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Cuento by
Ismael Berroeta
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- septiembre 1999 -
Arde la quimera
Corría el año 19…. Mi existencia se desarrollaba prácticamente en el
ocio, aunque hay que reconocer que no era por mi culpa. Habiendo
casi sin quererlo, ansiaba llegar a ser como ellos. Quería ser empresario,
que la familia Pinto me arrendara, por una suma irrisoria, una vieja
casona de la Avenida Irarrázaval. Los otros dos, me aportaron un par de
me tenía reducido a la inactividad, como les decía más arriba, lo cual dio
Nacho Pinto, lo que tuvo el único efecto de reforzar aún más nuestra
amistad.
casos, por un excéntrico. Uno de los temas que fascinaba a los Pinto,
libro inaugurado por don Marcos Ignacio. Esta era una actividad
desolada doblemente por ser ese día d ella semana y por la inactividad
verdad es que era la misma casa de Nacho, pues éste no había decidido
Mientras cruzaba la avenida no pude evitar intrigarme una vez más por
la llamada del señor Pinto. ¿No le pudo bastar enviarme un mensaje con
personalidad, cuyas aristas más agudas habían sido limadas por una
completaba tres días sin aparecer por la casa, que jamás existió motivo
para que Nacho adoptara una decisión semejante y que, por un momento,
detalle que pudo haber llamado la atención era una especie de olor a
de la policía.
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estaba a cargo del caso por desaparición de Ignacio Pinto hijo, con la
en que, por última vez, había sido visto el ausente Nacho en mi negocio.
pelo rojizo, muy corto y erizado. Bajo la frente ancha, pero de escasa
altura, le brillaban unos ojos azules, claros, pequeños y crueles. En
amistades eran tan… digamos, finos como yo. ¿Era cierto que salíamos
guapa, casi tanto como su hermana María Luz. Digo casi, porque ninguna
podía, en esos años, igualar la belleza de María Luz Ortúzar. Esta última
muy bien. Nacho me leía algunos párrafos de las que enviaba a María
notable para los miembros del clan familiar, fue la constatación de una
alteración del Libro de los Sueños. Varios fueron los que, estando en los
hacer fue balbucear algunas palabras que indicaban mi pesar por este
haciendo un guiño de complicidad, me avisó que dos señores, los del otro
siempre, pero fue muy claro que debía acompañarlos. Su punto de vista
era simple y no por ello trivial: se basaba en una orden verbal del
apuntaban hacia mí como la última persona que había visto con vida a
Una fue ocupada por Martínez y la otra por mí. A mis espaldas, de pie,
La comedia del policía “bueno” y el policía “malo” era tan obvia que me
“malo” para que me dejara salir. “Nos volveremos a ver” fue el saludo de
despedida.
cuales parecían cartas escritas a mano. Eran las cartas que María Luz
Marcial López Olavarría. Mis iniciales eran M.L.O., las mismas que
una mujer. Expresó que también lo sabía y, además, sabía que tarde o
temprano se podría probar que yo estaba en la verdad. Sin embargo, me
insinuarse que eran mis cartas de amor a Ignacio Pinto, o sea, una
completo de mi confesión:
Pinto, a quien sindica como amigo suyo y haberlo tratado en esa calidad
oportunidad de una de sus últimas visitas, más o menos de fecha 2... de…
Esta situación se repitió todos los días que vinieron, hasta totalizar
siete días seguidos, en los cuales su amigo se veía cada vez más
desaparecido fue observado con gran preocupación por M.L.O., dado que
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No puedo despedirme sin agregar un último comentario. El inspector
nada para ti?. Quizás no se sepa nunca. Cincuenta años han pasado
local. Les di alcance. Se parecían mucho a mis amigos, pero con la piel
cuando el fuego consumió las quimeras de amor del Libro de los Sueños.
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