la injerencia del comité internacional de formación. Esta
protesta, ya expresada en 1936 en Marienbad, culminó en la ruptura con la IPA en 1938, en el congreso de
París. La asociación americana, que entonces crea una comisión de Standard profesionales, produce en esa
ocasión un texto de trece páginas sobre la formación cuyas obligaciones y rigor sobrepasan en mucho lo que
conocían las sociedades europeas.
EL MODELO AMERICANO
LA FALTA DE FUNDAMENTO
Ese rápido vistazo histórico sugiere algunas observaciones. Vemos en primer lugar que la preocupación
por definir Standard que permitan reglar la práctica analítica fue muy pronto una preocupación de la
comunidad internacional. Los problemas de la formación de analistas y las cuestiones concernientes al tiempo
en psicoanálisis estuvieron de entrada en el corazón de los debates. Sorprende notar que cuarenta años más
tarde contituyen los mismos obstáculos puesto que es respecto de ellos que Lacan pudo aparecer como un
insumiso del psicoanálisis. En todo caso, es patente que el esfuerzo de la Asociación Internacional para
controlar la práctica analítica tomó como palanca la estandarización de los procedimientos de formación. El
objetivo es claro y lógico: para reglar al psicoanálisis, reglar al analista. La institución se planteó desde el
comienzo como el agente. de esta regulación y como el sujeto supuesto saber las normas.
¿Cómo no observar, en la instauración de esas normas, el peso de razones externas y la falta de
fundamento intrínseco?
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Desde el vamos las razones provenientes del campo del psicoanálisis en extensión fueron primordiales.
Así estaban preparados, en 1920, para cambiar los hábitos de tiempo y para disponer una formación rápida
para llegar a más gente y más rápido. Igualmente es el realismo, incluso el oportunismo, el que en el contexto
político de la década de preguerra arregla las condiciones de emigración posible para los analistas y sostiene el
proyecto de internacionalizar la formación. En cuanto al diálogo América/ Europa, -105- es bien claro que está
pautado por la relación de fuerza institucional. De ahí la observación de Lacan en 1953: "El mantenimiento
de las normas cae más y más en el orbe de los intereses del grupo, como se manifiesta en l os Estados
Unidos donde ese grupo representa un poder. Entonces se trata menos de un Standard que de un
standing". (Variantes de la cura tipo, en Escritos, Siglo XXI, p. 95).
Esos fenómenos surgen, sin duda, de la inevitable inserción del psicoanálisis en el mundo. Sin
embargo, su contingencia histórica, junto a la falta de criterios analíticos, acentúa por contraste la notable
estabilidad del modelo propuesto, así como la exigencia incondicional a él ligada. Como si el legalismo más
contingente e inerte concentrase en sí la prenda misma de la experiencia. Sorprende ver cómo las críticas
hechas en nombre del psicoanálisis -y por las personalidades más eminentes en el interior mismo de la IPA
(cf. Glover, citado al respecto por Lacan)- no afectó los procedimientos instituidos. Es de sospechar que una
forma de entrada tan definitiva y tan rebelde a la evolución debe depender de un modelo que ya estaba ahí
y que está sostenido por poderosas razones de estructura: precisamente el que Freud reconoció en la Iglesia
y el ejército, y que hace lazo de otro modo que el psicoanálisis (cf. Situación del psicoanálisis y formación
del psicoanalista en 1956, en Escritos II, p. 198). Discurso del Amo, dirá Lacan.
ENTREVISTAS PRELIMINARES
EL ALGORITMO DE LA TRANSFERENCIA
No hay entrada posible en el análisis sin entrevistas preliminares, decía Lacan en 1971, en una serie de
conferencias intituladas Le Savoir du psychanalyste. Históricamente, esta práctica es una innovación.
Ciertamente, al comienzo de un análisis, a todo analista siempre se le ha planteado la cuestión de aceptar o no
la demanda hecha, y esta aceptación siempre tuvo también sus implicaciones diagnósticas; es lo que Lacan
formulaba con un "¿a quién acostamos?". Pero de las entrevistas preliminares se espera otra cosa.
Las entrevistas preliminares constituyen la modalidad técnica que responde a: "en el comienzo del
psicoanálisis está la transferencia" (Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l'E cole, en
Scilicet, N° l, Paris, Seuil, 1968, p. 18). Es preciso partir –106- de ahí: un psicoanálisis es el trabajo de la
transferencia, y en las entrevistas preliminares lo que está en juego es poner a trabajar la transferencia.
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Entre la queja, que pide alivio, y la entrada en análisis, que supone el trabajo analizante, no hay
continuidad. A los analizantes, decía Lacan, "se trata de hacerlos entrar por la puerta, que el análisis sea un
umbral, que haya para ellos una verdadera demanda. Esta demanda: ¿qué es de lo que quieren
desembarazarse? Un síntoma. [... ] Yo trató de que esta demanda los fuerce a hacer un esfuerzo... Es preciso
en efecto que algo empuje". (Conférence á Yale University, en Scilicet, N° 6/7, 1975, p. 32). Ahora bien,
sólo el sujeto supuesto al saber, como pivote de la transferencia, permite situar aquello que hace del síntoma
una "demanda verdadera". En efecto, el síntoma se vuelve analizable solamente a condición de incluirse en la
transferencia.
Partamos del algoritmo de la transferencia:
(Radiofonía yTelevisión, Anagrama, pág. 77).
Son estas condiciones del análisis -transferencia analítica (o sea pregunta del sujeto), fijación de
la transferencia y trabajo de la transferencia- las que dan a las entrevistas preliminares sus objetiv o s
para cada caso. Nada que ver con la medición de una capacidad. Lo que es precisó subrayar, en efecto,
es la incidencia del analista aquello que se trata de obtener. El acto analítico está en juego desde esas
entrevistas, se ubica ahí en el l u g a r de la causa y su efecto es el empuje-al-trabajo de la
transferencia. No podemos desconocer. desde el comienzo, la acción del analista en cuanto a este
impulso que evocaba Lacan. La justa inserción del paciente en la transferencia no es del orden de la
aptitud. Depende por cierto de la posición del sujeto en su relación con el Otro, pero no está menos
determinada por la respuesta del partenaire analista. -109-
Fuera del campo de la enseñanza de Lacan, la práctica de las entrevistas preliminares no tiene
curso. No obstante, en todas partes está presente el problema de los requisitos para entrar en análisis. La
egopsychology ha promovido dos nociones que son la "alianza terapéutica" y "la analizabilidad".
Su aparición en los años 60 responde evidentemente a las dificultades engendradas por la práctica
misma de esos ego psicólogos. Este tope vuelto a encontrar hace surgir la pregunta: ¿qué es lo que
condiciona un psicoanálisis?. Respuesta: la alianza terapéutica es aquello sin lo cual el análisis no es
posible. ¿De qué se trata? La idea fue introducida, sin que figure el término, por Sterba, en 1934. La
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expresión "alianza terapeútica" fue propuesta, según parece por Zetzel, en 1956, mient ras que en 1965
Greenson prefiere el término "alianza de trabajo".
De un autor al otro hay, desde ya, matices. Greenson la apoya en el yo razonante del paciente,
mientras que para Leo Stone su grupo de funciones evolucionadas del yo y ninguno sitúa exactamente
del mismo modo sus relaciones con la transferencia. Pero poco importan los matices. La concepción de
esta alianza necesaria reposa sobre la idea de que la transferencia es homogénea con la vivencia patógena
del paciente caracterizada por la presencia de aspectos "regresivos". Por consiguiente, es necesario algún
otro modo de relación del paciente con el analista, u n modo sano, desde donde pueda ser analizada la
transferencia. La alianza terapéutica no sólo es distinta a la transferencia, sino que es un punto supuesto
fuera de ella que podrá serle o p u e s t o y desde dónde solamente podrá ser reducida.
Es evidente, en todos estos trabajos, que no es la transferencia sino la aparición de la alianza lo
que marca la entrada en análisis y s i g n a la analizabilidad del paciente. Sorprendente inversión, pues, de
la posición freudiana, estando la transferencia y la analizabilidad en relación inversa una de la otra. la
primera termina por aparecer como el obstáculo a la cura. Por el contrario, alianza y analizabilidad corren
parejas.
Por lo demás, es en lo , mismos años 60 que el lector (le las tres grandes revistas americanas
International Journal of Psychoanalysis, -110- Journal of the American Psychoanalytic Association,-Psychoa-
nalytic Quarterly, ve aparecer ese vocablo nuevo; "analizabilidad", que debe su promoción a los muy serios
trabajos del "Kris Study Group" de Nueva York, dirigido por Loewenstein, pero cuyo éxito se debe sobre
todo a la preocupación por restringir las aplicaciones del psicoanálisis y por producir un esquema de
selección que permitiese extraer el mejor candidato que hubiera.
El razonamiento es el siguiente: el paciente, en análisis, enfrenta una situación particular, sin duda,
pero que se inscribe en una serie de experiencias precedentemente encontradas. La analizabilidad pone a
prueba la capacidad de su yo para enfrentarlas. La biografía del paciente permite calcular cómo las tomará.
El acento primordial ya no está puesto sobre el wish inconsciente, sino sobre el will de un "querer ser
analizado" propio del yo autónomo. Así, tanto en la analizabilidad como en la alianza terapéutica, se trata
siempre del yo autónomo como condición del psicoanálisis. Al mismo tiempo se supone que el análisis
depende de una aptitud, de un talento previo personal del analizante y cuyo diagnóstico inmediato debería
permitir plantear el pronóstico de una experiencia todavía por hacer. En la entrada del psicoanálisis está,
entonces, no la transferencia, sino el yo fuera de transferencia, a partir de donde el psicoanálisis podrá
desplegarse como lo que bien podemos llamar un trabajo contra la transferencia. Un signo positivo sin
embargo: no sólo esta analizabilidad parece inasible a los mismos autores, reducida a criterios ridículos o
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problemáticos, sino que además parece que lo analizable se hiciese cada vez más raro. ¿No podrían estas
perplejidades conducir al abrupto "en el comienzo del psicoanálisis está la transferencia" de Lacan?
Podría ser el retorno de ellos a Freud.
En efecto, algunos textos de Freud, escalonados desde Estudios sobre la Histeria hasta los textos
agrupados en el volumen Técnica psicoanalítica, nos dan una idea sobre lo que-éste exigía en la entrada de
una cura. En ¿Pueden analizar los legos?, evoca el "acuerdo consciente" y la "preparación a la cura" que
apunta a "hacerle aceptar la regla fundamental haciéndole percibir que sabe más de lo que dice". ¿No es
esto acaso plantear, explícitamente, que la regla fundamental implica que se supone un saber al analizante
cuya manifestación se espera por el sesgo dé la asociación libre, y -111- que es al hacer entrar al paciente en
esa suposición que se le hace entrar en la regla?
En La Iniciación del tratamiento, Freud evoca una técnica que le es nueva, el "tratamiento de
ensayo", muy próximo en su inspiración a las entrevistas preliminares y que acentúa, en todo caso, la idea de
las condiciones previas. Retendremos de esto dos precisiones.
Una concierne a lo que debe esperarse. del paciente: que se apegue, dice Freud, a su analista.
La otra apunta a la posición del analista mismo. Precisa Freud al respecto que durante el tratamiento
de ensayo no comentará los decires del paciente "más que lo indispensable para la continuación del relato". A
menudo volverá sobre esta idea de que las "primeras comunicaciones" no deben hacerse antes de que se haya
establecido una poderosa transferencia.
Subrayemos, en primer lugar, que Freud ubica las condiciones de entrada en la cura en relación tan
solo a la cuestión de la transferencia: En segundo lugar , podemos reconocer claramente distinguidas la
necesidad de la fijación de la transferencia (apego al médico) y la puesta a prueba del trabajo de transferencia
(aplicación de la regla). A lo que se agrega una indicación técnica notable: Freud da su lugar a cierto silencio
del analista. Si la regla implica el saber analizante, hemos dicho, el hecho de suspender las revelaciones del
analista ubica el saber de éste en una posición particular, casi de encubrimiento. Es un saber que ni se expone
ni se manifiesta, que permanece por consiguiente sólo en reserva, digamos... supuesto.
Es sorprendente ver que Freud correlaciona el apego transferencial del paciente precisamente a ese
silencio cuestionador del analista, el mismo que Lacan reconocerá en Sócrates como anticipando la función del
analista como sujeto supuesto al saber. Es correcto, entonces: Freud con Lacan.
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LOS CONTROLES
Los controles existen desde que hay analistas. Parecen incluso haber precedido la creación del término,
si nos atenemos a los primeros psicoanalistas que rodearon a Freud.
Se trata de una práctica que Lacan nunca cuestionó y cuya necesidad subrayo incluso. Lo que discute
su enseñanaza, por el contrario, es la función institucional del control, tal como fue codificada -111-por la IPA.
Al cambiar los modos de habilitación, Lacan cambió también el lugar y la función del control.
EL CONTROL Y LA INSTITUCION
Ese cambio tiene como pivote su: "El analista no se autoriza sino de si mismo”
"El único principio cierto a plantear, dice Lacan, y tanto más cuanto que ha sido desconocido, es que el
psicoanálisis se constituye como didáctico por el querer del sujeto, el cual debe estar advertido dé que el
análisis cuestionará ese querer, en la medida misma dé la aproximación del deseo que encubre". (Note
adjointe al Acte de fondation, en Annuaire de l'ECF, p. 74). Al poner este principio en la base de la
fundación de su Escuela, en 1964, Lacan pone en el centro del problema de la formación del analista la
cuestión misma de su deseo. Su prolongación en un querer -que puede ser el de volverse analista- no
depende sino de una sola formación; la que Lacan escribe así: "El psicoanálisis, didáctico" (De nuestros
antecedentes, en Escritos I, p. 10); acá la coma, en inciso, borra la dicotomía habitualmente recibida entre
psicoanálisis personal y psicoanálisis didáctico. Es decir que la institución no es, no debe ser, no podría ser, el
agente que instituye al psicoanalista.
Lo que no quiere decir que la institución se desentienda de garantizar la formación. Solamente
desplaza su punto de aplicación. Una vez que Lacan reconoció y planteó que en su acto el analista, si es
analista, no se autoriza de ningún Otro, extrajo las consecuencias: le queda a la institución garantizar el
analista "que haya hecho sus pruebas". Garantía pues, pero retroactiva, y no caución anticipada, como es el
caso de los candidatos cuando son seleccionados a la entrada del psicoanálisis o del control.
Al no ser la condición obligada de una habilitación, el control se une al campo del psicoanálisis en
intención del que la formación del analista depende. Se encuentra, a partir de entonces, profundamente
modificado. Para hacerlo valer, planteemos a propósito del control cuatro simples preguntas, tanto a las
prácticas Standard como a la Escuela que Lacan creó en 1964 y volvió a lanzar para una contraexperiencia en
1981: ¿para qué, para quién, cuándo y cómo?
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Un vistazo a los documentos contemporáneos de la IPA, especialmente a un informe presentado en
1981 al IX precongreso sobre el didáctico por Anne-Marie Sandler, a propósito de la Selección -112- y función
del analista didáctico en Europa, prueba, de ser necesario, las constancias del fenómeno y pese algunas
ligeras variantes en el tiempo y de un instituto a otro. Los institutos europeos, por ejemplo, piden dos o tres
controles, mientras que los norteamericanos piden cuatro. No obstante, en todas partes los controles son
obligatorios, en todas partes están sometidos a autorización, y también en todas partes el control,
garantizado por el comité didáctico del instituto, es un didacta.
Las respuestas, por consiguiente, son simples. ¿Para qué el control?. Para la habilitación (se agrega a
veces, pero subsidiariamente, una finalidad de garantía para el paciente). ¿Quién va al control?. Un
candidato al reconocimiento analítico. ¿Cuándo?. Cuando está autorizado a recibir sus primeros pacientes.
¿Cómo? Con un control reconocido por y según las normas (duración, frecuencia, número de casos) propios
de su instituto. De modo que el control es a la vez ojo de la institución y baby-sitter de un analista bajo
vigilancia
LA RESPONSABILIDAD DE LA ESCUELA
No es abusivo suponer que más allá de las particularidades individuales, las finalidades
institucionales orientan su práctica.
Para los analistas de la IPA el control tiene objetivos de aprendizaje. Se habla de "diagnóstico
educacional", de "psicoanalistas educadores", de "alianza de aprendizaje". Se plantean insolubles problemas
de objetividad y de criterios pues se pretende instruir, ayudar, evaluar, observar. El contr ol está centrado
prioritariamente en la producción y evaluación de una competencia.
No obstante, se le impone a todos que la supuesta competencia no deja de estar relacionada con el
análisis del analista. El término análisis de control propuesto por Eitington ya lo implicaba. Sesenta años
después, si tomamos como referencia la Encyclopedia of Psychoanalysis de Ludwig Eidelberg de 1981, esta
idea no ha cambiado. Se distinguen "los errores que resultan de la falta de experiencia, de los causados por
los problemas inconscientes propios del candidato", por los "puntos ciegos" que dependen de su propio
análisis.
El control se presenta entonces como un lugar de prueba de los límites de la cura que repercuten
sobre la práctica del analista. Esta repercusión es generalmente enfocada a partir de la noción de con-
tratransferencia. Subrayemos empero que los teóricos de la egopsychology distinguen uno de sus motores
como perteneciente al registro de la identificación al paciente. Esto sostienen, por ejemplo, David H. Sachs y
Stanley G. Shapiro, referencia tomada de autores tan diferentes como Searles y Arlow. Se desemboca de
este modo -115- en la idea de un control que completará la tarea del análisis, y que es a la vez indicador y
corrector de identificaciones. Hay en este punto una coherencia de la doctrina: a un análisis, que opera
contra la transferencia le responde el esfuerzo para reducir la contratransferencia del analista. -Un análisis
que se propone como fin la identificación al yo autónomo del analista se complementa con la idea de un
aprendiz de psicoanalista aún embarazado por identificaciones al analizante.
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CONTROLAR LA POSICION DEL SUJETO
¿Cuál puede ser, a partir de este punto, la transferencia que sostiene el trabajo del analista
controlante? Una sola respuesta es posible: la transferencia a secas. No hay otra; y "no hay transferencia de
la transferencia" (Reseñas de enseñanza. El acto psicoanalítico. Ed. Hacia el 3er. Encuentro del C.F., pág.
58), dice Lacan. Es decir, que tanto en el control como en el análisis se apunta al sujeto ya que éste se ponga
a trabajar. Entre los pocos textos en que Lacan evoca el control, nos detendremos en dos. El primero en
Función y campo de la palabra y el lenguaje, donde Lacan plantea una equivalencia entre la posición del
control y la-del analista. El segundo, -116- de 1967, en el Discurso a la EFP, donde Lacan evoca el
"encausamiento" del sujeto: "Es diferente controlar un "caso": un Sujeto (yo subrayo) que su acto
supera, lo cual no es nada, pero que, si supera su acto, crea la incapacidad que vemos prosperar en el
jardín de los psicoanalistas" (Discurso a la EFP en Scilicet n° 2/3, p. 14).
Propongamos lo siguiente: el control apunta a la posición del sujeto en relación a su acto, más
que al acto mismo que sin duda está en juego, pero que tanto el control como el controlado sólo
pueden hacer constar. Después de la destitución, al final de la cura, del sujeto supuesto al saber del
síntoma, quizá falta aún destituir el sujeto supuesto al saber del acto, para que el analista pueda
hacerse causa de la división del sujeto. En ese caso la finalidad del control es estrictamente -homogénea
a la del análisis. Fundamentalmente, no es ni transmisión de saber ni estimación de dones individuales,
sino el lugar donde, dado el caso, los efectos sobre el sujeto de esa práctica que requiere el acto, lugar
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donde es puesto a prueba lo que podemos llamar, en una primera aproximación, su capacidad subjetiva
de sostener ese acto, pero, a condición de agregar de inmediato que esa capacidad es producida por el
análisis mismo, y sujeta por ende a lo que Lacan llama "una corrección del deseo del psicoanalista (ibid.)
por el análisis. Así control y cura están anudados. Esto nada prescribe en lo tocante a los enunciados del
sujeto controlante, refiéranse o no estos a su paciente, porque, al igual que en el análisis se apunta al
sujeto en su enunciación.
La IPA incluyó los factores de tiempo en los datos Standard del contrato analítico. Con el correr
del tiempo, los reglamentó cada vez más. Al final son fijadas no sólo la duración de las sesiones, sino
también, tratándose del didáctico, su ritmo, y la duración de las curas. La opción consiste por ende e n
sustraer a la evaluación y sobre todo a la intervención del analista el tiempo; postula, implícitamente
entre analizante y analista un tiempo Standard para el trabajo de la transferencia, y se autojustifica
vagamente en nombre de las garantías que el paciente tiene derecho a esperar.
Para Lacan, los deberes del analista -que ciertamente existen-principalmente el de estar ahí,
deben definirse en función de las finalidades de la experiencia y de sus fundamentos. -117-
NO SIN EL TIEMPO
TIEMPO REVERSIVO
Segundo asunto: ese tiempo interno al sujeto Lacan Lo situó como un tiempo determinado por la
estructura Dió diversas fórmulas de esa estructuración a lo largo del tiempo, y habría. indudablemente, -
117- diferencias a señalar entre la temporalidad de la palabra intersubjetiva situada en Función y campo de
la palabra y del lenguaje y la temporalidad que- en Posición del inconsciente se refiere a la alienación
significante del sujeto.
Retengamos tan sólo la tesis fundamental: el tiempo del sujeto hablante es la "retroacción del
significante en su eficacia" (Posición del inconsciente, en Escritos II, Siglo XXI, p. 375) que regla sus
fenómenos. Es ella la que causa ese "tiempo reversivo" ( Ibid., 375) que da cuenta - tanto de los fenómenos
de aprés-coup como de la sobredeterminación, y que suspende al sujeto entre esa anticipación y esa
retroacción, cuya fórmula gramatical nos brinda el futuro anterior (él habrá sido y que encuentra su
definición y su grafo en el punto de almohadillado).
Ahora bien, ese tiempo entraña un momento privilegiado, el de la escansión que, cual una
puntuación, ratifica o también desplaza, suspende el almohadillado del efecto de significación. La escansión
precipita el momento de concluir y decide el sentido. Es pues homogénea a la interpretación e incumbe al
analista, en tanto de él se espera una respuesta. Es en Función y campo de la palabra y del lenguaje donde
Lacan explicitó más esta relación entre la incidencia del analista en el tiempo del sujeto y la duración de las
sesiones: "Es una puntuación afortunada la que da sentido al discurso del sujeto. Por eso la suspensión de la
sesión de la que la técnica actual hace un alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la trama
del discurso, desempeña en él un papel de escansión que tiene todo el valor de una intervención para
precipitar los momentos concluyentes. esto implica liberar a ese término de su marco rutinario para
someterlo a todas las finalidades útiles de la técnica." (Ibid).
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Sin duda, ulteriormente, Lacan modificará la idea de que el sujeto pueda encontrar su consistencia
en una palabra plena: pero en la medida en que la experiencia de la cura pone en juego en todos los casos la
dialéctica del sujeto hablante que se historiza retroactivamente, el tiempo, lejos de formar parte de lo que
los analistas llaman el "encuadre", forma parte del proceso mismo, y la - incidencia del analista en ese
proceso es siempre correlativa de un efecto de tiempo, que sólo puede juzgarse en función de la dialéc tica
en la que interviene. Esto excluye, tanto para la sesión como para la cura, la curación Standard, definida a
priori. -119-
Es necesario empero un paso más para fundar la sesión llamada "corta" de la cual, sin embargo,
Lacan nunca hizo una norma. Se la objeta, en general, en nombre del tiempo que necesitaría el incons-
ciente. No se trata de igualarlos, si se toma en cuenta lo siguiente: el inconsciente no tiene horarios y,
trabajador ideal, trabaja perfectamente bien sin respiro. La sesión debe situarse por ende como un tiempo
de registro, tiempo de "recepción del producto de ese trabajo". La elaboración es remitida fuera de la
sesión. Su interrupción adquiere sentido y valor como "sanción" del producto analizante y es experimentada
asimismo como tal.
Un comentario en este punto: esta respuesta del analista sin la cual, digámoslo, sin la cual la palabr a
del sujeto no es, ¿por qué hacerla coincidir con la finalización de la sesión? ¿Por qué una respuesta actuada
en lugar de una respuesta solamente vocalizada? Subrayemos que respecto a este punto Lacan señaló
también que el tiempo depende también de lo real. Ya lo formula en Función y campo de la palabra y del
lenguaje, texto donde. sin embargo, el tiempo parece estar mas reabsorbido por el registro simbólico del
sujeto. La función del tiempo está allí, junto con la "abstención" del analista; situado como conjunción "de lo
simbólico y lo real" (Ibid. 126-127), esta conjunción da fe de que la transferencia, como Freud lo señaló, no
es simple repetición del pasado, sino que incluye lo que Lacan llama entonces "un factor de- realidad",
situado, de entrada, del lado del analista.
LA PULSACION
Esto nos lleva a situar la cuestión de la duración de las sesiones en relación a aquello que en la
experiencia no es simbólico, sino real. A ese elemento otro que lo simbólico, que configura la gravitación de
la dialéctica del sujeto y donde se concentran su ser y su goce, Lacan le dio un nombre: objeto a. Debe
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verse en él lo que Lacan mismo designó como su invención propia, realizada a partir de un nuevo examen,
no del concepto de inconsciente sino del concepto de pulsión (cf. al respecto el Seminario XI).
El sujeto definido primero como lo que el significante representa para otro significante, aunque no
esté destinado a ninguna relación -120- sexual no carece empero de partenaire, partenaire a-sexual,
"desprendido" del cuerpo del viviente por la captura significante. De aquí en más la temporalidad de la
transferencia se aclara de manera diferente.
Sin duda, dice Lacan: "el sésamo del inconsciente es tener efecto de palabra, el ser estructura de
lenguaje, pero exige que el analista se detenga en su modo de cierre. Hiancia, palpitación, una,
alternancia de succión siguiendo ciertas indicaciones de Freud, esto es aquello de lo que tenemos que dar
cuenta" (lbid., las itálicas son nuestras).
Hay aquí un hecho: el tiempo "reversivo" del sujeto que se vuelve a encontrar en toda experiencia
de discurso se coordina en la experiencia de transferencia con una "pulsación" de cierre y apertura, de la
que no da cuenta por si sola la "retroacción significante". La espera que estructura la relación de
transferencia, por dirigirse al saber,, no deja de estar gobernada por una búsqueda del ser, del ser
perdido por el viviente sexuado que habla." La espera del advenimiento de ese ser en relación con lo que
designamos como el deseo del analista. [...], tal es el resorte verdadero — y último de lo que constituye la
transferencia. Por eso la transferencia es una relación esencialmente ligada al tiempo y a su manejo" (las
itálicas son nuestras) (Posición del inconsciente, Escritos II, p. 380).
LA FUNCION DE LA PRISA
A partir de este punto, las elaboraciones de Lacan se desarrollarán cada vez más en el sentido de
indicar que es el objeto, que vuelve siempre al mismo lugar en la transferencia. y. en el fantasma, a la vez
condensador de goce y causa de deseo, el que brinda la clave de esa espera. El tiempo lógico no tiene,
desde entonces, más "en-si" que ese objeto (Radiofonía y televisión, Anagrama, 46) que preside el
encuentro fallido de la repetición y "tetiza la función de la prisa" (Seminario XX, Aun, Paidós, p. 63). Ahora
bien, en todos los casos la temporalidad de sus emergencias es la del instante, instante casi de fractura en
la duración del encadenamiento de los significantes. Se concibe así que la última forma producida por L a-
can en lo que se refiere al analista en el lugar de objeto se acomode a una sesión puntual casi reducida al
instante donde encuentro y separación se conjugan.
¿Preconizaremos entonces la sesión corta? Debe señalarse que -121- Lacan nunca lo hizo, aunque
la misma es coherente con su enseñanza. De manera general, Lacan nunca formuló preceptos técnicos para
uso del analista. No retrocedió empero ante algunos imperativos, habiendo además retomado a menudo el
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propuesto por Freud. Pero, si se siguen las fórmulas en su enseñanza, desde, por ejemplo, su: "hay que
tomar él deseo a la letra" (Dirección de la cura, Escritos I, p. 251) se verá que las mismas se refieren
siempre a los únicos "derechos de un fin primero" (Del Trieb de Freud y del deseo del Psicoanalista,
Escritos t II p. 389).
La técnica no se enseña allí donde el acto impone la falla del sujeto supuesto al saber y supone la
ética
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Los controles