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MAL DE OJO

Es una de las creencias más antiguas y difundidas en el mundo, y de mayor consideración y


conocimiento en el ámbito del saber médico popular. En México, esta enfermedad ocupa el
primer lugar en las causas de demanda de atención de la medicina tradicional.

Enfermedad originada por la "mirada fuerte" de algunos individuos; también se mencionan


como posibles causas a la envidia y a la influencia de aquellas personas que pasan por
determinados estados anímicos y corporales.

Los trastornos que acompañan a esta enfermedad son numerosos, suelen manifestarse
inmediatamente después de que la persona ha sido ojeada, y varían de acuerdo con la edad
de la víctima.

Entre los infantes destacan, por la frecuencia con la que son reportados: la fiebre, el llanto
prolongado, la diarrea, el vómito, afecciones oculares en forma de irritación, inflamación,
ptosis palpebral (uno de los ojos se empequeñece), inquietud, falta de apetito, pérdida de
peso y dolor de cabeza.

Los adultos presentan cansancio, flojera, temblor de cuerpo, somnolencia, dolor de cabeza,
mareos y vómito . Se cree que las plantas y los animales también pueden ser afectados por
el mal de ojo.
Dentro de las diversas causas del mal de ojo mencionadas, destacan por su frecuencia la
mirada fuerte y la envidia, factores que se encuentran asociados.

Un gran número de estudios etnográficos da cuenta de la capacidad que tienen algunos


individuos para enfermar a otro por medio de la vista. Generalmente se dice que estas
personas son poseedoras de mirada fuerte, pesada, caliente, fija o penetrante, y que tienen la
cualidad de dañar, voluntaria o involuntariamente, todo aquello que despierta en ellos
admiración, deseo de posesión o un sentimiento de envidia.

Algunos individuos de mirada fuerte, pueden ser las mujeres estériles y personas en las que es
innata esta cualidad; las mujeres estériles dañarán a cualquier niño que vean; los otros
miembros de este grupo harán lo mismo con todo lo que miren fijamente. las mujeres
embarazadas, los iracundos y los borrachos; en estos casos, la mirada de las embarazadas
vuelve a ser inocua al dar a luz, y lo mismo sucede con los iracundos y los borrachos cuando
recobran la calma y la sobriedad, respectivamente.

Así, por citar sólo dos ejemplos que resultan ilustrativos, los chichimecas afirman que si una
persona exagera las alabanzas destinadas al aspecto físico de un niño, lo puede enfermar; igual
riesgo corren las plantas, animales u objetos que son envidiados, pues en tales casos las
plantas pueden secarse, los animales morir y los objetos romperse o extraviarse. Los nahuas de
Milpa Alta, Distrito Federal, creen que el simple hecho de que un individuo con mirada fuerte
observe, acaricie o recuerde a un niño, es motivo suficiente para enfermarlo.
Se cree que el "calor" corporal acumulado bajo determinadas situaciones, hace que un
individuo provoque mal de ojo.

Las embarazadas, los ebrios y las personas que han sufrido experiencias emotivas u
orgánicas fuertes como locura, celos, envidia, ira, sed, hambre, excitación sexual, etcétera,
acumulan demasiado calor, capaz de enfermar a las personas "débiles”. En algunos casos
este calor dañino emana de los ojos ; en otros, se cree que resulta suficiente con la sola
presencia del agresor.

Los malos aires pueden actuar en forma similar a la anterior cuando son "recogidos" por un
caminante en el campo o en la selva. El portador los transmitirá a un tercero provocándole
mal de ojo, o él mismo enfermará si su sangre o su espíritu son débiles.

Así pues, bajo esta expresión se encuentran fusionadas diversas creencias de origen
mesoamericano y europeo que lo convierten en un fenómeno sumamente complejo, lo que
ha dado origen a imbricaciones y confusiones conceptuales en los practicantes de la
medicina tradicional.
El terapeuta tradicional —y en algunas ocasiones los padres de la víctima— recurren a varios
procedimientos para su diagnóstico; por ejemplo, inspeccionan el rostro del paciente,
especialmente los ojos, pues la presencia de los signos característicos son prueba suficiente
de la afección; se hace un recuento de los contactos con posibles agentes causales o bien, se
realiza una limpia que es, simultáneamente, el inicio efectivo del tratamiento.

Para tal fin, se pasa generalmente por el cuerpo del paciente un huevo de gallina, el que
posteriormente es quebrado dentro de un recipiente con agua; si aparece un ojo o una cruz
en la yema o ésta se cuece, se corrobora el diagnóstico. Cuando el mal no es grave, esta
operación resulta suficiente para sanar al enfermo.

Hay muchas variantes culturales, pero, en general, se somete al enfermo a diferentes tipos
de limpias, utilizando principalmente un huevo de guajolota, de gallina criolla y/o negra —el
negro, relacionado con la oscuridad, anula el poder de la mirada—, plantas y elementos
diversos.

Así, es común que con el huevo se dibuje una cruz en la cabeza y en el cuerpo o se froten los
ojos, para proseguir a continuación con el mismo procedimiento utilizado en el diagnóstico.

En ocasiones se usan plantas solas, o bien, acompañando al huevo; las más utilizadas son el
saúco (Sambucus mexicana), la albahaca (Ocimum basilicum), la ruda (Ruta chalepensis), el
estáfiate (Artemisia ludoviciana), el pirú (Schinus molle) o el chile (Capsicum sp.), todas ellas
aromáticas.
Otro tipo de curación muy practicado consiste en pedir al agresor —cuando se conocen su
identidad y la índole de su acción fortuita— que entre en contacto con su víctima como una
forma de "reconciliación”.

Para ello se recurre a distintos procedimientos: los más comunes son pedir que el causante
dé una leve nalgada al niño, sople en su cara, lo acaricie o sostenga en sus brazos; dibuje con
su saliva una cruz en diversas partes del cuerpo del paciente, o que ambos beban agua del
mismo vaso.

Asimismo, se puede solicitar una prenda de vestir del agresor para pasarla por el cuerpo del
paciente. En menor medida, se aconseja sahumar a éste con copal o chile untarle los ojos con
un cordón umbilical. Por lo general, todos los procedimientos descritos son acompañados con
rezos. Por otra parte, llama la atención una creencia muy extendida que señala que el mal de
ojo no debe ser atendido por un médico académico, pues la enfermedad "se riega más" y el
estado del paciente se agrava, idea que se expresa en la acotación "ésta es una enfermedad
del curandero, no del doctor”.
En la medicina tradicional mexicana el mal de ojo es, quizá, la enfermedad ante la cual la
población desarrolla el mayor número de medidas preventivas.

Sobresale el uso de amuletos cuya función es la de atraer la mirada de una persona para
que el poder de sus ojos se descargue en el objeto y no en el niño. Son abundantes los
reportes que señalan la efectividad protectora del "ojo de venado", semilla que debe usar
el niño como collar o pulsera; de igual manera, suelen utilizarse estambres, cintas o cuentas
de color rojo, coral, ámbar y azabache; o bien, colocar entre la ropa "seguros" formando
una cruz, ramitas de pirú y estampas religiosas, o pequeñas bolsitas de color rojo
conteniendo pelos de coyote, palma bendita o escapularios.

Se aconseja a las madres que protejan a sus pequeños guardándolos de la presencia de


posibles agentes causales e, inclusive, manteniéndolos sucios y desarrapados para impedir
que sean admirados y elogiados. En lo que respecta a la protección de animales y plantas,
se despliegan cuidados semejantes a los utilizados con las personas, amarrándoles cintas,
listones o señales de color rojo.
MIRADA FUERTE
Se le llama también, mirada pesada. Otros Sinónimo(s), son: ojos fuertes, vista caliente,
vista candente, vista fuerte, vista penetrante.

Cualidad que poseen algunos individuos para dañar a seres humanos, animales y plantas. Es
la principal causa del Mal de ojo.

Es concebida como una fuerza nociva que emana de los ojos y que afecta, ya sea voluntaria
o involuntariamente, todo lo que despierta admiración o envidia.

Se dice que los niños —principalmente cuando son robustos y bonitos— son sus víctimas
potenciales, debido a que su sangre o espíritu aún son débiles; en cambio, un adulto
excepcionalmente llega a padecer mal de ojo. Los infantes aquejados por la malignidad
visual suelen presentar llanto en exceso, debilidad, falta de apetito, diarrea, vómito y
disminución del tamaño de uno de los ojos.

Los animales domésticos y las plantas también pueden sufrir las consecuencias del ojeo; los
más afectados son los pollos, puercos y reses, así como las flores llamativas y árboles de
frutos atractivos. Cuando un animal es la víctima, acusa "basca", "sonsera" y una gran
tristeza; por su parte, las plantas se tornan amarillas y se secan de un día para el otro.
ENVIDIA
Sentimiento o emoción negativa bajo la cual un individuo puede enfermar a otra
persona, o dañar sus propiedades.

Las creencias acerca de esta emoción pueden ilustrarse a partir de lo señalado por los
nahuas de la Sierra Norte de Puebla. Ellos consideran que un sujeto atrae la envidia de
otro principalmente cuando logra ciertos progresos económicos, como comprar un buen
animal, mejorar la construcción de su casa u obtener una buena cosecha.

Por lo general, la persona envidiosa comienza a actuar contra el afortunado en forma


subrepticia y hostil; habla mal de él a los demás miembros de la comunidad e inventa
falsas historias con respecto a la forma cómo obtuvo dinero. Cuando ambos llegan a
toparse no hay un enfrentamiento; sin embargo, cuando el envidiado da la vuelta, su
enemigo lo maldice y escupe al suelo, deseando que los logros económicos conseguidos
por aquél se conviertan en nada.

Muchas veces esta imprecación puede convertirse en un mal aire. De esta manera, el
afectado presenta trastornos orgánicos que ningún médico atina a diagnosticar, lo que
hace necesario recurrir a un curandero especialista.
El método para su diagnóstico es variable; en la sierra Norte de Puebla, el curandero
nahua somete al enfermo a una limpia con huevo y procede a verter su contenido en un
vaso de agua; su juicio lo establece de acuerdo con lo que observa en el recipiente. Si
corrobora la enfermedad, realiza una nueva limpia utilizando diversas especies vegetales,
y posteriormente chupa el cuerpo del doliente para extraer el mal.

El curandero zoque pulsa al enfermo y basa su diagnóstico en "lo que dice la sangre”.
Para lograr la curación reza oraciones que anulan los ataques, prescribe pociones de
hierbas, dietas especiales y baños de temazcal . Los zapotecos de Zoogocho, subrayan
que sólo los terapeutas "competentes" -como los brujos- se arriesgan a curar esta
enfermedad, pues aquél que la extrae corre el peligro de adquirirla o provocar que
sobrevenga una desgracia entre sus familiares; sin embargo, afirman que el envidioso o el
que envió el mal, también sufre serios trastornos.

La mejor forma de prevenir la envidia es creer fervientemente en Dios, ya que la oración


es el "arma más poderosa" contra este sentimiento destructivo. O bien, cada vez que se
obtiene un logro que pueda despertar la codicia, se recitan plegarias o se invita al grupo a
degustar comida y bebida.
Se cree que la envidia es desencadenante del mal de ojo.

En las relaciones envidiosas se esconden las correspondencias entre los objetos y los
hombres, ya que se sustituye el objeto deseado por su poseedor. Es decir, el que
experimenta este sentimiento aparenta que todo lo que necesita o desea es el objeto, y
calumnia a su rival proclamando que su "superioridad" reside en lo que posee:
Aunque el envidioso siente un enorme deseo por el objeto, éste se le vuelve nada en las
manos si es que llega a conseguirlo, e inmediatamente un objeto más valioso viene a
representar lo que es deseable en su rival. Sólo si se eliminan por completo los objetos,
podrá el envidioso quedar de frente ante lo que en realidad desea. Los objetos, aun cuando
sean antropomorfizados, sirven para encubrir la presencia de adversarios humanos.

El envidioso llena su cabeza y su discurso con el símbolo de los objetos para disimular el
deseo por su rival. Así, en el enfrentamiento entre iguales, el objeto es suprimido y el
problema de la identidad se vuelve más agudo. "La identidad, no un objeto, es lo que
motiva al rival envidioso".

La envidia es uno de los siete pecados capitales y las Sagradas Escrituras lo consideran
como mal de ojo.

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