Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El hecho de aceptar que una "máquina" pueda tener un cierto tipo de consciencia, sin
dudas, constituiría una profunda herida para el narcisismo humano. Si esto ocurre,
¿será capaz el homo sapiens de soportar y cicatrizar, alguna vez, esta nueva y grave
herida?
Muchos filósofos y científicos opinan que es poco concebible que una verdadera inteligencia pudiera
manifestarse sin estar acompañada por la consciencia. Estas capacidades, o habilidades, podrían compararse
con la llave y la cerradura, en donde una no tiene sentido sin la otra; de la misma manera que es inconcebible
suponer que existe un lugar denominado "la ciudad" totalmente aparte y por separado de los parques, los
edificios, las calles, las personas, los negocios, los medios de transporte y todas aquellas otras entidades
materialmente especificables que le dan forma. Si se alcanza la inteligencia, la consciencia surge como
consecuencia. No obstante, hay otros pensadores que consideran que la conciencia no necesariamente está
"atada" a la inteligencia. Por ejemplo, argumentan, los hormigueros se comportan de una manera bastante
inteligente, aunque es muy difícil defender la idea de que existe alguna clase de conciencia unificada
"revoloteando" entre las miles de hormigas que lo componen.
Asimismo, aunque varios expertos aseguran que la consciencia es un atributo que pertenece exclusivamente a
la especie humana, otros lo ponen en duda: quizás muchos de los animales tengan también un cierto tipo de
consciencia, si bien muy primitiva o poco desarrollada. Es indudablemente cierto que muy poca gente estaría en
verdad convencida de que los anfibios o los peces -por poner un ejemplo- poseen una determinada clase de
consciencia, pero no ocurre lo mismo cuando se observa a un perro o, especialmente, a un mono. Si bien
muchos argumentarían que estos animales sólo responden al entorno por puro instinto, la mayoría de las
personas habitualmente asocia algunas de sus conductas con experiencias subjetivas netamente humanas:
infieren en estas criaturas la alegría, la ira, el dolor, los deseos o las intenciones.
Por supuesto, resulta difícil verificar estas hipótesis porque no se logra establecer una comunicación real con
estas criaturas; únicamente se pueden observar sus comportamientos externos. Aun así, este punto de vista no
deja de ser bastante antropocéntrico, en el sentido de que sólo se reconocen aquellas experiencias subjetivas
que tengan una correlación estrecha con el ser humano. En efecto, el hombre sólo asume que otra entidad
puede poseer consciencia (o inteligencia) afín si es semejante a él mismo, tanto en su comportamiento como en
su aspecto físico. Y a medida que el animal está más arriba en la "escalera evolutiva", más se le concede
sentimientos y un funcionamiento mental similar al humano. En este sentido, hay que admitir que el homo
sapiens es muy poco tolerante a las diferencias...
Es por este motivo que muchos científicos de las ciencias humanas afirman que la consciencia está muy ligada
al lenguaje y que éste es el ingrediente clave de aquella. Es gracias a la capacidad lingüística que los humanos
se diferencian de todo el reino animal y pueden alcanzar la exclusividad del pensamiento. Y es sólo a través del
lenguaje (tanto oral como escrito) que es posible describir los propios estados internos, de forma tal de
convencer a los demás integrantes de la sociedad de que se tiene consciencia tanto del mundo externo como
del interno.
Consciencia no corpórea
¿Podrá un concepto tan humano como la consciencia cobrar vida en los circuitos de algo inanimado como una
computadora? ¿Es posible duplicar las funciones de un cerebro orgánico en una estructura artificial que se
asemeje a la humana? ¿Podrán algunos procesos computacionales -radicalmente distintos de los que existen
en el cerebro- generar propiedades mentales similares a las humanas? ¿Tendrán las inteligencias artificiales
una "psicología"? Y de ser así, ¿sería ajena al ser humano? ¿Sabrán las máquinas lo que hacen, tendrán
intenciones?
Muchos filósofos opinan que la computadora no tiene ni podrá tener consciencia, porque está construida con
materiales no orgánicos y no cuenta con una estructura neuronal profundamente integrada a un cuerpo
biológico. Tal vez la consciencia humana sea un fenómeno biológico que dependa de la interacción del cerebro
con el resto del cuerpo y con el mundo que lo rodea, de la propia herencia y de los miles de millones de años de
evolución de la vida sobre la Tierra. Para el periodista argentino Eduardo Dahl, las máquinas "calculan pero no
piensan; reaccionan pero no meditan". Roger Penrose, por ejemplo, sugiere que los fenómenos de la
consciencia no sólo no podrían llevarse a cabo, sino que ni siquiera podrían ser simulados por ningún tipo de
computadora -en el sentido que se le da actualmente a este término- ya que éstas solamente pueden obedecer
un algoritmo. Los seres humanos, en cambio, poseen un pensamiento consciente porque la actividad física, la
"computación", de su cerebro es de índole cuántica, algo completamente distinto y que está mucho más allá de
la "simple" computación algorítmica. En consecuencia, y para este pensador, sólo aquellas entidades capaces
de ejecutar una "computación cuántica" serían verdaderamente conscientes. Sin embargo, y según sus propias
palabras, "en este momento carecemos totalmente de la comprensión física necesaria para construir tal
presunta 'máquina', incluso en principio". También el filósofo David Chalmers opina de forma similar: quizás la
consciencia sea una propiedad inmaterial, no-física, y fundamental del universo, vagamente comparable con la
masa, el espacio y el tiempo y que acompaña ciertas configuraciones de materia como, por ejemplo, un cerebro
orgánico. Para este pensador, sólo se conseguirá construir máquinas inteligentes cuando éstas puedan
evolucionar, pues la consciencia resulta de la evolución de las especies.
Otros filósofos, en cambio, admiten que si alguna vez se llegara a imitar el funcionamiento del cerebro, quizás
también se podrían simular las emociones y los sentimientos. Pero para eso no sólo habría que diseñar un
cerebro artificial, sino también un cuerpo y, en lo posible, de forma humana. En consecuencia, la máquina ya no
sería simplemente una computadora con gran inteligencia, ni siquiera un robot dotado de elaborados sistemas
sensoriales y motores, sino un complicado androide capaz de interaccionar con el entorno, con los problemas
de la vida real y con las personas. De esta manera, en la modelización del intelecto inorgánico posiblemente se
deba tener en cuenta, también, las teorías cognitivas, culturales, históricas y sociales. Aunque esta
"pseudosensibilidad" tal vez no sea una consciencia auténtica -ya que, en sí misma, no podría tener ningún
sentimiento o ninguna experiencia consciente-, se le parecerá bastante. De todas formas, y desde el punto de
vista de la ingeniería, se trata de un reto formidable, principalmente debido a que no se sabe que es lo que hace
que el cerebro humano sea consciente.
Fenómenos emergentes
Sin embargo, muchos otros científicos arguyen que en un futuro la consciencia humana perdería, posiblemente,
su condición de exclusividad y el que las inteligencias sintéticas no hayan conseguido -hasta ahora-
determinadas cosas no significa que no las logren dentro de algún tiempo. En efecto, así como podría admitirse
que los animales cuentan con un cierto tipo de inteligencia y consciencia, también podría incluirse a las
máquinas (o a sus sucesoras) en esta categoría. Según el experto norteamericano en informática Ray Kurzweil,
"las máquinas de hoy son todavía un millón de veces más simples que el cerebro humano. Su complejidad y
sutileza es hoy comparable a la de los insectos. [...] El progreso sin descanso llevará en unas pocas décadas a
las máquinas a niveles de complicación y refinamiento humanos, y aún más allá".
Obviamente, y aunque esta corriente de pensamiento considera que la consciencia es una forma de "computar",
se trata de una computación inconcebiblemente mucho más compleja que la actual. Sin dudas, la materia gris
es muchos órdenes de magnitud más elaborada que cualquier artefacto creado por ella; después de todo, viene
evolucionando a lo largo de millones de años. Pero una vez que este tipo de máquinas alcance la complejidad
del cerebro humano y eventualmente la supere en todo aspecto (quizás dentro de unos pocos decenios o tal
vez dentro de un siglo), ¿se volverá consciente? En otras palabras, una entidad artificial constituida por
elementos de computación elaborados, poderosos y densamente interconectados, capaz de ejecutar los
cálculos adecuados (a infernales velocidades) y dotada de sofisticados programas de computación,
inmensamente más complicados que los actuales, ¿realmente tendrá consciencia de lo que es, de sí misma y
de los demás?, ¿experimentará sentimientos y pasará por estados emocionales?, ¿podrá fijar sus propios
objetivos y planes?, ¿será capaz de desarrollar cualidades mentales como la creatividad, la estética o la
inspiración?
No obstante, y como explica el sociólogo y epistemólogo argentino Alejandro Piscitelli, "la idea no es programar
'consciencia' sino 'comportamientos' y esperar a que en algún momento emerja (o no) la consciencia". Para eso,
ya se cuentan con algunas técnicas promisorias de Inteligencia Artificial, como las redes neuronales, los
algoritmos genéticos, la computación evolutiva y demás. Para la mayoría de la gente que trabaja en estos
temas, la consciencia es un fenómeno "emergente", es decir, se produce espontánea y naturalmente cuando un
sistema ejecuta el tipo correcto de actividad computacional y su complejidad supera un cierto umbral, una
determinada masa crítica. Por ejemplo, ¿cómo se explica, sino, que las neuronas (en definitiva, algo material)
puedan dar origen a fenómenos como el de la conciencia y la inteligencia (es decir, algo inmaterial)? Parece
obvio que cuando se agrupan en inmensas cantidades, interaccionan entre sí de manera conveniente y trabajan
de forma coordinada, estas estructuras relativamente simples pueden producir un sistema que se comporta de
forma absoluta y sorprendentemente diferente.
Algo similar ocurre con la habilidad de las pequeñas termitas -ciegas y casi descerebradas- para erigir
estructuras de enorme tamaño y complejidad: ¿será que la toda la colonia tiene, gracias a la comunicación de
infinidad de insignificantes cerebros, el poder intelectual colectivo de un gran director de obra? Asimismo, las
colonias de hormigas son otro excelente ejemplo de sistema autoorganizativo: aunque excesivamente tontas
consideradas de forma individual, cuando se reúnen en grandes grupos actúan con la sofisticación y celebridad
de un equipo de ingenieros altamente entrenados. Estas especies no son la masa de insectos individuales que
aparentan ser, sino que constituyen un organismo único, una "mente distribuida" sobre miles de millones de
diminutos cerebros extremadamente simples.
¿Son inconscientes los seres humanos?
Si la consciencia significa esencialmente tener un modelo interno lo suficientemente adecuado de uno mismo en
relación con el mundo exterior, también se puede imbuir consciencia a una computadora. Sobre la base de esta
concepción, Marvin Minsky, uno de los fundadores de la IA, opina que los humanos son apenas conscientes, ya
que "tienen poca idea de lo mucho que ocurre dentro de sus mentes y encuentran casi imposible recordar lo
que sucedió hace apenas unos minutos". En efecto, el ser humano no tiene un registro consciente de todos sus
procesos mentales, y ni siquiera de la mayoría de ellos. Dado que dispondrían de formas más eficientes para
almacenar y recuperar la información relacionada con sus propias actividades, una máquina podría conservar
archivos mucho más completos, minuciosos y detallados de sus operaciones "mentales", incluso durante largos
períodos de tiempo. Y al estar mejor equipadas que los cerebros orgánicos para autocontrolarse y para percibir
casi a la perfección sucesos que para los seres humanos pasan completamente desapercibidos (como
procesos extremadamente lentos o excesivamente rápidos, o que están fuera de los límites de sensibilidad de
los sentidos naturales), las máquinas pueden llegar a ser incluso muchísimo más conscientes que éstos.
"Desde este punto de vista, se podría decir que las computadoras actuales ya tienen consciencia. Obviamente
se trata de una consciencia muy simple, elemental, y por eso parecen muy poco inteligentes y más bien
estúpidas. Todavía se está muy lejos de crear máquinas que hagan todas las cosas que la gente hace",
concluye el científico.
Incluso sería concebible que este tipo de "máquinas" -si es que pueden llamarse así- podrían diseñarse
específicamente para "tener consciencia", con lo cual tendrían una enorme ventaja sobre los miembros de la
especie humana. Podrían introducirse muchos cambios simultáneamente, existiendo la posibilidad de realizar
con facilidad rediseños completos, y no limitarse a hacerlo en forma incremental y centrándose en un solo
problema a la vez, que es el modo en como opera la evolución biológica. El "pensamiento" lógico, racional, la
"mente consciente", de estas entidades sería tremendamente poderoso, sus sistemas sensoriales
extremadamente sutiles y veloces, sus "experiencias recordadas" perfectamente vívidas, su aptitud para
modelar el entorno circundante en su memoria, impecable, excelente y completo...
Pero, ¿puede una máquina "entender" una expresión facial humana?, ¿"sentir" melancolía al escuchar una
pieza musical que evoca recuerdos pretéritos?, ¿tener la sensación de "vuelta al origen" en el seno materno, al
zambullirse en una pileta con agua templada?, ¿"traducir" los datos sensoriales en experiencia subjetiva? Es
decir, aún aquellas máquinas cuyo flujo de datos imita fehacientemente el flujo de datos presente en el cerebro
biológico, ¿puede realmente tener experiencias propias? Cuando el ser humano reúne todo el ingente torrente
de datos del entorno a través de sus sistemas sensoriales (y, junto con los hechos objetivos, sus propias
impresiones sensoriales y sus anteriores experiencias), su mente los "integra" -de alguna manera- en una
nueva experiencia particular, personal, extrayendo lo más importante, lo más significativo, de la escena y lo
convierte en diferentes conceptos, muchas veces, abstractos. Por ejemplo, cuando un bebé de unos pocos
meses de vida llora desconsoladamente, su madre podría notar y ver la expresión corporal de sufrimiento y las
lágrimas de su pequeño hijo, así como también podría escuchar sus lamentos y sus gritos desesperados. Pero,
sin lugar a dudas, la mujer adquiere una experiencia subjetiva intransferible acerca de la infelicidad y,
eventualmente, la angustia de su indefenso bebé y "siente" la urgente necesidad de hacer algo a fin de calmarlo
y consolarlo.
De forma similar, cuando uno habla acerca de su interior, no se refiere a los flujos de datos o a las descargas
neuronales dentro de su cerebro, ni siquiera a las neuronas implicadas en sus procesos de pensamiento y
sentimiento, sino a los propios sentimientos y pensamientos en sí. Y eso es una experiencia subjetiva, ¿las
podrá tener una máquina? Muchos sistemas complejos y elaborados de hoy en día pueden eventualmente
detectar su daño interno o diagnosticar su mal funcionamiento, incluso, pueden llegar a corregirlos
apropiadamente... pero, ¿se lastiman realmente?