Lunes 24 de noviembre 2008
“En su boca no se ha encontrado mentira.”
Ap 14,1-3.4b-5 Oí una voz que venía del cielo.
Sal 23.1-6 Recibirá la bendición el que no entrega su alma a la
mentira.
Lc 21,1-4 Ha echado todo lo que tenía para vivir.
Señor, recuerda la palabra que me diste y en la que puse mi esperanza.
Tu palabra es el objeto de mi canto, y mi tarea es guardarla en mi corazón
y llevarla a cabo. Pues lámpara es tu palabra para mis pasos (Sal 119).
Tus palabras son mi felicidad.
Para que la Palabra de Dios realice en los corazones lo que suena en
los oídos, se requiere la acción del ES, con cuya inspiración y ayuda la
Palabra de Dios se convierte en fundamento de toda la vida. El cristiano
se construye cada día dejándose guiar por la Palabra de Dios, bajo la
acción del ES, que ilumina, convierte y consuela. Todo cuanto fue escrito
en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la
paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.
La cerrazón nos introduce en el pensar en nosotros mismos, a no
abrirnos a la verdad, a no abrirnos a las necesidades del otro. Cambia tu
mente, cambia tu corazón y cambiarán también tu vida y tus resultados.
Nada hay tan valioso para Dios que el hombre hecho a su imagen y
semejanza. Quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama al hombre
es un mentiroso, pues es fácil amar a Dios que es bueno y amable, pero
qué difícil resulta amar al hombre cuando no es amable. El amor es como
la moneda tiene su cara y su cruz. A Dios se puede ir por el camino
espiritual, pero el mismo Dios eligió el camino del hombre, de la
encarnación. Dios os ama como me ama a mí, nos dice Jesús. Así pues
nos corresponde amar por medio de la Encarnación.
Si te dejas amar por el amor encarnado de Dios, su amor te desborda y
te impulsa a amar como él. ¡Déjate amar con todas las ganas, para que no
haya ninguna parte de ti que se quede sin redimir, sin que sea amada!
Así amarás a tu Dios como él quiere: con todo el corazón, con todas
las fuerzas, con toda tu mente, amando a los demás. A través de tu vida es
como Dios quiere amar.
Usa la cabeza para amar con el corazón, siente el perdón de Dios y
sabrás lo que es perdonar. Disfruta de su misericordia, para que tu vida
sea misericordiosa.
Sábado 29 de noviembre 2008
“La fe enciende la esperanza en el alma.”
Ap 22,1-7 Verán su cara y llevarán su nombre en la frente.
Sal 94,1-7 Hinquemos las rodillas ante el Señor.
Lc 21,34-36 Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza…
El Evangelio, es "fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree"
(Rm 1, 16). La humanidad sufre y espera la verdadera libertad, espera un
mundo diferente, mejor; espera encontrar la "redención". San Pablo
comprendió muy bien que sólo en Cristo puede encontrar redención y
esperanza la humanidad. Por ello, sintió apremiante y urgente la misión
de "anunciar la promesa de la vida en Cristo Jesús" (2 Tm 1, 1), "nuestra
esperanza" (1 Tm, 1, 1), para que todas las gentes pudieran compartir la
misma herencia, siendo partícipes de la promesa por medio del Evangelio
(Ef 3, 6). Era consciente de que la humanidad, privada de Cristo, está
"sin esperanza y sin Dios en el mundo" (Ef 2, 12); "sin esperanza, por
estar sin Dios" y sin Dios por desconocimiento de Cristo. Quien no
conoce a Dios y a su enviado Jesucristo no tiene vida eterna, y aunque
tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran
esperanza que sostiene toda la vida (Ef 2, 12). La creación misma sufre y
alberga la esperanza de conocer a Cristo para entrar en la libertad de los
hijos de Dios (Rm 8, 19-22).
Y, en el fondo, sabe que este mundo nuevo supone un hombre nuevo,
supone la pertenencia a Dios. Puedes estar haciendo muchas cosas en la
vida, pero no estar viviendo la vida. Dios nos da el don de ser don para
los demás, de ser dador de vida.
Dios invita al creyente a escuchar con el oído del corazón. El Espíritu
Santo hace entender y comprender la Palabra de Dios, uniéndose a
nuestro espíritu (Rm 8, 26-27). Deja hablar a Dios y contempla a Cristo
con María. La escucha de la Palabra en la fe en meditación y
comprensión hacen al creyente que viva en comunión, en participación,
en misión.
Por eso es necesario hacer silencio en nuestra vida, para que la fe
reconozca la Palabra de Dios en todos sus signos y lenguajes. Es una fe
que recibe de la Palabra una comunicación de verdad; una fe que la
reconoce como estímulo para una conversión eficaz, y luz para tener
respuesta a las preguntas que se hace el creyente, y guía para un
discernimiento de la realidad.
Miércoles 26 de noviembre 2008
“Los que aman son los que más saben sobre Dios“.
Ap 15,1-4 ¡Justos y verdaderos son tus caminos¡
Sal 97,1-3.7-9 Ha revelado a las naciones su justicia.
Lc 21,12-19 Os perseguirán por causa mía. Así tendréis ocasión de
dar testimonio.
La misión es cuestión de amor, y es el amor a Cristo el que impulsa a
recorrer los caminos de la vida como testigo, como apóstol del
Evangelio, es el amor el que nos lleva a desear hacernos todo a todos
para salvar a toda costa a algunos (1 Co 9, 22).
Predicar el Evangelio no es motivo de gloria (cf. 1 Co 9, 16), sino
deber y gozo, exige interpretar los textos bíblicos con el mismo Espíritu
con que fueron escritos. Pasar del Antiguo al Nuevo Testamento supone
una progresión que va de la promesa al cumplimiento. El Espíritu guía al
pueblo de Dios al encuentro con Cristo, a la plenitud de la Revelación, a
través de purificaciones y profundizaciones sucesivas.
No basta solamente con leer bajo la influencia del Espíritu Santo; es
necesario tratar de percibir en la letra al Espíritu que está contenido en
ella. Así, el Espíritu Santo no es simplemente un agente extrínseco de la
producción de la Sagrada Escritura; es él quien, en la Biblia, se expresa
de acuerdo con la Palabra del Padre que es Jesucristo.
Los santos contemplan con los ojos del Espíritu las profundidades de
Dios, que emergen de la Sagrada Escritura.
Los santos, los testigos del Evangelio son aquellos que manifiestan en
su vida lo que está escrito en la Escritura.
El hombre se siente fascinado por sus propias proezas, y pierde la
capacidad de admirar el misterio de Dios.
Tenemos necesidad de conocer la persona del Espíritu Santo y cómo su
presencia vivifica nuestra vida. Sabemos que es el que dirige y define
nuestro testimonio sobre Jesucristo. Nuestro testimonio cristiano es una
ofrenda a un mundo sin sentido, pues sufre un proceso de
desfragmentación por su forma de pensar y una visión reducida, por su
desconocimiento de la verdad sobre Dios y sobre el hombre, su
relativismo; ignora los principios mismos que nos hacen capaces de vivir
y de crecer en unidad, orden y armonía.
Jueves 27 de noviembre 2008
“Reconocemos que nosotros hablamos en él y él habla en nosotros”.
Ap 18,1-2.21-23;19-1-3.9ª Tus comerciantes han seducido a todas las
naciones. Ha castigado a la prostituta que corrompía la tierra.
Sal 99,2-5 Reconoced que el Señor es Dios, nos ha hecho y somos
suyos.
Lc 21,20-28 Entonces verán al Hijo venir con poder y majestad.
Sólo quien busca la verdad siente dudas sobre el camino a elegir, pero
quien está seguro de estar en la verdad no se preocupa de ser creíble. La
verdad, no se demuestra, se muestra; no se razona, se vive.
Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser
inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; Palabra de fe, testimonio de
un pueblo y de sus autores inspirados. El cumplimiento de la Escritura se
lleva a cabo en la fe de la comunidad que acoge a Cristo como Palabra de
Dios. El hoy que interesa al predicador es el hoy de la fe, la decisión de
creer y abandonarse a Cristo y obedecerle incluso en las exigencias
morales del Evangelio. La lectura asidua de la Sagrada Escritura
acompañada por la oración realiza el diálogo íntimo en el que, leyendo,
se escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con confiada
apertura del corazón (DV, 25). Si esta práctica se promueve, producirá en
la Iglesia una nueva primavera espiritual. Estas palabras de Dios dicen
la verdad.
La Palabra de Dios transforma la vida de aquellos que se acercan a
ella con fe. Es necesaria una fe que escucha. La Escritura atestigua que la
escucha es lo que hace de Israel el pueblo de Dios: «Si de veras me
obedecen y guardan mi alianza, serán mi propiedad personal entre todos
los pueblos» (Ex 19, 5; Jr 11, 4). La escucha crea una pertenencia, un
vínculo, hace entrar en la alianza. En el Nuevo Testamento la escucha es
a la persona de Jesús, el Hijo de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien
me complazco; escuchadle» (Mt 17, 5).
El creyente es uno que escucha. Así, el que escucha, confiesa la
presencia de aquel del que habla y desea comprometerse con él; quien
escucha busca en sí mismo un espacio para que el otro pueda habitar en
él; aquel que escucha se abre con confianza al otro que habla. Por ello los
evangelios piden el discernimiento de aquello que se escucha (Mc 4, 24)
y llaman la atención sobre cómo se escucha (Lc 8, 18); podríamos decir:
¡nosotros somos aquello que escuchamos!
Viernes 28 de noviembre 2008
Sólo el amor es digno de fe.
Ap 20,1-4.11-21,2 Fue abierto también otro libro, el libro de la vida.
Sal 83,3-8 Mi corazón y mi carne se entusiasman en busca del Dios
vivo.
Lc 21,29-33 El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.
Mirad bien cómo escucháis. Mi madre y mis hermanos son los que
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc 8, 18.21).
Se puede leer la Biblia, pero sin fe no se puede escuchar la Palabra de
Dios, no se puede acoger. Se puede aceptar como depósito de dogmas
pastorales, pero no será fuente de agua viva, no habrá sorpresa gozosa al
escuchar al Señor en el propio contexto de vida. Es creer para
comprender, y comprender para creer; la fe busca la inteligencia, la
inteligencia se abre a la fe; porque no sólo se lee o se dice, sino que se
asume, para que sea fuente permanente de consolación y esperanza. Así,
en la vida de los creyentes, la acoge la Iglesia, la anuncia, la comprende y
la vive.
El mismo Dios ha hecho al hombre capaz de escuchar, lo ha dotado de
un corazón que escucha (1Re 3,9). Siendo esta escucha no una mera
audición de frases bíblicas, sino un discernimiento de la Palabra de Dios,
que exige la fe, para dejar al Espíritu Santo hacer su labor.
El hombre, en virtud de la íntima estructura de la persona es oyente de
la Palabra, recibe de Dios la gracia de responder en la fe: "a Dios
hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus
palabras".
La fe obra, la Palabra crea. El evangelio es la «predicación de la cruz»
(1Co 1, 18). Él, se da en su Palabra, el hombre al escucharlo se entrega
entera y libremente.
La Iglesia, como Esposa del Verbo encarnado, está animada e instruida
por el Espíritu Santo. La Iglesia, en sus miembros, se percibe como una
esposa amada, objeto de un amor de elección, por eso es natural que se
dirija amorosamente a la Sagrada Escritura, como a la fuente que brota
sin cesar del amor divino.
Por eso el mismo Jesús nos dice: Esta Escritura, que acabáis de oír, se
ha cumplido hoy (Lc 4, 21). Entre el hoy del Resucitado y el hoy de la
asamblea, está la mediación de la Escritura puesta por el Espíritu en los
labios del que predica.
Martes 25 de noviembre 2008
“No es la ciencia lo que salva, sino el amor lo que redime al hombre.”
Ap 14,14-19 Echa tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la siega.
Sal 95,10-13 Que se alegre el cielo y goce la tierra.
Lc 21,5-11 Cuidado con que nadie os engañe.
Sed para los demás testigos de la alegría de haberos encontrado con
Cristo, el amigo que nunca defrauda, decía Benedicto XXI a los jóvenes.
Es modelo para la humanidad, para aquellos que buscan el ideal de sus
aspiraciones más profundas, sus aspiraciones de paz, de justicia, de
libertad, etc.
Mira, lo íntimo de la persona se alimenta y vive de su relación con lo
que ama, pues la vida es relación de amor.
Cuando el cristiano habla de obligaciones es que no ha entendido la
Palabra de Dios, pues el amor es gratuidad; si no te brota de dentro es
que no está el Espíritu de Dios. Cuando Jesús acepta la cruz en
Getsemaní, no lo hace porque se siente obligado, sino porque ve la
necesidad del Padre: Lo que tú quieras, Papá.
El mártir no va al sacrificio por obligación, por compromiso, sino
porque su corazón está entregado: Ya no soy yo, es Cristo en mí.
Tenemos la tentación de reducir la vida de fe a una cuestión de
cumplimiento o sentimiento.
La Historia nos demuestra que la cuestión de Dios no puede ser
silenciada, y si se hace la dimensión humana queda sin objetivo, sin
modelo, sin ideal. La fe nos enseña que en Cristo Jesús, Verbo encarnado,
logramos comprender la grandeza de nuestra propia humanidad, que
somos criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza. Enriquecidos
con los dones del Espíritu tenemos la fuerza para ir más allá de nuestros
límites, y participar de la misma naturaleza de Dios (2P 1,4), estamos
dotados de una dignidad inviolable y llamados a la vida eterna. Cuando
privamos al hombre de esta verdad, brota la cultura de la muerte.
Únicamente nos encontramos a nosotros mismos cuando acogemos el
amor de Dios que nos hace ver y actuar en consecuencia. En esta verdad
hemos sido consagrados y en esta verdad es en la que estamos llamados a
crecer con la ayuda de la gracia en fidelidad de cada día a la palabra de
Dios y en comunión con su Iglesia.
Domingo 30 de noviembre 2008 Adviento Ciclo B
“Lo que libera es la libertad verdadera”.
Is 63,16b-17;64,1.2b-8 Señor, tú eres nuestro padre…somos obra de
tu mano.
Pautas de oración
Sal 79,2-3.15-16.18-19 Pon tu mano sobre el hombre, para que jamás
nos apartemos de ti. La libertad está en ponernos
1Co 1,3-9 Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo. en manos de nuestro Padre
Mc 13,33-37 Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Este tiempo de purificación trae consigo un tiempo propicio de
sanación, de reconciliación, de fidelidad al Evangelio, es un llamamiento
a vivir con Cristo.
Es tiempo de reavivar la fe para obtener más gracia. Nos llama a vivir
en la luz, a ser consagrados en la verdad, a crecer en la virtud y alcanzar
la armonía entre pensamientos e ideas, palabras y obras.
Es tiempo para ver nuestra fidelidad a la oración personal y liturgia,
(los ritos nos invitan a revivir nuestra propia consagración bautismal),
para alimentarnos por la meditación en la Palabra de Dios, y así llegar a
ser altares vivientes. En la oración descubriremos la libertad y la alegría
de atraer a otros hacia el Amor, así habrá una Humanidad redimida y
glorificada.
Las obras del hombre son tanto más hermosas cuanto más enraizadas
en la humildad confiada en su Hacedor. Lo que eres ante Dios eso eres de
verdad y nada más.
Él nos invita a ser cuerpo de su Cuerpo Místico y nos llama a ser
pueblo sacerdotal y a ofrecer, unidos a él, nuestros sacrificios de cada día
para salvación del mundo.
Alegrémonos por la fidelidad y perseverancia de tantas personas que
entregaron y entregan su vida para colaborar con Cristo; y dediquémonos
nosotros a continuar con la misión, a difundir el Evangelio para la
conversión de los corazones y el crecimiento de la Iglesia en la unidad,
en santidad y caridad, con la ayuda del crucificado, sepultado y Familia Misionera Católica Verbum Dei
resucitado, devuelto a la vida en el Espíritu y sentado a la derecha de www.fmverbumdei.com
Dios Padre. Sólo en la vida en comunión se sostiene la unidad y se
realiza plenamente la identidad según Dios.
Exige una continua conversión; una transformación de la mente y del
corazón que conduce a la verdadera libertad.