Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Standard
Edition. Ordenamiento de James Strachey / Volumen 1 (1886-99).
Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de
Freud / Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950
[1892-99]) / Manuscrito K. Las neurosis de defensa (Un cuento de
Navidad) (1º de enero de 1896)
La curación de la neurosis obsesiva se obtiene deshaciendo las sustituciones y las
mudanzas de afecto halladas, hasta que el reproche primario y su vivencia queden
despejados y puedan serles presentados al yo a fin de que los aprecie de nuevo. Para ello
es preciso reelaborar {durcharbeiten} paso a paso un número increíble de
representaciones intermedias o de compromiso, que fugazmente devienen
representaciones obsesivas. Uno cobra así el más vivo convencimiento de que para el yo
es imposible aplicar a lo reprimido aquella parte de la energía psíquica con la cual está
enlazado el pensar conciente. Las representaciones reprimidas, es preciso creerlo,
subsisten y entran desinhibidamente en las más correctas conexiones de pensamiento;
pero el recuerdo en sí es despertado también por meras asonancias. La conjetura de que la
«moral» como poder represor era sólo un pretexto se corrobora por la experiencia de que
en el trabajo terapéutico la resistencia se vale de todos los motivos de defensa posibles.
Si, tras una tramitación completa, uno pudiera exhibir a un tercero el material patógeno en
toda su compleja organización multidimensional, ahora discernida, él tendría todo el
derecho de preguntar cómo pasó semejante camello por el ojo de la aguja. Es que no se
está equivocado al hablar de un «estrechamiento de la conciencia». El término cobra
sentido y vida para el médico que realiza un análisis de esa índole. Nunca puede ingresar
en el, yo-conciencia {Ich-Bewusstsein} más que un único recuerdo; el enfermo, ocupado en
la reelaboración {Durcharbeitung} de ese solo, no ve nada de lo que esfuerza detrás y
olvida lo que ya ha pasado. Y si el dominio sobre este solo recuerdo patógeno tropieza con
dificultades, por ejemplo si el enfermo no relaja la resistencia a él, si quiere reprimirlo o
mutilarlo, entonces ese paso de estrechura, por así decir, se obstruye; el trabajo se atasca,
nada más puede pasar por ahí, y ese recuerdo solo que se encuentra en el pasadizo
permanecerá ante el enfermo hasta que lo haya aceptado en la anchura del yo. De tal
suerte, toda la masa, espacialmente extensa, del material patógeno se filtrará como por una
estrecha hendidura, y así alcanzará la conciencia como descompuesta en fragmentos o
jirones. Es tarea del psicoterapeuta recomponer desde ahí la organización conjeturada.
Quien siga gustando de las comparaciones, puede acordarse aquí de un juego de
rompecabezas.
Si se está por iniciar un análisis de este tipo, en que uno tiene derecho a esperar una
organización del material patógeno como la descrita, puede aprovecharse de los siguientes
resultados de la experiencia: Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el
núcleo de la organización patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el enfermo no
sabría qué hacer con el esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado psíquicamente
por este último.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea
para el analizado y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del
trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al
tratamiento analítico de todo influjo sugestivo. En teoría se la puede equiparar a la
«abreacción» de los montos de afecto estrangulados por la represión, abreacción sin la cual
el tratamiento hipnótico permanece infructuoso. (ver nota)(2)
Sigmund Freud / Obras Completas de Sigmund Freud. Standard
Edition. Ordenamiento de James Strachey / Volumen 20
(1925-26). Presentación autobiográfica. Inhibición, síntoma y
angustia y otras obras / Inhibición, síntoma y angustia. (1926
[1925])
Ya tenemos en claro desde antes(3) que la resistencia, que debemos superar en el análisis,
es operada por el yo, que se afirma en sus contrainvestiduras. Es difícil para el yo dirigir su
atención a percepciones y representaciones de cuya evitación había hecho hasta entonces
un precepto, o reconocer como suyas unas mociones que constituyen lo más totalmente
opuesto a lo que le es familiar como propio. Nuestro combate contra las resistencias en el
análisis se basa en esa concepción de ellas. Hacemos conciente la resistencia toda vez
que, como es tan frecuente que ocurra, ella misma es inconciente a raíz de su nexo con lo
reprimido; si ha devenido conciente, o después que lo ha hecho, le contraponemos
argumentos lógicos, y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la resistencia. En
cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en duda o rectificar. En
cambio, es cuestionable que ella sola recubra el estado de cosas que nos sale al paso en el
análisis. Hacemos la experiencia de que el yo sigue hallando dificultades para deshacer las
represiones aun después que se formó el designio de resignar sus resistencias, y llamamos
«reelaboración» {«Durcharbeiten(4)»} a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese
loable designio. Ahora parece indicado reconocer el factor dinámico que vuelve necesaria y
comprensible esa reelaboración. Difícilmente sea otro que este: tras cancelar la resistencia
yoica, es preciso superar todavía el poder de la compulsión de repetición, la atracción de los
arquetipos inconcientes sobre el proceso pulsional reprimido; y nada habría que objetar si
se quisiese designar ese factor como resistencia de lo inconciente. Que no nos aflijan estas
correcciones; bienvenidas sean si nos hacen avanzar en nuestra comprensión; y no son
motivo alguno de vergüenza cuando no refutan lo anterior, sino lo enriquecen, llegado el
caso restringen una generalidad o amplían una concepción demasiado estrecha.
No cabe suponer que mediante esa corrección hayamos obtenido un panorama completo
de las clases de resistencias con que nos topamos en el análisis. Antes bien, notamos, en
una ulterior profundización, que debemos librar combate contra cinco clases de resistencia
que provienen de tres lados, a saber: del yo, del ello y del superyó, demostrando ser el yo la
fuente de tres formas de ella, diversas por su dinámica. La primera de estas tres
resistencias yoicas es la resistencia de represión, ya tratada, y acerca de la cual hay
poquísimo de nuevo para decir. De ella se separa la resistencia de trasferencia, de
naturaleza idéntica, pero que en el análisis crea fenómenos diversos y mucho más nítidos,
pues consigue establecer un vínculo con la situación analítica o con la persona del analista
y, así, reanimar como si fuera fresca una represión que meramente debía ser recordada.
(ver nota)(5) Es también una resistencia yoica, pero de muy diversa naturaleza, la que parte
de la ganancia de la enfermedad y se basa en la integración {Einbeziehung) del síntoma en
el yo. Corresponde a la renuencia a renunciar a una satisfacción o a un aligeramiento. En
cuanto a la cuarta clase de resistencia, la del ello, acabamos de hacerla responsable de la
necesidad de la reelaboración. La quinta resistencia, la del superyó, discernida en último
término y que es la más oscura pero no siempre la más débil, parece brotar de la conciencia
de culpa o necesidad de castigo; se opone a todo éxito y, por tanto, también a la curación
mediante el análisis. (ver nota)(6)
La vez pasada, intenté representar ese proceso que se hace intervenir siempre en forma
enigmática en el análisis y que, en inglés, se llama working-through. Se traduce,
difícilmente, en francés, por elaboración o trabajo. Esta dimensión, misteriosa en una
primera aproximación, es la que hace que con el paciente nos sea preciso cent fois sur le
métier remettre notre ouvrage; cien veces retornar nuestra labor(7), para que puedan
realizarse ciertos progresos, ciertos saltos subjetivos.
En el movimiento de molino expresado por estas dos flechas, de O a O' y de O' a O, en ese
juego de vaivén, se encarna el espejeo del más acá al más allá del espejo por donde pasa
la imagen del sujeto. En el transcurso del análisis se trata del completamiento de esa
imagen. Al mismo tiempo, el sujeto reintegra su deseo. Cada vez que se da un nuevo paso
en el completamiento de esta imagen, el sujeto ve cómo surge en sí mismo su deseo en
forma de una tensión particularmente aguda. Este movimiento no se detiene en una única
revolución. Existen todas las revoluciones necesarias para que las diferentes fases de la
identificación imaginaria, narcisista, especular-estas tres palabras son equivalentes en el
modo de representar las cosas en la teoría-proporcionen una imagen bien lograda.
Esto no agota el fenómeno, puesto que nada puede concebirse sin la intervención de ese
tercer elemento que introduje la vez pasada: la palabra del sujeto.
En ese momento, el deseo es sentido por el sujeto, y no puede sentirlo sin contar con la
conjunción de la palabra. Este es un momento de pura angustia, y nada más. El deseo
emerge en una confrontación con la imagen. Cuando esta imagen que había sido
des-completada, se completa, cuando surge la faceta imaginaria que no estaba integrada,
que estaba suprimida, reprimida, entonces aparece la angustia. Este es el punto fecundo.
Entre el artículo del 51 —del que me habría gustado hablarles, pero no lo haré porque de lo
que debemos hablarles es del artículo del 56— y el artículo del 56, hay una gran distancia
que se cubre en sólo seis años. En el 51 la posición de Margaret Little, su análisis quedará
incompleto, pero sin embargo hay en el paciente cierto deseo de working-through.
Si hubiera tenido más tiempo, citándome a mí mismo los habría remitido a una conferencia
de 1958 —publicada en 1960— donde en las últimas páginas de un breve trabajo sobre
Ferenczi yo no hablaba de otra cosa sino precisamente del deseo, de la voluntad de curar,
tomándolo de Ferenczi —quien en cierto modo es sin embargo el padre espiritual de
Margaret Little, por intermedio de Melanie Klein—, del fuerte deseo de curar por una parte, y
del deseo del analista.
No hay más que un psicoanálisis, el psicoanálisis didáctico -lo cual quiere decir un
psicoanálisis que ha rizado este rizo hasta el final. El rizo (boucle) ha de ser recorrido
varias veces. No hay, en efecto, manera alguna de dar cuenta del término durcharbeiten,
la necesidad de la elaboración, a no ser concibiendo como el rizo, el bucle, debe ser
recorrido más de una vez. No trataré esto aquí, ya que introduce nuevas dificultades, y no
puedo decirlo todo, tratándose aquí tan sólo de los fundamentos del psicoanálisis.
El esquema que les dejo, como guía de la experiencia tanto como de la lectura, les indica
que la transferencia se ejerce en el sentido de conducir la demanda a la identificación. Por
cuanto el deseo del analista, que sigue siendo una x, tiene en el sentido exactamente
contrario a la identificación, es posible el franqueamiento del plano de la identificación, por
medo de la separación del sujeto en la experiencia. De ese modo, la experiencia del sujeto
es llevada al plano donde puede presentificarse, la pulsión, de la realidad de inconsciente.
Ya he indicado el interés que tiene el situar, al nivel del estatuto subjetivo determinado
como el del objeto a, lo que el hombre desde hace tres siglos ha definido en la ciencia.
Es necesario que todo eso ocurra no sobre la otra escena, de la cual hablaba Freud,
aquella que funciona en los sueños, sino sobre una especie de pequeña escenita, eso que
se llama la enseñanza analítica que les hace jugar a las marionetas: el superyó es el
comisario y viene a golpear sobre la cabeza de guignol que es el yo (moi). Nada que ver
esa aproximación que el punto de vista clínico introduce en la elaboración,
durcharbeintung; ello podría se quizás la prueba de algo que no necesitaría, así, que se
multiplique en la personalidad, las instancias. Y después, entonces esto es que en todo
momento el deja el pedazo, confiesa el truco, es decir que se ha localizado bien —dice él—
que eso tenía una relación con el ideal del Yo. Pero le falta confesar que no se comprende
allí absolutamente nada; nadie ha hecho aún el pegamento (collage). No obstante, para que
ese discurso sea otra cosa que las memorias del psicoanalista, a saber confesar el caso de
una joven que, a ese propósito se ve bien que era el sentimiento de culpabilidad que la ha
hecho entrar en el psicoanálisis —!esperamos sea el mismo que la haya hecho salir de él—
se puede, quizá al menos percibir que, por ejemplo, esta especie de pequeña maniobra de
una medida, que es precisamente la medida de lo que no puede ser medida, porque es la
postura de partida, que eso se puede, en efecto, en ciertos casos figurar con la mayor
precisión y escribirlo en el pizarrón, que es en el modo de una cierta suerte de balance
regular, que se llega a llenar ese algo que puede en ciertos casos figurar como el Uno. Se
puede al menos ver que hay interés en articular algo de un modo que sea verdaderamente
preciso, y que permita concebir que eso no es, en efecto enteramente, un abuso de
términos, aproximando a una intuición mínima como es, el nombre mismo de elaboración, la
durcharbeitung— en el tratamiento— con el superyó. Entonces, es necesario decirnos que
el superyó es el lobo malo y cogitar para ver sin no es de la identificación, con no sé que
persona, que ese superyó severo ha nacido. No es así como es necesario plantear las
cuestiones. Esto el como las gentes de les dicen, que si alguien es religioso, es porque su
abuelo lo era. Eso no me satisface a mí porque aunque se haya tenido un abuelo religioso,
uno puede, quizá, también darse cuenta que esta es una boludez, ¿No es así?. Sería
necesario, empero, distinguir la dirección de la identificación por relación a otras cosas,
Seria necesario saber si la identificación en el análisis, es la mira o es el obstáculo. Pero
eso puede, quizá ser el medio por donde se comprometen las gentes, justamente sin duda
para hacerlo, pero para que por el mismo hecho, ella se deshaga y que por el hecho que
eso se deshaga, justamente porque se la ha hecho es que puede aparecer otra cosa que
llamaremos en la ocasión, el agujero. Voy a dejarlos allí, hoy. He tratado, al fin de este
discurso, de mostrarles que es un discurso directamente interesante para la aireación de
nuestra práctica. Quiero decir por ello que al servirse de lo que no eran experiencias
olfativas Freud no avanza a primera aproximación (au pifometre); se puede, en efecto ver
allí en el desarrollo de una función a través de su pensamiento, las aristas que permiten
darle su coherencia, pero esta coherencia es indispensable que —si se quiere avanzar de
otro modo que con historietas— se la reúna y que se le dé consistencia y solidez; ello
permitirá, quizá, ver enteramente otros hechos, más que hechos simplemente analógicos.
Así, para dar el último giro a su consideración sobre el tema del símbolo, se enfrenta a lo
que resulta de la hipótesis, que se supone admitida por ciertos autores sobre puntos de
referencia lingüísticos y mitológicos, de que la agricultura fue en el origen la transposición
técnica de un coito fecundante. ¿Puede decirse legítimamente de la agricultura en aquella
época ideal que simbolice la copulación?
Notas finales
1 (Ventana-emergente - Popup)
[« ... sich in den ihm unbekannten Widerstand zu vertielen». En la primera edición, en vez
de «unbekannten» se leía «nun bekannten». (Antes de la modificación, el texto rezaba: « ...
para enfrascarse en esta resistencia que ahora le es consabida»}.]
2 (Ventana-emergente - Popup)
El concepto de «reelaboración», introducido en el presente trabajo, se relaciona
evidentemente con la «inercia psíquica», a la que Freud dedica varios pasajes. Algunos de
ellos se mencionan en una nota mía de «Un caso de paranoia que contradice la teoría
psicoanalítica» (1915f), AE, 14, pág. 272. En Inhibición, síntoma y angustia (1926d), AE, 20,
págs. 149-50, la necesidad de la reelaboración es atribuida a la resistencia de lo
inconciente (o del ello), tema al cual se vuelve en «Análisis terminable e interminable»
(1937c), AE, 23, págs. 243-4.
3 (Ventana-emergente - Popup)
Cf. El yo y el ello (1923b), AE, 19, pág. 19.
4 (Ventana-emergente - Popup)
Cf. «Recordar, repetir y reelaborar» (1914g), AE, 12, pág. 157. Freud volvió sobre el tema
en la sección VI de «Análisis terminable e interminable» (1937c).
5 (Ventana-emergente - Popup)
Cf. «Recordar, repetir y reelaborar» (1914g), AE, 12, págs. 152 y sigs.
6 (Ventana-emergente - Popup)
Este punto fue considerado en el capítulo V de El yo y el ello (1923b), AE, 19, págs. 49 y
sigs.
7 (Ventana-emergente - Popup)
NOTA DEL TRADUCTOR
Variación de «Vingt fois sur le métier remettre votre ouvrage", Boileau, Arte Poético.
8 (Ventana-emergente - Popup)
[Vingt (sic) fois sur le metier, remettez votre ouvrage..". Boileau, Art poétique, TS]
9 (Ventana-emergente - Popup)
Habíamos escrito primeramente: en materia de psicología (1966).