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I. Introducción
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En los años ochenta, una vez superadas las dificultades de la crisis de
1982, la empresa privada comenzó a exigir que el Estado también se modernizara,
para facilitar la inserción de la economía chilena en el mundo. De Estado impul-
sor, se había transformado en Estado obstáculo. Se exigía que se impulsara la efi-
ciencia como criterio de modernización (Rodríguez, Cereceda y Wormald, 1997).
En el proceso de modernización, las diversas reparticiones estatales siguieron dis-
tintos caminos y a ritmos también particulares, pero, en definitiva, el resultado
consistió en que se fueron dejando de lado algunas actividades, por no ser conside-
radas propias de la actividad estatal. Ya antes, en las décadas de los setenta y los
ochenta, se había comenzado a vender las empresas productivas que operaban con
administración estatal. Ahora, se estimaba que había actividades que podían ser
mejor desempeñadas por otras organizaciones y el Estado procedía a licitar públi-
camente los proyectos que estaba dispuesto a financiar, mas no a ejecutar. Algunas
de esas licitaciones implicaban la posibilidad clara de negocios lucrativos, en tanto
otras no.
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raciones de filantropía, caridad y conmiseración hacia personas afectadas por al-
gún tipo de deprivación, exclusión o situación de necesidad; organizaciones para
representar intereses sectoriales, como sindicatos, colegios profesionales y asocia-
ciones empresariales; organizaciones de profesionales que dispensan servicios a
segmentos de la población, incluyendo hospitales, clínicas, escuelas, colegios y
universidades. Como se puede apreciar la gama de formas organizativas, servicios
que prestan, modalidades de financiamiento y estructuración de la propia organi-
zación es altamente variado y diverso.
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comportamientos que -en conjunto- constituyen una respuesta racional y planifi-
cada al problema. De esta manera, las organizaciones se crean como una forma de
coordinar el trabajo de muchas personas para conseguir resultados que no podrían
ser siquiera intentados en forma individual.
Una pregunta de interés tanto práctico como teórico es: ¿Qué hace
posible la existencia de un sector de la sociedad denominado el “tercer sector”,
constituido por organizaciones sociales?. Estas son organizaciones que no son par-
te constitutiva del Estado y tampoco son empresas privadas. Han existido desde
hace largo tiempo en la historia, pero parecería ser que en la sociedad moderna se
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ha incrementado la necesidad de ellas, para desempeñar un conjunto diversificado
de funciones. La pregunta, entonces, se orienta a escudriñar cuáles son las condi-
ciones del sistema societal que hacen posible la existencia de estas organizaciones
sociales.
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económicamente relevantes pueden ser considerados y tratados como disposición
sobre valores monetarios, esto es como decisión. (Luhmann, 1997b: 57). (b) la lega-
lización de las condiciones de mantenimiento y continuación del modo de vida
cotidiano. Esto significa que las organizaciones disponen de decisiones imbuidas
en los sistemas legales, de contratos, que no requieren de decisiones nuevas, es de-
cir, que establecen rangos amplios para la independencia en el comportamiento
decisor. (c) La vida del individuo no queda establecida primera y normalmente
por la casa y la familia, sino “que es discontinuada mediante la educación escolar y
la elección de oficio.[…] Se puede decir que las organizaciones suponen la capaci-
dad para la autodeterminación y la autolimitación en el sector de capacitación y
profesión, y toman tan sólo el resultado de tales procesos.” (Luhmann, 1997b: 58-
59).
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mayor complejidad en el sistema, la cual debe ser reducida por medio de nuevas
especializaciones funcionales.
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orientadas a resolver la “relación dialéctica entre la respuesta prevista sobre la base
de una necesidad normativa y las necesidades sentidas y expresadas por las dife-
rentes partes involucradas. Esta tensión dinámica es típica (aunque no exclusiva)
de la intervención social y tendrá reflejo en la peculiar tensión entre calidad técnica
y calidad percibida propia de estos servicios. Por otra parte, el carácter evolutivo
de las necesidades hace que, en la medida en que unas necesidades van siendo cu-
biertas, aparecen otras nuevas o se van transformado o modulando.” (Fantova,
2001: 84). Las intervenciones sociales de variado tipo tienen en común que inten-
tan contribuir a la reducción o superación de situaciones de exclusión social. En
este rol, que se deriva de las propias características del funcionamiento del sistema
social, su contribución es la integración social de sectores excluidos. “Desde esta
óptica, lo esencial de la intervención social es la contribución a la posibilidad de
reestructurar las relaciones y las redes de relaciones en las que las personas obtie-
nen o no obtienen los recursos que dan respuesta a sus necesidades. (...) Desde este
punto de vista las prestaciones específicas que en cada caso aporten los servicios se
elegirán en función de su contribución a esa relación social reestructurante que
pretende prevenir, paliar o revertir procesos de exclusión social o promover proce-
sos de inclusión, inserción o integración social.(...) La participación social se con-
vierte en el medio y el fin de la intervención social. La forma de prevenir, paliar o
revertir procesos de exclusión social es, justamente, posibilitando espacios y mo-
mentos de participación social, es decir, espacios y momentos en los que se produ-
cen relaciones sociales que reestructuran las estructuras de relación excluyentes en
un entorno dado.” (Fantova, 2001: 85).
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De este proceso de retracción estatal surgen espacios que son colonizados por or-
ganizaciones sociales de todo tipo, las que, a su vez, deben reformularse para abor-
dar los ámbitos nuevos. Es el caso, no ya de organizaciones filantrópicas o que
buscan la creación de bienes colectivos, sino de asociaciones profesionales, ocupa-
cionales y empresariales. Estas organizaciones no pueden ser explicadas como me-
ras representaciones de intereses sectoriales, diseñadas para lograr movilizaciones
de recursos con el objetivo de obtener ventajas o granjerías del aparato estatal, o de
defender intereses de negocios, entendidos en un sentido estrecho. Comienza a
percibirse que incorporan nuevas funciones, que permiten incluso denominarlas
como un “neocorporativismo” (Streek y Schmitter, 1991). Organizaciones empresa-
riales que participan en los procesos políticos como instancias de colegislación, de
establecimiento de estándares y de procesos de autorregulación, en vez de conduc-
tas reguladas por normas legales, y que son voluntariamente adoptadas por las
asociaciones. Estas implican la capacidad de controlar la conducta de los miem-
bros individuales de la asociación, de establecer sanciones formales, pero sobre
todo (probablemente) informales a los transgresores, de establecer estándares (de
competencias, de calidad, medioambientales) y, en suma, de generar autoregula-
ciones que se constituyen sin necesidad de legislación y control estatal. En sus
formas aún embrionarias, en Chile encontramos instancias de autoregulación pu-
blicitaria, de comisiones de compañías de seguros en rentas vitalicias. En los ámbi-
tos de prevención de accidentes del trabajo y salud laboral, la ejecución de la nor-
mativa legal está en manos de corporaciones privadas constitutivas del Tercer Sec-
tor (Mutuales de seguridad). Se verifican autoregulaciones en la aplicación de
químicos en la producción vitivinícola y hortícola, entre otras.
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profesional se realiza individualmente, obstruye la visión de que es un trabajo or-
ganizado en colectivos, basados en intercambios bastante intensos entre profesio-
nales. Organizaciones sociales, constituidas para movilizar talentos logrados tras
procesos educacionales sostenidos, aparecen ofreciendo nuevos servicios para po-
blaciones que dejan de ser atendidas por el aparato estatal. Estas se pueden origi-
nar no sólo por la retracción estatal, sino también por cambios demográficos que
constituyen la aparición de un segmento cada vez más significativo de personas
pertenecientes a la tercera edad. Los servicios que se ofrecen a este segmento (de-
mográfico), comienzan a ser diseñados por organizaciones de profesionales, al
principio por las propias universidades con programas de educación continua,
luego por las municipalidades que establecen programas focalizados, o por los mi-
nisterios que inician programas para ella. Pero el contenido de los servicios, esto
es, los servicios mismos son diseñados e implementados por organizaciones de
profesionales. Estas pueden tomar la forma de empresas (con fines de lucro) o de
organizaciones no gubernamentales, fundaciones o corporaciones. La forma que
adopten parece depender en gran medida de la forma que la organización estable-
ce para obtener financiamiento y captar recursos de su entorno.
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sentido (que puede hacer válidos el lucro, la dependencia estatal o la acción infor-
mal no organizacional), desnaturalizando a la organización.
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organizaciones capaces de identificar, definir situaciones como oportunidad y ex-
plotarlas.
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comunicación directa, interaccional, que encuentra escasas oportunidades para
participar -incluso para hacerse oír- en la comunicación vinculante. El aparato es-
tatal no puede continuar asumiendo nuevos problemas por la vía habitual que lo
ha llevado a crecer hasta alcanzar niveles elevados de ineficiencia. Las organiza-
ciones privadas tampoco encuentran información que apele a su sensibilidad: el
mercado y la demanda no son claros ni estimulantes para ellas. Hay, entonces, una
fuente de información virtual que permite ser especificada por organizaciones no
gubernamentales. Las soluciones tradicionalmente ofrecidas por organizaciones
voluntarias “de buena voluntad”, pero sin mayores criterios organizacionales, son
insuficientes. Los problemas requieren de soluciones efectivas, en que se haga uso
de los recursos eficientemente. En esta configuración se expanden las organizacio-
nes no gubernamentales. Su origen puede ser la necesidad de dar solución a pro-
blemas que históricamente ha enfrentado el estado y que ya no puede seguir aten-
diendo o el intento por dar soluciones eficientes a los problemas que antes habían
sido enfrentados de manera romántica, pero ineficiente por organizaciones de
buena voluntad.
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cargo estas organizaciones. Es el componente principal de la estructura de oportu-
nidades para el surgimiento y autocatálisis para estas organizaciones.
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organizaciones sin fines de lucro en muchas circunstancias son Organizaciones no
gubernamentales cuasi autónomas1, y en otras son ONG que dependen del finan-
ciamiento vía contratación del estado.
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En nuestro país coincide la preocupación mundial por la gestión con
la decisión política de traspasar al sector privado la administración de numerosas
empresas estatales. Los logros obtenidos, en el ámbito de la gestión, por las orga-
nizaciones privadas fueron de tal envergadura y tuvieron tanta resonancia en la
opinión pública, que pronto se comenzó a hacer una comparación entre la empresa
privada y la pública que no siempre resultaba halagadora para esta última, lo que
fue percibido por los participantes de los servicios públicos (Dirección de Presu-
puestos, 1999: 133-164). El tema del momento era el de la eficiencia. Se hacía indis-
pensable modernizar las organizaciones del Estado incorporando a ellas los modos
y mecanismos de gestión que habían sido exitosos en el sector privado: se trataba
de aumentar su eficiencia.
Otro cambio de importancia tiene que ver con las fuentes de finan-
ciamiento para las actividades a que se dedican las organizaciones sociales. En
efecto, algunas fundaciones internacionales modificaron la categoría en que se ubi-
caba Chile como país receptor de ayuda, sea porque el país había vuelto a un sis-
tema democrático o porque su economía había logrado un cierto nivel de creci-
miento. Esto tuvo como consecuencia que las ONGs tuvieron que recurrir a nue-
vas fuentes de recursos, para lo cual muchas veces se encontraron en la necesidad
de redefinir o ampliar sus objetivos. Los sistemas organizacionales buscan mante-
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nerse en operación y, para esto, recolectar los recursos donde estén disponibles. Si
para hacerlo es necesario encontrar nuevas definiciones de la misión original o,
incluso, definir una nueva misión, el sistema se ve frente a la disyuntiva de conti-
nuar bajo una nueva cara, disminuir su operación o simplemente desaparecer. La
pregunta que frecuentemente surge en estas circunstancias es si los nuevos pro-
blemas propuestos por las fuentes de financiamiento pueden o no ser acogidos
como problemas válidos para la organización o si su aceptación termina por desfi-
gurar al sistema organizacional transformándolo en algo distinto.
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En el ámbito de los negocios [con fines de lucro] tenemos precios de mercado para
bienes y servicios que relacionan a vendedores con compradores, salarios vincu-
lando a empleadores y empleados, utilidades ligando a accionistas y ejecutivos e
impuestos que relacionan a la firma con el público general representado por el go-
bierno. Por supuesto que hay muchas imperfecciones en las formas cómo los pre-
cios se establecen y se expresan en el mercado. Lo que es importante notar es que,
al menos en principio, todos los precios pueden aglutinarse en una línea final de
resultados monetarios. De hecho, los precios son el medio básico en la economía
de costos de transacción y la explicación económica para la existencia de organiza-
ciones [jerárquicas] como respuesta a las imperfecciones del mercado. Los precios,
como medio de información para las actividades internas y externas no existen,
son incompletos o fijados de acuerdo a consideraciones de costos administrativos o
a algún sucedáneo del mercado. Aún más, a diferencia del gobierno, los adminis-
tradores de las organizaciones sociales no tienen la autoridad legitimada para esta-
blecer términos de intercambio y los precios fuera de los estrechos ámbitos de su
organización. El resultado es que diversas racionalidades, o líneas de resultados
finales, operan en las organizaciones sin fines de lucro. “ (Anheier, 2000: 6).
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La complejidad de las organizaciones sin fines de lucro también pro-
viene del hecho de que son manifestación o expresión de valores, tales como cari-
dad, solidaridad, compasión, preocupación por el resto, bien común, etc. El desa-
rrollo de capacidades de gestión, normalmente tomadas o imitadas del sector pri-
vado con fines de lucro, son fácilmente cuestionables desde cualquiera de las pers-
pectivas, exigencias y normas que surgen de esa variedad de valores. De modo
que los resultados también son evaluados desde una diversidad de perspectivas,
que imponen su lógica y racionalidad sobre la organización.
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El segundo dilema está definido por la orientación a tareas o a perso-
nas y por las orientaciones hacia la formalización o hacia lo simbólico. Estas deci-
siones definen si la organización tendrá una cultura tecnocrática o una social.
Las decisiones de diseño que las organizaciones sin fines de lucro de-
ben adoptar no son simples ni fáciles. Tienen múltiples implicancias y consecuen-
cias y el estado actual de la investigación empírica no permite contar con conoci-
mientos certeros acerca de ellas (Perry e Imperial, 2001). El desarrollo de las
herramientas teóricas y conceptuales es reciente y los debates recién comienzan.
La buena noticia es que por tratarse de un sector dinámico, con creciente impacto
económico, como es su participación en el PIB de los países, en el volumen de em-
pleo que ofrecen y en los recursos involucrados, así como sobre todo en los servi-
cios que ofrece, aspecto en el que es difícilmente sustituíble por empresas privadas
o agencias estatales, continuará atrayendo crecientes esfuerzos de los cientistas so-
ciales por dar cuenta de la complejidad que enfrentan y que, a su vez, contribuyen
a incrementar en el sistema social.
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V. Conclusión.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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Burt, Ronald Philanthropy. Administrative Science
1991 Quarterly. Vol 36, March: 88-105.
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