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La idea de que el gobierno debe estar limitado ha ido configurándose a los largo
de varios siglos, y recibió su primer impulso de los conflictos religiosos posteriores a
la Reforma europea del siglo XVI. Cuando la Iglesia católica romana perdió su
monopolio sobre la vida religiosa de las sociedades cristiana, la primera respuesta
fue que cada comunidad política debía tener su propia religión oficial, ya fuese
católica o protestante. Sin embargo, la multiplicación de sectas protestantes dio
lugar a una exigencia de tolerancia religiosa: dentro de ciertos limites, cada
persona tenia derecho a buscar su propio camino hacia Dios, y el estado no tenia
por qué interferir en esta búsqueda. Con el paso del tiempo, la exigencia de
libertad religiosa se transformó en una exigencia más amplia de libertad
personal: una defensa del derecho de cada persona a elegir sus propias
creencias y sus propio modo de vida, siempre y cuando esas decisiones no
afectaran directamente a la libertad de otros.
El movimiento romántico de finales de siglo XVIII y principios del XIX llegó a
todas las generaciones posteriores a la idea de que cada persona es un individuo
único, y que solo puede realizarse verdaderamente si se le permite elegir por sí
misma su forma de vivir. Y esto, naturalmente, exige el espacio más amplio posible
para probar nuevos y originales modos de vida: nuevas profesiones, nuevas formas
de expresión artística, nuevas maneras de entender las relaciones personales.
Los liberales razonaban de este modo: puesto que la libertad individual tiene un
valor tan grande, debe prohibirse a todos los gobiernos, por muy buena que sea
su constitución, que interfieran en ella. El buen gobierno no basta: incluso el
gobierno mejor constituido y mejor intencionado sentirá la tentación de
entrometerse en zonas en las que la libertad individual debe ser intocable.
La libertad tiene un aspecto externo y un aspecto interno: depende de si la
constitución del mundo abre ante nosotros varias puertas, pero también depende
de si somos capaces de elegir auténticamente por qué puerta pasar.
Algunos filósofos de la política, incluido nuestro viejo amigo Hobbes, han sostenido
que lo «único» que restringe la libertad de las personas son los impedimentos
físicos. A la mayoría de la gente, sin embargo, esto le parece un punto de vista
demasiado estrecho. Por lo general, pensamos que deja de haber opciones cuando
a las mismas se vinculan sanciones de distinto tipo. Las leyes, en concreto, restringen
la libertad de quienes están sometidos a ellas, porque se aplica un castigo a los
que las incumplen. Nada me impide, físicamente, conducir a mayor velocidad de la
permitida, o romper la ventana de mi vecino, pero si lo hago, estaré expuesto a ser
detenido y castigado, de modo que no soy libre de hacer tales cosas.
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Facultad de Ingeniería Geológica, Minera y Metalúrgica
La relatividad del conocimiento: el hombre medida de las cosas (derivación del heracleitismo).
— (TEETETOS) : El conocimiento es sensación. (SÓCRATES) : "Arriesgas el haber expresado un
concepto nada necio del conocimiento, antes bien el mismo que expresaba Protágoras. Bajo
una forma un poco distinta, él ha dicho la misma cosa. Pues dice en un lugar que el hombre es
la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, y de las que no son, en cuanto no
son. ¿Lo has leído alguna vez?
(TEETETOS) : Lo he leído, y muchas veces. (SÓCRATES) : ¿No dice, en cierto modo, que lo que
me parece a mí cualquier cosa, tal es ella para mí, y tal como te parece a ti, tal es para ti, y
que tú eres hombre y yo también soy hombre? (TEETETOS) : Dice eso, exactamente.
(SÓCRATES): Sigámoslo, entonces, un poco. ¿No sucede, a veces, que soplando el mismo viento,
uno de nosotros siente frío y el otro no? ¿Que uno, apenas siente un poco y el otro mucho? —
Sí, efectivamente. —Entonces, ¿diremos que este viento es por sí mismo frío o no frío? ¿O
creeremos a Protágoras, de que es frío para quien tiembla y para quien no tiembla, no? —Así
me parece. —Entonces, ¿no parece así a cada uno de los dos? —Cierto. —¿Y parecer no
significa ser sentido? —Seguramente. —Entonces, apariencia y sensación son la misma cosa
para el frío y para todas las cosas semejantes. De la misma manera en que cada uno siente
las cosas, entonces tales arriesgan ser para cada uno. (PLATÓN, Teetetos, 151-152).
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Esta convicción, refutada por los hechos, es, sin embargo, una exigencia de la
razón, la única capaz de invertir los términos y decir que el poder político no
procede de arriba abajo sino al revés. Locke, inspirador de las modernas
declaraciones de derechos, entiende que esa hipótesis racional debía servir «para
entender adecuadamente el poder político y derivarlo de su origen» (Ensayo sobre
el gobierno civil. II , 1). Un siglo y medio más tarde, la Declaración Universal de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas repetirá, como punto de partida:
«Todos los hombres nacen libres e iguales en derechos». De tal exigencia de la
razón —la igualdad de todos los humanos— nace la democracia moderna que
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Ahora bien, por institución entiendo un sistema público de reglas que definen
cargos y posiciones con sus derechos y deberes, poderes e inmunidades, etc. Estas
reglas especifican ciertas formas de acción como permisibles, otras como
prohibidas; y establecen ciertas sanciones y garantías para cuando ocurren
violaciones a las reglas. Como ejemplos de instituciones o de prácticas sociales más
generales, podemos señalar los ritos y los juegos, procesos judiciales y parlamentos,
mercados y sistemas de propiedad. Una institución puede pensarse de dos
maneras: primero, como un objeto abstracto, esto es, como una posible forma de
conducta expresada mediante un sistema de reglas; y segundo, como la realización
de las acciones especificadas por estas reglas, efectuada en el pensamiento y en
la conducta de ciertas personas en cierto tiempo y lugar. Hay entonces una
ambigüedad respecto a lo que es justo o injusto, la institución tal y como se
realiza, o la institución en tanto que objeto abstracto. Parece mejor decir que es la
institución, en tanto que realizada y efectiva e imparcialmente administrada, la
que es justa o injusta. La institución, en tanto que objeto abstracto, es justa o
injusta en el mismo sentido en que cualquier realización de ella sería justa o injusta.
LOS PRINCIPIOS DE LA JUSTICIA