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mujeres
y conventos
Antonio Solano
Facultad de Filología
Universidad de Valencia. 1998
ÍNDICE
MUJERES Y CONVENTOS
Bibliografía 33
2
Literatura, mujeres y conventos
Aproximación a la voz femenina conventual
en los siglos XVI y XVII
3
superficial, pero creemos necesario dotar de un marco más amplio a la literatura
propiamente conventual para entender el contexto en que ésta se produce.
Para delimitar el corpus de escritoras de los siglos de oro es necesaria la
mención al estudio de Manuel Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de
escritoras españolas 1,del que parten casi todas las antologías de poesía lírica
femenina realizadas hasta nuestros días. Centrados en el período que nos interesa
en nuestro estudio, tenemos más recientes las antologías de Clara Janés, Las
primeras poetisas en lengua castellana2, y la de Ana Navarro, Antología poética de
escritoras de los siglos XVI y XVII 3, al margen de otras antologías generales que
también incluyen a las poetisas más destacadas del Siglo de Oro.
En la época de nuestras escritoras también existieron intentos enciclopédicos
de carácter más o menos general. Son ejemplos de ello De foeminarum laudibus, de
Cristóbal de Costa, o la Varia Historia de Sanctas e Ilustres Mugeres, de Juan Pérez
de Moya, que recupera el modelo italiano de Boccaccio en su De claribus
mulieribus. Otro documento importante de la época es el inventario de Nicolás
Antonio, Gynaeceum Hispanae Minervae en la Bibliotheca sive Gentius
Hispaniorum, Roma, ex officina Nicolai Angeli Tinaffli, 1677, en el que se incluyen 49
nombres de mujeres de letras4. A finales del siglo XIX, Juan Pérez de Guzmán y
Gallo, rescata esa denominación en su obra Bajo los Austrias. La mujer española en
la Minerva literaria castellana.
La producción poética de algunas de estas mujeres es muy abundante, en
comparación a los escasos datos que poseemos de ellas. En otros casos, como el
de Santa Teresa de Jesús, la producción poética es menor, pero la proyección de su
obra en prosa la hace inexcusable en todo estudio sobre literatura femenina. De
cualquier modo el corpus bio-bibliográfico de las mujeres escritoras del Siglo de Oro
deja al descubierto muchas lagunas aún por llenar y compendiar. Hemos de tener
en cuenta que la condición de mujer no permitiría asumir la autoría de
composiciones poéticas de carácter erótico, burlesco o político, en el mismo grado
que se le permitía a los poetas varones, por lo que gran parte de la producción
1
Manuel Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas desde el año 1401 al 1833, Madrid,
Sucesores de Ribadeneyra, 1903-1905; sobre este estudio realizó más tarde la Antología de poetisas líricas,
Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1915.
2
Clara Janés (ed.), Las primeras poetisas en lengua castellana¸ Ayuso, Madrid, 1986
3
Ana Navarro (ed.), Antología poética de escritoras de los siglos XVI y XVII, Castalia, Madrid, 1989
4
Al respecto podemos encontrar interesantes aportaciones en los artículos de Lola Luna recopilados en Leyendo
como una mujer la imagen de la Mujer, Anthropos, Barcelona, 1996
4
femenina seguramente sea apócrifa, o firmada con seudónimos masculinos,
haciéndose imposible la recuperación como tal desde nuestros días.
Otro problema es el de la transmisión de los textos. Si los poetas masculinos
consagrados tenían dificultades para publicar sus obras, en algunos insignes casos
póstumas, cuánto más difícil lo sería para una mujer, que bastante tenía con que la
dejasen leer sus poemas en alguna academia. Es comprensible que de ellas sólo
conservemos manuscritos, pliegos sueltos, composiciones insertas en cancioneros o
certámenes, o preliminares de obras de poetas consagrados.
Si exceptuamos a las damas de la alta nobleza, a las que, quizá como herencia
del renacimiento humanista, se les permitía una cierta cultura literaria, la mujer de la
época debía mantenerse alejada de erudiciones, de disputas intelectuales y de
lecturas que no fuesen las recomendadas por los tratadistas. Si Juan Luis Vives
mostraba desafecto a la lectura de ficción por parte de las mujeres en su Institutio
foeminae christianae, lo de fray Luis de León en La perfecta casada será ya
manifiesta repulsa. La lectura femenina se orientaba en dirección a los intereses del
discurso patriarcal que se ofrecía como modelo:
Desde los orígenes de la alfabetización en la llamada Edad Moderna, las mujeres parecen
haber aprendido a leer genéricamente como mujeres mediante un proyecto educativo
diferencial que regulaba lecturas recomendadas y prohibidas, tiempos y modos de lectura y
controlaba respuestas a los textos. La formación de un modelo ideal de lectora parece
delimitarse en las obras pedagógicas y de devoción del siglo XVI, donde la insistencia sobre las
lectoras es reiterativa.5
5
libros en casa favoreció que las mujeres de la época, siempre refiriéndonos a los
estratos más elevados del tejido social, accediesen al libro de manera natural y
directa.
Apreciamos, pues, la confluencia de dos tradiciones culturales en la formación
de la mujer lectora: el humanismo como recuperación de lo clásico para la formación
del individuo, y la literatura religiosa y de devoción como guía espiritual ante el
desorden del mundo:
Dos programas de lectura diseñan la biblioteca metafórica de las mujeres de esta época, por
una parte los textos de devoción, por otra los de ficción. El modelo icónico del primer tipo de
lectura para la mujer está representado por la iconografía y hagiografía de santa Ana
enseñando a leer a la Virgen. El modelo icónico del segundo tipo de lectura será el retrato
reancentista de la dama con un libro entre las manos.6
6
no sólo a las jerarquías eclesiásticas humanas, sino a los dogmas emanados del
Concilio de Trento:
La necesidad de una instrucción formal y de una educación en las letras latinas parece
acentuarse en el marco cultural de la Contrarreforma. La prohibición de leer el "Libro" en
traducciones al romance, fuerza a las lectoras católicas al conocimiento de las lenguas latina
y/o hebrea, mientras que intensifica la lectura solitaria de las lectoras protestantes (...)
En ambas circunstancias, de lectura y de escritura, es la palabra escrita, o el uso público de la
palabra asociada al género femenino, la que parece amenazar los fundamentos del orden
constituido y la que se intenta devaluar. 10
La libertad de expresión era vista con recelo; los tratadistas –y los textos dramáticos recogen el
tópico- venían insistiendo en los peligros que encerraba la lectura por la incitación a la
búsqueda de libertades que ejercían sobre las mujeres y los peligros que de ello se derivaban
(...) 11
10
Luna, op.cit., pp.97 y 99
11
Mª Josefa Porro Herrera, Mujer "sujeto"/ mujer "objeto" en la literatura española del Siglo de Oro, Universidad de
Málaga; p.33
7
El peligro que comportaban las mujeres escritoras radicaba en el acceso a la “voz” que las
sacaba de su espacio privado, lo que en la mayoría de los casos equivalía a una no-existencia,
y las introducía en el espacio público, lugar a todas luces inconveniente según los usos sociales
y los consejos de los moralistas12
Esta voz se manifiesta con unas características particulares, voz de mujer que
se toma como objeto o sujeto de su discurso, y ofrece una perspectiva distinta a
aquella voz masculina que ejecuta el discurso opresor al que ya estamos
acostumbrados cuando recurrimos a moralistas, costumbristas y satíricos. Sin
embargo esa voz adopta formas difíciles de desvelar, presentando incluso
manifestaciones aparentemente contradictorias con su especificidad:
Los poemas satíricos de estas escritoras [Justa Sánchez del Castillo, Catalina Ramírez de
Guzmán, Francisca Páez de Colindres...], compuesos en imitación de textos canónicos,
reproducen los discursos autoritarios del género. Estas prácticas textuales, en las que una
autora asumía las voces de quienes enjuiciaban y castigaban las costumbres, pueden
interpretarse hoy como una forma de negociación del poder que les estaba negado a las
mujeres de la cultura áurea. Un sujeto femenino se apropiaba de discursos tradicionalmente
reservados a los representantes del sexo dominante, construyendo, así, una dinámica literaria
de la diferencia13
Los ámbitos en los que se manifiesta esa voz femenina eran restringidos,
como lo eran los ámbitos de lectura, y en general los ámbitos en los que se
desarrollaba la vida de la mujer en los siglos de oro. La organización social del
momento provocaba unas diferencias insalvables entre las condiciones de vida de
las mujeres según el estrato al que perteneciesen. Para nuestra comodidad hemos
de centrarnos en las capas más elevadas del ámbito urbano: la nobleza con
recursos y la alta burguesía, pues en ellas encontraremos el prototipo de mujer de
12
Porro, op.cit. pp.55-56
13
Lía Schwartz Lerner, "La mujer toma la palabra: voces femeninas en la sátira del siglo XVII", en Augustin
Redondo (ed.), Images de la femme en Espagne aux XVI et XVII siècles, Presses de la Sorbonne Nouvelle. 1994.
En los debates que se recogen al hilo de las intervenciones en este congreso, se cuestiona la existencia de una
voz femenina diferenciada en los siglos de oro. Esta misma autora declara más adelante que es difícil mantener la
tesis de una escritura satírica femenina propiamante dicha.
14
Luna, op.cit., p.72
8
letras capaz de producir un discurso poético susceptible de incluirse en los
paradigmas literarios de la época.
Al margen de estas clases sociales acomodadas, sólo los conventos permiten
una producción poética parangonable en cantidad y calidad con la mencionada.
Podemos considerar que las monjas escritoras contaron con una gran ventaja sobre
las demás: el tremendo auge que experimentó la prensa religiosa, gracias a las
exigencias de difusión de la doctrina católica, permitió la conservación de gran parte
de la literatura conventual. Aun así, existen otras razones, que iremos viendo, para
explicar la numerosa producción poética emanada de los conventos.
Ámbito cortesano
La lírica cortesana es heredera de la tradición del siglo XV, con los vislumbres
de un período de esplendor humanista, sobre todo en el ámbito del Reino de
Aragón, en la que los nobles promovían la creación de círculos intelectuales que
cantasen el esplendor de una época.
Esta producción poética se recogía en Cancioneros, y entre estos autores
áulicos aparece, en 1511, el testimonio de la primera poetisa en lengua castellana:
Florencia Pinar. Su poesía sigue los patrones de la época, aunque en ocasiones, la
espontaneidad de sus poemas y las imágenes que aparecen en ellos avanzan
rasgos de la poesía femenina del barroco. También a Isabel de Vega se la relaciona
con el ámbito de la corte, a finales del reinado de Carlos V, pero los escasos datos
que se tienen de ella no permiten conocer su trayectoria poética.
Luisa Sigea, la "Toledana", instruida por su padre en la cultura clásica al más
puro estilo humanista, estuvo al servicio de la infanta doña María, en la corte de
Lisboa, desde 1546 hasta 1555. A los dieciséis años envió una carta al Papa Pablo
III escrita en latín, griego, árabe y sirio. Su brillante cultura permitió que la corte
portuguesa dispusiera de un importante foro humanista15. La atribución de unas
impúdicas poesías y la falta de reconocimiento en sus labores de palacio
enturbiaron sus últimos años16.
15
Inés Rada, "Profil et trajectoire d'une femme humaniste: Luisa Sigea" en Redondo, op.cit.
16
La obra atribuida a Luisa Sigea parece ser Aloisiae Sigeae Toletanae satyra sotadica de arcanis amoris: et
veneris: Aloysia hispanice scripsit; latinitate donavit J. Meursis. No obstante, las referencias que hemos hallado
sobre esta obra la sitúan en pleno siglo XVII, en 1660, y atribuida a Nicholas Chorier, un autor francés. Existe una
traducción al castellano, por Ricardo Pochtar, Sátira de Luisa Sigea, Bruguera, Barcelona, 1977. Lo que hemos
podido apreciar en esta obra es que no parece escrita por una mujer, o al menos no comulgan con lo que
podríamos entender por voz femenina citas como: "todo el cuerpo de una hermosa muchacha...no ha de ser más
9
Otras representantes de la lírica cortesana en el siglo XVI son Catalina de
Zúñiga, condesa de Andrade y dama de Isabel de Valois, y Leonor de Iciz, señora
de la Baronía de Rafales que residió en la corte de Nápoles.
La Academia parece pues un modo de acceso a la palabra del poder en un espacio mixto
situado entre lo privado y lo público, que permitiría a una mujer las condiciones de enunciación
de un discurso, legitimizado así por las instancias culturales del poder barroco18
10
Madrid. Incluso Marta de Nevares, a quien Lope de Vega conoció en un certamen
poético, reunía junto a su hermana Antonia un círculo intelectual importante. Esta
última llegó a participar en 1620 en una justa poética con motivo de la canonización
de san Isidro Labrador.
Dentro de este ámbito encontramos, aglutinadas alrededor de la figura de
Pedro de Espinosa e incluidas en la primera parte de Flores de poetas ilustres de
España (1605) recopilada por él, varias de las poetisas más destacadas de la época
como Luciana e Hipólita Narváez y Cristobalina Fernández de Alarcón. Crisálida, era
el anagrama que empleaba Cristobalina, a quien se atribuían amores idílicos con
Pedro de Espinosa. Llegó a obtener el primer premio de un certamen celebrado en
Córdoba con motivo de la beatificación de SantaTeresa, y en el que Góngora
participaba como juez. El premio: seis cucharas de plata de seis escudos.
Otras representantes de este ámbito son Clara de Barrionuevo, ensalzada por
Lope en el Laurel de Apolo, e Isabel Correa, poetisa erudita que perteneció a la
academia de Manuel Belmonte. Hemos dejado al margen importantes escritoras de
la época como doña Ana Caro y Mallén de Soto, Leonor de la Cueva y Silva,
Feliciana Enríquez de Guzmán o María de Zayas y Sotomayor, que pese a su
producción lírica, abundante en algunos casos como el de Leonor, son destacadas
por su producción dramática o novelesca.
Ámbito religioso
11
posición social, cuyo trabajo es considerado por la cultura masculina dominante
como curiosidad o como frivolidad, afectación pasajera e intrascendente, y la propia
consideración de excepcionalidad que le otorgan los jueces y críticos, todos ellos
hombres, da cuenta del escaso interés de la intelectualidad de la época en conceder
un espacio público para la voz femenina, que por otro lado debe enmascararse y
adoptar el registro dominante para ser aceptada.
Los conventos ofrecían sin embargo el amparo ideal tanto para la lectura como
para la escritura. En las declaraciones biográficas de Santa Teresa, o en las de sor
Juana Inés, por citar sólo las más conocidas, aparece con frecuencia la voluntad de
enclaustración religiosa ligada a la voluntad de afirmación intelectual.
La mujer de la época debía de ser consciente de que el convento ofrecía la
coartada perfecta para sus dedicaciones intelectuales:
Las mujeres adquirían en los conventos una posición social superior a la de la soltera, y
equiparable a la categoría de casada desde todos los puntos de vista. Por eso es comprensible
que un considerable número de mujeres, procedentes de clases medias o altas, con un cierto
sentido de la propia dignidad personal, prefirieran el convento a ser casadas con cualquier
“escuerzo"19
Creemos que la vida conventual en esta época, por lo que se refiere a las
monjas escritoras, ha de entenderse no sólo como un empeño de entregarse a la
religión, como novias del Señor, aunque sea en algunos casos ése el principal
motivo, sino sobre todo como un acto de afirmación personal, rechazando la
autoridad familiar en muchos casos, la norma social con sus convenciones ridículas
sobre la mujer, y oponiendo al discurso patriarcal un discurso femenino con
autoridad propia.
Existía pues una conciencia de excepcionalidad, de ser otras mujeres, ajenas a
las directrices trazadas para la mayoría de las compañeras de su sexo que
quedaban extramuros. La monja vocacional aprovechaba su sacrificio para asegurar
su dignidad:
En el convento las mujeres podían desempeñar el papel de “esposas” lejos del mundo y sus
peligros. Además, podían realizar trabajos productivos sin sufrir las amenazas económicas y
sociales a las que se tenían que enfrentar sus hermanas seglares. Podían cuidar a los pobres,
enfermos, locos y niños abandonados, pues si ellas no lo hacían, ¿quién lo iba a hacer? ¡Cómo
no aumentaría la autoestima de esas mujeres gracias a la realización de estas tareas vitales!
Podían enseñar, transmitir a las generaciones futuras la cultura de sus antepasados del mismo
modo que las madres biológicas se la transmitían a sus hijos. Si sus intereses eran
intelectuales, podían escribir libros devotos, traducir las vidas de los santos del latín al
vernáculo para el beneficio de las compañeras menos educadas y hasta escribir poemas y
19
Mariló Vigil, La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII, Siglo XXI, Madrid, 1994; p.212
12
dramas religiosos. Protegidas por la seguridad del claustro, podían predicar, profetizar o
escribirles cartas a los grandes y poderosos. (...) Los conventos (comunidades de vírgenes)
eran, a pesar de sus limitaciones, el mejor medio de conseguir la autonomía y la expresión
femenina.20
El celo de la castidad y la virginidad hace a una joven o a cualquier mujer más fuerte que
muchos hombres, más fuerte que el mundo entero y que todo el infierno; y cuando los hombres
ven una fuerza y una energía tan extremas, se asustan y retroceden consternados 21
MUJERES Y CONVENTOS
Una primera advertencia debe abrir este estudio sobre mujeres y conventos:
aquellas mujeres que hoy podríamos considerar como entregadas a una vida
constreñida a reglas estrictas, regida por dogmas que presuponían una inferioridad
de la mujer respecto del hombre, y que, bajo nuestra visión actual, no podrían
ofrecer más que una literatura conservadora y conformista, resultaban ser, por
norma general, la avanzadilla de lo que hoy podríamos llamar “movimientos por la
defensa de la dignidad femenina”:
20
Margaret L. King, Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio, Alianza, Madrid, 1993; pp.128-129
21
Citado por King, op.cit. p.128
13
En realidad la mujer escritora continúa la materialización transgresora de la cultura de la
obediencia. Las mujeres autoras son, ante todo, agentes, autores de desorden; la Inquisición
intentó recordarles y hacerles respetar la función subalterna que se les había otorgado; la
rebelión vino por los cauces más diversos: místicas, iluminadas, visionarias...todas seguidoras
de las corrientes doctrinales que buscaban una religiosidad más vivida que pensada, dentro de
la corriente democratizadora defendida por franciscanos y contemplativos frente a la rigidez
abstracta del dogma encarnada por los dominicos22
Las monjas que son una grandísima parte de la nobleza de España, a donde los grandes
señores y toda la gente ilustre no puede casar de seis ni de cuatro hijas más que una, por ser
las dotes excesivas, y por remedio desto van las otras hermanas a los monasterios, compelidas
por la necesidad23
Aunque también era común que las hijas ilegítimas de reyes y altos nobles
fuesen entregadas a los conventos para su tutela, y que permaneciesen allí después
de tomar los votos. Un ejemplo de ello sería Ana Margarita, bastarda de Felipe IV,
que ingresó, obligada, a los doce años en el convento de la Encarnación.
Pero no sólo de de segundonas se abastecían los conventos; en realidad la
composición social de los mismos era bastante heterogénea:
Durante los primeros siglos de la Edad Media, las niñas y las viudas eran enviadas a los
muchos conventos existentes. Muchas llegaban de pequeñas en calidad de “oblata”,
acompañadas de un emolumento para la comunidad religiosa. La “oblación” era un medio
satisfactorio de administrar los recursos familiares. Los regalos que le hacían los padres a una
22
Porro, op.cit., p.27
23
Memorial de Fr. Hernando del Castillo a Felipe II, 1574; citado por José Luis Sánchez Lora, Mujeres, conventos y
formas de la religiosidad barroca, FUE, Madrid, 1988; p.140.
14
fundación monástica cuando ingresaban a una hija enriquecían dichas fundaciones, que a su
vez tenían fondos de reserva y administradores para proteger su riqueza eficazmente24
...un labrador, que en opinión del vulgo tenía 200.000 ducados, tuvo tres hijas y un hijo varón; el
pobre quiso dejar a su hijo toda su hacienda, y para eso hizo cortar a sus tres hijas tres hábitos
de monjas para el convento que a él le pareció...; cargó con ellas y las metió en un monasterio25
Las mujeres de clase baja vivían en los conventos como trabajadoras o sirvientas (...) En la
Italia del Renacimiento, casi todas las mujeres que vivían encerradas dentro de los muros de
los conventos eran patricias o provenían de la élite26
24
King, op.cit., p.113
25
P.Antonio Ruiz, 1642, Relatos diversos de cartas de jesuitas, (1634-1648); citado por Sánchez Lora, op.cit. p.143
26
King, op.cit. p.114. En 1567, el padre Rubeo, general de la orden del Carmen, efectuó una visita canónica a los
conventos de España y redactó un informe conocido como Visitatio hispanica. De él se desprende la existencia de
conflictos de clase en el interior de los conventos femeninos
27
Los moralistas y los misóginos hicieron de las visitas a los conventos blanco de sus ataques más furibundos.
Véase, por ejemplo, a don Pablos en El Buscón cómo corteja a una monja
15
28
la vida “mundana” ), los cenobios femeninos aparecen a nuestros ojos como un
mundo complejo y difícilmente reducible a unas características homogéneas que
permitan dar cuenta de las condiciones de la mujer en estos ámbitos, si no se
estudia caso por caso cada uno de ellos.
Ni siquiera podemos saber los criterios que se establecían a la hora de aceptar
a las candidatas a monja, ya que las normas de admisión no contemplan la
coyuntura social del momento, que, según los casos, era la verdadera
discriminatoria de la aceptación de la candidata.
Así, Fray Luis Lozano, en su Claro espejo de Religiosas, de 1699, nos dice:
Puede ser recibida á la religión la descendiente de Moros, Iudios, Hereges, etc. Pero no puede
recibirse la que es Herege o cismática, ni la descomulgada...la espiritada, o furiosa...
También pueden ser recibidas... las viudas, Bigamas, y las ilegítimas, Y unas, y otras pueden
ser Preladas, sin dispensa...
También puede ser recibida...la que ilícitamente fue corrupta como si su caída no fuesse más
que una vez por fragilidad...Pero si dicha caída fue pública, é infame, como el de las
Meretrizes...no deben ser admitidas...lo mesmo se entiende de otras, que caen en infamia,
como son las Comediantas, ladronas, etc29
(...) las peticiones de militares que deseaban obtener plazas para sus hijas en conventos del
real patronato eran numerosas, tanto que en 1674, señala Domínguez Ortiz, la Cámara de
Castilla manifestaba “que había una cola de 160 peticiones para los conventos de Madrid”. El
exceso de peticiones traía como consecuencia el favoritismo en la selección31
28
Vigil, (op.cit.) nos da cuenta de las diferentes condiciones de unas y otras dentro del convento.
29
Citado por Sánchez Lora, op.cit. p.138
30
Hacia 1629 existían en Madrid unos 30 conventos de religiosos y 26 de monjas. Datos extraídos del estudio de
Beatriz Moncó Rebollo, Mujer y demonio: Una pareja barroca (Treinta monjas endemoniadas en un convento),
Instituto de Sociología Aplicada. Madrid. 1989; p.48
31
Vigil, op.cit. p.209
16
Por eso en el Concilio de Trento se acordó que a todos los religiosos que probaran ante sus
superiores, dentro de los cinco años siguientes a su profesión, haber ingresado en los
conventos obligados, se les permitiera salir. Es de suponer que esta disposición tuvo poca
incidencia en la realidad, debido a que muchos de los obligados a entrar en conventos eran
constreñidos porque no se veía otra solución para ellos y la estructura social que condicionaba
este comportamiento era la misma antes de Trento que después de Trento.32
32
Vigil, op.cit. pp.209-210
33
Citado por Vigil, op.cit. p.214
34
Citado por King, op.cit.p.118
35
Vigil, op.cit., p.223
36
Margaret King recoge anécdotas de sucesos conventuales, sobre todo del ámbito italiano: “El Consilium
delectorum cardinalium de emendanda ecclesia de 1537 se quejaba de los muchos conventos en los que “se
cometían sacrilegios públicos con la mayor desvergüenza”. Al año siguiente, los concejales de la ciudad de Milán
le pidieron al Papa que tomara acción respecto a un convento benedictino que estaba tan corrupto que las monjas,
17
que recoge temas escabrosos al respecto parece fundarse más en tópicos que en el
conocimiento histórico de la realidad del momento.
Por otro lado, el sistema económico por el que se regían los conventos en la
España del siglo XVII, nos descubre unas congregaciones alejadas de las
veleidades mundanas y expuestas a grandes penurias en tiempos de crisis. Una de
las pocas concesiones al aspecto lúdico que podemos observar en los conventos de
la época es la competición de los San Juanes:
Las religiosas se dividían en dos bandos, las partidarias de San Juan Bautista y las de San Juan
Evangelista, y disputaban sobre si eran mayores o menores los méritos y santidades del uno o
del otro (...) Las guerras conventuales de los San Juanes eran una especie de justas caballero-
religiosa, en versión femenino-hispano-barroca37
en vez de ser vírgenes consagradas a Dios, “se habían convertido y eran tenidas por prostitutas laicas” op.cit.
p.117. En el ámbito español tenemos algunos ejemplos recogidos de crónicas de la época en Moncó Rebollo,
op.cit. pp. 51 y ss.
37
Vigil, op.cit., pp.250-251
38
Sánchez Lora (op.cit.) recoge las diferentes modalidades de financiación de los conventos.
18
5.- La vía mística y sus manifestaciones barrocas
La proliferación de sueños y visiones se vio igualmente justificada por las propias normas que el
Concilio de Trento impuso para los nuevos conventos. Entre las medidas disciplinarias
propuestas figura la de impedir las relaciones familiares y controlar la mendicidad, es decir,
hacer del convento un "hortus conclusus" en el que se favoreció la religión interiorizada,
alimentada y necesitada del encierro. Esta interiorización -que caracteriza toda la devotio
moderna- abría el camino hacia la santificación personal, en la que se aunaban el intelecto, el
sentimiento y la imaginación. El lenguaje imaginativo y la capacidad visionaria que aportara
Santa Teresa constituyen los pilares de una mística que se entendió como la única aventura
espiritual que a muchas mujeres les ofrecía el encierro del convento.40
Aparte de sus propios escrúpulos y temores, debemos tener en cuenta que la santa escribe
para ser leída por monjas. Sabe que (...) la emulación mística es una plaga en los conventos, y
si bien pocas veces termina en herejía, las más de ellas da en frustración, cansancio y
sequedad de espíritu. Que la mística, sobre ser producto de la gracia, es una espiritualidad de
élite, no admite modas, no es masiva, y cuando pretende serlo sólo puede conducir al
desengaño. Por ello, Teresa intentará asegurar, evitar desvíos, preservar del drama o la herejía,
y así ofrecerá como modelo lo que tanto ella como San Juan de la Cruz, y todos los místicos,
consideran como vía para principiantes, en la cual es necesario acudir a símbolos externos, a
las imágenes, a la carne crucificada, a la ascética purificadora.41
39
King, op.cit. p.172
40
Paloma Martínez-Burgos García, "Bajo el signo de Venus: la iconografía de la mujer en la pintura de los siglos XVI
y XVII", en Alain Saint-Saëns (ed.), Historia silenciada de la mujer, Editorial Complutense, 1996; p.117
41
Sánchez Lora, op.cit p.225
19
Tampoco podremos detenernos para ver cuánto supuso la monja de Ávila
para la literatura del Siglo de Oro, pues excede con creces la pretensión de este
ensayo. No obstante conviene tener siempre presente esta figura como precursora
de la voz femenina en el convento, y sus afanes y disputas en el convento de la
Encarnación como sesión inaugural de unos movimientos de dignificación de los
cenobios femeninos.
Los movimientos místicos parecen constituir así una salida digna de la mujer al
escenario público. De hecho la tesis defendida por Sánchez Lora es que la
extravagancia religiosa femenina del barroco supone una fuga de las violencias
físicas y doctrinales que pesan sobre la mujer de la época42. La monja escritora, o la
visionaria, o la penitente que se mortifica y describe de manera plástica su
sufrimiento, buscan en el fondo el protagonismo social y la autoafirmación personal
que la realidad del momento se obstina en negarles:
Tal como D.Quijote, muchas monjas intentan dar sentido a su clausura asumiendo las historias
maravillosas que se les ofrecen como modelos para que abrace esa clausura, o que ella misma
busca como huida ilusoria. Agostada la mística, el esfuerzo por vivificarla empieza y termina
dramáticamente, en la ascética, pero una ascética gesticulante que ya no alcanzará la escala
secreta sanjuanista. No estando la casa sosegada, todo será hacer fuerza al proceso a base de
violencia y sangre, para sosegar, para aniquilar la otra tendencia horizontal que repugna al
aprisionamiento. 43
Este misticismo español es un fenómeno muy delimitado y corto en el tiempo, y en el siglo XVII
no queda nada de él (...) Subsisten, sí, formas de mentalidad mágica que no se pueden
confundir, sin más, con el misticismo (...), los aspectos que caracterizan al misticismo, por lo
menos tal como se dio en España -en Santa Teresa, en San Juan de la Cruz-, son francamente
diferentes de los del Barroco; son más bien antibarrocos 44
42
Sánchez Lora, op.cit p.31
43
Sánchez Lora, op.cit p.241
44
J.A. Maravall, La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975.
20
El tipo de contemplación a que conduce la catarsis barroca queda lejos de aquel "ver sin ver" y
"oír sin oír" de que hablan los místicos del XVI (...) La "visión" barroca es la culminación de la
teatralidad hagiográfica.45
Numerosas mujeres hicieron suya esta moda [la extravagancia religiosa]. Mujeres que
encuentran en el "yo" de la deliberación íntima una promoción individual; no más esposa-madre,
religiosa o prostituta, sino sujeto de su propia elección. 46
(...) porque este sexo femenino es más flaco de cabeza, y las cosas naturales ó ilusiones del
Demonio las tienen por del Cielo, y de Dios; sueñan más que los hombres y piensan que son
verdades apuradas... son más imaginativas que los hombres, pues como tengan ellas menos
juyzio y discurso, y menos prudencia, mas se inclina el Demonio a engañar a las mugeres.47
Un ejemplo claro de ello es el de Lucrecia de León que, a finales del siglo XVI,
relataba a su confesor sueños en los que obtenía revelaciones divinas sobre
doctrina cristiana y su interpretación, sobre el futuro de España y las decisiones que
el rey debía tomar al respecto:
Profetisa divina, confidente real, mujer guerrera, salvadora de la nación y reina: en los paisajes
imaginarios de sus sueños, Lucrecia podía requerir y dar órdenes a los hombres. La gloria y la
fama son, quizá, la materia de que están hechos la mayoría de los sueños, pero Lucrecia,
parece haber ido un paso más allá, convirtiéndose en cierto modo en la abanderada que
soñaba ser48
45
Sánchez Lora, op.cit., p.427
46
Bartolomé Bennassar, Inquisición española: poder político y control social, Crítica, Barcelona, 1981; p.174
47
Gaspar Navarro, Tribunal de la superstición ladina... ,Huesca, 1631; citado por Sánchez Lora, op.cit.
48
Richard L. Kagan, "Lucrecia de León, la profetisa", en Giulia Calvi (ed.), La mujer barroca, Alianza, Madrid, 1992;
p.47
49
Gustav Henningsen, El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española, Alianza, Madrid.
21
muerte es aceptada como "paideia", educadora y canalizadora de los
comportamientos:
Es un fenómeno que tiene su antecedente más inmediato en el macabrismo del siglo XIV; sin
embargo, existe una diferencia sustancial. El siglo XIV no pretendió más que enseñar el arte de
morir recordando que la muerte habrá de llegar necesariamente. El Barroco va más lejos, no
pretende enseñar a morir en primera instancia, sino a enseñar a vivir para morir, poniendo
énfasis en el primer extremo, porque no hay más arte de morir que el arte de una vida meritoria,
reglada de acuerdo con los principios tenidos por valiosos.50
Si el arrobo, el éxtasis y las locuciones son signos de elección divina; cuanto más intensos sean
mayor será el grado de acercamiento a Dios. La beata se desgarra física y espiritualmente (...)
su cuerpo -convertido en hipérbole- es continuo creador de excesos, y así, los gemidos, golpes,
bramidos y contorsiones son reveladores no sólo de poseer demonio sino también de estar
andando un camino de santidad y perfección cuya meta es la misma divinidad51
También son frecuentes las condenas fulminantes, no porque estas revelanderas impugnaran
el dogma o atacaran frontalmente a la jerarquía, que no lo hicieron, sino por la amenaza que
suponía una práctica religiosa que se desarrolla fuera del ámbito de control centralizado y
fiscalizado de la autoridad eclesiástica53
50
Sánchez Lora, op.cit., p.434
51
Moncó, op.cit., p.67
52
Moncó, op.cit., pp.69 y ss.
53
Sánchez Lora¸op.cit., p.344
22
Podemos entender que una de las grandes disputas en los conventos
femeninos de la época fuese la elección de confesores, y precisamente Santa
Teresa y San Juan de la Cruz, se vieron involucrados en una contienda de este tipo,
tratando de zafarse de los confesores del clero regular, que ejercían un poderoso
control sobre las actividades del convento de la Encarnación. El paso de los
conventos a la jurisdicción episcopal implicaba una mayor autonomía de las monjas,
"porque es de suponer que los obispos tenían más cosas que hacer que
entrometerse en la vida cotidiana de las monjas, al contrario de lo que sucedía con
los frailes". 54
(...) la religión puso a disposición de las mujeres un vocabulario rico y expresivo, y sirvió como
sistema de comunicación social en el que, por diversas razones, las mujeres se distinguieron
como participantes especialmente eficaces55
54
Vigil, op.cit., p.236
55
James S. Amelang, "Los usos de la autobiografía: monjas y beatas en la Cataluña moderna", en J.S. Amelang y
Mary Nash (eds.), Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, IVEI, Valencia, 1990;
p.191
23
respecta a los "bienes de gracia", "ca en estos no conviene escadruñar ni aver respecto al
estado de la persona que sea varon o enbra". 56
Usar el lenguaje de la autoridad, en este caso [Carta atenagórica] el lenguaje teológico de las
jerarquías religiosas masculinas, sin estar autorizado por las instituciones que sancionan los
saberes, es por supuesto y claramente una subversión del orden que sustenta los diversos
planos simbólicos que a su vez legitimizan las situaciones de poder, en una constante
interacción. En el caso de sor Juana esta subversión es la subversión del orden patriarcal. Sor
Juana es moderna porque desautoriza a Vieyra, no porque su sutil y vana disquisición patrística
sobre las finezas de Cristo fuera moderna. 57
56
Luna, op.cit.,p.53
57
Luna, op.cit., p.166
24
Esta actitud se mantiene en la Respuesta a Sor Filotea, y en su célebre poema
que comienza: "Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón...". En su obra,
sor Juana resume los argumentos de la reivindicación feminista de una manera
rotunda y sutil a la vez.
Aun con todos los condicionantes de censura y control eclesiástico, la mayor
parte de los discursos siguen representando esa voz femenina que venimos
precisando desde líneas anteriores:
Incluso cabe afirmar que este tipo de escritos autobiográficos, con su estilo
sencillo, con esa aparente despreocupación sobre asuntos severos, y esa candidez
de espíritu, podrían servir de excusa para alejar a la Inquisición de los contenidos de
la propia obra:
Bajo la amenaza de la Inquisición (...) escribirían las mujeres de los conventos muchas de sus
obras, modulando sus voces de escritoras con retóricas del engaño y la ocultación, y en
momentos de heroísmo suicida con los argumentos de la retórica profeminista.59
Porque varios confesores le encargan la redacción de una autobiografía, dictará tres veces su
Vida a una hermana de la misma comunidad. De hecho, Isabel es analfabeta: confiesa que no
sabe leer ni escribir, si bien esto no le impide insertar de vez en cuando en su discurso
reflexiones acerca de problemas tocantes a materias espirituales o hasta teológicas (...)
58
Porro, op.cit., p.51
59
Luna, op.cit., pp.171-172
60
Senabre, en el capítulo "La autobiografía como coartada", op.cit., pp.47-51
25
Al atribuirse un papel de intermediaria entre Dios y la humanidad pecadora, incluso no vacila en
hacerse garante de la veracidad de sus afirmaciones:
"Mirad, hombres ciegos y desatinados, que os dexáis caer por vuestro gusto en los Infiernos,
contra la voluntad de Dios, nuestro Señor..."61
Ya hemos visto que la escasa consideración del género masculino hacia estas
mujeres, a las que su exiguo bagaje intelectual servía de escudo protector, permitía
que esos atrevimientos circularan en los ámbitos conventuales, fomentando una
literatura de signo diferente.
No en todos los casos son tan benevolentes las autoridades eclesiásticas. Las
primeras poetisas del Carmen reformado, Ana de Jesús, Ana María de la Cruz, Ana
de San Bartolomé o María de San José Salazar, abrieron junto a Santa Teresa una
corriente de "protesta" por lo que a las condiciones de los conventos de monjas se
refería:
Nicolás de Jesús María (Doria), no sólo Provincial, sino General de la Orden, empezó a
controlar la vida de las monjas desde la Consulta por él presidida y en los años de 1590 y 1591
tuvo lugar la famosa contienda con las descalzas, de hecho, contra María de san José y Ana de
Jesús, que acudieron al Papa para obtener un breve con la confirmación de las Constituciones
teresianas y un Comisario propio, haciéndose efectiva por ahí la premonición, y válida la
exhortación poética contenida en ¡Ay, ay Carmelo dichoso!:
"¡Somos mujeres! Pregunto: / ¿Cómo seremos oídas? / ¡Menos nos oirán caídas / en los males
que barrunto!..."62
Las vidas de aquellas mujeres estuvieron marcadas por una asociación de reforma, rigor y
fervor devoto, que(...) ayuda a explicar la característica más destacada que compartían en
común: su interés en comunicar por escrito sus propias experiencias. (...) Su acusada
inclinación autobiográfica tuvo mucho que ver con su gusto por el activismo, y puede ayudar
también a explicar el recurso a un "estilo llano" en la expresión literaria, rasgo común a muchos
reformadores religiosos de la época moderna63
61
Sonja Herpoel, "Los auditorios de Isabel de Jesús", en Lou Charnon-Deutsch (ed.), Estudios sobre escritoras
hispánicas en honor de Georgina Sabat-Rivers, Castalia, Madrid, 1992; pp.130 y 132. Los testimonios que recoge
están tomados de la obra de Francisco Ignacio, Vida de la venerable madre Isabel de Jesús, recoleta agvstina, en
el convento de San Ivan de la villa de Arenas. Dictada por ella misma, y añadido lo qve falta de sv dichosa muerte,
Madrid, Francisco Sanz, 1672
62
MªPilar Manero Sorolla, "La poesía de María de san José (Salazar)", en Charnon-Deutsch, op.cit., pp.214-215
63
Amelang, op.cit., pp.202,203
26
manifestaciones de ese interés por participar en la reforma de la vida pública. Es
difícil calibrar la influencia de religiosas como sor Luisa de la Ascensión, "la monja
de Carrión", o sor María de Ágreda, de seglar María Coronel, sobre Felipe III y
Felipe IV, de los que fueron respectivamente consejeras64, pero es evidente que la
consideración de los monarcas hacia ellas constituía por sí un valor envidiable para
cualquier mujer de la época. La prueba de su poder es que ambas fueron sometidas
a procesos inquisitoriales, la primera por sus visiones místicas y la segunda por su
asimilación al quietismo de Miguel de Molinos.
Podríamos pensar que la lírica difícilmente se presta a una interpretación tan
utilitarista como la expuesta hasta ahora, pero creemos que es necesario insertar la
voz poética femenina en una producción conventual de mayor rango. Las monjas,
cuando escriben, no olvidan ni su condición de religiosas ni su condición de mujeres,
y en toda la poesía conventual femenina, salvo composiciones circunstanciales de
carácter convencional, se aprecia un tono diferencial que las distingue de la otra
poesía áurea de factura masculina. Por ello, aunque no encontremos ese
compromiso con su género, ese activismo que se hace patente en otras obras en
prosa, siempre hallaremos una voz de mujer que reclama un espacio para
expresarse.
Veremos a continuación algunas de estas religiosas poetisas, y cómo se
manifiesta en ellas lo apuntado hasta el momento.
Antes había viajado y escrito lo suficiente como para inmortalizar su nombre en las
64
María Jesús de Ágreda, Correspondencia con Felipe IV, recopilación efectuada por Consolación Baranda,
Castalia, Madrid, 1991
27
mis entrañas, mi afición;
luz, esposo y Redención,
pues por vuestra me ofrecí,
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte o dadme vida
salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz cumplida,
que, medrosa o atrevida,
a todo diré que sí (...)65
65
Seguimos la antología ya citada de Ana Navarro, pp.102-103
66
Navarro, op.cit.,p.112
67
Serrano y Sanz, Apuntes...
28
SONETO ESPIRITUAL DE SILVA
En el siniestro brazo recostada
de su amado Pastor, Silva dormía,
y con la diestra mano la tenía
con un estrecho abrazo a sí allegada.
Era grande la violencia que se hazía al desnudarse, y no por temor al dolor, sino por el
empacho natural, y la vergüenza que en sumo grado sentía (...) Oía contar los golpes a la que
los dava, nunca menos de cincuenta, llegavan tal vez a ciento, no pocas perdia la cuenta.
Acabada la disciplina, la mandava con mucho señorio que le besasse los pies, postrada en el
suelo los besava. (...) la atava a una coluna que hizieron a proposito, los pies en la tierra fria y
una soga de cañamo a la garganta y con los cabos la atava las manos y muñecas a la coluna, y
assi la disciplinava todo el cuerpo a toda fuerza (...) Estava por lo menos media hora desnuda,
tal vez vna y en tiempo de grandes frios quedava el cuerpo insensible (...) Llevavanla alguna
vezes desnuda, descalzos los pies por la tierra frigidissima, con solo una cofieta en la cabeza
que recogia el cabello y una toalla atada por la cintura, una soga a la garganta, vnas vezes de
cerdas, otras de cañamo, y atadas las manos con ella, la traian de unos aposentos a otros
como a malhechora (...) vna de aquellas mugeres iva delante tirando de la soga diziendola
palabras de humillacion y abatimiento, y a vezes le davan bofetones, pisavanla la boca, reñianla
con aspereza, como si fuera una esclava y vltimamente parava en muchos açotes69
Otra monja visionaria que fue objeto de inspecciones inquisitoriales fue sor
María de la Antigua (1566-1617). En el proceso contaba cómo se le apareció el
demonio en forma de gato parlante, y cómo lo ahuyentó a palos. Su procedencia de
familia humilde, y el hecho de no saber escribir, no la privan de ejercitar al dictado
una versificación de relativa calidad:
CANCIÓN
Alma, que estando muerta
y en horrores de vicios sepultada,
Dios te llama y despierta
68
Navarro, op.cit.,p.119
69
Luis Muñoz, Vida y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal y Mendoça. Su jornada a Inglaterra y
sucessos en aquel Reyno. Madrid. 1632, citado por Anne J. Cruz, "Chains of Desire: Luisa de Carvajal y
Mendoza's poetics of penance", en Charnon-Deutsch, op.cit., pp.100-101
29
con una voz tan dulce y regalada,
¿qué haces, que no escuchas
sus amorosos ecos? (...)70
Sor María de Santa Isabel, poetisa fecunda nacida a principios del XVII, y que
firmaba sus poesías con el seudónimo de "Marcia Belisarda", es un exponente de
mujer que no renunció a poetizar sus experiencias mundanas al margen de su
actividad religiosa. Sus declaraciones sobre la doctrina de igualdad cristiana se
enmarcan en el movimiento de dignificación femenina llevado a cabo por la reforma
religiosa: "quien dio el alma a la mujer la dio al hombre, y que no es de otra calidad
que éste aquélla, y que a muchas concedió lo que negó a muchos".71
Sus poesías de tema profano superan en calidad a las religiosas:
Pero quizá la más destacada de las poetisas religiosas de la época sea Sor
Marcela de San Félix (1605-1688), hija de Lope de Vega y Micaela Luján. El
ambiente familiar la imbuyó bien pronto de la vocación literaria que se manifestaría
70
Navarro, op.cit.,p.122
71
Citado por Navarro, op.cit.,p. 25
72
Navarro, op.cit.,pp.198-199
73
Navarro, op.cit.,pp.215-216
30
más tarde en todo su esplendor74. Su ingreso en el convento de las Trinitarias
Descalzas de Madrid sirvió para cuajar esa vocación poética heredada de su padre:
(...) en el caso de sor Marcela muy particularmente, el convento sirvió no solamente de refugio
en un ambiente poco hospitalario sino también de aula para cultivar sus dotes literarias. Cuando
la protección personal era absolutamente necesaria y las posibilidades de desarrollo artístico
para una mujer casi nulas, pocas podían ser sus alternativas75
Su obra, de la que sólo se conserva uno de los cinco libros que compuso,
consta de loas, romances, villancicos, endechas, seguidillas, liras, e incluso algunos
coloquios representables. La aparición de personajes masculinos en su obra es un
elemento crítico a las convenciones misóginas de la época:
Los personajes masculinos que aparecen frecuentemente en las loas, le permiten crear un
discurso subversivo (...). En este teatro conventual, los personajes masculinos sirven para
hacer mofa de las actitudes patriarcales con respecto a la vida religiosa femenina, de las
pretensiones sociales y culturales de la vida secular, y de algunos individuos, incluida la misma
autora76
74
Sor Marcela, cuando aún era una niña, copiaba para el duque de Sessa las cartas de amor de su padre y su
amante.
75
Electa Arenal y Georgina Sabat de Rivers (eds.), Literatura conventual femenina: Sor Marcela de San Félix, hija
de Lope de Vega. Obra completa, PPU. Barcelona, 1988; p.11
76
Arenal-Sabat, op.cit., pp.23-24
77
Arenal-Sabat, op.cit., p.528
31
Dejamos en el olvido a otras monjas que escribieron poesías, como la ya
citada Isabel de Jesús, o Ana Abarca de Bolea, muy relacionada con círculos
literarios, y que llegó a escribir una novela religioso-pastoril. Con sor Gregoria
Francisca de Santa Teresa (1653-1736) se abre paso la sobriedad del XVIII:
Celos me da un pajarillo,
que remontándose al cielo,
tanto en sí mismo se excede,
que deja burlando al viento. (...)
Hemos tenido que obviar a las dos grandes conocidas de la época, Santa
Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz, porque la orientación de este estudio
no permitía adentrarse en profundidad en las obras individuales, y existen ya
estudios concienzudos que llenarán los huecos que hayamos ido dejando atrás.
Creemos cumplida la misión de ofrecer un panorama general de la lírica
conventual femenina de los Siglos de Oro, aunque la brevedad y limitación de
medios con que se ha visto condicionado este estudio, quizá marquen la factura del
mismo con un toque de improvisación que esperamos supla la benevolencia del
lector.
78
Navarro, op.cit.,p.280
32
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