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Simulación y disimulación en violencia doméstica:

aspectos médico-forenses

1. Resumen

A partir de los casos revisados en la actividad médico


forense, y de la revisión bibliográfica, se realiza una
reflexión sobre los aspectos más habituales de la simulación
y disimulación, así como sobre la especial referencia de
ambas en los procedimientos penales abiertos por violencia
doméstica.

Se aborda especialmente la consideración de que no


siempre la simulación, o la disimulación, obedecen a
mecanismos conscientes de mentira deliberada con
objetivos espúreos, ya que pueden estar interferidos por
factores de sesgo. A partir de esta reflexión es posible otro
enfoque de estudio de la distorsión, el de la simulación, o
disimulación, inconscientes.

Tras hacer un breve repaso por estos factores de sesgo,


siempre en clave de reflexión, se propone un guión de
trabajo para la valoración de la distorsión, su comprobación
y la respuesta pericial frente a su aparición en el
procedimiento penal.

2. Introducción

La agresión que se produce en el entorno doméstico,


en un momento dado, y sus consecuencias, tanto
inmediatas como a medio y largo plazo, son el paradigma
de la complejidad de la prueba en un procedimiento
judicial.

El vínculo entre los miembros de un entorno doméstico se


caracteriza por la intimidad (los aspectos que aparecen en
juego forman parte del núcleo de la persona); la
continuidad (se trata de una historia con un pasado, un
presente y un futuro); la vivencia de inevitabilidad de esa
relación a corto plazo que poseen sus miembros (versus la
dificultad de cambiar esta relación); y la interacción que
existe entre las conductas de sus miembros (cada acción u
omisión genera una consecuencia en todas las personas
que forman parte de esta relación).

Debido a los factores anteriores, la conducta agresiva, en


este contexto tan especial, está sujeta a una enorme
cantidad de variables y a una imbricación intensa de unos
factores con otros.

Debemos concluir que, en la violencia doméstica, nos


manejamos con un extraordinario número de factores, que
se caracterizan por ser “imprecisos e inexactos” debido a
estar condicionados por el comportamiento humano y que,
además, son “variables y continuamente interaccionantes”.

Situados en este punto, la prueba que un procedimiento


penal puede requerir para llegar a conocer algo de la
realidad de una agresión en ese entorno, de sus
consecuencias, pero también de su historia, de su
pronóstico de riesgo, e incluso de la posibilidad de
minimizar sus efectos indeseables en el futuro, es también
compleja.

Esta complejidad, no solamente se basa en que requiere


una enorme cantidad de datos que además son
variables e interaccionantes, sino que estos datos
pueden estar alterados, pueden aparecer distorsionados
en el procedimiento judicial abierto.

3. La distorsión

Cuando se piensa en la alteración de la realidad, que puede


hacerse presente en cualquier procedimiento judicial,
aparece la mentira consciente como el núcleo del
problema; su objetivo es provocar un determinado efecto,
indemnizatorio o de responsabilidad penal; y, establecer si
alguien miente o no, se presenta como la clave de este
problema.

La realidad es muy diferente como veremos a lo largo de


este trabajo.
El operador jurídico experto además de considerar la
posibilidad de que aparezca la simulación deliberada, debe
manejar otras opciones en esa línea de la posible
alteración de la realidad que se puede presentar en el
entorno de su función pericial.

3.1. Los tipos de distorsión

De forma esquemática, las opciones de distorsión en los


datos que son ofertados por aquellas personas que se
encuentran inmersas en un procedimiento judicial, oscilan
entre los siguientes extremos:

Dependiendo del tipo de acto: Simulación versus


disimulación.

La simulación consistirá esencialmente en referir lesiones


no reales, agresiones no realizadas, consecuencias
inventadas, o exagerar cualquiera de los aspectos
anteriores.

En el otro extremo podemos encontrar la disimulación


que es la ocultación, parcial o total, de aspectos relevantes
de las conductas y mecanismos agresivos, y/o de sus
consecuencias propias o en otras personas.

Esta posibilidad, la disimulación de las lesiones, la


ocultación de las agresiones y la disminución de sus
consecuencias, presenta una prevalencia mayor que la
simulación en nuestra casuística de la violencia doméstica.
Pero ésta última, la simulación, puede adquirir, cuando
aparece, una importancia penológica de efectos terribles
como son los falsos positivos

Dependiendo del papel del distorsionador: Consciente


versus inconsciente

Es muy habitual pensar que cualquier dato alterado que


aparece en un procedimiento judicial responde a un
mecanismo consciente de mentira deliberada con un
determinado objetivo; en los casos de simulación la meta
será la búsqueda de satisfacción de una solicitud
indemnizatoria, o aumentar la responsabilidad penal de
otra persona; en los de disimulación, corresponderá a un
intento, también consciente, de todo lo contrario, minimizar
estas consecuencias en la acción agresiva de otra persona

En la actividad médico forense diaria, se comprueba que no


es así. Existen ocasiones de simulación, o disimulación,
consciente que pueden ser evidentes. Sin embargo, en
muchos otros, en un análisis más profundo, podremos
encontrar muchos factores que nos indican que esa
distorsión puede ser verdad en la realidad de lo
sentido o vivenciado por esa persona.

El conocimiento de este rango de posibilidades, lo


deliberado versus lo no consciente, resulta protagonista
en muchos de las valoraciones periciales en este terreno
que hemos abordado de la alteración de la realidad.

Situaciones mixtas de ambos


(exageración/ocultación versus
deliberado/inconsciente) y rangos

Y, en muchos casos encontraremos una mezcla de ambos.

Las más habituales, son distorsiones que responden a una


exageración o minimización consciente que asientan sobre
aspectos de alteración inconsciente.

3.2 Los modos de aparición de la distorsión

Y si diversas son las características esenciales de la


distorsión, y sus tipos fundamentales, los modos de
aparición en el procedimiento judicial, en especial en la
prueba forense, podrán ser también múltiples.

Con el único límite de la imaginación, ya que los modos de


distorsionar pueden ser de todo tipo, los más habituales
son:

3.2.1 Relativos a la documentación:

Tanto en la simulación, como en la disimulación:


El más habitual es la ocultación parcial o total, o la
retención, de información.

En ocasiones, la falsificación o alteración de los


documentos.

Pero el más efectivo de todos ellos, por la dificultad de su


comprobación, es la generación de “documentos” con
contenido fraudulento a través de engaño, o influencia, a
profesionales que “certifican” de buena fe.

Al movernos en un terreno caracterizado por la


documentalidad del procedimiento estos documentos
adquieren un valor máximo en el mismo. Conseguir este
tipo de documentos es posible debido a que (a) existen
muchas consecuencias lesivas que por ser inespecíficas
pueden ser categorizadas como debidas a diversas causas
(patología anterior, agravación de estado anterior no
traumático, traumatismo anterior o posterior, etc.); (b)
pueden responder a otros mecanismos traumáticos
diferentes (como por ejemplo: golpe directo versus
forcejeo); (c) una actuación de asistencia clínica deja
referencia escrita de lo relatado por el paciente como causa
presumida, ya que no es su función el realizar una función
detectivesca ya que la acción terapéutica se basa en la
comunicación del médico con el enfermo; y (d) la tendencia
a no dejar referencia legible y completa de los aspectos
descriptivos y objetivables de lo que se está explorando.

3.2.2 Relativos a los síntomas, y/o de los efectos de


esos síntomas:

El más habitual es la exageración de síntomas y efectos en


los casos de simulación, y su minimización en la
disimulación

En ocasiones la “creación” del síntoma y/o su efecto en la


simulación, y la “ocultación” en la disimulación

Pero el más efectivo, de todos ellos por la dificultad para


discriminarlos, es la “utilización” (simulación) o
“negación” (disimulación) de síntomas y efectos que
habían aparecido con anterioridad a los hechos.

Se parte en estos casos de síntomas y signos, “sufridos”


por el paciente, en ese momento o con anterioridad, y, por
ello, “conocidos” en sus características esenciales, incluso
en los “resultados de exploraciones” que se han repetido
por los diversos facultativos sanitarios que han actuado con
anterioridad.

4. La disimulación en la violencia doméstica

Como ya hemos visto, no toda la distorsión es de


simulación. La disimulación, la ocultación de lesiones o
de conductas agresivas, ocupa un papel protagonista
en nuestros casos diarios en la violencia doméstica.

Las víctimas parecen no serlo en muchas ocasiones. En


otras, las personas agresoras pueden aparecer como
protectores, pero muy habitualmente son “protegidos” y
“entendidos” por la víctima, y con ello, “justificados”. La
víctima puede serlo pero, además, adquiere un papel
protector matriarcal de la persona agresora, desdoblándose
de su papel de cónyuge. Es la violencia en la que los
cuerpos de seguridad pueden ser agredidos por la persona
“víctima/denunciante” cuando intentan contener a la
persona “agresora/denunciada”, a pesar de haber sido
llamados con angustia y urgencia por la primera.

Un efecto inmediato es que la víctima, en la fase de


protección de su entorno doméstico, puede ocultar lo que
ha sucedido, y explicar que su dolor se debe a otra causa, o
que su lesión ha sido accidental.

4.1 Causas de aparición de disimulación en la violencia


doméstica

En otros artículos hemos profundizado en algunos aspectos


de la relación doméstica que adquieren un papel esencial, y
explican en muchos casos, la “disimulación” de la realidad
que puede aparecer en los procedimientos judiciales.
A modo de pequeña revisión, recordaremos que la violencia
doméstica se caracteriza por:

La historia de relación doméstica, matiza y “amplifica” los


defectos, las virtudes, los problemas, los miedos, etcétera.
La relación crea una situación nueva que no es una mera
sumatoria de las circunstancias de las personas inmersas
en el drama. En ese contexto, la violencia doméstica, a
lo largo de los años, reescribe la realidad, dibujando una
“realidad” diferente a la medida de sus protagonistas.

Es característica la inseguridad de algunos de los


miembros de esta relación doméstica en la elección del
camino que deben tomar ya que están inmersos en una
vida compleja, difícil, llena de ansiedad y miedos, pero
también de “no saber qué deben hacer”, y de “no saber qué
es lo mejor”. La ambivalencia que se crea en la víctima es
un efecto inevitable en ese camino.

La relación interpersonal patológica puede provocar una


“pérdida de conciencia de enfermedad” de la víctima
como resultado del intento de “normalizar” la vida, de
“explicar y racionalizar” lo que está sucediendo para poder
sobrevivir o sobrellevarlo. A través de esa mecánica
adaptativa, se llega a “desdibujar” los límites de lo que, en
otras circunstancias, sería una conducta inaceptable.

El aspecto de inevitabilidad que matiza la relación


doméstica, genera una serie de condicionantes de la
vida cotidiana que se pueden convertir en
protagonistas, incluso por encima de la propia libertad y
dignidad de la persona afectada. Entre los aspectos
específicos y diferenciales que limitan la efectividad de la
investigación y consecución de pruebas que podrían ser
útiles en otro tipo de violencias, podremos encontrar:

• El deseo de proteger a los allegados


• El riesgo de pérdida de seguridad económica y
emocional
• Presión de familiares, allegados y compañeros para no
presentar acusaciones contra la persona agresora
• Miedo a represalias
• Miedo a la pérdida de residencia.
• Miedo a la interrupción de lazos afectivos
• La protección de la persona agresora
• De forma especial, en esta protección, encontramos de
forma protagonista el miedo de la víctima a la
actuación “judicial” cuando pueden existir
consecuencias graves para la persona agresora que
pueden condicionar a su vez, pérdidas laborales,
económicas o de relación familiar.

5. La simulación en la violencia doméstica

La simulación puede aparecer en la violencia doméstica, de


igual forma que la podemos encontrar en otros ámbitos
conductuales de la vida que están sometidos a una decisión
judicial.

Pero, especialmente en la violencia doméstica, no se puede


realizar una lectura simple. Como veremos en apartados
posteriores, estará sujeta a interacciones múltiples.

A diferencia del resto de casos susceptibles de simulación,


la violencia doméstica puede presentar una
progresión específica:

El inicio natural de la denuncia en la violencia doméstica,


como hemos visto en apartados anteriores, suele tender a
la disimulación.

El paso del tiempo y de los acontecimientos que


salpican la relación de los miembros de la relación
doméstica alterada, puede provocar, en un movimiento
pendular, una tendencia mayor a conductas
denunciantes muy activas, cargadas de urgencia.
Incluso, en situaciones extremas, con una simulación más o
menos encubierta y justificada por la acumulación de
tensiones anteriores.

También, a diferencia del resto de simulaciones que vemos


en otos procedimientos, es posible que en la violencia
doméstica crónica aparezcan oscilaciones en esa
conducta de la persona denunciante que pasa de la
tendencia a ocultar (disimulación) a la propensión a
exagerar (la simulación); y, en un momento posterior, a
consecuencia de algunos cambios en las circunstancias,
vuelve de nuevo a la disimulación en un movimiento
evolutivo ondulante en el tiempo.

Como vemos, esta evolución es totalmente


característica y paradigmática de la violencia
doméstica, en un camino modulado por la ambivalencia, el
recuerdo de la historia anterior, los intentos de
reconstrucción de la relación, y la angustia y desesperación.

Comprobamos pues que la simulación que se presenta,


aparentemente de forma incongruente, tras la disimulación
anterior, puede irrumpir en nuestra casuística diaria de
procedimientos abiertos por violencia doméstica.

5.1 Causas de aparición de simulación en la violencia


doméstica

En un trabajo reciente de revisión1 de las sentencias


producidas en España, en los Juzgados de Instrucción y
Penal, sobre casos de violencia doméstica, se comprobaba
que existía una diferencia muy clara entre las sentencias
condenatorias que aparecían en unos y en otros. Por cada
sentencia condenatoria en violencia doméstica en los
Juzgados de Instrucción, aparecían 5 en los Juzgados de lo
Penal.

Estos resultados se recogieron estando vigente la diferencia


entre delito y falta en la violencia doméstica, y antes de la
implantación de los juicios rápidos.

Una lectura inicial puede hacer pensar que la simple


conversión de todas las violencias domésticas en delito
supondría automáticamente un aumento de las sentencias
condenatorias.

Sin embargo, analizando estos resultados desde la


perspectiva médico forense, parece conveniente indicar de
que son los mismos médicos forenses quienes informan en
unos y en otros juzgados, que no existe cambio en la
metodología de trabajo pericial en unos y otros; y que es
lógico pensar que no existe una diferencia llamativa entre
las características de profesionalidad, sensibilización y
dedicación entre los jueces, fiscales y abogados que actúan
en uno u otro ámbito. No hay diferencias significativas
entre las características de ambostipos de organos
judiciales.

Y si la causa de esta diferencia no puede situarse en el


mero concepto de organismos diferentes ya que son
servidos por los mismos operadores jurídicos, es necesario
reflexionar sobre dónde se encuentra la diferencia.

A través de la exploración sistemática como médico forense


de las personas que aparecen como lesionadas
denunciantes, la clave, desde el punto de vista de
observador, parece residir en la posición de la víctima, en la
claridad de objetivos. El diferente posicionamiento de la
víctima en la instrucción del procedimiento, y/o en la
vista oral, se convierte en la razón que, en el anterior
articulado del Código Penal, explicaba que una lesión
se convirtiera en falta o en delito.

La disimulación aparecía como una tendencia clara en:

• Los casos de primeras denuncias sin convicción;


• En los que la “víctima/denunciante” tenía un objetivo
único de “aviso” o buscaba que quedara una mera
constatación oficial de los hechos sin buscar una
determinada carga penal punitiva.
• En los casos en los que podíamos comprobar que
existían explicaciones o justificaciones de lo sucedido
por parte de la víctima, de ambivalencia, o de
adopción del papel protector como basamento de la
familia.

En estas situaciones, la persona denunciante oculta parte


de lo sucedido, ofrece versiones accidentales para las
lesiones, disminuye el valor real del daño provocado, o
simplemente no se presenta a la vista oral cuando no
intenta “levantar” la denuncia.
Con posterioridad, la víctima, tras comprobar lo infructuoso
de sus esfuerzos, y superadas sus capacidades de
adaptación al clima violento, al miedo o al sometimiento, se
quiebran. Se da un salto posicional de la víctima que pasa
del intento de adaptación a la violencia a la decisión de
ruptura. Lo soportado hasta ese momento se convierte
en insoportable.

Se provoca, con ello, una situación insostenible que, desde


su punto de vista, requiere una ruptura urgente de la
relación. Esta ruptura necesitada como inmediata, se
enfrenta al vínculo doméstico que requiere tiempo para ser
roto. Aparece la desesperación de no poder romper algo
que aparece como una carga imposible de llevar, y la
simulación puede aparecer como un instrumento de uso
que es justificado por la persona con base en la
acumulación de un nivel elevado de sufrimiento por
violencias anteriores.

Con esta reflexión, no intento justificar la simulación, sino


únicamente explicar su aparición tras denuncias anteriores
caracterizadas por la disimulación y ocultación. Ni tampoco,
desde luego, desvirtúo la carga intencional del uso de la
denuncia con fines espúreos y deliberada en su
construcción y objetivo.

6. La intencionalidad en la simulación

Cuando hablamos de simulación se suele pensar


inmediatamente en “la acción positiva de mentir para
conseguir un objetivo fraudulento”. Pues bien, no siempre
responde a una mentira deliberada con un objetivo de
ganancia primaria o secundaria.

Debido a la existencia de una interacción tan intensa entre


el ámbito de lo físico con lo psíquico, a que la persona
responde como una unidad frente a los diferentes
estresores o estímulos lesivos externos, comprobaremos
la existencia de una “mentira deliberada”, como
única explicación de una simulación, en muy pocas
ocasiones.
Aparecerán elementos, circunstancias, factores que
pueden introducir sesgos importantes en la
autovaloración de las personas inmersas en estos
procedimientos. Estos “factores de sesgo” matizan la
realidad, y, en determinados casos, los más extremos,
pueden llegan a crear una nueva realidad en la que vive la
persona denunciante.

En estos casos, en los que se ha creado otra realidad,


podremos ver datos característicos de “simulación” y sin
embargo, estaremos convencidos simultáneamente de una
“elevada fiabilidad” en la persona que estamos estudiando.

En el otro extremo, la presencia de algunas circunstancias


puede provocar que la persona afectada “autojustifique” su
simulación consciente o, habitualmente, la
“sobrevaloración” de los hechos y las consecuencias.

Titularemos este apartado como “factores de sesgo que


deben ser introducidos en el estudio de simulación”2 aya que
adoptan el papel de “modificadores” de los criterios de
valoración en aquellos casos en los que se sospecha y/o
demuestra una simulación b.

6.1. Aspectos de sesgo que deben ser introducidos en


el estudio de simulación

Intentar la introducción del estudio de estos factores en la


práctica diaria y en su valor real parece una meta casi
imposible. El nivel de interacción es de tal complejidad que
no parece posible concluir en una valoración adecuada de
todos ellos para un procedimiento. Pero si que puede
resultar adecuado pensar en ellos cuando comprobamos
una simulación o disimulación, y la deseamos situar en su
realidad compleja.

• Para ello revisaremos:


• La diferencia entre “lesión vivenciada” y “lesión
valorable”
• Personalidades premórbidas
• La interferencia provocada por estados anteriores
patológicos
o Estados anteriores con síntomas que se solapan
o Estados anteriores que interfieren directamente
en los síntomas
• Características específicas del lesionado
• Aspectos relacionados con los hechos
• Aspectos relacionados con la respuesta social
o La conducta terapéutica
o La expectativa de respuesta judicial
o La respuesta familiar
o La respuesta laboral

Interacción de varios de los factores anteriores:

6.1.1 La diferencia entre “lesión vivenciada” y “lesión


valorable”

6..1.1.1 La lesión valorable:

La definición que establece como referencia nuestra


normac, no parece ajustarse completamente al complejo
concepto médico de la lesión.

La integridad corporal no es una cualidad o un bien, en sí


mismo, cuya alteración o menoscabo lleve implícito el
concepto de consecuencia peyorativa. Un ejemplo podría
ser el corte de las uñas o el cabello.

El significado de menoscabar, no siempre corresponde a


una acción, u omisión, dirigidas a lesionar a la persona.
Ejemplos podrían ser la amputación por riesgo mayor en la
balanza del riesgo; artrodesar una articulación porque el
movimiento residual es doloroso y con ello se mejora una
función y se empeora otra.

Y, por otra parte, la utilización de las referencias de salud


física o mental no parece suficiente como para describir la
totalidad de los posibles aspectos de la persona que pueden
ser lesionados, cuando podríamos hablar de expectativas
de futuro, relación interpersonal, vida sexual, ocio, etcétera

Desde un punto vista médico, la definición de lesión quizás


podría dirigirse hacia: “la pérdida o alteración
peyorativa de cualquiera de los elementos que
constituyen el amplio espectro del bienestar de la
persona, situando este bienestar en el rango de lo
razonable y esperado por sus circunstancias en el
momento de los hechos, o con posterioridad al
mismo”.

Y para que ese concepto médico de lesión se pueda


convertir en concepto jurídico-penal de lesión, parece que
debería añadirse que esa pérdida o alteración peyorativa
fuera “objetivable, sujeta al valor de la prueba, así
como de valor suficiente para generar determinado
nivel de responsabilidad”.

6.1.1.2 La lesión vivenciada:

La “autovaloración” que la persona lesionada realiza de “su


lesión” a consecuencia de una agresión, se convierte en
“creencia evaluativa” asumida en su integridad. En la
casuística diaria comprobamos como consecuencias que,
desde el punto de vista del observador experto, se pueden
categorizar como “incomodidades”, se asimilan al valor de
“lesión” por el que lo sufre.

La persona “lesionada” está convencida tanto de la


“gravedad” de la misma, de lo razonable y objetivo de su
autovaloración, como de la intención de causar daño por
parte del otro, y todo ello sin “alterar o distorsionar” su
verdad. A partir de este convencimiento, se justifica la
transmisión de esta “lesión” vivenciada como tal, que
realizará a través de su declaración.

6.1.1.3 La valoración de la lesión:

A pesar de ser “su verdad”, es posible que esa alteración o


pérdida de salud que el lesionado invoca, no aparezca como
objetivable o de valor suficiente para el médico forense
como “medida” realizada por experto.

En estos casos se produce una discordancia entre la


autovaloración de la persona agredida y lo “valorado por el
experto médico”. Esta aparente discrepancia aparecerá
fundamentalmente en los hechos agresivos que podríamos
etiquetar como “menores”d.

En estos hechos límite, la persona que se considera


“víctima”, introducirá como daño cualquier pequeña
alteración de su “calidad de vida”, o lo que hemos llamado
“pérdida de comodidad”.

Frente a esta situación, la normae obliga a la aplicación del


conocimiento médico para la evaluación penológica de
“lesión” o “no lesión” ya que los criterios necesarios para
determinar el valor de lo provocado como lesión, se
depositan en la “necesidad de tratamiento”. Como vemos,
el criterio necesario para definir la existencia de lesión
penalmente relevante, parece depender de criterios
médicos asistenciales.

En esta línea, de estimación médica del valor de lesión, La


Medicina Forense, en su papel de trasladador de
conocimiento médico al profesional del derecho, viene
obligada a describir la alteración “valorable” del bienestar
de la persona. Y, en un segundo paso, a estimar lo “objetivo
y lo objetivable” de la necesidad de tratamiento de la
misma.

Esta selección activa que realiza el operador jurídico


experto entre lesión y no lesión no es real, ya que existe
una progresión gradual entre ambas. La falta de esta
definición, parece que sitúa al médico forense como
“interpretador de la norma”, y en el médico asistencial la
aplicación de su conocimiento a la estimación de la “lesión”.

6.1.1.4 La valoración de la lesión en la violencia doméstica

Situados en este punto de la reflexión, y siempre


basándonos en la práctica diaria, existe un aspecto que
es totalmente específico a la violencia doméstica en
esta dialéctica de “lesión / no lesión”, y
fundamentalmente en lo que se suele llamar: “maltrato
psíquico”.
La razón de esta afirmación se basa en que la disensión y
desacuerdos entre los miembros de una relación familiar, el
enfrentamiento verbal con enorme carga emocional, las
reacciones de ansiedad y sufrimiento, son una parte
intrínseca de la mecánica evolutiva de toda pareja cuando
camina hasta la ruptura (si no existiera ese camino de
desacuerdo intenso y profundo, no se provocaría la
ruptura); también forma parte nuclear del enfrentamiento
paternofilial antes de la autonomía o independencia de los
hijos en la dinámica habitual de limites y deberes versus
posibilidades y derechos; y, por último, es una
característica inevitable de cualquier relación interpersonal
mantenida, en su evolución hacia la ruptura (amistad,
vecindad, laboral, deportiva, etc.)

Con base en lo anterior, necesitariamos definir una serie de


condiciones para que los efectos de estos hechos puedan
ser considerados, desde un punto de vista médico, como
lesiones. Solamente algunas de ellas llegarán a ser
susceptibles de ser valoradas como “conducta agresiva y
lesión”.

Para el profesional del Derecho la etiqueta de “lesión no


lesión” dependerá de un triángulo de condiciones. El
primer angulo será la definición de los niveles de
gravedad de las conductas, descripciones de los
mecanismos agresivos, análisis de objetivos lesivos en las
conductas, que deben ser considerados. Pero se necesitarán
dos datos médicos que serán los otros dos ángulos del
triángulo y que son: (a) la estimación de la relación causal
entre la consecuencia y determinada acción, u omisión,
desde el punto de vista médico y (b) si esa consecuencia ha
necesitado tratamiento.

A pesar de todo ello, y como observador de los elementos


habituales de la violencia doméstica, la clave esencial
para llegar a considerar determinadas situaciones como
generadoras de responsabilidad penal depende
nuclearmente de poder comprobar una relación violenta
asimétrica.
Como ya hemos comentado, un requisito habitual de
cualquier ruptura de relación doméstica es la generación de
un ambiente crispado, que impide que sus miembros
puedan seguir en él, que está caracterizado por los
sufrimientos y angustias personales de todos sus
miembros. Es simétrico en su protagonismo. Se insiste que
desde un punto de vista como observador, parece que la
estructura esperada de progresión simétrica en la
ruptura de la relación doméstica no puede
considerarse como generadora de responsabilidad
frente a la Administración de Justicia.

Cuando, a diferencia de la evolución anterior, encontramos


que ese clima de tormenta emocional, e incluso sin lesiones
físicas, esta generado en exclusiva por uno de sus
miembros, nos encontramos frente a una situación de
conducta asimétrica. Es quizás en estos casos de
"relación asimétrica de generación de sufrimiento en
los otros miembros", cuando podríamos hablar de una
conducta que podría ser base de responsabilidad.

6.1.1.5 La decisión

Como podremos ver tras la lectura de estos apartados


resulta posible que una persona pueda poseer la
creencia evaluativa de haber sido lesionado sin
existir esa lesión, o que pueda sentir una “vivencia de
lesión provocada por una conducta agresiva” y que no esté
“simulando”.

Será la estructura judicial, a través de la información que le


transmitan los operadores jurídicos expertos, quién decidirá
si se le pone la etiqueta de “lesión”.

6.1.2 Personalidades premórbidas

La exsitencia de personalidades que responden de forma


especial frente a determinados estímulos estresantes, o
sentidos como lesivos, pueden tener un papel precipitante
de sobreexageración inconsciente.
En estos casos, la evolución de las consecuencias
lesivas, estará protagonizado por esa
sobreexageración inconsciente generada por su
personalidad premórbida y, probablemente, por el
desacuerdo con los médicos encargados de su asistencia o
de su valoración pericial.

Frente a estas situaciones, es necesario para el valorador,


discriminar y distinguir lo que se debe al hecho, de aquello
que se relaciona causalmente con su personalidad
premórbida, y que puede estar provocado y mantenido en
exclusiva por su propia interpretación y estimación de los
efectos traumáticos.

En estos casos la clave de la valoración en el procedimiento


judicial suele residir en efectuar una estimación de la
necesidad de lo sucedido para que se haya provocado la
consecuencia que el lesionado refiere. En tanto en cuanto
se considere que cualquier otro acontecimiento sin
relevancia pudo provocar esa consecuencia, la valoración de
lo causado deberá imputarse en exclusiva a la personalidad
premórbida.

Se insiste en que, en estos casos de personalidades


premórbidas, puede no existir una simulación
consciente completa, y aparecer como una mezcla de
deliberación consciente y de tendencia inevitable de
responder.

Entre estas personalidades premórbidas tienen una especial


trascendencia, por su interacción con la autovaloración de
las consecuencias, los siguientes:

• Las personalidades inseguras, rígidas y


obsesivas, que suelen situar, de forma inconsciente,
su meta inconsciente en conseguir un objetivo de
“hipernormalidad” (estar mejor que antes de los
hechos) y de asignación de papel protagonista de todo
lo que sucede al hecho agresivo34 . Al ser un objetivo
imposible (la hipernormalidad) y una cadena de
causalidad de todo lo que sucede que no es asumible
en la valoración de las consecuencias lesivas debidas a
un hecho determinado.
• Las personalidades inmaduras-dependientes que
pueden encontrar en la agresión una excusa, casi
inconsciente, para convertirse en enfermos, a través
de una conducta anómala de adaptación a la
enfermedad, como un modo de afrontar las
dificultades de la vida y de resolver los conflictos
psicológicos5 .
• Las personalidades con alto nivel inespecífico de
neuroticismo e histrionismo, en los que la
respuesta teatral de exageración puede aparentar una
simulación completamente consciente, pero debemos
considerar que “forma parte” de su forma de ser, de su
forma de vivir, y que, al menos parcialmente, puede
no existir una distorsión consciente total.

6.1.3 La interferencia provocada por estados


anteriores patológicos

Un estado anterior patológico a los hechos, puede


interaccionar de forma múltiple con el mecanismo lesivo
o con la lesión provocada.

Tanto en el ámbito de lo físico como de lo psíquico, ese


estado anterior patológico provocará, esencialmente, un
doble efecto al interaccionar con las diferentes
características de la lesión.

Será un lugar (en el caso de patologías anteriores físicas) o


un ámbito (en el caso de patologías del ámbito psíquico) de
menor resistencia que responderán peor al hecho
traumático, tanto en su respuesta inmediata frente al
hecho traumático, como inductores de un efecto mayor del
esperado en el tiempo.

La necesaria interacción entre las esferas psicológicas y


físicas en la persona provocará una menor
adaptatibilidad a medio y largo plazo a las consecuencias
de las lesiones y de las propias conductas violentas.

6.1.3.1 Estados anteriores con síntomas que se solapan


Son aquellos casos protagonizados por patologías que
provocan síntomas que se solapan con los que el
acontecimiento traumático puede provocar.

En estos casos, como los síntomas de lo que la persona


presenta en momentos anteriores a los hechos y lo
provocado por el hecho traumático, son coincidentes, se
puede provocar una consecuencia muy específica y que no
se ajusta a los criterios de simulación consciente.

Por ejemplo, una persona que padece una cervicoartrosis,


se ha ido adaptando a un determinado nivel de molestia e
impedimento, que aparece en situaciones determinadas,
espera y conoce el momento en que aparece, y que, por
todo ello “lo tiene controlado”(frase muy habitual en estos
lesionados).

Sin embargo, y a raíz de un hecho traumático, se cambian


los parámetros de este dolor e impedimento, se
“descontrola” su aparición e intensidad. La persona
lesionada considerará esta nueva situación a partir de un
“antes” y un “después”: Hasta que se produzca la
adaptación (acostumbramiento) al nuevo nivel de
impedimento o discapacidad no llegará a controlar la
agravación de sus síntomas, y aparecerá una
sobrevaloración inconsciente de las consecuencias debidas
al hecho traumático, y una minusvaloración, también
inconsciente, de su “estado anterior”.

En estos casos, es muy habitual una atribución


completa de todos los síntomas al hecho traumático6 .

El más habitual de los casos de estado anterior patológico


es el relacionado con el dolor y la cervicoartrosis ocupa su
papel como protagonista de la casuística habitual. Ya hemos
comentado sus características en el ejemplo anterior.

Pero donde la interferencia que se produce es máxima es


en los casos de personas afectas de dolor crónico
anterior a los hechos. Éste se solapa, como ya se ha
descrito en el ejemplo, con el provocado por el hecho
traumático. En estos casos, protagonizados por el
diagnóstico de fibromialgia, la desadaptación o
maladaptación de la persona al cambio de sus parámetros
dolorosos, pueden adquirir niveles muy elevados sin que
exista simulación consciente. Comprobaremos la existencia
de una creencia evaluativa de la persona lesionada en la
que la descompensación que se ha provocado en su
síndrome crónico, ocupa el núcleo de la valoración de su
dolor tras el hecho traumático, y, a partir de ello, la
reatribución del nivel actual del dolor al hecho
traumático.

El mismo nivel en la interferencia lo encontramos entre


depresión anterior y reacción depresiva por los
hechos, y la propia historia de depresión por la historia y
los acontecimientos vitales de esa persona en la relación
doméstica patológica. En este caso el solapamiento es
máximo, e imposible su discriminación a posteriori, sino
existe una valoración anterior a los hechos problema.

Una situación específica de gran importancia en la violencia


en el entorno doméstico, es el solapamiento de los
síntomas psicológicos de estados anteriores con la
aparición de cuadros de trastorno de estrés
postraumático, y con traumatismo craneales leves. En
estos casos aparece una sinergia múltiple y compleja de los
síntomas del síndrome posconmocional, del estrés
postraumático y del estado anterior patológico, y una
atribución inevitable de todo ello, al hecho traumático
craneal leve, que de nuevo no es una simulación
deliberada, sino una elaboración de las intomatología por
parte de la persona lesionada.

6.1.3.2 Estados anteriores que interfieren directamente en los síntomas

La existencia previa de un síndrome depresivo mayor


va a condicionar una interferencia en la evolución de las
lesiones, y fundamentalmente en la aceptación de las
consecuencias limitantes que estos producen, apareciendo
de nuevo la respuesta de sobrevaloración inconsciente, de
forma protagonista. Los déficits asociados a la depresión
mayor, en la capacidad de responder y adaptarse a nuevas
situaciones, con un protagonismo especial del retardo de
procesamiento de información, provocarán una agravación
de los efectos del daño y una prolongación del tiempo hasta
su curación o estabilización7.

Desde esta perspectiva se propone que gran parte de los


síntomas somáticos inespecíficos en muchas ocasiones,
como la cefalea, la fatiga, la intolerancia al ruido, los
mareos..., y de las alteraciones emocionales como la
ansiedad, la irritabilidad o el descenso de la autoestima,
son consecuencia del sobreesfuerzo compensatorio y del
proceso de adaptación del sujeto ante la reducción de la
capacidad de procesamientos de información.

La ansiedad excesiva, puede ser un factor interferencial


de primer orden en la autovaloración de las consecuencias
y efectos. La característica disminución de la atención tanto
mantenida como selectiva y una mayor desorganización
conductual, es decir, una superior dificultad para mantener
una misma y coherente línea de pensamiento se establecen
como elementos que contaminan la autovaloración, y
permiten al paciente asignar una responsabilidad causal al
hecho traumático justificador de su ansiedad.

Un papel similar ocupa el trastorno por estrés


postraumático que, por las limitaciones que provoca,
puede contribuir a una mayor persistencia e intensidad de
los síntomas esperados por determinados traumatismos8.

En la misma línea podremos colocar el efecto mixto de


dolor y depresión. Es muy habitual en la consulta de
valoración de daño causado a la persona, que encontremos
dolor y depresión en la misma persona. Si bien las
explicaciones científicas, que son la base de la interacción
entre depresión y dolor, superan el contenido y objetivo de
este trabajo, y permanecen todavía como núcleo de una
controversia fisiopatológica, es necesario dejar referencia
de la realidad incontrovertible de la existencia de esa
relación.

Frente a esta íntima relación, encontraremos casos de dolor


sin depresión, y de depresión sin dolor9. En ambos casos la
medida de uno y otro deberá seguir caminos diferentes en
el método de evaluación. Pero cuando aparecen de
forma síncrona, uno condicionará al otro, y el otro al
uno.

En los casos de la depresión agravada por el dolor, la


respuesta psiquiátrica es de aceptación y consideración
para la definición de un determinado tratamiento. Cuando,
el protagonista asistencial es el Traumatólogo que trata un
dolor agravado por la depresión, suele existir una gran
reticencia a considerar esta interacción como algo necesario
de estudiar ya bordar, apareciendo el fantasma de la
simulación consciente cuando simplemente puede existir
una interferencia del dolor vivenciado por la depresión
sufrida10.

Y todavía cabe una posibilidad diferente que es la de la


existencia de “dolores no suficientemente estudiados”,
aquellos que están pendientes de un diagnóstico adecuado.
La no explicación diagnóstica de un dolor determinado, si
no existen otros datos que corroboren una simulación, debe
considerarse como “dolor de causa no diagnosticada”11.

Especial cuidado debe tenerse en estos casos de dolor


crónico no diagnosticado, en los que habitualmente el
paciente desarrolla una conducta exigente, que viene a
contaminar la relación médico enfermo, y a provocar no
pocos prejuicios.

6.1.4 Características específicas del lesionado

No todas las lesiones provocan las mismas consecuencias


debido a que están sujetas a aspectos de respuesta
individual, que ya hemos apuntado anteriormente, pero
también a factores contextuales que son capaces de
minimizar los efectos indeseables, o, por el contrario, los
exacerban en la medida que obstaculizan la adaptación de
la persona lesionada a su nueva situación.

Las características específicas del lesionado, y de su


entorno, que pueden tener relevancia en la autovaloración
y evolución de las lesiones son:
La edad es un factor que condiciona una diferente
capacidad del organismo en la respuesta adaptativa física o
psíquica. Por ejemplo en múltiples estudios se ha
documentado la relación entre edad avanzada y un mal
pronóstico después de un TCE; así las personas mayores de
40 años tienen el doble de posibilidades de presentar
síntomas persistentes que aquellas con menos de treinta1213

De igual forma, los factores económicos se constituyen en


factor de sesgo de la evolución de unas lesiones, en tanto
en cuanto, al poseer recursos económicos se pueden
mejorar los factores contextuales que pueden condicionar
no solo el aspecto evolutivo directo de la lesión, sino
también la propia adaptación a la misma.

Existen características de la persona que interaccionando


con la lesión, son sin embargo de consecuencias muy
dispares, como por ejemplo el bajo o alto nivel educativo, o
el bajo o alto nivel del grado ocupacional (apareciendo los
extremos como factores de respuestas más distorsionadas
en nuestra casuística).

6.1.5 Aspectos relacionados con los hechos

Uno de los aspectos más relevantes en la posición vivencial


de la persona agredida frente al resultado lesivo se puede
situar en las características de los hechos sucedidos.

Entre estas características que pueden tomar un papel


específico en la autovaloración de la persona lesionada
podemos destacar por su habitualidad en la violencia
doméstica:

La reiteración de los acontecimientos agresivos, es un


factor de primer orden en la respuesta de cualquier persona
frente a la agresión. No se trata de una mera sumatoria de
efectos, sino de una integración compleja de los mismos.

El papel de la persona agredida en la agresión, tanto el


papel real que haya tenido, como el vivencial o el elaborado
con posterioridad a los hechos; los sentimientos y
emociones de rabia o culpa1415 ; la aparición de lo sucedido
como acontecimiento inesperado, a diferencia del hecho
esperado y, en ocasiones, aceptado para evitar males
mayores; o el nivel de justificación de lo sucedido, serán
factores de primer orden para entender la posición de la
persona agredida en su interacción con el explorador
médico.

La aparición de riesgo o lesiones en otras personas de su


entorno familiar, o miedo a que puedan suceder; las
características de la agresión sufrida, y en especial la
aparición de lesiones graves, de riesgo vital o incluso la
muerte de un familiar en el contexto de lo sucedido, podrán
provocar la aparición de efectos como el trastorno de estrés
postraumático, que ya hemos visto que interfiere en la
evolución de las lesiones y de la adaptación d ela persona a
las mismas.

6.1.6 Aspectos relacionados con la respuesta social

6.1.6.1 La conducta terapéutica

Normalmente se tratan de aspectos que pueden parecer


irrelevantes y que, sin embargo, en determinadas
situaciones adquieren un valor protagonista en la
provocación de respuestas anómalas en los paciente que
pueden concluir en la aparición de tendencias simuladoras
como mecanismos compensadores.

Una información insuficiente, una escasa atención real, o


vivenciada como tal por el paciente “hipersolicitante” o
“incómodo”, sobre las características de la lesión o sobre las
posibles consecuencias del traumatismo, puede hacer que
el paciente tienda a exagerar, consciente o
inconscientemente, sus síntomas para contrarrestar el
escepticismo médico.

Por el contrario una actuación de sobreprotección por parte


del médico, o de actuaciones alternativas para “distraer” o
“sacarse de encima” al paciente, como la petición de
exploraciones innecesarias hasta que se “consigue
encontrar algo”, pueden cronificar y justificar la
permanencia de una consecuencia irreal.
6.1.6.2 La expectativa de respuesta judicial

Es este un punto especialmente espinoso porque, por


definición, no existe una justicia suficientemente
reparadora del daño lesivo sufrido por la persona, siempre
deberemos contemplar como premisa inevitable que
ninguna sentencia podrá llegar a compensar el daño,
ni satisfacer a la persona dañada.. Por ello, este factor
de sesgo aparecerá como denominador común de todas las
lesiones que generan una respuesta judicial.

En este ámbito de inevitable insuficiencia de la sentencia


para reparar el daño ocasionado, tendremos dos grandes
tipos de expectativas de la persona lesionada:

El aspecto de responsabilidad penal que la persona


agredida solicita a la Administración de Justicia. Se suele
utilizar la frase “con todo el peso de la Justicia”, y esa
advocación (figurado de venganza) suele estar siempre por
encima de nuestras normas vigentes por lo que suele ser
incumplible.

En esta faceta de exigencia de responsabilidad penal,


aparecen incluidos algunos elementos que no aparecen en
una lectura superficial. Por ejemplo: (a) en tanto en cuanto
alguien se siente culpable de lo sucedido, descansa si se
determina judicialmente que la culpa es íntegramente de
otro; (b) se suele depositar en la respuesta judicial una
responsabilidad de panacea absoluta que no puede asumir;
(c) así mismo, la sentencia aparece como la comprobación
de tener razón o no tenerla; (d) y un largo etcétera de
objetivos buscados en la actuación de la Administración de
Justicia y que ésta no puede contemplar.

El otro ámbito de exigencia de reparación se centra en lo


económico, en el aspecto indemnizatorio. Los pacientes no
perciben una justa indemnización tiende a desarrollar un
cierto resentimiento estimulando que atribuya las
dificultades premórbidas a las consecuencias del
traumatismo, es decir que aparezca la simulación, a través
de la sobrevaloración.
En este aspecto, una lectura simple de esta exigencia
económica también es errónea. En la exploración medico
forense diaria aparecen frases que sugieren que para
muchas personas “la medida de lo que les dan, es una
medida de su valor”. Aparecen frases como: “no se puede
pagar con dinero lo que me han hecho”. Frente a esta
expectativa, es muy probable que no se consiga una
satisfacción de la misma en la sentencia judicial, porque
como ya hemos dicho “una indemnización siempre es
injusta”.

6.1.6.3 La respuesta familiar

El soporte familiar se constituye en otro factor de sesgo con


valor diferente:

Conseguir la atención y el apoyo de los que le rodean,


cuando inicialmente no sucede así, es un aspecto de
ganancia secundaria (expectativa secundaria) que puede
explicar la aparición de una sobrevaloración de lo sucedido
o de sus consecuencias.

En la misma línea de ganancia secundaria que puede


explicar una tendencia de sobrevaloración, podemos
encontrar a la enfermedad, al impedimento o discapacidad,
como justificación para evitar el afrontamiento de deberes y
obligaciones laborales, sociales o familiares. Especial
importancia posee cuando los hechos lesivos coinciden con
momentos de especial valor como cierres cercanos de la
empresa, jubilaciones cercanas, pérdidas económicas por
falta de rendimiento laboral, etcétera.

Y, por fin, la respuesta familiar puede fomentar el "rol de


enfermo" a través del condicionamiento operante:
sobreprotección, potenciar la dependencia, evitarle la
confrontación con experiencias desagradables16.

6.1.6.4 La respuesta laboral

Las personas lesionadas que encuentran una posibilidad


progresiva de adaptación laboral acorde con su problema,
consiguen una mejor recuperación social. Sin embargo, ni
las normas laborales en España, ni la costumbre, permiten
estas incorporaciones progresivas a la actividad habitual
como parte necesaria de la rehabilitación de los pacientes
lesionados.

6.1.7 Interacción de varios de los factores anteriores:

En algunos pacientes predispuestos (alto nivel de


neuroticismo, personalidad de tipo histriónico o
dependiente, factores del desarrollo desfavorables,
experiencias traumáticas, deprivación afectiva, baja clase
social, escaso apoyo social o sobreprotección sociofamiliar,
nivel cultural bajo, insatisfacción laboral, experiencias
previas respecto la enfermedad...), el estrés y las secuelas
asociadas al traumatismo pueden tener un papel
precipitante de sobreexageración inconsciente

La somatización1718 se puede definir como la tendencia del


paciente a experimentar y comunicar síntomas o malestar
somático no respaldado por hallazgos clínicos,
atribuyéndolos a enfermedades físicas y buscando ayuda
médica para ello. “No hay ningún dato clínico específico del
trastorno de somatización a excepción de la negatividad en
las pruebas diagnóstica”.

7. La prueba de la distorsión

Como ya hemos visto, en la violencia doméstica, como en


otros casos de violencia sujeta a procedimientos judiciales,
podremos encontrar o sospechar la existencia de
distorsiones, de alteraciones más o menos conscientes de la
verdad.

Frente a esta situación, y, una vez comprobado cualquier


nivel de alteración de esa realidad, simulación o
disimulación, el perito experto en su ciencia, debe
trasmitirlo con el mismo valor de prueba conque aplicaría
esa ciencia a valorar o medir una consecuencia en la que no
existiera esa distorsión1920 .

Pero para llegar a ese punto, el de la comprobación, es


necesario un requisito esencial: “se necesita la misma
convicción y ciencia para medir un efecto, y que su
medida sea útil al profesional del Derecho para que
pueda adscribirle un criterio jurídico penológico, que
para transmitir que existe una alteración de algunos
elementos claves que pueden cambiar una decisión
penal”.

No es suficiente sospechar la simulación, es necesario tener


la absoluta certeza y la posibilidad de demostrarla mediante
datos específicos sensibles, válidos y fiables. Los métodos
de diagnóstico deben arrojar resultados consistentes y
congruentes del nivel de inconsistencia o incongruencia que
comprobamos.

Debido a la inexistencia de pruebas que, con valor


suficiente de prueba, puedan establecer la realidad o no de
una alteración de la realidad, será necesario aplicar
métodos de estimación de la distorsión con un denominador
comúnf: “deben estar basados en aspectos
evidentes”que puedan ser sometidos a la estimación
contrapericial.

La simulación consciente tiene un lugar en la Clasificación


Internacional de Enfermedades publicada por la OMS en su
10ª revisión (CIE 10), como código Z76.5, bajo la definición
“persona que consulta con simulación consciente
(simulador)” e incluye el epígrafe “persona que se finge
enferma”. En el DSM IV de la Asociación Americana de
Psiquiatría, (DSMIV) se define la simulación como la
“producción intencionada de síntomas físicos o psíquicos,
falsos o exagerados, motivados por incentivos externos” y
también como “la producción o exageración de síntomas
físicos o psicológicos con el objetivo consciente de obtener
incentivos externos”.

7.1 El método de diagnóstico de distorsión

El diseño del método de diagnóstico de distorsión,


habitualmente simulación, en Medicina Forense debe
ajustarse al encadenamiento habitual que requiere el valor
científico de la prueba:
1. Detección de la posible existencia (screening) de la
distorsión, o, que supone la generación de un nivel de
“sospecha”, mediante la aplicación de métodos o
valoraciones simples que pueden ser de orientación y
que no poseen valor suficente en si mismos.
2. Comprobación (test positivo), mediante la aplicación
que métodos que posean valor en sí mismos para
establecer un criterio de diagnóstico positivo.
3. Ratificación (Rest positivo), mediante la aplicación de
método con similar valor que el anterior, es decir, con
valor suficiente en si mismo.
4. Una vez comprobada la distorsión, el siguiente paso es
el de comprobar si existen “aspectos de sesgo” que
puedan ayudar a matizar la distorsión comprobada.

7.1.1 La detección o “sospecha” de la distorsión

Los elementos básicos del nivel de detección o “sospecha”


de distorsión son:

En los antecedentes el punto esencial es la falta de


cooperación y la retención de información a través de:

• “Pereza” en la realización de la historia clínica anterior


a los hechos
• “Dificultades anómalas” para aportar datos de médicos
que lo han tratado, o de las empresas donde ha
trabajado, etcétera
• Coincidencias de traumatismo con problemas
laborales, cambios de actividad, cercanía a la edades
límite ... con explicaciones prolijas y teatrales
• Rupturas no explicables de la cadena sintomática
• Desacuerdo entre los datos que se ofertan y los que se
poseen, con reaparición repentina de la “memoria”
cuando se les indica que se posee dicha información o
que se va a solicitar oficialmente.
• Y en general la escasa cooperación, la hostilidad,
olvidar las instrucciones, solicitar frecuentes
aclaraciones, respuestas evasivas, aproximadas y/o
distorsionadas, lentitud, frecuentes indecisiones...

En el examen y exploración:
• La más habitual es la referencia del dolor o la
limitación funcional o las dificultades provocadas en su
vida cotidiana y/o en sus expectativos con tintes
genéricos y/o catastróficosg sin causa objetiva, y, por
contra, la falta de “discriminación” del
positivo/negativo en la exploración.
• o La incongruencia entre los daños evocados por el
lesioando y los mecanismos de lesión referidos
• Discrepancia marcada entre el malestar referido por la
persona y los hallazgos objetivos
• Excesos burdos de los “calificativos” usados para
definir su problema. Muy relacionados con los
síntomas y signos que “se espera que tengan” y
ninguna limitación, signo o síntoma satélite.
• Cuadros “llenos y completos” de síntomas.
• Presentaciones con limitaciones y artilugios teatrales
no congruentes con sintomatología esperada
• Falta de respuestas, en ningún grado o con referencias
a empeoramientos, frente a tratamientos diversos

En el caso de las lesiones psíquicas

• Una finalidad clara y positiva en el sujeto de obtener


una ganancia económica.
• Presencia de un cuadro clínico que no se corresponde
con ningún cuadro psiquiátrico, existiendo a veces
absurdas contradicciones semiológicas.
• La clínica no siga los patrones patocrónicos habituales
del cuadro.
• El comienzo y la finalización del cuadro no se ajusten a
la realidad del cuadro clínico.
• Y, de otra parte, como datos complementarios a los
anteriores, que los resultados de Ítems de los test de
personalidad internacionalmente validados que miden
la sinceridad del paciente, muestren que el paciente
no es sincero. Entre los diferentes test podemos
destacar. La escala de sinceridad del EPI; las escalas
de sinceridad y distorsión motivacional del 16 PF;
perfiles del WAIS; batería de Halstead y Reitan; y las
escalas L, F, y K del MMPI; valoraciones genéricas del
Rorschach. Los simuladores tienden a rendir mal en
todos los tests

7.1.2 El “diagnóstico” en nivel de comprobación de la


distorsión

Una vez que aparece la sospecha, debemos aplicar el


segundo paso del diagnóstico de la distorsión sospechada.

En los casos en que nos movemos, relativos a las lesiones,


los datos diagnósticos de comprobación serán:

La falta de congruencia o consistencia comprobada en las


exploraciones objetivas a través

• Incongruencia entre las referencias del paciente y los


signos objetivos comprobados.
• Incongruencia entre las discapacidades evocadas con
los signos objetivos comprobados.
• La incongruencia de la falta de relación de lugar de
síntoma con el lugar de signo
• La incongruencia de no poder llevar a cabo acciones
que no tienen relación con el problema. Resultados
incongruentes en tests aparentemente complejos pero
de fácil realización.
• La incongruencia de llevar a cabo acciones que, de
existir el problema, no podrían realizarse. La
capacidad de realizar acciones que deberían estar
limitadas.
• La incongruencia entre los resultados de las
exploraciones que se realizan con las acciones que el
paciente desarrolla a lo largo de la entrevista previa o
posterior.
• La comprobación de fracasos en la ejecución de
acciones elementales o sencillas para las que no
debería existir limitación
• La inconsistencia en los resultados conseguidos por la
aplicación de dos métodos síncronos que exploren el
mismo problema
• La inconsistencia en los resultados conseguidos por la
aplicación del mismo método en dos momentos
diferentes, o en una serie de test-retest
• La inconsistencia que supone la aparición de
oscilaciones de los síntomas, o de limitaciones, sin
explicación lógica
• La posibilidad de “conducción” de los síntomas por el
explorador

En las exploraciones complementarias:

• Exploraciones complementarias con datos


incongruentes
• Falta de uniformidad en la respuesta
• Pruebas específicas negativas
• Pruebas de resultados objetivos no congruentes

7.1.3 La ratificación o nivel de “certeza suficiente de


la distorsión”

Debe considerarse en Medicina Forense que una sospecha,


una intuición o una probabilidad no es suficiente para ser
valorada o informada. Que, tras el siguiente paso del
diagnóstico de la distorsión, es conveniente conseguir una
ratificación de ese diagnóstico a través de conseguir un
nivel de “certeza suficiente en conciencia” para que este
aspecto pueda ser incluido en el informe pericial evacuado.

Por ello, es conveniente incluir un tercer escalón en el


diagnóstico que hemos llamado de ratificación y que se
corresponde en el lenguaje metodológico científico con el
“retest”.

Existen elementos que en si mismos contienen elementos


básicos del diagnostico que, por su evidencia, poseen con
nivel de “certeza suficiente” de distorsión en el ámbito del
procedimiento judicial, pueden ser:

La comprobación de la ocultación o deformación grosera de


documentación

La comprobación ratificada de la ocultación o deformación


grosera de aspectos clínicos contrastables
(fundamentalmente en referencia a estado anterior,
tratamientos realizados, periodos de baja laboral seguidos,
otros accidentes anteriores, etc.)

Otros, necesitarán, sin embargo una reiteración en su


aplicación, para que pueda convertirse en ratificación de lo
diagnosticado anteriormente. Para ello es conveniente
realizar:

Una comprobación repetida de aspectos incongruentes con


la realidad sintomática evocada por el explorado.

Una comprobación repetida de la inconsistencia franca en


las exploraciones

La ratificacion de dicha valoración a través de consultas con


los médicos asistenciales, y, en su defecto, con otro médico
no contaminado.

7.1.4 El “diagnóstico diferencial” entre consciente e


inconsciente

Una vez comprobada la distorsión, el siguiente paso es el


de comprobar si existen aspectos de sesgo que puedan
ayudar a la explicación d ela distorsión comprobada.

El ejemplo paradigmático de la simulación es el acto


consciente completo de alterar, deformar, variar, aumentar,
e incluso crear hechos, lesiones, consecuencias o causas, es
decir LA MENTIRA.

Pero, tal y como hemos revisado en los apartados


anteriores, encontraremos muchas ocasiones donde el
“hecho simulador” puede estar contaminado o incluso
protagonizado por otros aspectos “menos conscientes”,
menos “voluntarios”. Por ello, y ante cualquier sospecha de
distorsión, es necesario realizar una valoración de los
aspectos comentados, y que habitualmente suelen
centrarse en:

La diferencia entre “lesión vivenciada” y “lesión valorable”

Personalidades premórbidas
La interferencia provocada por estados anteriores
patológicos

• Estados anteriores con síntomas que se solapan


• Estados anteriores que interfieren directamente en los
síntomas

Características específicas del lesionado

Aspectos relacionados con los hechos

Aspectos relacionados con la respuesta social

• La conducta terapéutica
• La expectativa de respuesta judicial
• La respuesta familiar
• La respuesta laboral

Interacción de varios de los factores anteriores:

7.1.5 Los problemas más graves en el diagnóstico


forense de la distorsión

A pesar de todo lo anterior, existe una gran dificultad para


un diagnóstico forense de distorsión en nivel suficiente
como para ser comunicada como tal al procedimiento
abierto. Las más habituales son:

1. La existencia de datos “objetivos” que “demuestren” la


patología invocada pero que sean de interpretación
“variable” como por ejemplo:

Hernias /Prolapsos discales en exploraciones de


reciente generación como RNM/TAC que se interpretan
provocados por el traumatismo, sin posibilidad de
comparación con imágenes antiguas no existentes.

Resultados de EMG con interpretaciones no


congruentes con expoloraciones clínicas objetivas.

2. La aplicación de tratamientos y la existencia de


informes periciales que “dejen escrito” el diagnóstico
que explica lo no existente, que habitualmente suele
depender de

Interés del profesional (económico, de relación,


ganancias secundarias, ...)

Por “seguir la corriente” de una u otra forma (relación


médico enfermo, paciente querulantes o incomodos,
fracasos polongados de tratamientos, ...)

3. La inexistencia de un “control” forense externo de los


explorados para “confirmar” o establecer un
diagnóstico previo de “sospecha”.
4. La inexistencia de protocolos de trabajo forense
reglados para la distorsión
5. La dificultad de contar con medios específicos de
utilización en el estudio de la distorsión.
6. El exceso de trabajo

7.1.6 Posibles tendencias de la valoración forense en


los casos de distorsión comprobada y ratificada

Una vez que demostramos una distorsión, en un


determinado grado, es necesario adoptar una serie de
decisiones adecuadas al problema.

1. En primer lugar, ante una comprobación de distorsión,


es necesario comprobar si el aspecto distorsionada
(simulado o disimulado) es nuclear a la valoración e
insustituible, o, por el contrario es marginal y
sustituible.
2. Si el aspecto simulado es marginal o substituible por
otro dato, debe tratarse de sustituir el dato de
referencia, y exponer la imposibilidad de valoración de
ese aspecto determinado.
3. Cuando lo distorsionado es nuclear, y no sustituible
por otro camino o método, (como por ejemplo pueden
ser aspectos relacionados con la causalidad, o con
mecanismos lesivos, o con valoración de los efectos
lesivos) debe dejarse una constancia expresa en el
informe.
Los aspectos más habitualmente distorsionados requieren
de decisiones también específicas.

Causalidad: La existencia de una certeza suficiente de


distorsión en los elementos de causalidad requiere de una
información detallada de la razón en que el médico forense
se basa, y que debe quedar incluida en el informe. Pero la
valoración de la causalidad, como tal, excede de su función,
de forma que debe quedar a la decisión jurisdiccional.

Antecedentes o estado anterior; parámetros de la


curación (días ...): La existencia de una certeza suficiente
de distorsión en los antecedentes, requiere un intento de
conseguir información alternativa de valor suficiente.

Si esta información se puede conseguir y es suficiente, se


realiza una valoración a partir de esta información, con la
observación de la documentación o referencias en las que
se basa el criterio emitido. Esta valoración se realiza a la
vista de los datos obtenidos, por que no es posible una
valoración individual al haberse comprobado un nivel de
distorsión que la impide.

En estos casos suele ser conveniente dejar constancia de la


salvedad de reservar una posible variación de la misma en
el caso de otra documentación de mayor valor en contrario.

De no conseguir esta información expresar la limitación


para realizar la misma y la razón por la que no se puede
concluir. Pero, en aquel caso en que están preservados la
verosimilitud de algunos datos nucleares (caso habitual de
lesiones iniciales comprobadas pero evolución de las
mismas distorsionadas) sería posible emitir una valoración
estandar y presumida con base en la expreiencia y en
criterios lógicos objetivos médicos.

Signos o síntomas; consecuencias; secuelas: La


existencia de una certeza suficiente de distorsión en los
signos o síntomas genera la imposibilidad de realizar la
valoración individual del caso y, por ello, debe tender a
realizar una valoración estándar lo más adecuada posible a
los criterios objetivos y contrastados de los que se parta
Otros aspectos: La existencia de una certeza suficiente de
distorsión en otros aspectos requiere una personalización
de la decisión forense dependiendo del nivel de importancia
del aspecto simulado

Juan Antonio Cobo Plana.


Instituto de Medicina Legal de Aragón.
:juan.cobo@forense.mju.es

Notas
a
Por la claridad de conceptos y estructuras, y aunque
centrado en un aspecto lesivo muy específico como los
traumatismos craneales, para abordar este apartado
considero adecuado ceñirme a la estructura del trabajo:
“Pelegrín C, Fernández S, Tirapu J, Muñoz-Céspedes JM.
(Differential diagnosis of postconcussional syndrome)
Diagnóstico diferencial del sindrome postconmocional.
Conferences. Topic: forensic neuropsychology.”
b
Debido a que el objetivo de este trabajo es realizar una
reflexión sobre la distorsión en el procedimiento judicial,
dirigido fundamentalmente a los profesionales del Derecho,
intentaré usar las menores referencias técnicas posibles a
pesar de que quizás este apartado requiriera de las
mismas.
c
…una lesión que menoscabe su integridad corporal, o su
salud física o mental ...
d
Menores por comparación que no por valor absoluto
e
“..., siempre que la lesión requiera objetivamente para su sanidad,
además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o
quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la
lesión no se considerará tratamiento médico.”
f
Ver apartado “el riesgo de nuevas agresiones” en el
artículo en este mismo portal de noticias juridicas.com
“Violencia doméstica: valoración del riesgo de nuevas
agresiones”
g
“Los simuladores están ansiosos por llamar la atención
sobre su enfermedad” (Ritson y Forest, 1970).
1
CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL. Proyecto de
investigación “La violencia en el ámbito doméstico: su
tratamiento en la Administración de Justicia”. Acuerdo CGPJ
27 de julio de 2000 (BOE 2000/08/10)
2
Pelegrín C, Fernández S, Tirapu J, Muñoz-Céspedes JM.
(Differential diagnosis of postconcussional syndrome)
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