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SITUACIÓN ACTUAL DEL CONTROL

CONSTITUCIONAL EN EL MUNDO
Escuela Universitaria de Posgrado
Universidad Nacional “Federico Villarreal”

Maestría en Derecho Constitucional


DR. MANUEL GARCÍA TORRES
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Según Néstor Pedro Sagüés, el Control Constitucional plantea
las siguientes interrogantes:

- ¿Quién controla?: Poder Judicial y Tribunal Constitucional.


- ¿Cómo controla?: Mediante los Procesos Constitucionales.
- ¿Cuándo controla?: Cuando hay desconocimiento de la
Supremacía Constitucional y violación o amenaza de los
derechos fundamentales.
- ¿Para qué controla?: Para reafirmar la seguridad jurídica y
la defensa de la constitucionalidad.

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Según Néstor Pedro Sagüés, el Control
Constitucional plantea las siguientes interrogantes:

• ¿Quién controla?: Poder Judicial y Tribunal


Constitucional.
• ¿Cómo controla?: Mediante los Procesos
Constitucionales.
• ¿Cuándo controla?: Cuando se vulneran derechos
fundamentales y se desconoce la supremacía
constitucional.
• ¿Para qué controla?: Para mantener vigente la
seguridad jurídica.

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SISTEMAS O MODELOS DE CONTROL CONSTITUCIONAL

John Marshall
Corte Suprema de los Estados Unidos
(1755-1835)

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a) Americano, de revisión o control judicial
(judicial review), cuyas características son de
carácter declarativo, difuso (expresión acuñada
por Carl Schmitt), incidental, especial, y de
alcance relativo (inter partes), tal como lo
refirió Piero Calamandrei. Esta labor le compete
al Poder Judicial a través de sus diversas
instancias y tiene su acta de natalicio en el
celebérrimo case Marbury vs. Madison, siendo
el mentor John Marshall, quien lo pronunció en
1803.

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Hans Kelsen Tribunal Constitucional de Austria
(1881-1973)

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Karl Renner Constitución de Austria de 1920
(1870-1950)
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b) Europeo, austríaco o kelseniano, calificado además
como autónomo, concentrado, principal, general y
constitutivo, con efectos erga omnes (notas
características que también puso de relieve el
procesalista florentino Calamandrei), labor que realizan
los Tribunales Constitucionales en el entendimiento que
están integrados por una magistratura especializada,
vale decir los jueces o magistrados constitucionales
como intérpretes supremos de la Constitución. Es
unánime el sentir que este modelo encuentra su partida
de nacimiento en la Constitución de Austria de 1° de
octubre de 1920 donde por vez primera se implanta un
verdadero Tribunal Constitucional, la “criatura más
querida” de Kelsen. Por lo demás, el Tribunal
Constitucional austríaco es reconocido como madre de
todos los Tribunales Constitucionales. 8
Enmanuel Sieyés
(1748-1836)

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c) Político y/o socialista, que merece una breve
explicación. Se dice político ya que tuvo sus gérmenes
en el “Jurie constitutionnaire” que propuso Enmanuel
Sieyès en 1795, encaminado a velar la Constitución.
Así también tenemos a la Constitución del año VIII
que creó un Senado Conservador integrado por
ochenta miembros vitalicios e inamovibles, con lo
cual se desprende que eran órganos de carácter
netamente político y que no resolvían cuestiones
litigiosas. Se observa la superioridad política del
Parlamento. En el siglo XX se corre traslado de esta
labor a los países del bloque socialista liderados por la
URSS en donde se hablaba de legalidad y no de
constitucionalidad, otorgándose al Presidium del
Soviet Supremo el control de la Constitución.
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Domingo García Belaunde

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d) El modelo dual o paralelo: Tesis de Domingo García Belaunde
El modelo dual o paralelo –puede llamársele indistintamente– es aquél que
se da cuando en un país, en un mismo ordenamiento jurídico, coexisten el
modelo americano y el modelo europeo, pero sin mezclarse, deformarse ni
desnaturalizarse. Y esto, que no es frecuente, tiene su partida de nacimiento
en la constitución peruana de 1979, y ha sido reiterado en la vigente carta de
1993. Veámoslo con más detalle.
El Perú en el siglo XIX no tuvo un sistema de control constitucional,
aun cuando hubo intentos, sobre todo doctrinarios, para implantarlo. En
rigor, tan sólo en la década de 1930, sobre la base de proyectos que venían
desde atrás, es que se incorpora el llamado "modelo americano" en forma
expresa. Así, el Código Civil de 1936, en el artículo XXII de su Título
Preliminar, estableció que en caso de conflicto entre la Constitución y la
Ley, y entre ésta y otras normas inferiores, los jueces preferirían la primera,
esto es, la de mayor rango y en su caso, la Constitución.

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Esta norma, aislada y puesta en el lugar menos
indicado, fue reiterada y debidamente reglamentada
recién en 1963, en la Ley Orgánica del Poder Judicial
de ese año (Decreto Ley 14.605) en donde se incorporó
como una norma de Derecho Público, y no solamente
para el Derecho Privado, como algunos intérpretes en
forma restrictiva habían catalogado el escueto
enunciado de 1936. Tal modelo americano empezó a
funcionar a partir de 1963, si bien con intermitencias y
sobre todo con largos períodos espaciados, debido en
parte a la existencia de gobiernos de facto de larga
duración.

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En 1979, al discutirse la Nueva Constitución del Estado, y en
trance de volver al sistema democrático, como lo estaban haciendo
los países del área que dejaban tras de sí el experimento militar, la
carta reiteró, en su artículo 236, el precepto que establecía la
preferencia que todo juez debía otorgar a una norma superior sobre
cualquier otra de menor rango. Es decir, elevaron por vez primera a
nivel constitucional, el llamado sistema o control difuso. Pero al
mismo tiempo, por temor a la inactividad del Poder Judicial y
temiendo que éste, como había sucedido antes por interferencias
políticas, no tuviera un buen desempeño, crearon, al margen y fuera
del Poder Judicial, un órgano autónomo, no profesional, que no era
instancia y que condensaba el llamado sistema concentrado europeo.

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Nació así el Tribunal de Garantías Constitucionales, de
carácter permanente con nueve miembros, nombrados por
tercios: por el Congreso, por el Poder Ejecutivo y por la
Corte Suprema, entre juristas de destacada trayectoria y de
clara vocación democrática, requisito raro y peculiar,
explicable por cuanto se quería que los miembros de dicho
Tribunal fuesen demócratas que defendiesen el sistema
político, y no como sucedió otras veces con el Poder
Judicial, que cohonestó actos arbitrarios de las dictaduras.

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Las competencias de este Tribunal eran tan sólo dos:

a) Conocer en casación las resoluciones denegatorias


de los Habeas Corpus y Amparo, agotada la vía
judicial

b) Conocer en instancia única la Acción de


Inconstitucionalidad.

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Desarrollando estos dos puntos, tenemos que:
a) La Acción de Habeas Corpus fue introducida en el Perú en 1897 y
el amparo lo fue en 1974 en forma restringida en materia agraria,
pero en su versión moderna se consagraron ambos en la constitución
de 1979, siguiendo así la huella de otros países latinoamericanos,
mediante la cual el primero estaba vinculado a la libertad individual
y el segundo a la protección de los demás derechos fundamentales.
Pero se agregaban dos características: el conocimiento que de ellas
tenía el nuevo Tribunal de Garantías Constitucionales, era
únicamente de las que hubiesen sido denegadas en última instancia
judicial, pues era el Poder Judicial el que las conocía y tramitaba. Y
como lo comprueban las estadísticas, tan sólo el 10% del universo
de demandas era conocido por el Tribunal de Garantías, no tanto
porque el resto resultasen acogidas, sino por cuanto no todos
seguían los trámites ni se animaban a ir a un Tribunal algo distante y
que además no tenía más oficina que él mismo.

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En cuanto a la casación, era tomada del modelo
francés, o sea, en la modalidad del reenvío, con lo cual
al casar la sentencia venida en recurso, volvía al ente
judicial para que volviese a fallar en definitiva.

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b) La Acción de Inconstitucionalidad era típica del modelo
concentrado; directa, principal, con efectos erga omnes.
Como puede apreciarse, era el modelo europeo incorporado a un
sistema jurídico que conservaba el sistema difuso, sin cruzarse con
él, ya que el Poder Judicial retenía el conocimiento y defensa de
todos los derechos fundamentales a través del Habeas Corpus y el
Amparo [tan sólo conocía en casación el Tribunal de Garantías
Constitucionales y únicamente en caso de resoluciones denegatorias
de normas (art. 236 de la constitución)].
Así, en el caso peruano, no podía hablarse en rigor de un sistema
mixto, pues esto supone una mixtura, una mezcla de dos o más
elementos, que aquí no sólo no se daba sino que tampoco originaba
un tertium, que sea distinto a sus dos fuentes de origen.

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Por último, el Poder Judicial se mantenía separado y aparte del
Tribunal de Garantías Constitucionales, que era un órgano
constitucional del Estado, tan autónomo y tan igual como los demás
poderes clásicos. Dicho en otras palabras, la jurisdicción;
institucional se ejercía en forma paralela por dos entes distintos, que
nada tenían que ver entre sí, salvo la eventual coincidencia en
aquellos procesos constitucionales que no fuesen acogidos por el
Poder Judicial, y que eventualmente podían pasar en casación al
Tribunal de Garantías Constitucionales. Y que siempre fueron una
minoría.
Por estas razones, y por haber incorporado casi en bloque el
modelo concentrado dentro de un sistema difuso, sin contaminarlo
ni absorberlo, es que creo que dentro de las modelos derivados y al
lado del modelo mixto, debemos colocar al dual o paralelo, cuya
primera forma nítida de manifestación, está en la Constitución
peruana de 1979.

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La vigente Constitución del Perú de 1993 mantiene en sustancia el
modelo, con las siguientes variantes que no alteran su esencia:

1. Adquiere el nombre, en mi opinión más técnica, de Tribunal


Constitucional,

2. Esta vez sus resoluciones no operan en casación, sino en fallo


definitivo, para conocer los instrumentos protectores, que ahora son
más: Habeas Corpus y Amparo, y adicionalmente, el Habeas data y
la Acción de Cumplimiento. Pero sólo para las sentencias
denegatorias, pues el resto se mantienen en sede judicial,

3. Resuelve en exclusiva los Conflictos de Competencia o funciones


que tengan o se produzcan en los órganos del Estado que señala la
Ley.

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En cuanto a los orígenes de este modelo, al cual había que
dar algún nombre, creo que es simple consecuencia de la
aplicación en nuestra América, de los institutos creados en
otras partes, pero que aquí han merecido un desarrollo
autónomo y en cierto sentido peculiar que le son distintivos,
motivados por nuestra propia evolución política-institucional.
Igual podemos decir del modelo mixto, e incluso de la misma
variante de concentrado que en nuestra América existe desde el
siglo pasado, como es el caso de Venezuela.

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Conclusiones

1. La labor que desarrolla la Jurisdicción Constitucional,


entiéndase la Jurisdicción Constitucional de la
Libertad (frase empleada por Cappelletti) trae como
consecuencia la protección e internacionalización de
los derechos humanos, en tanto en cuanto no sólo es
foco atrayente de los Tribunales Constitucionales,
sino también de los Organismos Internacionales con
decisiones de carácter jurisdiccional, tales como la
Corte Interamericana de Derechos Humanos y el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

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2. Se recalca además, que la Constitución es una norma
suprema –verdadera norma normarum– que aspira a
defender la dignidad de la persona, sobre la base, al decir
de Francisco Fernández Segado, de un código de valores
y de un plexo axiológico o estimativo, como solía afirmar
Luis Recaséns Siches. Importa subrayar también que
frente a lo que se conoce como “legislador positivo”,
tarea que suele darse al Parlamento o Congreso, se
encuentra el “legislador negativo”, vale decir el Tribunal
Constitucional órgano ad hoc que deroga o declara
inconstitucionales las leyes que colisionan o violan la
vertebración del ordenamiento jurídico de los Estados.

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3. En tal sentido, añádase que la Constitución no contiene
normas estáticas sino dinámicas que se proyectan hacia el
futuro, siendo el juez o magistrado constitucional su
verdadero protector y creador a través de la
jurisprudencia. Con ello que no se crea que la
magistratura especializada mantenga una especie de
imperialismo doctrinal, intelectual y jurisprudencial en
cada Estado de Derecho. Esa tesis bizantina está
desterrada por cuanto cualquier juez ordinario, es decir de
la judicatura ordinaria, con entrega absoluta, también
hace íurisdictio teniendo al frente las directrices
constitucionales, sin ningún tipo de exceso hiperbólico,
que le ampara la Constitución, evitando andar a caza de
grillos, por más duro de mollera que sea.
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4. A estas alturas queda la aporía, algo así como un
problema especulativo, planteado de esta forma: quid
custodiet custodes. quid custodiet ipsos custodes? La
solución, si bien es cierto que pervive el debate doctrinal
en la literatura jurídica, está en los tribunales
constitucionales. ¿Por qué? Conforme nos dice el profesor
salmantino Pablo Lucas Verdú, un Tribunal
Constitucional adoctrina, no sólo sienta doctrina, sino que
además establece jurisprudencia mediante sus decisiones
en los casos que resuelve; un Tribunal Constitucional es
infalible ya que no cabe recurso alguno contra sus
decisiones y se debe tener fe en su actuación.

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5. Con lo cual, no se está haciendo una adhesión
ideológica sino cívica; un Tribunal Constitucional es
integrador en tanto que tal y nada más que como tal
acomode prudentemente el Derecho Constitucional a la
realidad constitucional; y porque un Tribunal
Constitucional –agrega Lucas Verdú– es pieza capital
para suscitar y difundir el sentimiento constitucional en
la medida que promueve y extiende entre los
ciudadanos la impresión de que su tarea asegura la
regularidad jurídica, el imperio de la ley, la realización
de los valores: libertad, justicia, igualdad y pluralismo
sancionados por la Constitución.

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