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Reflexiones sobre el segundo

y tercer mandamiento de la
Ley de Dios
2

Leed con atención esta segunda


parte la cual conlleva a tener un
mayor conocimiento de la Ley de
Dios.

Francisco Martínez Arias

Abril 2009
EL SEGUNDO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:
NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO.

Este mandamiento prohíbe usar en forma no correcta el nombre de Dios.


No se debe tomar el nombre de Dios para jurar en su nombre, pues jurar
es poner a Dios por testigo de la verdad de lo que se dice.
Este mandamiento posee tres cualidades esenciales para utilizarlo en
forma correcta:
que sea con verdad, que sea con justicia, y que haya verdadera
necesidad . No es lícito jurar con duda . Debes tener certeza moral, con
el fin de excluir toda duda razonable, pero no excluye en absoluto el
temor a equivocarse.
Siempre se debe tener absoluta certeza de lo que se dice,
sobre todo cuando hay que jurar ante una eventualidad.
Hay que dejar bien claro que lo que se jura es haberlo oído
de una fuente fidedigna de crédito. El que jura con mentira
peca gravemente, si advierte que jura y sabe que miente.
Poner a Dios por testigo de una falsedad es injuriarle
gravemente.

Jurar sin justicia es jurar hacer algo malo y que vaya en


perjuicio del prójimo. El pecado será grave o leve según
que lo que se jure, sea grave o sea levemente ilícito.
Si lo que se ha jurado es malo, no se puede cumplir. Serían dos
pecados. Uno por jurar una cosa mala, y otro por hacerla. Quien ha
jurado hacer algo malo, debe sentir dolor por el juramento hecho y no
cumplirlo. Jurar sin necesidad es jurar sin tener motivo razonable para
ello; como los que juran por costumbre.

El que jura con verdad pero sin necesidad, por costumbre, sin darse
cuenta, no comete pecado grave; pero tiene que corregirse de su mala
costumbre.

Para que haya verdadero juramento es necesario que haya intención de


jurar

Quien finge jurar pronunciando la fórmula sin intención de jurar, peca


porque esto es una injuria a Dios.
La verdadera fórmula para jurar incluye, en forma
implícita o explícita la invocación a Dios en testimonio
de la verdad, verbigracia.: te juro por Dios que... .
Expresiones como: si no es verdad que me muera , por
la salud de mi madre , etc., deben considerarse como
fórmulas juratorias que suponen poner a Dios por
testigo de la verdad, y que en caso contrario Él se
encargará de castigar la mentira. Frases que a veces se
usan en la conversación como júramelo , te lo juro , etc.,
no deben considerarse siempre como verdadero
juramento, pues no tienen intención de jurar.
Peca, además, contra este mandamiento el que dice
cosas contra la Religión, y el que dice blasfemias.
Blasfemia es toda expresión insultante contra Dios, la
Virgen, los Santos o cosas sagradas: ya sea con
palabras, gestos, signos, dibujos, etc.

Dios castiga mucho la blasfemia. A veces, también en


esta vida. Otros pecados pueden hacerse por debilidad o
por sacar algún provecho; por ejemplo robar.

Pero el que dice blasfemias no saca nada. La blasfemia


es un pecado que va directamente contra la majestad de
Dios. Por eso a Dios le duele tanto y lo castiga con gran
rigor. La blasfemia es un pecado diabólico.
También peca contra este mandamiento
quien no cumple sus votos o promesas
hechas a Dios para reforzar nuestras
súplicas y manifestar nuestro
agradecimiento.

El voto es una promesa hecha a Dios en


forma libre y deliberada. Hay obligación de
cumplirlo bajo pecado grave o leve, según
como uno se haya comprometido

Son pecados graves contra este


mandamiento la blasfemia, el no cumplir,
pudiendo, los votos graves, y el jurar en
falso.
Síntesis

Dios es santo, y su nombre lo es


porque el nombre representa a la
persona Igualmente, cuando
nombramos a Dios, no debemos
pensar simplemente en unas letras,
sino en el mismo Dios, Uno y Trino. Por
eso hemos de santificar su nombre y
pronunciarlo con gran respeto y
reverencia
San Pablo afirma que al pronunciar el nombre de
Jesús se debe doblar toda rodilla en la tierra, en el
cielo y en los infiernos. (Filipenses. 2, 10).
Los milagros más grandes se han hecho en nombre
de Jesús: En el nombre de Jesucristo Nazareno,
levántate y anda (Hechos 3, 1-7); los ángeles y los
santos en el cielo alaban continuamente el nombre
de Dios, proclamando: Santo, Santo, Santo; nosotros
mismos pedimos en el Padrenuestro: Santificado sea
tu nombre y hemos de esforzarnos para que el
nombre de Dios sea glorificado en toda la tierra.

También ha de ser honrado el nombre de la


Santísima Virgen María, de San José, de los ángeles
y de los santos.
El juramento es otra manera de honrar el nombre
de Dios, ya que es poner a Dios como testigo de la
verdad de lo que se dice o de la sinceridad de lo
que se promete.

A veces es necesario que quien hace una


declaración sobre lo que ha hecho, visto u oído,
haya de reforzarla con un testimonio especial. En
ocasiones muy importantes, sobre todo ante un
tribunal, se puede invocar a Dios como testigo de
la verdad de lo que se dice o promete: eso es hacer
un juramento.

Fuera de estos casos no se debe jurar nunca, y


hay que procurar que la convivencia humana se
establezca con base en la veracidad y honradez.
Cristo dijo: “Sea, pues, vuestro modo de hablar sí,
sí, o no, no. Lo que exceda de esto, viene del
Maligno” (Mt. 5, 37).
Como anteriormente lo dijimos, el juramento bien hecho es
no sólo lícito, sino honroso a Dios, porque al hacerlo
declaramos implícitamente que es infinitamente sabio,
todopoderoso y justo. Para que está‚ bien hecho se
requiere:

1) Afirmar sólo lo que es verdad y prometer sólo lo que se


tiene intención de cumplir.

2) Afirmar o prometer sólo lo que es permitido y no es


pecaminoso.

3) Sólo cuando es realmente importante que se nos crea, o


cuando lo exige la autoridad eclesiástica o civil.
Para que realmente se trate de un voto requiere:
- por parte del que lo hace, que la promesa hacha a Dios sea:

a) formal: el compromiso de cumplirlo se hace expresamente,


considerando que hacemos un voto ante Dios, y no un mero
propósito

b) deliberada: no fruto de una ocurrencia repentina

c) libre: de coacción física o moral

Por otra parte de la cosa prometida, que sea razonable y posible,


buena y mejor que su contraria.

Puede hacer votos quien tenga uso de razón y suficiente


conocimiento de la cosa que promete, y una vez hecho lícitamente
hay obligación grave de cumplirlo: Si hiciste algún voto a Dios, no
tardes en cumplirlo porque a Dios le desagrada la promesa necia e
infiel. Es mucho mejor no hacer voto que después de hacerlo no
cumplirlo (Eccli. 5, 3-4)
En la Sagrada Escritura se relata el voto imprudente que
hizo Jefté, Juez de Israel: “Si entregas en mis manos a los
hijos de Amón, te ofreceré‚ en sacrificio al primero que
salga a recibirme cuando regrese victorioso”. Al volver
Jefté y salir a su encuentro, antes que nadie su hija única,
razgó sus vestiduras y comprendió su imprudencia
(cfr. Jueces 11, 30-40).

En general, es mejor acostumbrarse a hacer propósitos


que nos ayuden a mejorar, sin necesidad de votos ni
promesas, a no ser que Dios así nos lo pida. Si alguna vez
se requiere hacer una promesa a Dios, es prudente
preguntar antes al confesor para asegurarnos de que sea
oportuna.
Son pecados contra este mandamiento:

PRONUNCIAR CON LIGEREZA O SIN NECESIDAD EL NOMBRE DE DIOS

“El segundo mandamiento prohíbe abusar del nombre de Dios,


es decir, todo uso inconveniente del nombre de Dios, de
Jesucristo, de la Virgen María y de todos los santos”
(Catecismo, n. 2146).

Este empleo vano del nombre de Dios es pecado


(cfr. Eclo. 23, 9-11), en general venial, porque no afecta
grandemente el honor de Dios.

Conviene evitar el mezclar con frecuencia en las conversaciones


los nombres de Dios, de la Virgen o de los santos, para evitar de
esta manera irreverencias.
La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento.
Consiste en proferir contra Dios -interior o exteriormente-
palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios,
faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de
Dios (Catecismo, n. 2148).

“La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras


contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es
también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar
prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o
dar muerte” (Catecismo. No 2148.).
Se debe comprender la gravedad de este pecado al
considerar los castigos que Dios infligía al blasfemo. En
el Levítico (cfr. 24,10-16) se lee que en una riña, el hijo de
una mujer israelita blasfemó contra el santo nombre de
Dios. Moisés le puso al culpable en una obscura prisión
y entretanto preguntó al Señor qué debía hacer. La
respuesta de Yahavé fue la siguiente: “Saca de la cárcel
al impío blasfemo; y todos los que escucharon el insulto
contra Mí, levanten la mano sobre él para protestar
contra su delito y después sea apedreado por todo el
pueblo”. La lapidación era el suplicio decretado por Dios
contra los blasfemos.
Por lo tanto podemos concluir: «No tomarás en
falso el nombre del Señor tu Dios»
(Ex 20, 7; Dt 5, 11).

«Se dijo a los antepasados: “No perjurarás”...


Pues yo os digo que no
juréis en modo alguno» (Mt 5, 33-34).

El segundo mandamiento prohíbe también el uso


mágico del Nombre divino.
Tercer Mandamiento:Santificarás las fiestas

Introducción
Dios nuestro Señor quiere que cada semana le
dediquemos un día de fiesta para darle gloria y para
nuestro bien y descanso.
Ese día ya no es el sábado como en el Antiguo
Testamento, sino que la fiesta es el domingo, porque es
el día en que Jesucristo resucitó glorioso del sepulcro.

Los Apóstoles comenzaron a celebrar este día de la


Resurrección y la Iglesia ha puesto en este mismo día
la obligación de oír Misa entera todos los domingos y
feriados religiosos de precepto juntamente con el
descanso dominical.
Cuando no hay sacerdote o existe algún
impedimento grave para asistir a la Santa
Misa, se ha de procurar participar en una
liturgia o en oraciones especiales al Señor;
además que hay que santificar y observar el
descanso dominical.

Contenido
«Recuerda el día del sábado para santificarlo
(hoy domingo). Seis días trabajarás y harás
todos tus trabajos, pero el día séptimo es día
de descanso para el Señor, tu Dios. No harás
ningún trabajo»
(Ex 20, 8-10; cfDt 5, 12-15)

Documentos
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia
«El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre
para el sábado. De
suerte que el Hijo del hombre también es Señor del sábado»
(Mc 2, 27-28)

2168
El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del
sábado: “El día séptimo será día de descanso completo,
consagrado al Señor” (Ex 31, 15).
2169
La Escritura hace a este propósito memoria de la creación:
„Pues en seis
días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto
contienen, y el
séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y
lo hizo
sagrado‟ (Ex 20, 11).
2170
La Escritura ve también en el día del
Señor un memorial de la liberación de Israel de la esclavitud
de Egipto: “Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de
Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano
fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha
mandado guardar el día del sábado”
(Dt 5, 15).

2171
Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara como
signo de la alianza inquebrantable (cf Ex 31, 16). El sábado
es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de
Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en
favor de Israel.
2172
La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios „tomó respiro‟
el día séptimo (Ex 31, 17), también el hombre debe “descansar y hacer
que los demás, sobre todo los pobres, recobren aliento” (Ex 23, 12). El
sábado interrumpe los trabajos cotidianos y concede un respiro. Es un día
de protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero (cf Ne
13,
15-22; 2 Cro 36, 21).

2173
El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de
quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este
día (Mc. 1, 21; Jn. 9, 16), sino que con autoridad da la interpretación
auténtica de esta ley: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Mc. 2, 27). Con compasión, Cristo proclama que
“es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de
destruirla” (Mc. 3, 4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y
del honor de Dios (Mt. 12, 5; Jn 7, 23).
“El Hijo del hombre es Señor del sábado” (Mc. 2, 28).
¡Este es el día que ha hecho el Señor, exultemos y
gocémonos en él! (Sal 118, 24).

2174
Jesús resucitó de entre los muertos „el primer día
de la semana‟ (Mt 28,1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1).
En cuanto es el „primer día‟, el día de la
Resurrección de Cristo recuerda la primera
creación. En cuanto es el „octavo día‟, que sigue al
sábado (Mc. 16, 1); Mt. 28, 1), significa la nueva
creación inaugurada con la resurrección de Cristo.
Para los cristianos vino a ser el primero de todos
los días, la primera de todas las fiestas, el día del
Señor
(„Hè kyriakè hèmera‟, „dies dominica‟), el „domingo‟:
Nos reunimos todos el día del sol porque es el primer día
(después del sábado judío, pero también el primer día), en
que Dios, sacando la materia de las tinieblas, creó al
mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador
resucitó de entre los muertos (S. Justino, Apol. 1,67).

2175
El domingo se distingue expresamente del sábado, al que
sucede cronológicamente cada semana, y cuya
prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos.
Realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad
espiritual del sábado judío y anuncia el descanso eterno
del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el
misterio de Cristo, y lo que se practicaba en ella
prefiguraba algún rasgo relativo a Cristo (1 o 10, 11):
Los que vivían según el orden de cosas antiguo han
pasado a
la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino
el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida
por El y por su muerte. (S. Ignacio de Antioquía, Magn.
9, 1).

2176
La celebración del domingo cumple la prescripción
moral, inscrita en el corazón del hombre, de „dar a Dios
un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo
de su bondad universal hacia los hombres‟ (S. Tomás
de A., s. th. 2-2, 122, 4). El culto dominical realiza el
precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y
espíritu recoge celebrando cada semana al Creador y
Redentor de su pueblo.
2177
La celebración dominical del día y de la Eucaristía del
Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la
Iglesia. „El domingo, en el que se celebra el misterio
pascual, por tradición apostólica, ha de observarse
en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto‟
(CIC can. 1246, 1).

"Igualmente deben observarse los días de Navidad,


Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de
Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada
Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles
Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos"
(CIC can. 1246,1).
2178 Esta práctica de la asamblea cristiana se remonta a los
comienzos de la edad apostólica (Hch. 2, 42-46; 1 Co. 11, 17). La
carta a los Hebreos dice: „No abandonéis vuestra asamblea,
como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animaos
mutuamente‟ (Hb. 10, 25).

La tradición conserva el recuerdo de una exhortación siempre


actual: „Venir temprano a la iglesia, acercarse al Señor y
confesar sus pecados, arrepentirse en la oración... Asistir a la
sagrada y divina liturgia, acabar su oración y no marcharse
antes de la despedida... Lo hemos dicho con frecuencia: este
día os es dado para la oración y el descanso. Es el día que ha
hecho el Señor. En él exultamos y nos gozamos.
(Autor anónimo, serm. dom.).
2181
La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la
práctica cristiana.
Por eso los fieles están obligados a participar en la
Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén
excusados por una razón seria [por ejemplo,
enfermedad, el cuidado de niños pequeños] o dispensados
por su pastor propio (CIC can. 1245). Los que
deliberadamente faltan a esta obligación cometen un
pecado grave.”

2184
Así como Dios „cesó el día séptimo de toda la tarea que
había hecho‟ (Gn. 2, 2), así también la vida humana sigue
un ritmo de trabajo y descanso. La institución del día del
Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo de
descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar su
vida familiar, cultural, social y religiosa (GS 67, 3).
2185
Durante el domingo y las otras fiestas de
precepto, los fieles se abstendrán de
entregarse a trabajos o actividades que
impidan el culto debido a Dios, la alegría
propia del día del Señor, la práctica de las
obras de misericordia, el descanso necesario
del espíritu y del cuerpo. Las necesidades
familiares o una gran utilidad social
constituyen excusas legítimas respecto al
precepto del descanso dominical. Los fieles
deben cuidar de que legítimas excusas no
introduzcan hábitos perjudiciales a la religión,
a la vida de familia y a la salud.
En resumen: Santificando las fiestas, el fiel
cristiano - Cumple con su deber de dar culto a Dios
de la manera mejor posible, la Santa Misa.
- Descansa del trabajo para atender más
solícitamente al cuidado de su alma.
- Repara las fuerzas físicas, disponiéndonos para
reanudar el trabajo con mayor intensidad.
- Reúne a la familia, facilitando a los padres la
educación de los hijos.
- Fomenta la amistad y nos da ocasión de hacer
apostolado.

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